MARVEL GOLD CAPITÁN AMÉRICA: LA MUERTE DE UN HÉROE
por Óscar Rosa Jimenez


En este tomo, continuamos con la etapa de J. M. DeMatteis al frente de Captain America, donde comenzamos a ver como el autor se va asentando en la serie, aunque aún veremos como alterna algunos números con David Anthony Kraft.

Comenzamos con una historia, en dos partes, en la que queda patente el respaldo que tenía el autor en aquellos momentos en Marvel Comics Group. A principios de la década de los ochenta, DeMatteis ocupaba el puesto de guionista en Conan the Barbarian, tras la marcha de Roy Thomas. Desde luego, era toda una responsabilidad, debido al éxito cosechado por el autor al frente de la serie protagonizada por la creación más importante de Robert E. Howard. Pero el apoyo de Jim Shooter le llevaría a escribir dos colecciones más: The Defenders y Marvel Team-Up. De esta forma, aprovechando la coyuntura, DeMatteis comenzó a establecer algunos nexos de unión entre los títulos que gestionaba. El ejemplo más claro lo tenemos al inicio de este volumen, en el que podemos asistir al crossover entre Captain America y The Defenders, dos de las series que escribía.

Pese a que el primer número que nos encontramos es Captain America #268, la trama tiene su punto de partida en las páginas finales de The Defenders #104. Debo reconocer, que entiendo los motivos que llevan a la editorial italiana a no incluir el extenso prólogo que nos lleva hasta el inicio del tomo. Pero sí es cierto que no hubiese venido mal algún tipo de resumen aclaratorio, ya que la escena inaugural deja al lector un poco fuera de juego. No obstante, poco a poco, podemos ir asimilando la trama sin sentirnos perdidos, aunque, para mí, le cuesta arrancar.

La historia cuenta con varios momentos de interés. El primero de ellos es la primera aparición de Gail Runciter, una agente de SHIELD que, rápidamente, da muestras de una fuerte personalidad. El segundo, es otra primera aparición, aunque en esta ocasión es algo mucho más fugaz. Se trata de Arnold Roth, un viejo amigo de Steve Rogers sobre el que volveremos más adelante, ya que se convierte en el protagonista de uno de los próximos números. Pero lo realmente importante, es que DeMatteis construye lo que parecen ser historias autoconclusivas, sin embargo, establece pequeños lazos de unión entre ellas, dando lugar a una continuidad sutil, pero existente. Recordemos que Shooter estableció que los números de la serie debían ser autoconclusivos, de forma que cualquier lector tuviese un fácil acceso a las colecciones de la editorial, evitando, en la medida de posible, el lastre que suponía la continuidad para el lector novel. No obstante, se encontraba con diferentes flashbacks, y alusiones a hechos ocurridos en números anteriores, casi de forma continua. Por lo tanto, me da la sensación de que DeMatteis "burlaba" las directrices del editor de esa forma. Por otro lado, bien podría ser una de las huellas que dejó este editor con su forma de dirigir la Casa de las Ideas; una forma que, todo hay que decirlo, me parece casi tiránica en algunas ocasiones. Aquí, esa supuesta accesibilidad desaparece en cuanto tenemos un crossover como éste, ya que aúna conceptos extraídos tanto de la serie de los Defensores como de la del Centinela de la Libertad. Para colmo, tenemos a Halcón Nocturno como pieza clave de gran parte de la historia.

