MARVEL GOLD CAPITÁN AMÉRICA Y EL HALCÓN 5:
EL IMPERIO SECRETO (O EL WATERGATE EN MARVEL)

por Adamvell


En contra de lo que suelo hacer de manera normal, antes de entrar a valorar el contenido del tomo en sí mismo, me voy a permitir contextualizar un poco la aventura que contiene. Este contexto me parece importante para valorar lo rompedora y comprometida que es la Saga del Imperio Secreto, sobre todo en un cómic del Capitán América.

Habitualmente nos permitimos observar por encima del hombro a la sociedad americana en muchos aspectos, tanto culturales como políticos. Lo cierto es que se ha cultivado un tipo de estereotipo que nos encanta en Europa, sobre el americano medio de Kansas o Kentucky con nula cultura, patriotismo exaltado, rigidez de miras, rifle en mano... no niego que pueda haber mucho de cierto detrás del mito, pero existe también una parte importantísima de la sociedad americana que nos lleva muchas décadas de ventaja. ¿Se imaginan un cómic de un hipotético Capitán España, que al hilo de las investigaciones del Caso Gürtel se permitiera el lujo de plasmar todo ello en tiempo real en sus páginas, incluso acusando al Presidente del Gobierno Mariano Rajoy de ser el cabecilla de una banda criminal, antes incluso de que hubiera salido la sentencia? En España, hoy día, imposible si no quieres tener que esconderte debajo del colchón. En EE.UU., lo hicieron hace la friolera de 40 años. Fue el guionista Steve Englehart, que pegado a la actualidad política, se sacó de la manga a su propio trasunto de Richard Nixon y lo culpabilizó antes incluso de que Nixon dimitiera en el mundo real. De manera que, realmente, la Saga del Imperio Secreto se adelantó al escándalo, ya que se publicaba simultáneamente al desarrollo del caso. En este sentido, son muy ilustrativos los comentarios del propio Englehart que Panini ha incluido con acierto en esta edición, que sitúan temporalmente cuándo se publicaron los números en relación a la evolución del caso Watergate. Cierto es que el calvario de Nixon llevaba meses de evolución, pero no es menos cierta la valentía y el arrojo de Englehart en plasmar el tema precisamente en el cómic del personaje más americano de EE.UU., en un asalto a la mismísima presidencia del país que representaba. Tal fue el impacto que ya nunca ha abandonado al personaje, además de confirmar su tendencia ideológica ya expresada con claridad en la saga del Capitán América de los años 50: frontalmente en contra de la ultraderecha más rancia, del lado del pueblo americano, y si hace falta ir en contra de su propio gobierno, sea. Este factor añadió definitivamente la capa de madurez que necesitaba el personaje, hasta entonces más o menos al servicio del dictado de su gobierno. Nunca más. No en vano el sector más conservador de los EE.UU. se la tiene guardada a Marvel por “robarles” su icono patriota para “convertirlo” en un “izquierdista”. Cada cierto tiempo se revive la polémica, como vimos cuando Steve Rogers fue sustituido por Sam Wilson como Capitán América, el primer negro en portar el escudo que además trató temas tan serios como la inmigración, las armas de fuego, la brutalidad policial... la derecha más conservadora se opuso frontalmente a ese tratamiento. Pero todo eso, todo, tiene su precedente en la Saga del Imperio Secreto.

