por Óscar Rosa Jiménez Como sucediera con otros personajes nacidos en los principios de los años setenta, la recuperación de este icono del horror tendría lugar en una cabecera genérica. Marvel Spotlight fue un banco de pruebas en el que la Casa de las Ideas presentó a diferentes personajes antes de que algunos de ellos consiguieran su propio título mensual tras conocer la acogida del público. Con fecha de portada de 1971, salía a la venta Marvel Spotlight #1, en el que debutaba Lobo Rojo, un personaje que surgía a partir del éxito cosechado por el western, de la pluma del veterano guionista Gardner F. Fox, junto a dos leyendas de la Silver Age del cómic estadounidense como son Syd Shores y Wally Wood, que posteriormente saltaría a su propia colección. La segunda entrega de la serie tendría como protagonista al Hombre Lobo, prolongándose su estancia durante tres números, antes de vivir sus aventuras en una nueva cabecera titulada Werewolf by Night. La primera aparición estaría guionizada por Roy Thomas y su primera mujer, Jean Thomas, que entre sus colaboraciones con Marvel en la década de los setenta posiblemente la más destacada sea su participación en la creación de este personaje. Curiosamente, ninguno de los dos escritores tuvieron una mayor vinculación con el Hombre Lobo marvelita más allá de su creación, que sería desarrollada en gran medida por el joven y pujante guionista en aquellos momentos, Gerry Conway, que parece que también tuvo alguna relación con su origen. Posteriormente, la serie albergaría otras creaciones que tendrían un importante papel en el lado más oscuro del Universo Marvel, obteniendo un éxito similar, como el Motorista Fantasma o el Hijo de Satán. A diferencia de otros monstruos clásicos, el Hombre Lobo solo tiene un patrón, mientras que carece de una figura concreta de la que nutrirse. El vampiro es prácticamente sinónimo de Drácula, al igual que la creación de Mary Shelley, el constructo viviente del doctor Frankenstein, que no necesita presentación, pero nuestro lupino protagonista es diferente en este aspecto. El matrimonio Thomas opta por un relato trágico, en el que se nos presenta a Jack Russell, un joven que al cumplir los dieciocho años descubre que su padre, fallecido hace varios años, le legó una maldición que le convierte en Hombre Lobo durante las tres noches de luna llena al mes. A esto habría que sumarle una familia algo disfuncional, con la figura de un padrastro poco amable, una devota hermana y una madre que fallece en homicidas circunstancias. Así se nos conduce hacia una venganza que es consumada en parte, pero que resulta frenada en su totalidad por una promesa en el lecho de muerte. Con estos mimbres debuta la versión marvelita del monstruo clásico, que como curiosidad hay que añadir que su nombre no tiene la aliteración típica de la época, en la que se repiten la primera letra en el nombre y el apellido de la creación, pero resulta que sí comparte nombre con una famosa raza de perros: el Jack Russell Terrier. ¿Casualidad, broma de los guionistas? Que cada uno saque sus propias conclusiones. Uno de los aspectos destacables de los comienzos de nuestro protagonista de hoy recae en el apartado artístico. El encargado de dar vida al icono sería nada más y nada menos que el dibujante Mike Ploog. Se trata de un artista nacido con un talento especial para el género de terror. Desde niño disfrutó con un lápiz entre sus dedos y descubrió los superhéroes de la mano de Jack Kirby. Se curtió en las revistas en blanco y negro publicadas por James Warren hasta que Roy Thomas se fijó en su potencial y acabó contratándolo para trabajar en Marvel, donde dibujó todo tipo de relatos en colecciones genéricas como Journey Into Mystery, Amazing Adventures y Marvel Premiere. En la mencionada Marvel Spotlight no solo sería el creador gráfico de Jack Russell, sino que jugaría un papel fundamental en el debut del Motorista Fantasma en Marvel Spotlight #5. Su visión del Hombre Lobo, que se convertiría en canon durante todo el periplo clásico del personaje, tenía su base en el cine. Para ello deberíamos trasladarnos a los films producidos por la Universal durante la década de los cuarenta, en los que destacaba con fuerza un actor: Lon Chaney Jr. Hijo del famoso Lon Chaney, apodado “El Hombre de las Mil Caras”, una pieza clave dentro del cine mudo estadounidense