MARVEL LIMITED EDITION HOMBRE-COSA: RENACIMIENTO
por Óscar Rosa Jiménez


Este tercer y último volumen dedicado al Hombre-Cosa recoge distintos contenidos para completar la trayectoria del personaje durante la década de los setenta y principios de los ochenta, así como las últimas aportaciones de Steve Gerber, incluyendo un proyecto a título póstumo, dando como resultado una recopilación tan completa como interesante. El monstruo del pantano de la Casa de las Ideas había quedado en cierta forma huérfano tras la marcha de su padre adoptivo. Gerber no solo se despedía de nuestro limoso protagonista, con el que había establecido una intensa relación a pesar de no ser su creador, sino que su decisión de abandonar The Man-Thing iba aparejada de su abandono de Marvel Comics, cuya relación se había ido deteriorando debido a su batalla legal por los derechos de autor sobre una de sus creaciones más importantes: Howard el Pato. Esto provocó que el macabro Hombre-Cosa deambulase por el Universo Marvel en diversos títulos de la editorial, hasta que prácticamente tres años después de la cancelación de su primera serie regular otros autores tomaran el relevo para continuar narrando las vicisitudes del personaje en su habitual entorno situado en los pantanos de Florida.

Gerber había establecido una serie de parámetros básicos a la hora de narrar las peripecias del Hombre-Cosa. Más allá de su naturaleza empática o su origen ligado a una combinación de ciencia y magia, uno de los aspectos más importantes es que el protagonista de la cabecera en realidad era más bien un secundario de la serie. Un testigo mudo de lo que acontecía a su alrededor, que se siente atraído por las emociones de los que se pasean por los Everglades. Aunque sea el miedo el que lo impulsa a actuar en la mayoría de las ocasiones, una miríada de sensaciones empujan al ser sin mente que otrora fuera Ted Sallis mientras se tejen a su alrededor distintas tramas de corte social en una amalgama de géneros que hunde sus raíces en el terror icónico representado por un monstruo arquetípico con ecos del pasado. Sus sucesores realizan un trabajo continuista con su predecesor, pero no inciden tanto en la crítica social, sino más bien en el drama humano. El Hombre-Cosa sigue siendo ese silencioso observador de aquello que le rodea, incluso se introducirán temas escabrosos y sensibles como violaciones, pero apenas se atisba esa línea crítica que fue el santo y seña de la obra de Gerber. No obstante, seguiremos teniendo una reflexión sobre la condición humana y temas de calado social, pero a otro nivel diferente, lo que no significa que no sea igualmente interesante. La cuestión es que Gerber había realizado un trabajo que realmente nadie pudo igualar, a pesar del talento de los autores que tomaron el relevo, aunque sí fueron muy respetuosos con la evolución del personaje, realizando una labor continuista y coherente.

Con fecha de portada de noviembre de 1979 se ponía a la venta el primer número del segundo volumen de la serie regular protagonizada por el Hombre-Cosa. Sus primeras tres entregas contaban con un tándem creativo que al menos en el aspecto gráfico transmitía esa sensación de continuidad que comentaba antes. Y es que en el tablero de dibujo se situaba Jim Mooney, el dibujante encargado de ilustrar los últimos números del anterior volumen. En la máquina de escribir estaba Michael Fleisher, un escritor que desarrolló su carrera en el medio durante los sesenta y setenta, que quizá es más conocido por su trabajo en DC con el vaquero Jonah Hex. Sin embargo, en Marvel trabajó en diferentes series destacando sus etapas en Ghost Rider o en The Savage Sword of Conan, siendo el que tomaría el relevo de Roy Thomas en la revista en blanco y negro más longeva de Marvel. Su doctorado en antropología lo llevaría a trasladarse a África para algunas investigaciones que derivaron en la publicación de varios libros sobre sus experiencias en el continente negro. También tuvo un sonado enfrentamiento con el escritor Harlan Ellison que llegó a los tribunales, pero creo que ya nos hacemos a la idea de que el autor elegido para inaugurar la segunda cabecera de nuestro lodoso protagonista era un escritor de cierta experiencia y que parecía alguien más o menos apropiado para recoger el testigo. No obstante, su estancia fue quizá demasiado corta como para poder valorarla en su justa medida. Fleisher fue continuista, de eso no cabe ninguna duda, pero también quiso explorar más la faceta científica del Hombre-Cosa, planteando la posibilidad de devolverle al monstruo la mente de Ted Sallis. Además, lo sacó temporalmente de su hábitat cotidiano, trasladándolo a las montañas del Himalaya para verse cara a cara con el descubrimiento de uno de los grandes mitos del mundo moderno: la existencia del Yeti, más conocido como el Abominable Hombre de las Nieves. Una aventura con elementos propios del pulp y la novela clásica de aventuras, donde nuestro limoso protagonista tendría un encuentro con un eslabón perdido de la Humanidad junto a unos exploradores que están sumergidos en un trío amoroso con tintes dramáticos y violentos.

