SPIDER-MAN LA HISTORIA JAMÁS CONTADA
por Óscar Rosa Jiménez


Esta semana, vamos a dedicarle nuestra sección a uno de los ensayos más completos publicados hasta el momento en nuestra querida piel de toro sobre la figura de uno de los grandes iconos de la cultura pop. Escrito por Julián M. Clemente, conocido actualmente por su papel como Editor Marvel en nuestro país a través de su trabajo en Panini Comics, que tras su carrera de periodismo atesora una enorme pasión por los cómics en general y por el Universo Marvel en particular. Formado en el fandom español, conseguiría atraer la atención de Alejandro Martínez Viturtia durante su primer trabajo publicado, Spider-Man: Una biografía no autorizada, al que le seguirían otros como Spider-Man: Bajo la máscara y X-Men: El precio de un sueño, así como un intenso periplo como divulgador mediante multitud de artículos en las publicaciones de Marvel tanto de la extinta Forum como en Panini. Perfilado como uno de los mayores conocedores del universo de ficción de la Casa de las Ideas, tanto en calidad de profesional como de aficionado, acomete uno de los mayores trabajos de su carrera en una obra que el propio autor admite que le ha costado alumbrar aproximadamente 15 años, hasta su publicación en 2015. De ese modo, cobra forma un gigantesco ensayo de casi 600 páginas, en el que se combina el rigor periodístico con la novelización propia de una gran thriller, narrando la tan compleja como interesante trayectoria vital de un personaje que ha traspasado las fronteras de la cuatricromía para instalarse como uno de los grandes personajes de ficción en todo el mundo. Un descomunal trabajo de investigación que cuenta con la pasión de un escritor que denota su cariño por nuestro amistoso vecino arácnido, dejando como resultado un espectacular libro que te acaba sumergiendo como ninguno en las vicisitudes de Spiderman dentro y fuera de los cómics.

Entre las diferentes presentaciones que tuvo el proyecto en su momento, Julián resaltó un aspecto en el que se diferenciaba de sus anteriores trabajos, al cual hace alusión en la propia introducción: la ausencia de ilustraciones. Esto lejos de ser algo baladí, además de una velada advertencia a todos aquellos que no suelan leer muchos libros fuera del ámbito de los cómics, viene a reflejar algo tan real como su densidad. Con cuatro veces la longitud de las dos publicaciones anteriores relacionadas con el personaje, la obra se presenta como un auténtico mamotreto de proporciones bíblicas. No obstante, a medida que te adentras en la lectura, acabas sustancialmente atrapado en ella, gracias a la cantidad de información interesante que incluye sobre todos los aspectos inimaginables. Clemente no solo realiza un exhaustivo repaso a toda la trayectoria editorial de Spiderman, extendida durante más de medio siglo, incluyendo entresijos editoriales, momentos históricos en los cómics o las disputas de los editores y artistas que han estado ligados de alguna forma con el lanzarredes, sino que añade una ingente información sobre cómo aquella creación que surgía de las mentes de Stan Lee y Steve Ditko en el histórico Amazing Fantasy #15 va tomando cuerpo y lucha por salir del gueto de la historieta para introducirse en el mundo del merchandising y, sobre todo, en el audiovisual, destacando su tímida aparición inicial en la televisión y su más que esperado estreno en la gran pantalla. Asimismo, podemos observar desde primera fila como una serie regular se convierte en toda una franquicia para sufrir todo tipo de intromisiones editoriales y sobrevivir como puede a las inclemencias económicas que vive la propia compañía. Sin duda, la biografía más completa sobre Spiderman que se puede leer actualmente, recopilada en un solo volumen para disfrute de sus muchos seguidores.

