LOS ETERNOS DE JACK KIRBY
por Óscar Rosa Jimenez


En la década de los setenta, el fenómeno ovni estaba cobrando mayor fuerza mediática. Las extrañas luminarias que surcaban el cielo eran el centro de atención de distintas publicaciones. Los ufólogos se dedicaban a teorizar sobre el misterio que generaba este enigma proveniente de las estrellas. Erik Von Däniken publicó diferentes libros sobre el tema, centrándose en la conexión de los visitantes con el pasado remoto que, según él, tenían procedencia extraterrestre y una relación directa con nuestra especie desde tiempos remotos. La prueba de ello se encontraba en diferentes grabados arqueológicos de la cultura inca, entre otras civilizaciones de la Antigüedad, donde se demostraba la existencia de una tecnología demasiado avanzada para su tiempo y extrañas figuras con apariencia extraterrestre. Además, investigó con lupa la propia Biblia, afirmando que en ella se narraban auténticos contactos con seres de otros mundos. El libro titulado Charriots of the Gods? (¿Carros de Fuego?), publicado en 1968, supuso un punto de inflexión importante en este movimiento, ya que las teorías de Von Däniken tendrían su eco en la ciencia ficción; concretamente en 2001: La Odisea del Espacio, la novela de Arthur C. Clarke que acabaría convirtiéndose en un hito del cine, gracias a Stanley Kubrick.

En 1976, Jack Kirby regresaba a Marvel tras un periplo por la Distinguida Competencia. Uno de los padres del Universo Marvel volvía a su hogar, y lo hacía por la puerta grande, como una estrella. Esto le facilitó un amplio margen de maniobra y la elección a su antojo de cualquier título en el que quisiese trabajar, aunque su labor estaría alejada del centro neurálgico del universo de ficción. Si bien es cierto que escribió y dibujó Captain America y Black Panther, dos series protagonizadas por personajes creados por el propio Kirby, el autor obvió cualquier rasgo de continuidad, hasta el extremo de dejar algunas tramas y secundarios olvidados en el limbo. De hecho, su principal atención parecía centrarse en proyectos más personales como la adaptación, y posterior desarrollo en una serie regular, de 2001: La Odisea del Espacio, o la obra que hoy nos ocupa: The Eternals.

Las inquietudes del Rey de los cómics, pseudónimo que Jack Kirby se ganó a pulso, siempre estuvieron conectadas a la ciencia ficción, algo que se reflejó en su obras desde los inicios del Universo Marvel. Su predilección por el tema, lo hacía receptivo a ese caudal de ideas que impregnaba la sociedad de los setenta, que cada vez estaba más interesada en el misterio de los seres procedentes del espacio exterior, sobre todo si a su naturaleza extraterrestre le sumábamos un carácter divino. Kirby había iniciado ese "camino hacia la divinidad" de la mano de Thor, el dios asgardiano bajo el prisma de la Casa de las Ideas. Poco después, durante su fructífera etapa en Fantastic Four, creó una versión muy particular de Dios, personificada en un devorador estelar de mundos, acompañado de un heraldo plateado. Se trataba de un ser que estaba más allá del bien y del mal, el cual estaba dominado por un apetito insaciable. En la misma colección, nació otro concepto divino que se originó en un laboratorio. En ese escenario surgió un ser conocido como Él, que posteriormente fue desarrollado por Roy Thomas y Jim Starlin, del que ya hemos hablado anteriormente en esta sección (Artículo 3). Tras su marcha de Marvel, el autor neoyorquino continuó con su temática predilecta creando para DC Comics a los Nuevos Dioses en la tetralogía conocida como el Cuarto Mundo, en la que cuatro series diferentes contaban, desde diferentes puntos de vista y con distintos personajes, el enfrentamiento de dos razas antagónicas de dioses. Una saga que no fue del todo comprendida en su momento y que con el tiempo se ha descubierto cuán interesante era el concepto del Rey que, de alguna forma, se volvía a adelantar a su tiempo.