Aunque Fleisher hace un trabajo solvente, tras su paso aterrizaba en el título un autor que acapararía toda la atención, y quien verdaderamente sería considerado el relevo de Gerber. Hablamos nada más y nada menos que del Patriarca Mutante por antonomasia, Chris Claremont, uno de los escritores con mayor talento que trabajó para Marvel y cuya prosa reflexiva, bastante proclive al drama, estaba en consonancia con el estilo que imprimió Gerber a las aventuras del Hombre-Cosa. Además, hay que recordar que durante su etapa en Marvel Team-Up ya había demostrado en una ocasión que manejaba bien a la criatura del pantano y su entorno, por lo que no parecía una elección hecha al azar. El escritor británico, al contrario que Fleisher, optó por explorar la faceta más sobrenatural del personaje, recordándonos que su hogar es un nexo de realidades del cual él es su guardián. Por aquella época, Claremont se encontraba escribiendo la serie del Hechicero Supremo del Universo Marvel, lo cual estoy seguro que influyó bastante en su trabajo, donde hubo cierta preponderancia en la inclusión de personajes y elementos propios del rincón sobrenatural del cosmos de ficción de la Casa de las Ideas. De hecho, nada más llegar, el londinense construye un crossover entre The Man Thing Vol. 2 y Doctor Strange, donde los titulares de ambas cabeceras deberán hacer frente a los maquiavélicos planes del Barón Mordo. Pero si hay algo por lo que se ha caracterizado siempre el trabajo de Claremont es por el tratamiento de los personajes y por la elaboración de argumentos de largo recorrido. El propio Fleisher dio muestras de que no querer repetir el esquema de relatos autoconclusivos con un nexo de unión, sino más bien seguir las reglas de la serialización habitual. El Patriarca Mutante sigue esa apuesta añadiendo rápidamente un plantel de secundarios que serán el eje central de la colección durante su estancia. Además, recupera a viejos conocidos como Jennifer Kale y su familia.

Como mencionaba antes, Claremont es un autor proclive al drama, por lo que su aportación al cosmos del monstruo del pantano estaría imbuida de creaciones rodeadas por orígenes trágicos, algo que encaja muy bien con la filosofía del título. Además, su predilección por el mal llamado sexo débil sería otro de los elementos que caracterizarían su paso por la colección. De ese modo, hacía acto de presencia Barbie Bannister, una joven procedente de una familia rica cuya vida daría un vuelco importante al verse envuelta en una trama de tráfico de drogas, siendo víctima de un secuestro y violación tras ver como asesinaban a sus padres. Tras escapar de sus captores, en lo que prácticamente podemos considerar como un viaje iniciático que la transforma en una mujer de fuertes convicciones, llegará al pantano de los Everglades para toparse con su particular habitante. Por otro lado, la experiencia traumática la llevará a conocer al sheriff John Daltry, un hombre bueno marcado por la pérdida de su mujer, con quien establece una relación. Ambos se convierten en protagonistas absolutos de la colección, seguidos muy de cerca por el Hombre-Cosa. Juntos, en otro alarde de continuidad, tendrán que afrontar el regreso del Capitán Destino, un pirata inmortal gracias a la magia que asalta aviones para secuestrar a mujeres a las que utiliza en una red de prostitución.

Durante la estancia de Claremont en la cabecera, el apartado gráfico recaería en el dibujante Don Perlin, un veterano artista que se introdujo en la industria en los años cuarenta y cuyo trabajo más recordado para Marvel seguramente sea su larga permanencia en los títulos Werewolf by Night y Ghost Rider, siempre íntimamente ligado a la faceta terrorífica del Universo Marvel. Perlin es un autor bastante funcional, sin grandes alardes pero efectivo. Lejos del abigarrado trazo de Val Mayerik o Mike Ploog, se mantenía dentro de la estética más o menos convencional de la Marvel de los setenta. Solo se ausentaría en un fill-in, donde tampoco estaría presente Claremont, al igual que en The Man-Thing Vol. 2 #11, el último número de la colección, que estaría a cargo de Val Mayerik, en otro ejercicio de ruptura de la cuarta pared, similar al que mostrara Gerber en su despedida del primer volumen, cerrándose el círculo en un claro homenaje al autor que había convertido al Hombre-Cosa en el personaje reconocible por los aficionados durante décadas.

