EL HIJO DE FU-MANCHÚ: UNA REVISIÓN DE MASTER OF KUNG-FU
por Taneleer Tivan


Llamadme Shang-Chi, como hacía mi padre, mientras yo crecía y educaba mente y cuerpo en el aislamiento de su retiro en China. Aprendí muchas cosas de mi padre: que mi nombre significa "el Crecimiento y Avance de un Espíritu", que mi cuerpo puede convertirse en un arma viviente mediante la disciplina del Kung-Fu, y que podía ser usado para el asesinato de un hombre llamado Dr. Petrie. Desde entonces he sabido que mi padre es el Dr. Fu-Manchú, el hombre más malvado de la Tierra y que honrarle no traería más que deshonor al espíritu de mi nombre.

Con esta leyenda, escrita por Roy Thomas, comenzaba uno de los mejores cómics que hubo en la entrañable e innovadora Marvel de los setenta; o al menos uno de los que llegó a presentar momentos de calidad más que suficientes como para recibir tal consideración por parte de sus seguidores, entre los cuales afortunadamente tengo el honor de encontrarme.

Naturalmente, esta introducción viene referida a The Hands of Shang-Chi, Master of Kung-Fu, uno de esos clásicos de la Marvel que estaría pidiendo a gritos una reedición, si no fuese por el obstáculo que supone el que los derechos sobre muchos de los personajes de la serie pertenezcan a los herederos de Sax Rohmer y no a la Marvel. Y es una lástima, porque en sus páginas dieron una buena parte de lo mejor de sus carreras autores de la talla de Doug Moench, Paul Gulacy, Mike Zeck y Gene Day.

Observando un poco lo que hoy ya es historia, The Hands of Shang-Chi, Master of Kung-Fu inició de algún modo su existencia a finales de 1973, aprovechando la cabecera de los Special Marvel Edition # 15 y 16 de cara a su presentación al público. La serie, engendrada dentro de la gran expansión popular de las artes marciales que acabaría llevando a Bruce Lee a un póstumo y merecido estrellato a nivel mundial, o que igualmente conseguiría introducirse en millones de hogares de todo el mundo a través de la televisiva serie Kung-Fu protagonizada por David Carradine, presentaba, sin embargo, en su origen unos acontecimientos que iban más allá de lo que no dejaba de ser una moda imperante en aquel momento. O lo que es lo mismo, de manera opuesta a lo que quizá inicialmente podría haberse esperado, sus páginas comenzaban con un antiguo e inacabado enfrentamiento que hundía sus raíces literarias muchos años atrás, en concreto, en la vieja época de los pulps.

1. EL DOCTOR DIABÓLICO

El principio de aquel conflicto con el que se iniciaba la presentación de Shang-Chi en el Special Marvel Edition # 15, arrancaba en su origen de una novela publicada inicialmente por entregas en 1912 dentro de la revista británica The Story Teller bajo el título The Zayat Kiss, y cuyo autor, Arthur Sarsfield Ward, literariamente conocido bajo el seudónimo de Sax Rohmer, acabaría viéndola publicada en los Estados Unidos dentro de la prestigiosa revista Collier´s (con magníficas ilustraciones del genial Joseph Clement Coll), obteniendo apenas un año más tarde el ansiado formato de libro que buscaban todos los escritores de la era pulp, bajo el título de El Misterio del Dr. Fu-Manchú (The Mystery of Dr. Fu-Manchu, 1913).

Utilizando al personaje del Dr. Petrie como narrador inicial de lo que acabaría convirtiéndose en una primera trilogía, aquella novela de acción y misterio comenzaba con el propio Petrie siendo sorprendido en su casa de Londres por un visitante nocturno, su amigo sir Denis Nayland Smith, un joven miembro de Scotland Yard que formaba parte del Servicio Secreto británico como Comisionado en Birmania y que ostentaba amplios poderes para llevar a cabo una misión extremadamente peligrosa y para la que solicitaba su ayuda como única persona en la que podía confiar. Aquella misión consistía en detener a un misterioso personaje oriental del que sólo se sabía su nombre y a quien nadie había llegado a ver nunca, el profundamente sabio y malvado Dr. Fu-Manchú, del que Smith había averiguado que estaba secuestrando a importantes científicos e ingenieros británicos, simulando su muerte y trasladándolos a continuación a algún lugar desconocido para trabajar a su servicio.

