TALES TO ASTONISH #27 (enero 1962)
por Víctor Dolz



EQUIPO CREATIVO:
Guión: Stan Lee - Larry Lieber
Dibujo: Jack Kirby
Entintado: Dick Ayers

SINOPSIS:
El científico Henry Pym, denostado por sus colegas de profesión debido a sus alocadas ideas, crea un suero capaz de reducir de tamaño cualquier objeto en el que se aplique.

Tras probar el suero sobre objetos inanimados decide experimentar con seres vivos, empleándose a sí mismo como conejillo de indias. Sin embargo, los efectos del suero son más rápidos de lo que tenía previsto y encoge al tamaño de un insecto en cuestión de segundos. Presa del pánico, e incapaz de alcanzar el antídoto, Pym corre hasta el jardín de la casa.

Tratando de planear sus próximos movimientos, Pym es atacado por un grupo de hormigas. Incapaz de huir de ellas, se esconde en el interior de su hormiguero.

Una vez en el interior del hormiguero, cae en una reserva de miel, pero es salvado por una hormiga amistosa. Finalmente logra salir del hormiguero defendiéndose mediante un improvisado fuego y sus conocimientos de judo.

En el exterior, la misma hormiga que le ha ayudado anteriormente le permite alcanzar de nuevo la ventana de su laboratorio. Pym se introduce en la probeta con el antídoto y recupera su tamaño normal, tras lo cual se deshace de ambos sueros lanzándolos por el desagüe.

Días más tarde, Pym explica a sus colegas que estaban en lo cierto y sus experimentos no tienen futuro.

EDICIONES ESPAÑOLAS:
  • Los Vengadores: El Hombre Hormiga y la Avispa (Panini)

    DATOS IMPORTANTES:
  • En este número se produce la primera aparición de Henry "Hank" Pym, únicamente como científico. En el futuro se convertirá en superhéroe bajo la identidad del Hombre Hormiga.

  • Henry Pym hace uso por primera vez de su suero de cambio de tamaño. Una versión mejorada del mismo aparecerá en Tales to Astonish #35, y con el tiempo se desvelará que la clave de los cambios de tamaño se encuentra en las denominadas Partículas Pym.

    RESEÑA:
    La verdad es que casi todos, y me incluyo, cuando nos ponemos a hablar de los grandes personajes creados por Marvel durante los años 60, tendemos a comenzar por los 4F, siguiendo con Hulk, Thor, Spiderman, Iron Man, la Patrulla-X... Pero casi siempre obviamos al que fue la segunda gran creación superheroica de Lee y Kirby de la época... aunque tampoco es tan grave si consideramos que ellos tampoco lo sabían.



    Tenemos aquí un número de Tales to Astonish, que había empezado su publicación tres años antes y como varias de sus series hermanas (Strange Tales, Tales of Suspense),se trataba de una antología de historias generalmente sobre monstruos o la más pura ciencia ficción. Y lo cierto es que en este punto seguía siéndolo, por lo que tras apenas empezar con esto vamos a tener que cambiar un poco el chip y tratar de valorarla como lo que es: un relato corto de ciencia ficción.

    Stan Lee y su hermano Larry Lieber, ayudados por Jack Kirby a los lápices y Dick Ayers a las tintas, nos presentan al científico Henry "Hank" Pym, quién ha creado un suero capaz de reducir el tamaño de cualquier objeto que toca (aparte de la propia probeta, se entiende, además de contar con un antídoto.

    En un breve flashback podemos ver cómo desde un principio Hank Pym es un personaje cuanto menos peculiar, presentado como un hombre de ciencia constantemente ridiculizado por sus locas ideas a manos de sus colegas, antes los cuales promete demostrar que es mejor que ellos. Además el propio Hank nos ilustra con las numerosas ventajas que podría tener su invento, destacando el transporte de ejércitos enteros, para luchar contra los malvados rojos, suponemos.



    Una vez concluida la breve presentación de un personaje que, en teoría, no iba a dar para mucho más que las siete páginas del relato, Lee y compañía siguen con los acontecimientos. Para ello, nos demuestran que aunque Pym pueda ser una mente privilegiada capaz de crear lo imposible, se deja llevar demasiado por la emoción y comete un par de errores de principiante.

    No sólo se baña él mismo con el suero como primer cobaya humano sin tomar medidas de seguridad, sino que comete el inexplicable despiste de dejar el antídoto en el alféizar de la ventana.

