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por Taneleer Tivan "Cuando era un guerrero los tambores sonaban a mi paso,6. El final de la época clásica de Roy Thomas y John Buscema ![]() Antes sin embargo de que ese camino hacia el trono de Aquilonia empezase a tomar forma en las páginas del magacín, The Savage Sword of Conan continuaría la andadura que se había iniciado en The Savage Sword of Conan #39 con la adaptación de Las Legiones de los Muertos, centrándose en el resto de relatos que habían aparecido incluidos en el volumen titulado Conan el Espadachín (Conan the Swordsman, 1978), la primera novela que había publicado Bantam Books como continuación a la serie clásica de Lancer. El origen común de todos los pastiches que aparecían en esta novela se encontraba en las sinopsis, borradores y relatos en diferentes fases de elaboración que L. Sprague de Camp, Lin Carter y Björn Nyberg tenían terminados o en preparación en el momento en que se había producido la quiebra de Lancer Books y habían comenzado los litigios sobre los derechos de publicación del personaje. Su orden de aparición en el magacín, aunque con algunas excepciones como veremos, acabaría siendo bastante similar al orden en que cada uno de esos pastiches aparecían incluidos dentro de Conan el Espadachín, un orden que era el que a su vez resultaba de la trayectoria cronológica del personaje elaborada por P. Schuyler Miller y John D. Clark (A Probable Outline of Conan's Career, 1938), posteriormente ampliada por el propio Sprague de Camp (An Informal Biography of Conan the Cimmerian, 1969). De acuerdo con ese orden, el primero de ellos, Las Legiones de los Muertos, había sido efectivamente el primero en aparecer en The Savage Sword of Conan #39 a fin de dar tiempo a John Buscema para encargarse de la extensa adaptación de Conan el Bucanero en The Savage Sword of Conan #40 a 43. No ocurriría sin embargo lo mismo con los otros dos que aparecían a continuación en esa novela, El Pueblo de la Cumbre y Sombras en la Oscuridad, que en cierto modo iban a tener su propia historia dentro de los cómics Marvel. El Pueblo de la Cumbre (The People of the Summit), una historia de Björn Nyberg y Sprague de Camp ambientada en la época en que Conan había servido en el ejército turanio, era precisamente el segundo relato que aparecía en esta primera novela de Bantam Books y el que en principio hubiera debido aparecer en el magacín a continuación de Las Legiones de los Muertos. Sin embargo, en esta ocasión, Roy Thomas iba a decidir saltarse este relato puesto que en realidad se trataba de una historia que ya había sido publicada en 1974 en The Savage Sword of Conan #3 bajo el título Los Demonios de la Cumbre, con dibujos de Tony DeZúñiga. La versión que aparecía ahora en Conan el Espadachín no era sino una revisión efectuada por Sprague de Camp de la misma historia que el propio Björn Nyberg ya había publicado en 1970 dentro de la recopilación The Mighty Swordsmen, siendo esa versión original de Nyberg la que Thomas se había ocupado de llevar al cómic en los primeros tiempos del magacín, considerando innecesario volver a hacerlo de nuevo por segunda vez. Algo parecido sucedería con Sombras en la Oscuridad (Shadows in the Dark), el tercer relato que aparecía recogido en Conan el Espadachín, una secuela de El Coloso Negro firmada por Sprague de Camp y Lin Carter que sin embargo acabaría siendo el único pastiche de ambos escritores que nunca llegaría a ser publicado por Marvel. El motivo, tal y como se explicaba en la propia sección de correo de The Savage Sword of Conan #43, es que Roy Thomas vino a considerar que su argumento contradecía abiertamente la propia secuela de El Coloso Negro que Marvel ya había llevado a cabo en la otra historia que aparecía también en The Savage Sword of Conan #3 (En las Montañas del Dios Luna), siendo esa contradicción con la propia continuidad del cimmerio en los cómics Marvel la que acabaría impidiendo que se adaptase dentro de The Savage Sword. ![]() Ambientada en el reino de Ophir y enmarcada durante los vagabundeos de Conan posteriores a su etapa con los zuagires del desierto, La Estrella de Khorala venía a funcionar en la saga del cimmerio como una secuela de Sombras en Zamboula (The Savage Sword of Conan #14), tomando su título de la mágica joya descrita por Howard que el bárbaro obtenía como botín a la conclusión de dicha historia, aun cuando Nyberg también la acabaría utilizando para proporcionar algunas notas de continuidad a la saga. Era precisamente en esta historia donde se mostraba el primer encuentro entre Conan y la reina Marala de Ophir, quien años más tarde se convertiría en la misma condesa Albiona que Howard había presentado en La Hora del Dragón y cuyo rescate de la Torre de Hierro de Tarantia (Giant-Size Conan the Barbarian #3) resultaba en cierto modo homenajeado en este relato, por mucho que la torre estuviese esta vez situada en la capital de Ophir. A modo de curiosidad, este rescate de la reina de Ophir, que a su vez incorporaba también referencias a la época del bárbaro como ladrón en Zamora, derivaba buena parte de su desarrollo de una de las aficiones del propio Nyberg. En este caso, la habilidad innata para escalar propia de los cimmerios que Howard había descrito en varios de sus relatos, se veía complementada por Nyberg con la utilización de unos curiosos accesorios, bautizados como Pies de Dragón, que no eran sino la trasposición al Universo Hyborio de los crampones y piolets utilizados por los alpinistas para ascender y descender por paredes verticales, algo que seguramente proporcionaba una mayor verosimilitud a la historia, pero que no dejaba de restarle un poco de magia a la Edad Hyboria. Presentando una nueva ilustración de portada a cargo de Bob Larkin, que además de trabajar en otros magacines de Marvel, comenzaba también en esta época a hacer sus primeras portadas para las novelas de Bantam Books, la adaptación al cómic de La Estrella de Khorala estaba firmada por Roy Thomas, Sal Buscema y Tony DeZúñiga, siendo un fiel reflejo del relato escrito por Nyberg y de Camp salvo por el pequeño resumen de dos páginas que Thomas decidía incorporar a la historia recordando los hechos que habían tenido lugar en Sombras en Zamboula, a fin de que los lectores pudieran situar el contexto de la historia y tener un conocimiento directo sobre cómo había llegado la joya a manos del bárbaro. Reemplazando de nuevo a su hermano para que éste pudiera reajustar sus fechas de entrega, el trabajo a lápiz de Sal Buscema en esta historia fue posiblemente el mejor de todos los que llevó a cabo para el magacín, combinándose con el acabado de DeZúñiga de una manera mucho más convincente que en cualquier otra ocasión anterior en la que ambos artistas hubiesen trabajado juntos. No obstante, es necesario mencionar que el artista filipino se encontró también con problemas para entregar esta historia a tiempo tras la importante participación que había tenido en la extensa adaptación de Conan el Bucanero, empleando un entintado a base de tintas y aguadas de grises que prescindía casi totalmente del uso de las habituales tramas de zip-a-tone que había venido utilizando hasta entonces en sus trabajos para la revista, un estilo que funcionaría realmente bien en esta historia complementando los lápices de Sal Buscema. Junto con la adaptación de La Estrella de Khorala, The Savage Sword of Conan #44 completaba sus contenidos con dos artículos y un portafolio dedicados al Universo de Conan. El primero de los artículos, bajo el título de Notes on Hyborian Heraldry and Cartography (Anotaciones sobre Heráldica y Cartografía Hyboria), no era sino el último de los apéndices que habían aparecido completando el libro A Gazeteer of the Hyborian World of Conan de la escritora Lee N. Falconer, aunque sin los mapas que aparecían en el libro, que realmente era lo más interesante de este apéndice. El segundo de los artículos (Conan the Conquistador) era una continuación del que había aparecido en The Savage Sword of Conan #26 a cargo de Fred Blosser e incidía en lo que hoy denominaríamos como arqueología del cómic, respondiendo a los nuevos descubrimientos que en ese momento estaban apareciendo sobre La Reina de la Costa Negra, el desconocido tebeo inspirado en las aventuras de Conan y Bêlit que se había estado publicando en México en la década de los cincuenta y principios de los sesenta sin poseer ningún tipo de derechos. El autor del artículo era Douglas Menville, el aficionado que había llamado por primera vez la atención a Roy Thomas y a Fred Blosser sobre la existencia de esta desconocida publicación mexicana. Por lo demás, el número se completaba con un nuevo portafolio de cinco páginas (The Bullpen's Barbarians) dedicado a Conan y a Red Sonja que aparecía realizado por varios artistas de Marvel, en este caso Ernie Chan, Tony DeZúñiga, Marshall Rogers, Will Meugniot y Joe Jusko. ![]() En su génesis literaria, el origen de La Gema en la Torre era similar al de La Cosa de la Cripta (Conan the Barbarian # 92) y El Cubil del Gusano de Hielo (The Savage Sword of Conan #34), al tratarse también de la reescritura de una de las historias de Thongor que Lin Carter había escrito sobre la juventud del personaje y no había llegado a publicar: Black Moonlight (Luz de Luna Negra), apuntándose desde las filas de REHupa que probablemente se tratase de un descarte efectuado años atrás por Sprague de Camp de uno de los relatos que le había facilitado Lin Carter para su posible inclusión en las novelas de Lancer. El punto de partida de ambas versiones era en cualquier caso similar, una ambientada en la época en que Thongor se acababa de unir a los piratas de la ciudad de Tarakus y la otra en los años en que Conan se acababa de unir a los piratas barachanos, presentando tanto una como otra varias situaciones comunes con el capítulo final de La Reina de la Costa Negra (Conan the Barbarian # 100) que denotaban cuál había sido la principal influencia en la génesis de ambas, como sucedía por ejemplo con el episodio del embrujado sueño del loto en que el cimmerio veía lo que estaba sucediendo a su alrededor mientras permanecía dormido, similar al que tenía lugar en la historia de Howard. De igual modo, si bien en la versión protagonizada por Conan desaparecían los hombres bestia a los que se enfrentaban el joven pirata lemurio y sus compañeros de tripulación (claramente inspirados en los hechizados estigios que aparecían en La Reina de la Costa Negra), el monstruo de piedra que aparecía en la versión de Thongor se transformaba en este pastiche del cimmerio en una criatura alada de aspecto humanoide y origen prehumano que resultaba también muy similar a la que Howard había presentado en aquella historia. Desde el punto de vista de su adaptación al cómic, La Gema en la Torre se situaba también antes de la adaptación de El Estanque del Negro (The Savage Sword of Conan #22 y 23), aunque cronológicamente transcurría entre El Horror de la Torre Roja (The Savage Sword of Conan #21), a cuya conclusión Conan anunciaba su intención de probar fortuna entre los piratas del Mar Occidental, y La Venganza del Bárbaro (Marvel Comics Super Special #2), donde el cimmerio ya formaba parte de la Hermandad Roja como capitán de su propia nave. La portada, una de las mejores que llegaron a aparecer en The Savage Sword, era obra del ilustrador filipino Néstor Redondo, siendo la primera de la serie de ocho que éste iba a realizar a lo largo de los meses siguientes para el magacín. En relación a esta primera portada de Redondo que aparecía en The Savage Sword y a la iconografía tan reconociblemente "vikinga" que presentaba, lo cierto es que originalmente no se trataba de una ilustración concebida para representar a Conan ni tampoco para aparecer en el magacín; de hecho, en realidad se hallaba inspirada en Voltar, un personaje creado por Alfredo Alcalá para los komiks filipinos. Redondo había adquirido una creciente popularidad en esos años gracias a sus trabajos para DC Comics, especialmente en La Cosa del Pantano, donde había sustituido a Bernie Wrightson y se había encargado de muchas de sus portadas. A través de Tony DeZúñiga, Redondo había enviado a Thomas un muestrario del tipo de ilustraciones que estaba realizando en ese momento, siendo esta portada uno de los ejemplos que había enviado de su trabajo. La ilustración le acabó gustando tanto a Thomas que decidió utilizarla como portada para The Savage Sword of Conan #45 aprovechando el motivo marítimo que representaba, si bien el propio Redondo le añadiría luego algunos retoques posteriores de manera previa a su publicación. De hecho, no sería ésta la única de esas ilustraciones iniciales enviadas por Redondo que Thomas utilizaría en el magacín, puesto que otras dos de ellas acabarían apareciendo también como portadas de The Savage Sword. Ambientada geográficamente en el Mar Occidental, en la denominada Isla de Siptah, una isla situada al sur de las costas de Estigia que recibía su nombre del hechicero estigio que la habitaba (un nombre que de Camp había tomado prestado a su vez de uno de los faraones del antiguo Egipto, como todo lo que tenía que ver con los estigios), la adaptación de La Gema en la Torre fue una de las historias más logradas del equipo artístico formado por John Buscema y Tony DeZúñiga que aparecieron en The Savage Sword. Aprovechando al máximo las posibilidades del entorno isleño en que se desarrollaba la historia, el trabajo y los fondos de DeZúñiga volvían a adherirse a las poderosas y dinámicas figuras de Buscema de una manera completamente natural, combinando el entintado a base de finas plumillas con las habituales tramas de zip-a-tone en las zonas de sombrado, e incorporando numerosas texturas a la iluminación