por Óscar Rosa Jiménez Aunque Panini Comics ha dividido la etapa en dos recopilatorios, creo que es evidente que ambos forman parte de un mismo ciclo argumental. La idea inicial de Byrne comenzaba con la deconstrucción de la Visión, lo que nos llevaba a una importante crisis matrimonial, introduciendo además en la ecuación un triángulo amoroso con Simon Williams. La segunda fase del plan del autor, que era quizá la más compleja y delicada a la vez, y posiblemente la más controvertida de todo su trabajo en la cabecera, ya que se trataba de eliminar de la realidad a los dos hijos del matrimonio. En el anterior artículo, ya hablábamos de su franca oposición a este enlace entre el sintezoide y la mutante, que bajo su obtuso punto de vista no parecía encajar bien que esta relación diese como fruto dos hijos. Uno de los principales apoyos para desmontar este nacimiento se basaría en mostrar una nueva perspectiva sobre los poderes de la Bruja Escarlata. De ese modo, con su combinación de poderes mutantes para alterar la realidad y su aprendizaje de las artes oscuras no solo era capaz de influir en las probabilidades de que algo sucediera, sino que también modificaba la realidad. Curiosamente, cuando trató el tema con los editores le dieron vía libre para desarrollarlo, el mismo Tom DeFalco lo aprobó. Sin embargo, cuando lo vio plasmado en el tebeo ya no estaba de acuerdo, lo que cambiaba los planes que Byrne tenía trazados, provocando así su marcha de la serie. La adaptación del poder de Wanda que efectuó Byrne en la cabecera de la rama californiana de los Vengadores no obtuvo el éxito deseado, pero no deja de ser llamativo cómo sería la base en la que se sustentaría gran parte del trabajo de Brian Michael Bendis prácticamente casi 15 años después, sacando a relucir no solo su lado más oscuro, sino moldeando la realidad a su antojo, en un mundo en el que los mutantes lo gobernaran, jugando su familia un papel muy importante. Dinastía de M fue un evento que sacudió los cimientos del cosmos mutante de la Casa de las Ideas en el nuevo siglo, partiendo de un concepto que planta Byrne aquí, pero que no fue recibido con buenos ojos. Cómo cambian las cosas con el tiempo, ¿verdad? Siendo honestos, si en más de una ocasión he criticado duramente el trabajo de Bendis, sobre todo en su trato hacia la Bruja Escarlata, no puedo hacer menos con John Byrne, aunque sea uno de mis autores predilectos. No obstante, esta saga me hace pensar que aquí comienza el declive de un autor que llegó a la cima del cómic mainstream, dejando para el recuerdo algunas de las mejores historias de Marvel y DC, pero que llegado a cierto punto perdió totalmente el norte y su ego prevaleció sobre su obra. Aunque quizá aquí fue más una víctima que otra cosa, plantaba las semillas de futuros trabajos en los que, incapaz de transigir y bajo su posición de estrella del medio, realizó auténticas atrocidades. Además, por uno u otro motivo, ninguna de sus obras posteriores tiene un desenlace adecuado, ya sea por interferencias externas o diferencias con editores o autores, o simplemente porque perdía el rumbo sin ninguna razón aparente. En definitiva, otra caída más de una rutilante estrella del cielo que no podía brillar para siempre. Cómo iba diciendo, la fase final de Byrne en esta cabecera tenía como principal protagonista la desestructuración familiar de la Bruja Escarlata. Quizá lo de sus poderes al fin y al cabo no era una idea del todo descabellada. Es decir, esa evolución, que hoy en día es una realidad, convertía al personaje en alguien mucho más poderoso e interesante, y en cierto modo conectaba con hechos del pasado como cuando era poseída por Chthon, convertida en una complicada enemiga a batir durante aquel arco argumental (artículo 63). No obstante, como gran parte del periplo del autor en la cabecera, lo que realmente cuesta digerir no es el concepto en sí mismo, sino la forma de desarrollarlo y las consecuencias derivadas de ello. La eliminación del núcleo familiar de Wanda y la Visión conlleva en cierta forma una reestructura de la continuidad bastante ruda, deformando el trabajo de otros autores para amoldarlo a la idea que Byrne creía que era necesaria. Y si el resultado hubiese sido una saga de gran calidad como cualquiera de sus trabajos anteriores, quizá no habría nada que achacarle. Sin embargo, ese no es el caso. Steve Englehart al menos fue honrado con el lector, utilizando el concepto más clásico y dando una continuidad a ideas del pasado, sin restar nada. Aunque no lo hizo del todo bien principalmente en su fase final, sí que dejó un buen número de entregas bastante entretenidas y con un trabajo sólido en ciertos aspectos, demostrando ser uno de esos guionistas con oficio. A Byrne, por el contrario, le puede su ego, siendo capaz de tergiversar cualquier concepto o caracterización de los personajes para amoldarlo a su idea, sin que el resultado tenga ninguna de las características, o casi ninguna, que lo encumbraron en el medio. Desde luego, tras pasar por sus manos, algunos de los miembros de los Vengadores no volverían a ser los mismo, o tardarían un tiempo en recuperarse. La rotura familiar vendría acompañada de la recuperación de