En la mente de Rohmer, el origen de Fu-Manchú estaba íntimamente ligado a sus primeros años como periodista. La asignación de un reportaje le había llevado al barrio chino de Londres tras la pista de "Mr. King", un criminal de origen oriental que dirigía los bajos fondos londinenses, siendo aquella labor de investigación la que había inspirado el nacimiento del personaje.

En el mundo literario, sin embargo, el origen de Fu-Manchú nunca se llegaba a saber a ciencia cierta. Con el transcurso de los años, los lectores irían descubriendo que tenía más de cien años de edad y que mantenía su inmortalidad gracias a repetidas aplicaciones del Elixir Vitae, un antiguo mito de los alquimistas medievales perfeccionado por el propio Fu-Manchú. Había estudiado en las más prestigiosas universidades europeas bajo otro nombre, siendo un maestro de todas las ciencias, tanto las formalmente reconocidas como las consideradas ocultas o prohibidas. Su presencia resultaba ser magnífica e imponente, resaltada por unos magnéticos ojos verdes con los que podía imponer su voluntad a todo aquel que se atreviera a enfrentarse a él. En consonancia con el misterio que le rodeaba, su actuación pocas veces era directa, manteniéndose casi siempre entre bastidores y vislumbrando los lectores su presencia a través de escenas breves e impactantes. Y como ya se avanzaba en aquella primera novela, se servía además de una poderosa e invisible organización integrada dentro del submundo londinense y formada por sectas prohibidas de todo Oriente, fundamentalmente Thugs (adoradores de Kali) y Dacoits (fanáticos montañeses birmanos). Aun así, lo que le hacía letalmente peligroso a Fu-Manchú era su mortífero arsenal de virus, bacterias, sustancias capaces de inducir una apariencia externa de muerte y de toda clase de animales y plantas venenosas capaces de llegar hasta cualquiera que estuviese marcado como objetivo sin que nadie sospechase jamás la intervención de un agente externo. Como Smith informaba a Petrie a lo largo de aquella noche en la que todo daba comienzo, nadie estaba a salvo del Dr. Fu-Manchú, cuya misma existencia nunca había llegado a ser demostrada hasta entonces.

La novela, llena de ambientes nocturnos y referencias exóticas y misteriosas que captaban enseguida la atención del lector, presentaba ya en aquella primera entrega muchos de los tópicos que con el paso del tiempo se irían relacionando con Fu-Manchú, desde su mascota, un pequeño mono llamado Peko, que había sido el primer ser vivo con el que el doctor diabólico había experimentado el Elixir Vitae, al característico y peculiar olor a Mimosa que frecuentemente quedaba como único rastro de sus actividades, o incluso la adicción al opio que Fu-Manchú utilizaba como medio para alcanzar estados alterados de conciencia durante sus momentos de meditación. Aparte, destacaba también la presentación de otro de los personajes que resultarían claves para el posterior desarrollo de la saga durante aquellos primeros años, al enamorarse de Petrie una bellísima joven árabe que respondía al nombre de Kâramanèh, esclava personal del Dr. Fu-Manchú y que actuaba como uno de sus principales agentes.

La continuación de la historia tendría lugar con El Doctor Diabólico (The Devil Doctor, 1916), que se desarrollaba dos años después de lo sucedido en la primera entrega. En esta ocasión era un invitado de Petrie, implicado en los acontecimientos que habían desembocado en la Rebelión de los Boxer y con importantes contactos e informantes en China, el que desaparecía del hogar de Petrie mientras éste atendía una llamada que resultaba ser falsa. Nayland Smith regresaba urgentemente de Oriente para advertir a Petrie del peligro que corría su amigo y tratar de evitar lo que estaba a punto de suceder, pero no lograba llegar a tiempo de impedir alcanzar su objetivo a Fu-Manchú, quien efectivamente seguía vivo y volvía a tener de nuevo a su lado a Kâramanèh, sujeta una vez más a su influencia al haber sido borrado de su mente cualquier conocimiento de su anterior existencia, continuando así un enfrentamiento personal entre Fu-Manchú y Nayland Smith que estaba muy lejos de acabar.

