Durante la gloriosa etapa de los clásicos en España, en gran medida gracias a las Bibliotecas Marvel, se publicó todo el material esencial para conocer el origen y desarrollo de los principales espadas del Universo Marvel durante las décadas de los sesenta, setenta y parte de los ochenta. También tuvieron su oportunidad series y personajes más minoritarios pero, a pesar de todo, se echó en falta la publicación de una serie muy peculiar que siempre ha gozado del cariño de los lectores. Dicha colección estaba protagonizada por…

EL PRIMER NO-GRUPO DE MARVEL
por Óscar Rosa Jimenez


Los dinámicos Defensores surgen fruto de la necesidad, ya que en Dr. Strange #183 había finalizado, de forma abrupta, la primera colección del Hechicero Supremo, debido a las bajas ventas. El guionista de la colección en aquellos momentos, Roy Thomas, aprovecha el recurso conocido como crossover para continuar la historia, tres meses después, en Sub-Mariner #22. Aunque habría que esperar dos meses más para conocer su conclusión, esta vez en The Incredible Hulk #126. De esa forma, se cierra el círculo en el que los protagonistas de las diferentes series forman una coalición contra un ser conocido como El Sin Nombre; una criatura claramente inspirada en conceptos asociados a los relatos de H. P. Lovecarft, cuyas argucias fuerzan esta atípica reunión.

Esta curiosa concatenación de hechos produce una historia que, en años posteriores, sería considerada la génesis del no-grupo. Y es que, más allá de la calidad de la historia o de los autores implicados, se nota que entre los personajes había cierta química, por mucho que ellos no se aceptasen a sí mismos como grupo. No obstante, tardarían un tiempo en volver a reunir sus fuerzas, concretamente algo más de un año. Además, tendrían que superar la prueba de fuego en Marvel Feature #1, una colección genérica. Es curioso, porque, al fin y al cabo, iban a inaugurar una serie; hubiese dado lo mismo que llevara su nombre…

La nueva colección, de cadencia trimestral, mantendría el experimento durante sus tres primeros números. Ross Andru sería el encargado de ilustrar lo que supondría el prólogo a la serie regular. Primero evitan la destrucción del planeta por parte del Omegatrón. Posteriormente, se enfrentan a la amenaza que supone Dormammu para nuestra dimensión. El siguiente enfrentamiento sería con Xemnu. Se trata de un alienígena del planeta Titán, cuyo poder reside en el control mental, y al que cambiaron el nombre porque originalmente también se llamaba Hulk. Estamos ante unas historias donde predominan los componentes mágicos, dejando bien claro que el Doctor Extraño es el eje del grupo y el máximo responsable de que esta asociación acabe tomando un cariz más sólido, aunque solo sea a ratos. Algo que, curiosamente, se alejaba de lo que se cocía entre bambalinas en los previos a la publicación de estas historias.

El bueno de Stan metió mucha baza en la creación de este no-grupo. De hecho, él mismo decidió su nombre e instó a Roy Thomas para que incluyera al Dr. Extraño en la formación, ya que la idea inicial del joven autor no era otra que reunir de nuevo a Los Tres Titanes. Así, el guionista de Missouri intentaba recuperar un concepto creado por él mismo en Sub-Mariner #34-35, en el que agrupaba a Namor, Hulk y Estela Plateada. Sin embargo, parece ser que el cofundador del Universo Marvel tenía cierta predilección por el Maestro de las Artes Místicas, que se encontraba en aquellos momentos desangelado, al no tener colección propia. Curiosamente, a pesar de que Thomas no consiguió incluir al surfista en la formación inicial, Steve Englehart sí lo lograría en el segundo número de la colección regular. Porque, al final, el responsable de poner en marcha el proyecto sería Englehart y no Thomas. Pero no adelantemos acontecimientos…

