MARVEL GOLD IRON MAN: CUANDO MUERE LA INOCENCIA
por Óscar Rosa Jiménez


Tras la marcha del guionista Denny O'Neil a DC Comics, la cabecera protagonizada por Iron Man se ve inmersa en una etapa de transición que se prolongaría hasta la llegada de un nuevo equipo creativo estable. Este volumen recoge de manera íntegra ese periodo de tiempo que estaría principalmente caracterizado por ofrecer una esquema similar al que presentaba Marvel Team-Up, pero sustituyendo a Spiderman por el Vengador Dorado. Por otra parte, también cabría destacar la presencia de diferentes dibujantes que intentaban aportar su particular estilo a la colección, mientras los guionistas consiguen mantener el rumbo en la nueva vida de Tony Stark, con la presencia ocasional de algunos de sus secundarios habituales. Estamos en plena década de los ochenta, por lo que se aprecia cómo todavía se cuidan ciertos aspectos de la continuidad. De ese modo, a pesar de la ausencia de un escritor más o menos fijo, se mantiene una importante coherencia, incluso se desarrollan algunas subtramas como el indeciso futuro de Clytemnestra Erwin o la despedida de Bethany Cabe del título. Sin embargo, nadie parece atreverse a iniciar una historia de largo recorrido, por lo que se recurre principalmente al episodio autoconclusivo, permitiendo que los próximos encargados de la colección tengan la suficiente libertad de movimientos, sin que arrastren argumentos que solucionar antes de iniciar su trabajo; algo que en cierta forma ya consiguió el propio O’Neil antes de marcharse del título. Unos números algo intrascendentes, en mi opinión, pero no por ello carentes de un alto nivel de entretenimiento y una claro ejemplo de lo que significa la cohesión de un universo de ficción como el de la Casa de las Ideas.

El recopilatorio comienza con Iron Man #209, uno de los pocos guiones escritos por Dennis Mallonee para Marvel, un escritor que había entrado en el mundo de los cómics gracias a Bill Mantlo, al que le sugirió algunas de sus ideas. Además, junto al artista Rick Hoberg, trabajó en The Official Handbook of the Marvel Universe, colaboración que les llevaría a trabajar de nuevo en esta entrega de la cabecera del Cabeza de Lata. Curiosamente, Mallonee no es recordado especialmente por su trabajo en Marvel, bastante insustancial por otra parte, sino por aprovechar a mediados de los ochenta algún tipo de resquicio legal en el copyright de los Campeones, cuya serie se habría publicado casi una década antes por la Casa de las Ideas, pero cuyo nombre utilizó para un proyecto publicado por la editorial norteamericana Eclipse Comics. Curiosamente, esto obligó a Marvel a no poder utilizar el nombre de los Campeones hasta bien avanzado el nuevo siglo. Pero mucho antes de eso, el dúo formado por Mallonee y Hoberg, con la presencia de los entintadores Ian Akin y Brian Garvey, realizarían una historia que intenta explorar la eterna dicotomía entre magia y tecnología. Para ello, nuestro protagonista formaría equipo con nada más y nada menos que Jack Russell, la versión marvelita del Hombre Lobo, el reconocible icono del género de terror más clásico. Utilizando muy bien esta extraña alianza que ofrece un escenario tan variopinto como el del Universo Marvel, Mallonee construye un argumento que gira en torno al lupino colaborador del Hombre de Hierro, utilizando para ello a la hermana de Jack, Lissa, que presenta ciertas reminiscencias de su maldición familiar, sirviendo para traer de vuelta a Morgana le Fay. Esto sirve en cierta forma para recuperar el concepto de caballero de brillante armadura que representa el propio Iron Man, pero también para ponerlo de nuevo frente a frente con la hechicera. Recordemos que el Vengador Dorado estuvo anteriormente en la Inglaterra del Rey Arturo, de donde surge esta villana, que fue presentada por primera vez en un cómic Marvel en la clásica serie Black Knight, publicada en 1955 y realizada por Stan Lee y Joe Maneely, hasta convertirse en una antagonista habitual de los Vengadores y su franquicia.