Pero me adelanto. Vamos al cómic en sí mismo. Veníamos del anterior volumen, Marvel Gold Capitán América y el Halcón: ¡El Otro Capitán América! (artículo 121), donde se empezó a gestar lo que veremos en este tomo. Vimos cómo Víbora, un villano procedente del mundo de la publicidad, atacaba al Capitán América. Lo que en su momento podía parecer un detalle absurdo, ser revelará como bien planificado por el guionista. Los autores son los mismos que en el tomo anterior: Steve Englehart al guion, y Sal Buscema al dibujo. Inmediatamente, Englehart nos introduce en la acción. En primer lugar, observamos como Sam Wilson, el Halcón, vuelve a tener problemas en su asociación con el Capi, sintiéndose netamente inferior, la parte débil del equipo, más ahora que el Centinela de la Libertad exhibe su nueva superfuerza. El Halcón, recordemos, no pasa de ser un mero atleta que puede hablar con su pájaro. Aunque pueda parecer un argumento reiterativo, por haberse tratado en la serie, en este caso tiene un matiz diferente. No es un pronto, no es una reacción desmedida ni una rabieta, sino una reflexión madura por su parte. Tanto es así, que acaban por buscar una solución, en este caso tecnológica, para intentar compensar las fuerzas. Mientras que Steve le ofrece a Sam ponerse en manos de Tony Stark, el Halcón prefiere hablar con T’Challa, Pantera Negra, de manera que pone rumbo a Wakanda. Este viaje cumple una doble función: por un lado, propulsará al Halcón a la que será su imagen icónica definitiva como héroe alado, mientras que por otro deja al Capitán América sin asistencia ante el grave ataque moral que está a punto de sufrir...

El Capi se ve envuelto en lo que parece una trifulca casual con el Acróbata, villano con el que se cruzó hace tiempo. Mientras escapa, observamos que un tal Quentin Harderman comienza una campaña contra el Capitán América en televisión, cuestionando todos sus valores y su compromiso con el país. Harderman engaña al Capitán para que parezca que ha sido él quien ha asesinado al Acróbata. En realidad, es el propio Harderman quien ha traicionado al villano, sacrificándolo para reforzar su campaña de desprestigio. Conocemos además que Harderman estaba aliado con Víbora. En principio, nada que no hayamos visto otras veces, ¿no? Campaña mediática contra el héroe, de la que sabemos saldrá triunfante. Pero hay algo...algo poco definible, que se desliza por el rabillo de nuestra conciencia, molestando esa conclusión. Todo parece tópico, pero algo nos hace desconfiar al leerlo... El Capitán América es sometido y detenido por asesinato por un nuevo personaje, Piedra Lunar, que en realidad es quien ha asesinado al Acróbata, y llevado a prisión mientras Harderman señala a Piedra Lunar como el verdadero héroe que América merece. Es necesario señalar que este Piedra Lunar es el original, no Karla Sofen, la heredera de su título y sus poderes, que se acabaría convirtiendo en el personaje que ha perdurado más en el tiempo bajo ese nombre.

Mientras tanto, el Halcón ha logrado sus nuevas alas en su visita a Wakanda, y se nos muestra un enfrentamiento con su antiguo enemigo, Cara de Piedra, que se encuentra exiliado en dicho país. Es curioso el concepto primigenio de las alas del Halcón. En un giro que nunca entenderé, se le proporcionan alas planeadoras, de manera que necesita un impulso inicial para poder “volar”. Es un limitante que le pondrá en algunas situaciones ridículas, y que con el paso de los números acabará desapareciendo para proporcionarle capacidad real de vuelo. Ignoro lo que llevó a Englehart a plantearlo así inicialmente, pero no tiene mucho sentido.

De vuelta a la prisión, un grupo no identificado irrumpe en la celda del Capi para tratar de liberarle. No obstante, y pese a poder detener a los asaltantes, se encuentra en la tesitura de quedarse en prisión o finalmente intentar limpiar su nombre aunque sea un fugitivo. Escoge la segunda opción y se convierte en un personaje buscado, lo cual no hace sino acrecentar la campaña de Harderman contra él. Tanto es así, que los Vengadores, Iron Man en este caso, acuden al Halcón en cuanto éste regresa de Wakanda, para que sea él el que encuentre al Capi antes de que ellos tengan que salir a capturarlo. Resulta curioso lo sencillo que le resulta a Sam encontrar a su compañero gracias a su fiel Ala Roja, mientras que nadie había conseguido dar con él anteriormente. Por supuesto, la fe del Halcón en su compañero es suficiente como para inmediatamente ofrecerle su ayuda en lugar de intentar detenerle: tiene claro que el Capi es inocente. Recordemos que anteriormente la situación fue la contraria. De este modo se inicia un periodo de fuga para los dos amigos, en la que probablemente sea la aventura en la que mejor han funcionado como equipo.