Con estos tres números, se confirma que los personajes funcionan bien juntos, y que habían cosechado el éxito suficiente para protagonizar su propia serie regular. Por lo tanto, en junio de 1970 ve la luz The Defenders #1. En esos momentos, Roy Thomas escribía The Avengers, y no estaba interesado en guionizar al mismo tiempo dos series protagonizadas por grupos. Llega, así, el momento de elegir a alguien que continúe con el plan. La elección recaería sobre Steve Englehart, su joven compañero y amigo. En el apartado gráfico, tendríamos a Sal Buscema, un autor que por aquellas fechas llevaba pocos años en Marvel y que, a la postre, sería un gran aporte para la colección. A pesar de que tuvo algunos altibajos, estando condicionado por quien lo entintara, tuvo momentos espectaculares en el inicio de la serie y en el crossover con Los Vengadores. Todo apunta a que su elección estaba relacionada con que el dibujante fue el encargado de realizar los mencionados números donde aparecían Los Tres Titanes. Así, se cierra el círculo, comenzando la primera relación laboral entre guionista y dibujante; una simbiosis que acabaría creando historia dentro del Universo Marvel, sobre todo en las páginas de Captain America.

Desde el primer momento, Englehart muestra un gran respeto por la historia reciente de esta asociación superheroica, dándole cierta continuidad a las tramas que supusieron el origen del grupo. Tal es así, que el primer número es prácticamente un homenaje al crossover que lo originó todo. Y justo a continuación, tenemos la primera incorporación con la entrada en escena de Estela Plateada. De esa forma, el autor resucita el concepto inicial que Thomas no tuvo la oportunidad de desarrollar. Este nuevo elemento añade al no-grupo fuerza y dramatismo. No hay que olvidar que, tras su primera aparición en Fantastic Four #48, se encontraba atrapado en nuestro planeta como castigo por dejar de prestar sus servicios a Galactus. Su actitud taciturna y cabizbaja estaba en consonancia con sus erráticos acompañantes.

El siguiente paso es rescatar a Barbara Norris, una de las víctimas del Sin Nombre, que acaba convirtiéndose en la Valquiria, gracias a la Encantadora. El autor también recupera al mencionado demonio. Incluso, posteriormente, enfrentaría a los protagonistas contra el Omegatrón. Así, nace un personaje que influirá en el intento de cohesionar un grupo en el que la constante era la separación. Sin embargo, Englehart hace un gran trabajo y consigue transmitir esa sensación de serie coral que tanto se echa de menos en la actualidad, desarrollando a los personajes a pesar de su actitud individualista. Para mí, este es uno de los puntos fuertes del inicio de la colección. En definitiva, el equipo creativo muestra una simbiosis desde el minuto uno, cuyo resultado final es bastante satisfactorio.

También es importante destacar la relación que se establece con la serie de Los Vengadores, debido a que ambas colecciones tienen al mismo guionista. Esto nos conducirá al punto culminante de la etapa de Englehart en la colección. Será aquí donde veremos como el Caballero Negro se convierte en piedra, motivo por el cual la Valkiria acaba poseyendo tanto la Espada de Ébano como a Aragorn, durante un periodo de tiempo. El nombre del corcel alado vuelve a constatar que Thomas era bastante fan de cierta obra de Tolkien, y de la literatura de fantasía heroica en general. Posteriormente, ya en la etapa de Len Wein, el Dr. Extraño le entregaría la que sería su espada definitiva: Colmillo de Dragón, al perder la Espada de Ébano en favor de su legítimo dueño. De nuevo, se introduce un elemento relacionado con la magia, ya que el arma perteneció al hechicero conocido como Kahji-Da. Otro ejemplo más de la influencia del Dr. Extraño en la colección y sus protagonistas.

