EL HIJO DE FU-MANCHÚ: UNA REVISIÓN DE MASTER OF KUNG-FU (II)
por Taneleer Tivan


2. EL CRECIMIENTO Y AVANCE DE UN ESPIRITU

No se puede decir que las páginas de los cómics fueran desconocidas para Fu-Manchú, puesto que ya a finales de los años 30 el propio Sax Rohmer había llevado a cabo por entregas y dentro de la famosa cabecera de Detective Comics la adaptación de The Insidious Dr. Fu-Manchú (título con el que se había publicado en Estados Unidos la primera novela de Fu-Manchú) para la DC, llegando a coincidir en el tiempo e incluso en el mismo tebeo con la primera presentación al público de Batman en el Detective Comics #27. Sin embargo, no es menos cierto que el gran éxito de Fu-Manchú en el mundo del cómic no tendría lugar a través de DC, sino precisamente a través de su principal competidora, Marvel.

A principios de los años 70, las artes marciales causaban un verdadero furor en Estados Unidos gracias fundamentalmente a los dos grandes clásicos del género protagonizados por Bruce Lee, Karate a Muerte en Bangkok y Furia Oriental, que la Universal y la Metro se habían encargado de distribuir en los USA. Fruto de ese auge, la cadena ABC decidió montar en 1972 una serie para la televisión dedicada a las artes marciales, la famosa serie protagonizada por el actor David Carradine, que sería conocida en todo el mundo como Kung-Fu. La serie, que narraba las aventuras en Estados Unidos de un antiguo monje shaolín que buscaba a su hermano norteamericano mientras repartía ostias como panes y filosofía a partes iguales, obtuvo rápidamente un gran éxito de audiencia. Y entre aquella multitudinaria audiencia que todas las semanas se quedaba pegada al televisor, se encontraban dos espectadores llamados Steve Englehart y Jim Starlin. El primero un joven guionista que se estaba consagrando como una de las nuevas estrellas de Marvel (con títulos como Los Vengadores, Capitán América, Hulk, Defensores o su muy recordada serie del Doctor Extraño junto con Frank Brunner en Marvel Premiere) y el segundo un joven dibujante que también estaba empezando a hacerse un nombre y alcanzando además un notable éxito con sus propios guiones en las páginas del Capitán Marvel.

Haciéndose eco de sus propios gustos y de lo que ocurría en la calle, Englehart y Starlin hicieron causa común y plantearon conjuntamente a Marvel la posibilidad de llevar al cómic una adaptación de la citada serie televisiva. Su idea se encontró, sin embargo, con el grave inconveniente de que la serie estaba siendo producida por la Warner, la propietaria de DC Comics, de modo que se vieron obligados a crear un concepto distinto que acabaría siendo presentado como Shang-Chi, Maestro del Kung-Fu. El nombre, que venía a significar "el crecimiento y avance de un espíritu", era obra del propio Englehart y de otro amigo común dentro de la plantilla de Marvel, el dibujante Alan Weiss, quienes habían utilizado para su obtención las técnicas de interpretación del I Ching, uno de los cinco libros clásicos relacionados con las enseñanzas de Confucio.

Con todo, a la hora de establecer el marco argumental en el que se iba a desenvolver el nuevo personaje, la aportación que resultaría básica para su desarrollo sería obra de Roy Thomas, en aquella época Editor en Jefe de la Marvel. Tras el inesperado éxito de Conan el Bárbaro, Marvel había comenzado a negociar y adquirir otras licencias de diversos personajes procedentes de los viejos pulps, tales como Doc Savage, Gullivar Jones, o en este caso, el diabólico Dr. Fu-Manchú. Aprovechando la circunstancia de esa licencia que se acababa de adquirir, fue Thomas quien sugirió a Englehart la posibilidad de incorporar las artes marciales a un cómic de Fu-Manchú (todo ello siempre según Thomas, ya que Starlin comenta que no se trató precisamente de una sugerencia), integrando así al personaje dentro de la mitología creada años atrás por Sax Rohmer. De este modo, Shang-Chi se convertía en el hijo de Fu-Manchú, enfrentado a la maldad de su padre y dedicando su vida a combatirlo al lado de su eterna némesis, sir Denis Nayland Smith. Es más, para dejar claro a los lectores el trasfondo de la situación que se quería plantear, el diseño de Shang-Chi pasaba a ostentar en su kimono el símbolo de dos de los conceptos fundamentales del Taoísmo, el Ying y el Yang, los opuestos, que además de poner de manifiesto el tono filosófico que iba a caracterizar al personaje, aparecían evidentemente referidos al papel que estaban destinados a representar el propio Shang-Chi y Fu-Manchú.

