MARVEL LIMITED EDITION HOMBRE-COSA: REGENERACIÓN
por Óscar Rosa Jiménez


En este segundo volumen recopilatorio, el tándem editorial formado por SD Distribuciones y Panini Comics completa la recuperación del primer volumen de la serie The Man-Thing, concluyendo su permanencia en los kioscos a mediados de los años setenta tras veintidós entregas. Además, se incluyen varias historias que complementan el desarrollo y evolución del Hombre-Cosa dentro del Universo Marvel, gracias en su mayor parte al trabajo de Steve Gerber, que había conseguido convertir un simple encargo en una obra de autor, distanciándose sustancialmente de lo que ofrecía el cómic mainstream norteamericano en aquella época. Y es que bajo una previsible pátina de terror, el escritor había construido algo diferente y original, en un intento más que loable de transformar el género del horror en algo más profundo y reflexivo, utilizando temáticas de corte social y reflejando muchas de las inquietudes de la sociedad de la época. Sin lugar a dudas, el Hombre-Cosa de Gerber no es un tebeo de monstruos cualquiera, ni es una lectura superflua y redundante, más bien es una obra compleja que podemos considerar que se adelantó a su tiempo y que acabó convertida en una obra de culto, siendo también injustamente olvidada e incomprendida. Aunque una década más tarde cierto barbudo de Northampton daría una nueva vuelta de tuerca al concepto, con un personaje de similares características en una serie de la competencia que acabaría trascendiendo al medio por su innegable calidad y sus arriesgadas propuestas, no se puede negar que mucho antes Gerber vio el potencial que ofrecía un lodoso monstruo del pantano, cuya trágica existencia tendría mayores motivaciones que asustar a los visitantes de las ciénagas de Florida. Se abría paso una nueva era para los monstruos, pero realmente nadie fue consciente de ello y mucho menos que el germen de todo se produjo en la década de los setenta en una publicación de Marvel Comics.

Una de las principales características de las aventuras de nuestro limoso protagonista es que realmente, y a pesar del título de su cabecera, no es más que un silente observador de todos aquellos que le rodean. De ese modo, somos testigos de primera mano de las luchas intestinas que se producen en una América profunda donde el movimiento hippie lucha por la paz, o la cultura de la droga se establece como algo natural y cotidiano, mientras la Guerra de Vietnam afecta a multitud de familias y se enarbola un patriotismo exacerbado. De este contexto histórico surgen personajes como el Exterminador de Tontos y otros que podemos ver en este tomo como el Vikingo Loco, que sirve de vehículo conductor para introducir temas como la educación, la persecución a los homosexuales y la inevitable jubilación, que prácticamente nos conecta con ese miedo ancestral a ver languidecer nuestras vidas hasta su final; o lo que es lo mismo: el miedo a morir tras dejar de ser útiles a la sociedad. Posiblemente una de las creaciones de Gerber con mayor carga crítica, que sorprende que pudiera eludir tan fácilmente el Comics Code Authority de la época, a tenor de su discurso claramente sexista y su incitación a la violencia de género. Desde luego, difícilmente se podría encontrar un personaje tan pintoresco en ninguna otra serie de la época, y mucho menos con esos valores tan retrógrados y machistas de una forma tan evidente e ilustrativa.

Pero Gerber parece eludir la censura aunque toque temas tan delicados como estos o la relación entre una menor y Ted Sallis, en su época anterior al accidente que lo convirtió en el Hombre-Cosa. Así, podremos conocer a la joven y dulce Saint-Cloude, una mujer dentro de la corriente liberal de los setenta, además de poetisa, que intenta hacer reflexionar a un químico gubernamental sobre lo innecesario de que el patriotismo esté ligado al conflicto bélico. Incluso cuando trata temas con cierta crudeza como el acoso escolar, uno de rabiosa actualidad y que se ha hecho famoso bajo la expresión inglesa bullying, a través de la historia de Edmond, un chico que sufría abusos y un rechazo social debido a su obesidad. Un trágico relato narrado en Giant-Size Man-Thing #4, en el que se utilizan diversos recursos narrativos como varias páginas con abundante texto a modo de diario, volviéndose a poner de manifiesto que el trabajo de Gerber en esta colección excede los límites convencionales del cómic de los setenta. Aunque no era la primera vez que el guionista utilizaba el texto como herramienta narrativa, ya que en The Man-Thing #12 hacía algo similar para introducirnos en la mente de Brian Lazarus, otro de esos personajes atormentados que se pasean por la colección, cuya vida está marcada por la tragedia hasta que su mente se convierte en algo frágil y decadente tras una importante pérdida de autoestima que lo lleva al borde de la desesperación en lo que parece la declaración de un suicida.