Dennis Mallonee daría paso a Danny Fingeroth, un editor y guionista que estaría muy presente en esta etapa del Hombre de Hierro. Aunque es posible que Fingeroth sea especialmente recordado por su faceta de editor, sobre todo de los diferentes títulos protagonizados por nuestro amistoso vecino arácnido, también fue el guionista una larga temporada en la cabecera Dazzler, así como en distintas adaptaciones cinematográficas publicadas por la Casa de las Ideas. Su primera aportación al periodo de transición en el que se hallaba inmerso la serie de Iron Man sería una historia intimista que recuperaba de manera puntual a dos personajes muy importantes en la trayectoria de Tony Stark en cualquiera de sus dos identidades: Happy Hogan y Pepper Potts, ahora con el apellido Hogan por su matrimonio con el exchófer de Tony. El guionista aboga por intentar explicar los motivos de la separación de estos amigos, poniendo de manifiesto lo complicado que es mantener una vida normal y segura para la familia en el entorno de un superhéroe. Aderezado con algunos aspectos pugilísticos, el relato profundiza con cierto interés en las complejidades de la amistad y en como por mucho que ellos quieran, no pueden evitar convertirse en el blanco de los enemigos de Iron Man. De ese modo, hace acto de presencia el Espía Maestro, otro viejo conocido de la serie, que regresa para un nuevo enfrentamiento con su antiguo enemigo. Un personaje que naciera en The Invincible Iron Man #33, pero que realmente no brillaría con luz propia hasta la etapa orquestada por el trío formado por los artistas David Michelinie, Bob Layton y John Romita Jr., donde protagonizó algunos de sus mejores momentos. A los lápices tenemos a Mark D. Bright, un dibujante que no solo había sido una parte activa de la despedida de O’Neil, sino que estaría presente en este hiato artístico que atravesaba la cabecera.

El tercer invitado a la colección sería el guionista Howard Mackie, un escritor que pocos años después sería el responsable de relanzar al Motorista Fantasma, bajo la encarnación de Danny Ketch, además de escribir un buen número de series arácnidas, la mayoría recordadas hoy con cierto rechazo. Curiosamente, mucho antes de eso, unía sus esfuerzos con el dibujante Alex Saviuk, otro artista ligado al trepamuros, para traer de vuelta a otro villano de la particular galería del Hombre de Hierro: el Láser Viviente. Aparecido por primera vez en The Avengers #34, Arthur Parks era un brillante científico que entró en una grave depresión tras ser abandonado por su novia, Lucy Barton, lo que le llevó al punto de acosarla y, a su vez, a toparse con los Héroes más Poderosos de la Tierra. En esta ocasión, no controla demasiado bien sus poderes, pero tampoco acepta con agrado la ayuda de Iron Man, provocando la inevitable confrontación. Si durante la etapa de O’Neil hemos hablado de la presencia poco carismática de los villanos, ahora vemos como los distintos guionistas que pasan por la colección intentan recuperar ecos del pasado y antiguos enfrentamientos, recurriendo a la continuidad, pero sin forzar que estas apariciones sean especialmente relevantes para el futuro. A pesar de ello, Mackie sería el encargado de despedir formalmente a Bethany Cabe, que no regresaría hasta años más tarde, cuando la serie rondara los 300 números. Por si fuera poco, Jim Rhodes volverá a plantearse su papel bajo la armadura, algo que definirá en cierta manera su devenir en la colección.

En plena etapa de transición veía la luz Iron Man Annual #8, escrito por Bob Harras, que retomaba en cierta forma el tono team-up de la época. Para ello, los invitados de excepción serían la Patrulla-X, pero no la que en aquellos momentos escribía Chris Claremont, sino la que suponía un regreso de la formación clásica bajo el nombre de Factor-X. Dentro del cosmos mutante, Bob Layton había estado trabajando en un proyecto secreto que cobraría forma con la resurrección de Jean Grey, la cual era una realidad gracias a la colaboración de John Byrne, Kurt Busiek y Roger Stern. De ese modo, surgía un remozado concepto como el de la Patrulla-X original, pero esta vez se mostraban como una organización que cazaba a mutantes de cara a la opinión pública, aunque en realidad lo que hacían era utilizar esta tapadera para acercarse a los mutantes e intentar ayudarlos. Bajo esta premisa surgiría una nueva ampliación de la franquicia mutante, que tendría presentaciones del grupo y su nuevo papel por diversos títulos del momento, incluyendo su aparición en este anual, que tiene un marcado tono dramático, muy acorde con la compleja situación social que rodeaba a los portadores del gen-X tras el importante trabajo realizado por el Patriarca Mutante. Además, tenemos la presencia del Proyecto Pegaso, una organización gubernamental presentada por Ralph Macchio en el mítico Marvel Two-In-One #42, durante una etapa que ejemplifica muy bien el estilo de la Casa de las Ideas durante la década de los setenta con la presencia del siempre cumplidor Sal Buscema. Una vez más, en las páginas de este volumen, vemos como el baile de autores no supone un impedimento para construir historias totalmente fundamentadas en el rico pasado del Universo Marvel, pero que a su vez no parecen tener una mayor trascendencia para el futuro.