Para presentar la nueva serie se decidió utilizar uno de los habituales títulos de reediciones con los que en ese momento contaba Marvel. En este caso el elegido fue el Special Marvel Edition, que en su decimoquinto número abandonaba la política de reeditar las antiguas historias del Sargento Furia para presentar en su lugar un nuevo título, The Hands of Shang-Chi, Master of Kung-Fu.

Con fecha de portada de Diciembre de 1973 y bajo el título de Shang-Chi, Maestro del Kung-Fu, aquella primera historia del SME # 15 se situaba años después de lo ocurrido en Emperador Fu-Manchú, la última novela escrita por Rohmer, aunque suponía una continuación directa de los acontecimientos que habían tenido lugar en la misma. Tras haberse hecho Nayland Smith y Tony McKay con la lista secreta de los líderes y miembros del Si-Fan obtenida por los soviéticos, la poderosa e invisible organización de Fu-Manchú se había derrumbado. La China comunista había purgado a todos los miembros del Si-Fan que se encontraban ocultos en su estructura de poder y evidentemente lo mismo habían hecho los soviéticos y los países occidentales. Fu-Manchú había pasado años volviendo a reconstruir el Si-Fan desde sus cenizas, aunque antes se había vengado de McKay, al que había asesinado, y del propio Nayland Smith, al que había roto las piernas convirtiéndole en un inválido. Fu-Manchú consideraba que en un mundo como el actual, su palabra de mandarín ya no tenía ningún sentido, por lo que consideraba adecuado romper el juramento que le había hecho al Dr. Petrie al final de The Trail of Fu-Manchú y decidía enviar a Londres a su arma más letal con el fin de asesinarle, un arma que resultaba ser su propio hijo y que respondía al nombre de Shang-Chi. O al menos, eso era lo que parecía suceder en aquel primer momento.

Al encontrar al anciano Petrie dormido en su cama, el joven hijo de Fu-Manchú sentía serias dudas a la hora de cumplir la misión que le había sido encomendada. Sin embargo, considerando a su padre como un hombre honorable, acababa llevándola a cabo con vistas a librar al mundo de un ser peligroso y malvado. Sin conseguir llegar a tiempo de salvar a su amigo, un anciano e inválido Nayland Smith irrumpía en ese momento en la habitación con su silla de ruedas y apuntaba a Shang-Chi con un arma de fuego, pero el joven y confundido maestro de las artes marciales lo desarmaba sin darle ni tan siquiera tiempo a reaccionar. Al ver muerto a su amigo, Smith se derrumbaba emocionalmente y conminaba al hijo de Fu-Manchú a que acabase también con su vida, pero el joven empezaba a comprender su papel en lo que estaba sucediendo y le pedía a Smith que le contase su versión de la historia.

Tras contarle Smith la verdad sobre quien era su padre, y ver lo que éste le había hecho a sus piernas, Shang-Chi huía avergonzado del hogar de Petrie y se trasladaba a los Estados Unidos para hablar con su madre norteamericana sobre lo que Nayland Smith le había contado. Su madre, que sólo volvería a tener otra aparición en la serie, no sólo le confirmaba la verdad sobre quién era el Dr. Fu-Manchú, sino que le explicaba cómo éste la había seleccionado para engendrar un hijo física e intelectualmente perfecto y cómo ella había accedido, confiándole luego su educación y crianza en la fortaleza de Honan, de acuerdo con los planes que para él tenía Fu-Manchú. Frente a frente, con el propio Fu-Manchú en su base neoyorquina, Shang-Chi abría los ojos a la verdad y comprendía que había sido engañado durante toda su vida por su propio padre, averiguando por fin quién era éste y jurándose a sí mismo librar al mundo de su maldad.