de las escenas, especialmente las nocturnas, a la vez que conseguía representar a un Conan mucho más veterano y maduro del que el mismo Buscema había presentado junto a Ernie Chan en esos mismos escenarios del Mar Occidental acompañando a la Reina de la Costa Negra, un envejecimiento de diez años aportado por DeZúñiga a los rasgos del cimmerio que proporcionaba verosimilitud a ambas historias, a pesar de los pocos meses que en realidad separaban la elaboración de unas páginas de otras por parte de Buscema. ![]() El resto del número se completaba con dos secciones a cargo de Jim Neal, cuyos artículos volvían a aparecer cada vez con más frecuencia en el magacín. La primera de ellas era precisamente la primera parte de un artículo sobre la esclavitud en las diferentes naciones de la Edad Hyboria (Chains and Fetters, a study of slavery in the Hyborian Age) que recopilaba las diferentes referencias al tema que se recogían tanto en las historias originales de Howard como en los posteriores pastiches, centrándose esta primera entrega en los reinos situados al sur y al este del continente hyborio. La segunda sección consistía en una especie de pasatiempos de más de sesenta preguntas (A Conan Quiz), sobre todo lo relacionado con el cimmerio en los cómics Marvel. Divididas en diferentes apartados (geografía, hechiceros, gobernantes, etc), las preguntas presentaban diferentes grados de dificultad; de hecho, en una época en la que no existía internet, muchas de ellas resultaban realmente difíciles de responder, lo que evidenciaba el trabajo que le había dedicado Neal a la elaboración del pasatiempos, que no dejaba de ser todo un artículo cuyas soluciones venían incluidas al final. De acuerdo con el orden en que aparecían incluidos dentro de Conan el Espadachín, el siguiente pastiche que hubiera debido aparecer publicado en The Savage Sword era La Diosa de Marfil, la secuela de Las Joyas de Gwahlur. Sin embargo, en esta ocasión, la adaptación de dicha historia iba a acabar siendo postergada para más adelante, al decidir Roy Thomas que apareciese en su lugar el siguiente pastiche que venía a continuación: Luna de Sangre (Moon of Blood), el séptimo y último relato que cerraba ese primer volumen de Bantam Books. Las razones de esta decisión estaban basadas en lo que se hallaba a punto de suceder en apenas unos meses en las páginas del magacín. Retrocediendo un poco en el tiempo, las cifras de ventas que venían obteniendo tanto The Savage Sword of Conan como Conan the Barbarian, habían convertido al cimmerio en uno de los indiscutibles pesos pesados de la editorial, siendo a principios de 1979 cuando por fin se había decidido poner en marcha su tercera serie regular, una serie que iba a estar ambientada en su época como rey de Aquilonia y a la que se iba a titular King Conan, cumpliéndose así con una vieja aspiración editorial que Roy Thomas había estado manejando desde los tiempos de Giant-Size Conan y que en los últimos años había venido desarrollando a través de los anuales de Conan the Barbarian. A fin de promocionar convenientemente ese acontecimiento editorial que suponía la aparición de una nueva serie protagonizada por el bárbaro, Thomas decidiría utilizar las páginas de The Savage Sword como una especie de introducción a la misma, adaptando al cómic de una manera cronológica y sucesiva los tres pastiches escritos por Sprague de Camp y Lin Carter que narraban el camino seguido por el cimmerio hasta alcanzar el trono de Aquilonia, siendo de esta manera y coincidiendo en el tiempo con la publicación del quinto anual de Conan the Barbarian en el que tenía lugar su matrimonio con Zenobia, como The Savage Sword of Conan #46 acabaría presentando el primero de esos pastiches: Luna de Sangre. Ambientada en la frontera aquilonia con las tierras pictas, Luna de Sangre se presentaba como una secuela de Más Allá del Río Negro (The Savage Sword of Conan #26 y 27), situándose unos meses después de lo sucedido en aquella historia, aunque servía también para explicar el acercamiento de Conan a la corte de Numedides que Sprague de Camp había introducido años atrás en la saga del cimmerio a través de El Tesoro de Tránicos. Con todo, el elemento más importante de la iconografía de esta historia se encontraba en su propio título, cuyo doble significado iba más allá de lo que en principio parecía a simple vista. En su sentido más evidente, el título hacía referencia al reflejo de la luna sobre los charcos de sangre que se formaban a la conclusión de la batalla entre pictos y aquilonios, pero lo cierto es que no se podía ignorar el trasfondo mitológico que esta peculiar forma de eclipse lunar había llegado a tener en el pasado para numerosas civilizaciones antiguas, en las que era considerada como el presagio de un acontecimiento muy importante para el futuro, una señal que en este caso lo que hacía era anunciar el inicio del ascenso de Conan al trono de Aquilonia, el comienzo de un periodo que iba a ser de gran trascendencia para la Edad Hyboria. ![]() Presentando una nueva portada de Earl Norem, dominada por los vivos tonos de color rojo que el ilustrador norteamericano utilizaba para reflejar el color de la luna que presidía el título de la historia, la adaptación al cómic de Luna de Sangre corría a cargo de Roy Thomas, Ernie Colon y Tony DeZúñiga, el mismo equipo creativo que apenas un año y medio más tarde iba a encargarse de llevar a cabo Arak, Son of Thunder para DC Comics, uno más de los clones del bárbaro que en este caso sería el propio Roy Thomas quien crease para la competencia tras su salida de Marvel. La entrada del puertorriqueño Ernie Colon obedecía a la necesidad de suplir una nueva ausencia de John Buscema de las páginas del magacín, una ausencia ocasionada esta vez por los anuales de Conan the Barbarian y The Mighty Thor que ese mes se habían añadido a su ya apretada agenda. Con Sal Buscema imposibilitado para reemplazar a su hermano (a modo de anécdota, si la agenda de John Buscema era apretada, la de Sal Buscema resultaba verdaderamente enloquecida, habiendo llegado a firmar en esos dos meses, bien como dibujante, bien como entintador, o bien como dibujante y entintador, hasta más de diez cómics, entre ellos tres especiales con más páginas de lo habitual), Roy Thomas decidió acudir a Colon para encargarse del dibujo a lápiz de esta historia, un artista con bastante experiencia en el género de las revistas en blanco y negro que había comenzado a trabajar el año anterior para Marvel en la serie John Carter, Warlord of Mars. En cualquier caso, sin ser ni mucho menos una mala adaptación gráfica, su principal inconveniente era que Ernie Colon no conseguía hacer olvidar la ausencia de John Buscema, básicamente porque las suaves y ligeras figuras del artista puertorriqueño ni eran las de Buscema ni se terminaban de adecuar a las personalísimas tintas de DeZúñiga, las cuales se acababan sobreponiendo a los lápices de Colon, alternando buenas páginas con otras que probablemente no resultaban tan afortunadas. Además de Luna de Sangre, la otra historia que aparecía incluida en The Savage Sword of Conan #46 era Se alquila esta Espada (This Sword for Hire), una historia corta de ocho páginas escrita por Don Glut y dibujada por uno de los asistentes de Tony DeZúñiga, Hal Santiago, que se presentaba a su vez bajo el subtítulo genérico de Un relato de la Edad Hyboria (A Tale of the Hyborian Age) con el que unos pocos meses después volvería a aparecer otra historia de este mismo estilo a fin de completar los contenidos del magacín. A efectos argumentales, estos denominados relatos de la Edad Hyboria no se hallaban protagonizados por Conan ni por ningún otro personaje de Howard, sino que como su propio título indicaba, simplemente se hallaban ambientados en la Edad Hyboria, en esta ocasión en la ciudad nemedia de Numalia. El número se completaba con un nuevo artículo de Fred Blosser (The Savage Swordbooks of Conan) que se ocupaba de reseñar los dos últimos libros que la editorial Ace Books acababa de publicar sobre la figura de Robert E. Howard: The Howard Collector y The Blade of Conan, el primero de ellos firmado por Glenn Lord y el segundo por Sprague de Camp. Ambos libros recopilaban ensayos, artículos y diverso material sobre Howard que había aparecido originalmente en The Howard Collector y Amra, los dos fanzines más prestigiosos que se habían llevado a cabo sobre la figura del escritor tejano en la década de los años cincuenta y sesenta, un material de coleccionista que originalmente no había tenido una gran tirada y que resultaba muy buscado entre los seguidores del cimmerio. ![]() Escrita a principios de 1935, El Extranjero Negro suponía una continuación temática de Más Allá del Río Negro (de hecho, su punto de partida original era que Conan había sido capturado por los pictos cerca de la provincia de Conajohara mientras perseguía a una partida de guerra que había estado hostigando la frontera aquilonia), siendo una de las últimas historias que Robert E. Howard llegó a escribir sobre el cimmerio. A efectos argumentales, Howard venía a retomar en ella la idea del enfrentamiento entre civilización y barbarie que había inspirado la elaboración de su gran historia sobre los pictos, pero al mismo tiempo aprovechaba también para desarrollar una entretenida historia de piratas que seguía la estela de las obras clásicas del género popularizadas por Rafael Sabatini y Robert Louis Stevenson, en aquel momento muy en boga gracias al estreno cinematográfico de La Isla del Tesoro, la película de Victor Fleming. La historia era muy buena y no puede decirse que estén demasiado claras las razones por las que el editor de Weird Tales, Farnsworth Wright, se la acabó rechazando a Howard, puesto que en esta época prácticamente le estaba aceptando todas las historias del cimmerio que le estaba enviando, siendo además uno de los personajes más populares de la revista y de los que más portadas obtenía. Siguiendo las estrategias comerciales de Wright, Howard había llegado incluso a escribir alguna escena expresamente concebida para que Margaret Brundage la llevase directamente a la portada de la mítica revista pulp (en concreto, la escena del castigo de Tina a manos del conde Valenso, una escena que luego Roy Thomas y Gil Kane suavizarían bastante en su adaptación al cómic en The Savage Sword of Conan #47), lo que la hacía todavía más viable comercialmente desde el punto de vista de Wright. De todas las razones que se han propuesto para explicar este rechazo, la versión que parece más plausible es que la revista le adeudaba ya mucho dinero a Howard a causa de los eternos problemas económicos por los que atravesaba y no quería adeudarle todavía más. Sea como fuere, ante ese imprevisto rechazo por parte de Weird Tales, el propio Howard, que evidentemente tenía una opinión lo suficientemente buena de esta historia como para no abandonarla sin más, decidiría reescribirla bajo el título de Espadas de la Hermandad Roja (Swords of the Red Brotherhood), utilizando esta vez al pirata Terence Vulmea como protagonista, un personaje que acababa de crear con la intención de vender sus historias a la revista pulp Golden Fleece. En esta nueva versión, que curiosamente tampoco llegaría a publicarse a causa del cierre de la revista, la historia aparecía ambientaba en el siglo XVII, en las costas de América Central, desapareciendo el elemento fantástico y transformándose el Tesoro de Tránicos en el legendario Tesoro de Moctezuma como eje central de la historia, una historia que no obstante, en lo esencial, seguía siendo prácticamente la misma. Tras esta primera reescritura de El Extranjero Negro efectuada por el propio Howard, la siguiente versión que aparecería de esta misma historia tendría como principal protagonista a la figura de Sprague de Camp y sería la que acabaría conociéndose como El Tesoro de Tránicos, siendo la primera que apareció publicada y haciéndolo bajo las firmas de Robert E. Howard y L. Sprague de Camp. Su origen se encuentra ligado a las primeras ediciones que Gnome Press llevó a cabo sobre las historias del cimmerio. En concreto, en 1951, gracias a su primer contacto con Oscar J. Friend, el agente que en ese momento tenía a su cargo las obras de Howard, Sprague de Camp había encontrado el manuscrito original de El Extranjero Negro (junto con el de La Hija del Gigante Helado y El Dios en el Cuenco) en el interior de una caja de cartón que había pertenecido al fallecido Otis Adelbert Kline, el agente literario original de Howard, recibiendo el encargo del propio Friend y del editor Martin Greenberg de prepararla para su publicación con el fin de incluirla en lo que acabaría siendo el cuarto volumen que Gnome Press le iba a dedicar al cimmerio. ![]() A modo de presentación editorial, la nueva versión de la historia vería la luz por primera vez en el número de febrero de 1953 de la revista Fantasy Magazine, si bien su editor, Lester del Rey, procedería a introducir a su vez toda una serie de cambios sobre los realizados por Sprague de Camp, decidiendo además publicarla con su título original de El Extranjero Negro. Esta nueva versión modificada por el editor de Fantasy Magazine sería la que acabase apareciendo dentro del cuarto volumen de la serie de Gnome Press (King Conan, 1953), siendo también en ese volumen de Gnome Press donde aparecería por primera vez bajo el título de El Tesoro de Tránicos, un título que en este caso procedía del propio Sprague de Camp. Con todo, esta primera versión de El Tesoro de Tránicos tampoco iba a resultar la definitiva, puesto que catorce años más tarde, con motivo de su publicación dentro de la novela Conan el Usurpador (Conan the Usurper, 1967), el propio Sprague de Camp decidiría recuperar la extensión original del