gracias a su versatilidad, este actor se hizo popular por su interpretación en películas de monstruos. Su caracterización en The Wolf Man (El Hombre Lobo, 1941) nos recuerda poderosamente a la interpretación del icono cultural que hace Ploog, manteniendo ese aspecto clásico y añejo de las películas de la Universal, pero que a pesar de todo demostró ser aceptada y apenas sufriría cambios hasta décadas posteriores. El artista demuestra una y otra vez ser el principal aliciente del contenido incluido en este recopilatorio, así como la importancia de su trazo a la hora de definir al monstruo. No obstante, durante su estancia con el personaje se aprecia que cuando realmente se potencia su arte es bajo las tintas de otros artistas, que consiguen darle una mayor profusión al detalle, destacando en este aspecto al entintador Frank Chiaramonte, con el que disfrutaríamos de un Hombre Lobo verdaderamente terrorífico, además de añadir una pátina de realidad a las transformaciones. El tomo publicado por Panini y SD incluye los 14 primeros números de la serie regular, además de su paso inicial por Marvel Spotlight, así como su tímido ingreso en el Universo Marvel cohesionado, compartiendo protagonismo con nuestro amistoso vecino arácnido en su serie Marvel Team-Up; siendo este el único atisbo de que las aventuras de Russell transcurrían en el cosmos de ficción de la Casa de las Ideas, algo que en un principio era intencionado por parte de los creadores, manteniéndose alejado de las zonas pobladas por superhéroes, para obtener cierta independencia. De ahí que todo transcurra en la soleada Costa Oeste de Estados Unidos, lejos del radio de acción de los habituales de la Gran Manzana neoyorquina. El otro aspecto destacable de los primeros compases de estas aventuras es la situación trágica del protagonista, engarzando con ese paradigma propio de los héroes del incipiente Universo Marvel, donde la tragedia se cierne sobre ellos. En este caso, una maldición sobrenatural que recae sobre toda la estirpe de los Russell, comenzando así una interminable búsqueda para su curación. De ese modo, se sustentan algunas tramas de corta duración, en las que Jack Russell emprende un atormentado viaje que le lleva a mantener alejados a sus seres queridos, mientras bajo su álter ego peludo se convierte en el objetivo de todo tipo de criminales, principalmente relacionados con el mundo sobrenatural y mágico. Al igual que los superhéroes, intentará mantener una doble vida, pero con el paso de los números este concepto acaba cayendo por su propio peso, dejando a un lado el secreto para centrarse en contener a la bestia y evitar que sea un peligro para los humanos. El Hombre Lobo de Marvel se acerca poderosamente al concepto de antihéroe, maquillado en parte por su lado salvaje, llegando incluso a matar impulsado por sentimientos humanos. Conway aboga por un monstruo cuyo raciocinio es muy básico, pero que muestra muchas similitudes con ese Hulk que solo busca que lo dejen en paz. Casi como un incomprendido, cada noche de luna llena se lanza en busca del bosque, donde intenta entrar en comunión con la naturaleza. En la mayoría de los casos se convierte en el blanco de una serie de villanos que buscan utilizarlo para un fin determinado, siendo atrapado con más facilidad de la esperada. Bajo esta premisa, y en un tono que recuerda en muchas ocasiones al típico road movie de una serie de televisión, Jack Russell y su alter ego se verán envueltos en todo tipo de vicisitudes, cayendo en las garras de científicos locos, haciendo frente a un cazador que quiere demostrar su valor con una presa legendaria, o viéndoselas con un mago que dirige un circo itinerante y que pretende extraer el poder de una gema sangrienta. Si bien es cierto que son una serie de historias entretenidas y de lectura amena, todas adolecen de un patrón similar. Al mismo tiempo, tenemos varias subtramas como la búsqueda del Darkhold, un libro que perteneció a su padre y podría ser la clave para suprimir la maldición que sufre Jack, cuya primera aparición tiene lugar en las páginas de Werewolf By Night, siendo el germen de diferentes tramas. Este voluminoso ejemplar se convertiría con el tiempo en un objeto recurrente dentro del cosmos de ficción de la Casa de las Ideas, llegando incluso a protagonizar una colección durante la década de los noventa, en un