por Óscar Rosa Jiménez Dejando un poco de lado las leyendas y mitos de la antigua Grecia, así como los estudios relativamente serios sobre el vampirismo, el origen más o menos consensuado del mito moderno de este icono cultural nos traslada a la novela gótica del siglo XVIII, con la obra de John Polidori The Vampyr (El Vampiro, 1819), cuya creación está aparejada a la del Monstruo de Frankenstein. Este médico y escritor nacido en Londres fue contratado por Lord Byron, el famoso poeta romántico inglés, al que acompañó durante mucho tiempo. Durante una reunión organizada por Byron, en su casa de Suiza, que congregaba a varios miembros importantes de la literatura de la época, el poeta les propuso que escribiesen relatos de terror para contarlos durante una terrible noche de tormenta. Así nacía una de las novelas de terror más aclamadas de la literatura universal, Frankenstein o el moderno Prometeo, escrita por Mary Shelley, junto a la novela de Polidori, que sentaría en cierta forma las bases a la posterior obra de Stoker. De ese modo, la figura del vampiro es inicialmente asociada a un miembro de la aristocracia con un gran castillo y entornos bucólicos de la Europa del Este, además de otros elementos icónicos relacionado con el vampiro que han perdurado hasta nuestros días. A finales de los sesenta, el vampiro en los cómics había sido erradicado. Las teorías expuestas por el doctor Fredric Wertham en su famoso libro, La seducción de los inocentes (1954), habían conseguido acabar con las publicaciones de EC Comics, centradas principalmente en antologías de terror, y obligaron a las editoriales del sector a autocensurarse mediante un órgano que se denominó el Comics Code Authority, cuyo sello aparecía en todas las portadas de los cómics a partir de su creación. Entre las diferentes prohibiciones se encontraba la eliminación del rojo de la sangre, la obligatoriedad de que no hubiese crimen sin castigo, no se podía hacer mención a las drogas y, por supuesto, el exilio de los monstruos, entre ellos, obviamente, el vampiro. Sin embargo, Stan Lee sería el impulsor de una fisura en estas imposiciones, que bajo su punto de vista habían quedado un poco desfasadas, con la publicación de la famosa saga publicada en las páginas de The Amazing Spider-Man #96-98, donde sintió la necesidad de denunciar a la sociedad estadounidense el problema que suponían las drogas para los jóvenes, por lo que decidió publicarla sin el correspondiente sello del organismo censor. A pesar del miedo inicial a la repercusión que esto pudiese tener, finalmente no ocurrió nada negativo a nivel mediático, pero supuso la primera piedra de lo que a la postre supondría la desaparición del Comics Code Authority, aunque eso no llegaría a ser una realidad hasta muchos años después. No obstante, sirvió para revisar algunos parámetros de sus limitaciones, lo que incluso permitiría la utilización de ciertos monstruos clásicos. La cabecera del trepamuros volvería a hacer historia pocos números después, ya que en sus páginas debutaría Michael Morbius, un personaje que resultaría crucial para el regreso de los monstruos en el Universo Marvel y en los cómics de la Casa de las Ideas. En principio se barajó la posibilidad de utilizar al Conde Drácula como villano en The Amazing Spider-Man #100, pero se descartó porque ya se estaba preparando su propia serie regular a color (artículo 69). Entonces, Stan Lee decidió crear a un personaje de nuevo cuño, que apareció finalmente en The Amazing Spider-Man #101. De ese modo, cobraba vida un vampiro muy particular cuya sed de sangre nada tenía que ver con lo sobrenatural, sino más bien era fruto de un intento de curar una enfermedad que le podía costar la vida. Siguiendo la línea de personajes trágicos en el incipiente Universo Marvel, Michael Morbius se convertiría en un vampiro originado por la ciencia cuya maldición le perseguiría durante toda su vida. Posteriormente volvería a enfrentarse a Spiderman en la serie Marvel Team-Up, para verse beneficiado de la ampliación de títulos de la editorial dentro de su línea de revistas en blanco y negro, donde se convertiría en uno de los protagonistas de Vampire Tales. Una de las iniciativas que surgieron durante los setenta para esquivar el ojo censor del Comics Code Authority fue la