un viejo conocido de esta colección, el villano Pandemónium, que sirve para aunar perfectamente la simbiosis entre poderes mutantes y paranormales, dos temas que comulgan en esta fase de la etapa de Byrne, que contaría además con la presencia de Mefisto como invitado de excepción y una pieza clave en sus orígenes. Mirando con la perspectiva que ofrece el tiempo, parece que cada vez que entra en escena este personaje demoniaco, los amantes de la continuidad tienen que echarse a temblar. ¿O si no que se lo pregunten a cierto guionista de apellido impronunciable? De todas formas, este es solo otro paso más del autor en su plan para desestabilizar a Wanda, que tendría un nuevo impulso con el crossover Atlantis Ataca. Y es que no deja de ser llamativo que, como ha ocurrido en muchas ocasiones presentes y pasadas, cualquier etapa que se ve obstaculizada por este tipo de eventos multitudinarios siempre suele afectarle en términos de calidad. Esta fase de Byrne en la serie se vería interrumpida por nada menos que dos eventos, siendo el primero una idea que no solo no compartía, sino que llegó a ridiculizar en algún momento, casi como cualquier proyecto de la época en el que no fuese una parte activa de su germen creativo. Atlantis Ataca se desarrolló como un evento veraniego a lo largo de una serie de anuales de los distintos títulos relacionados con el Universo Marvel. La trama gira en torno al desviante Ghaur y la lemuriana Llyra, que intentan traer a la Tierra al antiguo dios serpiente Set. Entre diferentes heroínas se selecciona a varias para formar parte de las Prometidas de Set, siendo una de ellas la Bruja Escarlata, que junto a todo lo vivido la dejará en estado catatónico. A partir de ahí, Byrne recurre a otro concepto familiar bien distinto, recuperando a Magneto, que junto a sus dos hijos, Pietro, el también vengador Mercurio, y Wanda, intentará retomar su faceta de gobernante mutante sobre la Humanidad. Esto entronca con el descontento de Byrne sobre el trabajo de Chris Claremont con el amo del magnetismo, ya que tampoco estaba muy de acuerdo en que se hubiese alejado de su papel de villano. Sin duda, un Byrne inconformista en estado puro, que aprovechaba la menor oportunidad para cambiar todo aquello que no le gustase, tuviese o no sentido. Daba igual si había razones de peso, lo importante era llevarse a cualquier personaje a su terreno. La aparición de Magneto venía aparejada al segundo evento que tendría repercusión en estas páginas. En esta ocasión, con el beneplácito del autor, ya que era uno de sus impulsores. Byrne concebía la idea de que una serie de importantes villanos del Universo Marvel se reunían para intentar evitar ser derrotados por sus enemigos habituales. Por lo tanto, el planteamiento no era otro que realizar un intercambio de villanos, para coger desprevenidos a los superhéroes y poder así derrotarlos con facilidad. Teniendo en cuenta que la interacción entre personajes de distintas colecciones era una seña de identidad del Universo Marvel prácticamente desde sus inicios, la verdad es que la premisa no podía ser más absurda en cierto modo. Pero bajo esta premisa se desarrolló una larga saga que implicó a multitud de series de la época, algunas con mayor o menor repercusión para la trama central, bajo el título de Actos de Venganza. Aunque hay que reconocer que ni la idea ni el desarrollo de la misma dan mucho de sí, aportando muestras del agotamiento creativo de Byrne y de que la industria comenzaba a mostrarse receptiva a los crossovers y los eventos de manera regular, si había algo que destacar realmente es que bajo la cúpula de villanos había un conspirador, cuyos motivos estaban relacionados directamente con la creación de los Vengadores. Otra carambola argumental que intenta conectar el pasado con el presente, como si para escribir una historia relevante fuese totalmente necesario recurrir a la retrocontinuidad o a algunas de sus facetas. Algunos de los abusos y los excesos de los noventa ya se apreciaban en este tipo de sagas que en cierto modo no hacían más que explotar el éxito de las Secret Wars (artículo 62 y artículo 108). Debido a Actos de Venganza, los Vengadores Costa Oeste tendrían que vérselas con los U-Foes. Se trata de un cuarteto que partía de un concepto muy similar a los 4 Fantásticos pero en versión malvada, el cual debutaba en la colección del Gigante Esmeralda en The Incredible Hulk #254. Su origen narra cómo Simon Utrecht, que más tarde se convertiría en Vector, el líder del grupo, es un multimillonario y próspero industrial que debido a sus ambiciones decide reproducir el viaje de la Primera Familia para obtener superpoderes. Le acompañan su novia, Ann Darnell, especialista en sistemas de supervivencia, su hermano, James Darnell, ingeniero en carburantes de propulsión, y el piloto Michael Steele. Creados por Bill Mantlo y Sal Buscema como enemigos recurrentes de Hulk durante su etapa al frente de la cabecera, acabarían cayendo en el olvido hasta formar parte de esta saga. El siguiente capítulo relacionado con el evento nos traería al Hombre Topo, que contiene un homenaje a la portada de Fantastic Four #1, que no era la primera vez que Byrne versionaba en alguno