VENGADORES COSMICOS por Óscar Rosa Jiménez Los Guardianes de la Galaxia son un grupo de héroes provenientes de un futuro distópico situado en el lejano siglo XXXI, que posteriormente sería conocido como Tierra-691. Su nacimiento tuvo lugar en la serie genérica Marvel Super-Heroes, un banco de pruebas propio de la década de los sesenta del que surgieron personajes como el Capitán Marvel o el Águila Fantasma. Se trató de una colección que aprovechó las limitaciones de Marvel Comics Group debidas a su estricto contrato con la distribuidora de la época que, casualidades de la vida, pertenecía a la competencia, dando así salida a nuevas creaciones para expandir el Universo Marvel. En este escenario, con fecha de portada de enero de 1969, se publicó Marvel Super-Heroes #18. La idea inicial surgió de Roy Thomas, aunque debido al poco tiempo del que disponía, la dejó en manos de Arnold Drake, un viejo amigo, que en aquellos momentos escribía las aventuras de la Patrulla-X. El concepto primigenio estaba basado en la amenaza comunista, uno de los temas más recurrentes en los inicios del Universo Marvel. Sin embargo, Drake, tras reunirse con Stan Lee, optó por una aproximación a la ciencia ficción mediante una guerra interplanetaria. El propio Stan propuso utilizar a los Badoon, una raza alienígena con aspecto de reptil que ya intentó conquistar la Tierra en The Silver Surfer #2, sin demasiado éxito. Por lo tanto, ¿por qué no presentar un futuro en el que esta raza había conseguido sus objetivos? Además, en el lejano año 3007, el dominio de la autodenominada Hermandad de los Badoon abarcaría todo el Sistema Solar, convirtiéndose en una amenaza terrible para la humanidad. Como en cualquier futuro apocalíptico, siempre hay un pequeño espacio para la esperanza. En esta ocasión, dicho sentimiento estará representado por los Guardianes de la Galaxia, un grupo formado inicialmente por cuatro integrantes: Charlie-27, el último superviviente de la colonia terrestre de Júpiter, criado en un planeta con once veces la masa y tres veces la gravedad de la Tierra, y poseedor de una fuerza sobrehumana; Martinex, el hombre de silicio cuyo cuerpo puede convertir ondas lumínicas en ráfagas de extremo frío o calor, y último superviviente de la colonia terrestre de Plutón; Mayor Vance Astro, el primer terrícola en viajar por las estrellas, maestro milenario de la psicoquinesis y único superviviente del siglo XX; y Yondu, nativo de la colonia terrestre de Centauri-IV, un maestro de las armas y último de una raza de bárbaros. Todos ellos se van uniendo de manera fortuita a lo largo de Marvel Super-Heroes #18, el primer número incluido en el tomo, hasta unir sus fuerzas contra un enemigo común, los Badoon. Analizando el número fríamente, podemos ver un concepto que, si bien resulta interesante, aún tenía que pulirse. La historia no deja de ser otro relato más de ciencia ficción, similar a los que nos podemos encontrar en las publicaciones de Marvel en aquella época. Quizá, lo realmente relevante sean los lápices de Gene Colan. El maestro de las luces y las sombras hace un trabajo muy bueno, en el que la espectacular narrativa nos transporta a ese posible futuro desde la primera viñeta; perfecta para una historia tan trepidante como esta. En contraposición, tenemos unos diseños de personajes monocromáticos, que serían remodelados en su siguiente aparición. Como decía, la idea estaba toscamente presentada, aunque en 22 páginas tampoco es que hubiese espacio para mucho más, la verdad. De hecho, muchas de las características de los personajes no serían desarrolladas en su origen, sino que Steve Gerber se encargaría de ir perfilando a los protagonistas, transformándolos en algo que nos resultará mucho más familiar. Según parece, aquellos héroes del futuro tuvieron una buena acogida por parte del público. No obstante, tuvieron que esperar en la nevera creativa durante cinco largos años. A mediados de los años setenta, la nueva hornada de autores de Marvel estaba decidida a rescatar a todos los personajes olvidados de la editorial. Steve Gerber se decantó por los Guardianes de la Galaxia. El autor eligió ese cajón de sastre que era Marvel Two-in-One para narrar el regreso de los héroes del futuro, el cual fue todo un éxito. En Marvel Two-in-One #4, La Cosa ve truncado su tranquilo paseo dominical por el zoo de Central Park gracias a Wundarr. En el caos animalesco, Ben recibe ayuda del Capitán América y Sharon Carter, que también disfrutan de un día de asueto. Una vez resuelto el incidente, los tres deciden tomar un café en el Edificio Baxter, donde Reed pone a punto la máquina del tiempo creada por el Dr. Muerte. Poco después, debido a