La trilogía inicial concluía con Los Misterios del Si-Fan (Si-Fan Mysteries, 1917), ambientada cuatro meses después del final de El Doctor Diabólico y que comenzaba en una tormentosa noche de noviembre con la reunión de Petrie y Nayland Smith en el New Louvre de Londres mientras todo Scotland Yard se encontraba tras el rastro de Fu-Manchú. Smith acababa de regresar de El Cairo, donde había logrado descubrir el nombre de la misteriosa sociedad secreta a la que pertenecía Fu-Manchú: el Si-Fan, una sociedad cuyo origen se perdía en la noche de los tiempos y cuyo objetivo era una invisible dominación a nivel mundial. Como Smith informaba a Petrie, la organización estaba liderada por una desconocida emperatriz que se mantenía eternamente joven por medios que escapaban a la compresión humana y Fu-Manchú estaba a punto de hacerse con el mando supremo de dicha organización. Aunque no llegaba a ser nunca nombrada, la novela iba a dejar entrever la primera y fugaz aparición de Fah-Lo-Suee, la hija de Fu-Manchú, una enigmática belleza mitad caucásica y mitad oriental, de fulgurantes ojos verdes y hermosos rasgos heredados de su madre rusa, que se iba a revelar como una protagonista muy activa de las siguientes cuatro entregas de la serie, teniendo también un papel destacado en lo que sería el cómic desarrollado décadas más tarde por la Marvel.

La década de los veinte fue muy provechosa económica y profesionalmente para Sax Rohmer. Sus novelas y relatos de misterio le convirtieron en un escritor de éxito, mientras que su interés en el mundo de la egiptología y el ocultismo le llevó a formar parte de la famosa sociedad ocultista de la Golden Dawn junto a otros conocidos personajes de la época como Aleister Crowley, Bram Stoker o William Butler Yates. Encontrándose en la cima del éxito personal y profesional, Rohmer decidió regresar a la saga de Fu-Manchú a principios de los años 30 con una cuarta novela, La Hija de Fu-Manchú (The Daughter of Fu-Manchu, 1931). Catorce años después de la conclusión de la anterior, la nueva entrega presentaba a la peligrosa Fah-Lo-Suee tratando de hacerse con el legado de su aparentemente fallecido padre y el consiguiente liderazgo del Si-Fan. Con Petrie y Kâramanèh residiendo ahora en El Cairo, el narrador resultaba ser esta vez un nuevo personaje, Shan Greville, el joven prometido de Rima Barton, hija de sir Lionel Barton, un famoso arqueólogo que ya había aparecido en anteriores entregas de la serie. En esta ocasión, Nayland Smith se veía obligado a hacer frente a la hija de Fu-Manchú en las excavaciones que sir Lionel estaba llevando a cabo en el antiguo Valle de los Reyes de Luxor. Tal y como se intuía a lo largo de la novela, su conclusión revelaba que Fu-Manchú seguía con vida, aunque notablemente envejecido, habiéndose visto obligado a salir de nuevo a la luz a causa de las actividades de Fah-Lo-Suee.

Shan Greville volvería a repetir como narrador al año siguiente, en lo que sería un nuevo capítulo del enfrentamiento entre Nayland Smith y el ahora rejuvenecido Dr. Fu-Manchú. La Máscara de Fu-Manchú (The Mask of Fu-Manchu, 1932), quinta novela de la serie y una de las mejores de la saga, aparecía ambientada en el exótico y misterioso Oriente Medio de principios del siglo XX. La trama se desarrollaba a partir de un misterioso asesinato cometido en unas excavaciones arqueológicas en Persia llevadas a cabo por sir Lionel Barton, esta vez con las reliquias de un antiguo profeta velado y el fanático resurgimiento de su culto como epicentro de la historia. Con un final que mostraba a los lectores las peculiaridades y el sentido del honor del Dr. Fu-Manchú, merece destacarse la primera aparición en la serie del Elixir Vitae, responsable de la eterna vitalidad del peligroso e inmortal Señor del Si-Fan. Al mismo tiempo, Fah-Lo-Suee se consolidaba como uno de los personajes más importantes de la serie, poseyendo sus propios aliados entre los líderes de la sociedad secreta que gobernaba su padre.

