Si nos centramos en el universo Marvel de la década de los setenta, es lógico hablar de explosión creativa, ampliación de temáticas y un universo cohesionado. Una de las temáticas que más proliferaron en dicha época fue el terror. De esa forma, la Casa de las Ideas adoptaba mitos ancestrales tan icónicos como Drácula o, directamente, los creaba. Continuando con los chupasangres, lo lógico sería mencionar a Morbius. Así, haciendo una comparativa, podemos ver dos claros ejemplos de personajes con cierta relación, aunque sea algo muy superficial. El personaje que hoy nos ocupa, está en consonancia con el segundo ejemplo, pero a lo largo de su dilatada historia tuvo momentos en que reunió las cualidades que mencionaba al inicio: universo cohesionado, ampliación de temáticas y, desde luego, explosión creativa. Hoy hablaremos de... por Óscar Rosa Jiménez Con esta relevancia, hace acto de presencia un nuevo personaje Marvel, que sufrirá diferentes giros de lo más inesperados a lo largo de su historia. Pero antes rondará como personaje secundario en la serie del Trepamuros. Su condición de astronauta y militar será la baza que jugará Stan Lee. Asimismo, durante su estancia en el espacio, contrae un extraño virus que lo dota de fuerza sobrehumana. La NASA le construye un traje especial para poder controlar y medir su nueva fuerza. En The Amazing Spider-Man #42, instigado por su padre, utiliza sus nuevas habilidades para intentar detener a Spiderman, injustamente acusado de robar un banco. El editor del Bugle descubre que todo era un malentendido, pero su hijo ya ha sido derrotado, lo que provoca que su relación con el Trepamuros se agrie aún más si cabe; pese a que Spiderman consigue curarlo durante el enfrentamiento de la extraña enfermedad que sufre. Tras algunas pequeñas apariciones como secundario, Gerry Conway y Gil Kane, entintado por John Romita, llevan al personaje a un nuevo nivel; uno más acorde con el inicio de este artículo. En The Amazing Spider-Man #124, el título es totalmente revelador: "The Mark Of The Man-Wolf!". Todo me hace pensar que estamos ante un pequeño guiño/homenaje a la célebre película protagonizada por Paul Naschy, realizada en 1968 y titulada "La Marca del Hombre-Lobo". Se trata de una de las muchas producciones del género realizadas en nuestro país en aquella época, cuya difusión mundial tuvo su eco. En aquel número, todavía convulsos las recientes muertes de Gwen Stacy y su esmeralda agresor, descubrimos que, en el último viaje a la Luna, John Jameson trae consigo un pequeño souvenir: una piedra lunar. Con dicho elemento se hace un colgante, y durante la luna llena, bajo el influjo del mineral, se convierte en un hombre lobo salvaje y movido por sus instintos. En ese estado, John es incapaz de discernir nada. Como un animal acosado, se dedica a buscar a la gente que ama en su otra encarnación. El primero es su querido padre, aunque más tarde se ceba en Kristine Saunder, su prometida, la cual queda tan traumatizada que olvida temporalmente que su novio es un hombre lobo. En un intento por luchar contra las radiaciones lunares, John se confecciona un traje con el material que utilizan los astronautas. Por algún extraño motivo, en el universo Marvel, los astronautas van de amarillo y verde... No obstante, las precauciones son en vano. Además, la piedra se ha injertado en su piel y no puede quitársela. Durante su enfrentamiento con Spiderman, éste consigue arrancársela y tirarla al East River, en lo que todos presuponen será el final de la historia de la unión entre la dichosa piedra y el astronauta. Gerry Conway tenía otros planes... Poco después, en Giant-Size Super-Heroes #1, el autor rescata al personaje. En esta ocasión, utiliza a Morbius para reunir a dos iconos del terror al más puro estilo Marvel, enfrentándolos, una vez más, a nuestro amistoso vecino favorito. El famoso genetista recupera la piedra lunar, empleándola como herramienta para devolver a John Jameson a su estado lupino. De este modo, puede ejercer un control mental sobre él para utilizarlo, a modo de distracción, mientras intenta buscar una cura definitiva a su estado vampírico. Ambos son derrotados, y