de sus trabajos. El habitante del interior de la Tierra rescataría nada más y nada menos que a Giganto, en un recuerdo latente a la era previa al Universo Marvel, cuando sus publicaciones estaban protagonizadas por monstruos de toda índole y procedencia. Una vez traspasado este punto, Byrne acomete el tramo final, convirtiendo a la Bruja Escarlata en la villana de la historia, volviéndose contra sus amigos y contra el mundo, en un deseo de supremacía mutante, con la ayuda de su padre Magneto. Es aquí donde establece los cambios en los poderes del personaje que comentaba antes, y lo que según parece fueron los motivos de su marcha de la colección, al no ser aceptado por los editores. No obstante, también se especula con la posibilidad de que cierta escena subida de tono entre el Hombre Maravilla y Wanda tuviese algo que ver. Byrne llevó hasta el límite la presentación del lado oscuro de la vengadora, que en un acto de maldad deplorable realiza fuera de escena lo que se entiende como una agresión sexual. Aunque el propio autor declaró que debe ser el lector el que interprete la escena, los editores mandaron cambiar algunas viñetas antes de llegar a la imprenta para evitar cualquier interpretación en ese aspecto, modificando incluso algunos diálogos. Si bien parece que Byrne no se lo tomó mal del todo, o no hay ninguna declaración sobre ello, dos números después dejó la cabecera, provocando que el final de la saga tuviese que ser rematado por Roy Thomas y su esposa Dann Thomas, los cuales tomarían el relevo hasta la cancelación del título varios años después. Así concluía el periplo de John Byrne en The West Coast Avengers/Avengers West Coast, marcado por la polémica y el ego de un autor venido a menos. Mi sensación personal es que la etapa comienza más o menos bien, quizá arriesga un poco a la hora de plantear ciertos conceptos, pero dentro de unos límites más o menos aceptables. No obstante, a medida que avanza, la serie pierde el rumbo totalmente. Byrne se centra demasiado en deshacer algunos de los aspectos con los que no está de acuerdo en el desarrollo de ciertos personajes. Parece que solo quiera destruir y amoldarlo todo según sus ideas, pero se olvida totalmente de construir nada más. Empezó con un tono coral que se va perdiendo poco a poco. La trama centrada en Tigra cae totalmente en el olvido, por ejemplo. El papel del USAgente como líder se diluye muy rápidamente, quedando en un segundo plano tanto él como su encargo gubernamental. De hecho, será la Avispa la que se convierta en líder de forma natural y sin demasiada oposición. Los argumentos tienen un ritmo frenético, pero sin demasiado control, se atropellan los acontecimientos. Todo sucede muy rápido y la implicación en las dos sagas solo sirve para aumentar la sensación de desconcierto general. Por otra parte, la subtrama de Inmortus no acaba de cuajar, y es el matrimonio Thomas el que acaba cohesionándolo con el argumento central, dándole un giro inesperado y quizá excesivamente rocambolesco. Aunque no se les puede echar del todo la culpa a los sucesores, que rematan el trabajo de Byrne como buenamente pueden, también hay que decir que más o menos encaja con los planes que tenía el propio autor. No sé si quisieron respetar la planificación inicial o tampoco tenían una idea mejor que aportar. Sea como sea, en la recta final la historia alcanza tintes soporíferos y uno solo puede esperar que lleguen los créditos finales para concluir lo que a la postre se ha convertido en algunos de los peores tebeos de la colección. Hay que reconocer que todo queda más o menos bien atado, incluso se le dota de cierta coherencia, pero a estas alturas ya da un poco igual, porque el viaje recorrido no ha sido lo suficientemente placentero y cruzar la meta es más un alivio que una recompensa. Si argumentalmente es una etapa mediocre, debo destacar que en el apartado gráfico tampoco encontramos la mejor versión de John Byrne. No sé si la reproducción de los materiales influye en algún sentido, o quizá sea debido al entintado poco definido de Mike Machlan. Solo con la llegada de Paul Ryan el aspecto visual mejora un poco, pero dentro de un perfil bajo, al menos para lo que se espera de un artista como Byrne. Desgraciadamente, este volumen nos deja uno de los peores trabajos del autor, que parece mentira que firmara una de las mejores historias de la Patrulla-X. Me atrevería a decir que aquí comienza a vislumbrarse la decadencia de Byrne, que se agravaría en años posteriores, siguiendo en parte las pautas que se observan en esta colección. Comienzos interesantes y etapas prometedoras que después acaban diluyéndose con el paso de los números. De esta forma concluye el plan inicial de Panini, que ojalá en un futuro se atreva a recuperar el final de la serie, con los episodios escritos por el matrimonio Thomas. Nosotros, por nuestra parte, despedimos a Byrne, que fue capaz de mostrar la faceta más oscura de la Bruja Escarlata, y la de sí mismo, adelantándose a su tiempo mientras Bendis tomaba notas. Después de esto, el Universo Marvel nunca volvió a ser el mismo, y parece que siempre es culpa de nuestra querida Wanda. |
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