Apenas un año más tarde se publicaba la sexta entrega de la saga, La Novia de Fu-Manchú (The Bride of Fu-Manchu, 1933), ilustrada por John Richard Flanagan y ambientada en la Riviera francesa de los años 30. Con Greville y Rima Barton felizmente casados, el narrador resultaba ser en esta ocasión el norteamericano Alan Sterling, un joven botánico, discípulo y amigo de Petrie, que se veía fuertemente atraído por una misteriosa joven llamada Fleurette a la que acababa de conocer en una solitaria playa. La joven vivía en una mansión cercana bajo la tutela de su protector, un poderoso egipcio que se hacía llamar Mahdi Bey y que en realidad resultaba ser una de las pantallas de Fu-Manchú, en esta ocasión a punto de desatar una epidemia generalizada mediante una plaga de mosquitos manipulados genéticamente. Como descubría Nayland Smith a medida que iba avanzando la novela, Fleurette resultaba ser a su vez hija de Kâramanèh y de Petrie. Fu-Manchú había simulado su muerte tras el parto y la había criado como su protegida con vistas a tener descendencia con ella, al haber considerado como muy adecuada su ascendencia genética.

La historia tendría su secuela al año siguiente, puesto que Fu-Manchú no estaba en absoluto conforme con el desenlace que se había producido en la anterior entrega y decidía recuperar a su joven protegida. Utilizando por primera vez la narración en tercera persona, Tras la Pista de Fu-Manchú (The Trail of Fu-Manchu, 1934) comenzaba con Nayland Smith y Sterling siguiendo el rastro de Fu-Manchú y la desaparecida Fleurette a lo largo de todo Londres, con Limehouse como epicentro principal del enfrentamiento sin cuartel que se iba a desarrollar entre el Si-Fan y Scotland Yard. Los acontecimientos desembocaban en la captura de Smith y la aparente muerte de la traicionera Fah-Lo-Suee a manos de su vengativo padre, tras haberle revelado la hija de Fu-Manchú a Nayland Smith el amor que sentía por él, antes de que las aguas del Tamesis acabasen anegando los cuarteles del Si-Fan y diesen la vuelta a la situación en el último momento. Al final de la historia, Petrie salvaba la vida del moribundo Fu-Manchú y este cumplía su juramento de desaparecer para siempre de su vida y de la de su familia, concluyendo así las apariciones del Dr. Petrie y los suyos en la saga literaria.

La octava novela de la serie fue la primera en desarrollarse íntegramente en los Estados Unidos, consecuencia lógica del éxito alcanzado por el personaje a través del cine norteamericano y que incluso había llegado a producir que se publicasen allí las novelas de Fu-Manchú antes que en su propio país de origen. Con la cosmopolita Nueva York de telón de fondo y su barrio chino como centro de la conspiración destinada a imponer un nuevo presidente en los Estados Unidos, Presidente Fu-Manchú (President Fu-Manchu, 1936) iba del intento por parte del Dr. Fu-Manchú de situar a uno de sus hombres en la sombra como nuevo Presidente de los Estados Unidos, controlando para ello inagotables cantidades de hombres y de capital. Con los norteamericanos conscientes del peligro de tener a Fu-Manchú operando entre las sombras dentro de su propio país, Smith era autorizado para actuar en los Estados Unidos como agente especial del FBI, el Agente Federal 56, con credenciales directas de la Casa Blanca. Su colaborador iba a ser en esta ocasión el capitán Mark Hepburn, que también acapararía su parte de protagonismo a lo largo de la historia.

El enfrentamiento entre Nayland Smith y Fu-Manchú se reanudaría en vísperas de la segunda Guerra Mundial con la novena entrega de la saga, Los Tambores de Fu-Manchú (The Drums of Fu-Manchu, 1939) desarrollada sucesivamente en Londres, Venecia y París, que era donde finalmente concluía la trama. La novela volvía a utilizar nuevamente la narración en primera persona como vehículo para contar los acontecimientos que iban teniendo lugar, correspondiendo esta vez al periodista Bart Kerrigan la función de narrador principal de la historia, centrada en el interés nada altruista de Fu-Manchú por impedir que Europa se viera envuelta en el conflicto bélico hacia el que se encaminaba. Con el Si-Fan envuelto a su vez en una importante lucha interna, el elemento romántico venía dado en esta ocasión por el propio Kerrigan y la joven Ardatha, otra agente de Fu-Manchú que desempeñaba las funciones que en anteriores novelas de la saga había desempeñado Kâramanèh. Con todo, uno de los eventos más destacables de la historia era el regreso de la muerte de la hija de Fu-Manchú, quien ahora respondía al nombre de Korêani y servía a las órdenes de su padre sin recordar nada de su existencia anterior, salvo al propio Nayland Smith, aun cuando fuese incapaz de precisar de qué le conocía.