Aunque hoy seguramente se hubiera desarrollado a través de los habituales seis o siete números de rigor, la historia, contada en tan sólo 19 páginas, resultaba perfecta para la época en su planteamiento creativo y comercial; de hecho, en menos de seis meses se convertía en el éxito sorpresa de la editorial, provocando la salida de otro nuevo título dedicado a las artes marciales y a Shang-Chi, dentro esta vez de la línea de revistas a b/n que Marvel publicaba bajo el sello de Curtis Magazines, Deadly Hands of Kung-Fu, que en su segundo número volvería a reeditar de nuevo aquella historia inicial, esta vez a blanco y negro. Una lástima que aquí nunca llegase a ser publicada la versión original a color, porque tenía la curiosidad de ser obra del propio Englehart.

Con periodicidad todavía bimestral, el Special Marvel Edition # 16 avanzaba en la trama que se había iniciado en el número anterior. Con Englehart y Starlin al mando de la situación, Fu-Manchú asignaba la tarea de matar a Shang-Chi a uno de sus mejores si-fans, un ninja verdaderamente letal que respondía al nombre de Medianoche, amigo íntimo de Shang-Chi y con quien éste se había criado desde la infancia. Con un nivel de kung-fu equiparable al del hijo de Fu-Manchú y capaz de integrarse con las sombras, Medianoche había sido adoptado por Fu-Manchú tras encontrarle vivo y desfigurado, cuando apenas era un bebé, en una aldea africana arrasada por los británicos en busca del Señor del Si-Fan. El enfrentamiento era a muerte, pues así lo había decretado Fu-Manchú, y poseía la suficiente tensión emocional como para comprender que allí no sólo se enfrentaban dos grandes maestros de las artes marciales, sino dos amigos que se consideraban a sí mismos hermanos, con lazos comunes, pero con algo muy importante que les diferenciaba: el odio y la violencia que habían marcado la vida de M´Nai, verdadero nombre de Medianoche. El personaje le acabaría gustando tanto a Englehart que volvería a recuperarlo meses después dentro de The Avengers como uno de los miembros de la Legión de los Muertos que Kang utilizaba para encontrar a Mantis en el Limbo.

Además de las lógicas escenas de lucha y artes marciales, la serie aparecía caracterizada por el tono filosófico y los monólogos introspectivos con los que Shang-Chi reflexionaba sobre todo lo que iba sucediendo a su alrededor, lo que le convertía en un personaje bastante peculiar dentro de los tebeos Marvel de la época, aunando además el nuevo fenómeno de las artes marciales con la historia y tradición pulp propia de Fu-Manchú, resultando de todo ello una mezcla bastante original e innovadora. Y la acogida resultó ser francamente buena. En apenas dos meses tuvieron lugar dos circunstancias que pueden dar fe de lo bien que había funcionado el tema: con fecha de portada Abril 1974, Thomas decidía cambiar el nombre al tebeo, pasando directamente a llamarse The Hands of Shang-Chi, Master of Kung-Fu # 17 y apropiándose además de la numeración que hasta ese momento llevaba el Special Marvel Edition. Como remate comercial a la jugada de Marvel, ese mismo mes Shang-Chi y Fu-Manchú aparecían de nuevo como principales protagonistas del anteriormente citado Deadly Hands of Kung-Fu # 1, el nuevo magazine que Marvel lanzaba al mercado dentro de su línea de comics a b/n.

