Como ya se ha ido demostrando en esta sección, la serie de los Cuatro Fantásticos supondría la fuente de una infinidad de conceptos y personajes que acabarían tomando su propio camino, tan autónomo como importante, dentro del Universo Marvel. Pero hoy me gustaría hablar de una etapa muy concreta de la colección; una época dominada por un autor cuyo trabajo aquí supondría su despedida de Marvel tras diecisiete años. Nos referimos a…

LOS 4 FANTÁSTICOS DE WALTER SIMONSON
por Óscar Rosa Jimenez


La llegada del autor tenía lugar en un momento en el que la colección parecía haber perdido su rumbo. Steve Englehart parecía incapaz de tomarles el pulso a sus protagonistas, o al menos es lo que parecía con el constante cambio de alineación. Precisamente en esos momentos, el grupo lo formaban cinco componentes: los cuatro habituales y Sharon Ventura.

En aquellos momentos, Ben había dejado de ser la Cosa, por lo que Sharon lo suplía en ese aspecto. Ella decidió someterse a la transformación debido a que no se aceptaba a sí misma como mujer. A pesar de ese pequeño detalle, ambos eran pareja y el amado sobrino de la Tía Petunia seguía participando en las aventuras del grupo, que al fin y al cabo eran su familia.

Walter Simonson iba a dejar la serie de Los Vengadores cuando le ofrecieron sustituir a Englehart. La serie de los Héroes más poderosos de la Tierra estaba marcada por constantes decisiones editoriales que frenaban su creatividad; curiosamente parecía sufrir en sus carnes algo similar a lo que padeció Roger Stern, su predecesor en la colección. La gota que colmó el vaso sería precisamente la obligación de devolver al matrimonio Richards a la serie de la primera familia, a pesar de que no se estaban utilizando de manera habitual. De esa forma tenemos la marcha del autor tras los personajes, ambos con el mismo destino, aunque nos quedamos con las ganas de saber qué tenía preparado con ellos como miembros de los Vengadores, durante lo que se le presuponía sería una larga temporada.

Nada más llegar a la colección se encontraría con otro hándicap. Se estaba desarrollando la saga Actos de Venganza, una idea propuesta por John Byrne, donde los más importantes villanos del Universo Marvel se reunían para establecer un cambio de antagonistas para intentar derrotar a sus enemigos definitivamente. La forma en la que el autor acomete la tarea me parece digna de mención, ya que parece querer ridiculizar el concepto enfrentando al cuarteto contra enemigos de segunda fila, que en algunos casos incluso se tropezaban antes de llegar a sus objetivos. Además la saga queda en un segundo plano, mientras que la trama principal trata un tema interesantísimo: la posibilidad de crear un registro de superhumanos. Estoy seguro de que aquellos que han seguido la actualidad en los últimos años les sonará un poco el tema. La cuestión es que Simonson no necesita a un dibujante hot, ni una miniserie espectacular, se conforma con el trabajo de Rich Buckler y Rom Lim. Aun así establece una audiencia en el Congreso donde testificará Reed Richards para establecer las líneas maestras de por qué no se debería hacer un acta de registro en una interesante exposición que no deja lugar a dudas.

Fantastic Four #334 - 336 son tres números muy interesantes, donde la saga es un mero fondo, en los que se trata con bastante profundidad la legalización de los héroes. Pero lo más curioso de todo, es que el misterioso enemigo del cuarteto que los estaba convirtiendo en una diana no era nadie ajeno a la colección. Parece que Simonson estaba un poco harto de tanto mandato editorial y en esta historia se descarga un poco haciendo lo que le da la gana.

A partir de Fantastic Four #337, el autor decide ocuparse también de los lápices y entonces tenemos el verdadero comienzo de su etapa en la colección. Al parecer ya lo tenía pensado con anterioridad, ya que su irrupción como autor completo iba a coincidir en numeración con su inicio en la serie de Thor, forzando así una de esas casualidades que en este caso no se podría considerar como tal.

Simonson comienza una historia que tendrá sus coletazos hasta prácticamente su marcha de la colección, convirtiendo a los protagonistas en unos particulares viajeros temporales. El extenso arco argumental tiene dos características importantes: muestra la influencia de novelistas como H. G. Wells y Murray Leinster en el autor; retoma un concepto que dejó en suspenso en su etapa en Los Vengadores.

