El Dr. William Barret Forrest, Doctorado en Ciencias, fue un niño del ghetto que consiguió salir de su barrio en Los Ángeles, y convertirse en el director de uno de los más prestigiosos laboratorios de investigación de la nación. Un hombre cuya búsqueda le otorgó el poder de crecer, instantáneamente, a la altura de cuatro metros y medio, con el poder de un verdadero gigante. Un hombre que se convirtió en... un héroe. por Óscar Rosa Jiménez Bill Foster tiene su primera aparición en The Avengers #32, durante la etapa de Stan Lee y Don Heck en los Héroes más Poderosos de la Tierra. Desde su presentación, nuestro protagonista de hoy está ligado a la pléyade de científicos que pululan por el Universo Marvel. Pese a su origen humilde, comparable al de otros personajes como Peter Parker, tenemos a un genio sin parangón dentro de la Bioquímica. Esta cualidad es vital para que, en el mencionado número, Henry Pym lo contrate para ayudarle a conseguir una solución al problema que le está aquejando. El uso continuo de las partículas Pym había derivado en una enfermedad grave, además de verse atrapado en un cuerpo de tres metros y medio de altura. Esta complicada situación le apartaría de su faceta de superhéroe durante cierto tiempo, aunque sería el germen del nacimiento de uno nuevo. Parece que la editorial se negaba a que el Universo Marvel se quedara sin un Hombre Gigante. Foster no solo consigue ayudar a Pym, sino que, además, soluciona los problemas derivados del uso prolongado de las partículas Pym, de tal forma que él mismo acaba utilizándolas con la aprobación del vengador. Esto es algo que se verá perfectamente en su serie regular, ya que parece que, en un principio, solo el matrimonio Pym conoce la doble identidad del que acabará convirtiéndose en Goliat Negro. Un nombre, todo sea dicho, muy poco original y sin demasiado gancho. La explicación, una vez más, se encuentra en su serie regular, donde se intenta profundizar sobre las motivaciones del personaje para convertirse en superhéroe. El deseo de hacer el bien tiene una dura confrontación con la sensación de no estar a la altura de las circunstancias, sobre todo teniendo en cuenta que las dos personas que utilizaron anteriormente el nombre de guerra eran dos vengadores de pleno derecho, mientras que él es un don nadie, que no consigue cosechar ninguna victoria clara durante sus enfrentamientos con el villano de turno. Esta sensación de inseguridad le lleva a adornar su nombre con un calificativo que hace honor a su color de piel, que unido a ese traje tan hortera, con ese cuello levantado y antiestético, lo convierten en un personaje tan entrañable como irremediablemente segundón. Afortunadamente, tiempo después, alguien vio oportuno cambiar el uniforme al personaje con una acertada combinación de blanco y azul, que hacía un contraste mucho más efectivo que los iniciales amarillo y azul. Tras su primera aparición en The Avengers, se convierte en un secundario habitual de la serie. La curación de Pym le proporciona una nueva oportunidad laboral en Industrias Stark, donde es ascendido a Jefe de la División de Bioquímica en una planta ubicada en Los Ángeles, centro neurálgico de sus aventuras durante la posterior serie regular. Pero antes de eso, nuestro protagonista se pasearía por el Universo Marvel, tanto para testear su popularidad como para servir de ejemplo de ese universo cohesionado tan característico en la Marvel de la década de los setenta. En The Avengers #75 se marcha a Alaska junto a Janet y su marido, que abandonan los Vengadores, para continuar sus investigaciones sobre el compuesto de crecimiento. Esta compañía le permite participar como secundario en Marvel Feature #9, una historia protagonizada por la pareja, con claras reminiscencias del serial que protagonizaron en Tales to Astonish durante sus primeros años. Finalmente, este retiro científico es el idóneo para que Bill consiga sintetizar un nuevo suero, eliminando los efectos nocivos del anterior. Esto sucede en Power Man #24-25, la serie protagonizada por Luke Cage, el mayor exponente de la blaxploitation. No creo en absoluto que sea una casualidad que uno de los momentos más importantes en la historia de Bill suceda en esta serie. Al fin y al cabo, la camaradería racial siempre ha existido en el Universo Marvel. En aquellos dos números, escritos por Tony Isabella y dibujados por George Tuska, Foster decide aprovechar unas vacaciones de Industrias Stark para intentar atraer de nuevo la atención de su exmujer, Claire. Su plan consiste en contarle que, después de sus investigaciones con Pym, había logrado duplicar sus poderes pero, como le había pasado a él, se había quedado atrapado en su tamaño de tres metros. Foster queda con Claire en un circo ambulante, donde trabaja para ganar dinero y costearse sus investigaciones en busca de una cura. Allí fue donde se vistió por primera vez con su traje superheroico y tomó la identidad de Goliat Negro. Sin embargo, Luke Cage, el nuevo novio de Claire, también acude a la cita, lo que produce que, primero, se enfrenten entre ellos, para posteriormente unir fuerzas contra el Jefe de Pista y su Circo del Crimen, que resultan ser los propietarios del