EQUIPO CREATIVO:
Argumento: Stan Lee.
Guión: Robert Berns.
Dibujo: Don Heck.
Entintado: Don Heck.
SINOPSIS:
En un muelle, una banda de espías comunistas introduce en un barco una caja que contiene una bomba atómica que han robado. Sin embargo, de la caja surge Iron Man, quién detiene a los espías valiéndose de una grúa eléctrica, mientras les explica que no existe tal bomba, y que todo era un ardid para capturarles.
Al día siguiente, Tony Stark presenta ante varios soldados su nueva y poderosa arma, un rayo desintegrador de gran potencia todavía en desarrollo.
Las noticias de la invención de Stark llegan tras el telón de acero, dónde un poderoso general llamado el Bárbaro Rojo ordena a sus hombres que consigan los planos del artefacto. En ese momento recibe la visita del Actor, un espía, maestro del disfraz, que le ofrece sus servicios para conseguir los tan ansiados planos.
El Actor se dirige a Estados Unidos haciéndose pasar por una estrella del cine y logra concertar una cita falsa con Stark en Washington, suplantando a un senador. Mientras, Stark se dirige a la reunión, el Actor se infiltra en su fábrica, hallando los planos del rayo desintegrador y, además, descubriendo por accidente la identidad superheroica del millonario. Viendo eso último como una posible baza a favor, decide no revelar el secreto hasta poder jugar sus cartas.
Con su trabajo cumplido, el Actor viaja en avión hacia el encuentro con el Bárbaro Rojo, mientras Stark regresa a su fábrica. Tras enfrentarse, como Iron Man, a unos espías socios del Actor logra que estos le cuenten todo lo ocurrido. A continuación, se dirige a una base de misiles para embarcar en un cohete, y lograr viajar a la Unión Soviética lo antes posible, recuperando el tiempo perdido. Tras aterrizar a salvo, Iron Man intercepta al Actor y le aprisiona en su propio coche, arrebatándole el maletín con los planos.
Iron Man se dirige a la base del Bárbaro Rojo y le engaña haciéndole creer que es el Actor disfrazado, tras lo cual le explica que el maletín posee un cierre ligado a una bomba, que solo podrá ser abierto en 4 horas. El Bárbaro Rojo le da permiso para retirarse hasta entonces, circunstancia que aprovecha Stark para liberar al Actor de nuevo. Cuando éste llega ante el Bárbaro Rojo, asegura que Iron Man le ha robado los planos, pero que conoce su identidad secreta, el general le toma por un traidor mentiroso y ordena a sus hombres que lo maten.
Primera aparición tanto del Bárbaro Rojo como del Actor.
Se revela que la armadura de Iron Man es inmune al magnetismo.
RESEÑA:
Llegamos a la cuarta entrega de Iron Man y tenemos el regreso del padre pródigo, Don Heck. Tras ser el encargado de ilustrar su origen dejó en manos de Kirby la tarea de asentar al personaje durante sus primeras aventuras. Pero con el Rey cada vez más atareado, lo tenemos de vuelta para convertirse a partir de aquí en el dibujante icónico de esta primera época, a excepción del próximo número (dibujado por Kirby) y una breve etapa realizada por Steve Ditko.
Al frente del guión seguimos teniendo a R. Berns trabajando sobre argumentos de Stan Lee. Por desgracia, este guionista no ha pasado a la historia del Vengador Dorado, ya que simplemente se limita a contar historias que parecen realizadas para cumplir con el plazo mensual, con enemigos olvidables y tramas sin muchas complicaciones. No será hasta que Lee trabaje en solitario, dentro de unos meses, que empezaremos a ver a personajes realmente icónicos de la mitología de Iron Man.
Pero si hay algo realmente destacable en estos primeros números, son las introducciones de los mismos. Desde que regresara de su fatídico accidente en la jungla reconvertido en un caballero de brillante armadura, Tony Stark no ha parado en absoluto. Su lucha contra el crimen es constante, demostrando además que no espera a que el peligro surja como hacen otros superhéroes, si no que intenta acabar con él de raíz.
Y eso es lo que ocurre en este número, dónde podemos ver cómo frustra el robo de una bomba atómica, por parte de espías rojos, escondiéndose en el interior de lo que ellos creen que es la bomba. Qué locos años fueron los 60, dónde 4 o 5 tipos de medio pelo eran enviados armados con pistolas a robar bombas atómicas a tierra estadounidense...
Una grúa eléctrica y un polivalente transistor de los suyos es todo cuanto necesita Iron Man para derrotar a los espías, que quedan pegados a la misma mediante sus pistolas. Esta circunstancia es aprovechada por R. Berns para responder la que debía ser una de las principales preguntas entre los fans de la época: ¿Podría alguien con poderes magnéticos derrotar a Iron Man? Pues en principio no, porque según las propias palabras de Stark, su armadura contiene una aleación que le hace inmune a tal poder. Así que como podemos ver, la posibilidad de un enfrentamiento de tú a tú entre el Vengador Dorado y cierto Amo del Magnetismo ya existía incluso antes de que este último hiciera su debut.
Una vez eliminada la amenaza, la acción se traslada al día siguiente, con Tony Stark a punto de realizar una demostración de su última arma al ejército estadounidense. ¿Recordáis lo que dije en la última reseña sobre los locos inventos de Reed, que eran olvidados al siguiente número? Aquí tenemos un caso exactamente igual.
