LA MUERTE DEL CAPITÁN MARVEL
por Óscar Rosa Jiménez


La Muerte. Si hay alguna certeza en el ser humano es que un día naces y otro mueres. No hay más. Hay quien piensa que tras la muerte se encuentra la vida eterna; el llamado cielo cristiano. Otros preferirán hablar de otros planos de existencia, quizá incluso de mundos interdimensonales, adquiriendo el tema un tono seudorreligioso, trascendental y filosófico. Pero la realidad es que lo que envuelve a la muerte es un aura de misterio, que puede fascinar a muchos, mientras otros asocian con la mayor de las tragedias y, por ende, está acompañado de la tristeza.

En el Universo Marvel, la Muerte adopta efigie de mujer. También se ha perfilado como la anhelante amada de un Titán Loco que iba sembrando a su paso el caos y la destrucción debido a la energía que mueve el mundo: el amor. Con el paso del tiempo, el concepto como tal se ha convertido en una gigantesca puerta giratoria, evitando el impacto que producía en el lector cuando un personaje de la Casa de las Ideas recibía el tan codiciado beso de la Parca. No obstante, algunos personajes han conseguido evitar el golpe efectista, y su prematuro fallecimiento se ha mantenido intacto a lo largo de las décadas. Entre esos afortunados se encuentra nuestro protagonista de hoy, el cual traspasaría el umbral de la vida hacia la muerte en las capaces manos de Jim Starlin en el cénit de su carrera creativa.

El capítulo final del Capitán Marvel es el resultado de una concatenación de sucesos. La vida editorial de Mar-Vell había sido muy accidentada, por decirlo de alguna forma suave. A pesar del continuo esfuerzo de Marvel por buscar la fórmula del éxito, esta no se presentaba. Parece que la historia de un guerrero que se convertía en el defensor de un planeta que debía conquistar no acababa de cuajar en el público, a pesar de haber caído en las manos de autores como Steve Englehart o el propio Jim Starlin, los cuales dotaron a sus historias de un trasfondo crítico sobre la guerra y la política. Aquel militar kree, alejado de su tierra y considerado un traidor por los suyos, parecía incapaz de conseguir el apoyo de los lectores. De ese modo, Jim Shooter le propone a Starlin que cuente una historia que suponga el punto y final en la carrera del Capitán Marvel, así podría usar el nombre para otro personaje. En este punto nadie se pone de acuerdo si en la conversación se especificó la muerte del personaje o no, aunque el guionista afirma que sí. Sea como sea, tras darle algunas vueltas al asunto, Starlin decide que va a utilizar el cáncer como vehículo para contar su historia, algo que, posteriormente, afirmó que le sirvió para superar la muerte de su propio padre por esta terrible enfermedad. Así surgió una obra maestra del cómic y una de los mejores tebeos de la historia de Marvel.

A medida que el lector se sumerge en la lectura o relectura de esta novela gráfica podrá constatar un hecho: la transmisión de sentimientos está muy condicionada por el estado de ánimo del lector; y es que el momento de la vida en el que uno lee algo no es algo baladí. Starlin abraza con fuerza uno de los conceptos más antiguos del Universo Marvel: superhéroes con superproblemas. ¿Y qué problema podríamos considerar más grande que la impotencia ante la muerte por una enfermedad incurable? La respuesta, obviamente, es ninguna. Pero esta premisa es solo la superficie de una historia que presenta analogías a distintos niveles. El autor, en autentico estado de gracia, no se contenta con narrar los últimos días de vida de Mar-Vell, empeñado en repasar su existencia y dejar un legado auditivo. Starlin comienza a bucear en temas espinosos para plantear preguntas incómodas, que nos llevan a reflexiones muy interesantes tanto en la vida real como en la ficción. La analogía a los ilimitados recursos que emplean los gobiernos para el mercado bélico en contra de los avances científicos y la cura de ciertas enfermedades se palpa en el ambiente. Y si nos quedamos en el género, sucede algo similar, ya que tanto bien que pretenden hacer los superhéroes, pero es solo a base de violencia. Ahora, llegados a este punto, ya es tarde y un miembro de la comunidad sufrirá las consecuencias, algo que, por desgracia, también sucede en la vida real.