circo en el que trabaja Foster. Finalmente, Claire elige quedarse con Luke, en lugar de con su ex-marido, que se marcha a Los Ángeles, avergonzado. Ese es el punto de partida de una serie regular cuyo primer número tiene fecha de portada de febrero de 1976. Este sería el único episodio escrito por Tony Isabella, que junto al dibujo de George Tuska, entintado por Vince Colleta, inician la andadura en solitario del personaje. El autor continúa con la decadencia del personaje, arrastrando lo sucedido en la colección de Luke. Se nos presenta como un superhéroe sin rumbo fijo, cabizbajo y dubitativo, con una tremenda inseguridad en sí mismo. Ni la detención de unos ladrones de poca monta, ni los ánimos del propio Pym, consiguen que Foster asimile su nuevo rol de héroe. En este escenario, un poco deprimente, conocemos a los secundarios de la serie: Herbert Bell, Dale West y Talia Kruma; brillantes jóvenes empleados como ayudantes de Bill en su laboratorio personal. En principio, son personajes bastante anodinos y poco definidos, hasta la llegada de Chris Claremont en el segundo número de la colección. A partir de ahí, Claremont los moldea y los define, de manera que sean personajes totalmente reconocibles. Algo que tiene mucho mérito, ya que lo consigue en apenas cuatro textos de apoyo. Además, establece diferentes personalidades, enfrentadas entre sí, añadiendo un pequeño atisbo de interés romántico de Dale por Talia, en un acertado intento de aumentar el atractivo de las subtramas de la serie durante su breve duración. Debido al esquema habitual del autor, historias de largo recorrido, nunca llegaremos a saber si estos personajes pudieron ser interesantes, pese a que aquí no lo parezcan demasiado y estén más cercanos a los estereotipos más habituales de la época. Sin embargo, el autor consigue, en solo cuatro números, desarrollarlos un poco, dejando claro, una vez más, cual es su punto fuerte como guionista. En la primera aventura como protagonista de su propia colección, Goliat Negro investiga los asaltos a distintos laboratorios de la ciudad, durante los últimos días, para robar radón. Poniendo su propio laboratorio como cebo, el superhéroe de nuevo cuño acaba enfrentándose a Rompeátomos, el supuesto dirigente de la banda que perpetra los atracos. El primer número nos deja con un cliffhanger, técnica narrativa muy utilizada a lo largo de todos los números, que Claremont retoma para dar un pequeño giro al planteamiento de Isabella. En primer lugar, el autor crea una pauta en este número, que repetirá en los siguientes: en el enfrentamiento, Goliat Negro no consigue una victoria limpia. Esto fomenta esa actitud pesimista, aumentando la inseguridad en sí mismo. Algo que este autor sabe potenciar como nadie y que me recuerda al tratamiento de los primeros años de Cíclope. Con el laboratorio destruido, consigue salir con vida, a duras penas, quedando inconsciente. Afortunadamente, sale a su paso Celia Jackson. Esta joven, y guapa, samaritana le ayuda a reponerse, llevándolo a su casa, presentándose sin ningún rubor como el siguiente interés romántico de Bill, con un flirteo descarado desde el primer momento. Curiosamente, Claremont nos presenta a un personaje que representa todo aquello que Bill buscaba al reencontrarse con su exmujer. Celia no solo se siente atraída por el rostro (o lo que se puede ver de él) de Goliat Negro, sino que, al haber sido salvado por un superhéroe en Nueva York, se siente agradecida hacia este colectivo y decide devolverle el favor ayudando a uno de sus miembros. Acabar perdidamente enamorada era el paso más obvio en esta secuencia llena de tópicos. El segundo giro llega con el siguiente enfrentamiento con Rompeátomos, al que, esta vez sí, derrota con total claridad gracias a su intelecto. Pero el villano no es la verdadera mente detrás de los atracos. De hecho, su incompetencia le supone la muerte a manos de un mandado de su jefe. Desgraciadamente, tanto la identidad del criminal en las sombras como su ejecutor quedan sumidos en el misterio. Estoy convencido de que la particular forma de plantear las tramas del autor jugó en su contra, y ningún otro guionista de Marvel tuvo el más mínimo interés en atar cabos sobre los misteriosos robos de radón. De la misma manera, se quedan en el aire los problemas que comienza a tener Bill para controlar sus poderes. Parece surgir una pequeña inestabilidad en el control de los mismos, lo cual le genera escalofríos, náuseas y un terrible dolor. Posiblemente esta sea la mayor característica de esta serie: una gran cantidad de ideas y conceptos que se quedan en el éter de la creatividad para siempre. Tras el desastre de la noche anterior, el caos le persigue a su trabajo en las instalaciones de Industrias Stark, las cuales sufren el ataque de un grupo liderado por Vulcano. Las intenciones de los delincuentes parecen estar relacionadas con una caja. El misterioso objeto forma parte de una subtrama en la que está involucrado el gobierno y Tony Stark aparece de invitado especial. En esta historia, el autor presenta algunas incongruencias en el desarrollo del protagonista y su entorno. Los tres ayudantes, en un principio, parecían ser empleados suyos en su