MARVEL LIMITED LOS INVASORES: ¡MUY BIEN, EJE... ALLÁ VAMOS!
por Óscar Rosa Jiménez


De las diferentes apuestas puestas a la venta por el binomio editorial formado por SD Distribuciones y Panini Comics, dentro de su exclusiva línea de clásicos de tiradas limitadas, tenemos la recuperación de una de las series que publicó Marvel durante mediados de la década de los setenta, la cual muy pocos aficionados esperaban verla recuperada. Hablamos, obviamente, de la cabecera escrita por Roy Thomas, The Invaders. Se trata de un título que utilizaba como principal herramienta narrativa la retrocontinuidad, así como el sentimiento nostálgico de un autor que se crio leyendo cómics desde su más tierna infancia, y que muchos años después consiguió ganarse la vida en la industria del entretenimiento, a través de la cuatricromía, llegando a convertirse en Editor en Jefe de la Casa de las Ideas y en una figura relevante dentro de la evolución del Universo Marvel tras su creación a manos de Stan Lee, Jack Kirby y Steve Ditko, entre otros.

Aunque uno de los trabajos más personales del de Misuri posiblemente sea la adaptación al cómic del personaje creado por Robert E. Howard, The Invaders hunde sus raíces en el cariño que profesa el autor a los superhéroes, gracias a una niñez ligada a personajes de la denominada Golden Age. A lo largo de su carrera, Thomas ha demostrado ser un autentico fan de aquellos tebeos clásicos, impregnando todas sus obras de esa combinación entre clásico y moderno, muy típico de otros autores que imprimieron un estilo similar en épocas posteriores, como Roger Stern o Kurt Busiek; autores que se han apoyado en el pasado del Universo Marvel para construir un futuro sólido y bien cohesionado. Además, esta serie no deja de ser una especie de sueño hecho realidad. Si bien es cierto que tras su aterrizaje en Marvel su trayectoria profesional no haría otra cosa que ascender de manera continua, ya sea como sucesor natural de Stan Lee en los títulos de los primeros espadas de la editorial, o alcanzando el puesto más importante y de mayor responsabilidad de la compañía, The Invaders se convierte en ese último peldaño de Thomas para que los sueños de un niño dejaran de serlo. De ese modo, no se me ocurre otra manera mejor de definir esta obra como la serie que escribiría un fan de los cómics tras convertirse en el profesional que siempre deseó ser.

Uno de los aspectos que siempre ha provocado cierto rechazo a la hora de recuperar The Invaders ha sido su apartado gráfico. La parcela argumental queda perfectamente cubierta por un Roy Thomas especialmente inspirado y deseoso de contar historias de superhéroes encuadradas en la Segunda Guerra Mundial. En el tablero de dibujo tenemos a Frank Robbins, un autor famoso por su trabajo en tiras de prensa, que ha llegado a compararse con los grandes maestros de estas lides como Alex Raymond o Milton Caniff. Su estilo particularmente anguloso, así como con un acusado corte clásico quizá no sea del gusto de los aficionados actuales, pero hay que decir que encaja muy bien en el tono que quiere imprimir Thomas a estas historias. Por otro lado, Robbins se caracteriza por una concienzuda documentación sobre la Segunda Guerra Mundial, que sirve para reflejar de manera fidedigna carros de combate, aviones de guerra y todos los elementos propios del marco histórico en el que suceden las aventuras de los Invasores. Un autentico despliegue de realismo para un título de superhéroes Marvel, pero que encaja con la forma de trabajar de los grandes autores de las comics strips.

El elegido para entintar los lápices de Robbins sería Vince Colletta, un autor que llegaría a ser defenestrado por muchos de sus compañeros de profesión, ya que tenía cierta tendencia a retocar, incluso eliminar, en exceso el trabajo de los dibujantes a los que entintaba. Algunos autores incluso se negaban a trabajar en una colección si él era el entintador. No obstante, a mediados de la década de los setenta, Colletta aún estaba bien considerado dentro de Marvel, por lo que parecía una elección lógica para la envergadura del proyecto. Su estancia en la colección no se prolongaría demasiado, siendo relevado en el octavo número de la serie por Frank Springer, un veterano artista de la Silver Age, cuya carrera también estuvo muy ligada a las tiras de prensa. A partir de ese momento, el apartado gráfico de la serie se muestra mucho más sólido. Si bien es cierto que se mantiene ese tono clásico, incluso podríamos considerarlo algo añejo, no me parece que llegue a los límites catastróficos que he leído en ocasiones, sino todo lo contrario. El trabajo del tándem formado por Robbins y Springer se presenta como el más adecuado para el tono de la serie, y aunque sí es cierto que ofrece algunas irregularidades, sobre todo a niveles de anatomía y en el movimiento de la figura humana, creo que aporta su particular grano de arena para que los guiones de Thomas funcionen. Me cuesta mucho imaginarme esta serie sin ambos autores, la verdad, los cuales ofrecen un aliciente más para acercarse a esta colección, en lugar de contribuir a cualquier motivo de rechazo.

