MARVEL HÉROES GUARDIANES DE LA GALAXIA: LA BÚSQUEDA DEL ESCUDO
por Óscar Rosa Jiménez


En los últimos tiempos, gracias al pujante Universo Cinemático de Marvel Studios, se ha recuperado toda la trayectoria clásica de los Guardianes de la Galaxia (artículo 94 y artículo 45), a pesar de que esta formación nada tenga que ver con el grupo que reunirán el dúo de escritores británicos Dan Abnett y Andy Lanning, el cual otros autores han mantenido en el candelero. Tras una trayectoria errática, sin ni siquiera contar con una serie regular propia, más allá de un serial en la cabecera genérica Marvel Presents, nuestros protagonistas de hoy serían recuperados a finales de los ochenta y principios de los noventa en una colección cuyas primeras veinte entregas se incluyen en este volumen. Se trata de un proyecto que se sitúa a caballo entre el estilo clásico y la moda noventera que acabaría inundando poco tiempo después el mundo del cómic estadounidense. Sin duda, uno de los pocos ejemplos de que se puede mirar hacia el futuro, sin despreciar el pasado.

La idea de resucitar a los Guardianes de la Galaxia estaría impulsada por el interés del público de la época en la space opera y la ciencia ficción. En un momento en el que triunfaba en televisión el revival de la famosa saga de Star Trek, la cual tendría su reflejo en los propios cómics de Marvel, este fenómeno llamó la atención de los editores de la Casa de las Ideas. Quiso el destino que un recién llegado a la compañía viniese con una propuesta bajo el brazo que, curiosamente, coincidía con la idea que se estaba cociendo de dar un hueco a este género entre las publicaciones de Marvel. De ese modo, en una combinación de casualidades inesperadas vería la luz una serie regular en la que destacaba con luz propia un nombre muy concreto: Jim Valentino.

En aquellos momentos, dentro de la Casa de las Ideas había dos autores que comenzaban a despuntar. Uno de ellos era un joven llamado Rob Liefeld, del que teniendo en cuenta la perspectiva que ofrecen los años es complicado decir nada realmente positivo sobre su trabajo. El otro era Jim Valentino, que por el contrario era un artista veterano y autodidacta que inició su carrera durante los setenta con colaboraciones en la prensa y en el cómic independiente. A mediados de los años ochenta recaló en Marvel, donde realizó pequeñas colaboraciones en la serie What If? Más tarde se presentaría ante sus jefes con la idea de los Guardianes de la Galaxia, que encajaba a la perfección con las inquietudes editoriales que estaban barajando. A partir de ahí, el principal problema radicaba en que la proposición de Valentino abogaba por un trabajo de autor completo, algo que en principio no pareció convencer a Tom DeFalco. No obstante, tras analizar el trabajo previo de Valentino en Normalman, que comenzó a publicarse como complemento de Cerebrus hasta adquirir una serie limitada de 13 números, el editor aceptó la propuesta, convencido de que el artista podía cumplir con sus expectativas; y teniendo en cuenta el resulta final, creo que acertó.

El trabajo de Valentino en los números incluidos en este recopilatorio se muestra sólido. El propio autor admite tener entre sus influencias a leyendas como Jack Kirby o Steve Ditko, por lo que su arte traspira clasicismo. Sin llegar a los excesos de algunos compañeros contemporáneos de profesión, Valentino se mantiene a medio camino entre la espectacularidad artificiosa de los noventa y la efectividad narrativa de los ochenta. Su representación de la anatomía, pese a sus carencias, entra dentro de lo aceptable, sin grandes desproporciones, sutilmente apoyada por el entintado de Steve Montano, un profesional procedente de las oficinas de DC Comics, avalado por su trabajo en títulos como Infinity Inc., All-Star Squadron y The Warlord, entre otros. A este equipo creativo caracterizado por su constancia habría que sumar a la colorista Evelyn Stein, que había debutado pocos años antes en la cabecera del Dios del Trueno, a la que se mantendría unida a lo largo de buena parte de la década de los noventa. De ese modo, se presenta un equipo que ofrece cierta consistencia, el cual mantendrá una coherencia gráfica a lo largo de más de dos años. Si bien es cierto que a medida que avanza la serie se van notando más características propias de la inefable década de los noventa, en líneas generales se mantiene dentro de un tono cercano al tono ochentero de Marvel, a pesar de que no llegue a las cotas de calidad que ofreció la editorial en la década anterior, en cuanto a obras de autor se refiere. Además, las portadas de Valentino estarían entintadas durante un tiempo por autores como George Pérez, Jim Lee o Terry Austin, en un intento por reforzar sus lápices.

