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por Óscar Rosa Jiménez ![]() Una de las principales características de las aventuras de nuestro limoso protagonista es que realmente, y a pesar del título de su cabecera, no es más que un silente observador de todos aquellos que le rodean. De ese modo, somos testigos de primera mano de las luchas intestinas que se producen en una América profunda donde el movimiento hippie lucha por la paz, o la cultura de la droga se establece como algo natural y cotidiano, mientras la Guerra de Vietnam afecta a multitud de familias y se enarbola un patriotismo exacerbado. De este contexto histórico surgen personajes como el Exterminador de Tontos y otros que podemos ver en este tomo como el Vikingo Loco, que sirve de vehículo conductor para introducir temas como la educación, la persecución a los homosexuales y la inevitable jubilación, que prácticamente nos conecta con ese miedo ancestral a ver languidecer nuestras vidas hasta su final; o lo que es lo mismo: el miedo a morir tras dejar de ser útiles a la sociedad. Posiblemente una de las creaciones de Gerber con mayor carga crítica, que sorprende que pudiera eludir tan fácilmente el Comics Code Authority de la época, a tenor de su discurso claramente sexista y su incitación a la violencia de género. Desde luego, difícilmente se podría encontrar un personaje tan pintoresco en ninguna otra serie de la época, y mucho menos con esos valores tan retrógrados y machistas de una forma tan evidente e ilustrativa. Pero Gerber parece eludir la censura aunque toque temas tan delicados como estos o la relación entre una menor y Ted Sallis, en su época anterior al accidente que lo convirtió en el Hombre-Cosa. Así, podremos conocer a la joven y dulce Saint-Cloude, una mujer dentro de la corriente liberal de los setenta, además de poetisa, que intenta hacer reflexionar a un químico gubernamental sobre lo innecesario de que el patriotismo esté ligado al conflicto bélico. Incluso cuando trata temas con cierta crudeza como el acoso escolar, uno de rabiosa actualidad y que se ha hecho famoso bajo la expresión inglesa bullying, a través de la historia de Edmond, un chico que sufría abusos y un rechazo social debido a su obesidad. ![]() A pesar de lo que pueda parecer en una primera instancia, la colección The Man-Thing no pierde su conexión con el terror y en muchas ocasiones se entremezcla lo sobrenatural con lo social de manera natural y fluida. Uno de los casos más evidentes es la historia incluida en The Man-Thing #9-10, donde volvemos a introducirnos en el corazón rural de la América profunda a través de un matrimonio alejado de la sociedad por voluntad propia. Si bien es cierto que Gerber utiliza el relato para dar un pequeño discurso sobre la sociedad materialista en la que vivimos, siendo incapaces de aprovecharnos de forma autosuficiente de los recursos que nos ofrece la naturaleza, un tema sobre el que incidirá varias veces, construyendo incluso una comunidad ecológica en los Everglades para desaprobación de los intereses económicos de las grandes multinacionales, también sirve para recordarnos que el hogar del Hombre-Cosa es una convergencia dimensional en la que la magia y otros aspectos influyen sobre sus habitantes. De ese modo, veremos como el odio irracional de una mujer cansada del aislamiento tomará una forma etérea, durante una experiencia cercana a la muerte, para perseguir a su marido y su inseparable perro con intenciones homicidas. Otro de los aspectos interesantes reside en el homenaje implícito de Gerber a los monstruos clásicos, convirtiendo en antagonista del Hombre-Cosa al mismísimo Glob en Giant-Size Man-Thing #1, en una trama que incluye a la secta denominada el Culto de la Entropía, unos adoradores del apocalipsis, así como Omegaville, una utópica comunidad que nos mete de lleno en la lucha por la preservación del medio ambiente. Esta criatura de aspecto lodoso y que en sus primeras apariciones también mostró ciertas similitudes con The Heap, al igual que nuestro protagonista, es una creación de Roy Thomas y Herb Trimpe que debutó en The Incredible Hulk #121. Posiblemente se trate de otra pieza más en el complejo tema de las “casualidades” que rodean a la creación de cenagosos protagonistas en un espacio tan corto de tiempo, aunque el “Grumo”, como se ha traducido en ocasiones al personaje, se presentó a finales de 1969, prácticamente dos años antes que el Hombre-Cosa y la Cosa del Pantano de DC, así que cada uno llegue a sus propias conclusiones. ¿Casualidad o causalidad? ![]() La fantasía bajo un prisma de realidad y dramatismo es lo que ofrece este título en manos de Steve Gerber. Da igual que tengamos como protagonistas a una científica que en otra vida fue una pirata; a un sátiro que ha vivido milenios de soledad y tristeza; o a Richard Rory, un presentador de radio que se siente acosado por su mala suerte en la vida, y con las mujeres en particular, y que se acaba convirtiendo en amigo y compañero de aventuras del Hombre-Cosa, como si se tratase de un