EQUIPO CREATIVO:
Guión:Stan Lee.
Dibujo: Joe Orlando.
Entintado: Vince Colletta.
SINOPSIS:
Los 4 Fantásticos recurren al bufete de Matt Murdock y Foggy Nelson para que revisen el contrato de alquiler del Edificio Baxter en su ausencia. Sin embargo, el cuartel general del famoso cuarteto se convierte también en el objetivo del perverso Electro, que valiéndose de sus poderes consigue superar sus sistemas de seguridad y se dispone a robar y vender sus secretos científicos. Tras su llegada al edificio, Matt se convierte en Daredevil y entabla un primer enfrentamiento con el villano, en el que es derrotado y encerrado en un cohete con destino al espacio, si bien consigue redirigirlo a Central Park para perseguir a su enemigo y, en un segundo y último combate, derrotarlo finalmente. Por desgracia, a causa de la pelea Murdock no ha tenido tiempo de revisar el contrato de alquiler, por lo que los 4 Fantásticos prescinden de sus servicios, lo que provoca el desconcierto y la indignación de su compañero Foggy.
Primer encuentro de Daredevil con otros superhéroes del Universo Marvel (los 4 Fantásticos).
Primer enfrentamiento de Daredevil contra un supervillano (Electro).
Primera derrota de Daredevil.
Primera alusión a la posibilidad de que Matt Murdock se opere para curar su ceguera.
RESEÑA:
La historia arranca de forma tranquila y al mismo tiempo directa, con el característico sabor clásico que Stan Lee imprimía a sus guiones: Karen Page cumple con su función de secretaria al anunciar que hay una visita, Foggy hace su típico comentario de pagafantas y la Cosa entra al despacho partiendo en dos la puerta. Así es, en efecto, si en el primer número (Reseña 134) del héroe ciego encontrábamos en la portada, como reclamo publicitario, la comparación con Spiderman; en esta segunda entrega el cebo para lectores marvelitas es la presencia del siempre adorable Ben Grimm (si bien ya en la propia cubierta se anticipa que su participación en la historia será muy breve). Esta acertada inclusión, que no opaca en absoluto el indiscutible protagonismo de Daredevil, se ve complementada por la presencia de un supervillano ya conocido, Electro, que debutó en The Amazing Spider-Man #9 dando muchos problemas a nuestro amigo y vecino arácnido.
Tras su accidentada irrupción en el despacho de Murdock y Nelson, Ben expone su requerimiento: necesita que un abogado revise el contrato de alquiler del Edificio Baxter. Como Foggy no sirve para nada, la tarea acaba delegada en su compañero y eterno superior Matt, del cual Karen entrega una atractiva fotografía para que los sistemas de seguridad de Mr. Fantástico le permitan acceder al cuartel. Una vez cumplida su función introductoria, la Cosa se reúne con el resto de su equipo y sale de escena vitoreados por el público (algo que la Marvel contemporánea jamás permitiría).
Stan Lee nos demuestra una vez más que ninguna materia escapa a su dominio absoluto, regalando al lector una magistral lección de reparación de puertas.
Tal y como Stan Lee solía señalar en muchos de sus tebeos sesenteros, ningún cómic Marvel puede distenderse durante demasiado tiempo sin una buena ración de puñetazos, y dado que la cabecera que nos ocupa no es la de los 4 Fantásticos, sino la de Daredevil, la acción (nunca mejor dicho) salta a un sórdido garaje donde nuestro querido cuernecitos, tras una impecable demostración de conocimientos legales de tipo penal, entra en combate con una banda de ladrones de coches que, a pesar de su superioridad numérica de seis a uno, fracasa miserablemente frente al superhéroe ciego. La feroz batalla se desarrolla de forma breve pero dinámica en apenas página y media, durante la cual se aprovecha para exhibir las habilidades y recursos del protagonista, que, aunque ya quedaron definidos en su debut, aun necesitan de una mayor aproximación y contorno.
Tras su correspondiente y sin duda merecida paliza, los ladrones, malos perdedores y lenguaraces, anticipan una futura venganza por parte de su líder, nada menos que el supervillano Electro... que pasa de ellos como si fuesen basura, fijando su próximo objetivo en metas más elevadas, subiendo el listón desde el robo de coches hasta el asalto del Edificio Baxter, que en este tebeo sigue configurándose más como una posada para villanos que como el inexpugnable cuartel general de los 4 Fantásticos que se le presupone.
Frente a unos oponentes tan ruines como para recurrir a sopletes, mazos y camiones Daredevil no se queda corto en guarradas, valiéndose de carretillas, latas de pinturas y neumáticos para superarles y vencerles.