Y si Fu-Manchú podía aparentemente resucitar a los muertos, nada mejor que la misteriosa isla de Haití y sus viejas leyendas sobre zombies como escenario para desarrollar la décima novela de la serie, La Isla de Fu-Manchú (The Island of Fu-Manchu, 1941), otra de las mejores entregas de la saga y que funcionaba a su vez como secuela de la novela anterior. Narrada nuevamente por Bart Kerrigan, la historia comenzaba con el intento de asesinato de sir Lionel Barton por parte de los agentes de Fu-Manchú en Londres, entre los cuales volvía a encontrarse Ardatha. Barton había dado con el emplazamiento en Puerto Príncipe de una legendaria caverna submarina en la que se rumoreaba que el rey Henry Cristophe había escondido su tesoro y en la que coincidía que Fu-Manchú tenía situada su base en el Caribe, con el Canal de Panamá en su punto de mira. Con el Si-Fan envuelto en una guerra civil interna y el mundo debatiéndose en pleno conflicto bélico, la acción se iba trasladando sucesivamente desde Londres a Nueva York, Panamá y finalmente Haití, donde los rituales vudú eran el instrumento utilizado por Fu-Manchú para dominar un ejército de adeptos a través de su principal sacerdotisa, la reina Mamaloa, que no era otra sino la propia hija de Fu-Manchú.

La undécima novela de la serie aparecería siete años más tarde, tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial y en plena proliferación de las diferentes agencias de espionaje que caracterizarían los años con los que daría comienzo la Guerra Fría. Excepcionalmente ilustrada por el afamado C.C. Beall, La Sombra de Fu-Manchú (The Shadow of Fu-Manchú, 1948) transcurría de nuevo en la ciudad de Nueva York, donde Fu-Manchú buscaba apoderarse en esta ocasión del espectacular descubrimiento del doctor Morris Craig, una energía devastadora capaz de disolver objetos sólidos mediante la descomposición de sus átomos. Con los norteamericanos preocupados de que los rusos o el Si-Fan pudieran hacerse con semejante amenaza para su seguridad, Nayland Smith volvía a obtener credenciales especiales de Washington como agente del FBI y se ocupaba de la difícil tarea de proteger al científico, cuyo laboratorio resultaba ser el punto donde convergían espías rusos, británicos e incluso de los propios norteamericanos en busca de los secretos del descubrimiento llevado a cabo por Craig.

La siguiente entrega de la serie no fue en realidad una novela propiamente dicha, sino más bien una novela corta que editorialmente se acabó integrando años después dentro de lo que luego se publicaría como un último libro de la serie, apareciendo en ese formato de libro junto con otros tres relatos cortos más que Rohmer escribió durante aquella última época. Bajo el título de La Ira de Fu-Manchú (The Wrath of Fu-Manchu, 1952), la historia presentaba al diabólico Fu-Manchú intentando contaminar las reservas de oro de Fort Knox de una manera sospechosamente familiar a la descrita apenas unos años más tarde por Ian Fleming en Goldfinger, infiltrándose Nayland Smith en el Consejo de los Siete del Si-Fan para detenerle. Eternamente joven gracias también al Elixir Vitae, el relato supuso la aparición final de Fah-Lo-Suee en la saga literaria. Enamorada de nuevo de Smith, la hija de Fu-Manchú volvía a traicionar a su padre para servir una vez más a sus propios fines, si bien como no podía ser de otra forma, Smith y ella iban a acabar siguiendo caminos diferentes. Sin embargo, en lo que nos interesa como lectores de cómics, resulta muy interesante la teoría sostenida en este punto por un estupendo artículo publicado a principios de los ochenta en Amazing Heroes. El citado artículo conjeturaba, desde mi punto de vista con gran acierto dada la coincidencia en el tiempo y la edad con que Shang-Chi se presentó a los lectores, que posiblemente la ira y la decepción sufrida por Fu-Manchú a causa de aquella nueva traición de su hija, fuese la causa de que decidiera engendrar un nuevo hijo y criarle como su instrumento definitivo de muerte y venganza, un hijo que sería conocido veinte años más tarde como Shang-Chi, Maestro del Kung-Fu.