En primer lugar, Piedra Lunar vuelve a la carga a por ellos, y si bien logra capturarlos inicialmente, ambos logran escapar finalmente. Decididos a rastrear el origen de su nuevo enemigo, la pareja llega a Nashville, donde descubren el origen de la piedra que dio sus poderes al villano. Allí se cruzarán con Banshee, dando por comenzada así la última parte de la historia: la intervención de los mutantes, que darán al Capi y al Halcón la pista definitiva para conocer quién está detrás de la campaña contra el Cabeza Alada. Alguien está capturando mutantes, y ese alguien es el Imperio Secreto. Quedan en libertad tan solo Cíclope, la Chica Maravillosa y el Profesor Xavier, además del ahora huido Banshee. El resto han sido capturados, y Xavier decide contactar con el Capi porque sus investigaciones concluyen que Harderman trabaja para el Imperio Secreto. Recordemos que son los Años Oscuros de la Patrulla-X, cuando se habían quedado sin colección propia por bajas ventas. Es mítica la escena de la rueda donde todos los mutantes de la época están capturados... ¡Cuánto ha crecido su comunidad desde entonces! Destacar a modo de curiosidad uno de los momentos más vergonzosos que se le han hecho pasara un héroe: para que sus alas funcionen, el Halcón necesita ¡trepar a una farola y poder lanzarse! El propio autor se da cuenta de que lo que le está obligando a hacer al personaje con sus nuevas alas no es normal y que no funciona.

A partir de aquí los acontecimientos se precipitan: con la ayuda de la Patrulla-X, el Capitán América y el Halcón son capaces de llevar la pelea al fondo del asunto, encontrando la guarida del Imperio Secreto y desbaratando el plan de Harderman y del Número Uno de la organización criminal, que incluía a Piedra Lunar, por entonces héroe del país gracias a la campaña de publicidad orquestada, a rendirse ante las fuerzas del Imperio arribadas en la Casa Blanca, clamando que eran invencibles y que el país debía someterse. El plan queda desenmascarado frente a la televisión nacional, y la reputación del Capi subsanada, como todos sabíamos que pasaría. Fin de la historia.

¿Fin? Eso parecía, pero Englehart nos tenía reservada una sorpresa, la que hace que esta historia no sea como las demás: el guionista ha estado jugando con nosotros, escondiendo sus bazas, haciéndonos pensar que íbamos hacia un final convencional, de esos que tantas veces hemos visto, sin mayores consecuencias. Pero el giro final no tiene desperdicio. ¿Por qué razón el Presidente de los EE.UU. iba a ceder al chantaje del Imperio Secreto, que básicamente dependía de un farol como tantas otras veces? La respuesta es que tenían esa parte del plan amañada y ya ganada porque era un autogolpe. Cuando todo ha terminado, acorralado, el Número Uno del Imperio Secreto se refugia en el despacho oval. Allí, se desenmascara como un “alto funcionario del país” (el presidente, aunque Englehart tuviera que insinuarlo nada más), y ante los atónitos ojos del Capitán América, arguyendo que necesitaba todavía más poder del que tenía hasta ahora, se suicida de un disparo en la sien.