Por su parte Matt, ajeno a los maquiavélicos planes de Electro, prosigue con su habitual rutina y, tras haber partido unas cuantas bocas, acude al despacho a iniciar su jornada laboral. Una vez allí, sus compañeros le reciben con dos grandes noticias: que va a tener que encargarse del contrato de alquiler de los famosos 4 Fantásticos y que un especialista de la ciudad de Karen podría curar su ceguera. Nuestro buen Murdock no cree que el esfuerzo de su secretaria merezca siquiera la menor de las sonrisas, y, sabiendo que la recuperación de su visión tal vez supondría la pérdida de sus poderes, abandona el despacho sin conceder ninguna oportunidad a su ofrecimiento.
Mientras tanto, Electro ya se ha asentado cómodamente en el Baxter y, en una de las peores transiciones jamás vistas (la descripción se lleva a cabo en un enorme recuadro) Matt se adentra en el edificio ya vestido como Daredevil y listo para la acción. Cabe destacar en este punto que la falta de definición de los poderes del cuernecitos deriva en que en la presente situación sea alertado porque su radar interno "detecta el peligro" como si del sentido arácnido de Spiderman se tratase. Sea autoplagio, falta de ideas o simple torpeza argumental, este falso recurso cumple con su objetivo de facilitar sin más dilación el comienzo del choque entre héroe y villano. El segundo, viéndose en una posición muy superior al tener el control del cuartel, opta por aprovecharse de las poderosas máquinas electrónicas de Mr. Fantástico para acabar con el héroe… y cambia de idea en cuanto falla con la primera de ellas, rebajándose a un combate físico en el que Murdock aguanta el tipo gracias a su agilidad, cortando la corriente para dejar la habitación a oscuras y cobrar así ventaja. El problema llega cuando intenta levantar unas pesas de la Cosa y, además de hacer el ridículo, es alcanzado por un rayo a traición que le deja fuera de combate. Queda claro una vez más que las grandes bazas de Daredevil son su preparación física, su agilidad y su sentido radar, pero la carencia de auténticos poderes sobrehumanos le dejan indefenso frente a un impacto de ese calibre.
Electro, que podría perfectamente acabar con la vida de Daredevil sin más dilación, ahorrándose así futuros problemas, muestra las mejores cualidades del villano marvelita promedio al optar, en lugar de la vía fácil de tan inmeritorio final para sus cualidades de genio del mal, por urdir una estratagema más maquiavélica y representativa de su incomparable inventiva y perversidad: subir al héroe inconsciente a un cohete y lanzarlo al espacio.
Joe Orlando, pese a no ser el más conocido de la galería de dibujantes de Daredevil, hace una magistral ostentación de talento a la hora de plasmar la infinita perfidia de Electro, espejo de todos los males del mundo.
Sobre el papel el plan parece perfecto, pero en la práctica Electro no se revela digno de su ejecución, pues es incapaz de hacer funcionar el cohete. Sin sospechar que Mr. Fantástico había programado previamente los mandos para funcionar solo bajo su control o el de uno de sus compañeros, el villano dedica los siguientes minutos a hacer el ridículo con las distintas palancas, hasta que, harto de perder tiempo, activa el dispositivo de lanzamiento con una descarga eléctrica (el dominio de la tecnología por parte de Stan Lee brilla con la misma intensidad que de costumbre) y, jactancioso, se despide para siempre de su derrotado oponente.
Sin embargo, como concluir un tebeo superheroico con el protagonista muerto en el frío espacio sería demasiado impactante para el moderado lector medio de 1964, nuestro justiciero enmascarado recupera la consciencia con el despegue y hace uno de los usos más inteligentes de sus poderes al detectar los puntos de presión de sus ataduras para deshacerlas, liberando así sus manos y retomando su feroz duelo de habilidades con Electro. Si el villano había sido capaz de hacer funcionar el cohete con una descarga eléctrica, Daredevil no podría conformarse con menos que pilotar el vehículo espacial de vuelta a la Tierra aun siendo ciego. Tras semejante hazaña, que culmina con un glorioso aterrizaje en Central Park, nuestro héroe está listo por fin para alcanzar a Electro y meterle la paliza que lleva pidiendo a gritos desde su primera viñeta en el presente número.
Décadas antes del nacimiento del Bat-Dios, capaz de crear armaduras matadioses y exhibir recursos de sobra como para acabar con Superman en solitario o con la Liga de la Justicia al completo, Stan Lee hizo esto.
Merece mención especial que, tras un primer contacto con la policía en el número anterior y una rápida llamada al inicio de este para avisar de la detención de la banda de ladrones de coches, el siguiente encuentro de Daredevil con las fuerzas de la ley y del orden esté a punto de desembocar en un enfrentamiento con los agentes, quienes llegan a apuntarle con sus pistolas para detenerle (algo lógico, considerando que ha irrumpido con un cohete en mitad de Central Park). Para el lector profano podría parecer incluso el inicio de una tensa dualidad entre héroe y amenaza de cara a la ciudad de Nueva York, similar a la del siempre desafortunado Spiderman; si bien lo cierto es que este breve encontronazo con la policía no arrastraría consigo mayores consecuencias y quedaría como algo meramente anecdótico y puntual.
