SECRET WARS II, LA SECUELA
por Óscar Rosa Jiménez


La mayor parte de mi infancia me la pasé leyendo tebeos publicados por la editorial Bruguera a pesar de que, por aquella época, Forum ya poseía los derechos de Marvel. Totalmente desconectado de las novedades editoriales, la década de los ochenta supuso una etapa llena de recuerdos que, posiblemente, todos los que crecieron en ella recordarán con cariño. El cubo de Rubik, el grupo Parchís, la bruja Avería, las películas de acción, Barrio Sésamo, Naranjito y la EGB son algunos de los elementos característicos de una época en la que nos envolvía la inocencia. Dejando a un lado el factor nostálgico, y volviendo la mirada a la Casa de las Ideas, los ochenta supusieron unos de los mejores momentos que vivió la editorial. Los sesenta y los setenta fueron una explosión creativa, mientras que en los ochenta, las series obtuvieron una evolución que aumentó su calidad, mostrando un universo cohesionado totalmente consolidado y afianzado en sus raíces. Es muy complicado elegir una colección de aquella época que no atravesase un gran momento. Incluso algunas de ellas alcanzaron cotas de calidad que difícilmente se han vuelto a superar en la propia Marvel. No obstante, en mitad de ese momento álgido, nos encontramos con Secret Wars.

La maxiserie orquestada por Jim Shooter había sido todo un éxito. La cantidad de ejemplares vendidos superaba con creces las previsiones iniciales. Sin embargo, las revistas especializadas y los lectores más veteranos cargaban sus tintas contra aquella obra que supuso una autentica decepción para ellos. No encontraban en ella la épica y la relevancia prometida. Se habían topado con un espectáculo de humo y espejos en el que todo se veía reducido a buenos contra malos en un mundo de batalla ficticio. A pesar de todo, aquel puñado de tebeos ofrecía la posibilidad perfecta de combinar la lectura con horas de diversión proporcionadas por los muñecos de Mattel, haciendo las delicias de los más pequeños. Sea como sea, la iniciativa cosechó un gran éxito y se convirtió en una fuente de ingresos importante. Por lo tanto, pese a las burlas sobre la calidad de la obra en el propio seno de la editorial, Secret Wars tuvo una secuela justo un año después.

Cómo no podía ser de otra forma, el proyecto estaría escrito por Jim Shooter, que además era el Director Editorial por aquel entonces. En esta ocasión, el planteamiento cambiaría radicalmente. Si en la primera maxiserie los héroes eran trasladados a un mundo creado por el Todopoderoso, ahora sería justo al revés. Aquél que es todo observó, a través de una grieta dimensional, el planeta Tierra, quedando fascinado por los humanos, por lo que decidió venir a él para intentar comprenderlos. Además, el editor emplearía un esquema similar al que utilizara DC en Crisis en Tierra Infinitas. Es decir, tendríamos una miniserie central y diversos crossovers que no serían totalmente necesarios para seguir la trama troncal, pero que si ampliarían detalles sobre el viaje del Todopoderoso o explorarían las consecuencias de sus actos con mayor o menor fortuna. Realmente, las similitudes entre ambos proyectos acaban ahí. Mientras uno tuvo una relevancia importante, dejando para la posteridad uno de los grandes clásicos de la Distinguida Competencia, el otro no dejó de ser más que una anécdota que no es recordada demasiado bien. Además, supondría el pistoletazo de salida para un esquema que serviría de modelo para futuros eventos y crossovers de la editorial. Sin duda alguna, un producto mucho más orientado hacia el marketing que hacia la calidad de las historias. Por lo tanto, no es de extrañar que, pese a que vendió bien, no alcanzara los índices elevados de su predecesora y las críticas fueron tan duras, o incluso más, que con Secret Wars, por lo que muchos afirman que fue uno de los clavos que selló el ataúd de Shooter; sus días en la editorial estaban contados...

El primer dibujante seleccionado para encargarse de Secret Wars II fue Sal Buscema. Se trata de un dibujante solvente, querido por los lectores y cuya rapidez en el tablero de dibujo lo convertían en una elección perfecta para este proyecto. Sin embargo, tras dibujar prácticamente todo el primer número, Shooter decide prescindir de él. Por un lado, el propio editor afirmó que el problema era la residencia de Sal, ya que no vivía en Nueva York, por lo que no podía pasarse por las oficinas todas las veces que requeriría un proyecto de esta envergadura. Por otro lado, off the record, se comentaba que realmente era el dibujante quien lo dejaba, debido a la ingente cantidad de personajes que tenía que dibujar. Cómo si un profesional como él no hubiese tenido trabajos similares a lo largo de su carrera. Desde luego, huele a podrido en Dinamarca...