Con Englehart y Starlin también a las riendas y en paralelo con la serie principal, aquel primer número del magazine se integraba perfectamente dentro de la continuidad que se había desarrollado hasta entonces. Su inicio presentaba a Fu-Manchú interrogando a los maestros de Shang-Chi, tratando de averiguar las razones por las que su hijo le había traicionado. La historia resultaba muy interesante, viéndose por primera vez cómo había crecido Shang-Chi en la fortaleza de Fu-Manchú en Honan y cómo a los catorce años había tenido lugar la primera muerte de un adversario a sus manos a causa de las manipulaciones de su padre, que no dudaba en someter a Shang-Chi a una dura prueba de lealtad para asegurarse su fidelidad. A causa de una de esas pequeñas curiosidades del mundo de los tebeos, algún tiempo después se descubriría que también le había sometido a otra prueba de lealtad aún más importante para el desarrollo argumental de la serie. Otro detalle a mencionar es que el DHKF # 1 suponía la primera aparición de Ducharme, la nueva esclava y amante de Fu-Manchú.

El último número que firmaría Starlin fue el que se publicó ese mismo mes en el MOKF # 17, que se iniciaba con el propio Starlin dibujándose a sí mismo, junto a Steve Englehart y Al Milgrom (aunque yo estoy convencido de que en realidad es Al (lan) Weiss, dado que todo el fandom dice que es Al Milgrom, me imagino que tendrán razón) como drogadictos que intentaban atracar a Shang-Chi en un callejón. Starlin decidía salir por piernas del conflicto mientras Englehart y Milgrom se quedaban noqueados en el suelo. Aquella huida de Starlin que se mostraba en el cómic tenía su trasfondo en el mundo real. Y es que Starlin se había leído parte del material original de Rohmer y había pillado el viejo concepto pulp del Peligro Amarillo como un rollo racista que no le había hecho demasiada gracia, por lo que directamente decidió abandonar la serie.

En su aspecto argumental, la historia del MOKF # 17 bajaba un poco el nivel, pero seguía manteniendo la trama: Shang-Chi se enteraba que Nayland Smith se encontraba en Nueva York y decidía ir a verle para explicarle sus actos y sincerarse con él, pero no contaba con que Smith no olvidaba la muerte de Petrie y le atraía a una trampa en la mansión de su nuevo ayudante, un tosco, violento y políticamente incorrecto agente del MI-6 en los Estados Unidos llamado Black Jack Tarr, quien a partir de esta primera aparición acabaría convirtiéndose en uno de los principales secundarios de la serie. El número terminaba con Shang-Chi convenciendo a Smith de que era capaz de andar con su fuerza de voluntad, logrando que éste se levantara de su silla de ruedas. Aunque Shang-Chi abandonaba la casa en busca de su propio camino, la importancia de la historia consistía en que Smith había renacido y era consciente de que podía ganar para su causa la confianza del arma definitiva forjada por Fu-Manchú: su propio hijo.

Con carácter temporal, Alan Weiss sustituía a Starlin en el DHKF # 2, en el que Shang-Chi se topaba con un refugio de desertores del Si-Fan que se oponían a Fu-Manchú y que éste volatilizaba sin compasión con todos sus ocupantes dentro. Sin embargo, era en el MOKF #18 donde un joven y prometedor artista llamado Paul Gulacy se hacía cargo de la serie como nuevo dibujante regular. Su primer número, una historia en la que Smith y Black Jack alistaban por primera vez a Shang-Chi para enfrentarse a Fu-Manchú y sus guerreros si-fan en los Cayos de Florida, ya iba a mostrar algunas de las virtudes que el joven dibujante desarrollaría más tarde en la serie. Aparte, la mitología de Fu-Manchú continuaba trasladándose al cómic, desde el olor a mimosa que advertía del peligro de Fu-Manchú, a la primera aparición del inmortal Peko, que resultaba así también trasladado desde las novelas al mundo del cómic.