Dejando de lado los aspectos editoriales, la historia en sí no está nada mal, pese a que recupera a uno de los personajes con poderes psíquicos de una de las historias olvidables del anterior tomo. La idea de una organización cuyo mayor interés reside en conquistar el mundo a través del control de poderosos psíquicos, los cuales eluden la seguridad y contactan con el Capitán América, y después con el Doctor Extraño, no puede ser más manida. Y más cuando dicha organización viste a sus esbirros con uniformes de un estilo anclado en el pasado. Sin embargo, quizá sea por la extraña combinación de ciencia ficción con ese aire sobrenatural que imperaba en la serie del no grupo, debido a sus integrantes, pero la historia resulta entretenida. Incluso la participación de Daredevil como personaje invitado no desentona demasiado, pese que a priori no parece encajar demasiado bien en este entorno. Podríamos decir que la flexibilidad habitual en The Defenders obró su magia…

En Captain America #269, volvemos a la programación habitual, es decir, una sucesión de números autoconclusivos. Tengo que reconocer que DeMatteis le coge el pulso a la serie en este punto. No solo aprovecha para ir dejando pistas aquí y allá de futuras historias, aunque no se puedan considerar subtramas al uso, sino que comienza el desarrollo y profundización de la compleja relación entre Bernie Rosenthal y Steve Rogers. En el número anterior ya pudimos ver esa declaración de amor de la vecina del ilustrador, lo que da pie a que ambos comiencen un corto periodo de suspensión que, rápidamente, nos lleva a una relación más estrecha e íntima. DeMatties consigue obviar el espinoso tema de la doble identidad, dando mayor énfasis a uno de los aspectos que rodean al personaje constantemente: un hombre fuera de su tiempo. Además, se sigue profundizando en esa convivencia vecinal, dotando al personaje de una doble vida que no se había explotado demasiado hasta el momento.

El otro punto de interés reside en la consolidación gráfica, y estética, de Mike Zeck, el cual muestra una evolución con respecto a lo que veíamos en el anterior tomo. Sigo pensando que el entintado de John Beatty tiene mucho que ver, sobre todo en las expresiones faciales, sin embargo, es evidente que la narrativa ha mejorado sustancialmente. Cabe destacar la forma de representar los movimientos acrobáticos del protagonista en un trazo limpio. Sin duda, asistimos a uno de lo momentos cumbres de la carrera del dibujante en esta etapa.

En este número, también tiene lugar una nueva aparición para el Universo Marvel. Se trata del Equipo América, un grupo de personajes basados en una línea de juguetes pertenecientes a la empresa Ideal Toys. Estamos ante otro caso en el que las compañías jugueteras pretendían dar mayor difusión a sus productos a través de los cómics. Shooter, amigo de estas ideas, decidió potenciar el proyecto con la aparición del grupo, liderado por Lobo (con un carácter que recuerda a su homónimo de DC), en Captain America. La serie protagonizada por estos motoristas "made in USA" no duró mucho más de un año, aunque, posteriormente, aparecerían en The New Mutants y en The Thing, hasta que se les pierde la pista para siempre. En esta ocasión, junto al Capitán América, se enfrentan al Pensador Loco, el cual pretende crear un pueblo donde solo vivan mentes privilegiadas acordes con la suya.

A continuación, en Captain America #270, tenemos la historia en la que conoceremos a Arnold Roth, un amigo íntimo de Steve durante su infancia. DeMatties aprovecha para profundizar en el pasado del protagonista, mostrándonos a alguien indefenso, cuyo mayor apoyo era Arnold, quien le defendía en un entorno hostil como era el Lower East Side durante la Gran Depresión. Al crecer, ambos separaron sus vidas para volver a encontrarse en una situación totalmente distinta. Ahora, Arnold necesita la protección de Steve de unos mafiosos a los que les debe dinero. Dejando de lado el giro final que toman los acontecimientos, tenemos una historia cargada de dramatismo, pero, a su vez, es el paradigma perfecto de lo que significa un valor tan importante como la amistad. Creo que el autor da en la clave con este tema, sin caer en el abuso del pragmatismo que puede rodear a un icono como el Capitán América. Es obvio que el personaje tiene una lucha constante por la conservación de ciertos valores, pero la virtud está en saber encontrar el equilibrio entre la defensa de dichos valores y la oración propagandística. Aquí, DeMatteis consigue, de forma acertada, esa estabilidad, dejándonos una historia acompañada de ciertas dosis de sensibilidad. Además, está acompañada de una "aventura" paralela protagonizada por Bernie, en la que subyace cierta crítica social. La chica intenta ayudar a una anciana mendiga, que es atacada por unos gamberros. Pese a la buena disposición de Bernie, la mujer, apaleada por la vida, es incapaz de evitar su instinto de conservación ante alguien que solo pretende tenderle una mano para ayudarla. Todo esto en solo veintidós páginas…

