por Óscar Rosa Jimenez Para conocer el origen del personaje, debemos trasladarnos al lejano año de 1954. El guionista y dibujante Mike Anglo creó un nuevo superhéroe bajo el nombre de Marvelman para la editorial británica L. Miller & Son. Todo esto obedecía a un intento de emular el éxito que cosechaban en Estados Unidos los cómics de superhéroes. Len Miller, un editor afincado en el Reino Unido, poseía los derechos para publicar el material de Fawcett, editorial a la que pertenecía el Capitán Marvel. Sin embargo, en 1953, Fawcett decidió cancelar su línea de cómics, debido a los gastos acumulados por los diferentes enfrentamientos legales con DC; una forma como otra cualquiera de quitarse de en medio a la competencia. Cuando Len Miller se quedó sin material original que reimprimir, recurrió a Mick Anglo. Así nació Marvelman. Resulta curioso ver como los paralelismos entre los dos personajes no se detienen en la ficción, ya que ambos han protagonizado cruentas batallas legales a lo largo de su dilatada vida fuera de las viñetas. Las historias nos presentan a Mike Moran, un joven becario del Daily Bugle (aunque sin la necesidad de aguantar a J. Jonah Jameson), que manifiesta sus poderes tras decir una palabra mágica. Se trata de una extraña combinación entre la ciencia ficción y los superhéroes, algo inusual para la época. Por aquellas fechas, en el Reino Unido proliferaban los cómics de ciencia ficción, por lo que este concepto exportado del otro lado del Atlántico resultó novedoso. La nueva colección alcanzó las 370 entregas, aunque no empezó desde un número uno, por lo que solo 346 serían protagonizadas por el personaje, publicadas a lo largo de nueve años. De forma paralela, gracias al éxito obtenido, nació Young Marvelman, un personaje que compartió título con nuestro protagonista y disfrutó de varios números especiales; y Marvelman Family, la serie que vio nacer a Kid Marvelman, destinada a reunir todos los elementos que rodeaban al personaje de nuevo cuño, incluidas las enormes similitudes con el personaje de Fawcett. La colección alcanzó los 30 números, más diversos especiales y anuales. A principios de los sesenta, las ventas bajaron y se cancelaron todas las series. Asimismo, Marvelman quedó relegado al ostracismo más absoluto. Sinceramente, echando un vistazo al personaje y su historia, no entiendo qué vio Alan Moore para desear rescatarlo. Aunque no se puede negar que el personaje representa el paradigma perfecto de como se entendía el género hace más de cincuenta años. Y es que Marvelman reúne todos los tópicos imaginables: superfuerza, poder atómico, palabra clave para transformarse y cierta dosis de inocencia infantil; aspectos que hoy día rozan la ridiculez. Sea como sea, aquel héroe, que al pronunciar "¡Kimota!" (atomic al revés) se transformaba en el hombre más poderoso del mundo, fue elegido para servir como ejemplo de evolución en el género. Porque si queda una cosa clara con esta serie, es que ningún personaje es malo, si se sabe qué hacer con él. En marzo de 1982, arrancó una nueva publicación en el Reino Unido bajo el título de Warrior. Esta revista fue el contenedor elegido por Alan Moore para rescatar a Marvelman, diecinueve años después. Nunca dejará de sorprenderme que uno de los autores más importantes de la industria muestre constantemente su antipatía por los superhéroes. Sobre todo cuando es el responsable de diferentes obras que no solo dignifican al género, sino que, además, han sido el modelo a seguir por muchos autores. Pese a la evidente "inspiración" en un personaje tan reconocible como el Capitán Marvel, el "guionista original" muestra un respeto absoluto hacia una época en la que la mayoría de los conceptos son irrisorios. De ese modo, comienza un homenaje que se transforma en el siguiente paso lógico que debe dar el género: aproximarse a la realidad. No se puede negar que tras la evolución que sufrió, principalmente, en la década de los setenta y ochenta, el cómic de superhéroes dio un frenazo evolutivo. Mucho podríamos hablar tanto del bien como del mal que hicieron grandes obras como Watchmen o El regreso del Caballero Oscuro. Obviamente, su mal fue que no se supo comprender la profundidad de esas historias, quedándose con lo superficial: la violencia y el tono oscuro. Dicha interpretación nos llevó al abuso que se vio reflejado en los noventa. Pero bueno, esa es otra historia… En la revista Warrior, el barbudo de Northampton presentó su nueva versión de Marvelman, que sería rebautizado como Miracleman cuando Eclipse empezó a reeditar estas historias para el mercado USA, allá por 1985. Las aventuras de Mike Moran, en esta serie, culminan en Warrior #21, por lo que en este tomo se recopila más o menos la mitad, cerrando la primera etapa del personaje en Warrior #11. Además, el tomo cuenta con infinidad de extras que complementan la historia, emulando a la reedición americana. Tengo que decir que algunos me han resultado más interesantes que otros, sobre todo porque no me suele gustar que los extras ocupen prácticamente el mismo número de páginas que el tebeo reeditado. Tampoco entiendo que hace Joe Quesada entrevistando… Entre los extras, encontramos a los Warpsmiths, un acercamiento delirante