por Óscar Rosa Jiménez La década de los setenta fue pródiga en experimentos de todo tipo. Marvel Comics Group apostó por el formato magazín, con material que evitaba el Comics Code, aumentó la nómina de personajes, incluso se internó en géneros como el terror y las adaptaciones de personajes literarios. De ese modo, la que posteriormente sería conocida como la Edad de Plata del cómic americano, ofrecía un banco de pruebas perfecto para la creatividad de muchos autores, que tenían la posibilidad de desarrollar sus ideas. Otra cuestión bien distinta es que dichas ideas tuviesen la acogida esperada, siendo canceladas a la primera de cambio, quedando relegadas al más oscuro de los ostracismos. The Champions tuvo la suerte de no caer en esa espiral de olvido, ya que muchos aficionados la recuerdan con especial cariño, pero posiblemente sea más por la benevolencia del lector veterano que por la calidad que atesora. El paso del tiempo ha hecho estragos en un clásico que se ha convertido en viejo, mostrando todos sus defectos y ninguna de las presumibles virtudes. Prácticamente podría considerarse un objeto propio de coleccionistas y seguidores acérrimos de Marvel, a quienes les gusta poseer una colección que ni en sus mejores sueños pensaban ver reeditada en un formato de lujo, y bajo estas condiciones de exclusividad. Una lástima que el formato popular no durase lo suficiente para recoger a los Campeones, porque desde luego está lejos de merecer una edición de este calibre, ni de este precio. Como iba diciendo, todo surgió de la mente de Tony Isabella, un veterano guionista que tiene en su larga trayectoria el honor de ser el creador del Goliat Negro, un eterno secundario del Universo Marvel. Además, escribió los guiones de series como Ghost Rider, la cabecera protagonizada por Luke Cage y un número de Marvel Chillers, con Tigra de cabeza de cartel. Se podría decir que estamos ante el autor definitivo de la Marvel clásica más minoritaria. Según parece, para iniciar el proyecto, el autor debía respetar una serie de normas no escritas sobre la formación de un grupo. Entre ellas estaba la inclusión de una mujer, que uno de sus miembros debía ser bastante fuerte, que al menos uno de ellos tendría una colección regular en marcha y que no podían ser más de cinco integrantes. Bajo estas circunstancias, los elegidos fueron: Ángel, Hombre de Hielo, Viuda Negra, Motorista Fantasma y Hércules. La génesis del grupo bebe de las diferentes circunstancias que arrastran cada uno de los personajes, ya sea de otra colección o de la situación que vivía el Universo Marvel de la época. De ese modo, tenemos esa sensación de universo cohesionado siempre presente, siendo esta la característica mejor conseguida. El Hombre de Hielo y Ángel son dos personajes que han quedado fuera de la Segunda Génesis de la Patrulla-X, no teniendo cabida en una formación en la que cada miembro procede de distintos rincones del mundo. Esto es un hecho cuanto menos curioso, ya que ambos personajes tuvieron un importante papel en otras colecciones durante la etapa conocida como "Los Años Oscuros", momentos en los que los mutantes cayeron en picado en cuanto a popularidad se refiere, quedando su serie en suspenso y dedicada a reediciones de números antiguos. No obstante, mientras sus compañeros retomaban su vida en la escuela de Westchester, o la Bestia recalaba en los Vengadores, los dos personajes quedaban fuera de juego. Por lo tanto, tras conocer el verdadero alcance de la riqueza de la familia Worthington, lo más lógico parecía fundar su propio grupo, el cual se asemejaría a una corporación destinada ayudar al más necesitado, buscando dar una vuelta de tuerca a la famosa frase: "Un gran poder conlleva una gran responsabilidad". Todo ello debería redundar en el beneficio del hombre de a pie, un concepto que a priori resulta interesante y los aleja de las grandes amenazas habituales que se ciernen sobre un equipo de superhéroes. Sin embrago, aunque la idea planea muy superficialmente durante gran parte de la colección, no consigue fructificar para caer en los mismos tópicos de cualquier reunión de esta índole. Una vez más, un concepto que podría haber generado algún aspecto interesante queda en agua de borrajas. La Viuda Negra aterriza en esta formación tras dejar atrás una intensa relación con Matt Murdock, acompañada de su fiel y sobreprotector Ivan Petrovich, que casi se podría considerar un miembro más del equipo hasta que problemas familiares lo alejan de la colección. Natasha adquiere rápidamente el estatus de líder de grupo. Sus dotes de mando, su capacidad analítica y su preponderante personalidad la convierten en el