    Sí, sí, tal como acabo de decir arriba. Entiendo que había que mostrar alguna dificultad para dar pie al meollo de la historia, pero... ¿En el alféizar? ¿En serio? ¿No podía dejarlo en la mesa? La imposibilidad de encaramarse sería la misma. En fin ..

    Está claro que hay que adaptarse a este tipo de historias y más teniendo en cuenta la época en que están escritas, pero aquí todo parece que está llevado al extremo, ya que una vez reducido a tamaño diminuto, Pym comienza a correr de manera histérica, presa del pánico, hasta salir de la casa.



    Con la cuarta página llegamos por fin a lo que promete la portada, y en nueva demostración de la capacidad de Pym para afrontar el peligro más cercano, decide defenderse del ataque de unas hormigas de su jardín... escondiéndose en un túnel de su hormiguero. Lo achacaremos a la incapacidad de razonar con claridad ante el peligro inminente. No nos queda otra.

    Una vez en el hormiguero, Pym sigue mostrándose como el rigor de las desdichas, y cae en una reserva de miel (siendo esto lo menos descabellado visto lo visto, aunque puede que no lo parezca), pero para su sorpresa hay una hormiga que le ayuda a escapar de este nuevo revés. El por qué no lo sabremos de momento, puesto que sus congéneres llegan dispuesto a acabar con el buen científico.

    Y es en este momento cuando se nos brinda la madre de las carambolas y las chiripas, puesto que Pym se da cuenta de que hay una cerilla clavada en el suelo, traída por accidente por los insectos durante la construcción del hormiguero. El ahora aguerrido científico aprovecha la circunstancia para lanzar una piedra con una precisión que envidiaría Bullseye, prenderle fuego y huir en el caos que se crea. En este punto Pym emplea un cordel que ni los lectores y creo que ni los guionistas saben de dónde sale.



    A falta de menos de dos páginas para finalizar la historia, nuestro protagonista aún tiene tiempo para verse las caras con una hormiga mucho más belicosa que la que le salvara anteriormente, de la cual se deshace gracias a sus habilidades de judo, algo que se tenía muy callado hasta ahora. Este hombre es una caja de sorpresas.

    Por fin, Pym logra ver la luz al final del túnel, tanto metafórica como literalmente, y sale de nuevo a su jardín, dónde le asalta nuevamente la duda de cómo lograr alcanzar el dichoso antídoto del alféizar. Lamentablemente, las hormigas no parecen dispuestas a que lo consiga, y comienzan a salir en tropel del hormiguero para darle caza. Sin embargo, Pym logra reconocer a su hormiga salvadora y mediante gestos señala el anhelado antídoto, lo cual tiene un efecto positivo sobre el animal y éste se ofrece como montura para escalar la pared y alcanzarlo. Pletórico, Pym se arroja al interior de la probeta (la cual ha estado en todo momento abierta y en posición horizontal, dato importante) y crece, crece hasta recuperar su estatura normal... El suero espera a que Pym salga de la probeta para empezar a hacer efecto, eso sí.

    La historia concluye con tres viñetas en las que vemos las secuelas que le deja su reciente aventura. En primer lugar elimina cualquier rastro del mejunje para que nadie tenga que volver a pasar por algo así, con el clásico método de tirarlo por el desagüe. Seguidamente reconoce ante sus colegas científicos que tenían razón y sus experimentos no tienen ningún sentido. Finalmente, en un bonito cierre, observa ensimismado varios hormigueros mientras piensa que en algún lugar, allí debajo, hay una hormiga a la que le debe la vida.



    VALORACIÓN:
    Tenemos una historia entretenida pero con altas dosis de ingenuidad, suspensión de la incredulidad y casualidades que ayudan a que avance. Personalmente, desconozco cuál era la tónica de este título y de su series hermanas en las historias que publicaban, así que no sé si esta es o no una excepción. Sin embargo, cualquier aficionado debería leer este relato, que aunque no sea una obra maestra ni por asomo, es historia viva de Marvel, además de contar con la baza de su brevedad y los lápices de Jack Kirby, que siempre es un seguro de calidad, aunque aquí no sea innovador ni le haga falta.

    Tras esta entrega, Hank Pym bien podía haber sido un personaje condenado al olvido y aspirante a una escueta mención en algún cómic de décadas posteriores. Cosa que, afortunadamente, no acabó pasando. Pero esa es otra historia que trataremos otro día.



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