A pesar de todo esto, resulta imposible que el trabajo de Valentino no caiga en el agravio comparativo de la época, sobre todo a tenor de las amistades que forjará en ese periodo de tiempo, propiciando su marcha de Marvel y la fundación de la editorial Image Comics. No obstante, dentro del ego que rodeó a muchos de los artistas que acabarían catapultados hacia la fama de manera tan inconmensurable como ilógica, el artista neoyorquino ofreció una versión bien diferente, ya que su trabajo vendría a cimentarse en la rica historia del Universo Marvel. De hecho, antes de presentar su propuesta a DeFalco, el artista se documentó sobre la historia previa de los Guardianes de la Galaxia, utilizando para ello The Official Handbook of the Marvel Universe, lo que le permitiría construir un futuro a partir del pasado, llegando incluso a continuar tramas olvidadas y arrojando luz sobre conceptos que no habían sido desarrollados. Esto se vería reflejado en los primeros correos de la colección, en los que el autor escribiría un exhaustivo repaso a la hasta el momento breve historia del grupo. También utilizó su experiencia dentro de la serie What If? para explorar el multiverso Marvel, con la libertad que le ofrecía trabajar en un futuro alternativo del cosmos de ficción de la Casa de las Ideas. De ese modo, basaría gran parte de sus argumentos en una exploración del Universo Marvel del siglo XXXI, en la que intentaría mostrar donde se sitúan algunos de los personajes de la editorial en esa época.

Bajo esta premisa, manteniendo una coherencia y un gran respeto por la historia del Universo Marvel, Valentino arranca la serie con una saga que embarcaría a los héroes del siglo XXXI en la búsqueda de un objeto perdido de incalculable valor: el escudo del Capitán América. En dicha aventura, los Guardianes deberán vérselas con un grupo de bandidos espaciales que atienden al nombre de Fuerza. Esta línea argumental inicial muestra a las claras como el autor aboga por un cómic entretenido y de aventuras espaciales, donde prima el divertimento. No obstante, adolece de uno de los fallos habituales de aquellos dibujantes que se inician en la escritura, abusando de los textos de apoyo y mostrando síntomas de repetición en las descripciones de los personajes de forma continua. Poco a poco, Valentino se va soltando en la máquina de escribir hasta encontrar un equilibrio entre la narrativa visual y la escrita, puliendo estos defectos que incluso algunos lectores llegaron a señalar en los correos de la época.

Dentro de la utilización de elementos conocidos por todos los aficionados al Universo Marvel cabría destacar la creación de nuevos personajes o razas inspiradas en el pasado del cosmos de ficción de la Casa de las Ideas. Entre ellos se encuentras los Stark, una belicosa raza alienígena a cuyo planeta llegó una capsula varada con la tecnología de Iron Man, la cual consiguieron replicar en masa para sus fines de conquista por todo el Universo. También tenemos la recuperación de personajes como el Señor del Fuego, el antiguo heraldo de Galactus convertido en protector de la Galaxia y que acabaría como miembro honorífico del grupo. A estos le seguiría una versión futura del Motorista Fantasma, empeñado en luchar contra la Iglesia Universal de la Verdad, cuyas creencias van aparejadas al renacimiento del Magus, una especie de Mesías de gran poder que necesita ser educado en los mecanismos de la cotidianeidad de la vida. Un interesante giro de tuerca a los conceptos plasmados por Jim Starlin, que representan la arquetípica lucha entre la luz y la oscuridad. En este escenario no podía faltar la figura de Mefisto entre las sombras, así como la de su hija Malevolencia, siguiendo esa línea de futuro alternativo que tan bien explota el autor.