Rick Jones cualquiera. Al final, todo se reduce a la tragedia de la vida cotidiana bajo un envoltorio de ficción y un ligero toque de terror. No obstante, la combinación de géneros sigue estando muy presente, con una presencia preponderante de la fantasía heroica. Esto ocurre principalmente cuando regresan viejos conocidos del habitante de la ciénaga como Jennifer Kale, Dakimh el Encantador y Korrek, el bárbaro dimensional que tendrá que defender su reino de los usurpadores que lo atacan. Para ello, se vuelve a reunir este variopinto grupo que deberá afrontar un nuevo reto con dramáticas consecuencias. Aunque durante la mayor parte de la serie el lector puede tener la sensación de estar leyendo una serie de relatos autocontenidos, poco a poco nos vamos percatando de que el guionista tiene otros planes, consolidando un argumento en el que de nuevo nuestra dimensión se ve amenazada por entidades demoníacas. Sin perder de vista la crítica social personificada en creaciones como Carroñero, cuya belleza exterior es considerada una maldición, en una perfecta alegoría sobre las apariencias y lo superficial que puede llegar a ser nuestra sociedad, algo que en cierta manera representa el propio protagonista de la colección que, a pesar del aspecto monstruoso y su incapacidad para relacionarse por métodos convencionales, demuestra mucha más humanidad que la mayoría de los que se pasean por el título. ![]() No me gustaría despedirme sin hablar un poco del apartado gráfico, el cual está a la altura de la original propuesta de Gerber. Comenzamos con Mike Ploog, un artista de referencia dentro del cómic de terror, que a veces pienso que ha sido injustamente olvidado. En buena parte del recopilatorio tenemos a nada más y nada menos que a John Buscema, al que nuestro amigo Ángelus bautizó como el Miguel Ángel de los cómics de una forma tan acertada (artículo 38), por lo que no creo que haya mejor presentación que su texto para conocer un poco mejor a este fenomenal artista. Acto seguido, desembarcan en la colección una serie de artistas filipinos que son conocidos por su entrada en el mercado estadounidense a través de las antologías de terror de DC durante la década de los setenta. Dibujantes con un trazo firme que saben jugar muy bien con las luces y las sombras, por lo que parece una elección adecuada para un título protagonizado por el Hombre-Cosa. Nos referimos a artistas de la talla de Rico Rival, Alfredo Alcalá y Tony DeZúñiga, que convierten los pantanos de Florida en ambientes tétricos y oscuros proclives al drama y el terror. Finalmente, cabría destacar a Jim Mooney, que posiblemente sea el más convencional de todos, pero también es el que nos recuerda que esto es una colección publicada por Marvel en los setenta, aunque diste mucho de parecerlo. En definitiva, un elenco de artistas que está a la altura de las circunstancias, mientras que Steve Gerber se deja llevar por su derrochadora imaginación. Dentro de los contenidos que podríamos denominar extras, se encuentra un relato de texto, escrito por el propio Gerber, publicado originalmente en Monster Unleashed! #8-9, que no solo es una curiosidad interesante, sino que es un ejemplo de lo cuidada y completa que pretende ser la edición. En esa misma línea se encuentra Marvel Team-Up #68, un número perteneciente a la etapa de Chris Claremont y John Byrne al frente de la colección donde el Trepamuros comparte aventuras con distintos personajes del Universo Marvel. El Patriarca Mutante reúne a ambos protagonista para enfrentarlos a D'Spayre, un personaje de nuevo cuño creado para la ocasión y que acabará dando tumbos por la vertiente mágica de este cosmos de ficción. Además, se recuperan a dos secundarios muy importantes para el Hombre-Cosa: Jennifer Kale y Dakimh, cuyo futuro parecía algo incierto al concluir The Man-Thing. Finalmente, se incluye una historia procedente del magazín en blanco y negro The Rampaging Hulk #7, en la que tras algo más de dos años después de la despedida de Gerber volvía a escribir al personaje en un extraño relato que dibujó Jim Starlin. Una vez más, el Hombre-Cosa es un testigo mudo de los hechos, mientras conocemos a una chica cuyo trastorno de personalidad múltiple cobra vida en una serie de transformaciones que atraerán la atención de nuestro fangoso protagonista. Otra curiosidad interesante que sirve para constatar el importante nexo de unión que se creó entre autor y personaje, el cual en cierta forma ha continuado hasta nuestros días. No obstante, la despedida de ambos fue efímera y temporal, porque volverían a encontrarse en la década de los ochenta. Pero eso, amigos míos, es una historia de la que espero hablar otro día. Mientras solo nos queda disfrutar del legado que nos dejó Gerber en la década de los setenta, construyendo las bases de un personaje que tras el paso de la moda terrorífica acabó relegado a un segundo plano en el Universo Marvel. Está usted saliendo de Citrusville, gracias por su visita y conduzca con cuidado. |
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