miembro más apto para esta labor; algo aceptado por todos con naturalidad. A pesar de ello, como en la mayoría de los integrantes del grupo, siempre tendrá sobre sí misma la sombra del fracaso, un aspecto que quizá se exageró demasiado, llegando a parecer en algunos momentos una certera profecía sobre el naufragio de la colección. Aunque la antigua espía de la Unión Soviética es quien da las ordenes, en ocasiones tenemos un papel similar en el Ángel, sin que nadie repare en ello especialmente. En cualquier otro grupo esto habría dado lugar a tensiones entre los protagonistas, pero aquí ni siquiera es mínimamente utilizado. La Viuda Negra es uno de los personajes femeninos mejor tratados durante aquella época en la Casa de las Ideas. No hay que olvidar que prácticamente es el paradigma de mujer liberada: primero mantiene una relación bajo el mismo techo con un hombre sin pasar por la vicaría; después se une a un equipo de superhéroes y se convierte en la primera mujer del Universo Marvel en liderar a un grupo, en el cual ella es la única fémina. Sin embargo, su autoridad es ligeramente socavada en ocasiones por aquel que financia a los Campeones, incluso la presencia sobreprotectora de Ivan atentará un poco sobre ese aspecto tan liberal del personaje para la época. Obviamente, toda esta reflexión no se atisba en la colección, pero de alguna forma subyace y es inherente a la forma en la que los escritores trataban a la mujer en la ficción y, para que engañarnos, en la vida diaria. El Motorista Fantasma es el único protagonista que tiene una serie regular en curso, la cual estaba siendo escrita en aquellos momentos por el propio Tony Isabella. El autor había incorporado algunas novedades importantes, como que la conversión de Johnny Blaze se producía por su proximidad ante algún peligro, en lugar de la llegada de la noche. El acróbata es la auténtica nota discordante dentro de la formación. Al fin y al cabo, tanto su condición como la naturaleza de sus poderes eran un auténtico misterio para todos. Todo esto se ve reflejado en su participación en la serie, desapareciendo en ocasiones, sin llegar a integrarse del todo en el grupo. También se mostrará distante y su comportamiento llegará a tener un retazo de machismo o xenofobia en algunos momentos. Este aspecto es algo incomprensible, teniendo en cuenta su trato con Mefisto o su pertenencia a un espectáculo itinerante, donde se supone que cualquier marginado es aceptado sin reticencias. El guionista parece empeñado en retratarlo como un personaje poco dado a las relaciones, pese a que se une sin demasiada oposición al grupo; estamos ante un intento de emular parte del concepto del que nacen los Defensores, pero que no acaba de cuajar del todo, debido a la torpeza con la que se desarrolla. Por último, tenemos a Hércules, el semidiós olímpico, que se comporta como... Hércules, el cual continúa su eterno vagabundear en busca de honor, batallas sin parangón y sus correspondientes celebraciones. No deja de ser curioso que, en gran medida, la mitología grecorromana sea la herramienta elegida para presentar una amenaza que propicie la reunión de los Campeones. Incluso será un tema recurrente a lo largo del corto periodo de duración de la cabecera. Probablemente porque tener en plantilla a alguien que pertenece a la mitología ofrece una cantidad inimaginable de caminos por explorar, aunque nadie se atreve a ir más allá de las típicas rencillas familiares, dejando de lado las connotaciones religiosas o cualquier otro elemento minimamente original. El León del Olimpo es quizá un personaje bastante plano por sí mismo, pero el entorno que lo rodea es sumamente interesante. Sin embargo, solo se explotará su nivel de fuerza y su admiración por la belleza y valor de Natasha, con la que iniciará una relación que se puede atisbar, pero que se muestra con una sutilidad inusitada. Tanto es así, que se podría decir que no se llega a consumar hasta la disolución del grupo, cuando ambos se marchan juntos a correr aventuras por los mundos de Dios. Una forma triste de emplear a un personaje que tendría sus grandes momentos en otras colecciones o bajo la batuta de Bob Layton en diversas miniseries que se publicaron durante la década de los ochenta. Las circunstancias que unen a este variopinto grupo se pueden ver en el primer número, aunque realmente no se establecen como tal hasta bastante después. El equipo dista mucho de estar cohesionado, mostrando ciertas similitudes con los inicios de los Defensores. Aunque, poco a poco, se van estableciendo en una base de operaciones y con elementos similares a los que podemos ver en los Vengadores. De ese modo, tenemos