Teniendo en cuenta que el Capitán América está de rabiosa actualidad, debido a su último estreno cinematográfico, me han entrado ganas de escribir algo sobre una de mis etapas favoritas del personaje. Me refiero al…

CAPITÁN AMÉRICA DE ROGER STERN Y JOHN BYRNE
por Óscar Rosa Jimenez


Estoy seguro de que muchos pensarán que este puñado de números, realizados por ambos autores, no es suficiente para considerarlos una etapa. Sin embargo, a pesar de constar de solo nueve números, para mí es un proyecto suficientemente sólido para considerarlo como tal. Asimismo, una vez más, las decisiones editoriales privaron a los lectores de algo que posiblemente hubiese tenido más importancia de la que finalmente tuvo. Porque, seamos francos, estos números, a pesar de su calidad, quedan eclipsados por diferentes periodos del personaje que, debido a su mayor extensión, han permanecido más frescos en la memoria de los fans, pese a que la obra ha sido reeditada en diversas ocasiones en nuestro país.

En mi opinión, tras la marcha de Englehart y su mítica historia sobre el Imperio Secreto, la serie del Centinela de la Libertad comenzó una paulatina decadencia. Ni siquiera el regreso de un exultante Jack Kirby, tras su estancia en DC, me parece especialmente destacable. Más que nada porque el Rey desechó de un plumazo toda la evolución realizada por su antecesor. Una vez terminado el periplo en solitario del coautor del personaje, la serie vagaba sin rumbo en manos de una variopinta amalgama de autores, que no conseguían dirigir el personaje hacia ningún lado. Una época en la que solo se podría destacar los lápices de Sal Buscema y el conato infructuoso de Roger McKenzie por dotar al personaje de una vida privada fuera de la mansión de Los Vengadores. Aunque sería el responsable de establecer un escenario que enriquecerían sus predecesores.

Roger Stern está considerado como un autor perteneciente a la tercera ola de creadores de Marvel. Estamos ante un autor que suele ser sinónimo de calidad o, en su defecto, de unos mínimos que nos aseguran un tebeo tremendamente divertido. Stern llego a la Casa de las Ideas en 1975. A lo largo de su estancia en la editorial, trabajaría en colecciones como The Amazing Spiderman, The Avengers y Dr. Strange, dejando para el recuerdo momentos sumamente memorables en todas de ellas. Posteriormente, estaría ligado a diversos proyectos de sus amigos, como es el caso de Siempre Vengadores con Kurt Busiek, o La Patrulla-X: Los años perdidos con el propio John Byrne.

A principios de los ochenta, tras varios años ejerciendo la labor de editor en la serie del Capitán América, Roger Stern tiene la oportunidad de escribir las aventuras del Centinela de la Libertad. Una vez acepta el reto de guionizar un personaje anclado en el pasado, Stern le comenta a un amigo suyo cual es su nuevo proyecto. Este amigo no es otro que John Byrne, quien decide, en ese instante, que quiere dibujarlo. Ambos habían trabajado por primera vez juntos en un anual de Hulk. Aquello no era más que un proyecto puntual, así que nunca habían tenido la oportunidad de trabajar juntos de manera regular hasta Captain America #247, el número que supondría el inicio de una etapa breve, pero intensa.

Desde el primer momento, el tándem creativo pretende humanizar al personaje. Para este cometido, refuerzan su vida privada, aumentando su relación con los vecinos del piso en el que vive. Además, crean a un nuevo personaje, Bernie Rosenthal, una joven con la que Steve comienza una tímida relación que le haga olvidar la muerte, más o menos reciente, del amor de su vida. Esta es la forma en la que un personaje mitificado comienza a tener problemas tan mundanos como llegar tarde a una cita o ayudar a su nueva vecina en una mudanza. Para reforzar este nuevo escenario, Steve trabaja como ilustrador en varias revistas, estando sujeto a fechas de entrega que debe compaginar con su labor de luchador por la libertad. De esa forma, se concatenan diferentes situaciones, incluido el constante agobio de ganar dinero para pagar el alquiler, dotando de mayor profundidad a un personaje que en los años anteriores había perdido esa característica.

