En la década de los ochenta, la Casa de las Ideas hacía honor a su nombre, atravesando una nueva época dorada. En este marco temporal, autores como Roger Stern, Walter Simonson, John Byrne o incluso el chico para todo Bill Mantlo realizaron etapas memorables para la editorial. Una de sus principales características consistía en la producción de historias más adultas. El máximo exponente de esta premisa lo tendríamos en Frank Miller al frente de Daredevil, donde rescató a un personaje en plena decadencia para elevarlo al altar de las llamadas obras maestras. El momento culminante llegaría con la despedida del autor en la saga Born Again (MD Daredevil: Born Again), dejando a los lectores la sensación de que aquello bien podría suponer el final de la colección. No obstante, la vida continúa y el carácter episódico del género sigue su pauta esperada. Así que hoy hablaremos de... por Óscar Rosa Jimenez En Daredevil #234, Mark Gruenwald utiliza a un personaje creado por él mismo, el Capi Loco, para enfrentarlo contra Daredevil en una historia sin demasiado sentido, más allá de la asombrosa capacidad curativa del trastornado personaje. Aunque su intención es convertirse en un superhéroe, por lo que no duda en intentar detener el contrabando de armas dirigido por La Rosa. En Daredevil #235, Bill Fingeroth recurre a Míster Hyde, que se encuentra atrapado en su personalidad monstruosa. En su intento por volver a ser Calvin Zabo, se cruzará en el camino del cuernecitos, acabando con sus huesos en la cárcel. Como decía, historias sin ninguna trascendencia y totalmente olvidables, lo importante comenzaba en el siguiente número. Tras la marcha de Miller, en busca de tierras más fértiles, a la Distinguida Competencia, Daredevil queda desangelado. Bueno, quizá esa expresión sea exagerar un poco, pero es innegable que, después de unos tebeos de tal calibre, el sucesor tenía una pesada carga que soportar. Según parece, el dudoso honor recaería en Steve Englehart, el cual se encargaría de la colección a partir del Daredevil #237, pero el destino tenía otra cosa en mente… Ahora es cuando entra en escena nuestra gran protagonista de hoy, Ann Nocenti. La autora, nacida en enero de 1957, llegaba a la Gran Manzana como una artista bohemia que servía mesas en un club de jazz. Allí, conocía a un escritor aficionado a la bebida con problemas para entregar a tiempo sus textos. De ese modo, Nocenti acepta trabajar para él como su "negra". Un tiempo después, ve una oferta de empleo en un periódico para trabajar en Marvel y consigue el trabajo mintiendo sobre sus conocimientos de cómics en la entrevista de rigor. Desde luego, toda una auténtica odisea. Los comienzos de Annie, como la llaman sus amigos, en Marvel consistían en compatibilizar las labores de ayudante de editor y, posteriormente, realizando el cometido de editora, con sus funciones de guionista. Su primer trabajo es un relato de seis páginas, publicado en Bizarre Adventures #32. Más tarde, se encargaría de escribir los últimos números de la serie de Spiderwoman. Aunque cabría destacar en estos primeros años su trabajo como editora de colecciones como Rom, The Incredible Hulk o Star Wars, entre otras. También se encargaría de diversos títulos mutantes, debido a la expansión de la franquicia, lo que la acercaría a Chris Claremont, quien acabaría tomándola como su protegida. Eso le facilitaría escribir la miniserie Beauty and The Beast (Colección Extra Superhéroes #12 Forum) o la que protagonizaba un personaje de su propia creación, Longshot (Obras Maestras #8). Sería en este trabajo donde coincidiría con Arthur Adams, otro autor relacionado con el cosmos mutante que estaba creando Claremont. Precisamente, este tipo de relaciones la llevaría a coincidir con Barry Windsor Smith. Nocenti tenía una idea en mente, algo muy personal, para lo cual pensó que el artista inglés sería el más indicado para dibujarlo. Esto nos lleva a Daredevil #236, ya que la autora creía que el guardián de la Cocina del Infierno era el personaje que mejor encaja con sus arriesgadas ideas. De esa forma, aterriza Annie en una colección en la que, a la postre, se convertiría en uno de sus mejores trabajos para la editorial. La historia titulada "El soñador americano" (American Dreamer) nos presenta a Jack Hazzard, un antiguo agente de la CIA, que, tras haber sido víctima de un experimento científico patrocinado por el gobierno, se ha convertido en un peligro para la ciudad y debe ser detenido. La Viuda Negra es contratada para esta misión y decide recurrir a la ayuda de su viejo amigo Daredevil. Hay que reconocer que estamos ante una historia atípica dentro del género, al menos en aquella época. Nocenti aprovechaba el relato para realizar una dura crítica a ciertos aspectos de la política de Estados Unidos, la proliferación de la posesión de armas y los continuos conflictos bélicos en los que se involucraba su país lejos de sus fronteras. El problema radica en que la autora emplea a Natasha en su historia, contradiciendo el trabajo que tenía previsto Englehart. El autor, que por aquel entonces se encargaba de los Vengadores Costa Oeste, tenía en mente reunir a la antigua