relato, eliminando todas las acortaciones del texto que él mismo había llevado a cabo inicialmente, y suprimiendo todos los cambios que posteriormente había realizado Lester del Rey, aunque conservando las modificaciones que él mismo había introducido al principio a fin de poder integrar la historia dentro de la cronología del cimmerio elaborada por Miller y Clark. Esta nueva y definitiva versión de El Tesoro de Tránicos, bastante más próxima a la versión original de Howard que la que en un principio había aparecido en la serie de Gnome Press, sería la que Roy Thomas acabase llevando a los cómics Marvel a través de las páginas de The Savage Sword, siendo también necesario mencionar que toda esta intrahistoria sobre el origen literario de El Tesoro de Tránicos, así como su conexión con El Extranjero Negro y con Espadas de la Hermandad Roja, era convenientemente revisada por Fred Blosser en el único artículo que en esta ocasión iba a complementar las páginas de The Savage Sword of Conan #47: El Secreto de El Extranjero Negro (Secret of the Black Stranger), un artículo cuya finalidad era que todos los seguidores del bárbaro tuviesen en su mano toda la información disponible sobre la complicada génesis de esta historia y sus diferentes versiones. Si la trayectoria literaria de El Tesoro de Tránicos acabó siendo sumamente azarosa y compleja, no puede decirse que su adaptación al cómic resultase mucho más sencilla; de hecho, casi podría decirse que resultó todavía más complicada. Con una de las mejores y más famosas portadas que Earl Norem realizaría para el magacín, una portada que claramente venía a homenajear la primera e histórica portada que Frank Frazetta había llevado a cabo en 1966 para la novela Conan el Aventurero, The Savage Sword of Conan #47 se encargó de presentar la primera parte de la adaptación al cómic de El Tesoro de Tránicos, comprendiendo los cinco primeros capítulos de los ocho que abarcaba la versión literaria y apareciendo firmada por Roy Thomas, Gil Kane, John Buscema y Joe Rubinstein. A efectos editoriales, la gran particularidad que presentaba la adaptación al cómic de esta primera parte de El Tesoro de Tránicos, radicaba en que esta vez no se trataba de una historia originalmente concebida para aparecer publicada en este momento concreto de la trayectoria del magacín, sino que se trataba de una historia que había comenzado a realizarse más de tres años atrás, permaneciendo durante todo ese tiempo en un cajón del despacho de Roy Thomas en espera de poder ser terminada algún día y llegar a ser publicada en The Savage Sword. ![]() En esta situación, la creación de Conan Properties en 1977 posibilitó que Marvel adquiriese por fin los derechos para publicar todas las historias existentes de Conan, pastiches incluidos, siendo entonces cuando Roy Thomas se empezó a plantear la posibilidad de concluir la historia que Kane había dejado inacabada, pero adaptando en su lugar la versión conocida y oficial de El Tesoro de Tránicos, toda vez que el punto en el que Gil Kane había dejado interrumpida la historia coincidía con el punto en que la versión firmada por Howard/de Camp comenzaba a separarse de la versión original de Howard. Desde el punto de vista artístico, durante todo el tiempo en que la historia había permanecido inacabada, Roy Thomas ya había estado pensando en John Buscema como la opción más lógica para concluirla, de manera que cuando se planteó llevar a las páginas de The Savage Sword la saga que narraba el camino recorrido por Conan hasta llegar al trono de Aquilonia, lo único que Thomas necesitaba para incluir El Tesoro de Tránicos en ella y encajarlo todo en el esquema que tenía en mente, era que Buscema intercalase un par de páginas en la parte dibujada por Gil Kane (en concreto las páginas en las que Conan se enfrentaba por primera vez al demonio de la caverna), que redibujase en un par de viñetas la figura del Hechicero Negro a fin de poder convertirla en la figura de Toth-Amon, y sobre todo que se encargase de las cerca de veinte páginas que faltaban para concluir esa primera parte de la saga, así como de las otras cincuenta que eran necesarias para terminar la historia en el número siguiente, una tarea extensa y complicada para cualquier artista que no fuese John Buscema, que lo cierto es que tan sólo necesito un par de semanas más para terminar las páginas que le correspondían a Kane y poder entrar a tiempo de cumplir con las fechas de entrega del número siguiente. Con Buscema haciéndose cargo de lo que ahora era ya la adaptación de El Tesoro de Tránicos, la distribución final de las 51 páginas que integraron esa primera parte de la historia que apareció en The Savage Sword of Conan #47, acabó teniendo a Gil Kane como dibujante de sus trece primeras páginas, siendo las páginas 14 y 15 obra de Buscema, regresando otra vez Kane en las páginas 16 a 33 y siendo finalmente Buscema quien concluía esta primera parte de la adaptación llevando a cabo las páginas 34 a 51. Una vez terminado el trabajo por parte de Buscema, las páginas realizadas por ambos artistas le serían entregadas al entintador Joe Rubinstein, quien había mostrado insistentemente su interés por llevar a cabo el acabado a tinta de las páginas de Kane desde que se había enterado de su existencia, aun cuando no llegaría a encargarse de la totalidad de la saga al hacerse evidente que no iba a llegar a tiempo para cumplir con las fechas de entrega de su segunda parte, circunstancia que llevaría a Klaus Janson a las páginas del número siguiente a fin de encargarse de la conclusión de la historia. Por otra parte, aunque por error no apareciese recogido en los créditos de la historia, es necesario destacar que sería el entintador Rick Bryant quien se encargase de completar las tintas de Rubinstein en esta primera parte de la saga, llevando a cabo en ella todo el trabajo de cepillos y tramas de zip-a-tone. ![]() Abarcando una extensión de cincuenta páginas, esta segunda parte de El Tesoro de Tránicos comprendía los tres últimos capítulos de la versión original literaria, cuya adaptación acabaría conllevando la nada despreciable extensión final de más de cien páginas distribuidas entre dos maestros del cómic norteamericano como Gil Kane y John Buscema, siendo para muchos la última gran historia procedente del material de Robert E. Howard que llegó a aparecer en esta época clásica del magacín. A modo de curiosidad, catorce años más tarde, la trama principal de El Tesoro de Tránicos volvería a ser visitada por parte de Roy Thomas y John Buscema en The Savage Sword of Conan #196 y 197, en este caso a través de una precuela ambientada en la época de Conan entre los piratas barachanos, y en la que el cimmerio no sólo se veía envuelto por primera vez con Zarono el Negro y Strombanni en la búsqueda del Tesoro de Tránicos, sino que además también se encontraba por primera vez con otro de los personajes creados por el escritor tejano: Valeria de la Hermandad Roja, la protagonista femenina de Clavos Rojos. A pesar del diferente y muy especialmente reconocible estilo de ambos artistas, la sensación de continuidad entre ellos, a la hora de tomar Buscema el relevo de Kane en la narración de la historia, resultaba bastante fluida, aun cuando Buscema optase por seguir su propio estilo narrativo y apartarse del determinado inicialmente por Kane (de hecho, incluso hacía desaparecer en varias páginas la línea divisoria entre las viñetas, algo totalmente ajeno a la idea narrativa de Kane, quien en la primera parte de la saga había venido distribuyendo alrededor de cinco, seis o incluso siete viñetas por página, con gran profusión de viñetas horizontales y rectangulares y total ausencia de splash-pages, salvo la de la propia página de presentación, que por cierto también aparecía encuadrada entre otras viñetas), aun cuando también es cierto que Buscema se limitaba a intercalar una única splash-page a lo largo de toda esta segunda parte de la saga, consecuencia de la ausencia de la habitual división en capítulos de la historia, algo que venía determinado así por Gil Kane desde el comienzo de la adaptación. Con todo, en un evidente guiño editorial dirigido a todos los seguidores del bárbaro, quizás la anécdota más curiosa de este número se encontraba en la última viñeta con la que concluía la saga, la cual era utilizada por Roy Thomas y John Buscema para traspasar la cuarta pared y anunciar a los lectores, en este caso a través del propio Conan, todo lo que estaba a punto de suceder a continuación, y ya no sólo de manera inminente durante los próximos meses en las páginas del magacín, sino a través de King Conan, la nueva serie a color que anunciaban las palabras del bárbaro y que Marvel estaba a punto de lanzar al mercado en poco más de un mes. El encargado de las tintas en esta segunda parte de la adaptación era Klaus Janson, al igual que Rubinstein y Bryant, otro de los artistas que había comenzado su carrera en Continuity Studios, el estudio de Neal Adams y Dick Giordano que funcionaba como uno de los packagers con los que Marvel trabajaba habitualmente en aquellos años en el entintado de muchos de sus cómics. A modo de curiosidad sobre el trabajo desarrollado entre Janson y Rubinstein en estas dos partes de El Tesoro de Tránicos, Janson acababa de comenzar a entintar en esta época a Frank Miller en sus primeros números de Daredevil, dándose la circunstancia de que las cincuenta páginas que vino a conllevar este número de The Savage Sword y las experimentales y laboriosas técnicas de entintado que Janson utilizó en ellas (plumillas y pinceles para el diferente grosor de las líneas, cepillos y uso de tramas de negros en la iluminación de las escenas, o salpicados de tinta en algunos fondos), motivaron que sus fechas de entrega para el resto de trabajos que tenía sobre la mesa se ajustasen al límite, dándole tiempo únicamente a llevar a cabo el entintado de las dos primeras páginas de Miller en Daredevil #163, lo que motivó que fuese reemplazado en las otras dieciséis páginas restantes de ese número por el propio Joe Rubinstein, quien acababa en ese momento de concluir su trabajo en The Savage Sword of Conan #47, intercambiándose así los dos trabajos entre ambos artistas a fin de que los dos pudiesen cumplir con las fechas de entrega en ambas series. ![]() Culminando el orden cronológico de las acontecimientos que habían tenido lugar en The Savage Sword of Conan #46 a 48 con Luna de Sangre y El Tesoro de Tránicos, los números correspondientes a The Savage Sword of Conan #49 a 52 presentaron la adaptación en cuatro partes de Conan el Libertador (Conan the Liberator, 1979), la novela firmada por Sprague de Camp y Lin Carter en la que el cimmerio se proclamaba finalmente rey de Aquilonia y entraba así en la última fase de su trayectoria personal, tras haber sido a lo largo de su carrera ladrón, mercenario, pirata, guerrero, aventurero o jefe de algunas de las más salvajes tribus de la Edad Hyboria, una historia que dada su trascendencia iba a traer de nuevo a las páginas del magacín al equipo artístico habitual de la revista formado por Roy Thomas, John Buscema y Tony DeZúñiga. En su versión original literaria, Conan el Libertador fue el tercero de los pastiches de nueva generación que aparecieron tras la creación de Conan Properties en 1977, siendo también la última historia que firmaron juntos Sprague de Camp y Lin Carter, al decidir éste último dar por finiquitada su relación con Sprague de Camp y no continuar más allá de este punto su colaboración póstuma (como la denominaba de Camp) con la obra de Robert E. Howard. Publicada por Bantam Books en febrero de 1979, en pleno apogeo del fenómeno comercial en que se había convertido Conan, esta última novela de Lin Carter y Sprague de Camp tenía como principal razón de ser la necesidad de relatar uno de los momentos más importantes en la vida del cimmerio del que no se sabía demasiado, pero sobre el que el propio Howard había dejado algunas referencias escritas que podían ser utilizadas para crear una historia a su alrededor. De esta manera, Conan el Libertador encontraba su génesis principal en el diálogo que Conan mantenía con el general Prospero al comienzo de El Fénix en la Espada, en el que el bárbaro recordaba cómo había asesinado a Numedides a los pies de su trono y se había coronado a sí mismo rey de Aquilonia, mencionándose también en ese diálogo cómo los propios aquilonios le habían aclamado en aquel momento como su Libertador, un sobrenombre creado por Howard que Carter y de Camp decidirían utilizar como título de la historia en la que el cimmerio se convertía en rey de Aquilonia, cumpliéndose así con el destino que aparecía narrado en el fragmento de las Crónicas Nemedias que encabezaba el clásico relato de Howard. ![]() A efectos argumentales, esta primera parte de la saga presentaba a todos los personajes principales que acompañaban a Conan a lo largo de la historia, la mayoría de ellos procedentes de la imaginación de Robert E. Howard, como sucedía con el propio Numedides, el conde Trocero de Poitain, el general Prospero o el consejero Publius, todos ellos aparecidos o mencionados en las tres historias de Conan que transcurrían en su época como rey de Aquilonia (El Fénix en la Espada, La Ciudadela Escarlata y La Hora del Dragón), aunque también aparecían otros personajes que procedían de los propios pastiches de Sprague de Camp (Dexitheus, el sacerdote de Mitra que el propio de Camp había introducido en la parte final de El Tesoro de Tránicos y al que también se mencionaba en Conan de las Islas), así como otros de nuevo cuño que Sprague de Camp y Lin Carter utilizaban para completar el papel de los enemigos a los que en esta ocasión se enfrentaba el cimmerio, como era el caso del hechicero lemurio