Tras enfrentarse a Cyrus Black, otro enemigo jurado de Stephen, llega el momento de un nuevo alistamiento. En este caso se trata de Ojo de Halcón, lo que supone otro paso más en la interacción con los Héroes más Poderosos de la Tierra, ya que la colección acogía a uno de sus miembros tras dejar ese grupo. A partir de entonces, la formación cuenta con dos exvengadores. Hay que reconocer que es una incorporación de lo más acertada, puesto que la personalidad de Clint encaja a la perfección con el tenso ambiente que se vivía, de manera constante, en la mansión de Greenwich Village, el hogar de los Defensores. Tras el enfrentamiento inicial, típico de la época, algo que podríamos ver de forma cíclica en esta serie, el arquero forma parte del contingente que se enfrenta al dúo formado por Attuma y el Fantasma Rojo. Hasta el momento, teníamos una serie muy entretenida, al más puro estilo de la Marvel de los setenta, pero ahora nos acercamos a un punto de inflexión importante: el final de la etapa de Englehart. Tendríamos que trasladarnos al año 1973 para comprender la importancia que supuso el crossover de Los Vengadores con Los Defensores. No solo suponía el broche final a su etapa en la serie del no-grupo, también hay que tener en cuenta que estamos ante una época en la que este tipo de "eventos" era algo novedoso. Todavía no eran recursos manidos reutilizados cada año de forma sistemática. No, era un motivo de alegría para los fans, que disfrutaban con uno de los aspectos fundamentales de La Casa de las Ideas: un universo de ficción cohesionado. Por lo tanto, la idea del autor creó cierta expectación.

La saga está dividida en doce capítulos que, a su vez, están repartidos en cuatro números de cada colección. La idea original era utilizar los anuales, pero Englehart decidió desarrollar la historia, por su cuenta y riesgo, en las dos colecciones que escribía, debido a la ausencia de anuales durante aquel año. La premisa inicial no es que sea nada del otro mundo: Dormammu y Loki se alían (aunque cada uno tiene un fin distinto) manipulando a Los Defensores, los cuales deben conseguir el Ojo del Mal para los malvados fines del Señor de la Dimensión Oscura. Por otro lado, Loki hostiga a Los Vengadores para que lo eviten, sembrando semillas de desconfianza. De esta forma, los diferentes miembros de ambos grupos se separan para encontrar las partes del temible artefacto, produciendo combates que son anunciados a bombo y platillo para producir la expectación deseada en el lector.

Habría que destacar algunos enfrentamientos, como el del Capitán América contra Namor, dos antiguos aliados enfrentados; Ojo de Halcón contra Iron Man, que reaviva viejas rencillas; pero el que más me gusta es el de Thor contra Hulk, con un Sal Buscema pletórico.

Desde luego, estamos ante un clásico imperecedero, que sirve perfectamente para demostrar la creatividad desbordante de la Marvel de los setenta, que con este proyecto daba un paso hacia delante en la complejidad de los crossovers. Además, la historia da todo lo que promete: simple y puro entretenimiento. Y ya lo creo que lo da. Está bastante lejos de la sofisticación que viéramos por parte de Englehart, tanto en el resto de su etapa en Los Vengadores como en la alabada etapa con el Centinela de la Libertad. No obstante, su simplicidad no excluye la diversión, conteniendo todos los elementos necesarios para disfrutar del género superheroico al más puro estilo Marvel, pero sin grandes pretensiones. Debo añadir que, en mis posteriores relecturas, la saga ha mantenido cierta frescura, a pesar de su sencillez, y me sigue pareciendo una lectura bastante entretenida.

En el aspecto gráfico, me quedo, sin dudarlo, con Sal Buscema, que demuestra todo su potencial como narrador y refuerza mi opinión de que su representación de Hulk es definitoria para el personaje, del que afirmaría que es uno de sus favoritos. Se nota que el autor disfruta dibujándolo. En la serie de Los Vengadores, tendremos a Bob Brown en horas bajas, quizá por la enfermedad que sufría, mostrando un trabajo inferior respecto a otros realizados para DC, como Batman, o su etapa en la cabecera protagonizada por Daredevil. Sin embargo, el entintado de Mike Esposito da cierta cohesión gráfica a la saga, lo que supone otro punto a favor en el resultado final de este proyecto, manteniéndolo dentro de una calidad aceptable. Estoy convencido de que si esta historia hubiese tenido dos dibujantes más hots o, incluso, hubiese contado con los dos hermanos Buscema, habría conseguido más repercusión histórica, aunque la presencia del Vigilante indique todo lo contrario…

Tras la vorágine de acontecimientos, y la marcha de Englehart, aterriza en la serie Len Wein. Su predecesor había conseguido que los protagonistas de la colección fuesen cambiando de manera constante, sin que la situación pareciese forzada. El secreto radicaba en que realmente los integrantes de la colección no querían estar juntos, pero por las circunstancias de cada momento mantenían una alianza, que comenzaba a consolidarse. Precisamente, esa característica sería explotada por el nuevo guionista, de tal forma que, gracias a la cuenta bancaria de uno de sus próximos integrantes, acabarían teniendo un cuartel general en un rancho alejado de la ciudad. Así, conseguían descongestionar el Sancta Sanctorum del Hechicero Supremo.