Pero quizá la característica más importante, al margen de todo esto, sea la capacidad del autor para mostrarnos una historia al más puro estilo de Lee y Kirby sin perder ni una porción de su propia personalidad. De esa forma tenemos una aventura frenética, llena de espectacularidad con un toque de ciencia ficción tan necesaria como esperada en esta colección.

La burbuja temporal supone un peligro para la realidad por lo que Reed decide comenzar un trepidante viaje en un trineo temporal bajo el nombre de Rosebud II, en homenaje al final de Ciudadano Kane, donde deberán afrontar el peligro que ofrece un Celestial renegado y un Galactus con el apetito desbordado. Aunque no serán los únicos retos que deban superar, ya que se retomará a Nébula y el consejo de los Kangs cerrando las tramas pendientes de la otra colección. Incluso el Dr. Druida tiene una pequeña aparición. Pero el cuarteto, en realidad un quinteto en aquellas fechas, no partirá solo, sino que contará con la presencia de Thor e Iron Man, posiblemente un pequeño préstamo por las molestias ocasionadas, aunque llega un momento del viaje en que el autor prescinde de ellos de manera un tanto abrupta.

El viaje al corazón de la burbuja temporal los llevará a diferentes realidades. En la primera de ellas se topan con Cabeza de Muerte, un personaje cuyas aventuras se desarrollaban en la división inglesa de Marvel y que parece tener cierta influencia del Juez Dredd.

El siguiente invitado sería Gladiador, el jefe de la Guardia Imperial Shi'ar, que en su primer saludo no será demasiado amistoso. Aunque su ayuda será muy importante de cara a la detención del Celestial renegado, lo que implicará que el desarrollo de la trama se dirija hacia el remoto pasado del Universo Marvel, la raza de los Desviantes y el mismísimo Galactus. Pero la verdadera aventura comienza con el regreso a casa…

En su viaje de vuelta, nuestros protagonistas, se verán perdidos en el tiempo lo que les llevará a conocer diferentes realidades. La primera de ellas nos retrotrae a tiempos pasados, aunque estemos en los años noventa, donde impera la Guerra Fría en un duelo armamentístico con la Unión Soviética. Los cambios irán más allá de lo sociopolítico, ya que Ben se encuentra con una Alicia casada con su contrapartida produciéndose ciertas situaciones de tensión en el grupo, sobre todo en lo referente a Sharon. La rocosa compañera del sobrino de la Tía Petunia será el centro de gran parte de esta etapa, obteniendo un desarrollo paralelo a su pareja que destila dramatismo y humanidad. El autor no pierde de vista la esencia del personaje y con este dúo tiene la oportunidad de elevarlo al cuadrado de forma que la felicidad de ambos se nos antoja harto complicada.

En la siguiente parada seguiremos la ruta hacia el pasado, en esta ocasión a la era mesozoica. Una oportunidad que se brinda el autor a sí mismo para disfrutar dibujando a ciertos "animalitos" que le apasionan, curiosamente un reflejo de la obsesión de Franklin a lo largo de gran parte de su actuación en esta etapa. La verdad, es que se puso un poco pesado el chaval…

Prácticamente sin tiempo para coger aire, nuestros protagonistas llegan a casa para encontrarse con el siguiente problema...

La compleja trama que hila Simonson abarca Fantastic Four #347 - 349 y tendrá como novedad su ausencia en los lápices. El encargado de sustituir el pequeño descanso del autor será Arthur Adams, cuyo trazo es más fino y recargado. Esa historia será posiblemente la más conocida de toda la etapa debido a la creación temporal de Los Nuevos Cuatro Fantásticos, un grupo formado por: Lobezno, Motorista Fantasma, Spiderman y Hulk. La elección, a pesar de las apariencias, no fue algo aleatorio, sino que está relacionado con los poderes de los sustitutos, sin embargo, la inclusión de Lobezno se salía de ese esquema con lo que el motivo cambiaba por un comentario que desarma a cualquiera: "Lobezno mola y vende mucho".