En este primer volumen recopilatorio, SD y Panini incluyen los primeros 28 números de la colección, un crossover con Marvel Premiere, que sirvió de presentación a la Legión de la Libertad, el anual de la serie y el Giant-Size. Sin duda un buen puñado de tebeos que sirven para valorar positivamente una colección que no se publicaba en nuestro país desde los tiempos de la editorial Vértice. Aunque siempre habrá quién hubiese preferido su recuperación en la fenecida línea Excelsior y en su entrañable Biblioteca Marvel, en lugar de un formato caro y lujoso, hay que reconocer que la edición es bastante buena. Todo parece indicar que han conseguido paliar los problemas de encuadernación y las fragilidades que ofrecían otros tomos de la línea parecen haber desaparecido. Quizá sea excesivamente voluminoso para mi gusto, con poco más de 600 páginas, pero no es algo inmanejable y se puede leer bien y con cierta comodidad, sobre todo si ya le habéis cogido el tranquillo a esto de leer tochos, la moda editorial imperante en la actualidad. Tampoco se ha abusado en la sección de extras, que son los justos, algo que cambiará sustancialmente en el segundo volumen de la colección como veremos en su momento. En definitiva, un tomo interesante, con material verdaderamente apetecible, que podrá ser disfrutado por aquellos que tengan el nivel adquisitivo suficiente para comprarlo, una cuestión que no es precisamente baladí en los tiempos que corren, especialmente en materia de clásicos.

Los Invasores como grupo debutaron en The Avengers #71, durante la extensa etapa de Roy Thomas al frente de la cabecera protagonizada por los Héroes más Poderosos de la Tierra (Artículos 77, 80 y 84). Este enfrentamiento con los Vengadores, debido a una partida cósmica entre Kang y el Gran Maestro, serviría de carta de presentación a un equipo de superhéroes que operaba en la Europa de los años cuarenta, en plena Segunda Guerra Mundial. Más tarde, en el anual incluido en este mismo tomo, se podría presenciar el histórico encuentro desde la perspectiva de los Invasores, en un intento por pulir algunos aspectos que habían quedado sin explicación aparente. La cuestión es que Thomas sembró allí las semillas de lo que a la postre se convertiría en una serie regular, cuyo prólogo se situaría en Giant-Size The Invaders #1, donde se cerraría el círculo con la historia que reunió a los diferentes héroes del pasado de la editorial, utilizando hábilmente la retrocontinuidad como si realmente esos hechos hubiesen sucedido en aquella época, pero se hubiese olvidado contarlo a los lectores. Me parece encomiable la labor de investigación, dejando como resultado un tebeo publicado en 1977, pero que se ubica perfectamente en 1941.

Los primeros integrantes de los Invasores son el Capitán América, Bucky, la Antorcha Humana (Jim Hammond), Toro y Namor. Todos proceden de la Golden Age, una época en la que haciéndose eco del conflicto bélico, los superhéroes se enfrentaban a sus enemigos provenientes de las potencias del Eje, el bando beligerante que luchaba contra los Aliados en la Segunda Guerra Mundial. El Capitán América tiene su origen en el clásico Captain America Comics #1, creado por Joe Simon y Jack Kirby, dos auténticas leyendas de la historieta americana. Bucky, la mascota del campamento, aparecería en el mismo número de la colección, convirtiéndose en el sidekick del Centinela de la Libertad. La Antorcha Humana es una creación de Carl Burgos, otro de los grandes autores de la Golden Age, la cual tuvo el placer de protagonizar la primera historia de Marvel Comics #1, el tebeo que sirvió a Martin Goodman para poner en orbita su proyecto editorial que acabaría obteniendo el nombre de Marvel Comics. Además, se trata del primer androide del Universo Marvel, un tema que el propio Thomas explota tanto en The Invaders como con su creación durante su etapa con los Vengadores, la Visión. Toro no se dejaría ver hasta Human Torch #2, el primer número de la serie regular de la Antorcha Humana, a pesar del número dos de la portada. Por último, tenemos a Namor, el regente del reino submarino de Atlantis, creado por Bill Everett en Motion Picture Funnies Weekly del estudio Funnies Inc., cuya historia se repartió de forma promocional en algunos cines, siendo reciclada para su inclusión en Marvel Comics #1. Posiblemente estemos ante el primer antihéroe moderno del cómic, que deja de lado sus diferencias con la raza humana para combatir contra un enemigo común en la guerra por la libertad.