espía soviética con Matt, trasladarlos a San Francisco y unirlos al mencionado grupo. Al tener escrito el siguiente número, le pide a Ralph Macchio que se cambiara el cómic, pero el editor se niega y, entonces, rechaza escribir la serie. Conociendo la opinión de algunos sobre su etapa en la otra facción de Los Vengadores, me pregunto si no salimos ganando con esta serie de vicisitudes. Aun así, acabaría escribiendo Daredevil #237, aunque lo firmaría bajo el seudónimo de John Harkness. En dicho número, Daredevil y Natasha se unen para enfrentarse a Klaw. Quizá lo más interesante sea el intento de profundizar en la relación de ambos personajes y en el modo en el que Matt pretende superar el daño que le hizo Kingpin. Parece que hay una intención de desequilibrar la mente del cuernecitos, compartimentando sus personalidades, pero todo queda reducido a otro fill-in más sin demasiada importancia. En Daredevil #238, tras la estampida de Englehart, comienza, por fin, la etapa de Ann Nocenti al frente de la colección, la cual acepta el complicado reto de ser la sucesora de Frank Miller. Curiosamente, esto lejos de ser una losa para la escritora, lo convierte en una ventaja. Así, opta por conducir la serie por un tortuoso camino: la crítica social. Sin embargo, respeta el estatus del personaje tras Born Again, manteniendo la unión entre Matt y Karen Page, y estableciendo la Cocina del Infierno como su hogar; un lugar íntimamente ligado al personaje, donde pretende ayudar a sus vecinos como un héroe de barrio. Con este enfoque a pie de calle, Nocenti nos presenta un superhéroe alejado de los grandes problemas que aquejan al Universo Marvel, centrándose en las dificultades cotidianas de una comunidad. Además, su íntima relación con los mutantes queda patente a lo largo de toda su etapa. Tanto es así, que su primer número está relacionado con la Masacre Mutante, enfrentando a Daredevil con Dientes de Sable en el antiguo hogar de los Morlocks. Pero en ningún momento deja de lado el carácter social de sus historias, por lo que aprovecha para introducirnos en el complicado mundo de la delincuencia juvenil. De ese modo, tenemos la aparición de los Fatboys, una banda de chavales aficionados al monopatín que serán recurrentes a partir de ese momento. Los números iniciales de esta etapa se caracterizan por la estructura básica de las historias autoconclusivas, en las que se muestran diferentes enfoques de una sociedad marginal. Tramas que implican una denuncia social constante sobre los problemas cotidianos de un barrio tan conflictivo como la Cocina del Infierno. Un ejemplo claro es la lucha constante contra la droga, ya sea en una campaña liderada por la propia Viuda Negra, o con el ejemplo de superación personificado en Karen Page. Precisamente, el trágico pasado de la pareja de Matt es el desencadenante de una iniciativa para ayudar a los más necesitados en una asesoría gratuita. Una forma más cercana de ayudar a la gente, sin necesidad de recurrir a la violencia. Porque en todos estos números, la autora pretende profundizar en los vigilantes enmascarados a diferentes niveles. La cuestión radica en si el superhéroe defiende realmente la justicia de un modo adecuado. El vehículo para tratar este tema es la relación entre Karen y Matt, la cual atraviesa por un pequeño bache al verse influenciada por los ataques de los medios a Daredevil. Pero, poco a poco, iremos viendo como hay situaciones en las que el uso de la fuerza es tan inevitable como necesario. También cabría destacar la crudeza de algunas historias como el asesino del caviar, donde se tratan temas como el desempleo o las injustas clases sociales, en las que unos mueren de hambre mientras otros tienen más dinero del que pueden gastar. Aquí queda patente las ideas izquierdistas de la autora, uno de los aspectos que generó cierta controversia entre los lectores. Y es que la autora no duda en exponer sus ideas con la mayor claridad posible. Tampoco duda en recurrir a elementos más sobrenaturales, como el vudú, para mostrar la miseria humana. Incluso recurre a un miembro de la familia de Pantera Negra para demostrar cuán duro es el camino de la redención. Una forma muy sutil de introducir un team-up con el gobernante de Wakanda, sin perder de vista esa crítica constante hacia una sociedad decadente. A pesar del carácter solitario de Daredevil, en estos números prolifera la aparición de personajes invitados, sobre todo provenientes del cosmos mutante. En Daredevil #248, Lobezno persigue a Guerrillero, un cazador de mutantes, hasta la Cocina del Infierno, donde sus métodos habituales están en contraposición con los de Daredevil. Una vez más, la autora profundiza en la violencia, un concepto que ella misma considera un lastre a la hora de contar sus historias. Poco a poco, Annie se va asentando en la serie. Matt vuelve a su "disfraz" de ciego, asume la dirección, junto a Karen Page, de una asesoria legal para que los más necesitados no sufran los abusos de los ricos. Además, se convierte en un servicio de acogida para los indigentes y un centro de apoyo a la desintoxicación. Un ejemplo más de la implicación social de la autora en sus