A pesar de lo que pueda parecer en una primera instancia, la colección The Man-Thing no pierde su conexión con el terror y en muchas ocasiones se entremezcla lo sobrenatural con lo social de manera natural y fluida. Uno de los casos más evidentes es la historia incluida en The Man-Thing #9-10, donde volvemos a introducirnos en el corazón rural de la América profunda a través de un matrimonio alejado de la sociedad por voluntad propia. Si bien es cierto que Gerber utiliza el relato para dar un pequeño discurso sobre la sociedad materialista en la que vivimos, siendo incapaces de aprovecharnos de forma autosuficiente de los recursos que nos ofrece la naturaleza, un tema sobre el que incidirá varias veces, construyendo incluso una comunidad ecológica en los Everglades para desaprobación de los intereses económicos de las grandes multinacionales, también sirve para recordarnos que el hogar del Hombre-Cosa es una convergencia dimensional en la que la magia y otros aspectos influyen sobre sus habitantes. De ese modo, veremos como el odio irracional de una mujer cansada del aislamiento tomará una forma etérea, durante una experiencia cercana a la muerte, para perseguir a su marido y su inseparable perro con intenciones homicidas.

Otro de los aspectos interesantes reside en el homenaje implícito de Gerber a los monstruos clásicos, convirtiendo en antagonista del Hombre-Cosa al mismísimo Glob en Giant-Size Man-Thing #1, en una trama que incluye a la secta denominada el Culto de la Entropía, unos adoradores del apocalipsis, así como Omegaville, una utópica comunidad que nos mete de lleno en la lucha por la preservación del medio ambiente. Esta criatura de aspecto lodoso y que en sus primeras apariciones también mostró ciertas similitudes con The Heap, al igual que nuestro protagonista, es una creación de Roy Thomas y Herb Trimpe que debutó en The Incredible Hulk #121. Posiblemente se trate de otra pieza más en el complejo tema de las “casualidades” que rodean a la creación de cenagosos protagonistas en un espacio tan corto de tiempo, aunque el “Grumo”, como se ha traducido en ocasiones al personaje, se presentó a finales de 1969, prácticamente dos años antes que el Hombre-Cosa y la Cosa del Pantano de DC, así que cada uno llegue a sus propias conclusiones. ¿Casualidad o causalidad?

Los Giant-Size de esta cabecera son pequeñas joyas, porque en el segundo de la colección tenemos un homenaje más que evidente a uno de los monstruos más icónicos del género y que sería conocido a través de las salas de cine en su debut en el año 1933. Hablamos, obviamente, de King Kong, el gigantesco gorila que nació en el mundo del cine, pero que bebe directamente de la literatura de aventuras de principios de siglo de la mano de autores como Arthur Conan Doyle, con su novela El mundo perdido (1912) y Edgar Rice Burroughs, que escribió La tierra olvidada por el tiempo (The Land That Time Forgot, 1918). En esta ocasión, Gerber sustituye al habitante de la Isla Calavera por nuestro empático protagonista, que será presa de la venganza de la viuda de F.A. Schist, la cual utiliza sus ilimitados recursos para atrapar al monstruo y traerlo al mundo civilizado. Tal y como sucediera en el film, lo que muchos pensaban que no era más que un mito se convierte en una realidad para, a continuación, convertirlo en una fuente de ingresos exhibiéndolo al público. La avaricia y la incomprensión del ser humano nos llevan a la catástrofe y al desenlace conocido por todos, cargado de reflexión moralista. Precisamente, en Giant-Size Man-Thing #5, que incluye historias de diferentes autores además de la participación del propio Gerber, tenemos un relato escrito por Len Wein que representa una versión marvelita de la clásica obra de teatro Romeo y Julieta. En un pantano de los Everglades, un escenario menos romántico que Verona, tenemos una disputa de familias al estilo de los Capuleto y los Montesco, con una joven pareja cuyo amor acabará en una tragedia que nos recuerda poderosamente a la famosa obra de William Shakespeare.

La fantasía bajo un prisma de realidad y dramatismo es lo que ofrece este título en manos de Steve Gerber. Da igual que tengamos como protagonistas a una científica que en otra vida fue una pirata; a un sátiro que ha vivido milenios de soledad y tristeza; o a Richard Rory, un presentador de radio que se siente acosado por su mala suerte en la vida, y con las mujeres en particular, y que se acaba convirtiendo en amigo y compañero de aventuras del Hombre-Cosa, como si se tratase de un Rick Jones cualquiera. Al final, todo se reduce a la tragedia de la vida cotidiana bajo un envoltorio de ficción y un ligero toque de terror. No obstante, la combinación de géneros sigue estando muy presente, con una presencia preponderante de la fantasía heroica. Esto ocurre principalmente cuando regresan viejos conocidos del habitante de la ciénaga como Jennifer Kale, Dakimh el Encantador y Korrek, el bárbaro dimensional que tendrá que defender su reino de los usurpadores que lo atacan. Para ello, se vuelve a reunir este variopinto grupo que deberá afrontar un nuevo reto con dramáticas consecuencias.