Pero antes de la inevitable llegada del nuevo miembro, tenemos una reducción de personal, ya que el no-grupo se queda con los tres miembros fundadores y la Valquiria. Un personaje que mantenía una subtrama a su alrededor, la cual llegaría a alejarla de lo que cada vez era lo más parecido a un grupo tradicional. Con este escenario, Len Wein centra su primera historia en Hulk, rescatando a Xemnu para enfrentarlo de nuevo a Los Defensores. En esta ocasión, deben evitar la abducción masiva de un pueblo entero, con el fin de repoblar el mundo natal del alienígena. De esta forma, llega a la colección otro autor que sentía cierta predilección por el Goliat Esmeralda. Eso de Dios los cría y ellos se juntan, viene aquí que ni pintado.

Una vez roto el hielo, el autor neoyorquino incluiría de manera temporal, como personaje invitado, al soberano de Atlantis, que sería sustituido por Halcón Nocturno, el cual se establecería como un miembro estable. Estamos ante otro ejemplo más de villano que busca la redención, ya que, antes de ingresar en Los Defensores, pertenecía al grupo de villanos denominado Escuadrón Siniestro. Se trata de unos sosias marvelianos de la JLA, creados por el omnipresente Roy Thomas, que protagonizaron un simulacro de cruce entre editoriales, en un homenaje del autor a los personajes de la Distinguida Competencia. Este personaje, en concreto, estaría "inspirado" en Batman. De hecho, contaba con un mayordomo polivalente, con tintes de asesor, llamado Pennysworth. Solo una letra separaba el apellido del personaje de Marvel con el del irónico sirviente del Caballero Oscuro.

Tras las presentaciones pertinentes, acompañadas de sus correspondientes enfrentamientos irracionales, Halcón Nocturno solicita la ayuda de la dinámica agrupación, para tratar de evitar que sus antiguos socios lleven a cabo una transacción en la que está en juego el planeta Tierra. Este negocio sería la carta de presentación de Nebulón, el responsable oculto tras las actividades del Escuadrón Siniestro. El papel representado en esta historia por el antiguo villano, le reporta la confianza necesaria para comenzar una nueva vida, como hemos visto en tantos otros personajes. Este camino de redención estaría acompañado de varios cambios, sobre todo estéticos, gracias a la genialidad de John Romita, que en aquellos momentos ostentaba el cargo de Director Artístico de la editorial. El dibujante obró su magia de nuevo para mostrarnos un diseño más elegante. Además, se dejaba de lado su vehículo volante para proporcionarle un dispositivo portátil, a modo de mochila propulsora, que le permitiría volar de forma autónoma.

A continuación, tenemos una historia que acerca los mutantes a Los Defensores y, a su vez, sirve para aproximar al autor a una parcela del Universo Marvel donde marcaría un momento clave en la historia del Homo superior: la Segunda Génesis. Len Wein recupera al Profesor Xavier que solicita la ayuda del Dr. Extraño y sus "acompañantes". El dinámico no-grupo deberá aunar fuerzas con el mentor de la Patrulla-X, con el fin de detener a Magneto y su Hermandad de Mutantes Diabólicos. Aquí, podemos ver la versión de villano de opereta en la que se ha convertido la némesis de Charles Xavier. No obstante, la resolución de la historia deja al personaje listo para ser recuperado por Claremont. Un autor que desarrollaría un antagonista más tridimensional y complejo, cuya evolución no fue demasiado respetada con el paso del tiempo. También habría que destacar la creación de un nuevo mutante, llamado Alpha, un experimento que acabó yéndosele de las manos a Magneto.