Después tenemos el concienzudo análisis humano a través de las emociones. Starlin pulsa la tecla apropiada para que su argumento te llegue al corazón. Además, prácticamente te envuelve en la dramática situación que supone para alguien conocer la noticia de que tiene cáncer, y que su vida se ha limitado a un contador, que antes de lo esperado se pondrá a cero. Comienza una cuenta atrás de la vida imparable, por lo que hay que poner en orden todos tus asuntos y esperar el abrazo de la muerte. Algunos lo vivirán con impotencia; otros acudirán a la inevitable sensación de pena que les inunda; otros aceptarán el hecho y esperan el momento sin separarse ni un instante del moribundo, de modo que no tenga que vivir solo la experiencia de pasar al otro lado; algunos, incluso, le brindaran la oportunidad de dejar este mundo con el honor que no le permitirá una enfermedad que te degrada, marchitando tu cuerpo hasta consumirte. Así, Starlin traslada a las viñetas la cruda realidad de la vida, transformando su experiencia vital en una serie de escenas que te traspasan el alma. Directo al núcleo de las emociones, sin compasión y con mucha fuerza, porque las historias que producen ese impacto son las que perduran en el tiempo.

La vida y la muerte son caras de una misma moneda que están destinadas a enfrentarse. Sin lugar a dudas, una realidad que todos debemos afrontar, aunque no con miedo sino con esperanza. Precisamente, la esperanza es el último mensaje que subyace en esta obra, animándonos a vivir cada día como si fuese el último. Hay que ser un auténtico superhéroe para ganarle el pulso a la vida, de manera que aprovechemos al máximo el milagro de vivir, aunque sea en circunstancias adversas.

Pero si hay un mensaje importante que quiere transmitir esta novela gráfica es que todos somos iguales cuando nos llega la hora. Ricos, pobres, no hay distinción de clases, ni cultural, racial o ideológica. Ni siquiera esos tipos superpoderosos con una consciencia cósmica pueden eludir el beso de la Muerte. Es en ese momento cuando somos conscientes de que pocos autores han conseguido humanizar tanto a los protagonistas de un género que se ha caracterizado por narrar la vida de superhombres cuasidivinos capaces de cualquier cosa inimaginable. De ese modo, aguerridos luchadores contra el crimen derraman sus lágrimas junto al lector en una historia que está enmarcada en la vertiente cósmica, pero que no pierde de vista la humanidad de sus protagonistas ni el dramatismo del momento. Todo ello perfectamente fotografiado paso a paso por un Starlin que no se imaginaba que estaba engendrando una de las mejores obras de toda su carrera, demostrando que aunque los superhéroes puedan morir, siempre vivirán en nuestros corazones.

Para aquellos que aún no hayan tenido la suerte de leer este magnífico cómic, tienen a su disposición diferentes ediciones. Forum la publicó por primera vez a mediados de los ochenta, dentro de una colección que emulaba al proyecto original de la Casa de las Ideas en el que surgió esta historia, bajo el título Novelas Gráficas Marvel. Prácticamente una década después, esta colección tuvo un segundo volumen, en cuyo séptimo número se volvería a editar el trágico final del Capitán Marvel. Más tarde, se incluiría como colofón de la Biblioteca Marvel dedicada al personaje en la última entrega de la colección. En tiempos más recientes, Panini Comics recuperó esta historia dentro de Marvel Gold: Vida y muerte del Capitán Marvel, un recopilatorio que reeditada la etapa de Starlin con el personaje, reeditándola más tarde dentro de una colección que pretende aglutinar algunas de las novelas gráficas que publicó la Casa de las Ideas. De ese modo, tenemos una panoplia de formatos y ediciones para elegir como acercarse a una historia que supuso un antes y un después dentro del género. Y es que hasta ese preciso instante, nunca habíamos visto a un héroe de forma tan cercana y bajo su faceta más humana. La Muerte, la gran enemiga de la Vida, aquella que nos demostró en una ocasión que los héroes también lloran.



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