un pequeño accidente provocado por el sobrino favorito de la tía Petunia, hace acto de presencia Tarin, una chica procedente de un futuro en el que los Badoon son los soberanos de la Tierra, y han esclavizado a la humanidad. De esa forma, el Centinela de la Libertad, la Cosa y Sharon se embarcan en un viaje en el tiempo con la firme intención de liberar a la humanidad, y apoyar a los Guardianes de la Galaxia. La estructura de team-up de la serie parece obligar a Gerber a mantenernos en vilo un número más, retrasando el regreso de los héroes del futuro. Aun así, el autor aprovecha esta especie de prólogo para ir añadiendo nuevos elementos a un concepto que es prácticamente un terreno baldío. Pese a la ausencia de los Guardianes, el de Missouri nos presenta a los zoms, humanos cuya capacidad de raciocinio se ha visto eliminada mediante psicocirugía. Así, los Badoon comenzarían un camino que, con el tiempo, les llevaría a convertirse en una de las razas alienígenas más importantes del Universo Marvel. En Marvel Two-in-One #5, nuestros viajeros temporales conocen a los Guardianes de la Galaxia. Lo primero que salta a la vista es el cambio estético que sufren los personajes. Atrás queda el estilo monocromático, dando paso a la imagen icónica que todos tenemos en mente cuando pensamos en estos personajes. Me parece destacable el trabajo de Sal Buscema, que nos deja un par de episodios que destilan perfectamente la esencia de Marvel durante gran parte de los setenta. En segundo lugar, Gerber dota al grupo de una nave que es prácticamente un clon de la Enterprise de Star Trek, la cual ha sido bautizada como Capitán América. Pero lo realmente interesante es el desarrollo de los personajes, ya que el autor consigue sintetizar la poca información de su primera aparición, ofreciendo al lector una presentación más adecuada. Además, introduce nuevos datos y dota a los personajes de rasgos más o menos distintivos. El más destacable es el Mayor Vance Astro, que se perfila como el líder de la formación y nos narra su propio origen ampliado. Como sucede con la mayoría de los héroes Marvel, Vance es un superhéroe con superproblemas: está encerrado en un traje para impedir que su piel entre en contacto con el aire y se convierta en polvo; procede del siglo XX, desde el que realizó un viaje que no sirvió para nada; y, por si fuera poco, es un hombre fuera de su tiempo. Si nos fijamos, presenta muchas similitudes con Steve Rogers, que es su mayor ídolo, algo de lo que queda constancia en estas primeras apariciones del personaje. Al nutrido grupo formado por héroes de distintas épocas, se une la resistencia, cuyos miembros no pueden evitar luchar al ver en acción tantos símbolos de la libertad juntos. Así, consiguen liberar una ciudad oprimida por los Badoon en el siglo XXXI, dando comienzo una nueva era de esperanza para la humanidad. Pero el camino hacia la libertad es largo... Pese a que la trama queda resuelta, el éxito de aquellos dos números propiciaría que los Guardianes regresaran prácticamente un año después. En esta ocasión, Gerber utiliza la cabecera de los Defensores, en concreto Giant-Size Defenders #5 que, a la postre, sería el último de esta serie de especiales. Esto solo sería el inicio de una saga que continuaría en The Defenders #26-29. En el mencionado Giant-Size, volvemos al estilo extravagante de Gerber con el no-grupo por excelencia de Marvel. El Doctor Extraño y su compañeros investigan lo que parece ser un desplazamiento temporal. Este hecho provoca alteraciones atmosféricas y, tras un extraño suceso en el mar, surge Eelar. Se trata de un monstruo marino que pone en jaque a los Defensores, cuya revelación final me ha decepcionado un poco. De todas las rarezas que podía contar el autor, se decidió por una que no me convence demasiado. Además, el dibujo de Don Heck tampoco ayuda, la verdad. Posiblemente sea el Giant-Size más flojo de todos. De todas formas, Eelar no es más que una excusa para unir el camino de los miembros del no-grupo con el de los Guardianes, que unen sus fuerzas contra el monstruo. Una vez derrotado, igual que sucediera con la visita de Tarin, los Defensores se sienten impelidos a intentar restablecer la justicia en ese inhóspito futuro. También hay un hecho que resulta apremiante para que los Guardianes deban volver a su época: la presencia, en un mismo momento, de dos versiones de Vance Astro está creando una paradoja temporal. Es curioso como las normas de la ciencia ficción del Universo Marvel se han retorcido en la actualidad, sin aportar nada interesante... Durante cuatro episodios, la colección se convierte en un team-up que nos deja una historia entretenida, pero que baja