Thomas reúne a este variopinto grupo de personajes desde los más recónditos rincones de una época anterior al Universo Marvel que conocemos, para integrar en la continuidad de una forma fantástica orígenes prácticamente olvidados, además de añadir algunos pequeños elementos enriqueciendo así el resultado final. No cabe la menor duda que el equipo nace por un amor incondicional hacia unos tebeos que hicieron disfrutar al guionista de niño, pero me parece especialmente destacable el hecho de que se conviertan en un punto de origen del Universo Marvel, que en esos momentos se encuentra en plena expansión. Por lo tanto, gracias a The Invaders, no solo se produce una evolución hacia el futuro del cosmos de ficción de la Casa de las Ideas, sino que poco a poco, y con iniciativas similares a esta, tenemos una expansión hacia el pasado de la editorial, añadiendo mayor complejidad y convirtiendo al Universo Marvel en un escenario ficticio mucho más complejo y perfectamente coordinado.

En este volumen podremos ver las primeras incorporaciones al grupo, aunque solo sean de manera temporal y esporádica. Los primeros superhéroes en unirse tendrían procedencia inglesa, en un intento por potenciar argumentalmente la alianza entre Inglaterra y Estados Unidos durante el conflicto bélico. La familia Falsworth ofrece los primeros componentes, personificados en las dos versiones de Union Jack, así como Spitfire, la primera mujer en unirse a los Invasores, cuyo origen tiene lugar en las páginas de esta colección. Dentro de la parcela de nuevas incorporaciones, en un intento por presentar un marco temporal repleto de superhéroes que luchan por la libertad y la paz de un mundo acosado por el Tercer Reich, tendríamos la creación de otros grupos, que serían colaboradores ocasionales de los Invasores. El primero, y posiblemente el más relevante, es la Legión de la Libertad, un grupo formado por un puñado de superhéroes procedente de rincones olvidados de la Casa de las Ideas, hasta que fueron rescatados por el de Misuri para protagonizar un crossover, en cuatro entregas, entre The Invaders y Marvel Premiere. Algunos de ellos incluso llegarían a formar parte activa como miembros de los Invasores.

El equipo estaría formado por el Patriota, que presenta un concepto a medio camino entre el Clark Kent de DC y el Capitán América de Simon y Kirby, que utiliza uno de los elementos más habituales de la época para la creación de superhéroes: el suero del Supersoldado. Aún quedaba bastante para la fiebre radiactiva cuando se publicó Human Torch #4, donde debutó; Cuervo Rojo, un personaje presentado en Red Raven Comics #1, el cual fue recuperado por Thomas durante su estancia en la colección de la Patrulla-X, donde se producía un renovación de la idea original; el Hombre Delgado, que debutó en Mystic Comics #4, cuyos poderes provenían de un extraño planeta extraterrestre; Diamante Azul, presentado en Daring Mystery Comics #7, un cazador de espías con una piel inexpugnable; Miss América, aparecida por primera vez en Marvel Mystery Comics #49, la versión femenina del Capitán América, pero con una clara influencia del Superman de DC Comics; Zumbador, surgido en U.S.A. Comics #1, al que se podría considerar el primer velocista de Marvel; y Jack Frost, creado por el propio Stan Lee para U.S.A. Comics #1. Con esta muestra de arqueología editorial, Thomas vuelve a demostrar su pasión por los tebeos de los cuarenta, pero no solo de Marvel, sino también de DC, ya que de alguna forma, su trabajo en esta serie recupera en cierta manera un concepto muy habitual en los tebeos clásicos de la Distinguida Competencia personalizado en uno de sus grupos más veteranos: la Sociedad de la Justicia. Ese hecho se vería ratificado durante la década de los ochenta, cuando Thomas dejó Marvel para trabajar en DC, teniendo la oportunidad de escribir un título protagonizado por la JSA, ofreciendo un trabajo que recuerda poderosamente al que realizó en este título para Marvel durante la década de los setenta.