La densidad como tal no creo que sea algo necesariamente negativo, sino más bien la herramienta que permite al autor condesar todo ese flujo de información que sintetiza muchas décadas de historia sobre el personaje. Sin embargo, y siendo quizá el único aspecto negativo del ensayo, su estructura y presentación sí que presentan cierto escollo para la experiencia lectora. Solo seis inmensos capítulos dividen todo el trabajo del escritor, los cuales se presentan como abigarrados textos sin puntos de corte aparente. Quizá una subdivisión de dichos capítulos en estructuras más pequeñas y manejables permitiría que la lectura no supusiese un tour de force, además de transmitir la sensación de estar leyendo un artículo larguísimo, cuando en realidad el propio texto sí tiene una estructura que nos lleva por las diferentes fases que aborda cada capítulo. Es necesario señalar que no es algo puramente estético, ni siquiera hace mella en la potente, y apasionante en ocasiones, escritura del autor, sino que realmente es complicado encontrar ese corte que te permita continuar en otro momento, no por mero cansancio, sino por pura falta de tiempo. Más allá de este pequeño contratiempo, el gran acierto es tomar en cierta forma como referencia el trabajo de Sean Howe en Marvel Comics: La historia jamás contada (Artículo 118), estableciendo un hilo conductor que nos lleva desde la creación de Spiderman hasta la pérdida de derechos de Sony sobre la versión cinematográfica. De ese modo, hilvanado con mucha habilidad, se desvelan multitud de claves sobre lo sucedido entre las bambalinas de historias emblemáticas y descubre al fascinado lector aspectos no revelados con anterioridad, con anécdotas francamente interesantes. Si bien es cierto que en momentos concretos se abusa de la síntesis de tramas ocurridas en los cómics, sin llegar al punto del tedio, no deja de ser un vehículo para ponernos en situación, simultaneando aspectos editoriales de la propia Marvel con los sucesos de relevancia que transcurrían dentro de la viñetas, entrelazando ambos hechos en un culebrón digno de los que realizaban los mismos artistas en las publicaciones de la Casa de las Ideas. Sobre el papel se teje un increíble y emotivo thriller que conecta con el lector, llegando a emocionar en algunos pasajes.

Uno de los aspectos más interesantes es la aclaración sobre temas que han dividido a los aficionados durante años, pero que toman un nuevo cariz apoyado en multitud de citas de los verdaderamente implicados, aquellos que lo vivieron en primera persona y observaron cómo se forjaban las leyendas. Como no podía ser de otro modo, el ensayo comienza con los orígenes del personaje, que con el paso de los años se ha rodeado de controversia sobre quienes eran sus creadores. Es curioso, porque nadie en aquel lejano año de 1962 apostaba por una vida muy larga para ninguna de sus creaciones, pero cuando eso cambió, generando dinero y rentabilidad a la compañía, fueron muchos los que surgían afirmando haber aportado una u otra idea en el diseño del uniforme, la concepción del personaje o cualquier detalle por nimio que nos parezca. Incluso la posterior batalla legal y mediática que emprendería Jack Kirby contra Stan Lee por sus diferentes trabajos en común introduciría sus tentáculos en ese aspecto. Con el paso de las décadas esto se repetiría de forma anecdótica con la creación del traje negro, aunque sin llegar a los límites realmente bochornosos a los que se llegaron sobre la creación del personaje.