un poco el listón tras el inicio de la etapa de Steve Gerber. Aunque el autor no olvida el desarrollo de personajes, pese al nutrido grupo de protagonistas que pululan por estos números, los Defensores prácticamente pasan a un segundo plano. Si no fuera por la actitud obcecada de Jack Norris respecto a la Valquiria, encerrada en el cuerpo de quien fue su mujer, que lo hace partícipe de las aventuras del no-grupo, podríamos pensar que estamos tranquilamente en otra serie. Me llama la atención cómo en esta colección todo acaba girando en torno la guerrera asgardiana. Como decía, los Defensores se convierten en invitados de su propia colección, de modo que el de Missouri sigue desarrollando a personajes como Vance Astro, al que vamos conociendo aún más, gracias a tener dos versiones de él al mismo tiempo. Pero si hay algo realmente notable, en este inicio de la saga, es ver como el guionista nos traza una hoja de ruta de la historia del Universo Marvel, uniendo los diferentes futuros que se han ido creando en los últimos años. Así, tenemos una perfecta cronología de los universos distóspicos, destacando aquellos en los que nacen personajes como Deathlok o Killraven. De ese modo, el universo de ficción de la Casa de las Ideas se expandía sin perder la coherencia. Ojalá muchos autores siguiesen el ejemplo de Gerber y de otros más, que cimentaron un concepto que se ha ido pervirtiendo con el paso de los años. Además, el autor aprovecha la narrativa futurista para introducir una llamada de atención a la conservación de nuestro medio ambiente y la capa de ozono. La crítica social, aunque sea de manera sucinta, resulta ser otra herramienta más en esta serie, como ya hemos visto en anteriores ocasiones. Tras la clase magistral de historia, nos marchamos al futuro, donde el guionista sigue desarrollando un marco temporal que resulta ser un perfecto caldo de cultivo para una imaginación fértil. La raza Badoon sigue siendo teniendo un papel importante, pero es el vehículo para mostrarnos un mundo utópico en el que la guerra de géneros alcanza un nuevo nivel. Se trata de una especie cuyos géneros se unen con la única intención de procrear. No obstante, es imposible no ver un mensaje subliminal: las mujeres adoptan un papel de mayor desarrollo intelectual y viven de forma pacífica, mientras los hombres se centran en la conquista y la dominación de otras razas. Por otro lado, conocemos un planeta en el que todos viven embriagados bajo el yugo de un monarca, al más puro estilo medieval. A esta combinación de pasado y futuro, Gerber le añade un punto excéntrico, incorporando a la ecuación un programa televisivo llamado Superlotería Mortal. Se trata de un reality show propio del Mojoverso, aunque aún quedan muchos años para poder verlo en el Universo Marvel. Yondu y Hulk deben luchar por su vida, mientras el público hace apuestas. Huelga decir cuál es el resultado final, pero tengo que reconocer que resulta divertido ver algo tan bizarro entre sesudas reflexiones sociales. Sin duda, una extraña amalgama de conceptos que definen perfectamente qué clase de autor era Steve Gerber. Por último, en esta saga tiene su aparición el que, a la postre, se convertirá en la primera incorporación a los Guardianes de la Galaxia: Halcón Estelar. Estamos ante un personaje rodeado de misterio, cuya única información que recibimos es una somera aparición de Aleta. Solo podremos disfrutar de un diseño sencillo pero efectivo y unos poderes que no dejan de sorprender a todos, como su capacidad de volar por el espacio aprovechando los vientos estelares sin necesidad de ningún artefacto. El enigmático personaje tendría su momento más adelante (Artículo #45). No me gustaría terminar este artículo sin destacar el trabajo de Sal Buscema, que si bien es cierto que resulta menos espectacular que en números anteriores, aquí destaca por su narrativa fluida y por su importante aportación a unos personajes a los que les vino muy bien la renovación estética. En estas ilustraciones tenemos la imagen icónica de la Marvel clásica. También me parece destacable el grupo de portadas que acompañan a estos números, las cuales son de una bellísima factura. Gil Kane y John Romita hacen un trabajo excepcional con unas imágenes que incitan a leer estos cómics, gracias a unas composiciones realmente increíbles. Guardianes de la Galaxia y Defensores unen sus caminos para luchar por la libertad del futuro de la humanidad. La ciencia ficción y las artes arcanas se dan la mano en una historia que solo podía concebir alguien como Steve Gerber. Ha llegado la hora de luchar por nuestro futuro, ¿quién se apunta? |
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