guiones. Con este nuevo estatus, la serie comienza a encadenar tramas de largo recorrido. En mi opinión, hasta el momento, la serie estaba bien, pero con esta evolución, las cotas de calidad aumentan. Las historias son mucho más elaboradas, aunque seguimos sin perder de vista el estilo que quiere imprimir Nocenti. Un ejemplo perfecto es la lucha legal que emprende Matt contra Kelco, una gigantesca empresa cuyos vertidos son nocivos tanto para el medo ambiente como para los habitantes de la ciudad. Todo se inicia con un niño que acaba ciego por unos productos tóxicos vertidos por la empresa en un río, lo que presenta cierta analogía con el origen del protagonista, algo que añade cierto dramatismo a la historia. Esta intrusión de Matt en los planes de una multinacional solo le acarreará problemas, ya que Kingpin consiguió que perdiera su licencia como abogado, por lo que solo puede ejercer como asesor. Aun así, gracias a sus conocimientos, conseguirá ayudar a aquellos que no pueden permitirse un abogado. Por otro lado, tendremos el regreso de Kingpin, que sigue viendo sus planes frustrados por el hombre al que creía acabado. A esto hay que añadir la creación de Bala, un antiguo agente del gobierno que trabaja como mercenario y que intentará detener el movimiento ecologista contra Kelco. Bala debe cuidar de su hijo Lance, el cual está obsesionado con la posibilidad de que el mundo acabe asolado por un apocalipsis radioactivo. Algo que parece estar a punto de suceder en Daredevil #252, otro tien-in de una saga mutante. En esta ocasión, se trata de la Caída de los Mutantes, reflejando hechos ocurridos en la serie X-Factor. La crítica social no está reñida con la cohesión del universo de ficción de la Casa de las Ideas. En el aspecto gráfico, tendríamos un reflejo de lo que hemos visto en los guiones. A pesar de que Louis Williams era el dibujante que acompañaría a Englehart, su trabajo se alternaba con diferentes artistas, dando lugar a una variedad de autores que no desentonan para nada con el trabajo de la autora. De esa forma, tenemos a Sal Buscema, Todd McFarlane, Keith Pollard, Tom Morgan y Rick Leonardi, entre los más destacados. Pero a partir de Daredevil #250 tenemos un claro punto de inflexión, ya que la serie cuenta con un dibujante fijo, John Romita Jr. A partir de ese momento, la serie gana enteros, consiguiendo un tándem creativo que funciona a la perfección, dejándonos una etapa para el recuerdo. Para cerrar el círculo, concluiremos este artículo igual que lo empezamos, hablando de un fill-in. Panini incluye al final del tomo Daredevil #264, un número escrito por Nocenti y dibujado por Steve Ditko. Tengo que reconocer que la historia en sí no es gran cosa. No obstante, me parece un acierto su inclusión, ya que se sitúa en su lugar cronológico adecuado. La historia trata temas ya mencionados como la guerra de bandas, aunque en esta ocasión se incluye al Búho en la ecuación, destacando su carácter de villano anquilosado. Pero lo realmente interesante es que conocemos el destino de un vagabundo que se hace cargo de un bebé que encuentra abandonado en un contenedor de basura. Otra de esas trágicas historias que la autora plasma en esta etapa y que, desgraciadamente, es tan real como la vida misma. De esta forma tan interesante, aterrizó Ann Nocenti en la serie protagonizada por Daredevil. Iniciando una etapa que gana enteros a medida que avanza, aunque desde el principio, en las distancias cortas, consigue atrapar al lector, al que no deja indiferente con una temática, en cierto modo, arriesgada y muy crítica. Aquí tenemos un puñado de historias capaces de transmitir sensaciones y que retratan, sin ningún tipo de reparo, los aspectos más miserables de nuestra sociedad. Además, la autora demuestra una gran sensibilidad a la hora de desarrollar a los personajes, enriqueciendo aún más las tramas. Es cierto que Frank Miller dejó el listón muy alto tras su marcha, pero el destino quiso que la colección recibiese a una autora comprometida, que supiera afrontar el reto utilizando la libertad creativa como arma. El resultado es una etapa que quizá no ha sido suficientemente reivindicada y que representa el paradigma perfecto del héroe de la calle. Quizá con la recuperación inminente por parte de Panini, haya llegado el momento de hacer justicia. Para aquellos que tras la lectura de este tomo se queden con ganas de más, deben saber que la editorial italiana publicó su continuación en dos tomos anteriores de la colección. Cuando esta serie tenía periodicidad quincenal y era considerada un coleccionable. Curiosamente, los tomos fueron publicados en orden inverso al que deberían. Tras este tomo se sitúa el número 39 y su continuación se publicó en el número 20. Afortunadamente, todo esto no se refleja en los tomos y podemos ordenarlos en su orden correcto. Además, en este mismo tomo tenemos un orden de lectura para que podamos disfrutar de la evolución que mostró la autora a lo largo de su etapa. Solo me queda invitaros a pasearos por un mundo de miseria, en el que la única esperanza reside en alguien con la apariencia del diablo. |
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