Thulandra Thuu y la bailarina Alcina, su principal agente. A efectos artísticos, el diseño gráfico de todos los villanos por parte de John Buscema resultaba verdaderamente destacable, especialmente el de Numedides, para el que recreaba la figura de un demente y cruel emperador romano en su traslación a la Edad Hyboria. Aunque la novela no obtuvo en su momento críticas muy positivas, la trascendencia de la historia que se contaba, el fenomenal trabajo de Roy Thomas, completando en muchos casos las lagunas de las que podía adolecer la historia, y su excelente realización gráfica por parte de John Buscema y Tony DeZúñiga, acabaron convirtiendo a esta saga en otro de los relatos más exitosos que aparecieron durante el final de esta época clásica del magacín. Como él propio Roy Thomas indicaba en la introducción que precedía a la sección de correo de The Savage Sword of Conan #49, el principal inconveniente que presentaba su adaptación al cómic es que por mucho que Conan siguiese siendo el epicentro de los acontecimientos sobre los que giraba la historia, su posición como líder de la revolución rebelde le obligaba a desempeñar un papel bastante menos arriesgado y activo que en otras ocasiones, algo que Thomas no tenía más remedio que revisar para cubrir las necesidades específicas de acción y protagonismo que requerían los cómics Marvel. Así por ejemplo, en esta primera parte de la adaptación, toda la secuencia en que Conan se encontraba por primera vez con Alcina en la Posada de las Nueve Espadas (págs.18 a 22), no procedía de la novela, sino que era una de las inserciones que Thomas y Buscema decidirían incorporar a la misma. Desde el punto de vista argumental, la escena servía no sólo para proporcionar un poco más de acción al cimmerio de cara a lo que podían esperar los seguidores del magacín, sino que presentaba al personaje femenino de la historia de una manera mucho más directa y relevante para la saga, encargándose además John Buscema de proporcionarle un evidente e intencionado parecido físico con Bêlit, la fallecida Reina de la Costa Negra, un parecido que Sprague de Camp no llegaba en ningún caso a mencionar en la novela, pero que sin embargo Thomas y Buscema introducían como caracterización del personaje de cara a explicar la atracción que el cimmerio sentía por ella. Al fin y al cabo, el recuerdo de la pirata shemita no sólo se hallaba presente en la memoria de Conan, sino en la de los propios lectores del magacín, puesto que en ese momento apenas habían pasado seis meses desde la histórica conclusión de La Reina de la Costa Negra en Conan the Barbarian # 100. ![]() Coincidiendo su fecha de portada con la del primer número de la nueva serie King Conan (aunque en realidad King Conan #1 había aparecido unas semanas antes, aprovechando el tirón del periodo navideño), The Savage Sword of Conan #50 abrió el año 1980 con la segunda parte de Conan el Libertador: Espadas cruzando el Alimane (Swords across the Alimane), comprendiendo la adaptación de los siguientes cuatro capítulos de la novela, aun cuando el último de ellos no era adaptado en su totalidad, toda vez que Thomas y Buscema decidieron distribuir su contenido entre este número y el siguiente a fin de que los hechos que se ocupaban de narrar las circunstancias colaterales de la guerra civil aquilonia no restasen más protagonismo del necesario al cimmerio, que en buena parte de este número se veía forzado a ser un mero espectador de los acontecimientos. Con un trabajo muy bueno a color, la portada era nuevamente del ilustrador filipino Néstor Redondo, siendo la última que quedaba por aparecer de las tres que Roy Thomas había decidido seleccionar de aquellas muestras iniciales que le había hecho llegar Redondo. La diferencia argumental más importante que tenía lugar en esta segunda parte de la saga respecto de la versión literaria, era la que Thomas llevaba a cabo intercambiando los papeles que los rebeldes poitanos Prospero y Trocero desempeñaban en la historia, un cambio de papeles que el guionista realizaba a fin de explicar los motivos por los que más adelante Conan decidiría nombrar a Trocero senescal de Aquilonia, motivos que Sprague de Camp no llegaba a mencionar en la novela, pero que Roy Thomas decidió integrar en la continuidad del Conan de Marvel aprovechando las circunstancias que le ponía en bandeja esta parte de la saga. Por otra parte, Thomas y Buscema también acortaban algunas escenas de esta segunda parte de la novela en las que el cimmerio no aparecía, como sucedía con la conversación que mantenían Thulandra Thuu y Alcina, o incluso una controvertida escena que tenía lugar entre esta última y el espía Fadius, que directamente desaparecía de la adaptación al cómic. Igualmente, anticipando los hechos que más tarde desembocarían en El Fénix en la Espada, otros tres de los personajes creados por Howard para esa historia hacían su primera aparición en esta segunda parte de Conan el Libertador: el bosonio Pallantides, más tarde nombrado comandante de los Dragones Negros, la guardia personal del rey de Aquilonia, y dos de los traidores que apenas un año más tarde iban a acabar formando parte de la conspiración para asesinar al rey bárbaro: Ascalante, el conde de Thune, y Gromel, el comandante de la Legión Negra, ambos formando parte del ejército de Numedides en esta historia. ![]() The Savage Sword of Conan #51 se encargó de presentar la tercera entrega de Conan el Libertador: La Sangre del Sátiro (Satyrs'Blood), que resultaría ser la más extensa de la saga, al punto de que en esta ocasión no iba a aparecer ninguno de los contenidos que habitualmente completaban el magacín. Con el tándem formado por Earl Norem y Néstor Redondo alternándose desde hacía varios meses en las portadas, Norem era quien precisamente se encargaba de la de The Savage Sword #51, una escena nocturna presidida por una enorme luna central que el ilustrador norteamericano realzaba a través de suaves tonos azules monocromáticos y bajo la que se enmarcaban las figuras centrales de Conan y el sátiro al que se enfrentaba, una criatura de aspecto terrorífico que poco tenía que ver con las que aparecían en el interior. La portada se hallaba más o menos inspirada en una escena que Thomas había introducido inicialmente en el guion y que no formaba parte del argumento original de la novela (una escena en la que Conan perseguía alrededor de su tienda de campaña al sátiro capturado por los rebeldes). La escena en cuestión acabaría desapareciendo en la versión final de la historia dibujada por Buscema, probablemente a causa del elevado número de páginas que acabaría teniendo este capítulo de la saga, aunque sin embargo sí que acabaría inspirando de alguna manera su portada. Esta tercera entrega de la saga se encargaba de adaptar la parte de la novela en la que el ejército rebelde cruzaba por fin la frontera de Argos y entraba por primera vez en territorio aquilonio, abriéndose precisamente con una recreación artística que mostraba la marcha del cimmerio hacia la capital de Aquilonia, una escena de carácter meramente descriptivo que apenas ocupaba una línea de texto en la novela original, pero que sin embargo Thomas y Buscema desarrollaban por su cuenta hasta convertirla en un hermoso homenaje a la poesía de Robert E. Howard, introduciendo para ello unos versos originales del escritor tejano (The lion strode through the halls of hell...) en la canción que entonaban los soldados aquilonios al paso de su general. Los versos procedían de un poema sin título que había aparecido en un pequeño volumen recopilatorio titulado Always Comes Evening publicado por Glenn Lord en 1957, el primero que se había dedicado íntegramente a la poesía del escritor tejano. A modo de curiosidad, más de diez años después, en la secuela de Conan el Libertador que Thomas llevaría a cabo en The Savage Sword of Conan #214, este pequeño homenaje a la poesía del escritor tejano se extendería a todos los versos que el juglar Rinaldo aparecería cantando a lo largo de dicha secuela. ![]() Desde el punto de vista mitológico, la aparición de los sátiros y sus flautas eran la aportación más novedosa que se introducía en esta tercera parte de la saga. Inspiradas en las criaturas de los bosques de los mitos clásicos grecorromanos, esta versión hyboria de los sátiros mantenía la especial predilección por el vino que caracterizaba a estas criaturas en la antigüedad, aunque prescindía de mencionar cualquier referencia a la peculiar iconografía sexual por la que también se conocía a estos seres. Del mismo modo, el episodio de las flautas y su terrorífico efecto sobre el ejército de Numedides procedía también de otro de los episodios clásicos de la mitología griega, en este caso de la antigua leyenda que ha acabado inspirando el origen etimológico de la palabra "Pánico", según la cual el dios Pan (deidad relacionada también de manera muy importante con los sátiros) había logrado evitar el saqueo del Templo de Delfos haciendo huir de terror a los invasores extranjeros con la extraña música que surgía de su flauta. E igualmente, la manera en que el ejército de Conan se libraba del efecto de las flautas de los sátiros, no dejaba de recordar también al modo en que Ulises había evitado que sus hombres se viesen afectados por los cantos de las sirenas en La Odisea. No obstante, no toda la iconografía fantástica de este episodio procedía del antiguo escenario de la mitología griega, sino que también tomaba elementos referenciales propios de los mitos artúricos. En concreto, el Bosque de Brocellian en el que habitaban los sátiros, derivaba su nombre del mítico Bosque de Brocelianda, íntimamente relacionado en las leyendas artúricas con la figura de Merlín; de hecho, su supuesta ubicación en la Bretaña francesa, se correspondía en la ficción con el territorio aquilonio que Howard había delimitado en su día en el mapa que había llevado a cabo del continente hyborio. Con fecha de portada de mayo de 1980 (correspondiéndose en realidad con el mes de marzo de ese mismo año), The Savage Sword of Conan #52 se encargó de presentar la conclusión de la historia bajo el mismo título original de Conan el Libertador que venía presidiendo la saga. La excelente portada que llevaba a cabo Néstor Redondo, resaltada a través de un espléndido trabajo a color y con las figuras de Conan y Numedides representando lo que era el momento culminante de la saga, seguía las directrices establecidas por Buscema tanto en lo relativo a la figura de Numedides como a la de la propia corona de Aquilonia que sostenía el bárbaro; no así en las que representaban a Alcina y a los Dragones Negros, en cuya interpretación Redondo iba mucho más por libre. La novedad más destacable de esta última parte de la saga consistía en que Tony DeZúñiga prescindía de las habituales tramas de zip-a-tone que había venido empleando hasta entonces en todos sus trabajos con Buscema y utilizaba en su lugar las clásicas aguadas a fin de obtener los tonos de grises que en este número completaban su trabajo a tinta sobre los lápices de Buscema, un estilo de entintado que DeZúñiga acostumbraba a utilizar cuando iba demasiado justo con las fechas de entrega, tal y como había sucedido por ejemplo en The Savage Sword of Conan #44. En este caso, hay que tener en cuenta que las más de 190 páginas de extensión que acabó abarcando la adaptación de esta novela convirtieron a Conan el Libertador en la saga más extensa que había aparecido hasta entonces en el magacín, resultando hasta cierto punto lógico que DeZúñiga llegase un poco apretado con la entrega de las páginas en este último número de la saga. ![]() Con bastante más polémica a su alrededor, otra circunstancia gráfica que llamaba la atención de The Savage Sword of Conan #52 era la desnudez de la que hacía gala Alcina en toda la segunda mitad de esta parte final de la historia, sobre todo porque esa ausencia de vestimenta no procedía de la propia novela, sino que era una licencia artística que Thomas y Buscema decidían incorporar por su cuenta en la adaptación al cómic, una tendencia procedente del cómic europeo que estaba siendo cada vez más recurrente en los últimos tiempos del magacín y que no era en absoluto compartida por Jim Shooter, cada vez más contrario a que Thomas fuese su propio editor en las series que guionizaba y a que el sello Curtis Magazines se moviese fuera de las reglas por las que funcionaban el resto de los cómics Marvel. A modo de epílogo, aun cuando la historia de la proclamación de Conan como rey de Aquilonia concluía en The Savage Sword of Conan #52, el propio Roy Thomas se encargaría de llevar a cabo una secuela de esta saga catorce años más tarde, en la que sería su segunda etapa con el bárbaro. Consciente de que la despedida del hechicero lemurio procedente del argumento de la novela no resultaba excesivamente convincente, y probablemente tampoco demasiado satisfecho con la manera en que se separaban Conan y Alcina, un personaje femenino al que el propio Thomas se había ocupado de potenciar en la adaptación por encima del papel que jugaba en la novela, los caminos de ambos volverían a cruzarse con el del cimmerio en The Savage Sword of Conan #214, una secuela que contaría con unos discretos dibujos de Ernie Chan, en esta última época bastante alejado ya del artista que años atrás había llegado a encargarse de las tiras de prensa del bárbaro y que precisamente en The Savage Sword #52 llevaba a cabo un interesante portafolio compuesto por seis ilustraciones a doble página dedicadas a los personajes de Robert E. Howard (The Chan Barbarians) con el que se completaba el contenido de este histórico número del magacín. El portafolio estaba fundamentalmente protagonizado por Conan (presentando dos de las escenas más icónicas de La