Pero antes de encarar la fase final del segundo volumen de la serie, Claremont daría otro paso para integrar más aún si cabe al Hombre-Cosa dentro del universo de ficción de la Casa de las Ideas. Para ello utilizaría The Uncanny X-Men #144, sirviéndose del taciturno Scott Summers como hilo conductor de una historia en la que se recuperaba a D'Spayre, la creación sobrenatural del guionista inglés en Marvel Team-Up #68. Una vez más, Claremont utiliza el drama humano como trasfondo del argumento con una escena inicial de trágicas consecuencias que servía para enlazar con la nueva vida del exlíder de la Patrulla-X, el cual intentaba pasar página tras la muerte del amor de su vida, Jean Grey, con la ayuda de Lee Forrester. De ese modo nos acercamos al escenario habitual del Hombre-Cosa, que tendrá su segundo encuentro con D'Spayre.

Tras este pequeño paréntesis, Claremont afronta el final de la colección, que se despediría de los lectores tras once entregas. A pesar de que al autor británico es famoso por su tendencia a dejar las tramas en suspenso durante un tiempo extremadamente largo, en solo dos números consigue cerrar el tema de Barbie Bannister y John Daltry, que había sido poseído por una espada maldita. Para el acto final contaría con la familia Kale, que habían demostrado tener fuertes lazos con la magia y con las particularidades sobrenaturales del pantano, así como con la incorporación de un personaje misterioso que se daría a conocer como John Kowalski. Esto nos llevaría a una conclusión bastante dramática acompañada de ciertas reflexiones existencialistas sobre la vida y la muerte. Además, añadía a la ecuación viejos conocidos como Thog y un desenlace en el que llegaba a participar la plana mayor del Universo Marvel en lo que a magia se refiere. Para dar un mayor énfasis a este segundo periplo del Hombre-Cosa en solitario, Claremont repite la experiencia de Gerber y se convierte en cronista del personaje dentro del cómic, incluyendo a varios miembros del staff de Marvel por aquella época. Y así, con la ineludible presencia de Dakimh el Encantador se daba por finalizada la colección, en similares circunstancias que su antecesora.

A pesar de las diferencias entre Gerber y Marvel, debido principalmente a los derechos de autor sobre cierto pato dimensional, el guionista y editor volvería a trabajar para la Casa de las Ideas. Había sido apoyado por muchos autores, incluyendo la creación de un cómic para recaudar fondos que sufragaran los gastos del litigio contra la editorial, pero al final perdió y Howard fue declarado como propiedad exclusiva de Marvel en 1982. En su regreso a la editorial volvería a escribir a los que de manera popular se podían considerar sus creaciones, aunque realmente no fuese así, ya sea por temas judiciales o de otro tipo. A finales de 1988 arrancaba una serie antológica denominada Marvel Comics Presents, donde diferentes personajes protagonizaban su propio serial a lo largo de varias entregas mensuales, normalmente en un formato de ocho páginas. En este contenedor, Gerber escribió la historia titulada "Elementos de terror", narrada en doce capítulos de ocho páginas incluidos en Marvel Comics Presents #1-12. El autor volvía a utilizar al monstruo del pantano como pantalla para exponer su particular visión sobre el escándalo del Irangate, ocurrido durante la presidencia de Ronald Reagan.