Finalmente, Shooter eligió a Al Milgrom para encargarse de Secret Wars II. El dibujante había desarrollado gran parte de su carrera profesional en la Casa de las Ideas durante la década de los setenta tras haber trabajado en Charlton Comics y Warren Publishing. Incluso realizó labores editoriales en DC Comics durante un breve periodo de tiempo. Sus habilidades artísticas no eran comparables a las del pequeño de los Buscema, pero sí su rapidez, ya que podía dibujar muchas páginas en poco tiempo, algo que encajaba muy bien con las características especiales del proyecto. Posiblemente, esto fue lo que propició la elección del artista junto a su lugar de residencia, claro. No obstante, el resultado final está en las antípodas de lo que podemos esperar en un evento de esta magnitud. A pesar de que se le asignó como entintador al siempre cumplidor Steve Leialoha, aunque los retrasos en las entregas de los guiones provocaron que diferentes entintadores ayudasen a completar las páginas de forma anónima, el trabajo de Milgrom es realmente mediocre. Sobre todo comparado con lo que estaban haciendo otros dibujantes en aquella época. El autor no tenía nada que hacer contra el talento de John Buscema, John Romita Jr. o David Mazzucchelli, provocando un extraño contraste en las posteriores recopilaciones de la saga.

Secret Wars II no sólo fue un desastre en el apartado gráfico. El argumento planteó algunos conceptos interesantes, pero de manera superflua. Además, la prosa de Shooter está lejos de ser fluida. A esto habría que sumarle una narrativa confusa y engañosa en ciertos momentos. Quizá, la sincronización de la saga tuvo gran parte de culpa, junto a los retrasos en la entrega de los guiones del escritor, una de las facetas que era de sobras conocida en el Bullpen. Sin embargo, todos sabían que si Shooter no escribía la miniserie, acabaría retrasando más aun el proyecto con sus constantes modificaciones. De hecho, llegó a reescribir prácticamente entero un número de la colección de Daredevil, que formaba parte del gigantesco crossover. Sea por el motivo que sea, la coordinación no llegó a ser todo lo buena que se pretendía, dando lugar a ciertas incongruencias cómo el constante cambio de vestimenta del Todopoderoso, aunque la explicación más plausible es que al ser omnipotente, sus ropas cambiaban para la ocasión. Pero aún así, en ciertos momentos, ni esa explicación merecedora de un No-Premio tendría cabida. Sobre todo cuando se reflejaba la misma escena en dos cómics diferentes; una forma como otra cualquiera de retorcer la navaja de Occam. Es curioso como un producto que pretendía ser un superventas no cuidaba al máximo los detalles que eran santo y seña de la editorial. Sin duda alguna, Secret Wars II ofreció el lado tenebroso de la Marvel ochentera; un aspecto que quizá nunca hubiésemos deseado conocer.

A pesar de todo esto, la idea de Shooter puso encima de la mesa conceptos de corte metafísico, filosófico y teológico. No hay que olvidar que estamos ante un dios que baja a la Tierra para hacerse hombre y asimilar en la medida de lo posible qué es ser humano. Bajo esta premisa, se abre un abanico de posibilidades de lo más interesante, aunque diría que los que realmente sacaron partido de ello fueron los guionistas encargados de las series regulares que publicaba Marvel por aquel entonces. Durante nueve números, la saga se iba alternando cronológicamente con diferentes colecciones. De esa forma, se exploraba el impacto que tenía en el Universo Marvel el paso del Todopoderoso y se desarrollaban algunas líneas argumentales que simplemente se esbozaban en la trama central. Todas las cabeceras cruzarían sus caminos con la entidad cósmica al menos una vez, en algunos casos varias veces. Si bien es cierto que estas historias se pueden leer de manera autónoma sin ningún problema, forman parte de un tapiz mayor, que revela importantes detalles si son leídas junto a la maxiserie. Además de ofrecer un pequeño aperitivo de lo que podíamos encontrar todos los meses en Marvel durante la década de los ochenta. Sin duda alguna, es una forma perfecta de conocer pequeñas pinceladas de obras tan importantes como Thor de Walter Simonson, Hulk de Bill Mantlo, los 4 Fantásticos de John Byrne, los Nuevos Mutantes de Chris Claremont y Bill Sienkiewicz o la Patrulla-X de Claremont y John Romita Jr., por poner algunos de los ejemplos más significativos.

