por Óscar Rosa Jimenez En la primera mitad de los años ochenta, la editorial Marvel publicaba varias series que despuntaban por su calidad y su orientación hacia la madurez de sus lectores. En este tomo, podemos confirmar que la serie Captain America, llegada a este punto, se gana por derecho propio estar dentro de ese grupo en el que destacaban autores como Roger Stern, John Byrne, Chris Claremont, Frank Miller y Walter Simonson. Posiblemente estemos ante uno de los mejores trabajos de DeMatteis. Comenzamos el tomo con una historia que deriva en una serie de aventuras concatenadas, las cuales se extienden hasta prácticamente la mitad del volumen. Captain America #275 es clave para comprender todo lo que nos espera en los siguientes números. Lo primero que salta a la vista es que todas aquellas historias de contenido autoconclusivo, que hemos leído en los tomos anteriores, tienen un nexo en común; uno que queda al descubierto en este capítulo. Además, el autor plantea diferentes tramas que se irán desarrollando en los posteriores números. Una serie de líneas maestras que ayudan al lector a mantenerse pegado a la lectura, intrigado por tantas historias que corren en paralelo. Atrás queda ese "estancamiento" que pedía Jim Shooter, en pro de una fluidez argumental mucho más beneficiosa para la colección. Otro punto destacable es el desarrollo de los personajes, donde SHIELD tiene un papel muy importante. A Nick Furia y su inseparable compañero Dum Dum Dugan se les une Gail Rucinter, una agente recién presentada, que comienza a experimentar ciertos sentimientos hacia el Capitán América, mientras asume labores fuera del laboratorio de la organización. Éste, por el contrario, afianza su relación con Bernie Rosenthal, quien acaba descubriendo que su novio es el Centinela de la Libertad. De esa forma, se deja atrás esa doble identidad inútil y desfasada, en beneficio de un vínculo sentimental reforzado. A pesar de ello, DeMatteis profundiza en el concepto, intentado dar cierta credibilidad a los argumentos que defienden dicha doble identidad. Esa constante reticencia a revelar un secreto por el bien de los seres queridos, cobra mayor fuerza en algunos momentos, aunque, al final, la sinceridad acaba triunfando. Todo ello repercute en el papel que interpreta Bernie, ya que su unión con Steve la lleva a vivir situaciones de peligro. A pesar de todo, la joven demuestra ser alguien con el suficiente carácter para superar cualquier obstáculo, manifestando tanto su valor como un amor incondicional por el hombre con el que desea compartir su vida. Por otro lado, tenemos a Sam Wilson, que aparca su faceta de superhéroe para intentar ocupar un puesto en el Senado. Una forma diferente de intentar cambiar las cosas, en beneficio de personas humildes como los habitantes de Harlem, su barrio natal. A pesar de mantenerse alejado de la acción principal, Sam continúa en primera línea gracias a las subtramas y a un pequeño relato en tres partes, publicado como historia secundaria en Captain America #276-278. Allí, los autores profundizan en el personaje a través de su pasado, revelando un problema mental del que algunos medios se hacen eco. Este secreto del pasado hace tambalear su campaña para senador, pero también sirve para que podamos conocer aún más al personaje. Una historia cargada de dramatismo, de la que sale reforzado y listo para protagonizar su propia miniserie en solitario. Pese a la revelación de su identidad secreta, Steve continúa con una vida civil relativamente normal. Se mantiene su faceta de ilustrador freelance, la convivencia con sus vecinos y todo lo demás. De hecho, su idílica vida privada es la diana de sus enemigos, los cuales van más allá de la megalomanía habitual, para centrarse en una cruel venganza. Por lo tanto, el blanco de todos sus planes no solo es el vengador de las barras y estrellas, sino que amigos como Arnold Roth sufrirán a manos de un enemigo que lleva oculto, prácticamente, desde el inicio de la etapa. Pero ahora llega el momento de revelar quién se esconde tras los diferentes ataques que ha sufrido el Capitán América, incluido aquel en el que conocimos a Alimaña, cuya forma de hablar nos recuerda poderosamente a Smeagol, el corrompido hobbit del Señor de los Anillos, con esa forma de arrastrar las eses. El enemigo en las sombras es nada más y nada menos que la nueva encarnación del Barón Zemo. Estamos ante el hijo de la anterior encarnación, con orígenes y motivaciones similares. Sin embargo, su obsesión va un poco más allá y está enfocada hacia una perturbada venganza, orientada al sufrimiento de su acérrimo enemigo. En un intento de cumplir sus objetivos, contará con