La historia continuaba en el siguiente número, el MOKF # 19, con el Hombre Cosa de invitado en los pantanos de Florida en el que sería el último número de Englehart a cargo de los guiones de la serie. Personalmente, es uno de mis números preferidos de esta primera época, tanto gráficamente como a nivel de guión. Y, desde luego, me ayuda en esta apreciación el que Englehart no quisiera despedirse de la serie sin dedicarle un pequeño homenaje al ídolo televisivo que había dado inicio a todo en su cabeza y en la de Starlin, pues era el famoso Kwai Chang Caine, aunque bajo otro nombre y con un pequeño bigote que aparecía bajo las facciones de David Carradine, el que acudía en ayuda de Shang-Chi y a quien Gulacy se encargaba de homenajear en la que sería una de sus primeras aproximaciones cinematográficas a los personajes que irían apareciendo en la serie.

El abandono de Englehart tenía motivaciones diferentes a las de Starlin. La razón fundamental, confesada por el propio Englehart, fue el exceso de series que en ese momento tenía a su cargo y la circunstancia de que tanto el MOKF como el DHKF pasaban a tener cadencia mensual a partir de ese mismo mes ante el éxito obtenido y lo bien que se vendían ambos tebeos. Englehart no era capaz de sacar adelante tantos títulos mensuales, y el que Stan Lee le hiciese además una especie de recomendación para que se dejase de tanta filosofía oriental y se centrase más en el tema de los palos, tampoco vino precisamente a ayudar a sus ganas de continuar en ambas series.

Los MOKF # 20 y 21 fueron una especie de transición con motivo de todo lo que estaba sucediendo. En la página del correo de los lectores del MOKF # 20 se señalaba a Gerry Conway como nuevo guionista de la serie tras la marcha de Englehart, pero lo cierto es que Conway no llegaba ni siquiera a realizar aquel número completo, puesto que también participaba en él un joven escritor llamado Doug Moench, que sería quien aparecería regularmente como guionista a partir del siguiente número. Moench era precisamente quien se había hecho cargo de los guiones del DHKF a partir de su tercer número, así que seguramente debió parecer la mejor y más rápida opción tras el abandono de Conway.

La historia de los MOKF # 20 y 21 continuaba asentada en Florida. Esta vez era un gángster llamado Demmy Marston, cuyos rasgos guardaban esta vez un curioso parecido con los de Jim Steranko, quien buscaba obtener una recompensa por parte de Fu-Manchú a cambio de presentarle el cadáver de Shang-Chi. No estaba muy lejos de lograrlo, pero el problema resultaba ser que Fu-Manchú era el único que se entendía con derecho de elegir el momento y el lugar en que debía tener lugar la muerte de Shang-Chi. En el apartado gráfico, el final del primero de aquellos dos números resultaba ser más de Milgrom que de Gulacy, mientras que el segundo presentaba dibujos de Ron Wilson acompañado también por Milgrom. La razón era que Gulacy empezaba a verse con serios problemas de exceso de trabajo, puesto que ese mismo mes se le encargaba que también llevase a cabo la primera historia del Giant-Size MOKF # 1, nuevo título trimestral que obtenía el Maestro del Kung-Fu de acuerdo con la nueva política editorial que Marvel adoptaba en aquel año 1974 para sus títulos más vendidos.

La transición y la nueva cadencia mensual indudablemente debió ser complicada de llevar, pero lo cierto es que en menos de un año Shang-Chi aparecía protagonizando tres títulos diferentes en un mismo mes, lo que proporciona una idea bastante aproximada del éxito que estaba obteniendo el personaje. Argumentalmente, aquel Giant-Size MOKF # 1 presentaba a Shang-Chi de regreso en Nueva York en el día de su cumpleaños, siendo ese el día que Fu-Manchú había elegido para su muerte. El especial suponía también la primera aparición en el mundo del cómic del Consejo de los Siete creado por Rohmer en la serie literaria, si bien en esta nueva y moderna encarnación del Consejo todos sus miembros resultaban ser guerreros si-fan. Artísticamente, suponía también la primera vez que Gulacy disfrutaba del entintado de su mentor, Dan Adkins. Y la verdad es que el resultado era bueno, con una muy buena compenetración entre ambos autores que aún iría a más en futuras colaboraciones dentro de la serie.