Torre del Elefante y Nacerá una Bruja), aunque también aparecían un par de ilustraciones dedicadas a Kull y a Solomon Kane, así como otra en la que aparecían varios de los personajes femeninos más relevantes en la vida del cimmerio, una ilustración en la que los lectores descubrirían que la anónima y ubicua figura femenina que tantas veces había aparecido acompañando al cimmerio como un elemento recurrente de las portadas del magacín, había llegado a adquirir su propia individualidad entre los miembros del Bullpen, recibiendo el curioso nombre de Miraaj. ![]() En su versión original literaria, Conan y el Hechicero fue el primer pastiche de Conan en el que no aparecieron por ninguna parte las firmas de Lyon Sprague de Camp, Lin Carter o Björn Nyberg, los únicos escritores que de manera oficial, y bajo el absoluto control de Sprague de Camp, se habían encargado de continuar hasta entonces las historias que había dejado escritas Robert E. Howard, lo que de alguna manera vino a convertir a Andrew J. Offutt en el primer escritor en narrar las aventuras del cimmerio tras quienes habían sido sus continuadores oficiales a lo largo de casi dos décadas. Offutt había comenzado su carrera como escritor a finales de los años cincuenta en el terreno de la ciencia ficción, entrando en contacto por primera vez con la obra de Howard a través de los cuatro pastiches protagonizados por el guerrero céltico Cormac Mac Art que había publicado la editorial Zebra Books a mediados de los setenta, siendo esos pastiches los que le habían llevado a ser contratado por Glenn Lord y Conan Properties como uno de los nuevos escritores encargados de continuar la saga del cimmerio. Presidente de la Asociación de Escritores Norteamericanos de Ciencia Ficción durante la época en que se comenzaron a publicar sus primeros pastiches de Howard, lo que sin embargo ya no era tan conocido en esos años era la prolífica carrera como escritor de novelas eróticas que Offutt había desarrollado en paralelo a sus trabajos en el género fantástico, una influencia bastante apreciable en todas las historias que llegó a escribir, incluidas las de Conan. Publicada originalmente por la editorial Ace Books en octubre de 1978, Conan y el Hechicero aparecía ambientada en la época en que un joven Conan de apenas 18 años actuaba como ladrón en Zamora, situándose su comienzo en la ciudad de Arenjún unas semanas después de lo sucedido en La Torre del Elefante. No obstante, el propio Sprague de Camp, en el último ensayo que publicó sobre el cimmerio (Conan the Indestructible, 1986), apuntaba que el Conan de esta trilogía resultaba demasiado experto y conocedor de las costumbres hyborias para el joven e inexperto bárbaro que apenas unas semanas antes acababa de llegar a la Ciudad de los Ladrones, considerando por ello que su ubicación debía situarse más correctamente a continuación de Villanos en la Casa (Conan the Barbarian #11), es decir, al final de su periplo como ladrón en los reinos hyborios. En cualquier caso, en lo referente a los cómics Marvel, la propia página de presentación de The Savage Sword of Conan #53 situaba también su comienzo unas semanas después de lo sucedido en La Torre del Elefante, tal y como se establecía en la propia novela, lo que implicaba que toda la trilogía de Offutt transcurría entre Conan the Barbarian #4 y Conan the Barbarian #5, dejando al bárbaro al final de la saga de camino hacia la ciudad de Shadizar, a la que llegaría en Conan the Barbarian #6. ![]() En esta primera parte de la adaptación era donde hacían su primera aparición los otros dos personajes principales de la historia; por un lado, el hechicero al que se aludía en el título de la novela, el brujo zambulio Hisarr Zul y su mágico espejo de almas (un recuerdo a los hechizados espejos de Thuzun Thune que el propio Howard había presentado en la serie del rey Kull), y por otro la ladrona Isparana, una experta lanzadora de cuchillos creada por Offutt que también era originaria de Zamboula y cuyo camino se acabaría cruzando en varias ocasiones con el del cimmerio, convirtiéndose con el paso del tiempo en uno de los personajes femeninos que más utilizaría Roy Thomas. En este sentido, la figura de Isparana no sólo reaparecería en los meses siguientes en las páginas de The Savage Sword con motivo de la conclusión de la trilogía de Offutt, sino que el propio Thomas la volvería a traer de vuelta a principios de los noventa, apareciendo en los números con los que concluiría la andadura clásica de la serie a color (Conan the Barbarian #264-275) y en su posterior continuación en The Savage Sword #218. De hecho, a modo de despedida, Thomas volvería a utilizar a Isparana a finales del año 2000 en la miniserie Conan: Flame and the Fiend, con Geoff Isherwood al dibujo, la última historia que Marvel publicó sobre el cimmerio antes de perder sus derechos a manos de Dark Horse. ![]() La segunda historia que completaba The Savage Sword of Conan #53 estaba protagonizada por el espadachín inglés Solomon Kane, quien regresaba así a las páginas del magacín tras casi un año de ausencia de la revista. La historia consistía esta vez en la adaptación a cargo de Don Glut y David Wenzel de la primera parte de uno de los mejores relatos que Howard había llegado a escribir sobre el personaje: Alas en la Noche (Wings in the Night), una de las últimas historias originales de Kane que aún quedaban por llevar a los cómics Marvel. Publicada originalmente en el número de julio de 1932 de Weird Tales, la historia aparecía de nuevo ambientada en la misteriosa y desconocida jungla africana del siglo XVI en la que ya se habían desarrollado otras historias de Kane, situándose cronológicamente entre El Regreso de sir Richard Grenville (The Savage Sword of Conan #41) y Las Pisadas en el Interior (Marvel Preview #19). Precedida de una icónica ilustración de Wenzel a modo de presentación del personaje, la adaptación abarcaba los dos primeros capítulos del relato de Howard, quedando interrumpida en el momento en que el aventurero inglés caía arrastrado desde el cielo por una de las misteriosas criaturas aladas a las que se enfrentaba en esta ocasión. El resto del número se completaba con un artículo a cargo del propio Roy Thomas (The Hyborian Reporter) comentando su curiosa experiencia en una supuesta fiesta de disfraces de Hollywood (se mencionaba también entre los asistentes al productor Bob Greenberg, Gerry Conway o Alfredo Alcalá), a la que Thomas había acudido junto con su pareja Danette Couto, él disfrazado de Conan y ella de Red Sonja. Entre las anécdotas que Thomas mencionaba en el artículo, la que más llamaba la atención era que ambos habían descubierto nada más llegar que la cuestión del disfraz era opcional, siendo ellos los únicos invitados que habían asistido disfrazados al evento, una situación bastante cortante de la que ambos consiguieron salir con bastante dignidad, al menos desde el punto de vista de Thomas, toda vez el artículo no reflejaba el punto de vista de su acompañante, que como suele suceder en estos casos, seguramente hubiera sido el más interesante de reseñar. ![]() Con las diferencias que estaban surgiendo entre Roy Thomas y Jim Shooter en plena efervescencia, los problemas de fechas que Rudy Nebres había estado teniendo a la hora de entregar a tiempo las páginas de Buscema en The Savage Sword of Conan #53, no se hicieron evidentes hasta que prácticamente se comenzaron a solapar con las fechas en que debían entregarse las páginas correspondientes a The Savage Sword of Conan #54. Sin demasiado margen de tiempo para corregir la situación, y siendo evidente que Nebres no iba a llegar a tiempo de pasar a tinta las más de cuarenta páginas dibujadas por Buscema que aún quedaban para concluir lo que en principio debía ser la segunda y última parte de la adaptación, el peruano Ricardo Villamonte, un artista que había llegado a los cómics Marvel siguiendo la estela de Boris Vallejo y Pablo Marcos, sería el designado por Thomas para hacerse cargo del retraso de Nebres, acabando a tinta buena parte de las páginas terminadas por Buscema en un tiempo récord de apenas dos semanas. Aun así, el margen de tiempo fue tan escaso que no hubo más remedio que dividir en dos números esta segunda parte de la saga, en función de las páginas que Villamonte consiguió terminar a tiempo para que pudieran aparecer como contenido de The Savage Sword #54, siendo esa la razón de que esta segunda entrega de Conan y el Hechicero abarcase tan sólo veinticinco páginas de extensión y de que el acabado de algunas de ellas pareciese en ocasiones demasiado apresurado. Este acortamiento del número de páginas que vino a sufrir la historia principal que se presentó en The Savage Sword #54, influyó a su vez de manera correlativa en el resto de contenidos que aparecieron en este número. Así, Alas en la Noche, la historia de Solomon Kane a cargo de Don Glut y David Wenzel que había dado comienzo en el número anterior y que inicialmente iba a ser publicada en tres números del magacín, tuvo que ser reestructurada para aparecer finalmente en dos, de manera que las partes segunda y tercera, inicialmente previstas para aparecer de manera sucesiva en The Savage Sword of Conan #54 y 55, acabaron uniéndose en una única entrega de 24 páginas con el fin de poder completar el número de páginas que en esta ocasión requería el contenido de The Savage Sword #54. Sea como fuere, sin ser ni mucho menos una mala adaptación, lo cierto es que las historias de Kane no estaban recibiendo la acogida prevista entre los seguidores del magacín. Seguramente, el tono épico que Roy Thomas lograba proporcionar a sus guiones a la hora de trasladar al cómic la prosa de Howard, no se encontraba presente en los guiones de Don Glut, y aunque David Wenzel hacía un trabajo bastante meritorio en el apartado gráfico, su estilo posiblemente tampoco fuese el más adecuado para el carácter terrorífico y oscuro que destilaban las historias de Kane, algo que no dejaba de percibirse en un relato tan significativo como éste dentro de la producción del escritor tejano. Por lo demás, el resto del número se completaba con un nuevo artículo de Fred Blosser sobre las compañías de mercenarios que actuaban en la Edad Hyboria (Satan's Swordbearers) y con una nueva ilustración a doble página a cargo de Ernie Chan, protagonizada esta vez por Conan y el Hechicero estigio Thoth-Amon, una ilustración que hubiera debido aparecer originalmente en el portafolio presentado en The Savage Sword of Conan #52 (The Chan Barbarians), pero que se había acabado quedando fuera de ese número por cuestiones de paginación, decidiendo Thomas que se publicase ahora aprovechando la necesidad de contenidos que en esta ocasión se precisaban para The Savage Sword of Conan #54 . ![]() Con todo, la mayor anécdota que presentaba el apartado gráfico de este número hacía referencia al famoso casco con cuernos con el que de repente aparecía el cimmerio en las páginas finales de la historia y que no había sido visto hasta entonces a lo largo de la saga. La explicación a este repentino añadido a la indumentaria del cimmerio tuvo bastante que ver con los problemas de fechas de entrega que afectaron a estos números del magacín y con un descuido personal del propio Roy Thomas, probablemente más pendiente en esos momentos de las circunstancias por las que estaban atravesando sus negociaciones con Jim Shooter a la hora de renovar su contrato con Marvel que de sus diferentes tareas como editor del magacín. El caso es que por un olvido del propio Roy Thomas, defensor a ultranza de la continuidad en los cómics Marvel, cuando éste le entregó a Buscema el guion de The Savage Sword of Conan #53, se le olvidó mencionar en él su intención de que el atuendo del cimmerio se dibujase de una manera consistente con el aspecto que éste tenía al final de Conan the Barbarian #4, es decir, portando el famoso casco con cuernos, las sandalias y el medallón que llevaba en esos números iniciales de la serie dibujados por Barry Smith. Al no haberle mencionado esta circunstancia a Buscema, éste decidió dibujarlo con idéntico atuendo al que portaba en la adaptación de La Torre del Elefante que él mismo había llevado a cabo en The Savage Sword of Conan #24. Al llegarle las páginas dibujadas por Buscema y percatarse de la situación, Thomas le indicó a Nebres que introdujera ese casco con cuernos en el acabado a tinta de los lápices del artista neoyorquino; pero o bien el artista filipino iba demasiado mal de tiempo como para introducir esos cambios, o bien no quiso retocar de ninguna manera los lápices originales de Buscema, con lo que Conan acabó apareciendo en The Savage Sword of Conan #53 sin el famoso casco que Thomas pretendía introducir a efectos de continuidad en el atuendo del cimmerio. Sea como fuere, Thomas no quiso desistir de su intención inicial, decidiendo justificar la ausencia del casco en el texto de una de las viñetas conteniendo el resumen de lo sucedido que aparecía en la tercera página de The Savage Sword of Conan #54, y haciéndole aparecer finalmente con él (evidentemente tras haberlo recuperado a su regreso a Arenjún) en las páginas finales de The Savage Sword of Conan #55, siendo esa la razón de que ese casco apareciese de una manera tan repentina en esta última parte de la saga. Junto a la conclusión de Conan y el Hechicero, la segunda historia que presentó The Savage Sword #55 fue una historia perteneciente a la serie del rey Kull de Valusia: Hechicero y Guerrero (Wizard and Warrior), el último relato de los protagonizados por Kull que quedaba por llevar a los cómics Marvel, aun cuando en este caso se tratase de una historia que no había llegado a ser terminada por Howard, sino por Lin Carter, que era quien la había concluido para su aparición