Con estos precedentes y en el escenario tan particular de mediados de los años setenta, a su regreso a Marvel Comics Group, Kirby continuó ese "camino divino" aglutinando extraterrestres y dioses en un solo concepto que tomará el nombre de los Eternos. El titulo inicial del proyecto iba a ser "Return of the Gods" (El Retorno de los Dioses), pero se desechó por sus evidentes similitudes con el proyecto desarrollado en DC. La serie constó de 19 números y un anual, siendo editada por el propio Kirby, de modo que pudiese tener el control absoluto de su creación, algo que repetiría en otros títulos de la época. El motivo de la cancelación fue las bajas ventas que tuvo la colección durante su segundo año, en el que todo el mundo parece coincidir que perdió gran parte de su fuerza inicial. No obstante, no debemos perder de vista que en esta obra, realizada por el Rey a sus sesenta años, se plantean más ideas en poco menos de diez episodios que las que podrían originar muchos autores en centenares de números. Aquí tenemos una explosión creativa sin parangón en la que, sin poder tomar aliento, se suceden momentos impactantes, creaciones de personajes nuevos y una increíble amalgama de conceptos reunidos en una misma colección. En la actualidad, todo esto hubiese necesitado cientos y cientos de números, algún que otro crossover y Dios sabe qué más, para desarrollar la mitad de lo que se narra en esta obra. Sin embargo, Kirby, en el ocaso de su vida profesional, demostró una vez más por qué era considerado el Rey de los cómics, desarrollando una de sus principales características que lo había acompañado a lo largo de toda su carrera: la imaginación sin límites.

En el primer número, tenemos el ejemplo perfecto de cómo debe iniciarse una colección. Tomando prestadas, de forma descarada, las teorías de Von Däniken, el autor neoyorquino nos adentra en la civilización inca, donde unas figuras talladas en piedra desvelan la visita a nuestro mundo de una raza extraterrestre de tamaño gigantesco y cubiertos con una armadura tan original como sobrecogedora. A través de una investigación arqueológica realizada por Daniel Daiman y su hija Margo, guiados, a su vez, por un misterioso Ike, que se revelará como el eterno Ikaris, se descubre un faro que provoca el regreso de los antiguos dioses al planeta. De esa forma, ve la luz una historia del pasado que permanecía escondida. Los Celestiales, una ciclópea raza de extraterrestres, habían venido a la Tierra durante la Prehistoria para crear, mediante experimentos genéticos, tres clases de seres que cohabitarían en el planeta. Por un lado, están los Eternos, capaces de reordenar las moléculas de todo aquello que les rodea, lo que incluso les permite levitar. Por otro lado, se encuentran los Desviantes, cuya inestabilidad molecular les dota de un aspecto grotesco y monstruoso. Ambas razas han convivido con los seres humanos desde tiempos inmemoriales, siendo relacionados con todo aquello que esté ligado a la mitología y la superstición.

Con esta impactante premisa, da comienzo un desfile constante de planteamientos de una imaginación sin límites. Los nueve primeros números contienen un ritmo incesante. Capítulo a capítulo, Kirby se supera a sí mismo creando de la nada un concepto tras otro en un continuo caudal de ideas interesantísimas. Los Eternos son el arquetipo de los dioses de la Antigüedad. De hecho, su hogar tiene el nombre de Olimpia, en una clara analogía al Olimpo de las deidades grecorromanas. Tanto es así, que su dirigente, Zuras, es prácticamente un sosias de Zeus, y Thena es una versión de Atenea. Incluso tenemos a Sersi, que afirma ser la conocida como Circe, la cual tuvo una pequeña aparición en Strange Tales #109, bajo dicha identidad. Poco a poco, iremos conociendo a diversos miembros de esta raza que abrazan este concepto con mayor fuerza si cabe, aunque el segundo eterno que nos presenta Kirby, Ajak, nada tiene que ver con él. Esto es un claro ejemplo de cómo parece que las arrolladoras ideas del autor surgen prácticamente al instante y sin ninguna premeditación. Incluso los poderes de esta raza de dioses no están del todo definidos. Pueden volar, manipulan a su antojo las moléculas, lo que les permite lanzar rayos por los ojos, y además son inmortales, aunque sí se les puede hacer daño. Todo parece indicar que todos tienen los mismos poderes, aunque iremos viendo que no es exactamente así. Si bien es cierto que la obra refleja una imaginación desbordante, la mayoría de conceptos no son desarrollados plenamente, como suele suceder en la mayoría de obras del Rey en solitario.