Y mientras todo esto tenía lugar en la serie principal, los guiones de Moench en Deadly Hands of Kung-Fu se ocupaban de trasladar a Shang-Chi a California durante siete números consecutivos (DHKF # 4-11) que se localizaban entre Los Ángeles y San Francisco, topándose con bandas, asesinos en serie y las revueltas estudiantiles de Berkeley. De esta manera, las dos series comenzaban a seguir caminos diferentes. El tono del DHKF resultaba ser mucho más autoconclusivo que el de la serie a color, y poco a poco se iba alejando de la esfera de Fu-Manchú y adentrándose en otro tipo de historias con un tono reflexivo más acentuado, a través del cual los lectores observaban el carácter pacifista y los pensamientos que surcaban la mente del hijo de Fu-Manchú ante el mundo occidental que iba descubriendo.

Tras una aparición estelar de Shang-Chi en el Giant-Size Spider-Man #2 de la mano de Len Wein y Ross Andru, Gulacy regresó a los lápices de la serie principal en el MOKF # 22, una historia en la que después de enfrentarse con un montón de si-fans en un restaurante chino -por cierto, empezando ya a mostrar Gulacy unos diseños de página muy efectivos a la hora de coreografiar la acción de una pelea de artes marciales-, Smith y Black Jack contactaban de nuevo con el Maestro del Kung-Fu para un nuevo enfrentamiento con Fu-Manchú, en esta ocasión con vistas a impedir un simbólico atentado contra el Monte Rushmore. Gulacy volvería a repetir al mes siguiente en el Giant-Size MOKF # 2, esta vez con un mayor número de páginas y con Jack Abel de entintador. La trama se iniciaba en esta ocasión en Nueva York, donde Shang-Chi conocía a una joven llamada Sandy Ling que se convertía en su primer interés amoroso dentro de la serie. El encuentro había sido preparado por Nayland Smith para envolver al hijo de Fu-Manchú en el traslado a Estados Unidos del padre de la joven, un brillante científico al que Fu-Manchú pretendía secuestrar. La joven encontraba un trágico destino a manos del propio Shang-Chi, víctima a su vez de las drogas alucinatorias de Fu-Manchú. Aunque ya habrá tiempo para referirse a la influencia de Steranko, algunas viñetas a página completa durante esas alucinaciones poseían composiciones originales y verdaderamente ingeniosas, mostrando el camino hacia el que se dirigiría Gulacy apenas un año después.

Con Gulacy sin poder hacerse cargo de todos los números que se le encargaban y con el exceso de trabajo empezando a hacer mella también en Moench, los MOKF # 23, 24 y 25 presentaron una serie de números en el Amazonas que no puede decirse que fueran dignos de un buen recuerdo. Aun así, el último de ellos, que actuaba como una especie de epílogo y dibujado precisamente por Gulacy, resultaba ser el más brillante de los tres. De todas formas, para hacer justicia a lo que estaba sucediendo, hay que tener en cuenta que Marvel estaba solicitando a todos los artistas involucrados en el MOKF una cantidad de tebeos superior a la que realmente podían producir en tan corto espacio de tiempo debido a la demanda que había que atender.

En cuanto a la saga, a modo de curiosidad, puede decirse que su localización amazónica recordaba bastante a la última película de Fu-Manchú que precisamente había dirigido el español Jess Franco, Fu-Manchú y el Beso de la Muerte (1968), un largometraje de la época de cuyo visionado sinceramente creo que se puede prescindir y que iba de la búsqueda de un antiguo veneno de los Incas cuyo secreto había descubierto Fu-Manchú. En el mundo del cómic, sin embargo, la acción se centraba en que Smith y Black Jack buscaban impedir a Fu-Manchú que se hiciera con una antigua arma de los nazis en el corazón del Amazonas, mientras que éstos, dirigidos por un antiguo oficial llamado Wilhelm Bucher, buscaban acabar con Fu-Manchú a mayor gloria de la hegemónica raza superior. El epílogo, mucho más interesante, iba sobre cómo Shang-Chi protegía a un bebé indígena de su propia tribu, que pretendía sacrificarle por motivos supersticiosos. El desenlace, con un guerrero si-fan que había sido también capturado por los nativos, hacía que Shang-Chi volviera a perder la fe en todo aquello que había tocado su padre. Sin duda, lo peor era que el entintado de Sal Trapani hacía cada vez menos justicia a los lápices de un apresurado Gulacy, que al mes siguiente entregaría, sin embargo, uno de los mejores números de esta primera época, el Giant-Size MOKF #3, un especial de 40 págs. cuya lectura esta vez sí que resultaba verdaderamente imprescindible.