el astronauta vuelve a padecer la indeseada maldición. J. Jonah Jameson, que averigua el problema de su hijo, intenta protegerlo escondiéndolo del mundo. El editor del Bugle debe soportar que, una vez más, el Trepamuros ayude a su hijo. No sabemos qué le preocupa más, si el estado salvaje que adopta John las noches de luna llena, o que su más odiado enemigo no revele quién es en realidad el hombre lobo que aterroriza a la ciudad. Una difícil dicotomía, la que asola la mente de J.J.J. La complicada situación del personaje queda en el aire, aunque no será por mucho tiempo. La proliferación de títulos protagonizados por personajes del género de terror en Marvel favorece a John Jameson, al que se le presenta la posibilidad de dejar de lado su carácter de secundario para pasar a ser protagonista de sus propias historias. Así, pasa a protagonizar el final de la colección titulada Creature on the Loose. El título de la colección no podía ser más apropiado, criaturas que andan sueltas (o algo parecido), a pesar de que sus primeros veintinueve números están protagonizados por Thongor, cuyas aventuras tienen lugar en la legendaria Lemuria. A partir del trigésimo primer número de la serie, John toma el relevo del bárbaro, protagonizando un puñado de números, hasta la cancelación de la misma en el número 37. En esta corta, pero intensa etapa, el personaje pasará por diversas fases, debido a los diferentes autores que escribirán la serie. El primero de ellos es el polifacético Doug Moench, que estará acompañado por los lápices de George Tuska. En los primeros compases, la trama va acorde con el título de la serie, ya que la amenaza que supone la encarnación lupina de John Jameson pasa a ser un problema de la policía. Simon Stroud, un antiguo agente de la CIA convertido en detective, será el encargado de perseguir a la peligrosa bestia. Durante dos números, el guionista mezcla elementos superheroicos con los del género de terror. Así, podemos ver como el perseguido protagonista hace todo lo posible por mantener oculto su secreto, como si se tratase de la identidad secreta de un superhéroe. Con esta finalidad, recurrirá en constantes ocasiones a la ayuda de su padre, que lo encubre todo lo que puede. A veces, esto generará situaciones algo ridículas, como que su prometida, con la que cortará de forma poco ortodoxa, no recuerde la primera vez que John revirtió a su estado normal delante de ella. Incluso, que el propio Stroud no revele el secreto, una vez lo conozca, a pesar de que el ejército ordena la detención de John por no volver a su puesto tras su permiso, considerándolo un desertor. De esa forma, tenemos el eterno drama del secreto inconfesable y la persecución de una bestia que en el fondo no quiere hacer daño a nadie. Estoy seguro que podréis encontrar algunas similitudes con otros personajes del universo Marvel. A continuación, tenemos un número de transición escrito por Tony Isabella, también dibujado por George Tuska, en el que se inicia una trama que se resolverá al final de la etapa en solitario de nuestro protagonista. En este número, Kraven el cazador persigue al hombre lobo. Todo parece obedecer a un plan urdido por un desconocido socio, que contrata al buscado criminal para que capture al "animal", además de eliminar a su padre y a su prometida. Pero Kraven tiene un extraño código de honor, y tras capturar a su presa, a la que pretende utilizar para matar a sus otros encargos, entrega un arma a Jonah J. Jameson, para que sea él quien elija si su hijo debe vivir o, por el contrario, permitirá que siga haciendo daño a gente inocente. Este perverso juego psicológico es detenido por Simon Stroud momentos antes de que se produzca una tragedia familiar. Tras detener a Kraven, hará lo propio con John, una vez en su forma humana, acusándolo de perjurio. Ahora no solo lo busca la NASA, sino que se ha convertido en un criminal buscado incluso por el FBI. En medio de esta peliaguda situación, llega el dúo de autores que dará un vuelco a la vida del astronauta, David Kraft y George Pérez. Ambos desarrollan los planteamientos de Isabella, sobre todo en lo referente a Kraven y su misterioso "socio". A