La primera historia de Stern se centraría en cerrar ciertas tramas que había heredado de sus predecesores. Desde que Steve despertara de la animación suspendida, viene arrastrando ciertas lagunas en su memoria, por lo que antes de plantear un futuro, el autor aclara las incógnitas del pasado del Capitán América. Con el inicio de las pesquisas, nuestro protagonista se topará con el Forjador de Máquinas, que utiliza diferentes encarnaciones robóticas de viejos conocidos para intentar eliminar al héroe abanderado. Cabría destacar, que con esta historia nace la enemistad entre ambos personajes. Además, tenemos un enfrentamiento entre la tecnología más vanguardista contra un personaje que representa el paradigma perfecto del clasicismo.

En solo tres números, la pareja de autores daba un giro de ciento ochenta grados a la colección, que no solo adquiría un nuevo rumbo, sino que la dirección a la que parecía dirigirse tenía un componente de originalidad. Esta suposición estaría confirmada cuando en Captain America #250 se plantea la posibilidad de que el Capitán América se convierta en presidente de los Estados Unidos.

Esta interesante circunstancia no es más que la maniobra de un nuevo partido político autodenominado Nuevo Partido Populista, los cuales sufren un secuestro en su propia sede, siendo solventada la situación por la aparición del Capitán América. El presidente del partido tiene la feliz idea de proponerle la candidatura al héroe, aunque antes de que acepte suelta la noticia al Daily Globe con la intención de sea el pueblo americano el que "obligue" a la leyenda viviente a aceptar el cargo por el bienestar de su país. La historia, a pesar de su aparente carácter político opta por profundizar en la posibilidad de que un superhéroe se convierta en dirigente de una nación tan importante como Estados Unidos. En todo momento, los autores buscan que tengamos diferentes perspectivas, desde los propios Vengadores hasta la opinión de sus vecinos, los cuales desconocen la identidad secreta de Steve. Es interesante como dicha identidad secreta, que en cierta manera es un lastre para el personaje, es utilizada como un recurso para establecer las dudas plausibles sobre la decisión final. Tampoco hay que perder de vista las opiniones de Iron Man respecto a la política y los superhéroes. Como cambian algunos…

A estas alturas, Stern consigue captar toda la atención del lector, ya que la tridimensionalidad del personaje queda representada perfectamente. Incluso me atrevería a decir que lo aleja de los estereotipos habituales a los que se asocia al personaje, llegando a convertir el sueño americano en algo de carácter global; se trata de una lucha por la libertad y la justicia que sobrepasa cualquier frontera, convirtiendo a una leyenda viviente en un verdadero adalid de dichos ideales. Todo esto sin perder de vista su humanidad, algo verdaderamente importante.

En los dos números siguientes, Nueva York afronta una nueva amenaza encarnada en la asociación formada por Mr. Hyde y Batroc. El primero es rescatado por el segundo con la promesa de un estipendio que finalmente no consigue. Ambos villanos se alían para conseguir dinero extorsionando a la Corporación Roxxon, a la que le han robado un buque cisterna, pero su error radica en utilizar al Capitán América como moneda de cambio. Bueno, eso y que Batroc es un villano con un código de honor, mientras que Hyde es un tipo sin escrúpulos. Esto propicia que ambos dejen de ser aliados, facilitando al héroe abanderado su labor.

La siguiente historia nos lleva hasta Londres, donde han aparecido varios cadáveres. Así, Stern introduce a viejos aliados de Steve durante la Segunda Guerra Mundial y establece un puente entre el pasado y el presente, utilizando a componentes de los Invasores. De ese modo, conoceremos a la familia Falsworth, acentuando la situación de Steve fuera de su tiempo, ya que sus amigos han envejecido, mientras él continua siendo tan joven como durante el conflicto bélico. Stern demuestra, una vez más, su conocimiento de la historia del Universo Marvel, además de su respeto, creando un relato que utiliza muy bien elementos del pasado. También rescata al Barón Sangre, un villano que abrazó lo sobrenatural para conseguir sus mezquinos objetivos. Creado por Drácula y aliado de Hitler, supone una combinación de lo peor de ambos mundos, convirtiéndole en un enemigo duro de roer. Tanto es así, que Steve se verá obligado a matarlo para evitar que vuelva a convertirse en una amenaza. Un momento difícil que queda perfectamente registrado por la excelente narrativa de Byrne.