Aunque durante la mayor parte de la serie el lector puede tener la sensación de estar leyendo una serie de relatos autocontenidos, poco a poco nos vamos percatando de que el guionista tiene otros planes, consolidando un argumento en el que de nuevo nuestra dimensión se ve amenazada por entidades demoníacas. Sin perder de vista la crítica social personificada en creaciones como Carroñero, cuya belleza exterior es considerada una maldición, en una perfecta alegoría sobre las apariencias y lo superficial que puede llegar a ser nuestra sociedad, algo que en cierta manera representa el propio protagonista de la colección que, a pesar del aspecto monstruoso y su incapacidad para relacionarse por métodos convencionales, demuestra mucha más humanidad que la mayoría de los que se pasean por el título. Pero la línea argumental sigue las pautas de la imperecedera lucha del bien contra el mal, presentando a un villano demoníaco de nombre Thog, cuyas maquinaciones de dominación sobre las realidades sirven para que confluyan diferentes tramas que nos conducen al final de la colección. Pero antes, Gerber realiza su despedida del personaje, aunque volverá un tiempo más tarde, realizando un ejercicio que rompe la cuarta pared situándose como un protagonista más de la historia: el cronista de las aventuras del Hombre-Cosa. Esta es la guinda del pastel que pone de manifiesto, por enésima vez, que The Man-Thing rompe todos los convencionalismos y que Gerber no realiza un trabajo por encargo más, sino que durante su estancia al frente de este monstruo del pantano ha pergeñado una obra de autor, que quizá no ha sido del todo justamente valorada con el paso del tiempo. Ahora, por fin, ha regresado a las estanterías de las librerías y aunque no lo ha hecho de una forma asequible para la mayoría de los aficionados, por no mencionar la horrible estética de las cubiertas, creo que es un buen momento para conocer de primera mano unas historias que no veían la luz desde los tiempos de Vértice, con todo lo bueno y lo malo que ello implica.

No me gustaría despedirme sin hablar un poco del apartado gráfico, el cual está a la altura de la original propuesta de Gerber. Comenzamos con Mike Ploog, un artista de referencia dentro del cómic de terror, que a veces pienso que ha sido injustamente olvidado. En buena parte del recopilatorio tenemos a nada más y nada menos que a John Buscema, al que nuestro amigo Ángelus bautizó como el Miguel Ángel de los cómics de una forma tan acertada (artículo 38), por lo que no creo que haya mejor presentación que su texto para conocer un poco mejor a este fenomenal artista. Acto seguido, desembarcan en la colección una serie de artistas filipinos que son conocidos por su entrada en el mercado estadounidense a través de las antologías de terror de DC durante la década de los setenta. Dibujantes con un trazo firme que saben jugar muy bien con las luces y las sombras, por lo que parece una elección adecuada para un título protagonizado por el Hombre-Cosa. Nos referimos a artistas de la talla de Rico Rival, Alfredo Alcalá y Tony DeZúñiga, que convierten los pantanos de Florida en ambientes tétricos y oscuros proclives al drama y el terror. Finalmente, cabría destacar a Jim Mooney, que posiblemente sea el más convencional de todos, pero también es el que nos recuerda que esto es una colección publicada por Marvel en los setenta, aunque diste mucho de parecerlo. En definitiva, un elenco de artistas que está a la altura de las circunstancias, mientras que Steve Gerber se deja llevar por su derrochadora imaginación.

Dentro de los contenidos que podríamos denominar extras, se encuentra un relato de texto, escrito por el propio Gerber, publicado originalmente en Monster Unleashed! #8-9, que no solo es una curiosidad interesante, sino que es un ejemplo de lo cuidada y completa que pretende ser la edición. En esa misma línea se encuentra Marvel Team-Up #68, un número perteneciente a la etapa de Chris Claremont y John Byrne al frente de la colección donde el Trepamuros comparte aventuras con distintos personajes del Universo Marvel. El Patriarca Mutante reúne a ambos protagonista para enfrentarlos a D'Spayre, un personaje de nuevo cuño creado para la ocasión y que acabará dando tumbos por la vertiente mágica de este cosmos de ficción. Además, se recuperan a dos secundarios muy importantes para el Hombre-Cosa: Jennifer Kale y Dakimh, cuyo futuro parecía algo incierto al concluir The Man-Thing. Finalmente, se incluye una historia procedente del magazín en blanco y negro The Rampaging Hulk #7, en la que tras algo más de dos años después de la despedida de Gerber volvía a escribir al personaje en un extraño relato que dibujó Jim Starlin. Una vez más, el Hombre-Cosa es un testigo mudo de los hechos, mientras conocemos a una chica cuyo trastorno de personalidad múltiple cobra vida en una serie de transformaciones que atraerán la atención de nuestro fangoso protagonista. Otra curiosidad interesante que sirve para constatar el importante nexo de unión que se creó entre autor y personaje, el cual en cierta forma ha continuado hasta nuestros días. No obstante, la despedida de ambos fue efímera y temporal, porque volverían a encontrarse en la década de los ochenta. Pero eso, amigos míos, es una historia de la que espero hablar otro día. Mientras solo nos queda disfrutar del legado que nos dejó Gerber en la década de los setenta, construyendo las bases de un personaje que tras el paso de la moda terrorífica acabó relegado a un segundo plano en el Universo Marvel. Está usted saliendo de Citrusville, gracias por su visita y conduzca con cuidado.

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