Una de las principales características del crossover es la evolución del Todopoderoso como personaje, algo que sucedía a la vez que aprendía las costumbres humanas. Su excursión por la Tierra tenía como meta comprender a los humanos y aprender de ellos. Así comienza una especie de viaje iniciático que arranca como mero observador, pero pronto descubre que la experimentación es muy importante en el aprendizaje, por lo que adopta una apariencia física que se basa en Steve Rogers, aunque después se teñirá el pelo y vestirá atuendos más acordes con la moda de la época. A pesar de que cambia de vestuario con bastante asiduidad, la imagen icónica que ha perdurado es la del traje blanco, cuya apariencia es una mezcla entre Michael Jackson y David Hasselhoff. Desde luego, hay pocas series de televisión de aquella época que sean más populares que "El coche fantástico"... Pero lo realmente interesante es la forma en la que la saga humaniza a un Dios. El Todopoderoso intentará asimilar cuestiones terrenales como el poder, el deseo, la ira, el amor, la muerte, la heroicidad y un largo etcétera. En definitiva, el ser más poderoso del Universo, capaz de hacer realidad cualquiera de sus deseos, queda totalmente atraído por la humanidad y su incompletitud. Esto provoca que un ser omnisciente y omnipotente deambule por el planeta con la mentalidad de un niño, mientras va asimilando poco a poco los conocimientos necesarios para establecerse en él. Lógicamente, la comunidad heroica queda consternada ante el peligro que supone la sola presencia de un ser de estas características, pero realmente poco o nada pueden hacer ante su poder, por lo que se iniciara una convivencia que tendrá sus momentos de tensión.

Aparte de ver al Todopoderoso adoptar una forma corpórea, en Secret Wars II tenemos al Hombre Molécula como secundario recurrente. El segundo ser más poderoso del Universo sirve de guía al recién llegado, intentándole mostrar el camino de la redención que él ha tomado. Aunque no será el único hombro en el que apoyarse, las mentes más brillantes del Universo Marvel harán lo posible porque la presencia del Todopoderoso sea todo lo inocua posible. Sin embargo, su inocencia inicial le llevará a trabajar bajo la tutela de un gánster para después convertirse en un campeón de la vida, enfrentándose literalmente a la Muerte, lo que pondrá en jaque la estabilidad de la realidad tal y como la conocemos. En su periodo como superhéroe, con base de operaciones y telefonista incluidas, volverá a romper las reglas no escritas y estará a punto de desestabilizar el orden establecido, gracias a ese ímpetu inusitado por defender una causa de manera altruista hasta las últimas consecuencias. Desde la comunidad heroica hasta las poderosas entidades que gobiernan el Universo, como Eternidad, se sentirán indefensos ante las actividades del Todopoderoso, incluso intentaran conspirar contra él. Como podemos ver, los conceptos planteados están dotados de cierta profundidad, pero Shooter apenas repara en ellos y deja pasar la oportunidad de ahondar en temas que hubiesen convertido la saga en algo menos comercial, pero mucho más interesante.

A lo largo de la maxiserie, tendrá lugar la primera aparición de Bum Bum. Se trata de una joven de trece años que responde al nombre de Tabitha Smith, cuyas habilidades mutantes le permiten crear esferas de energía que estallan tras un espacio de tiempo. Harta de recibir maltratos por parte de su progenitor, decide marcharse de su casa. La joven ha oído hablar de una escuela que acoge a chicos especiales como ella, lugar al que se dirige cuando se encuentra con el Todopoderoso, que destrozó el tren en el que viajaba. Tras su infructuoso intento de entrar a formar parte de la comunidad mutante dirigida por el profesor Xavier, decide suicidarse, pero la intervención del Todopoderoso lo impide. Junto a él visitará el planeta de los Celestiales, donde presencia como los gigantescos alienígenas son agredidos por su acompañante. Al regresar a la Tierra, decide ayudar a los Vengadores, tendiéndole una trampa al Todopoderoso, lo que provoca que sus caminos se separen. Poco después, el personaje sería recuperado en la serie The New Mutants, escrita por Louise Simonson, y acabaría integrándose en el cosmos mutante en diversas afiliaciones del mismo. Quizá estemos ante la única creación verdaderamente relevante de este evento, en el que no se prodigaron este tipo de aportaciones al Universo Marvel, más allá del propio protagonista del crossover, que acaparó prácticamente toda la atención.