auténtico revival del lado oscuro del Universo Marvel que iniciarían los conocidos posteriormente como los Hijos de la Medianoche, dando lugar a multitud de crossovers y eventos. Aunque realmente no se puede señalar que durante los números incluidos en este tomo el Hombre Lobo tenga un adversario realmente reseñable ni recurrente, más allá del arquetípico megalómano o el monstruo de rigor, sí que comienza a perfilarse una organización que parece ser responsable de la mayor parte de las desgracias de la vida de Jack Russell. Se trata del Comité, un grupo de hombres de negocios y financieros que pretenden dar un impulso a la economía mediante proyectos poco éticos, acercándonos al concepto de sociedad secreta que pretende gobernar el mundo desde las sombras. Ellos serán los responsables de contratar a diferentes asesinos a sueldo que salen tras la pista del Hombre Lobo y, más tarde, serán conocidos por su relación con el origen de cierto héroe selenita. Otro de los descubrimientos del Comité tiene lugar en Werewolf by Night #9, donde se presentaría a Sarnak, un villano que acabaría ligado a la órbita de los Vengadores, siendo más conocido por el sobrenombre de Andrajoso. Mención especial merece el Ahorcador, Harlan Krueger, un fanático del cine que idolatraba a los héroes icónicos de la gran pantalla hasta desarrollar una visión simplista de la vida, pensando que la diferencia entre el bien y el mal era absoluta, por lo que todos los que cometían maldades acababan recibiendo su justo castigo. A partir de ahí comienza una escalada de secuestros y crímenes, en lo que supone un ataque contra lo preestablecido, llevando a cabo su particular justicia sobre aquellos que realmente no son más que inocentes. En el plantel de secundarios nos encontramos a Philip Russell, el padrastro de Jack, al que este considera responsable de la muerte de su madre y al que profesa un odio que lo obliga a distanciarse de él todo lo posible. Por otro lado, tenemos a Lissa, la guapa hermana del protagonista cuya estrecha relación es el detonante para que el secreto familiar salga a la luz, viéndose incluso involucrada en muchas de las desventuras del Hombre Lobo, que la rescata en más de una ocasión, ya que esa conexión especial entre hermanos está muy por encima de su lado salvaje. Fuera del entorno familiar aparece Buck Cowan, un periodista de investigación que pone a Jack Russell tras la pista del Darkhold y algunos de los secretos de su fallecido padre, forjándose así una sólida amistad. Durante un tiempo vivirán en casa del escritor, donde se pasearán otros secundarios como Terri, la fugaz novia del protagonista que pronto cae en el olvido por parte de los guionistas de la serie. Y es que hay que reconocer que las aventuras del Hombre Lobo en sus inicios no parecer tener un rumbo fijo, como si los autores no tuviesen muy claro hacia dónde dirigir al personaje, principalmente en lo que se refiere al desarrollo de su vida privada. El problema familiar sobre el que pivota el origen del Hombre Lobo toma un giro radical en el que de alguna forma contradice lo que se lleva insinuando desde el principio con respecto a la muerte de la madre de Jack. Por otro lado, la búsqueda de la cura y el origen de la maldición son tramas que no terminan de ir a ningún lado hasta el momento. En lo referente a la vida sentimental del protagonista se realizan varios intentos, desde presentar a una novia que él mismo olvida hasta trasladarlo a un piso de soltero donde comienza a trabar una relación con dos de sus vecinas, planteándose incluso la posibilidad de que trabaje como especialista en la industria cinematográfica. No obstante, todo acaba siendo desechado cuando entra en escena Topaz. Recogida en las calles de la India cuando era apenas una niña, el mago Tabú se aprovecha de su ingenuidad utilizando su talento natural para la magia en su provecho. Sin embargo, su noble corazón no le permite matar a ninguna criatura, ni siquiera al Hombre Lobo de cuyo alter ego acaba enamorada. En Werewolf By Night #13 debuta este personaje que no solo se convierte en la pareja sentimental de Jack Russell, sino que jugará un importante papel en su lucha contra lo sobrenatural en posteriores números de la colección, hasta convertirse en un importante secundario dentro de la parcela mágica del Universo Marvel. Aunque podemos decir que Gerry