La otra conclusión interesante que podemos sacar es la importancia que tendría en años venideros la aportación de Steve Ditko, así como la de John Romita, convirtiéndose ipso facto en los trabajos de referencia para un alto porcentaje de los artistas que acabarían uniendo su trayectoria profesional con el lanzarredes. Desde dibujantes a guionistas, todos tomarían como modelo una u otra etapa para identificarse con ella y hacer suyo al personaje. Unos optarían por la tendencia de Ditko al realismo y su nexo de unión con la coherencia cotidiana, mientras otros apostarían por el culebrón romántico y la iconicidad que el artista neoyorquino insufló al superhéroe, lanzándolo al estrellato, a pesar de que en sus inicios ser sucesor de alguien como Ditko fue una importante losa que tuvo que soportar, así como el tan cacareado método de trabajo Marvel, con el que muchos dibujantes estaban lejos de sentirse cómodos. Ditko, además, puso toda su alma durante su estancia en The Amazing Spider-Man, de manera que acabó convirtiendo a Peter Parker en una extensión de su persona a todos los niveles. Desde su actitud de nerd antisocial blanco de las burlas de Flash Thompson hasta llegar a plasmar sus convicciones por el Objetivismo, una filosofía impartida por Ayn Rand, que había calado hondo en el autor y que explica los motivos que lo impulsaban a su comportamiento. Además, Clemente despeja certeramente todas las dudas sobre la marcha del dibujante de la cabecera, que no solo obedecían a sus discrepancias con Stan Lee a la hora de afrontar la identidad secreta del Duende Verde, a pesar de que en el tramo final de su estancia en Marvel ni siquiera se hablaban, sino que fue un cúmulo de circunstancias las que provocaron la marcha del autor. Si bien es cierto que esas diferencias creativas existieron, también fueron el germen para que Lee se distanciara y dejara mayor libertad a Ditko, que sería el gran responsable del aumento exponencial en la calidad de la colección sin interferencias editoriales. Sin embargo, las exigencias de Martin Goodman, creyendo que el público estaba interesado en una serie donde la vida privada del protagonista cobrara mayor relevancia, también jugaron un papel importante en la huida sin mirar a atrás de uno de los padres fundacionales del Universo Marvel.

La implicación de cada uno de los autores a la hora de plasmar las aventuras de Peter Parker y su alter ego fue en muchas ocasiones un reflejo de la vida de los propios autores. Un personaje cuya principal característica era la de transmitir que los lectores se sintieran identificados solo podía ser gracias a la fórmula de trasladar dicha realidad a las viñetas. De ese modo, Julián nos pone ejemplos verdaderamente esclarecedores al respecto, como las similitudes de Gwen Stacy con la mujer del propio Stan Lee, que trasladaba al papel sus vivencias personales. Asimismo, autores que se sentían más identificados con Mary Jane defendían a la pelirroja en su papel de novia del héroe. De hecho, autores como Marv Wolfman llevaron esto hasta el extremo, llegando a trasladar sus propias experiencias personales a las de Peter, en una sincronía realmente sorprendente.

En la misma línea de implicación con la realidad, llama la atención cómo algunos de los momentos clave dentro de la historia de Spiderman tienen detrás una decisión editorial que se emitió desde la autoridad y que poco o nada tiene que ver con la creatividad de los autores. Aunque la primera realmente destacable fue las directrices que le dieron a Lee, y este traspasó a Romita, sobre el cambio de dirección que debía tomar la serie, lo que se traduciría en un éxito sin paragón que convertiría a Spiderman en el buque insignia de la editorial, no sería ni mucho menos un caso aislado. Durante la estancia de Gerry Conway al frente de la cabecera se vivirían varios momentos similares como la clásica “Saga del clon”, que obedecía a una imposición desde las altas esferas de Marvel para que resucitara a Gwen Stacy, cuya muerte inflamó los correos de la época. Conway, lejos de hacer caso, optaría por una solución bien distinta, de la que sus jefes no tuvieron constancia hasta su publicación. Asimismo, un caso similar ocurriría con el Spidermóvil, creado contra su voluntad para publicitar un juguete. De hecho, lo hizo tan de mala gana, que introdujo en la historia a dos personajes que dejaban entrever lo forzado de la situación, los cuales eran la viva imagen de Roy Thomas y Stan Lee. De ese modo, el vehículo acabó en el fondo del río, como señal de su desprecio por él. Detalles como este se repetirían en muchas ocasiones, sobre todo durante el mandato de Bob Harras como director de la franquicia arácnida, alcanzando su punto crítico en los noventa donde se regresaba sobre el clon para crear una línea argumental que se alargó hasta la saciedad, provocando que ni los propios autores supiesen como acabarla sin que tuviese al menos un poco de sentido. Durante los noventa fue una época especialmente conflictiva, no solo por las modas estéticas y la proliferación de dibujantes que acaparaban los focos de atención, sino porque fue una época en la que la muerte se convirtió en una puerta giratoria que no dejaba de girar. Resurrecciones que nunca se debieron llevar a cabo se hicieron presentes, así como muertes absurdas que acabarían desechas poco después con soluciones aún más absurdas y surrealistas.