En lo concerniente a las colecciones implicadas en el evento, cabría destacar algunos momentos clave, que quizá no tuvieron tanta relevancia, pero que aportan aspectos interesantes tanto a los personajes implicados como al Universo Marvel en general. Claremont fue uno de los guionistas que mayor provecho sacó al experimento, utilizándolo en el beneficio del desarrollo de sus queridos mutantes. Por ejemplo, el encuentro de Rondador Nocturno con el Todopoderoso le provocaría una crisis de fe. La importante carga teológica de la saga quedó personificada en el entrañable mutante. Por otro lado, Magik y Rachel Summers tampoco saldrían indemnes del descubrimiento de un ser de tremendo poder, el cual les sirvió para afrontar sus mayores temores. El autor inglés era fiel a su estilo, centrándose en el mal llamado sexo débil; su gran debilidad, valga la redundancia.

Daredevil tendría que poner en riesgo su integridad, al igual que Spiderman, ya que ambos tendrían al alcance de su mano una solución a la mayoría de su problemas. Una forma perfecta de demostrar que para ser un héroe no se pueden tomar atajos. En plena etapa de Mark Gruenwald al frente de la colección del Centinela de la Libertad, tendríamos la primera aparición de Armadillo. Los Nuevos Defensores darían carpetazo a su serie con un número que contenía el doble de páginas y Capa y Puñal, de la mano de su creador Bill Mantlo, deciden continuar la guerra contra la droga en los bajos fondos auspiciados bajo el libre albedrío. En la cabecera de Ben Grimm, el sobrino favorito de la tía Petunia podrá resolver una deuda pendiente con dramáticos resultados. Rick Jones obtendría la cura del cáncer que le aqueja en la colección protagonizada por Rom, el Caballero Espacial. John Byrne dejaría una interesante y dramática reflexión sobre lo que significa ser un héroe en la serie de la Primera Familia, mientras Mantlo haría lo propio con Hulk para mostrarnos al verdadero monstruo que se esconde tras el Gigante Esmeralda.

Esto es solo una pequeña muestra de cómo el Bullpen de Marvel aprovechó la saga para, sin desviarse de sus respectivas planificaciones, profundizar en algunos aspectos claves del crossover. Muchos de ellos bien pudieron ser tratados en la trama central, pero Shooter decidió dirigir sus miras hacia otros derroteros. Curiosamente, a pesar de tener un proyecto que parte de una idea interesante, el desarrollo dejó mucho que desear, estableciéndose muchas similitudes con la mayoría de los grandes eventos de la actualidad, en los cuales todo empieza muy bien, pero a medida que avanza se va desinflando. Sin duda alguna, estamos ante un ejemplo perfecto de que en esta vida todo es cíclico, sobre todo en los tebeos de superhéroes.

A medida que nos acercamos a la conclusión de Secret Wars II, el Todopoderoso comienza a sufrir cierta frustración, lo que nos conduce a un enfrentamiento de proporciones épicas con un final incierto. Una vez más, Shooter convierte una reflexión interesante sobre la humanidad de un Dios en algo tan simple como una mastodóntica pelea en la que hace acto de presencia la plana mayor del Universo Marvel. Hasta el momento, las trifulcas típicas del género habían quedado más o menos relegadas a un segundo plano, pero cuanto más avanza la historia, menos profundidad encontramos. La resolución comienza a precipitarse en los últimos compases, por lo que el pequeño interés que pudiera suscitar el trasfondo de la trama acaba evaporándose. Incluso el acto final, protagonizado por el Hombre Molécula, cuyos planteamientos morales deberían haber tenido alguna repercusión, quedó relegado a una simple anécdota. Y es que Shooter estaba mucho más centrado en su próximo proyecto, que en dotar a éste de un final coherente y épico. Esto solo era un punto y seguido para él; algo que supondría su perdición...