Conway es el guionista predominante en estas historias, no es el único escritor que participará en la evolución del Hombre Lobo marvelita. El segundo autor elegido para narrar las peripecias de Jack Russell es Len Wein, el cual había intentado comenzar su carrera como dibujante, pero acabó sentado en la máquina de escribir publicando su primer guion para DC Comics. Famoso por ser uno de los creadores de la Cosa del Pantano y, años más tarde, por formar parte de la revitalización de la Patrulla-X antes de la llegada de Chris Claremont, Wein escribe al Hombre Lobo como si de un Hulk peludo se tratase. Nuestro protagonista se debate continuamente entre su lado humano y la bestia salvaje que surge las noches de luna llena, pero en las manos de Wein se potencia su faceta marginal, siendo objeto constantemente de persecuciones de todo tipo. De hecho, en Werewolf By Night #8 podemos apreciar el enfrentamiento entre nuestro lupino protagonista y el demonio Krogg, el cual muestra muchas similitudes con la presentación del Wendigo en las páginas de la cabecera protagonizada por el monstruo gamma, que había sucedido ese mismo año varios meses antes, durante la etapa orquestada por Steve Englehart. Wein parece demasiado inmerso en el género de superhéroes, dejando un poco desatendido el aspecto diferenciador de la serie, en su acercamiento a uno de los grandes iconos del terror. En Werewolf By Night #11 aterriza en la colección Marv Wolfman, que en aquellos momentos realizaba junto a Gene Colan The Tomb of Dracula, lo que supuso la introducción del príncipe de Valaquia en el Universo Marvel. Wolfman apuesta por historias con un mayor trasfondo y decide dar un empujón a las diferentes subtramas que se habían estado cocinando a fuego lento desde la primera aparición del personaje. De ese modo, presenta un punto de inflexión, dejando a Jack Russell al inicio de una búsqueda de sus raíces en un viaje a Europa, pero esa una historia para otro día. No obstante, cabe destacar que Wolfman consiguió devolverle a la colección gran parte de su tono inicial, potenciando más aún si cabe esa mezcolanza de géneros que se dieron en los cómics Marvel de los setenta, los cuales pretendían recuperar a los monstruos clásicos para sus publicaciones, con resultados similares a su trabajo con la figura de Drácula, aunque desgraciadamente su estancia en esta cabecera sería mucho más corta. En el apartado gráfico no solo tendríamos la presencia de Mike Ploog, ya que este sería sustituido temporalmente por Werner Roth, un artista recordado por sustituir a Jack Kirby en The X-Men, pero cuyo trabajo no lo salva ni el entintado de Paul Reinman. Afortunadamente, sería relevado rápidamente por Tom Sutton, otro veterano artista de las revistas de Warren Publishing cuyo estilo se adapta perfectamente al tono de la serie y su protagonista. Su versión del monstruo sigue las pautas marcadas por Ploog, destacando especialmente su habilidad para el detalle, así como para el género del terror y la fantasía. Antes del regreso de Ploog también dibujaría un par de números Gil Kane, autor de algunas de las portadas de la cabecera y maestro de la narrativa secuencial, sellos intrínsecos del dibujante que estarían muy presentes en su pequeña aportación al Hombre Lobo marvelita. Salvo casos puntuales, el verdadero potencial de este tomo se encuentra en su faceta visual, contando con la presencia de grandes dibujantes que han destacado especialmente en el género del horror a lo largo de su carrera profesional. Argumentalmente es entretenido, de lectura amena, pero dentro de un perfil bajo comparado con muchas de las series que publicaba en aquella época la Casa de las Ideas. Desde luego, no entra dentro de lo más destacado de esta línea, aunque tampoco se encuentra entre lo peor que ha ofrecido. No obstante, su publicación sigue la línea de recuperación de los últimos años, donde parece que todo es susceptible de volver a las estanterías, ofreciendo una oportunidad de acercarse a grandes desconocidos desde los tiempos de Vértice, si se está dispuesto a pagar el precio de la edición limitada. Una oportunidad de lujo, nunca mejor dicho, para aullar a la luz de la luna en compañía de Jack Russell. ¿Quién se anima? |
---|
Si deseas expresar tu OPINIÓN o plantear alguna DUDA sobre este articulo, escribe un texto y envialo a TRIBUNA EXCELSIOR. |