Mención aparte merece la loable intención de Valentino por cerrar temas pendientes, como la búsqueda de la última colonia de mutantes que huyeron de la Tierra, la misión primigenia del grupo tras acabar con la amenaza de los Badoon. Nuestros protagonistas se encontraran a una comunidad subyugada por uno de los descendientes de Lobezno, Rencor. Según parece, Valentino quiso emplear en la serie al propio Logan, pero el editor de los mutantes en aquel momento, Bob Harras, se negó en redondo, por lo que optó por esta solución alternativa. No deja de ser curioso cómo Valentino elige para este personaje el papel de villano en la historia, algo que el propio Crhis Claremont siempre ha manifestado que entraba dentro de sus planes para The Uncanny X-Men, pero que nunca se llevó a cabo, formando parte de algunas de las diferencias entre el autor y la editorial que le llevarían a abandonar la Casa de las Ideas. A pesar de que Valentino no tuvo demasiadas limitaciones a la hora de desarrollar este futuro alternativo del siglo XXXI, la creciente fama del mutante canadiense sí impidió que formara parte del proyecto. Además, dentro del cosmos mutante no podía faltar la Fuerza Fénix, que encontrará un nuevo portador con el que ayudar a salvar su especie.

Otros invitados de excepción serían la versión futura del sintezoide la Visión, manteniendo ese importante nexo de unión con los Vengadores que se forjara durante el periplo clásico del grupo, o Simon Williams, que ahora responde al nombre de Hollywood. También podremos ver al Hechicero Supremo del siglo XXXI, Kruggar, discípulo del Anciano, título ostentado por un envejecido Stephen Extraño. A esta pléyade de secundarios se unirían los Castigadores que, bajo el símbolo de la calavera de Frank Castle, intentan conquistar una desbastada Nueva York. De ese modo, Valentino establece un interesante equilibrio entre conceptos clásicos para cimentar así otros de nuevo cuño, auspiciado en una continuidad que maneja con maestría, siendo uno de los aspectos más convincentes de su trabajo en la colección, sobre todo porque lo hace desde un enfoque respetuoso, transmitiendo con firmeza que para construir un futuro sólido no hay que olvidar el pasado. Con estos mimbres consigue que, a pesar de sus pequeños defectos propios de una década que comienza una decadencia sin freno, Valentino sea capaz de empatizar con el lector veterano, de forma que podríamos denominar esta serie con el marchamo de clásico moderno sin demasiados tapujos.

El otro aspecto de interés radica en el tratamiento y evolución de los personajes. El artista neoyorquino consigue transmitir algo muy importante en una serie de estas características: la dinámica de grupo. Para ello, Valentino trabaja sobre las bases que ya conocemos para ir añadiendo elementos de su propia cosecha. Cada uno de los miembros de la alineación está perfectamente definido, pudiendo así contribuir a parte de la esencia propia de los habitantes del Universo Marvel. Cada uno de ellos tiene problemas que afrontar como el liderazgo de los Guardianes, un peso que Martinex soporta a duras penas y que intenta compartir con otros compañeros que muestran capacidades innatas para esta función. Asimismo, están las relaciones personales. Halcón Estelar comparte cuerpo con su mujer Aleta, una hermosa arcturiana que da por finalizado su matrimonio para empezar una relación con Vance Astro, el cual tiene al fin la posibilidad de ser feliz por una vez en su vida. También se profundiza más aún si cabe en los complejos orígenes de Aquel Que Sabe y la arcturiana de pelo dorado, que verán sus cuerpos separados, con el riesgo que eso conlleva a los conocimientos sobre el futuro que condicionan los movimientos de Halcón Estelar. A su vez, Charlie-27 tiene unos sentimientos no correspondidos hacia Nikki, una mujer de sangre caliente en todos los aspectos inimaginables que se queda prendada del Señor del Fuego.

Finalmente, Yondu se cruza con una hembra de su raza, cuyas características mutantes provocaron el rechazo de los de su pueblo, por lo que no puede sentir otra cosa que odio y rencor hacía los suyos, dejando al centauriano sumido en una profunda crisis de fe. Como podemos apreciar, la serie no solo se centra en la acción y las aventuras con ritmo vertiginoso, que también, sino que se apoya en uno de los conceptos que han hecho del Universo Marvel lo que es hoy en día. Si bien es cierto que en ocasiones podemos apreciar los tics propio de los noventa, incluyendo el abuso de la narrativa a doble página, el cambio de vestuario por diseños de un gusto dudoso, con grandes capas, armas más poderosas o bandoleras repletas de balas, tenemos el contrapunto de un riguroso tratamiento de la continuidad y una interesante forma de abordar a los personajes, en ocasiones con tintes culebronescos, ofreciendo los mecanismos propios de una colección protagonizada por un grupo, donde el autor da lo mejor de sí mismo.