Entre las distintas trayectorias de autores que analiza el libro, destaca especialmente la participación de John Romita, un autor que no solo ilustraría una etapa que acabó convirtiéndose en leyenda, sino que desde su cargo de director artístico tendría la misión de retocar muchos cómics tras dejar su puesto como dibujante regular de la cabecera. Además, participó en multitud de portadas, realizó los primeros años de las tiras de prensa y sirvió de guía y mentor para muchos de los dibujantes que se acercaban al personaje. Con una habilidad innata para el romanticismo, desarrollada durante sus años en DC Comics, consiguió que la vida privada de Peter Parker fuese tan apasionante como la de su alter ego, aumentando así la conexión con el lector y su consiguiente éxito. Además, el apellido Romita se mantuvo ligado a la franquicia arácnida durante décadas, no solo por la irrupción de su propio hijo, que acabaría siguiendo sus pasos, sino que el artista regresaría en momentos puntuales, devolviendo así una imagen que él mismo convirtió en icónica, pero que a su vez se extendió por el resto de publicaciones de la Casa de las Ideas, en lo que se acabaría conociendo como estética Marvel. Tom DeFalco tendrá también un papel preponderante en esta historia, por ser considerado como el editor que consiguió dar una consistencia a la familia de títulos arácnidos, que hasta su llegada estaban divididos, al igual que ocurría en el resto de publicaciones de Marvel, donde cada editor tenía su propia parcela independiente del resto. A su vez, DeFalco alternó su relación con Spiderman en el puesto de editor y como guionista, coordinando etapas tan reconocibles como la de Bill Mantlo (artículo 33) y la de Roger Stern, o su periplo junto al dibujante Ron Frenz, una pareja creativa con la que trabajó en otros personajes de la compañía. Figuras como Axel Alonso o Joe Quesada, ya en épocas más recientes, también tienen su presencia en este ensayo, donde Clemente parece no olvidarse de nadie en un exhaustivo repaso a todos los autores que hicieron algo mínimamente destacable con Spiderman.

Uno de los elementos que hacen a esta obra especialmente atractiva, distanciándola de cualquier otra biografía que podamos encontrar, es su manera de abarcar el crecimiento que tuvo Spiderman, pasando de superhéroe de Marvel a icono cultural. Para ello, Julián hilvana una línea narrativa que transcurre en paralelo transmitiendo perfectamente la evolución del personaje en los distintos medios. Comenzando su andadura en programas de televisión de bajo coste, o analizando en profundidad las distintas teleseries emitidas a partir de los noventa. Asimismo, los esfuerzos de Stan Lee porque el personaje rompiese las barreras de la historieta darían su fruto en 2002, tras diversos intentos fallidos de que el lanzarredes fuese llevado al cine. Clemente analiza los diferentes films, reconstruye momentos de postproducción y complementa con anécdotas de los creadores cinematográficos durante los rodajes. Un interesante extra que añade un mayor valor si cabe a una obra que consigue abarcar lo máximo posible sobre la figura del icono. A todo esto habría que sumarle un laborioso trabajo de documentación, incluyendo citas de autores, diálogos de los propios cómics y extractos de los correos de los lectores de las diferentes épocas, que nos permiten ver el impacto de ciertas historias en los aficionados en un mundo sin Internet. La muerte de Gwen Stacy, el matrimonio con Mary Jane, “Pecados del Pasado” o la “Saga del clon” son solo algunos ejemplos palpables de que aquellos personajes de cómic se han acabado convirtiendo en algo más, de tal forma que a muchos aficionados realmente les importa su destino hasta el punto de considerarlo algo más que simples creaciones de ficción. Esa emoción y esa pasión es la que se respira en una obra que ofrece una historia jamás contada antes, pero que merecía serlo. Gracias a la inconmensurable labor de Julián es una realidad, convirtiéndola en nuestra historia y una lectura de cabecera que se postula como imprescindible a la hora de conocer en profundidad a Spiderman, así como su extensa trayectoria. Ahora ya no hay vuelta atrás, todos nos hemos quedado atrapados en su red.

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