Otro dato interesante es que se produce un relevo generacional, al más puro estilo de la Distinguida Competencia. El enfrentamiento con el Barón Sangre, y su posterior muerte, serán demasiado para el pobre corazón de Brian Falsworth, quedando vacante la identidad de Union Jack, la cual había pasado de padre a hijo entre los miembros de la familia Falsworth. Sin embargo, en esta ocasión, será un amigo del nieto de Brian quien acepte ser la tercera encarnación de Unión Jack en la larga historia del personaje.

Captain America #255 sería el último número del tándem creativo, aunque ni ellos mismos lo sabían cuando se pusieron a trabajar en él. La publicación de esta entrega suponía la celebración del cuarenta aniversario de la creación del personaje, a manos de Joe Simon y Jack Kirby. Una historia que, además de ser un sentido homenaje, nos amplia la información sobre el origen de la leyenda viviente. Incluso hace hincapié en las circunstancias que lo incitan a presentarse voluntario a un experimento que le podía haber costado la vida. Cabría destacar esa precaria situación familiar, que no es óbice para que su madre le inculque unos valores que ayudan a forjar al hombre en el que se convertirá. Tras superar el experimento con éxito, y tras el ataque nazi al responsable del proyecto, comienza la carrera de un nuevo héroe cuyo mayor propósito es luchar contra los infiltrados alemanes en Estados Unidos. Una vez vapuleada la quinta columna aria, llegará el momento de que el gobierno solicite la incorporación del Capitán América al frente. El resto, como se suele decir, es historia.

En este número, Rogern Stern muestra las bases de cómo contar un origen sin necesidad de cambiar nada, a pesar de añadir algún que otro elemento, y siendo totalmente respetuoso con el pasado. A pesar de que el personaje nació en 1945, el autor consigue combinar el aire retro de sus orígenes con la actualidad de principios de los ochenta. Y es que esta historia supone un claro ejemplo de qué clase de guionista es Rogern Stern y por qué a día de hoy sus guiones siguen manteniendo cierta frescura, a pesar del tiempo transcurrido.

Con lo que se presuponía que no era más que un pequeño alto en el camino, de lo que tenía planeado Roger Stern para el personaje, se convierte en un final un tanto brusco, ya que nunca sabríamos cómo salio nuestro protagonista de Londres. Para ello tendríamos que recurrir a las ocho páginas realizadas por John Byrne para el siguiente número, que no se llegaron a publicar nunca. El motivo de la marcha de ambos autores estuvo motivado por decisiones editoriales que, de alguna forma, coartaban la libertad creativa. El propio Roger Stern, con el paso del tiempo, no ha querido incidir mucho en lo que pasó. Según cuenta Jim Salicrup, el editor de la etapa, Jim Shooter, máximo dirigente de Marvel en aquella época, decidió que no quería historias más largas, salvo en casos excepcionales, de dos números. El editor aludía a la calidad de la Trilogía de Galactus como baremo para establecer la calidad de las futuras historias largas que permitiría publicar. No obstante, Roger Stern tenía planificada su siguiente historia en tres partes. El villano sería Craneo Rojo y tenía intención de desarrollar el romance entre Steve y Bernie. Pero ante estas directrices que no se ajustaban a sus planes, decidió dimitir. No sabemos lo que hubiese pasado de continuar el autor, pero estoy seguro que ahora tendríamos un puñado de buenos tebeos y esta etapa estaría mucho mejor considerada de lo que lo está.
Visto con los ojos de hoy en día, donde un equipo artístico dura poco más de un arco argumental, esta etapa que no duró siquiera un año, quizá no nos resulte tan corta. Aun así, no era algo habitual en la época y en un corto periodo de tiempo, los autores devolvieron al personaje al candelero, situándolo en un camino que retomarían autores como DeMatteis. Sinceramente, releyendo estos números, tengo la sensación de que nueve números saben a poco, pero son más que suficientes para disfrutar de un personaje que puede producir cierto rechazo por su simbolismo abanderado. Posiblemente, aunque solo sea por un momento, mi mente se lamente por lo que de verdad pudo haber sido y no fue, pero después solo pienso en disfrutar lo que, a la postre, supondría un punto de inflexión para el personaje y una especie de prólogo a una nueva etapa que supondría un importante revulsivo para la colección. Pero de eso, hablaremos otro día.


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