A pesar de que la última viñeta de la maxiserie no supone un desenlace como era de esperar, la historia aún se prolongaría un poco más a través de un epílogo en la serie de los Héroes más Poderoso de la Tierra. La extensión de la saga había sobrepasado los límites conocidos, hasta el momento, en un proyecto publicado por la Casa de las Ideas, por lo que a estas alturas, ni el magnífico dibujo de John Buscema nos evita ver que la trama se había sobredimensionado, estirándose en exceso. El tramo final es insufrible en muchos aspectos y tienen que ser otros como Byrne, los que acaben dando sentido a muchas de las incógnitas que habían planeado sobre la saga durante prácticamente mil páginas. Todo un esperpento argumental que, a día de hoy, se ha convertido en un producto dirigido a los curiosos y a los nostálgicos que vivieron aquella época dorada de la editorial con tanta ilusión. Curiosamente, a pesar del fracaso y de haber envejecido francamente mal, continúa siendo reeditada para una parte del fandom que sigue interesado en ella. Quizá sea tan misterioso que haya quien desee leerla o tenerla como que, a pesar de ser un fracaso comercial en su momento, haya conseguido un triunfo relativo en sus posteriores recuperaciones.

El final de Secret Wars II había sido planeado por Shooter para que se convirtiera en el punto de partida del Nuevo Universo. Se trataba de un ambicioso proyecto del editor, en el que crearía desde cero un nuevo mundo de ficción cohesionado, lejos del lastre de la continuidad. La idea, apoyada económicamente por los gerifaltes de la editorial, fue un absoluto fracaso. Tanto es así, que le acabó costando el puesto a Shooter. Parece que la lamentable elección de los autores para lanzar la nueva línea fue uno de los errores del editor. Además, la recién concluida saga había supuesto un infierno para todos los participantes en ella. La fama de tirano precede a Shooter y sus dos últimos trabajos para la Casa de las Ideas supusieron la gota que colmó el vaso. Amén de la catastrófica gestión que realizó, junto a las pérdidas que generaron sus ideas. Tras su marcha, todos quisieron olvidar al Todopoderoso, pero a pesar de todo, la influencia del concepto perduró en el subconsciente y acabó regresando. No hay que subestimar el poder de un Dios...

La primera edición en nuestro país de Secret Wars II se produjo en una colección que continúo la publicación de Secret Wars. Forum aprovechó el éxito de la maxiserie para cambiar la periodicidad de la serie a quincenal. Además, mantuvo la numeración, por lo que el primer número de la secuela sería el trece. Esta edición culminó en su número cincuenta, incluyendo los números de las cabeceras implicadas como si se tratasen de entregas de la saga, debido a que las publicaciones de Forum no estaban correctamente sincronizadas. Realmente, la editorial barcelonesa se adelantó a su tiempo, ya que las posteriores recopilaciones al otro lado del charco se harían de ese modo, pero en un voluminoso Omnibus o productos similares. La selección de los contenidos no estuvo exenta de polémica, debido a que se quedaron fuera algunos números de cierta relevancia, mientras que se incluyeron otros de algo menos. También habría que añadir que se repitieron algunos números de ciertas colecciones, los cuales contaron con una portada realizada por un joven Carlos Pacheco, una decisión que no gustó demasiado a los aficionados de la época. En 2014, Panini ha recuperado la saga en dos gruesos volúmenes dentro de la colección Marvel Héroes, conocida popularmente como el coleccionable hormonado por razones obvias. Esta reedición, a pesar de ser bastante completa e interesante, ha tenido que dejar fuera los números correspondientes a series de las que ya no posee los derechos Marvel. Quizá el caso más sangrante sea el de Rom, no solo por la ausencia del personaje en la historia, sino por la importancia de la misma para Rick Jones.

Esta última edición se ha completado con una serie de cómics extras que la dotan de cierto interés. Algunos de ellos ni siquiera se han incluido en el Omnibus americano y estaban inéditos en nuestro país. Quizá, su calidad, como la mayoría de productos relacionados con la saga, no sea especialmente relevante, pero sirven para ver como el concepto tuvo su impacto y una reminiscencia que se prolongó en el tiempo. Es obvio que la gran difusión que tuvo en su momento recogió sus frutos, qué duda cabe. Porque al fin y al cabo todo esto no es más que producto del marketing.