en el volumen recopilatorio King Kull publicado en 1967 por Lancer Books. Su adaptación al cómic corría a cargo de Roy Thomas y Alfredo Alcalá, quien de esta manera regresaba a las páginas del magacín tras una prolongada ausencia de casi dos años. Tal y como ya se había anunciado en el artículo del propio Thomas que había aparecido en The Savage Sword of Conan #50 (Conan at Fifty, a retrospective look by a Nameless Editor), era Alcalá quien se encargaba de todo el trabajo a lápiz y tinta de esta historia corta de apenas doce páginas en la que el guerrero picto Brule le narraba a Kull una aventura de juventud en la que se había enfrentado al rey brujo de una tribu enemiga, una historia sin demasiada trascendencia en la que la narración se planteaba durante el transcurso de una partida de ajedrez en la que las piezas en juego se identificaban con los protagonistas de la historia que contaba Brule. ![]() Como continuación de Conan y el Hechicero y con fechas en portada que iban de Septiembre a Noviembre de 1980, los números correspondientes a The Savage Sword of Conan #56 a 58 presentaron la adaptación de la siguiente novela de Andrew J. Offutt que había aparecido publicada: La Espada de Skelos (The Sword of Skelos, 1979), con Roy Thomas, John Buscema y Tony DeZúñiga haciéndose cargo esta vez de su traslación al cómic en lo que sería la última saga de DeZúñiga para el magacín. La circunstancia más relevante de esta nueva saga de The Savage Sword, radicaba en que su argumento central continuaba la trama centrada en el Ojo de Erlik que procedía de Conan y el Hechicero, pero sin embargo, el otro hilo argumental que había quedado pendiente al final de The Savage Sword of Conan #55, como era que el alma del cimmerio permaneciese todavía atrapada en el espejo de Hisarr Zul, aparecía ahora repentinamente resuelto en la página 29 de The Savage Sword of Conan #56, en la que Conan se limitaba a mencionar a su compañero de viaje, el iranistaní Khassek, que había conseguido recuperar su alma gracias a la intervención de la reina Ialamis de Khauran. Como única explicación, en el cuadro de texto que acompañaba a esa viñeta, Roy Thomas se limitaba a indicar a los lectores que para saber lo que había sucedido estuviesen atentos a la aparición de la siguiente novela de Offutt o a su próxima adaptación en las páginas del magacín. Y es que, efectivamente, entre The Savage Sword #55 y The Savage Sword #56 faltaba toda una historia entre medias, toda vez que La Espada de Skelos no era en realidad la segunda parte de la trilogía de Offutt, sino la tercera, es decir, la conclusión de la saga que se había iniciado en Conan y el Hechicero. La historia que faltaba, donde no sólo se resolvía la cuestión del alma de Conan, sino que además suponía el primer contacto del cimmerio con el reino de Khauran y explicaba cómo años después había llegado a ser el capitán de la guardia de la reina Taramis, hija de Ialamis, en Nacerá una Bruja (The Savage Sword of Conan #5), era la novela Conan el Mercenario (Conan the Mercenary, 1981), una novela que sin embargo no sería adaptada a los cómics Marvel sino hasta trece años después de su aparición, haciéndolo a principios del año 1994 en las páginas de The Savage Sword of Conan #217-218, durante la segunda época de Thomas en el magacín. Aunque a veces se ha llegado a mencionar que Offutt no escribió las tres novelas de su trilogía de manera sucesiva en cuanto a su desarrollo narrativo, los motivos que llevaron a la desaparición de la segunda parte de esta trilogía de las páginas de The Savage Sword tuvieron en realidad mucho más que ver con las fechas de publicación de las tres novelas de Offutt y los desajustes entre las dos editoriales que se repartieron la publicación de esa trilogía. Para entender lo que sucedió, hay que partir de la base de que una vez que los derechos sobre las novelas de Conan volvieron a estar disponibles tras la creación de Conan Properties, esos derechos de publicación no acabaron recayendo en una sola editorial, sino que se repartieron entre dos editoriales, Ace Books y Bantam Books, de manera que Ace Books se hizo con los derechos para reeditar las doce novelas originales que debían haber conformado la serie de Lancer (incluyendo así entre ellas a Conan de Aquilonia, la novela que en su momento se había quedado inédita a causa de la quiebra de la editorial), mientras que Bantam Books se hacía con los derechos para publicar las ocho nuevas novelas que estaban previstas que continuasen y completasen esa serie original de Lancer. Sin embargo, no todas esas nuevas novelas iban a acabar siendo publicadas por Bantam Books, sino que Ace Books consiguió reservarse los derechos para publicar dos de ellas, que acabaron siendo las dos primeras de la trilogía de Offutt, Conan y el Hechicero y Conan el Mercenario, quedándose Bantam Books con los derechos para publicar las otras seis que aparecerían dentro de esa tercera generación de pastiches del cimmerio, entre ellas La Espada de Skelos. ![]() En cualquier caso, en el momento en que se decidió publicar esta historia, dado el escaso margen de tiempo con el que se trabajaba en relación a los nuevos pastiches que en ese momento estaban apareciendo en el mercado, nada de esto se sabía por parte de Roy Thomas al planificar la aparición de la saga en las páginas del magacín. Al echar en falta la pertinente explicación a cómo Conan había recuperado su alma del espejo de Hisarr Zul, Thomas decidió dirigirse al propio Offutt indagando sobre la cuestión, siendo entonces cuando éste le informó de que entre Conan y el Hechicero y La Espada de Skelos faltaba una novela entre medias (Conan el Mercenario), así como de los problemas que existían para su publicación. Al enterarse de la situación, Thomas se puso a continuación en contacto con Ace Books para saber cuándo se iba a publicar esa novela intermedia de Offutt, informándole la editorial neoyorquina de que faltaba al menos un año para que esa novela viese la luz, un tiempo que Thomas no estaba dispuesto a esperar, de manera que decidió seguir adelante y publicar La Espada de Skelos a continuación de Conan y el Hechicero, tal y como había ocurrido con su versión literaria, dejando para otro momento el rellenar ese hueco que quedaba entre ambas y advirtiendo de esta circunstancia a los lectores del magacín. Desafortunadamente, como es sabido, Roy Thomas se marcharía de Marvel apenas unos meses más tarde a causa de sus diferencias contractuales con Jim Shooter, con lo que la saga que formaba la trilogía quedaría incompleta. ![]() Tras un prólogo ambientado en Zamboula en el que Buscema y DeZúñiga hacían una brillante presentación gráfica de la historia, la trama se iniciaba en las calles de Shadizar, la capital del reino de Zamora, hacia la que Conan había encaminado sus pasos tras sus experiencias como ladrón en Arenjún. Siguiendo las indicaciones de Thomas, Buscema ahora sí que acomodaba desde un principio la indumentaria del cimmerio a la que Barry Smith había presentado en los primeros números de Conan the Barbarian, portando así el famoso casco con cuernos, el medallón y las sandalias que el guionista pretendía que apareciesen desde el comienzo de la saga anterior. A efectos argumentales, sin embargo, la diferencia más importante que existía en esta primera parte de la adaptación entre la versión literaria y su traslación al cómic tenía lugar en el diálogo que Thomas ponía en boca de Isparana al final de su reencuentro con el bárbaro y que precedía a la relación sexual que ambos mantenían a continuación. Ese diálogo daba a entender que la ladrona zambulia estaba más conforme con esa relación que lo que en realidad sucedía en la novela de Offutt, en la que Conan prácticamente violaba a Isparana tras la encarnizada lucha en la que habían muerto los acompañantes de ambos. Junto a la primera parte de la adaptación de La Espada de Skelos, el resto de The Savage Sword of Conan #56 se completaba con un artículo del escritor afroamericano Charles R. Saunders (To Kush and Beyond) en el que se examinaban los reinos negros que existían al sur del continente hyborio de acuerdo con lo que se contaba en las diferentes historias de Conan, no sólo en las escritas por Howard. El artículo aparecía ilustrado por Gene Day y John Buscema, si bien la aportación de este último se limitaba a los lápices de algunas de las ilustraciones acabadas por Day, un artista que curiosamente ya había colaborado con Saunders en Dark Fantasy, un importante fanzine de la época creado por el propio Day a principios de los años setenta. Además de este artículo de Saunders, The Savage Sword #56 incluía también entre sus páginas un nuevo portafolio dedicado a Conan que esta vez corría a cargo de Tony DeZúñiga (The DeZuñiga Conan). Tras haberse publicado unos meses atrás el portafolio de Ernie Chan, ahora era el turno de otro de los artistas filipinos más vinculados con el cimmerio. El de Alfredo Alcalá tardaría más en aparecer, pero también lo haría. En cuanto a su contenido, de las cinco ilustraciones que contenía el portafolio, cuatro de ellas estaban protagonizadas por Conan, mientras que la última de la serie se hallaba centrada en la figura de Red Sonja. Presentando la última de las siete portadas que Néstor Redondo vino a realizar para el magacín, una portada que mostraba la carga de Conan contra los yoggitas del desierto que luego Buscema se ocupaba de desarrollar en profundidad en páginas interiores, The Savage Sword of Conan #57 presentó la segunda parte de La Espada de Skelos bajo el título El Ojo de Erlik (The Eye of Erlik), comprendiendo la adaptación de los diez siguientes capítulos de la novela, en los que Conan e Isparana llegaban a Zamboula y se veían envueltos en las intrigas de la ciudad turania. La ambientación de la historia en la exótica ciudad inspirada en la antigua Samarcanda que Howard había establecido como puesto más avanzado de los turanios al oeste de su imperio, traía como consecuencia los inevitables guiños a varios de los personajes que el propio escritor tejano había situado en ella en Sombras en Zamboula (The Savage Sword of Conan #14). Así ocurría con el sumo sacerdote Totrasmek, que no aparecía en la historia pero que sí era mencionado en ella como uno de los personajes influyentes en la ciudad, o con Jungir Khan, gobernante de Zamboula en el clásico de Howard y que aquí era identificado como hijo de Akter Khan, el sátrapa que en ese momento gobernaba la ciudad del desierto. En el apartado de los errores gruesos, la mayor inconsistencia argumental que presentaba la saga, probablemente también debida a que Roy Thomas se hallaba en ese momento más pendiente de las circunstancias por las que estaba pasando su propia situación contractual que de la propia adaptación, tenía lugar en la página 25, cuando Isparana no reconocía el Ojo de Erlik en el registro que había efectuado de las pertenencias del cimmerio, a pesar de haberlo tenido en su poder durante el transcurso de la saga de Conan y el Hechicero. Originalmente, en la novela de Offutt, Isparana no encontraba el Ojo de Erlik porque Conan lo había ocultado en un molde de arcilla al que hacía parecer como uno de sus amuletos bárbaros. Apartándose en este punto del argumento de la novela, Thomas decidió que en su lugar era mejor que Isparana no reconociese la forma del amuleto, olvidando sin embargo que la ladrona zambulia lo conocía perfectamente, puesto que Conan se lo había robado inicialmente a ella en The Savage Sword of Conan #55. ![]() Desde que Jim Shooter había ascendido al cargo de Editor en Jefe de Marvel, las relaciones entre Roy Thomas y Jim Shooter nunca habían sido fluidas, añadiéndose además la circunstancia de que Thomas residía en California, lo que tampoco facilitaba que existiese una buena comunicación entre ambos. En esta situación, a principios de 1980, el único guionista de Marvel que además se encargaba de editar las series que escribía era precisamente Roy Thomas. Llegado el momento de renovar ese contrato de editor/guionista con el que desde hacía años trabajaba en la editorial, la situación que se vino a plantear fue que Shooter no estaba para nada conforme con esa situación contractual única que Thomas tenía en Marvel y estimó necesario modificarla, de manera que un editor contratado al efecto estuviese siempre situado editorialmente por encima de Thomas y tuviese bajo su control la aprobación final de todos los cómics que escribía así como toda su producción editorial, especialmente en aquéllos que no estaban sujetos al Comics Code Authority, como era el caso de The Savage Sword of Conan. Aunque las versiones de Roy Thomas y Jim Shooter sobre lo sucedido difieren considerablemente en algunos puntos, en general, existe un posicionamiento bastante claro entre los aficionados a favor de la figura de Roy Thomas, sobre todo atendiendo a la lista de artistas y autores de renombre que acabaron abandonando Marvel a lo largo de los años por sus propias y abiertas discrepancias con Shooter. Básicamente, Thomas quería seguir tal y como había estado trabajando hasta entonces, manteniendo su contrato como editor y guionista sin nadie que supervisase su trabajo y con el pleno control de las series que escribía, mientras que Shooter entendía que ese tipo de contratos eran ya una cosa del pasado y que todos los guionistas tenían que responder ante un editor que controlase todo el proceso editorial, incluida la contratación de los artistas que trabajaban en el cómic. En principio, Thomas estaba dispuesto a aceptar la autoridad de Jim Shooter como director editorial, pero consideraba que su estatus dentro de Marvel y los años que llevaba en la editorial, siendo además el responsable directo de haber traído a Marvel licencias tan rentables y exitosas