una curiosa simbiosis entre ambos conceptos, que apenas llega a desarrollarse cuando la colección tiene que ser cancelada en el número dieciséis. Y es que quizá ese sea el principal problema de esta colección: no hay un desarrollo de prácticamente nada y transmite la sensación de que todo sucede de una manera muy precipitada. A pesar de que la idea inicial parte de reunir a una serie de personajes tan dispares, la cual podría haber dado un buen puñado de historias interesantes, explotando la mezcolanza de elementos, todo queda reducido a manidos enfrentamientos entre héroes y villanos; aunque no podemos decir que los enemigos fuesen nada del otro mundo. Tony Isabella fue sobre seguro a la hora de buscar enemigos para su creación. De hecho, siguió paso por paso un concepto que ya había triunfado en The Avengers, buscando los oponentes en el círculo habitual de los diferentes integrantes del equipo. La primera amenaza surge del entorno de Hércules y su distópica familia, en una aventura que los llevará al mismísimo Olimpo. Tras un fill-in, escrito por Chris Claremont, llegaría el que podríamos considerar la auténtica némesis del grupo, Rampante, un villano con un trasfondo social, que hacía referencia a la recesión económica que sufría el país. Se trataba de otro vano intento por conectar con los problemas mundanos del hombre de a pie, que al final vendría acompañado de una amenaza procedente de la madre Rusia. De ese modo, se establecían nexos de unión con la líder del grupo y su turbio pasado. Bill Mantlo, el chico para todo de la Casa de la Ideas, relevaría a Tony Isabella en el octavo número de la colección, siguiendo el mismo patrón y concluyendo la saga en curso. Esta incluía a villanos como el Grifo, la nota discordante, el Hombre de Titanio o la cuarta encarnación de la Dinamo Carmesí, junto a Estrella Oscura. Precisamente sería esta última el principal punto de interés, ya que Laynia Pretovna acabaría formando parte de grupo tras finalizar la línea argumental, aunque no sin cierto rechazo por parte de sus compañeros. El nuevo miembro debería sufrir un doble maltrato: uno por pertenecer a la Unión Soviética, siendo una auténtica hija de la Guerra Fría; y otro por ser mujer, pese a los intentos del Hombre de Hielo por intimar con ella. A pesar de que con el paso del tiempo se la ha considerado parte fundamental de la segunda mitad de la colección, en ningún momento hay muestras de que realmente sea un miembro oficial, sino más bien una especie de invitada de honor. No entiendo muy bien si era por no romper las normas no escritas que mencionaba antes, o simplemente es que se intentaba hacer hincapié en las dificultades que tenía para integrarse. Sea como sea, hasta la disolución de los Campeones, Estrella Oscura estuvo al pie del cañón, pero fue un personaje maltratado en muchos aspectos; algunos realmente incomprensibles. Bill Mantlo permaneció en la colección hasta el final. Este podría considerarse uno de sus trabajos menores; uno en el que quizá no estuvo especialmente inspirado, pero en el que dejo su particular sello. A pesar de que sus guiones contaron en buena parte con los dibujos de John Byrne, los cuales insuflaron cierta frescura a la cabecera, parecía estar ligado a las ideas que tenía en mente Tony Isabella cuando inició el proyecto. De ese modo, en el número diez de la colección, comenzó una saga que gira en torno al Goliat Negro, un personaje cuya serie había sido cancelada poco antes, quedando algunas tramas pendientes. Aquí había un doble homenaje a su antecesor, que ya lo había incluido como secundario, siendo responsable de diseñar el cuartel general y el vehículo en el que se desplazaban los Campeones, al ser una creación del propio Isabella, que acabó desarrollando Claremont sin demasiada suerte. Por algún motivo que desconozco, Mantlo decidió atar los cabos sueltos de la malograda serie regular, protagonizada por Bill Foster, en un argumento que involucraba al Extraño y adquiría un carácter cósmico algo inusitado. Si bien es cierto que se intentaba volver al concepto inicial, la situación se iba de las manos, dando un giro final insostenible, que distaba mucho de responder todas las cuestiones que habían quedado en el aire tras la cancelación de Black Goliath. El resultado es una historia entretenida y con un buen dibujo, pero no acaban de encajar todas las piezas del puzzle que inició Claremont, quedando muchas de ellas en el aire hasta el día de hoy. La siguiente apuesta de Mantlo sería un enemigo de nuevo cuño: Enjambre. Se trata de un villano de segunda, que hunde sus raíces en la tan socorrida Alemania nazi, y su inagotable fuente de científicos