pesar de los diferentes cambios ocurridos hasta el momento, se mantiene una consistencia argumental. También es cierto que los cambios de las tramas se hacen de manera gradual, sin brusquedades. Todo comienza con una historia muy dinámica y simple para, poco a poco, ir aumentando en complejidad. Kraft llevará al personaje a otro nivel, lo integrará más en el universo Marvel, pero lo más sorprendente de todo, es que consigue atar todos los cabos y darnos un giro final de lo más inesperado. La llegada de George Pérez insufla mayor calidad gráfica, ya que Tuska es demasiado tosco en sus representaciones de las figuras humanas. Es cierto que las transformaciones son su punto fuerte, pero el arte del neoyorquino con ascendencia puertorriqueña dota a la historia de una mayor espectacularidad en algunos momentos. Además, la definición de su trazo, o las arriesgadas composiciones de las páginas, aumentan el atractivo de esta etapa. Sin duda, este relevo artístico fue todo un acierto. Por último, habría que destacar las maravillosas portadas realizadas por Gil Kane y John Romita en esta etapa. Algunas son simplemente maravillosas. Volviendo a la historia de nuestro lupino protagonista, tras el enfrentamiento con Kraven, John se convierte en un fugitivo. Gracias a la buena voluntad de una pareja de hippies, comienza un viaje con tintes de road movie, pero que tomará un camino de lo más inesperado. El primer altercado en su nueva vida tiene lugar cuando se cruza con el Aborrecedor. Desde luego, la combinación de conceptos no podía ser más estrambótica: un megalómano reconocido, que planea hacerse con una estación orbital para poder utilizar su rayo del odio, contra un astronauta hombre lobo. Por si fuera poco, John se topa con todo esto por casualidad, ya que en un paseo en moto se interna en una zona donde algunos lugareños trabajan para el villano en la creación de una base secreta que sirva a sus planes. El escenario, al más puro estilo kirbiesco, junto a las diversas alusiones cinematográficas, nos transporta a historias cercanas al espionaje. Tanto es así, que la aparición de Nick Furia y sus agentes de SHIELD no desentona demasiado cuando se produce. Tras el desmantelamiento de la guarida secreta y el acto heroico de un enfurecido hombre lobo, el Aborrecedor parece desaparecer para siempre. Sea lo que sea eso en el universo Marvel... Con esta historia, se pone fin a la persecución de John, que regresa a la NASA, donde se le exculpa de todo si se presenta voluntario para ir a la estación orbital en la que el Aborrecedor tenía puesto el ojo, ya que no pueden comunicarse con ella. De una road movie al espacio, pasando por el espionaje. Cuando digo que es una etapa muy dinámica, creo que no exagero nada. Como podemos ver, hay cambios de escenario constantes, incluso en el tono de la serie. Es curioso, porque a pesar de que pueda parecer que los autores no saben qué hacer con el personaje, esta amalgama de elementos no desentona para nada. Todo está muy bien hilvanado, por lo que tenemos un cambio de temáticas de forma fluida y natural. Además, Kraft fomenta una subtrama en la que Jonah J. Jameson busca a su hijo, el cual está considerado un prófugo. Después protagoniza otra en la que busca a Kristine, cuyo rapto enlazará con la fase final de la etapa. Quizá éste sea uno de los detalles que más me ha gustado: dos tramas en paralelo que confluyen en un final en el que todo tiene una explicación. Llegados a este punto, John inicia la misión que lo lleva al espacio. Una vez en la estación orbital, descubrimos que una extraña raza, de apariencia extraterrestre, lucha con los integrantes de la base espacial por el control de la misma. También parecen tener un especial interés por el astronauta y su piedra lunar. Tras diversos altercados, uno de los desconocidos convence a John para que vaya con ellos a su mundo y les ayude. Mientras, cuando los miembros de la NASA recuperan el control, se descubre, gracias a unos rayos X, que la piedra lunar no solo está injertada en la piel de nuestro protagonista, sino que ha creado ramificaciones por todo su cuerpo. De ese modo, concluye la serie, dejando a los lectores