la alianza de un renovado Primus, el cual propiciará un enfrentamiento entre dos Steve Rogers, al estilo de lo que podemos ver en Superman III, que curiosamente se estrenó ese mismo año. Intriga, acción, drama y las dosis exactas del idealismo que rezuma la figura del Capitán América, se combinan en diferentes tramas que se unen, o se narran en paralelo, dejándonos momentos realmente buenos. Asimismo, podemos comprobar que todo el camino recorrido hasta aquí ha merecido la pena. Tanto la forma de atar cabos como la manera en que todo se ajusta a una especie de historia-río, me dejan la sensación de que DeMatteis lo tenía todo planeado desde el principio. Pese a las reticencias de Shooter a que los autores desarrollaran este tipo de narrativa en la serie, el guionista coge un camino alternativo en el que, finalmente, abraza conceptos de largo recorrido, similares a los que tenía en mente Stern antes de su marcha. Los designios del destino son inescrutables… Pero lo realmente interesante, es ver como las subtramas se multiplican. Así, llegamos a la investigación de diferentes homicidios perpetrados por el Espantapájaros, un villano de segunda que comenzó su carrera criminal enfrentándose a Iron Man, en el lejano Tales of Suspense #51. Aquí se hace hincapié en su faceta de asesino siniestro, de una forma realmente terrorífica y sangrienta. Me llama mucho la atención ver ese tipo de violencia tan explícita en un cómic Marvel, mientras que la aparente relación homosexual del amigo de la infancia de Steve se muestra de una manera mucho más solapada. Prácticamente hay que leer entre líneas, aunque siempre queda esa sombra de duda al respecto. La aparición del villano está ligada a la Coalición por una América Honorable, un grupo de ciudadanos que forman algo muy parecido a un partido político para defender unos valores morales que se están perdiendo. Para dar un impulso a su campaña, utilizan la imagen del Capitán América, aunque sin su permiso. Cuando el héroe abanderado decide hacerles una visita, descubre los crímenes del Espantapájaros y decide intervenir. La combinación de ideologías político-sociales con la perturbación psicológica del villano da como resultado una historia orientada a la crítica social y la corrupción a distintos niveles. Quizá el exceso de moralidad estereotipada del protagonista puede ocultar al lector la compleja trama urdida por DeMatteis con diferentes niveles de profundidad. A veces, se ha tildado al autor de ser demasiado pretencioso, pero aquí se vislumbra una crítica social con cierta profundidad. No es Frank Miller, pero diría que pone el dedo en la llaga. Al llegar al ecuador del tomo, tenemos un regreso realmente inesperado, el cual estará asociado a otra saga que nos acompañará hasta el final del volumen. Se trata de la recuperación de Jack Monroe, el joven que actúo bajo la identidad de Bucky Barnes durante los años cincuenta. Tras haber sufrido lo indecible a manos del Doctor Fausto y recuperar su cordura, el joven se siente perdido y solicita la ayuda del hombre que más admira, el Capitán América. Este nuevo compañero tendrá un papel fugaz, ya que pronto será elegido para recuperar un concepto creado en la mítica etapa escrita por Steve Englehart: el Nómada. A partir de este momento, Jack Monroe pasará a ser conocido como el Nómada, el cual tendrá su momento de gloria varios años después, protagonizando su propia serie regular. También habría que destacar la aparición, como invitada, de Spiderwoman. De esa forma, DeMatteis intenta dar carpetazo a una trama surgida en la serie de Jessica, planteada por Chris Claremont. El Patriarca Mutante, cuya debilidad es el mal llamado sexo débil, jugueteó con la idea de que Jessica Drew fuese hija de Víbora. Todo ello queda resuelto aquí, en un par de páginas, tras la cancelación de su serie regular. Estamos ante uno de los sellos más característicos del Universo Marvel, donde se intentaba que todo quedara bien atado. ¡Qué tiempos aquellos! Como espero haber podido transmitir a lo largo del artículo, en este tomo los autores han conseguido alcanzar un nivel de calidad importante. Por fin hemos podido ver, con nuestros propios ojos, qué es lo que hace a esta etapa tan especial; por qué los lectores más veteranos hablan tan bien de este periplo del personaje en los ochenta. Por lo tanto, solo me queda admitir que DeMatteis estaba tejiendo un tapiz interesante, poco a poco, pero hasta que no he llegado a este punto, no he logrado verlo. Ahora solo nos queda comprobar si este in crescendo continuo se mantiene hasta el final, aunque todo parece apuntar que así será. |
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