a la ciencia ficción bajo la tutela de Alan Moore. También publicado originalmente en la revista Warrior, fue una de las ideas que el autor quiso desarrollar en un universo autónomo. Pero las ideas metafísicas, alucinógenas y realmente complejas en las que el autor hace una crítica social, no acabaron fructificando. A mí, pese a lo interesante de la premisa, tras la lectura de Miracleman, me ha sobrado. No digo que su inclusión no merezca la pena, pero, a título personal, no me han despertado demasiado interés, y lo veo más como un producto para fans acérrimos del barbudo. A pesar de ser una obra muy esperada por el gran público, la editorial italiana ha publicado una edición mejorable. Aunque los aspectos técnicos son bastante aceptables (tapa dura, papel y reproducción), la ausencia de textos en una página o la no inclusión de artículos más jugosos sobre la historia del personaje, dejan la sensación de que la maldición que rodea la serie aún continúa vigente. Una pena, porque la ocasión era muy buena para publicar una "edición definitiva", o lo más cerca posible a ese concepto, y esta no me lo parece. Otra vez será, supongo. En el apartado gráfico, tenemos a Garry Leach y Alan Davis. Ambos hacen un gran trabajo, aunque se nota la juventud e inexperiencia del segundo. Leach tiene un estilo realista que encaja muy bien con la trama oscura que plantea Moore. Visualmente es una delicia. Por otro lado, debo decir que, aunque el recoloreado de Steve Ollif me parece muy bueno (manteniendo cierta fidelidad con el material original publicado por Eclipse Comics), donde se aprecia mejor la fuerza de este dibujante es en el blanco y negro. Esto es debido a que la revista Warrior publicaba sus interiores de ese modo. Por lo tanto, pese a que el trabajo realizado es muy bueno, el dibujo de Leach ha perdido un poco de empaque. Quizá no sea demasiado, o sea algo insignificante, pero nunca entenderé del todo por qué se quiso colorear en su momento la obra. Por cierto, también tenemos a un jovencísimo Steve Dillon, cuyo estilo aún no es tan definido como ahora. También cabe destacar que, pese a los diferentes dibujantes, en este tomo hay una cohesión gráfica importante. Posiblemente eso es debido a los entintados de Leach de gran parte de las historias. La primera parte del tomo se centra en el renacimiento del superhéroe y en la manera que tiene de afrontar su vida al redescubrir su increíble poder. Cabe destacar la importancia capital que adquiere la humanidad de Mike Moran, un periodista freelance cercano a los cuarenta, cuya vida está carente de interés. En ese aspecto juega un papel importante Liz Moran, su esposa, que no solo comparte la experiencia, sino que muestra su apoyo a cada momento, por muy inverosímil que resulte todo. Sin caer en los tópicos, aunque pasa de puntillas por ellos, Miracleman es una historia revolucionaria en la que la maravillosa prosa del "guionista original" cobra una fuerza tremenda y se mantiene fresca como el primer día. El siguiente paso en la vida de Mike Moran, y de su álter ego, es descubrir que todo lo que está ocurriendo no es una fantasía. Para ello entra en escena un amigo del pasado, que da un giro radical al concepto de héroe corrupto. Es increíble ver como un simple enfrentamiento ente dos seres superpoderosos puede plantear tantos conceptos interesantes. El bien y el mal, conceptos básicos del género, adquieren un nivel de profundidad nunca antes visto. Dos hombres con un inmenso poder desatado son el vehículo para profundizar en la corrupción y en la ambición humana, unos rasgos pocas veces identificados con el superhéroe arquetípico. De ese modo, sin detener el caos que crece a su alrededor, tenemos una premisa encastrada en el inconsciente colectivo: el poder corrompe. En torno a este concepto tan sencillo, surge la reflexión, pese a que la batalla continúa hasta límites de una violencia exacerbada. A partir de ese momento, podemos comprender por qué esta obra es la quintaesencia del género y, sobre todo, por qué marca una diferencia con respecto a cualquiera de su época. La segunda parte del tomo gira alrededor de la intriga y el suspense, personificados en el origen secreto de Miracleman. Una vez más, el autor utiliza los elementos maniqueos del género para dar una vuelta de tuerca que nos acerque a una realidad más tangible. Si bien es cierto que en algunos momentos pueda parecer que intente ridiculizar conceptos pasados de moda, en realidad, el autor homenajea la simplicidad del pasado para transformarla en algo nuevo. Se mantiene la esencia, incluso el lector llega a sentir que todo esto ya se lo han contado una y mil veces, pero, realmente, nunca de esta forma. Recontar un origen es una de los recursos narrativos más manidos del género. No obstante, pese a su previsibilidad aparente, el "guionista original" consigue sorprender al lector con una historia impactante que nos llena de sorpresa e indignación a partes iguales. Ahora, Miracleman es un superhéroe renovado y actualizado; un héroe de verdad, uno que supuso una fuente de inspiración tanto en el pasado como en el futuro. El momento de la transformación ha llegado. Gritemos: "¡Kimota!" |
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