En esta ocasión, Gerber mimetiza hechos reales y muestra una dura crítica al patriotismo mal entendido, capaz de llegar a comerciar en el mercado negro con armas y usar el narcotráfico para financiar acciones bélicas contra un gobierno a través de terceros. El escritor utiliza el Universo Marvel para tratar un tema de la conspiración que implica a la propia Casa Blanca, la cual es señalada de manera sutil a lo largo de la historia. En esta versión marvelita, se recupera el suero del supersoldado, el cual pretende ser replicado por un proyecto secreto gubernamental para poner en marcha una ofensiva directa con estos guerreros mejorados contra una potencia mundial. Para ello, deberían intentar sacar la información de la mente de Ted Sallis, que piensan que podría estar enterrada y olvidada dentro del Hombre-Cosa. Esto nos lleva a un complejo argumento que aúna espionaje con sectas satánicas y conspiración política. Hay que reconocer que Gerber no lo pone nada fácil para seguir el hilo de la historia. No solo por su argumento enrevesado, sino que con ese formato tuvo que ser una auténtica locura leerlo mes a mes. Recopilado todo junto se le acaba cogiendo un poco el punto, pero hasta que no has leído los tres primeros capítulos el lector puede estar bastante perdido. Es curioso ver como en esta cabecera se dieron cabida experimentos de todo tipo durante los años de su publicación. Esta historia no solo cuenta con un guión muy elaborado y complejo, sino que está acompañada por un dibujo de Tom Sutton, apoyado por Don Hudson en algunas ocasiones, que parece querer experimentar con los límites de la monstruosidad del Hombre-Cosa hasta límites insospechados. A pesar de que Tom Sutton es un autor que no me desagrada particularmente como ilustrador, aunque opino que destaca mucho más en su labor como entintador, creo que en una saga donde lo grotesco y lo sobrenatural prácticamente son un trasfondo, no pega esa estética algo exagerada que le confieren, lo cual me parece que influye a la hora de que la trama se atragante un poco. Si bien es cierto que cuando te familiarizas con el elenco de personajes y te adaptas visualmente todo fluye con más naturalidad, no se puede negar que se podría haber optado por otro tipo de estilo gráfico, que encajase mejor con el tono que imprime Gerber a su historia.

El último trabajo de Gerber con el Hombre-Cosa no llegaría a verlo publicado el propio autor, que moría en 2008 debido a una afección pulmonar, mientras que la miniserie de tres números titulada The Infernal Man-Thing veía la luz en 2012, siendo esta la primera vez que se publica en nuestro país. Este es posiblemente uno de los trabajos más surrealistas de Gerber. Originalmente se concibió como una novela gráfica en los años ochenta, pero acabó convertida en una serie limitada. Al parecer, el principal problema de que el proyecto se fuera retrasando era el ritmo de trabajo de Kevin Knowlan, que no podía realizar muchas páginas debido a que tenía otros encargos que atender. Tras el fallecimiento de Gerber, gracias al editor y amigo Ralph Macchio junto al también editor Mark Paniccia, consiguieron sacar el proyecto adelante, que finalmente se convirtió en un homenaje póstumo al genial escritor. Como decía, es posiblemente su trabajo más surrealista. La historia se presenta como una secuela de The Man Thing #12, que incluyó la historia titulada “Song-Cry of the Living Dead Man” (“El lamento del muerto viviente”). Se trata de un relato que nos introducía en la mente de Brian Lazarus, cuyo desequilibrio mental le llevaba a desear la muerte, en una de las críticas de Gerber a la superficialidad de nuestra sociedad. The Infernal Man-Thing recupera a Brian, el cual después de su experiencia en los pantanos durante los setenta tuvo una vida normal hasta que diversos acontecimientos negativos le devuelven a su estado depresivo. De ese modo, un escritor de series para la televisión que se encuentra en un momento de fracaso, comienza a tener una lucha interna donde la realidad y la ficción se confunden. De ese modo, Gerber recupera a los personajes de la historia inicial para reunirlos después de varias décadas para contarse cómo les ha ido y vivir una última aventura preñada de surrealismo y de una carga psicológica importante. Prácticamente tenemos una división del yo entre la lucha por la supervivencia y el anhelo de la muerte, por no mencionar la más que probable analogía entre la creación y el propio autor. Posiblemente uno de los trabajos más complejos de Gerber, donde de nuevo el Hombre-Cosa es un testigo silente de los hechos y solo se emplea de mero acompañamiento al drama humano de un personaje que sirve de vehículo conductor para criticar duramente a una sociedad superficial. Resulta curioso, porque una secuela de un relato de los setenta, ideada en los ochenta y publicada en 2012 podría dar como resultado un proyecto anacrónico, pero sus connotaciones reflexivas siguen estando igual de vigentes hoy en día. Sin duda, otro ejemplo más de que Gerber era en muchos aspectos un adelantado a su tiempo.

Hasta aquí nuestro particular repaso a la recopilación realizada por Panini y SD Distribuciones que espero que haya servido para conocer un poco mejor a uno de los grandes olvidados del Universo Marvel, junto a un autor que quizá no es demasiado recordado a pesar de su talento y su derroche de imaginación, enfocada principalmente a la crítica social contemporánea. Nuestra sociedad a través de los ojos del Hombre-Cosa, en una peculiar combinación de géneros que nos llevan a un cómic poco convencional para su época. Ya está aquí el habitante de la ciénaga, tengan cuidado con sus emociones.

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