El siguiente reto de nuestros protagonistas vendría asociado a la luminosa Asgard. El Destructor, antiguo villano de Thor, cuyos poderes se beneficiaron accidentalmente de la magia de Karnilla, consigue escapar de la cárcel utilizando su palanca encantada. Además, con ella da poderes a los reos que han escapado con él, dando lugar al nacimiento de la Brigada de Demolición. Un grupo por el que, lo reconozco, tengo cierta debilidad, a pesar de que se alejan de cualquier complejidad, porque suelen asegurar la diversión en sus apariciones. Y su nacimiento tiene lugar en esta serie. Para equilibrar las fuerzas, Los Defensores obtendrán la ayuda de Power Man, el primer héroe de color que protagonizó una serie en Marvel, como ya hemos visto en esta sección.

En The Defenders #19, Len Wein abandonaba la colección para dar paso a Steve Gerber, el autor que revolucionaría al no-grupo, y cuya etapa está considerada como la mejor de toda la colección. Pero como se suele decir, eso será una historia para otro día. Antes, debemos hablar de los Giant-Size

De forma paralela a la etapa de Len Wein, se publicaron dos Giant-Size. El primero de ellos está parcialmente escrito por Tony Isabella. Y digo esto, porque a pesar de que este tipo de números especiales solían incluir reediciones de tebeos ya publicados por la editorial, en este caso tenemos una combinación entre reedición y producto novedoso. Así, nos encontramos una historia dentro de otra, en la que Clea se convierte en narradora de aventuras pasadas de los compañeros de la Valquiria. La combinación servía para que, tanto el personaje como el lector, conociéramos mejor a los protagonistas de la serie. Los números elegidos para relatar situaciones pretéritas son: The Incredible Hulk #3, Sub-Mariner #41 (1955) y la 1ª historia de Strange Tales #145. Todo esto acompañado de varias páginas dibujadas por Jim Starlin, convirtiendo los tres relatos en uno. Cabe destacar especialmente la historia de Namor, que nos traslada a una época muy diferente de hacer historias, y a una representación ligeramente distinta del personaje.

El segundo Giant-Size está escrito por el propio Len Wein, acompañado del lápiz de Gil Kane, un monstruo de las viñetas, que en esta ocasión está perjudicado por el entintado de Klaus Janson. A mi modo de ver, se pierde parte de la personalidad del dibujante en muchas páginas, pese a que se mantiene la narrativa y el asombroso enfoque propio de uno de los grandes autores del cómic. La historia nos devuelve a un entorno esotérico, ya que nuestros protagonistas deberán enfrentarse al demonio llamado Asmodeo. Parra ello, Stephen solicitará la ayuda de Hellstorm, un aliado que en el futuro será una pieza importante del no-grupo. Una curiosidad más que rodea a esta etapa de Los Defensores.

Mirando con perspectiva las tres partes que enmarcan el comienzo de nuestros protagonistas en el Universo Marvel (reunión y origen de Roy Thomas; arranque de la colección a cargo de Englehart; y etapa de Len Wein), nos encontramos con tebeos muy entretenidos, que reúnen todos los componentes típicos de un tebeo de la Marvel clásica, tanto los buenos como los malos. Es decir, por un lado, tenemos la sensación de serie coral, la interacción y desarrollo de los personajes, junto a la sensación de universo compartido sin grandes pretensiones, más allá del simple divertimento. Por el otro lado, tenemos historias que destilan un clasicismo algo añejo, en el que se repiten algunas situaciones y se abusa del texto en muchas ocasiones. No estamos ante lo mejor de la Marvel sesentera, pero ni mucho menos estamos ante lo peor. Quizá, habría que situarlo en la parte media alta, sobre todo gracias a momentos de cierta relevancia, como el crossover o la creación y desarrollo de la Valquiria, junto a la creación de villanos como la Brigada de Demolición y Nebulón. La etapa de Englehart es posiblemente la más entretenida, además de continuista, con momentos verdaderamente épicos, mientras que la de Len Wein es algo más innovadora, incluso arriesgada, a pesar de que en algunos instantes pierde un poco de fluidez. Soy incapaz de decantarme por alguna parte en concreto, pero de lo que sí estoy completamente convencido, es que los amantes de los clásicos necesitábamos a Los Defensores y, por fin, ya están aquí.


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