El primero en acordarse de las Guerras Secretas fue Tom DeFalco, que inició su etapa al frente del Dios del Trueno, junto a Ron Frenz, narrando una historia jamás contada de la primera maxiserie. A través de un flashback nos devolvería al mundo de batalla para revelar un relato que ocurrió entre bambalinas, cuyos protagonistas fueron Thor y la Encantadora. Prácticamente un año después, Steve Englehart escribía la serie protagonizada por la Primera Familia de Marvel, aunque el grupo no era precisamente el mismo. A lo largo de su etapa en la colección, el guionista dejó momentos ciertamente bizarros con una atípica alineación. Entre ellos se encuentra una saga que sería recordada posteriormente como Guerras Secretas 3, ahí es nada. Haciendo honor a la verdad, el autor daría una explicación plausible al origen del Todopoderoso. A pesar de que muchos aseguran que durante finales de los ochenta y en los noventa, Englehart no estuvo demasiado acertado. Aquí diría que es capaz de profundizar mucho más en el personaje de lo que lo hizo su propio creador. Además, refuerza las bases que sentara Byrne sobre el regreso del Dr. Muerte tras su paso por el mundo de batalla. No será reconocido como su mejor trabajo, pero sí tiene el sello de un creador de historias propio de esa editorial a la que se le acuñó el apodo de la Casa de las Ideas. Y respetando la continuidad, algo que parece ser un anatema para muchos autores actuales.

Mark Gruenwald, otro artesano del cómic, volvería a utilizar el concepto tie-in, aunque hubiese pasado mucho tiempo desde la publicación del evento, y lo haría durante su estancia en la serie protagonizada por Quasar. Otro ejemplo perfecto de utilizar con sapiencia la continuidad, más allá de que el relato sea más o menos entretenido. Posteriormente, Masacre tendría su particular modo de burlarse del evento y sus excesos, en una historia en la que se veía la cara con una versión diminuta de sí mismo. Uno de eso especiales que seguía la línea marcada por Joe Kelly durante su etapa al frente del mercenario bocazas. Incluso el primer anual de la revista Marvel Age, aportaría cierta dosis de humor a la hora de recordar la saga y sus particularidades. Una historia en la que cada página tenía unos protagonistas diferentes y un equipo creativo distinto.

Finalmente, en 2006, veía la luz la miniserie titulada Beyond!, escrita por Dwayne McDuffie y dibujada por Scott Kolins. A lo largo de seis números, los autores recuperaban un concepto bastante olvidado para dar un enfoque ligeramente diferente. Un atípico grupo de metahumanos es conducido al mundo de batalla para que se enfrenten entre ellos hasta que solo quede uno, con el fin de que pueda hacer realidad cualquier cosa que desee. Quizá lo más destacable, además del extraño elenco elegido, sea la gran carga moral que intenta transmitir el autor en un sucedáneo violento del Gran Hermano o cualquier tipo de programa televisivo de similares características. Una extraña mezcla entre la Secret Wars II primigenia y Battle Royale, la famosa novela escrita por Koushun Takami, que fue llevada a la pantalla en el año 2000.

Por otro lado, la historia supone un punto de inflexión importante en la vida de Gravedad. Posiblemente el mayor protagonista de la miniserie, aunque la mayoría de los personajes están bastante bien desarrollados. Es uno de los aspectos más positivos de una trama que tampoco es gran cosa. No obstante, sí que utiliza muy bien la continuidad y los personajes para que la historia gire en torno a ellos de manera inteligente. Se echa en falta un poco de originalidad y la relevancia que debería haber tenido, en lugar de haber pasado sin pena ni gloria. De hecho, hasta este momento había estado inédita en nuestro país.

Posiblemente, estemos ante una de las sagas más influyentes del pasado siglo, a pesar de que su valor nada tenga que ver con la calidad de la misma. Desgraciadamente, eso es algo que se ha heredado en mayor o menor media en los eventos posteriores. Incluso podríamos decir que se magnificaron sus defectos, en lugar de irlos corrigiendo. El factor mediático y la nostalgia son dos de los principales motivos por los que habrá quién quiera acercarse a esta obra. Sinceramente, su calidad no merece una edición tan económicamente poco accesible como la que ha sacado Panini, pero dudo mucho que el gran público tenga demasiado interés en conocerla. Sea como sea, así comenzaron en Marvel los eventos. Todo se lo debemos al "querido" Jim Shooter y a un ser que vino del más allá. ¿Quién dejaría la puerta abierta?


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