Realmente el autor consigue lo imposible, ya que el estrambótico grupo funciona a la perfección, incluso tenemos al Hulk gris haciendo el papel de gruñón que tantas veces ha protagonizado la querida Cosa. El grupo, a pesar de las reticencias iniciales, consigue hacer de tripas corazón reuniendo sus habilidades con la idea de vengar la muerte de los Cuatro Fantásticos originales, a excepción de Susan, o al menos eso es lo que ellos creen. La trama involucra elementos tan dispares como los monstruos de la era pre-Marvel, el Hombre Topo, los skrulls y una siempre presente posible destrucción de la ciudad. Una historia al servicio de la diversión, sobre todo de los autores involucrados, que genera situaciones cada vez más intrincadas hasta el desenlace final. Al final, Simonson se quita una espinita que tenía clavada con la última página, ya que incluye un cameo de cierto personaje al que no le permitieron incluir en el "experimento".

El siguiente paso del autor reside en rescatar al Dr. Muerte. Pero no lo hace de cualquier manera, no. Llega a la conclusión de que cualquier aparición del personaje desde la lejana etapa de Lee/Kirby era obra de diferentes Muertebots. Esto puede chocar un poco así a bote pronto, pero el autor rescataba una idea original de John Byrne que utilizaba estos robots para sustituir al personaje en los momentos que fueran necesarios. Simonson insinúa la posibilidad de que haga más tiempo del que pensamos tras la última aparición verdadera del monarca de Latveria.

El regreso de la némesis del cuarteto supondría la enésima trampa que estaría a punto de costar la vida a la primera familia, no obstante, tenemos un par de puntos de sumo interés. El primero de ellos es que se puede observar un paralelismo entre la intervención de la Cosa en Secret Wars, donde recurría al Dr. Muerte para conseguir su deseado regreso a la humanidad perdida. En esta ocasión, será Sharon la que interprete dicho papel, con la salvedad de que Ben elige ese preciso instante para volver a su estado rocoso con tal de que su relación no se vea afectada. Pero la parte más interesante de cualquier enfrentamiento con Muerte radica en el duelo de ingenios entre él y Reed Richards, aunque en esta ocasión se introduce un nuevo elemento: el tiempo. Con un Simonson en estado de gracia, podemos disfrutar de un combate a lo largo de la línea temporal entre dos de las mentes más brillantes de este universo de ficción, cuyo final supone el regreso definitivo del principal villano del grupo.

En la recta final de esta etapa, tenemos el desarrollo de una trama que se ha ido cocinando poco a poco. Los viajes en el tiempo están protegidos por una agencia, la AVT (Autoridad de Variación Temporal), y nuestros protagonistas habían infringido varias leyes en sus últimas aventuras. Esto provocaría una súbita detención que desembocaría en un no menos súbito juicio. Huelga decir cómo acaba esto, aunque como curiosidad habría que añadir que Simonson quiso dejar un homenaje implícito a Mark Gruenwald, el editor que se aseguraba de que no se produjeran errores en la continuidad del Universo Marvel; la misma labor que ejercía la agencia.

En Fantastic Four #354 concluía la etapa de Walter Simonson al frente de los imaginautas, aunque podía haber continuado mucho más. El propio autor decidió marcharse debido a que ya no se sentía cómodo en la editorial. Como si de un dinosaurio se tratara, veía como sus amigos de toda la vida se iban extinguiendo, lo que provocaba que se sintiera un poco fuera de lugar. Tampoco parecía estar de acuerdo con ciertas tendencias editoriales de aquella época, por lo que decidió marcharse. Desgraciadamente nunca sabremos sí lo que tenía preparado mejoraría el conjunto de esta etapa, sin embargo, de lo que no me cabe dudas es que esta decisión supuso el final de la época dorada del autor. Quizá no se prodigó tanto como otros autores, pero sí dejó un puñado de buenas historias como legado: esta etapa es un buen ejemplo de ello.

Mi conclusión final es que estamos ante la segunda mejor etapa del autor en Marvel presentando unas historias que no encajaban demasiado en la época en la que se publicaron. No obstante, mantiene la magia, la ilusión y por encima de todo el entretenimiento puro y duro. En definitiva, historias al estilo Marvel en lo que supone el regreso de la primera familia a un camino que nunca debió abandonar. Así que abrochaos el cinturón y disfrutad del viaje con destino: la diversión.


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