Tengo que reconocer, que, cuando leí, y releí, esta historia de niño, nunca llegué a cogerle el punto. Me parecía aburrida. Sin embargo, al releerla hoy, me doy cuenta que es una historia concebida para una mente más madura y mi opinión ha cambiado totalmente. Casi me atrevería a decir que es de lo mejor que escribe DeMatteis en este tomo.

En Captain America #271 tenemos a Alan Kupperberg a los dibujos, junto a David Kraft, en otra de las ausencias de DeMatteis. En esta ocasión, tenemos un relato que nos introduce en el espectáculo de la lucha libre. Un luchador llamado Mr. X asesina a su contrincante durante una pelea retransmitida por televisión. Dicho enfrentamiento es presenciado por Steve y Bernie, cuya reacción contra la muerte, en directo, del luchador incita, aún más, al héroe abanderado a investigar lo sucedido. Kraft juega muy bien una de las bazas que mejor se le dan: el misterio. Unas dosis de intriga son el condimento perfecto para aderezar una historia que critica, con cierta dureza, un deporte que está más orientado hacia el espectáculo teatral que hacia otra cosa. Cuando la leí por primera vez, me sorprendió el giro final, quizá tras las relecturas ha perdido cierta fuerza, incluso diría que es un desenlace más o menos previsible. No deja de ser una historia entretenida y poco más. Eso sí, el cabeza alada vuelve a sus diatribas morales que tanto gustan a este autor, aunque algo más moderadas que en el tomo anterior.

En el siguiente número, Captain America #272, vuelve el tándem creativo regular para acometer otra historia cargada de dramatismo y crítica social. En medio de todo ello, tenemos la presentación de Alimaña, un terrorífico enemigo que alberga un secreto por desentrañar, junto a un peligro oculto tras una misteriosa organización que acecha al héroe de las barras y estrellas. Otro ejemplo más de que DeMatteis va dejando ideas para desarrollarlas más adelante. Sin embargo, el eje principal de la historia es el Halcón y su sobrino, el cual ha sido hospitalizado tras recibir una paliza mientras intentaba detener a unos ladrones en Harlem. No quiero descubrir nada, porque realmente merece la pena descubrir el final de este relato. Quizá sea algo previsible, pero el camino que recorren los dos superhéroes hasta el final es toda una odisea moral. Un auténtico tour de force, en el que ambos personajes deben demostrar de que pasta están hechos los héroes. Una vez más, el autor centra una historia en los valores morales, dando un paso más allá, ya que plantea una situación que hace dudar a cualquiera, incluso a alguien como el Capitán América. Aquí es donde vemos la tridimensionalidad del personaje, acercándonos a su lado más humano y menos icónico. Cabe destacar que DeMatteis repite el esquema representado en Captain America #270. Allí, teníamos dos historias paralelas igual que aquí, salvo que, en esta ocasión, ha cambiado uno de los protagonistas. Intercambiando a Sam Wilson por Bernie Rosenthal, el autor consigue el mismo resultado, pese a que en este número, diría que el Halcón gana en protagonismo al Capitán América. De hecho, su historia es más impactante. Sam se enfrenta a un dilema mucho más complejo que Steve.

Llegados a este punto, nos acercamos a una de las historias preferidas de un servidor. Soy consciente que el componente nostálgico influye mucho, pero es que, aún hoy, me parece tremendamente divertida. Es curioso, porque tras multitud de lecturas, estos números los cambié por "La última cacería de Kraven". Es decir, sin saberlo, cambié una historia dibujada por Mike Zeck por otra en la que formaba equipo con DeMatteis y además aparecía Alimaña.