como Conan the Barbarian o Star Wars, se merecían la libertad de la que había gozado hasta entonces como editor y guionista de sus series, sin tener que responder de su trabajo ante ninguno de los jóvenes editores que Shooter acababa de contratar por aquella época. Tras una tensa conversación telefónica entre ambos que finalizó de muy malas maneras y sin ningún tipo de acuerdo, Thomas decidió que había llegado el momento de abandonar la editorial, comunicándoselo así por carta el 10 de Abril de 1980 a Jim Galton, el presidente de la compañía. A pesar de todo, con el fin de intentar reconducir la situación, se llegaría incluso a celebrar una reunión en las oficinas de Marvel entre todos los implicados, una reunión a la que también asistiría Stan Lee, pero el enfrentamiento entre Shooter y Thomas era ya tan directo que no había posibilidad de marcha atrás. Con Galton posicionándose finalmente al lado de Shooter, a Thomas se le reiteró que no iba a conseguir ningún contrato que le garantizase el control de sus títulos, de manera que el escritor decidió poner punto y final a su relación con Marvel tan pronto como finalizase su contrato, lo que sucedería unos pocos meses después. Como es sabido, Roy Thomas acabaría marchándose a DC Comics, pero antes de marcharse aprovecharía el tiempo que le restaba de contrato para cerrar su etapa con el bárbaro de una manera más o menos coherente con la trayectoria editorial que había estado diseñando durante los últimos diez años. Así, su último guión para Conan the Barbarian sería el del número 115, con el que se cumplían los diez años justos de su aniversario en la cabecera, al coincidir su fecha de portada del mes de octubre con la del mismo mes del año 1970 en que había aparecido el primer número de la serie. Por su parte, en The Savage Sword of Conan, Thomas aprovecharía ese lapso de tiempo para terminar la adaptación de la novela de Andrew J. Offutt que en ese momento se hallaba en curso, así como para publicar los dos últimos relatos cortos de Sprague de Camp y Lin Carter y la última historia con material de Howard que aún quedaban por aparecer en el magacín (aunque esta última desgraciadamente quedaría inconclusa), mientras que en King Conan, utilizando la recurrente técnica del flashback, su etapa iba a concluir con los cuatro números que comprendía la adaptación de la novela Conan el Vengador de Sprague de Camp y Björn Nyberg, si bien, al tratarse de una publicación trimestral, su duración se acabaría extendiendo en el tiempo durante todavía más un año tras la salida de Thomas de la editorial. Desafortunadamente, la nota dirigida a los lectores que Roy Thomas había dejado escrita a modo de despedida, no llegaría a aparecer publicada en ninguna de las tres series por decisión personal de Jim Shooter. ![]() Desde el punto de vista artístico, esta última parte de La Espada de Skelos supuso el punto y final a la larga asociación de más de dos años entre John Buscema y Tony DeZúñiga en las páginas de The Savage Sword, una asociación que no sólo se había extendido durante esta etapa gráfica del magacín que había seguido a la marcha de Alfredo Alcalá, sino que en realidad había estado ahí desde casi el principio de la revista, toda vez que DeZúñiga había sido el máximo responsable del colectivo de artistas conocido como La Tribu que había reemplazado en varias ocasiones a Alcalá durante esos primeros años del magacín. Siguiendo los pasos de Thomas, DeZúñiga también se marchaba ahora de Marvel para regresar a DC, donde se iba a encargar de llevar a cabo todo el apartado artístico a lápiz y a tinta de Jonah Hex, el personaje que él mismo había contribuido a crear a principios de los años setenta, así como de ayudar al propio Roy Thomas a poner en marcha la nueva serie de bárbaros que Thomas iba a desarrollar para DC, Arak, Son of Thunder, siendo DeZúñiga quien se encargase de diseñar los personajes y el estilo que se buscaba para esa nueva serie, entintando también sus primeros números. La marcha de Tony DeZúñiga supondría también en cierto modo el final de una época para The Savage Sword. Tras unos primeros años en que Alfredo Alcalá se había ocupado de proporcionar su aspecto final a los magníficos lápices de Buscema, el entintado ágil y suelto de DeZúñiga, a través de una experta combinación de plumas, pinceles, aguadas de tinta y tramas de zip-a-tone, había conseguido reemplazar con éxito el inolvidable trabajo que había llevado a cabo Alcalá, con algunas colaboraciones junto a Buscema que resultaban verdaderas obras maestras y que en general no se encontraban demasiado lejos de los resultados artísticos que Alcalá había logrado proporcionar a las dinámicas figuras e indómitos parajes de la Edad Hyboria que era capaz de dibujar el artista neoyorquino. Tras la salida de DeZúñiga, sería Ernie Chan quien se encargase de manera más o menos habitual de acabar los lápices de Buscema en The Savage Sword, una nueva etapa gráfica que iba a llevar en los años siguientes al magacín al equipo artístico que había marcado toda una época para Conan the Barbarian, aunque ahora presentando su trabajo de una manera diferente al tratarse de una revista en blanco y negro. Con una página editorial a modo de introducción explicando cómo había tenido lugar su génesis, la segunda historia que presentaba The Savage Sword of Conan #58 era El Espejo de la Mantícora (Mirror of the Manticore), una historia corta de doce páginas protagonizada por el zaporosko Olgerd Vladislav que servía para que Roy Thomas cerrase un viejo capítulo a efectos de continuidad que se venía arrastrando desde su aparición en The Savage Sword of Conan #31, tras el aparente destino que el antiguo líder de los zuagires parecía haber sufrido a la conclusión de El Durmiente bajo las Arenas (The Savage Sword of Conan #6). La historia estaba escrita por el propio Roy Thomas sobre la base de un argumento de Fred Blosser, que era quien había proporcionado la idea sobre la que giraba El Espejo de la Mantícora. Con todo, lo más destacado de la historia era la presencia de Kerry Gammill encargándose de todo el trabajo a lápiz y a tinta, un joven dibujante que en esos momentos comenzaba a hacerse un nombre en Marvel a través de las páginas de Powerman and Iron Fist. Su trazo, limpio y detallado, y su magnífico juego de tintas y tonos de grises, hacían de esta pequeña historia corta toda una sorpresa en el apartado gráfico, a pesar de que a Gammill le había llevado casi dos meses realizar las doce páginas de las que constaba. ![]() Con la época clásica del magacín llegando a lo que iba a ser su final, The Savage Sword of Conan #59 presentó como contenido principal dos historias que darían bastante de qué hablar en los meses siguientes a la marcha de Thomas, especialmente la segunda de ellas. La primera de esas historias era la adaptación de uno de los relatos cortos de Sprague de Camp y Lin Carter que todavía no habían sido llevados al cómic, en este caso uno de los denominados pastiches de segunda generación que habían aparecido en los años sesenta a través de las novelas de Lancer: La Ciudad de los Cráneos (The City of Skulls), siendo su adaptación al cómic obra de Roy Thomas, Mike Vosburg y Alfredo Alcalá. La portada era obra esta vez del ilustrador norteamericano Clyde Caldwell, otro de los artistas que en esos años estaba comenzando a publicar sus primeros trabajos profesionales en novelas y magacines y que unos pocos años más tarde se convertiría en uno de los ilustradores más famosos en el terreno del arte fantástico a través de sus trabajos para el grupo editorial TSR, la empresa líder en la creación de los famosos juegos de rol que proliferarían durante la década de los ochenta. Aparecida por primera vez dentro del primer volumen cronológico de las novelas de Lancer (Conan, 1967), La Ciudad de los Cráneos era una historia de la juventud de Conan que se desarrollaba al este de Hyrkania, en la ciudad de Shamballah, la capital del Valle de Meru, durante los años en que el bárbaro había servido como mercenario en el ejército del rey Yildiz de Turan, situándose cronológicamente justo antes de La Maldición del Monolito (The Savage Sword of Conan #33) y siendo la historia en la que aparecía por primera vez el mercenario kushita Juma, un personaje que veinte años después reaparecería en la saga del cimmerio durante el transcurso de Conan el Bucanero (The Savage Sword of Conan #40-43). A modo de curiosidad, su título inicial era Thralls of Shamballah (Esclavos de Shamballah), si bien en las revisiones finales del relato se decidiría cambiar ese título por el de La Ciudad de los Cráneos, que sería con el que finalmente acabaría apareciendo publicado dentro de ese primer volumen de las novelas de Conan. El problema que se vino a plantear con su adaptación al cómic era la contradicción que esta historia generaba dentro de la propia continuidad del bárbaro a efectos de los cómics Marvel, sobre todo en relación al momento en que éste y Juma se conocían y forjaban una alianza que años más tarde se mantendría en la Ciudad de las Amazonas, al punto de que existen dos versiones completamente diferentes de esta historia, tan diferentes que ni siquiera pueden considerarse la misma puesto que en realidad no lo son. Retrocediendo un poco en el tiempo, a finales del año 1973, Neal Adams se había ofrecido a Roy Thomas para dibujar una historia de Conan, justo en el momento en que éste acababa de concretar (o eso pensaba él) un acuerdo con Sprague de Camp para que Marvel llevase a sus cómics los relatos firmados por él, decidiendo Thomas que el primero de ellos fuese precisamente La Ciudad de los Cráneos. Para ir adelantando tiempo, y mientras los abogados de Marvel se ocupaban de cerrar los detalles de ese acuerdo con de Camp, Adams y Thomas decidieron comenzar a trabajar en esa adaptación de La Ciudad de los Cráneos, que originalmente iba a ser una historia de 34 páginas a blanco y negro destinada a la revista Savage Tales (probablemente para Savage Tales #5). Sin embargo, en algún momento de ese proceso inicial, toda vez que el desarrollo de La Ciudad de los Cráneos transcurría en el mismo periodo de la vida del cimmerio que en ese momento se estaba narrando en Conan the Barbarian, Thomas decidió que apareciese finalmente en la serie a color y no en el magacín en blanco y negro, limitándola así a 19 páginas. ![]() Con estos antecedentes editoriales, la adaptación de la versión original de La Ciudad de los Cráneos supuso una excepción que no se iba a volver a repetir nunca más, tal y como se explicaba en la introducción que acompañaba a esta historia en la página de presentación de The Savage Sword of Conan #59. Debido a los problemas con los derechos de Sprague de Camp que habían existido en 1973, la política editorial que Thomas había adoptado desde entonces era que una vez que Marvel hubiese hecho su propia versión de cualquier episodio de la vida del bárbaro que hubiese sido contado de una manera distinta en la versión literaria, la única versión existente a efectos de los cómics Marvel era lógicamente la publicada por Marvel. Sin embargo, en esta ocasión, de manera excepcional, Roy Thomas decidiría atender al deseo de Mike Vosburg (un dibujante con el que mantenía una buena relación y que se había encargado unos años antes de las historias de Shang-Chi en el magacín Deadly Hands of Kung-Fu y de varios números de la serie a color John Carter Warlord of Mars) de adaptar al cómic una historia del Conan literario, siendo en ese momento La Ciudad de los Cráneos la única historia que podía considerarse disponible a tenor de las circunstancias que habían tenido lugar en 1973. Con la garantía que suponía el tener a todo un clásico del magacín como Alfredo Alcalá en el acabado a tinta de los lápices de Mike Vosburg, Thomas decidió que merecía la pena hacer una revisión de este pastiche que en su momento no había podido adaptarse en su versión original y dejar que fuesen los lectores los que eligiesen la versión que prefiriesen, aunque teniendo en cuenta dos circunstancias: la primera, que atendiendo al canon oficial literario la adaptación de La Ciudad de los Cráneos debía tener primacía sobre la historia aparecida en Conan the Barbarian #37, y la segunda, que a efectos de la continuidad del Conan de Marvel, La Maldición del Cráneo Dorado, aparecida antes, seguía siendo la versión oficial de este episodio de la vida del bárbaro en los cómics Marvel ; de hecho, sería esta versión oficial la que tendría una secuela tras el regreso de Thomas a Marvel a través de la novela gráfica The Ravagers Out of Time, traducida de manera bastante creativa en nuestro país como La Resurrección de Rotath. Desde el punto de vista artístico, el laborioso y barroco entintado a base de finas líneas y estudiados juegos de luces y sombras que llevaba a cabo Alfredo Alcalá sobre los lápices de Vosburg, acabó siendo el verdadero protagonista gráfico de La Ciudad de los Cráneos, o al menos de su mayor parte, puesto que el artista filipino acabó llegando tan justo a las fechas de entrega que no tuvo más remedio que terminar los sombreados de las últimas ocho páginas a base de tonos de carbón, prescindiendo en ellas de la mayor parte del trabajo a tinta, lo que acabó desluciendo bastante el resultado de esa parte final de la adaptación al notarse una mayor presencia de espacios en blanco. En todo caso, la colaboración gráfica de Vosburg y Alcalá resultó bastante bien acogida entre los seguidores del magacín, aunque sin llegar nunca al nivel de aceptación que tuvieron los trabajos de Neal Adams con el bárbaro; de hecho, Conan the Barbarian #37 llegó a ser durante muchos años uno de los números más vendidos de la serie a color, algo a lo que lógicamente ni se acercaría The Savage Sword of