En la parte final del tomo, a modo de extra, se encuentra la saga titulada “La búsqueda de Korvac”, en lo que podríamos definir como la secuela de aquella clásica historia narrada en la cabecera de los Héroes más Poderosos de la Tierra (Marvel Gold: Los Vengadores - La saga de Korvac). Este arco argumental se sitúa cronológicamente antes del arranque de la serie regular, pero muestra unos claros síntomas de los principales defectos que camparían a sus anchas durante los noventa. Sinceramente, no acabo de entender su inclusión en este lugar dentro del recopilatorio. Entiendo que originalmente se publicó más tarde que el primer número de la colección, pero a lo largo del tomo hay varias menciones a sucesos ocurridos aquí, por lo que creo que hubiese sido mejor situarlo en el momento cronológico de su publicación, o incluso al principio del tomo. Si no hubiese tales menciones daría exactamente igual, pero cuando algunos personajes incluso se presentan en esta aventura, lo lógico sería haber podido leerla antes. Más allá de ese detalle, el principal problema de la saga es el baile de autores. La historia se desarrolla a través de varios anuales de distintas series, entre las que se encuentran Fantastic Four, The Silver Surfer y The Mighty Thor para concluir en el primer anual de los Guardianes de la Galaxia. La trama gira en torno a Korvac y la posibilidad de su regreso, lo cual pondría en peligro la existencia de la misma realidad. Para evitarlo, nuestros protagonistas se embarcan en una aventura que implica viajes por el espacio y el tiempo para recibir la ayuda de la Primera Familia o de la versión futura de Thor, cuyo origen nos presentan Tom DeFalco y Ron Frenz, enlazando con su etapa al frente de la cabecera del Dios del Trueno. Juntos intentarán evitar que diferentes descendientes de Korvac, o ascendientes según se mire, se hagan con el poder del otrora hombre máquina, hasta llegar al mismo momento de su nacimiento. Su encuentro con Norrin Radd será mucho menos amistoso y mucho más dramático.

Argumentalmente, a pesar de la compleja trama urdida alrededor del villano, no está nada mal. Quizá es algo predecible en ciertos momentos, pero el final con una importante reflexión sobre la esencia pura del superhéroe entra dentro de la línea de lo que Valentino venía haciendo en la serie regular. Por otro lado, la participación de Al Milgrom, por ejemplo, rompe la estética visual y supone un bajón importante en el apartado gráfico. Por no hablar de la aportación de un Herb Trimpe en horas bajas, trabajando sobre los bocetos de su hijo, el dibujante Alex Trimpe. A esto habría que sumar el particular estilo de Ron Lim para tener como resultado una ensalada gráfica no apta para estómagos sensibles. Una verdadera lástima, porque se nota un cariño especial hacia la saga clásica, y un sentido homenaje en una historia que es una secuela muy digna. No obstante, no ofrece un producto visualmente atractivo, además de que el esquema por capítulos es un poco cansino por momentos. Adolece de uno de los síntomas más problemáticos de los noventa: el crossover entre anuales.

Desde luego, no es precisamente el mejor broche para un recopilatorio que a grandes rasgos te hace disfrutar del cómic de superhéroes con cierto regusto clásico, sin grandes pretensiones, pero con un trabajo sólido en el que apoyarse. Al menos, Valentino salva un poco los muebles con un relato que supone una especie de historia jamás contada del grupo, que nos revela el paradero de los Guardianes tiempo antes del arranque de su nueva cabecera, dando explicación incluso al cambio de indumentaria, ligeramente diferente a su diseño clásico. Una vez más es encomiable el esfuerzo del autor por mantener la coherencia sobre la continuidad, algo que poco a poco acabaría cayendo en desuso. Afortunadamente, Jim Valentino supo captar algunos de los aspectos más importantes de la esencia del Universo Marvel, llevándonos a explorar un futuro alternativo en el siglo XXXI, en vuestras manos está si queréis viajar a un mundo donde se abren un universo de posibilidades. Mientras tomáis una decisión, nosotros seguiremos rockanroleando al más puro estilo de los Guardianes de la Galaxia. Espero que no os moleste la música tan alta.

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