apertura del mercado, dirigiendo sus productos hacia un público adulto. Siguiendo las pautas de lo que hacía James Warren en sus famosas publicaciones como Creepy, Vampirella o Eerie, Marvel creó su propio departamento de revistas en blanco y negro bajo el sello Curtis Magazine. Entre su primeros lanzamientos se encuentran Savage Tales (artículo 106), donde se realiza un acercamiento a la obra de Robert E. Howard y la fantasía heroica. Posteriormente, vendría una avalancha de títulos relacionados con el terror, poniendo de manifiesto que los monstruos habían regresado. De ese modo, no solo buscaban competir con las publicaciones de Warren Publishing, sino que Marvel se hacía eco de la oferta de mercado propiciada por el éxito en el cine de las películas clásicas de la Universal o la Hammer, así como de otros productos de entretenimiento para la pequeña pantalla, que comenzaban a calar entre la sociedad de la época, lo que provocó una multiplicación exponencial de títulos entre los que se encontraban Haunt of Horror, Dracula Lives!, Monsters Unleashed! y Tales of the Zombie, junto a nuestro protagonista de hoy: Vampire Tales. Durante la década de los setenta, Marvel Comics llegó a poner a la venta hasta tres títulos relacionados con los vampiros. Dos de ellos girarían en torno a la figura de Drácula, cuyo éxito procedía en mayor medida del celuloide. The Tomb of Dracula, bajo la dirección de Marv Wolfman y Gene Colan, suponía el ingreso del príncipe de Valaquia en los cómics de la Casa de las Ideas. A esta cabecera le seguiría la revista en blanco y negro Dracula Lives!, donde se explorarían sus orígenes y se adaptaría la novela de Stoker. Ese mismo año, en 1973, se ampliaba el catálogo con un nuevo magacín en blanco y negro aunque, en esta ocasión, los editores de Marvel pensaron que lo mejor era buscar a otro protagonista central para la revista, y si pertenecía a su cosmos de ficción mucho mejor. De esa forma, el elegido fue Michael Morbius, pieza central de Vampire Tales durante su publicación. La colección constó de once entregas, con una cadencia bimestral, prolongándose su estancia en los kioscos a lo largo de dos años. Debido al éxito cosechado por el personaje, posteriormente protagonizó un serial en Adventures Into Fear, cuyas aventuras se situarían cronológicamente antes de su aparición en la revista. Aunque Vampire Tales fue una publicación cuyo eje central era el vampiro, Morbius tuvo un gran protagonismo, quedando esto reflejado en la logoforma de la colección, convirtiéndose de algún modo en la imagen de la misma. Además, mientras el resto de historias incluidas en cada entrega eran de carácter autoconclusivo, el vampiro viviente de Marvel vivía sus aventuras de manera serializada. Dejando atrás su papel de villano del lanzarredes, Morbius abraza con fuerza un rol de antihéroe a la vez que muestra una de las características habituales de los personajes del Universo Marvel: el drama humano. Tras dejar atrás las limitaciones del Comics Code Authority, se apuesta por presentar su lado más salvaje, viéndose obligado a matar a inocentes para poder saciar su sed de sangre, a pesar de que el acto en sí mismo le horrorice. Además, pese a su condición de vampiro, Morbius sigue siendo un científico, alguien con una mente analítica que no se deja llevar por las creencias en lo sobrenatural. A pesar de ello, deberá enfrentarse a una secta demoníaca mientras ayuda a una joven en la búsqueda de sus padres. De ese modo, tenemos una confrontación entre ciencia y mitología que acaba definiendo al personaje, el cual llegará a oponerse incluso con los no muertos, en lo que supondría un duro enfrentamiento a sus propias necesidades. Aparte de las aventuras protagonizadas por el vampiro viviente de Marvel, la revista incluiría una serie de secciones, reseñas y artículos centradas en la figura del vampiro, haciéndose eco de los estrenos cinematográficos, los programas de televisión o las publicaciones de libros relacionados con el tema. Bajo un esquema muy similar al resto de revistas en blanco y negro de la línea, pero también con muchas similitudes con respecto a las revistas publicadas por la editorial Warren, que en cierta forma eran un referente de este tipo de productos. De hecho, podemos ver como en las primeras