Las consecuencias de la revelación son devastadoras para el Capi: ya no reconoce a su país, no se puede fiar de él, y por ende, no puede representarlo. ¡El Capitán América debe morir! No tiene razón de ser su existencia, pues no tiene sentido representar un país cuyas instituciones no son de fiar, cuyos ideales no son los correctos y cuyas acciones no se pueden defender. Así que Steve Rogers, en plena crisis existencial, renuncia al manto del Centinela de la Libertad. Pero, ay, no es tan sencillo. Steve Rogers puede que ya no sea el Capitán América, pero su sentido de la justicia y su heroísmo permanecen intactos, de manera que no puede evitar involucrarse para ayudar al Halcón, que estaba haciendo horas extra para llenar el hueco producido por su ausencia y pelear por los dos. De este modo, Steve se empieza a replantear sus conclusiones. En esa dirección dará un paso definitivo al enfrentarse al Arquero Dorado, que no es otro que su amigo Clint Barton, Ojo de Halcón. Éste le muestra definitivamente que aunque no sea ya el Capitán América, no puede renunciar a ayudar a la gente. De este modo, nace la nueva identidad superheroica de Steve Rogers: Nómada, el héroe sin país.

El nuevo héroe no tendrá mucho recorrido. Tendrá tiempo, eso sí, tiempo para pisarse su propia capa (empiezo a pensar que a Englehart le gusta ver a sus personajes en situaciones... comprometidas) y para una aventura memorable contra el nuevo Escuadrón Serpiente de Víbora, la antigua Madame Hydra, que asesina al antiguo portador del nombre para robárselo. Junto con Cobra, Princesa Pitón y la Anguila, forman el equipo de villanos. Su objetivo no es otro que la Corona Serpiente, objeto proveniente de la antigua Era Hyboria, que ha embaucado a Krang, el enemigo de Namor, para conseguir que la antigua Lemuria emerja de debajo de las aguas.

Será en mitad de esta saga cuando se produzca el cambio a nivel gráfico en la serie: se despide el siempre eficaz Sal Buscema, por desacuerdos con la línea política seguida por Steve Englehart, y entra Frank Robbins, con su peculiar estilo cartoon. Robbins hace un buen trabajo, pero no podemos sino constatar que no encaja en absoluto con las aventuras superheroicas. Gran autor de tiras de prensa y alumno aventajado de Milton Caniff, para la Historia del cómic queda su famosa tira Johnny Hazzard. Ya adoleció de falta de adaptación cuando le encargaron la serie de Los Invasores, recientemente recopilada en formato Marvel Limited Edition por Panini y SD (artículos 128 y 130), pero con todo, es un lujo poder decir que un artista de su talla haya dibujado la serie del Capi, pese a que su talento no sea el más adecuado para estas páginas.

Mientras tanto, empiezan a surgir candidatos a llenar el traje del Héroe de las Barras y Estrellas. Todos ellos empiezan con mucho ánimo, pero se acaban dando cuenta de que no es tan sencillo llenar esas botas... el último de ellos, un chaval llamado Roscoe, es el que más lejos llega, incluso contactando con el Halcón y consiguiendo que éste le proporcione algo de entrenamiento al ver cierto potencial en él. Pero cuando se cruzan con Cráneo Rojo, el resultado será fatal... el villano nazi asesina sin piedad a Roscoe, que no está a la altura del desafío. Es demasiado pronto para él, sobre todo para enfrentarse a alguien como Cráneo, que no conoce la piedad. Ello provoca que Steve se replantee su vuelta al manto del Capitán América, ya que llega a la conclusión de que no lucha por el país tal cual es, sino por el que debería ser: por el cumplimiento del Sueño Americano. Tan importante es esa conclusión, que a día de hoy todavía es la guía del personaje en todas sus actuaciones.