El dibujo de Gulacy en aquel Giant-Size era el mejor que hasta entonces había publicado dentro de la serie, teniéndole ya totalmente cogido el pulso al personaje y a la manera de narrar la acción de las historias de Moench, a quien además le hacía llegar sus propias ideas. Por su parte, el guión de Moench empezaba a mezclar los mitos de Rohmer con los personajes de nuevo cuño que iban a comenzar a ir apareciendo de manera paulatina. En este caso era el agente del MI-6 Clive Reston quien aparecía por primera vez en la serie y con un claro papel protagonista en la historia, que se iniciaba con Shang-Chi deshaciéndose de un phansingar (un culto de asesinos de la India ya utilizado por Rohmer en la serie literaria) enviado por su padre para matarle y dirigiéndose a continuación al domicilio neoyorquino de sir Denis, donde conocía a Reston y recogía una nota de Smith pidiéndole que acompañase al agente británico a Londres, lugar en el que se iba a desarrollar el resto de la historia al más puro estilo de los viejos pulps escritos por Rohmer. Smith se hallaba en esta ocasión tras algo muy importante que Fu-Manchú no quería que descubriera. La trama les acababa conduciendo a los subterráneos de Buckingham Palace donde Fu-Manchú tenía su base, llegando a su momento cumbre cuando Shang-Chi encontraba al Dr. Petrie vivo y sometido a los experimentos de su padre.

Lo cierto es que el que Petrie estuviese finalmente vivo no estaba originalmente planteado así. Más bien todo lo contrario. Al leerse la viuda de Sax Rohmer el primer número del MOKF (es decir, el SME #15) y encontrarse con la muerte de Petrie en su interior, presentó una queja a los editores de Marvel por el asesinato de un personaje tan importante para la franquicia cuya vida además había jurado respetar Fu-Manchú al final de The Trail of Fu-Manchú.

Englehart ya se había marchado de la serie, así que fue a Moench a quien le tocó poner remedio a la situación. Para vestir aquella reaparición forzada por las circunstancias, Fu-Manchú revelaba que había realizado una de sus clásicas sustituciones en las que todo el mundo daba por fallecido a alguien a quien en realidad había secuestrado. Nayland Smith nunca se plantearía buscar a su amigo porque lo consideraba muerto, al tiempo que Fu-Manchú se aseguraba que las autoridades inglesas buscasen a Shang-Chi como criminal, lo que le hubiera hecho ver a los británicos como enemigos y acercarse más a él. Como trasfondo de la trama, todo venía motivado por un pequeño frasco de Elixir Vitae del que Smith y el fallecido agente McKay se habían apoderado en la última novela escrita por Rohmer y cuyo destino constituía la moraleja final de la historia.

El regreso de Petrie, además de volver a incorporar a la serie a uno de los personajes más clásicos de Rohmer, iba a servir de prólogo al retorno de otro de los grandes personajes de la saga literaria, toda vez que los MOKF # 26, 27 y 28 suponían el regreso a la serie de Fah-Lo-Suee, la hija de Fu-Manchú. O su primera aparición, según se mire.