megalómanos deseosos de conquistar el mundo de la forma más imaginativa posible. A partir de ahí, se ve que las ventas de la colección no debían de ir muy bien, por lo que el autor decide utilizar a los Campeones en otras series, en un intento por llamar la atención sobre lo que sucedía en su propia cabecera. Así surge el team-up que protagonizan con Iron Man, en The Invincible Iron Man Annual #4. Allí unen sus fuerzas para enfrentarse a MODOK y, por ende, a IMA. George Tuska se encarga de dibujarlo, por lo que se podría decir que todo queda en casa... También aparecerían en The Avengers #163, durante la etapa de Jim Shooter al frente de los Héroes más Poderosos de la Tierra, que curiosamente estaría dibujado por... ¡George Tuska! Estamos ante uno de los fill-ins que sirvieron para cubrir los retrasos de George Pérez, que al final se ausentó más de la cuenta y fue sustituido por John Byrne para encargarse de la Trilogía del Conde Nefaria (Artículo 72). Un número que bien se podían haber ahorrado su inclusión en este tomo, si eso se hubiese visto reflejado en la reducción del precio final del mismo. Y es que Shooter no está especialmente original en él. Se muestran todos los tópicos posibles del género y no aporta gran cosa. Se podría decir que el último cartucho que quema la editorial es el socorrido recurso del crossover. Este tendría lugar entre Super Villain team-up #14 y The Champions #16. Estamos ante una historia carente de sentido, que involucra al Dr. Muerte y Magneto, en una pugna por obtener la dominación del planeta, donde no podía faltar el control mental y un ingente número de personajes invitados. Un desastre argumental de proporciones épicas que contaría con el dibujo de Bob Hall. Tras una aventura que de nuevo abusa de los clichés, y que por momentos se vuelve tan insulsa como aburrida, el equipo liderado por la Viuda Negra se dirige a protagonizar el que, a la postre, sería el último número de la colección, enfrentándose a los Centinelas y a la Hermandad de Mutantes Diabólicos. El problema es que la cancelación fue tan precipitada, que Bill Mantlo quiso narrar la disolución del grupo de una manera más digna. Para ello utilizó Peter Parker, The Spectacular Spider-Man, la cabecera que él también escribía en aquellos momentos. Así, de alguna forma, se cerraba el círculo, ya que no hay que olvidar que todo empezaba por las inquietudes de una pareja de mutantes, los cuales serían los últimos en partir. Si argumentalmente la serie no destaca demasiado, en el apartado gráfico deja mucho que desear. Sobre todo con un George Tuska que elimina los fondos y presenta una narrativa confusa en ocasiones. Nunca he sido un detractor de este autor, pero cuanto más conozco su trabajo, menos elaborado me parece, pese a que anatómicamente no diría que es un mal ilustrador, aunque sí demasiado irregular. Además, Tuska se alternaría con Don Heck, famoso por su insulsa etapa en The Avengers y en el momento más bajo de toda su carrera, que nunca fue especialmente brillante. En ese aspecto solo salvaría los muebles la corta, pero intensa, etapa dibujada por un joven John Byrne, cuyas aspiraciones estaban puestas en los mutantes, la colección en la que realmente anhelaba trabajar. Pero antes llegaría Bob Hall, un artista procedente de Charlton Comics que aún estaba demasiado verde e hizo lo que pudo. Estaba claro que si nadie destacaba especialmente en su labor, difícilmente podía salir de ahí un producto con un mínimo de calidad y, desde luego, artísticamente no hay nada demasiado destacable en esta colección. Si bien es cierto que algunas adversidades con las que tuvo que lidiar la cabecera estaban íntimamente relacionadas con el maltrato que sufrió a nivel interno de la editorial, básicamente por cuestiones organizativas y de distribución, tampoco es que Tony Isabella supiese sacarles mucho partido a los personajes. Apenas hay desarrollo de los protagonistas, no se profundiza en los conceptos y a pesar de tener un ritmo trepidante, que no lastra la lectura, el resultado final dista mucho de ser mínimamente interesante. Además, tiene el problema añadido de no contar con un artista de primer nivel para el dibujo, teniendo en cuenta los integrantes del Bullpen en aquella época. Bajo mi punto de vista, eso aumentaba el porcentaje de fracaso en un proyecto al que ni siquiera el responsable de concebir la idea fue capaz de llevarla a buen puerto, y mucho menos su sucesor. De ese modo, The Champions quedó en el recuerdo de una época en la que posiblemente el mundo necesitaba campeones pero, obviamente, no se encontraban en esta colección. |
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