en ascuas, aunque no será por mucho tiempo. Poco después, la historia concluye en Marvel Premiere #45 - 46, donde los autores nos desvelan toda la realidad sobre la piedra lunar. Allí, se narra la historia del Otro Reino, un lugar situado en otra dimensión, que se encuentra inmerso en una guerra civil. Los presuntos terroristas buscaban al portador de la piedra lunar, la cual formó parte de un dios estelar al que necesitan para derrotar al tirano Arisen Tyrk. En estos números, la piedra está más unida que nunca a John, que, además, deja de ser un hombre lobo salvaje y sin sentido para convertirse en un guerrero lupino que porta la armadura y la espada del antiguo dios estelar, manteniendo su inteligencia. Al parecer, mientras estaba en la Tierra, la gema no podía desarrollar plenamente sus poderes. Sin embargo, en la otra dimensión sí es posible. Por si fuera poco, Tyrk es el responsable del rapto de Kristine, por lo que el astronauta mata dos pájaros de un tiro y se cierran todas las tramas. Tras la odisea galáctica, la pareja vuelve a la Tierra para intentar rehacer sus vidas. En solo dos números, Kraft le da la vuelta a la tortilla, mostrándonos una temática a caballo entre la fantasía heroica y la ciencia ficción. Incluso podemos ver cómo se une a John una especie de compañía arquetípica de cualquier relato de Tolkien, con mago y todo. Los lápices de George Pérez ayudan a transmitir la épica de las batallas con caballos voladores y una ambientación que me recuerda a los tebeos de Flash Gordon que leía de niño. Lo más curioso es que todo sigue encajando bien, a pesar de los diferentes cambios que hemos ido viendo a lo largo de toda la etapa. De esa forma, tenemos un puñado de tebeos de lectura amena y divertida, que posiblemente no pasen a la historia, pero siguen transmitiendo la magia de Marvel y son tremendamente entretenidos; una lástima que estén inéditos. Pero tras este interesante periplo por las estrellas, John da un paso atrás en esa evolución constante y vuelve a ser un hombre lobo poseído por la piedra. Una vez más, tras su etapa como protagonista, queda relegado al papel de secundario y enemigo casual de Spiderman, durante la etapa escrita por Marv Wolfman en la serie del Trepamuros. Aunque también tendrá un primer contacto con Hulka, en su primera serie, con la que terminará teniendo una relación. Teniendo en cuenta que la amazona esmeralda se ha acostado con medio universo Marvel, esto puede resultar un dato anodino, pero la cosa cambia cuando el affaire culmina en matrimonio, por obra y gracia de Dan Slott, a pesar de que la unión no durará demasiado. Por cierto, Slott sería el encargado de recuperar al personaje, utilizándolo para recordarnos su faceta de dios estelar en la tercera serie regular de Jennifer. Pero volviendo a épocas más remotas, recuperando la cronología, en su paso por algunos de los títulos protagonizados por Spiderman, tenemos el tercer anual de Peter Parker Spectacular Spider-Man, donde acaba expulsando la piedra de su cuerpo, y con ella, la maldición. Todo, gracias a Spiderman y la colaboración de Curt Connors. Así culmina, de una vez por todas, su etapa como uno de los monstruos de la Marvel clásica. Posteriormente, recuperaría su faceta de soldado, convirtiéndose en miembro de un equipo formado por el Capitán América. John sería el piloto personal del Capi durante la extensa etapa de Mark Gruenwald en la serie del Centinela de la Libertad. El antiguo astronauta participaría activamente en algunas de las aventuras de Steve, incluso colaboraría con Los Vengadores y pilotaría el quinjet. Después volvería a recaer en su faceta de secundario de la franquicia arácnida, hasta la recuperación de Slott que he mencionado antes. Una vez más, tenemos un claro ejemplo de cómo el universo Marvel está cohesionado. Pero, sobre todo, es la mejor forma de ver cómo la Casa de las Ideas promovió conceptos que mezclaban el género superheroico con otros más en boga. Incluso, creando sus propios personajes, sosias de los icónicos, que, posteriormente, evolucionaron a otro nivel, donde la imaginación era el límite. |
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