En contraposición, tenemos a los Desviantes, criaturas responsables de los mitos relacionados con los demonios y todo lo vinculado con lo paranormal. Si los Eternos tienen su hogar en la cúspide de una montaña, los Desviantes hacen lo propio en lo más profundo del globo terráqueo, aprovechando las ruinas de la ciudad de Lemuria. La oscuridad frente a la luz, conceptos arquetípicos propios de la obra de Kirby. Así, podemos ver una raza dirigida por Tode en una jerarquía de poder tiránica y belicosa. Alejados de la raza humana, se distraen mediante un circo, donde individuos de las clases sociales más bajas se enfrentan en un combate a muerte. Aquí se nota la predilección del autor por los dioses, ya que presta más atención a los Eternos que a los Desviantes. En un principio, prácticamente se concentra en Kro, que tras conocer el regreso de los Celestiales centra todo su afán en declarar la guerra a los Eternos y crear el caos en Nueva York, para que la humanidad culpe del desastre a los gigantescos viajeros de las estrellas, provocando un enfrentamiento entre ellos. La guerra es el leitmotiv de Kro, que tiene la intención de destruir a la raza humana, lo que le permitiría dominar el planeta. Todo un contraste con los deseos de Zuras y los suyos, que pretenden una coexistencia pacífica entre todas las semillas de los dioses, ahora que se ha descubierto la verdad.

La tercera creación del Rey, los Celestiales, trae consigo una interesante carga teológica. El regreso al planeta azul, no es una visita de cortesía, sino todo lo contrario. La gigantesca nave de esta raza extraterrestre da lugar a la llegada de Arishem, líder de la Cuarta Hueste, destinado a iniciar un juicio que durará 50 años y que determinará el futuro de la Tierra. Para evitar molestias, la zona arqueológica descubierta por Daniel Daiman será cubierta por una cúpula infranqueable, mientras que miembros de la Cuarta Hueste realizan labores de recolección y otros menesteres incomprensibles para la humanidad. El enigma que rodea a los Celestiales permanece indescifrable. La ausencia de rostro los convierte en figuras enigmáticas. Además, solo hay una forma de comunicarse con ellos, a través de Ajak y su equipo, que han sido "despertados" para la ocasión. Sin duda, todo un ejemplo arquetípico de dioses inaccesibles, cuyos designios son inescrutables. El tema del juicio, pese a ser una de las ideas principales del comienzo, acaba cayendo en el olvido. Tanto es así, que queda pendiente su resolución al cancelarse la serie. Poco después, sería recuperado por Roy Thomas en The Mighty Thor Annual #7, dando comienzo a una larga saga en la serie del Dios del Trueno (Marvel Gold El Poderoso Thor: La llegada de los Eternos), que concluyen Mark Gruenwald y Ralph Macchio, tras la inesperada marcha de Thomas de la Casa de las Ideas.

En esta vorágine creativa, cabe destacar el tímido intento del autor de plantear un amor imposible entre la hija de Zuras y un desviante, Kro. Por el bien de ambas razas, Thena se aproxima a la cultura de los Desviantes con un propósito bienintencionado, pero choca frontalmente con unas costumbres bárbaras, sin ningún tipo de piedad. Durante su estancia en la vieja Lemuria, Thena conoce a Ransak el Rechazado, cuya belleza exterior está emponzoñada por la ira y la belicosidad de su interior, propia de sus educadores, y Karkas, una bestia horrenda en la que contrastan su aspecto con su inteligencia y un buen corazón. La eterna se apiada de ellos y los acoge bajo su protección, formando un atípico trío que intentará evitar un conato de guerra que asolaría el planeta. Mientras Kro es presentado como un villano de opereta plano, característico de cualquier cómic clásico, la pareja de desviantes acogida por los Eternos plantea aspectos más interesantes como la belleza del interior y la posible reeducación de unas costumbres ancladas en los albores del tiempo. Posiblemente sean los dos personajes con más desarrollo y trasfondo de toda la obra, en medio de una amalgama de conceptos que, por muy interesantes que resulten, se quedan en la superficie.

