MIRACLEMAN nº 2: EL SÍNDROME DEL REY ROJO
por Óscar Rosa Jiménez


Panini Comics continúa la recuperación de las aventuras de Miracleman, el personaje reinterpretado por el "guionista original", que contribuyó a la representación de una nueva forma de entender el cómic de superhéroes. En este volumen, tenemos la segunda tanda de historias publicadas originalmente en la revista Warrior, concretamente hasta el número veintiuno, continuando con el periplo de Mike Moran en la editorial Eclipse Comics.

La editorial italiana sigue apostando por la tapa dura, el tamaño ligeramente superior al comic-book y la inclusión de múltiples extras. Si ya en el anterior artículo hacía referencia al abuso de la incorporación de material adicional de la obra, en este caso tenemos un aumento exponencial y exagerado de ello. Exceptuando las diferentes portadas que han utilizado en la reedición americana, o las ilustraciones promocionales, en este volumen se adjuntan multitud de bocetos y páginas en los distintos estadios creativos de las mismas. Esto provoca que prácticamente la mitad del contenido del libro sean complementos que no aportan nada y encarecen el producto. Más de cien páginas donde se repiten una y otra vez las mismas imágenes. Sin embargo, ni siquiera han añadido una fe de erratas, subsanando los errores de la primera entrega, que señalamos en su momento. También se echa de menos algún texto introductorio o algún artículo como los que nos suele deleitar la editorial en el resto de sus publicaciones. Parece que la mano negra que se cierne sobre el personaje continúa haciendo de las suyas...

Como contrapunto a esta edición, a todas luces imperfecta, el "guionista original" continúa desarrollando a nuestro protagonista sin dejar atrás su pasado. De hecho, el origen el personaje es la base sobre la que se asienta gran parte de la trama. Tras descubrir, al final del tomo anterior, que sus poderes procedían de un proyecto llamado Zaratustra, que consistía en clonar el ADN extraterrestre para construir superhombres, y que todos sus recuerdos no eran más que implantaciones oníricas, ahora llega el momento de detenernos en la figura que dirigía todo el conglomerado científico: el Dr. Emil Gargunza.

Recordemos que el personaje no deja de ser una versión inglesa del héroe de Fawcett, por lo que su antagonista presenta muchas similitudes con el Dr. Sivana, aunque sin problemas de alopecia. El villano, anclado en el arquetipo de científico chiflado propio de otro tiempo, desvela cuáles son sus motivaciones para la creación de superseres que coquetean con un concepto germánico como el del superhombre ario. El superhéroe como tal, hunde sus raíces en esta corriente de pensamiento filosófica, cuyo principal representante es Friedrich Wilhelm Nietzsche. Se trata de un filósofo, poeta, músico y filólogo alemán, considerado uno de los pensadores contemporáneos más influyentes del siglo XIX. Criticó exhaustivamente a la religión, la cultura y la filosofía occidental, mediante la genealogía de los conceptos que las integran, basada en el análisis de las actitudes morales (positiva y negativa) hacia la vida. Su trabajo afectó profundamente a generaciones posteriores de teólogos, antropólogos, filósofos, sociólogos, psicólogos, politólogos, historiadores, poetas, novelistas y dramaturgos. Incluso meditó sobre las consecuencias del triunfo del secularismo de la Ilustración, expresada en su observación "Dios ha muerto", de una manera que determinó la agenda de muchos de los intelectuales más célebres después de su muerte. Si bien hay quienes sostienen que la característica definitoria de Nietzsche no es tanto la temática que trataba sino el estilo y la sutileza con que lo hacía, fue un autor que introdujo, como ningún otro, una cosmovisión (la visión del mundo) que ha reorganizado el pensamiento del siglo XX.

No me cabe la menor duda de que el barbudo de Northampton conocía muy bien la obra de Nietzsche y sus ideas. De hecho, en el primer tomo podemos ver una alusión a una de ellas, "Así habló Zaratustra", a la cual llega a citar en algunos momentos. En ella se define al superhombre como una persona capaz de generar su propio sistema de valores identificando como bueno todo lo que procede de su genuina voluntad de poder. Este concepto parece proceder de la lectura de Nietzsche, en la década de 1870, del ensayo "Der Einzige und sein Eigentum", publicado por Max Stirner en 1844. Toda esta amalgama de conceptos son empleadas por el autor para hacer evolucionar al superhéroe a otro nivel, dando un paso hacia delante tan arriesgando y complejo como profundo. De ese modo, el género deja atrás la maniquea visión del bien contra el mal, adquiriendo una tridimensionalidad nunca vista hasta ese momento. Tampoco debemos olvidar que el nombre del proyecto que creó a Miracleman es el mismo que utiliza Nietzsche para el título de su obra.