entregas de la revista se incluye delante de cada historia un fotograma de una película con bocadillos que sirven de presentación, emulando la labor del viejo Creepy o Eerie en sus respectivas cabeceras, siendo sustituidos por el Conde Orlock y otros famosos aristocráticos vampiros procedentes de las salas de cine. En esta edición publicada por el binomio editorial formado por SD Distribuciones y Panini Comics cabe destacar la inclusión de todos estos contenidos, traducidos y rotulados para la versión española, consiguiendo que el recopilatorio sea bastante completo. Incluso se han traducido las páginas de sumario de cada número, el Marvel Bullpen Bulletins y los anuncios de próximas entregas de la colección, lo que consigue trasportarnos a la década de los setenta durante la lectura, en una experiencia de lo más curiosa. Si bien es cierto que habrá a quién realmente le resulten algo cansinos ciertos artículos, por su carácter desfasado, no deja de ser un interesante ejercicio de retrospectiva que nos ayuda a ponernos en el contexto temporal del momento en el que se publicaban estos tebeos. Además, nunca antes se había publicado un magacín de forma tan completa desde los tiempos de Vértice, cuando la editorial barcelonesa publicó la colección Escalofrío, en la que cada entrega estaba dedicada a una revista diferente de las publicadas por Marvel, alternándose los diferentes magacines de la línea dedicados al horror. Por lo tanto, no deja de ser un hito histórico dentro de las publicaciones Marvel en nuestro país, aunque el precio no acompañe, todo hay que decirlo. Morbius no sería el único personaje del Universo Marvel que se pasearía por Vampire Tales. En Vampire Tales #2 debutó Satana, la hija del mismísimo Diablo y que más tarde se revelaría como hermana de Daimon Hellstrom, más conocido como el Hijo de Satán. Bajo un diseño inicial de John Romita, acabaría recalando en los lápices del dibujante español Esteban Maroto que la dotaría de un aspecto tan sensual como demoniaco, presentando una faceta diferente del vampirismo: la devoradora de almas; a pesar de que su leit motiv está más relacionado con el satanismo que con el vampirismo. Tras su paso por el magacín protagonizaría historias en las cabeceras genéricas Haunt of Horror y Marvel Spotlight hasta convertirse en uno de los miembros recurrentes del lado oscuro del Universo Marvel. Ocasionalmente, también hace acto de presencia Lilith, la hija de Drácula, presentada anteriormente en Giant-Size Chillers #1, un complemento trimestral de la serie protagonizada por su progenitor. Además, tendríamos la primera aventura en solitario del cazavampiros Blade, un secundario procedente de las páginas de la serie The Tomb of Dracula, uno de los exponentes de la blaxploitation en el Universo Marvel y que décadas más tarde sería interpretado por Wesley Snipes en una trilogía cinematográfica para la gran pantalla. Vampire Tales tendría cierta evolución a lo largo de su vida editorial. Comenzó siendo ese contenedor en el que Morbius era el plato principal, al que le acompañarían secciones y artículos, así como otros relatos de vampiros, aunque se colara alguno protagonizado por un hombre lobo o introdujera temas como el satanismo, ya fueran reediciones de antiguas publicaciones de la editorial o de nueva creación. También se incluyeron diferentes adaptaciones de relatos de terror, como la historia escrita por John Polidori. Pero, poco a poco, se fueron evitando las reediciones, fueron menguando los artículos y la revista se alimentó principalmente de cómics creados para la ocasión con una mayor extensión de páginas. Incluso las propias historias de complemento mostrarían un cambio sustancial, ya que el vampiro dejaría de ser esa maniquea figura perteneciente a la aristocracia, barones o condes, para llevar al icono hacia otros géneros como la ciencia ficción o el relato de terror con un trasfondo social, llegando incluso a trazar una similitud entre la adicción a las drogas y la sed de sangre del vampiro, algo que en cierta medida se vería reflejado en la última aventura protagonizada por Morbius. No obstante, a pesar de esta orientación más adulta de los contenidos, siguiendo una pauta similar a la evolución de las publicaciones de Warren Publishing, la revista acabó cerrando en