Otro de los conceptos desarrollados por Kirby en la colección es la Unimente. Se trata de una forma de vida creada por la unión de los cuerpos y mentes de prácticamente todos los Eternos. Incluso veremos cómo dos humanos se unen a la entidad. El colectivo de individuos adquiere la apariencia de un cerebro gigante, adoptando una inteligencia común. Mientras se produce esta unión, cada uno de los participantes deja de existir como ser individual y su consciencia se fusiona en una sola. Cada Eterno que participa en este acto tiene acceso a los conocimientos de los demás miembros de la especie, por lo que adquiere nuevos sentidos y percepciones. Al obtenerse un alto nivel de entendimiento en este proceso, les permite hallar la solución a complejos problemas que no podrían haber solucionado de forma individual. En la primera aparición de este concepto, se utiliza como herramienta para contactar con los Celestiales. Una vez más, el Rey muestra otra idea tan genial como compleja, pero olvida el papel de Ajak como única vía de comunicación con los dioses estelares, contradiciéndose a sí mismo. No obstante, no deja de ser una idea de cierta profundidad, que invita a la reflexión sobre la sociedad y su dificultad para unirse en un fin común. De ese modo, los Eternos, además de ser lo más parecido a una raza de dioses, muestran un nivel de avance social y tecnológico muy por encima de la humanidad del momento. Y casi me atrevería a decir que es algo que sigue siendo vigente hoy en día. Una vez más, el autor muestra ser un adelantado a su tiempo, planteando estas cuestiones, tan sencillas como complejas, en su profundidad. Prácticamente, podríamos decir que este es el último concepto revolucionario que muestra el Rey en esta colección. A partir de aquí, justo un año después de que comenzara la serie, se inicia un pequeño declive en el que no solo perdería intensidad, sino que iría acompañado de un detrimento de la originalidad. Después de haber puesto encima de la mesa una ingente cantidad de planteamientos, dejando al lector anonadado y sin aliento, se dejaban de lado algunas de las tramas más interesantes, como el inminente juicio de la humanidad o el progresivo desarrollo de los personajes, en beneficio de una serie de aventuras protagonizadas por un grupo de Eternos. Ikaris iba adquiriendo mayor protagonismo, liderando una raza como si de un grupo de superhéroes se tratara. Si bien es cierto que se pierde gran parte del interés inicial, no dejan de ser un puñado de tebeos con el sello característico de Kirby: acción desbordante y sin límites, a favor del entretenimiento sin pretensiones. Seguramente, este cambio radical de planteamiento no satisfizo a los lectores de la época, por lo que decidieron dejar de apoyar la colección. Las tremendas expectativas creadas durante el primer año no se cumplieron y las ventas cayeron en picado, provocando la rápida cancelación en The Eternals #19.