Bucky Barnes sería una pieza clave en la reunión de la Legión de la Libertad, así como el fundador de otro grupo aliado que se autodenominó los Comandos Juveniles. En esta ocasión, Thomas decide utilizar personajes de nuevo cuño, a excepción del compañero del Capitán América y Toro, que se unen a Chica Dorada y Trompo Humano para enfrentarse contra el Agente Eje, a lo largo de una saga en la que el guionista realiza una dura crítica al racismo en tiempos de guerra. Y es que The Invaders no es solo una colección destinada a explorar qué hubiese pasado en la Segunda Guerra Mundial si el bando Aliado contase con un buen número de superhéroes que hiciesen frente al enemigo. También se encarga de mostrar el lado amargo de un conflicto que arrasó a un sector de la población judía, trasladándonos a un gueto en Varsovia o mostrando los efectos de la guerra en los propios Estados Unidos, donde ciudadanos americanos de origen japonés eran hacinados en campos de concentración, en situaciones tan precarias como los homólogos de la Alemania nazi. De ese modo, tenemos una amarga crítica a la lucha de la libertad, empezando por el hogar de muchos americanos cuyo único pecado es haber nacido japonés de segunda generación. Tampoco podemos olvidar a los Cruzados, que servirían para potenciar varios argumentos que se desarrollarían en la primera mitad de la colección. Es increíble ver la cantidad de personajes que crea Thomas en esta serie, aunque transmitan la sensación de que tienen una historia mucho más larga a sus espaldas.

Si en el terreno de los aliados tenemos una fuerte presencia del pasado, combinada con nuevos elementos creados para la ocasión, con los seguidores de las potencias del Eje no podía ser menos. Los Invasores tendrán que vérselas con enemigos de la talla de Cráneo Rojo, así como con el propio Hitler. Pero su primer enemigo a batir es el Hombre Supremo, una versión estereotípica del superhombre de Nietzsche bajo la ideología nazi. En esa línea tendríamos a la Mujer Guerrera, cuyo diseño parece inspirado en el bondage, presentando a una dominatrix alemana de mucho carácter que parece extraída de cierto género de cine clásico. Uno de los villanos que protagoniza una de las mejores historias es sin duda alguna el Barón Sangre, mezclando el terror con la ideología nazi, provocando que nuestros protagonistas deban hacer frente también a lo sobrenatural. La inclusión de este personaje formaría parte de la proliferación de pequeñas subtramas que aportan una mayor consistencia a todo el pasado que se va construyendo a medida que avanza la colección, aportando también una serie de secundarios, así como un escenario recurrente. Incluso tendremos un pequeño viaje por Egipto, donde conoceremos al Escarabajo Escarlata, con el tema del racismo como telón de fondo.

Sinceramente, pocas series hoy en día son capaces de contar tanto en tan poco espacio. En prácticamente treinta números, Thomas afianza el rico pasado de la Casa de las Ideas, construyendo personajes nuevos y rescatando a otros de cierta relevancia, utilizando la retrocontinuidad con mucha inteligencia. A su vez, orquesta una serie de tramas que nos permiten ver la evolución de un mundo lleno de superhéroes que se implican en un conflicto histórico. Todo ello presentado a través de unas historias donde prima el desarrollo de los personajes y un ritmo trepidante que no te permite ni un momento de respiro, ofreciendo una lectura tremendamente entretenida hasta el final. Lo que a priori podría parecer un escenario poco atractivo o una conjunto de tramas con un tono añejo y algo pasado de moda, no es realmente así, ya que en su lugar tenemos un clásico que utiliza muy bien un marco histórico de fondo como es la Segunda Guerra Mundial para mostrar una lucha contra la intolerancia, el racismo o la represión de la libertad, utilizando iconos de la Casa de las Ideas para ello. Ya están aquí los Invasores y llegan bajo su grito de guerra: ¡Muy bien, Eje... Allá vamos!


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