Tras una rápida carrera a través de la ciudad, Daredevil culmina su periplo con una impresionante splash page en la que sobrevuela la ciudad agarrado a un helicóptero, evidenciando tanto su portento físico como su inagotable tiempo libre carente de hobbies, pues solo así se explica que haya memorizado el recorrido de todos los helicópteros turísticos de la ciudad segundo a segundo. Gracias a tan útil conocimiento, nuestro héroe llega justo a tiempo para intervenir en el robo de Electro, que ya tiene los secretos de Reed Richards en su poder. Una vez frente a frente, y en un despliegue de cobardía totalmente inesperado tras el resultado de su primer enfrentamiento, el villano huye como una rata, obligando a Daredevil a perseguirle a través de media ciudad.
Daredevil podría ir tras Electro sin quitarse el disfraz, pero es incapaz de resistir la tentación de desprenderse de él para despreciar a Karen como Matt Murdock y, entonces sí, volver a calzarse las mallas y seguir con la persecución.
Pese a que sus habilidades ni siquiera se acercan a las de Electro, Matt exprime a fondo tanto su sentido radar (percibiendo las vibraciones eléctricas de su oponente para así poder seguirle) como su agilidad y forma física (corriendo sobre los coches y valiéndose de las farolas para balancearse), logrando darle alcance en una sala de espectáculos donde da comienzo la esperada batalla final del tebeo, que apenas dura poco más de una página. Electro, tras aprovecharse de todas las fuentes de electricidad del edificio para incrementar su poder, recuperando de paso su valor y jactancia, somete con facilidad al héroe mediante un par de ataques y se permite el lujo de jugar un rato con él, gozando con su indefensión. Naturalmente, y como no podía ser de otro modo, Daredevil aprovecha la parsimonia del malvado para derrotarle del modo más humillante que es capaz de pergeñar: tirándole un telón encima. Tras tan astuto ardid, el derribado villano es contenido por la policía, increíblemente oportuna y bien equipada para detenerlo.
A partir de aquí, ya en la última página del tebeo, las acciones de Matt se vuelven más erráticas y difíciles de explicar. Por alguna razón que excede la comprensión del lector encubre personalmente los crímenes de Electro, procurando que ningún miembro de los 4 Fantásticos pueda averiguar lo sucedido, y se marcha del Baxter como si nada hubiese sucedido, llegando incluso a hacerse el loco cuando el cuarteto regresa a su despacho para preguntarle por el contrato de alquiler, lo que provoca que Reed Richards opte por prescindir de sus futuros servicios. Lejos de sentirse mínimamente culpable por su arrebato de subnormalidad, Matt no solo responde con sorna a las justificadas quejas de su compañero de oficio, sino que se consiente a sí mismo la osadía de sonreír al lector, orgulloso de su hazaña.
Matt podría explicarle a Reed que Electro atacó el Edificio Baxter y Daredevil le tuvo que rescatar, pero prefiere mentir, perdiendo al cuarteto como clientes y cerrando el número con su mejor sonrisa.
VALORACIÓN:
Nos encontramos ante un número entretenido pero difícil o imposible de tomar en serio, con una cantidad de errores, omisiones, torpezas y burlas al lector que bordean lo ridículo por momentos. Las distintas subtramas del tebeo rozan la simpleza más extravagante, los personajes secundarios son en su mayoría meros bosquejos encajados en la historia y conclusiones como la de Matt Murdock frente a los 4 Fantásticos se aproximan al insulto.
Por el lado bueno de la balanza, Daredevil se sigue presentando como un héroe muy característico, que compensa sus carencias en cuestión de superpoderes con mucha maña y distintas argucias, ofreciendo todo tipo de coreografías de combate y, en contraposición a la fuerza del número en los grupos (4 Fantásticos, Patrulla-X o Vengadores) o al indiscutible poder individual de otros héroes (Spiderman, Hulk, Iron Man o Doctor Extraño), evidenciando puntos débiles y cierta vulnerabilidad.
La elección de Electro como villano se muestra acertada desde el primer momento, pues pese a su profundidad de zapato ajado da mucho juego como antagonista, aprovecha la mayoría de sus posibilidades como señor de la electricidad y brilla con luz propia gracias a su exacerbada y casi ilimitada perfidia. Pese a que la conclusión del combate resulta altamente patética, el desarrollo del mismo es cumplidor y efectivo, destacando la ya mentada inferioridad del héroe en casi todo momento, apenas pudiendo enfrentarse a un enemigo que ya frente a Spiderman se mostró más que capaz de derrotarle.
En conclusión, pese a la carretilla de defectos que arrastra consigo, este segundo número de Daredevil alcanza un nivel presentable dentro de la media de esta todavía incipiente Marvel clásica y compensa su océano de carencias con mucha acción, un desarrollo que no admite pausa, la aparición casi testimonial pero digna de agradecimiento de la Primera Familia y la cada vez mayor definición de un héroe que, ya desde el principio, se configuraba como novedoso en su planteamiento y ejecución.