Stark ha creado un rayo desintegrador, una burrada de arma capaz de borrar del mapa en un segundo un tanque... En definitiva, un arma que no conviene tener pululando por el Universo Marvel, cuyo paso al limbo de las ideas olvidadas, en este caso, creo que está bastante justificada dentro de lo que cabe. La nota megalomaníaca la pone en este caso el propio Stark, que entre las utilidades de su rayo incluye poder destruir grandes ciudades.
Y como todo lo que inventa este playboy, el rayo desintegrador se convierte rápidamente en objeto de deseo tras el telón de acero, lo que nos lleva a conocer a los villanos del relato.
Por una parte tenemos al Bárbaro Rojo, un implacable general que hace honor a su nombre y maltrata a sus agentes cuando estos no consiguen más que fracasos. De hecho, se trata del primer personaje Marvel conocido que es capaz de noquear a un hombre lanzándole un trozo de carne. Curiosamente, y a pesar de lo que parece indicar la portada, Iron Man y él no llegan a enfrentarse realmente.
Y es ahí dónde entra en escena nuestro segundo villano. Se trata del Actor, una suerte de Camaleón 2.0. Un agente comunista que emplea maquillaje, máscaras de látex y pelucas para convertirse en una copia exacta de quien quiera. Y lo hace tan bien que no es más que un calco del enemigo de Spiderman.
Gracias a sus habilidades, el Actor logra hacerse pasar por una importante estrella cinematográfica para entrar a Estados Unidos, y a continuación por un senador para enviar a Stark a una reunión inexistente en Washington.
Con el multimillonario fuera de escena, el Actor se hace pasar por el propio Stark y entra a su fábrica, dónde no sólo logra hacerse con los planos del rayo desintegrador, si no que, en una oda a la Navaja de Ockham, logra discernir que el playboy es el propio Iron Man, simplemente con ver unas pequeñas unidades que parecen pertenecer al traje del superhéroe.
Para su desgracia, decide guardarse el secreto como as en la manga.
Cuando el auténtico Stark regresa a su fábrica es asaltado por los socios del Actor, de los cuales se libra de chiripa gracias a su placa pectoral (no le disparan a los brazos o las piernas tras ver que rebotan sus balas, ¿para qué?) y a un rápido apagado de luces que le permite ponerse su armadura. Una vez derrotados, le cuentan todo lo ocurrido y Iron Man sale a la caza del Actor, con el único inconveniente de que este ya se encuentra llegando a la madre patria.
Por suerte, Stark es un hombre de recursos y logra llegar tras el telón de acero gracias a nada más y nada menos que un cohete, a tiempo para detener el coche del Actor cuando iba al encuentro del Bárbaro Rojo.
Una vez recuperados los planos, lo más normal sería que o bien Iron Man regresara con ellos a casa o bien se enfrentara al Bárbaro Rojo. Pero en cambio sucede algo muy extraño que a mí personalmente me deja con más preguntas que respuestas.
Iron Man se dirige a la base del Bárbaro Rojo y hace creer a este que es el propio Actor ataviado con una réplica exacta de su armadura. El Bárbaro Rojo cae como un primo y le pide los planos, pero Stark le explica que el maletín que los contiene tiene un mecanismo de seguridad con una pequeña bomba, que explotará si se abre antes de las siguientes 4 horas. Ambos acuerdan verse de nuevo cuando concluya este tiempo, e Iron Man regresa con el Actor, a quien libera antes de volver, ahora sí, a Estados Unidos.
Finalmente, pasa lo que tenía que pasar, y un envalentonado Actor se presenta ante el Bárbaro Rojo rogando su perdón por perder los planos, pero ofreciéndole la identidad de Iron Man en bandeja. Sólo hay un pequeño problema, y es que a ojos del general, el Actor se ha ido hace una hora con un jugoso maletín, pero ahora vuelve inventándose historias sin fundamento. El pobre Actor trata de explicarse, pero con la etiqueta de traidor bien clara en su frente es pasto de las balas de los hombres del Bárbaro Rojo, y la identidad de Iron Man vuelve a estar a salvo.
¿Cuál es el problema de todo esto? Que nada tiene sentido. Stark no sabía que el Actor conocía su identidad, por lo que no hay justificación alguna para su complicado ardid que conduce a su muerte. Iron Man pasa de la auténtica amenaza, el Bárbaro Rojo, para librarse del peón. El héroe se convierte automáticamente en un deux ex machina para solucionar una situación de la que R. Berns no parecía saber cómo salir, poniendo sobre sus hombros la autoría de una muerte que no tenía por qué ocurrir.
VALORACIÓN:
Hasta su conclusión, estábamos ante un número habitual de la serie hasta ahora. Tramas sencillas y olvidables, pero sin nada especialmente destacable en el aspecto negativo. Hasta el Actor, que no es el colmo de la originalidad, estaba siendo una amenaza bastante creíble, empleando sus habilidades para moverse por las altas esferas a las que pertenece el propio Stark y, además, convirtiéndose en el primer villano que descubre la identidad secreta de un superhéroe. Pero ese final... A mí me ha desbaratado por completo los esquemas, echándolo todo por la borda.
En el apartado artístico, tenemos a un Don Heck que se entinta a sí mismo con un resultado satisfactorio, siendo su punto fuerte, como tantas otras veces, su dominio de las expresiones faciales, algo que siempre viene bien con un enemigo como el de este número.