Conan #59. ![]() En su origen literario, Lobos más allá de la Frontera era una historia que Howard había comenzado a escribir hacia finales de 1934 con la mente puesta en The Little Red Foot, una novela de aventuras del escritor Robert W. Chambers que trataba sobre la época de la revolución norteamericana y los conflictos que los antiguos colonos mantenían con las tribus indias que habitaban al norte de lo que hoy es el estado de Nueva York. Inspirándose en esa novela de Chambers, Howard transformaba la guerra de la independencia de las colonias norteamericanas en la guerra civil aquilonia, mientras que varios de los lugares de aquella primera frontera norteamericana (Canajoharie, Caughnawaga, Oriskany, Schoharie) se transformaban en asentamientos aquilonios situados en la frontera picta (Conajohara, Conawaga, Oriskonie, Schohira); de hecho, incluso el nombre del protagonista, Gault, el hijo de Hagar, tenía su origen en el nombre de una de las familias que aparecían en esa novela de Chambers. En cualquier caso, abandonada su escritura por parte de Howard, el fragmento había sido encontrado por Glenn Lord a mediados de los años sesenta formando parte de los manuscritos originales del escritor tejano que habían acabado llegando a su poder, apareciendo con él una breve sinopsis en la que se contenía su conclusión. Desarrollando esa sinopsis argumental, el relato sería finalmente terminado por Sprague de Camp, aunque con alguna alteración importante respecto de la versión original de Howard, puesto que de Camp ambientaba la historia dos años después de los hechos narrados en Más Allá del Río Negro, mientras que en el fragmento original de Howard en realidad había transcurrido mucho más tiempo desde esa historia. En concreto, el personaje protagonista, Gault, comentaba que era sólo un niño cuando los pictos habían cruzado el Río Negro y arrebatado a los aquilonios la provincia de Conajohara, en clara referencia a lo que luego sería el argumento de Más Allá del Río Negro. Su adaptación a las páginas de The Savage Sword correría a cargo de Roy Thomas y Ernie Chan, quien se encargaba en esta ocasión de todo el trabajo a lápiz y tinta, esta vez utilizando unas logradas aguadas de grises que se adaptaban perfectamente al estilo que Thomas buscaba para el magacín. Desafortunadamente, la historia nunca llegaría a ser concluida en ningún cómic Marvel. Debido a la marcha de Thomas, la adaptación, que estaba prevista que se desarrollase en un mínimo de tres partes, sólo llegaría a ver publicadas las dos primeras, coincidiendo con la parte del relato que había dejado escrita Robert E. Howard, y quedando interrumpida justo cuando comenzaba la parte final que había llevado a cabo Sprague de Camp. De esta manera, esta primera parte del relato que aparecía en The Savage Sword of Conan #59 comprendía los dos primeros capítulos y parte del tercero de los seis que en total abarcaba la historia. La segunda parte de la adaptación, otras ocho páginas con el final del tercer capítulo, aparecería un año y medio más tarde en The Savage Sword of Conan #76, quedando inéditos los tres últimos capítulos que faltaban para concluir el relato toda vez que ningún otro escritor terminaría la historia. A modo de curiosidad, esta inconclusa adaptación al cómic de Lobos más allá de la Frontera es también la única historia del Conan de Howard adaptado por Marvel que permanece inédita en nuestro país a pesar de los casi cuarenta años que han transcurrido desde su publicación, circunstancia difícil de explicar si tenemos en cuenta el incontable número de reediciones que han llegado a tener las aventuras del cimmerio. ![]() Aparecido originalmente dentro de Conan el Espadachín, la recopilación de relatos que Bantam Books había publicado en 1978 como décimo tercera novela de la serie, La Diosa de Marfil era otro relato que se incorporaba a los que ambos escritores habían llevado a cabo en la década de los sesenta como secuela de las historias originales de Howard, aun cuando varios especialistas encabezados por Morgan Holmes, autor del conocido ensayo The de Camp Controversy, sostienen que Lin Carter no tuvo en realidad demasiado que ver en su elaboración, tratándose básicamente de un relato escrito por Lyon Sprague de Camp y su esposa, Catherine Crook de Camp. En cualquier caso, sin ser ni mucho menos uno de los mejores pastiches que aparecieron publicados, La Diosa de Marfil funcionaba como una continuación a Las Joyas de Gwhalur (The Savage Sword of Conan #25), una historia que Howard había situado originalmente en el reino de Khesan y en la que el cimmerio buscaba el tesoro de la antigua ciudad de Alkmeenon en competencia con uno de sus viejos rivales, el aventurero estigio Thutmekri, quien también volvía a aparecer ahora en esta secuela que se desarrollaba en el vecino país de Punt. Con algunas añadiduras propias (como por ejemplo la atribución del nombre de Nebethet a la diosa de marfil de Punt, un nombre que se derivaba de una de las divinidades mortuorias del antiguo Egipto que aparecía como esposa del dios Seth, la figura que había inspirado a Howard en su creación del dios de los estigios), su argumento, que por momentos podía pasar perfectamente por un plagio del relato original de Howard, procedía directamente de las palabras que Conan le dirigía a Muriela a la conclusión de la historia: "Creo que una buena actriz como tú me puede ser muy útil. No tenemos nada que hacer en Keshan. Nos iremos a Punt. El pueblo de Punt adora a una diosa de marfil y extraen oro en abundancia de sus ríos... Si consigo introducirte en secreto en su templo y ponerte en el lugar de esa diosa de marfil, nos darán hasta sus dientes de oro antes de que hayamos terminado con ellos" (Las Joyas de Gwahlur, Cap. III, p.44).Partiendo de esta base argumental, la adaptación gráfica de La Diosa de Marfil corría de nuevo a cargo de John Buscema, aunque acompañado esta vez del filipino Danny Bulanadi, uno de los antiguos asistentes del estudio de Tony DeZúñiga que en esos años acababa de independizarse de DeZúñiga y comenzaba a hacer sus primeros trabajos para Marvel. No obstante, la splash page inicial que servía como presentación a la historia era obra únicamente de John Buscema, siendo una buena muestra del trabajo a lápiz y a tinta que era capaz de hacer el artista neoyorquino cuando la ocasión lo merecía, toda vez que el original de esa splash inicial iba a acabar formando parte de la colección personal de Roy Thomas como regalo de despedida por parte de Buscema, algo parecido a lo que pasaría también con la portada de este número, aunque no con la que apareció publicada. En concreto, reproduciendo una de las escenas que aparecían en el interior, la ilustración de portada que presentaba este número era obra de Earl Norem, pero Néstor Redondo había llevado también a cabo un magnífico estudio a color como preparación a la misma que acabaría siendo descartado en favor de la versión de Norem. A pesar de ello, la versión propuesta por Redondo pasaría también a formar parte de la colección personal de Thomas como regalo de despedida por parte del artista filipino, apareciendo publicada años más tarde en Alter Ego #83, la revista dedicada al mundo de los cómics y sus creadores dirigida por el propio Roy Thomas. Con un texto de presentación a cargo del guionista Mike W. Barr, la segunda historia que completaba The Savage Sword of Conan #60 (Conan of the Storyboards) no era en realidad una historia propiamente dicha, sino un storyboard de casi sesenta ilustraciones que Neal Adams había llevado a cabo como una posible secuencia de inicio para la película que iba a protagonizar el cimmerio. Aficionado al personaje desde que lo había descubierto a mediados de los sesenta a través de las ilustraciones de Frank Frazetta, Adams se había puesto a trabajar por su cuenta en ese storyboard al enterarse por medio de Roy Thomas de que se estaba barajando la posibilidad de rodar una película sobre el bárbaro, un storyboard que sería finalmente rechazado por la productora dado el camino por el que se acabaría dirigiendo la película y el inicio de la misma. Decepcionado por su trato con la industria de Hollywood, Adams acabó pasando ese storyboard a Roy Thomas para que se publicase en las páginas del magacín, conformando una soberbia secuencia de diecinueve páginas con lo que era la presentación del personaje de cara a los espectadores de esa posible película que finalmente nada tuvo que ver con la que acabaría llegando a la gran pantalla, pero que desde luego hubiera funcionado perfectamente como introducción a cualquier película protagonizada por el cimmerio. ![]() Además de estas cuatro historias de Thomas sobre el cimmerio, The Savage Sword of Conan #62 presentaría entre sus historias de complemento la adaptación de La Mancha Negra (The One Black Stain), el último poema de Howard de los protagonizados por Solomon Kane que quedaba por llevar a las páginas del magacín, siendo su dibujo obra de David Wenzel en el que posiblemente fue su mejor trabajo con el personaje. The Savage Sword of Conan #68 y 69 presentaron a su vez la adaptación en dos partes de La Raza Perdida (The Lost Race), una de las primeras historias de Howard sobre el pueblo picto que contaba con Gene Day y Danny Bulanadi en el apartado artístico. Otra de las historias de piratas del escritor tejano, La Isla de la Condenación de los Piratas (Island of the Pirates Doom), anunciada por primera vez en el correo de The Savage Sword of Conan #39 y reiterada en el famoso artículo de Thomas que se había publicado en The Savage Sword of Conan #50, aparecería dividida en seis partes dentro de The Savage Sword of Conan #73 a 79 (excepto en The Savage Sword of Conan #75), hallándose protagonizada por Valeria de la Hermandad Roja, que ocupaba así el lugar de la pirata Helen Tavrel, su protagonista original. El serial de Valeria aparecía firmado por John Buscema y Danny Bulanadi (con alguna que otra página a cargo de Ricardo Villamonte), quien de esta forma sustituía a Tony DeZúñiga, que era quien inicialmente estaba previsto que se ocupase de entintar los lápices de Buscema en este serial protagonizado por la pirata aquilonia. Otra de las historias de Howard, esta vez perteneciente a la serie de los Mitos de Cthulhu, La Piedra Negra (The Black Stone), totalmente dibujada a lápiz y a tinta por Gene Day, aparecería como uno de los contenidos de The Savage Sword of Conan #74, mientras que la segunda parte de Lobos más allá de la Frontera (Demons of Ghost Swamp), a cargo de Ernie Chan, aparecería enThe Savage Sword of Conan #76. Finalmente, en otra de esas historias que llevaban mucho tiempo siendo anunciadas en el magacín, The Savage Sword of Conan #78 presentaría una nueva versión gráfica a cargo de Dick Giordano y Terry Austin del guion de El Día de la Espada (The Day of the Sword), la historia sobre el origen de Red Sonja que ya había aparecido en su día dentro de Kull and the Barbarians #3. Con Roy Thomas fuera de Marvel, The Savage Sword of Conan #61 inauguraría el año 1981 ya con Louise Jones como nueva editora al frente de la revista, produciéndose una clara ruptura con lo que hasta entonces había sido la línea editorial del magacín. Jones había sido la editora de los magacines publicados por James Warren hasta finales de 1979, momento en que había pasado a trabajar para Marvel, instalándose desde un primer momento como una de las editoras de más confianza de Jim Shooter. Aunque John Buscema, la otra piedra angular sobre la que descansaba el éxito del personaje, seguiría siendo el principal responsable gráfico de la revista durante unos años más, lo cierto es que el nivel de las historias del magacín se resentiría notablemente tras la marcha de Thomas. Sin el amplio conocimiento que Thomas poseía sobre la obra de Robert E. Howard, sobre el Universo Hyborio y sobre el propio Conan, sin esos pequeños detalles que Thomas indicaba a Buscema a la hora de llevar a cabo países, ambientes y vestuarios, la cronología interna de la Edad Hyboria iría desdibujándose cada vez más, desvaneciéndose también poco a poco la continuidad del cimmerio que Thomas había trasladado a los cómics Marvel. Sea como fuere, este repaso a lo que fue la etapa clásica del magacín más famoso y reconocido de Marvel termina aquí. Tras el despido de Jim Shooter en 1987, el equipo formado por Roy Thomas y John Buscema regresaría de nuevo a las páginas del magacín con el comienzo de la década de los noventa intentando salvar el paulatino declive al que se había visto abocada la revista, y si bien habría algunas historias verdaderamente dignas de haber formado parte de esta primera época de ambos autores en The Savage Sword, lo cierto es que no puede decirse que esta segunda etapa de Thomas y Buscema llegase a tener nunca la frescura de sus primeros años en el magacín. En cualquier caso, si por desgracia eres de los que todavía no conocen las aventuras clásicas de Conan y quieres saber por qué estos cómics, cuarenta años después de su publicación, siguen siendo objeto de culto entre todos los aficionados al cómic y no sólo entre los seguidores de Marvel, introdúcete sin complejos en la Edad Hyboria, el fastuoso universo creado por Robert E. Howard al que durante toda una década dieron forma algunos de los más grandes artistas que trabajaron en Marvel, y descubre por ti mismo las razones que existen detrás de semejante veneración por parte de tantos aficionados. Como se suele decir en estos casos, lo único que tienes que hacer es acomodarte en tu sillón favorito y empezar a leer. Lo demás se encargan de ponerlo Robert E. Howard, Roy Thomas, John Buscema y toda una pléyade de los mejores artistas que ha dado el cómic norteamericano. |
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