Volviendo sobre la figura del Dr. Gargunza, el "guionista original" da una nueva vuelta de tuerca al villano que representa el arquetipo de maldad en estado puro. Renueva el concepto y deja atrás la megalomanía pasada de moda en la que todos sus esfuerzos se centran en dominar el mundo. El autor sigue buscando esa cercanía con la realidad y sus metas están relacionadas con el egoísmo personal. Por lo tanto, Gargunza es egocentrista, ambicioso y anhela algo que el ser humano ha codiciado desde que el mundo es mundo: la inmortalidad. Bajo esta perspectiva, rica en matices, se nos presenta a la némesis de Miracleman, que hará todo lo que esté en su mano para poder alcanzar sus ambiciones y para ello no dudará en realizar cualquier atrocidad inimaginable. Al fin y al cabo, ¿no es eso lo que hacen los villanos?

Otros de los aspectos en los que se profundiza en este volumen son la inseguridad del superhéroe y la preocupación por el bienestar de sus seres queridos. En los albores de la Era Marvel de los Cómics, Stan Lee comenzó a explorar aquello que conocemos como "superhéroes con superproblemas". En esta ocasión, el escritor inglés utiliza la dualidad entre Mike Moran y Miracleman, dos personas diferentes que intercambian sus cuerpos al mencionar una palabra mágica, para profundizar en el tema a través de su matrimonio con Liz Moran, la cual está embarazada. Huelga decir lo complicado que puede resultar tener un hijo que técnicamente no es realmente tuyo. Al igual que ver como la vida de tu mujer corre peligro por culpa de un científico loco y solo tu álter ego puede hacer algo para solucionarlo. Un hombre de mediana edad que se enfrenta a la crisis de los cuarenta se encuentra unido a un semidiós, cuyo pasado son recuerdos implantados y su procedencia parece ser el resultado de una combinación entre seres del espacio y un quirófano. Esta mezcolanza de elementos da como resultado un complejo análisis de la psique del protagonista, dejando una interesante reflexión sobre la "idílica" vida de un superhéroe. Una vez más, tenemos en esta serie el ejemplo perfecto de cómo se puede hacer evolucionar el género sin olvidar sus raíces.

Es innegable apreciar el carácter innovador de Miracleman. A pesar de que su autor quiere evitar a toda costa ver su nombre encabezando una publicación de Marvel Comics, sus ideas y planteamientos lo convierten en todo un visionario del género en particular y del medio en general. La manera en la que desarrolla tramas de una gran complejidad y profundidad, o la forma en la que es capaz de combinar tanto la violencia de manera explícita con el dramatismo y la sensibilidad, nos demuestra que estamos ante una obra adelantada a su tiempo en muchos aspectos. Cabe destacar el momento del nacimiento del hijo del protagonista. Una escena cargada de tensión y realismo, en la que no se escatiman los detalles para dar a conocer el milagro de la vida paso a paso sin el más mínimo pudor. Todo ello acompañado de una magnífica prosa de un autor que parece tocado por los dioses, la cual invita a la reflexión sobre el misterio de la vida y la muerte, más como un componente filosófico que como un hecho real. La muerte da paso a la vida y viceversa en una obra que no dejará indiferente a nadie.

En el apartado gráfico tenemos a Alan Davis, un dibujante británico que se encuentra prácticamente en su madurez profesional tras su paso por la revista inglesa 2000 AD o su trabajo en la colección regular del Capitán Britania de la línea Marvel UK. También tenemos a John Ridgway, otro autor procedente de 2000 AD; Rick Veitch, que cursó sus estudios en The Kubert School, un dibujante americano cuyos primeros trabajos para Marvel fueron en la revista Epic Illustrated y que, posteriormente, desarrollaría gran parte de su carrera profesional en DC; y Chuck Austen, que acabaría ligado a los mutantes y a la Casa de las Ideas en la década de los dos mil. Todos mantienen una cohesión gráfica interesante, pese a la diferencia de estilos e influencias, aunque el trabajo de Alan Davis está por encima del resto y demuestra, una vez más, por qué es uno de los grandes y sigue siéndolo aún hoy en día.

El viaje de Mike Moran continúa tan interesante como se inició. Quizá la edición presente pequeñas irregularidades, pero lo que está claro es que, tras tantos años de espera, por fin tenemos la oportunidad de conocer a un superhéroe como nunca antes habíamos visto. Ahora podéis ser testigos de la revolución del género que nunca debió detenerse y conocer a los autores que se atrevieron a iniciarla.

¡Mirad, Miracleman os enseña al verdadero superhombre!


Si deseas expresar tu OPINIÓN o plantear alguna DUDA sobre este articulo, escribe un texto y envialo a TRIBUNA EXCELSIOR.


Copyright © Marvel Characters, Inc.