Dejando de lado esta anécdota personal, Captain America #273-274 supone la última colaboración de David Kraft en esta etapa. Y la verdad es que fue una despedida a lo grande, ya que diría que es la mejor de todas sus aportaciones. Es cierto que tiene algún pequeño error de continuidad relacionado con Eric Koening, pero es perfectamente perdonable y no evita que se pueda disfrutar como merece el regreso de unas leyendas del tal calibre como son los Comandos Aulladores. Se trata de un grupo de aguerridos soldados, compañeros de Nick Furia durante la Segunda Guerra Mundial. Un peculiar equipo de combate que tuvo su propia serie regular en los albores de la editorial Marvel de la mano de Jack Kirby y Stan Lee. Un proyecto que fue producto de una apuesta para demostrar que ambos autores eran capaces de sacar rentabilidad de una colección por muy absurdo que fuera su título. ¡Y ya lo creo que lo consiguieron! Nada más y nada menos que 167 números duró lo que en un principio no era más que una broma. Además, lo que parecía ser una serie bélica más del mercado, acabó siendo introducida en el Universo Marvel a los pocos números. Una vez más, la magia de Marvel obró un milagro.

Con estos anacrónicos compañeros, junto a los menos oxidados Dum Dum Dugan y Nick Furia, el Capitán América debe hacer frente a HYDRA. Por si fuera poco, Kraft recupera a un villano perfecto para esta aventura, el Barón Von Strucker. Los amantes de los megalómanos nazis con monóculo están de suerte.

En solo dos números tenemos de todo: una amenaza de dominación mundial, el secuestro de un amigo y el obligado rescate por parte de un nutrido grupo de aliados. Una trama perfecta para la acción, donde brilla con luz propia Mike Zeck. Como nos tiene acostumbrados, David Kraft introduce sus dosis de suspense de rigor, lo que contribuye a que el desarrollo de la trama sea aún más emocionante. Todo concluye con la muerte de un viejo compañero en una escena cargada de dramatismo, dando sentido al título de la historia. El heroísmo y el drama se dan la mano en un broche final perfecto para soltar alguna lagrimilla. Soy consciente de que, de nuevo, me influye el sentimentalismo, pero la historia me sigue pareciendo genial, pese a que Kraft sigue introduciendo, de vez en cuando, sus diálogos llenos de excesos en la boca del Centinela de la Libertad. Sin embargo, aquí apenas me molestan.

Finalmente, tenemos el sexto anual de la serie donde vuelve DeMatteis, pero se ausenta Mike Zeck, que es sustituido por Ron Wilson. La historia me parece totalmente fallida. Con este especial, los autores pretenden explicar quién sustituyó al Capitán América durante el periodo que estuvo en animación suspendida en un iceberg. Tanto Roy Thomas como Steve Englehart trabajaron para despejar esta incógnita, pero aún quedaba el espacio comprendido entre 1945 y 1954. El propio Roy Thomas trata el tema en What If? #4, un cómic que, a pesar de publicarse en una colección donde todo sucedía en otras realidades, acabó considerándose como canónico. De ahí surgían dos personajes que se enfundaron el traje del abanderado, junto al que veíamos en la etapa de Englehart, más el Steve Rogers de toda la vida. Los cuatro se unen en un caótico tebeo que me saca totalmente de la lectura. No sé si se debería haber publicado el mencionado What If? para mayor comprensión, o si simplemente el desarrollo de la trama es demasiado embrollado, pero, para mí, es lo peor que nos encontramos en este tomo. Ni el rescate de la psicodélica idea de Kirby personificada en el Contemplador en lo que parece un claro homenaje al Rey, ni el cameo de los Invasores me transmite nada. Una historia que me deja indiferente y un sabor de boca amargo ante un tomo que por momentos parecía ir en un in crescendo continuo.

Tras este jarro de agua fría, me quedo con los mejores momentos de un tomo que supone una mejoría sustancial con respecto al anterior recopilatorio. Parece que la etapa va ganando enteros poco a poco, esperemos que el ritmo no pare.


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