su número once, tras prácticamente dos años de vida. A pesar de lo que pueda parecer a primera vista, el contenido monotemático resulta ameno de leer incluso después de varias décadas de su publicación. Sin perder de vista el clasicismo propio de mediados de los setenta y el contexto histórico de la serie, como sucedieran en la mayor parte de las publicaciones de Curtis Magazine, los relatos de vampiros no han envejecido nada mal. Esto es debido principalmente a los autores que participaron en el proyecto, incluyendo a guionistas de la talla de Chris Claremont, que además escribió una interesante disertación sobre el vampiro de la mitología y el de la ficción, Steve Gerber, Don McGregor o Doug Moench, entre otros. Por otro lado, el apartado gráfico recaía en artistas importantes de la época como Tom Sutton, Rich Buckler, Paul Gulacy, Val Mayerik o Jim Steranko. A ellos se unirían un importante plantel de artistas procedentes de nuestro país que habían irrumpido en el mercado estadounidense gracias a la agencia Selecciones Ilustradas, bajo la dirección de Josep Toutain. Tras el arrollador éxito de los artistas españoles en las revista de la editorial Warren, autores como Jesús Blasco, Jordi Bernet, Vicente Alcázar o Esteban Maroto, entre otros muchos, pasarían por las páginas de Vampire Tales dejando su particular huella tanto en las portadas como en las páginas interiores de la revista. Posteriormente, llegaría la oleada de artistas filipinos, cuyo trabajo en las revistas en blanco y negro de Marvel fue predomínate. Sonny Trinidad, Alfredo Alcalá, Tony DeZúñiga, Ernie Chan y Virgilio Redondo serían algunos de los responsables del arte en los últimos números de la colección. De ese modo, se puede constatar que la Casa de las Ideas apostó por autores de primera línea para un producto que con el tiempo ha perdido relevancia, pero que atesora la calidad propia de los relatos de terror clásicos, acompañado del arte de algunos de los mejores dibujantes de su época, dando como resultado un interesante integral dedicado en exclusiva a un subgénero dentro del horror: los vampiros. La edición para esta línea de clásicos minoritarios, que en tiempos pasados muchos aficionados pensaban que no volverían a ver jamás la luz del sol, sigue la senda marcada por un mercado en el que predominan los voluminosos integrales. La recopilación en un solo volumen de toda la serie, además con ese carácter tan completo que comentaba anteriormente, es un acicate, acostumbrados en la actualidad a tomos de 600 y 700 páginas, aunque no siempre resulten cómodos de leer. Habrá que ver en un futuro como se resienten estas encuadernaciones, a pesar de que un principio parece que la editorial italiana ha conseguido una sustancial mejora en sus publicaciones en ese aspecto. El tomo transmite cierta robustez y parece que se han minimizado los típicos crujidos que parecen ser el preludio de un trágico final. Hay un detalle que me ha parecido especialmente destacable, y es la inclusión de las portadas de la colección a todo color al final del tomo, incluyendo la del único anual que tuvo la cabecera, en cuyas páginas solo se publicaron reediciones, así como las portadas de la mencionada Escalofrío de Vértice, realizadas por el carismático Rafael López Espí. Sin duda alguna, una cuidada edición que hará las delicias de los amantes al género del terror en general, y a los vampiros en particular. Quizá la única contrariedad sea su elevado precio, que no permite poner al alcance de todos este interesante compendio, el cual nos ofrece la oportunidad de mirar hacia el pasado a través de una ventana como son los cómics de Marvel, poniendo de manifiesto una vez más que todo es cíclico en esta vida y que los vampiros, y el género del terror, han tenido diferentes momentos de popularidad a lo largo de las décadas. Ojalá algún día esta tendencia cambie, pero mientras tendremos que alegrarnos de que este tipo de materiales sean recuperados, aunque sea en estas condiciones algo elitistas. No obstante, para aquellos que tengan la oportunidad de acercarse a este tomo, tomen las precauciones adecuadas: mantengan cerca su crucifijo y tomen su dosis recomendada de ajo; es mejor estar prevenidos, por lo que pueda pasar. |
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