Con dibujos de Keith Pollard y en un evidente homenaje a la famosa novela de Rohmer que había supuesto la primera aparición oficial de Fah-Lo-Suee, la acción del MOKF # 26 se desarrollaba en El-Khârga, la localidad egipcia que había servido de escenario final a La Hija de Fu-Manchú, presentando además en sus páginas al joven arqueólogo Robert Greville, hijo de Shan Greville y Rima Barton, dos de los principales protagonistas de aquella novela. En esta ocasión, Greville se había puesto en contacto con Smith para contarle las extrañas visiones sobre una bella mujer de fascinantes e hipnóticos ojos verdes que habían comenzado a asediar sus sueños. Sabiendo lo que aquello significaba, Smith se desplazaba junto con Shang-Chi a Egipto para ayudarle, puesto que la aparición en escena de la hija de Fu-Manchú constituía un peligro tan mortal como el que podía llegar a representar su padre. El objetivo de Fah-Lo-Suee eran unos místicos rubíes enterrados en la antigua tumba egipcia que el hijo de Shan Greville y Rima Barton estaba excavando, puesto que como se descubría en el número siguiente, la hermana de Shang-Chi estaba a punto de desencadenar con ellos una guerra civil dentro del Si-Fan con el fin de arrebatar a su padre el control de la organización, una guerra interna que se declaraba abiertamente en el MOKF # 28 cuando Fah-Lo-Suee se hacía con el control de la fortaleza de Fu-Manchú en Honan. A la vista de lo que estaba a punto de desencadenarse, tanto Fah-Lo-Suee como Fu-Manchú buscaban atraer a Shang-Chi para su causa, buscando cada uno de ellos el apoyo que desnivelase la balanza a su favor. Como conclusión de las tres historias que suponían el regreso de Fah-Lo-Suee y del apellido Greville a la serie, Shang-Chi decidía permanecer al lado de sir Denis y mantenerse al margen del enfrentamiento entre su padre y su hermana, un juego cuyas reglas aún estaba lejos de comprender.

El Giant-Size MOKF # 4 fue el último de los trimestrales que llegó a aparecer al decidirse la cancelación del formato. Con dibujos nuevamente de Keith Pollard, el último de los Giant-Size dedicados al hijo de Fu-Manchú supuso una explosiva mezcla de comedia y acción conducida por el personaje de Rufus T. Hackstabber, un taxista neoyorquino que suponía la viva imagen de Groucho Marx trasladada a los comics Marvel. Con sus absurdos y delirantes diálogos, Hackstabber no dudaba en ayudar a Shang-Chi a enfrentarse con Garra de Tigre y varios de los antiguos si-fans de su padre para recuperar los 7.80 dólares que le habían sido robados aquel día durante el atraco a un banco. En cierta manera, Hackstabber iba a suponer el pistoletazo de salida a un montón de guiños o referencias cinematográficas que a partir de ese momento comenzarían a aparecer de manera sucesiva en las páginas del MOKF de la mano de Doug Moench y del propio Paul Gulacy, puesto que como muchos ya se habrán dado cuenta, el nombre de Rufus T. Hackstabber era además una sutil referencia al personaje de Rufus T. Firefly que Groucho había interpretado en la inmortal Sopa de Ganso.

A pesar de la excelente repercusión obtenida entre los lectores durante el año y medio que ya llevaba en curso la serie, Moench comenzaba a considerar que la constante presencia de Fu-Manchú cerraba otra serie de posibilidades a la serie, posibilidades que tanto Gulacy como él estaban interesados en explorar y llevar a cabo hasta sus últimas consecuencias, sin que por ello Fu-Manchú dejase de ser la gran amenaza sobre la que girase la trama.

Fruto de ese pensamiento, estaba a punto de comenzar la que la inmensa mayoría de aficionados consideran como la gran época del MOKF, existiendo opiniones que incluso van más lejos en esta apreciación, considerando que el MOKF comenzó verdaderamente a partir del MOKF # 29. Evidentemente esto último no es realmente así, pero sí puede decirse que existió un antes y un después a este número en cuanto a la concepción y la evolución que experimentaría la serie tanto a nivel gráfico como de sofisticación en sus guiones.

Continuará…


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