En la recta final del recopilatorio, coincidiendo con el 25 Aniversario de Marvel Comics, Danny Fingeroth se establece como guionista definitivo de la etapa de transición que atraviesa el Vengador Dorado para romper en gran parte con el esquema habitual hasta el momento. De ese modo, presenta una historia en dos partes donde el principal protagonista será Dominic Fortune. Este aventurero con reminiscencias pulp fue creado por Howard Chaykin en Marvel Preview #2, compartiendo cartel con el Castigador en una publicación que estaba totalmente orientada al héroe urbano. Sus orígenes se remontan a los años treinta, donde obtuvo fama mundial como aventurero de alquiler, cosechando una gran fortuna enfrentándose principalmente a criminales. Ya en los años cuarenta se las vería con quintacolumnistas nazis, para a continuación participar en la Segunda Guerra Mundial sirviendo bajo la bandera estadounidense. A pesar de su avanzada edad, y aunque Fingeroth plantearía un posible relevo, este no llegó a fructificar, por lo que Duvid Jerome Fortunov se pasearía por diferentes títulos protagonizados por Spiderman durante los ochenta, aliándose más tarde con la también mercenaria Marta Plateada. En la última década, en otro ejercicio de continuidad del propio Chaykin, el personaje se incluiría dentro de la formación de los Vengadores en un tiempo en el que ese concepto como tal no existía, pero que entraría dentro de la corriente de éxito de la franquicia bajo el título de Avengers 1959, año en el que transcurrían sus aventuras con un marcado tono de espionaje.

El intento de Fingeroth de abordar un concepto de relevo generacional muy habitual en algunos personajes de DC Comics no termina de cuajar. Por otra parte, el Cabeza de Lata deberá medir la fuerza de su nueva armadura con la segunda encarnación de Iron Monger, sin la presencia de su creador, Obadiah Stane. Una vez más, tenemos un uso de la continuidad, pero sin grandes repercusiones. En el apartado gráfico tendríamos a dos dibujantes diferentes para cada capítulo de la historia. El primero de ellos, Dwayne Turner, es un artista que no brilló especialmente en ninguno de sus trabajos, a pesar de haber estado en títulos de personajes importantes en la Casa de las Ideas como Hulk, el Capitán América o Lobezno. El segundo, Javier Saltares, estaba en los inicios de su carrera, mucho antes de que su nombre estuviese ligado al artista Mark Texeira o a la figura del Motorista Fantasma, como sucedería en la década de los noventa. Como cualquier etapa de transición que se precie, esta no presentó nada realmente novedoso y relumbrante en lo referente a la faceta artística. Si bien es cierto que sorprende bastante ver como a pesar de los meses transcurridos se mantiene una buena coherencia editorial y un respeto absoluto por la continuidad, de manera que, si no nos fijáramos en los créditos, casi parece que sea un mismo autor el que escribe la serie, el relevo constante de dibujantes de poca relevancia en la época nos devuelve a la cruda realidad, en lo que casi podríamos considerar una sucesión de fill-ins, por muy bien engarzados que estuvieran todos.

Fingeroth se despide en Iron Man #214 con la que posiblemente sea la historia de mayor relevancia del tomo, aunque no para su protagonista. Por enésima vez en este volumen, Tony Stark es un secundario de su propia serie, cediendo el protagonismo a Julia Carpenter, más conocida en aquellos momentos como Spiderwoman. Se trata de un personaje creado por el Editor en Jefe de Marvel, Jim Shooter, durante Secret Wars, una maxiserie de la que ya hablamos en su día en esta sección (Artículo 62). Aunque no sería Shooter quien la desarrollaría realmente, ya que su aparición fortuita siempre estuvo rodeada de cierto misterio. No obstante, tras el evento, pasaría a formar parte del entorno mutante, bajo las filas de la Fuerza de la Libertad, un grupo de mutantes al servicio del gobierno siguiendo órdenes de Valerie Cooper. Fingeroth tenía otros planes para el personaje, llegando incluso a escribir el guion de una serie limitada que enlazaba con este episodio de la cabecera de Iron Man, pero que por desgracia nunca llegó a ver la luz. A pesar de todo, esta historia supondría un punto de inflexión en la carrera de Julia, ya que comenzaría a estrechar lazos con los Vengadores, hasta ingresar más tarde como integrante de los Vengadores Costa Oeste, participando incluso en su versión noventera, Fuerza de Choque. De ese modo, y sin que sirva de precedente, en esta etapa de transición, sí que tenemos una historia de cierta relevancia para el futuro, rompiendo un poco la dinámica de los números anteriores, dejándonos en las puertas de una nueva y prometedora etapa para el Vengador Dorado, en la que regresaban a la colección dos autores recordados con cariño por los lectores más veteranos: David Michelinie y Bob Layton. La serie encaraba la segunda mitad de la década de los ochenta, y un rayo de esperanza se oteaba en el horizonte, aunque tras la muerte de la inocencia tenemos el oscuro presagio de una guerra, pero eso, como suele decirse, es una historia para otro día.

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