La introducción de Cráneo como villano no es tampoco casual. Nos dirige a la última parte de este tomo, que a su vez son los últimos números de Englehart, que será sustituido como guionista a mitad de saga, pasando la misma por las manos de varios guionistas, como Tony Isabella, Bill Mantlo o un desconocido John Warner. Al parecer, ya había contado prácticamente todo lo que quería y buscó nuevos retos, dejando esbozado el argumento de esta última saga. En este caso el protagonismo recae en el Halcón, tras estar la serie tantos números absolutamente dedicada al Capitán América. Englehart no debía estar nada conforme con la explicación de su origen porque, ¿de verdad Sam Wilson apareció por casualidad en la Isla de los Exiliados para echar una mano al Capi y convertirse en su compañero? Parece inverosímil. Utilizando la excusa del uso del Cubo Cósmico por parte de Cráneo en aquella aventura, postula que el Halcón siempre fue un infiltrado suyo al que le cambió la personalidad para ocultarlo como su compañero, dispuesto a atacar al Capi en el peor momento posible. La verdadera identidad del Halcón es la de “Snap” Wilson, narcotraficante de poca monta. Pero Cráneo ha cometido un error: el nuevo Sam Wilson es demasiado noble, y cuando el Halcón recupera todos sus recuerdos, elige la luz, seguir siendo su mejor versión, y abandonar a “Snap”. De este modo, triunfa sobre el villano, echa por tierra su plan maestro contra su némesis, y se propulsa como un nuevo héroe, complejo y con muchas sombras grises, pero con una nueva resolución que lo llevará a establecer definitivamente su nueva personalidad, de ahora en adelante más madura, cabal y menos impulsiva, que caracterizará al personaje de aquí en adelante.

Desgraciadamente, su pasado criminal sigue ahí, y deberá responder por sus crímenes. Aconsejado por su compañero, Sam se pone en manos de un sistema judicial americano del que no se fía por considerarlo racista. Y aunque es declarado culpable, la pena queda en suspenso teniendo en cuenta su nueva vida heroica, por lo que, después de todos los avatares y sucesos de este tomo de Marvel Gold, terminamos con un hilo de esperanza en los Estados Unidos: mejorar es posible si no nos rendimos, el sistema puede llegar a funcionar si luchamos por él. El Halcón lo ha demostrado y el Capitán América tiene su visión definitiva del mundo asentada en su alma.

Ponemos aquí fin a toda una era. Hemos visto al Capitán renacer del hielo; tratar de adaptarse a un nuevo mundo que lo ha dejado atrás; enfrentarse a la depresión y a la culpa del superviviente; sentirse aislado de todo y todos; conseguir levantarse y establecer un nuevo mundo para él basado en crear nuevos vínculos y dejar atrás los viejos; ganar un compañero y amigo para la eternidad; dejar atrás la compasión y convertirse en el personaje líder y seguro de sí mismo que todos conocemos; caer a lo más bajo con la única finalidad de renacer más íntegro y seguro de su misión si cabe.

Y nunca, nunca rendirse.

El periodo abarcado por los Marvel Gold publicados hasta aquí es la etapa fundacional, definitiva y definitoria de todo el Capitán América moderno, tanto en personalidad, aventuras como en elenco de villanos. El Capitán América quintaesencial. Stan Lee, Jack Kirby, Gene Colan, Jim Steranko, Jhon Romita, Steve Englehart, Sal Buscema... todo bebe de aquí. Todo vuelve aquí si alguien se desvía. Enseguida llegará de nuevo Jack Kirby a la serie para alejarla de su lado político y centrarse más en la aventura, pero no para añadir nuevas capas al personaje. Nadie lo ha hecho con posterioridad. Vendrán después los Stern, Byrne, DeMatteis, Gruenwald, Waid, Jurgens, Brubaker, Remender, Spencer... se ganará modernidad, nueva narrativa, técnicas y métodos, el debut de algún personaje relevante... pero el corazón y el alma del héroe permanecerá inalterado e inalterable desde este mismo momento: Steve Rogers, Capitán América, Centinela de la Libertad y de la Justicia y Campeón del Pueblo y del Sueño Americano.

¡¡Larga vida al héroe!!


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