Como ya he comentado antes, el final abrupto provocó que quedasen tramas abiertas. A priori, esto no suponía un gran problema, ya que en el pasado la editorial solucionó este tipo de situaciones, concluyendo la trama en otra de las series que publicaba. El principal problema es que la Casa de las Ideas no tenía muy claro si debía o no introducir a los Eternos en el Universo Marvel. El planteamiento de Kirby se había alejado mucho del universo de ficción, y la misma existencia de estos superseres no acababa de encajar con el nutrido grupo de superhéroes que ya poblaban el ficticio escenario. A lo largo de la colección, hubo dos tímidos intentos de integrar la colección en el Universo Marvel que difícilmente se podrían considerar como tales. El primero de ellos corresponde a una pareja de agentes de SHIELD que investiga la aparición del domo creado por Arishem. Ambos acaban con sus átomos reordenados para formar un extraño objeto, sin que la agencia de seguridad mundial se preocupe lo más mínimo por ellos. El segundo tiene lugar con la aparición de un Hulk artificial, creado por unos estudiantes en el Instituto Maryland de Tecnología. El regreso de la Unimente al planeta, tras su intento de comunicación con los Celestiales, trae consigo unas gigantescas ondas de partículas cósmicas que afectan a la imitación del Gigante Esmeralda, creado con la única finalidad de apoyar al equipo del instituto como mascota. El Neo-Hulk absorbe la radiación y se convierte en un verdadero peligro para la ciudad hasta que Ikaris, y sus Eternos, lo detienen en una complicada situación que se prolonga varios números. A esto habría que añadirle un pequeño guiño, cuando Sersi, durante su primera presentación en sociedad, transforma la cabeza de un niño en la testa pétrea de la Cosa.

Obviamente, nada de esto formaba parte de la rigurosidad con la que se trataba la continuidad en la editorial durante la década de los setenta. Por lo tanto, la complejidad del asunto estaba ahí. Sería Roy Thomas quien solucionaría la papeleta, como ya hemos comentado, pero destacaría la labor de Mark Gruenwald. Este autor no solo remató la saga iniciada por Thomas, sino que fue un paso más allá y redefinió la génesis del Universo Marvel y, por ende, su prehistoria. Resulta curioso cómo para enmendar la plana, Gruenwald utiliza una colección en la que se publicaban historias fuera de la continuidad como es What If…? En What If…? #23-30, aunque en los dos últimos los Eternos tienen un papel más secundario, se incluyen unos relatos de complemento de cinco páginas de extensión y dibujados por Ron Wilson. Allí, Gruenwald pule ese diamante en bruto creado por Kirby, integrándolo plenamente en el Universo Marvel, en un ejercicio perfecto de continuidad que crea ramificaciones a lo largo y ancho del pasado más remoto. Hasta ese momento, para mí, los Eternos no habían abrazado en su totalidad el concepto cósmico tal y como lo entendemos en el Universo Marvel. El guionista lo consigue con el Vigilante como testigo de excepción y narrador de las historias jamás contadas del Universo Marvel, título con el que se presentaba cada uno de los relatos. Y desde luego, incluían lo que se publicitaba. ¡Ya lo creo que sí!

Esta obra quizá no sea uno de los mejores trabajos de Jack Kirby, pero sí que podría ocupar ese lugar entre los diferentes proyectos que ejecutó durante la segunda mitad de la década de los setenta. Al menos uno de los que más repercusión tuvo a nivel creativo. Sus creaciones, además de convertirse en secundarios de lujo, obtuvieron protagonismo en algunas colecciones y se publicaron dos volúmenes mucho tiempo después, bajo el paraguas de los Eternos. Una de ellas está parcialmente inédita en nuestro país. Sea como sea, esta ha sido la obra elegida para inaugurar una nueva línea de clásicos titulada Marvel Limited Edition. Se trata de unos tomos de lujo con una tirada numerada y exclusiva de 1.500 ejemplares por tomo. Posiblemente, esto haga las delicias de un sector de los aficionados, que podrán disfrutar del magnífico arte de Kirby en color y a tamaño comic-book. Afortunadamente, los interesados en esta obra podrán elegir entre esta flamante nueva edición o la entrañable Biblioteca Marvel, fácil de encontrar en el mercado de segunda mano tirada de precio, que supuso la primera edición íntegra de la serie en nuestra piel de toro. La reducción de tamaño y la falta del color se suplen con una serie de interesantes artículos y la inclusión de los complementos publicado en What If…?, que se me antojan de un valor incalculable, ante la poca probabilidad de que sean reeditados, junto al resto de la colección. Independientemente de la edición que elija el hipotético interesado en conocer de primera mano los Eternos de Kirby, espero que este artículo le sirva para tomar alguna decisión. Sea cual sea esta, lo importante es poder acercarse a una obra en que el Rey de los cómics demostró que lo seguiría siendo para toda la eternidad.


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