La siguiente entrega de la serie sería uno de los relatos cortos anteriormente mencionados titulado Los Ojos de Fu-Manchú (The Eyes of Fu-Manchu, 1957). Fu-Manchú intentaba secuestrar en esta ocasión a un joven científico llamado Gregory Allen con el fin de trasladarle a China y hacerle trabajar en sus experimentos sobre la prolongación de la vida humana. Para ello se servía de la clásica y fascinante agente femenina que a esas alturas ya se había convertido en un elemento recurrente de la serie, en este caso una joven francesa que respondía al nombre de Mignon. Lo más destacable del relato era una breve y fugaz aparición del Dr. Petrie, quien suministraba a Allen el antídoto contra la droga paralizante que le había administrado Fu-Manchú.

Mayor extensión de páginas presentó la siguiente novela de la saga, Vuelve Fu-Manchú (Re-Enter Fu-Manchu, 1957). La acción se situaba inicialmente en Londres, donde un joven estudiante de doctorado norteamericano, Brian Merrick, hijo del senador Merrick, respondía a un anuncio en el periódico y era aparentemente contratado por Nayland Smith para viajar a El Cairo y colaborar en la protección y posterior traslado a Manhattan de un importante físico alemán, el Dr. Otto Hessian, quien acababa de ser liberado por Smith y los norteamericanos del Telón de Acero. Con los espías soviéticos jugando también su papel en la trama, todo respondía en realidad a un complejo entramado ingeniado por Fu-Manchú para hacerse pasar por Hessian y tener acceso a las principales instalaciones científicas norteamericanas bajo su falsa identidad. Con todo, el principal atractivo de la novela radicaba en esta ocasión en lo difícil que resultaba saber si el Nayland Smith que iba apareciendo a lo largo de la historia era realmente el verdadero Smith, o si se trataba por el contrario de un doble alterado mediante cirugía plástica para servir a los propósitos del Dr. Fu-Manchú.

Finalmente, tras los dos últimos relatos cortos de la serie, La Palabra de Fu-Manchú (The Word of Fu-Manchu, 1958) y La Mente de Fu-Manchú (The Mind of Fu-Manchú, 1959), en el primero de los cuales Smith acompañaba al periodista Malcom Forbes en su intento por descubrir cómo había sido asesinado un agente especial del CID, mientras que en el segundo Fu-Manchú intentaba hacerse con los planos de un platillo volante experimental, la saga literaria iniciada a principios de siglo por Rohmer iba a llegar a su conclusión con una última novela, Emperador Fu-Manchú (Emperor Fu-Manchu, 1959), la única entrega de la serie que tenía lugar en China, en el propio territorio de Fu-Manchú. En esta ocasión, Smith y un agente norteamericano de ascendencia china, Tony McKay, se infiltraban en la provincia de Szechuan con el propósito de averiguar la identidad del verdadero poder tras el Telón de Bambú. La situación se complicaba cuando McKay se topaba con la hija de un científico británico que estaba actuando de incógnito en el país para rescatar a su padre de las manos de Fu-Manchú, al tiempo que un espía soviético lograba hacerse con la lista secreta de los principales miembros del Si-Fan, lista que acababa llegando tras su muerte a manos del propio Nayland Smith. La novela concluía con Fu-Manchú desapareciendo tras perder el control de su ejército de muertos vivientes a causa de una tormenta eléctrica y con un duplicado de la famosa lista del Si-Fan en manos de Smith, con lo que asestaba un golpe mortal a la organización del desaparecido Fu-Manchú.

Sax Rohmer falleció en el verano de 1959, justo tras la publicación de aquella última novela de Fu-Manchú. Tras casi medio siglo de enfrentamientos a muerte entre Smith y su eterna némesis, la serie quedaba así interrumpida, sin llegar a saberse el destino final de Fu-Manchú, Nayland Smith, Petrie, Fah-Lo-Suee y demás personajes que habían ido apareciendo a lo largo de la serie.

Dados los antecedentes cinematográficos de Fu-Manchú en la gran pantalla, quizá hubiera podido pensarse en que serían las salas de cine las que de algún modo llevasen a cabo la continuación de la saga, pero lo cierto es que no iba a suceder así. Muy al contrario, serían los herederos directos de los pulps, los cómics, y en concreto los cómics de la Marvel, los que apenas catorce años después de aquella última entrega literaria se iban a hacer cargo de continuar la aventura narrativa emprendida sesenta años atrás por los personajes de Rohmer.

Continuará...
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