laboratorio, pero después dan muestras de ser también empleados de Industrias Stark. Tampoco parece tener claro qué dirección tomar en cuanto a la relación entre la policía y Goliat Negro, que pretende convertirse en el defensor de Los Ángeles. Al principio tiene enfrentamientos verbales con algún policía, sobre todo tras la muerte de un agente en el número tres. Sin embargo, en el número siguiente se le ve trabajando codo con codo con las fuerzas del orden para detener el intento de atraco de unos maleantes. Para rematar la faena, Goliat Negro se enfrenta al Zancudo, el cual pretende forjar un imperio del crimen en la ciudad, dirigido por él. Durante el enfrentamiento, el villano captura a Celia y su sobrino. La trifulca termina cuando el Zancudo dispara el Rayo-Z, con el que desaparecen tanto su oponente como aquellos a los que intentaba proteger. Y a partir de aquí, la serie pierde el rumbo totalmente... Quiero creer que a Claremont le coge por sorpresa la cancelación de la serie en el quinto número, porque si no es así, lo que viene a continuación no tendría explicación plausible. Bill, Celia y Keith, su sobrino, acaban en un lejano y desértico planeta. Allí conocen a Derath, un alienígena varado en el planeta, igual que ellos, con el que se alían para poder sobrevivir. Además, los conocimientos científicos del extraño ser son útiles para crear un portal con el que poder volver a la Tierra. Pero para acceder a los medios necesarios para ello, Goliat Negro debe enfrentarse a un ser gigantesco llamado Mortag, que asesina a su aliado. Tras la victoria de Bill, la serie acaba de forma abrupta sin que a día de hoy sepamos cómo salieron de allí los tres protagonistas... Sinceramente, no me extraña que este material no se haya recuperado ni en la boyante época de las Bibliotecas Marvel. La serie es bastante floja y, pese a la cantidad de conceptos que trata, no se dirige a ningún sitio en concreto. Incluso la parte final me parece un desvarío importante. No solo porque el salto intergaláctico le siente fatal al personaje, sino porque la trama de la misteriosa caja queda inconclusa y el Zancudo parece que sale victorioso, convirtiéndose en el rey del crimen de Los Ángeles. Además, el desarrollo de los personajes y las tramas a largo plazo de Claremont son un verdadero lastre para una serie de tan poca duración. Me parece más destacable el trabajo de George Tuska que, sin ser una maravilla, cumple a la perfección, sobre todo con una narrativa muy fluida. En el cuarto número, llega Rick Buckler, mientras que el quinto, y último, es obra de Keith Pollard. Ambos, en mi opinión, mejoran el aspecto gráfico de la serie, a pesar de su breve estancia. Desde luego, estamos ante un producto hijo de su época, que no pasa de ser una curiosidad y un trabajo menor del futuro Patriarca Mutante. Pero la trayectoria de Bill no acabó ahí, ni mucho menos. En Marvel Two-In-One #24, sin ninguna explicación sobre cómo ha llegado a la Tierra, se encuentra colaborando con La Cosa en los laboratorios de Industrias Stark. De su vida anterior, solo aparece Herbert Bell, enfundado en un traje muy ceñido impropio de un científico. Durante el experimento, las instalaciones son atacadas por el Secuestrador, un antiguo villano de Pym, durante su identidad de Hombre Hormiga en el serial de Tales to Astonish. Estamos ante una de esas reminiscencias del pasado más remoto de la editorial que solo se le podían ocurrir a Bill Mantlo. La siguiente parada de nuestro protagonista tiene lugar en The Champions #11-13 (Selecciones Marvel #9), en la que supone su vuelta a Los Ángeles. De la mano de Bill Mantlo y John Byrne, se recupera al personaje para colaborar con el grupo liderado por la Viuda Negra. Allí se retoma el enfrentamiento con el Zancudo, que parece que aún no había podido convertirse en el amo del mundo como tanto ansiaba. Además, se solventa, por fin, el tema de la dichosa caja, la cual nos devuelve a un entorno galáctico al entrar en escena el Extraño. La historia está bien, me gustan estos números, pero tomando como referencia de donde surge todo, me parece que se les fue de las manos a todos los autores implicados. Además, la implicación del gobierno, incluso la de Tony Stark, quedan olvidadas y sin explicación. Sin contar que Celia y su sobrino han desaparecido sin más. Me parece un despropósito argumental. Posteriormente, Goliat Negro participa en una historia que reúne una ingente cantidad de héroes y villanos para una pelea de grandes proporciones, por obra y gracia de David Anthony Kraft y Sal Buscema, en The Defenders #62-65. Justo después se une al Proyecto Pegaso en Marvel Two-In-One #54, quedando ligado al gobierno durante un largo periodo de tiempo. Mark Gruenwald y Ralph Macchio le sacan partido al potencial del personaje como secundario en una de mis historias favoritas de la serie protagonizada por el sobrino favorito de la tía Petunia. Y es que algunos personajes nacen para ser grandes protagonistas, mientras que otros lo hacen para ser grandes secundarios. El caso de Bill Foster, como hemos podido ver, es uno de los más claros ejemplos de lo segundo en la Marvel clásica. |
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