por Taneleer Tivan "Terminaron para siempre las aventuras,5. La Época de los Pastiches de Conan Si bien hoy en día las únicas historias de Conan que realmente están consideradas como tales son las escritas por Robert E. Howard, a principios de los años setenta el corpus oficial de las historias del cimmerio no estaba formado únicamente por esas historias originales de Howard, sino que se extendía también a otra serie de historias que no procedían del escritor tejano y cuyo propósito era el de ampliar la saga del cimmerio de acuerdo con la trayectoria que resultaba del ensayo que en 1938 habían elaborado P. Schuyler Miller y John D. Clark (A Probable Outline of Conan's Career), a la vez que se proporcionaba una salida muy rentable a la demanda de nuevas historias de Conan que se había ido generando a medida que un número cada vez mayor de lectores empezaba a conocer las historias del personaje. Estas historias no procedentes de Howard, comúnmente denominadas pastiches, tuvieron como principal protagonista a la figura del escritor Lyon Sprague de Camp, en un primer momento reescribiendo como propias de Conan algunas historias de Howard que nada tenían que ver con el personaje, o incluso completando las que el escritor tejano había dejado inacabadas, y posteriormente creando otras nuevas en colaboración con otros autores, fundamentalmente Lin Carter y en menor medida Björn Nyberg. Sprague de Camp había llegado por primera vez a Conan en 1950 a través de un amigo, el también escritor Fletcher Pratt, quien le había pasado el primero de los volúmenes publicados por Gnome Press a fin de que escribiera una reseña sobre él. Notablemente impresionado por la calidad de las historias de Conan y asombrado de que ese material no fuese más conocido, Sprague de Camp acabó dirigiéndose a Oscar J. Friend (el agente literario que se había quedado con la cartera de representaciones del fallecido Otis Adelbert Kline, el agente original de Howard) en busca de más historias del cimmerio, siendo él quien descubriría en el interior de una caja de cartón que había pertenecido a Kline, tres de las cuatro historias inéditas de Conan que Farnsworth Wright le había rechazado a Howard (La Hija del Gigante Helado, El Dios en el Cuenco y El Extranjero Negro), sirviéndole aquel descubrimiento y aquel contacto con Friend para introducirse de lleno en la edición que Martin Greenberg y Gnome Press estaban llevando a cabo en ese momento sobre las historias del cimmerio, encargándose de editar varios volúmenes de la serie y siendo además el escritor designado por Friend para reescribir algunas de las historias no publicadas de Howard que Kline no había conseguido vender y convertirlas en historias de Conan. Sin entrar en otras cuestiones más polémicas que hacen que su figura sea hoy objeto de un merecido rechazo, es indudable que Sprague de Camp fue uno de los principales valedores a la hora de mantener viva la creación literaria de Howard en un momento en que bien hubiera podido caer en el olvido (el otro gran artífice fue posiblemente Frank Frazetta y las espectaculares portadas que hizo para las novelas publicadas por Lancer Books), integrando las historias originales de Howard con las suyas propias en un nuevo corpus literario que adquiría orden y tomaba forma a través de un nuevo ensayo cronológico elaborado por el propio Sprague de Camp (An Informal Biography of Conan the Cimmerian) que venía así a ampliar el ensayo cronológico original de Miller y Clark y proporcionaba a la vez una continuidad a la obra de Howard que en ese momento seguramente era necesaria para llegar al gran público. Con todo, sus aportaciones a la obra literaria de Howard se vieron también enormemente favorecidas por la labor que Roy Thomas y John Buscema llevaron a cabo en los cómics Marvel, una labor que haría que sus historias híbridas con los relatos de Howard, o las que posteriormente firmase con Lin Carter y Björn Nyberg, fuesen introducidas a toda una nueva generación de lectores que las iba a aceptar tan de buen grado como aceptaba las historias del escritor tejano. Esa introducción de los pastiches de Conan a los lectores de Marvel, no fue ni mucho menos fácil debido a los problemas de derechos que existían entre los herederos de Howard y Sprague de Camp, siendo además el propio escritor bastante reacio a que su obra literaria apareciese en los cómics, un medio que él no consideraba muy favorablemente. Tras varios años de arduas y complicadas negociaciones, que no mejoraron precisamente la relación entre Roy Thomas y Sprague de Camp, la creación en 1977 de Conan Properties posibilitó que las negociaciones para poder publicar esos pastiches no se llevasen directamente con la persona de Sprague de Camp, superándose así el factor más conflictivo de la negociación y permitiendo que a partir del año 1978 esas historias no originales de Howard comenzasen a ser publicadas por Marvel, siendo de esta manera como se acabó presentando en The Savage Sword of Conan #31 y 32 la adaptación en dos partes del primero de esos pastiches: La Daga Llameante (The Flame Knife), posiblemente uno de los mejores que se llegaron a publicar, sino el mejor de todos ellos, convirtiéndose su adaptación al cómic en otro de los grandes clásicos que aparecieron en las páginas de The Savage Sword. En su versión original literaria, La Daga Llameante fue uno de los cuatro primeros pastiches que se escribieron sobre Conan, apareciendo publicado por primera vez en 1955 bajo las firmas de Robert E. Howard y L. Sprague de Camp. Haciendo un poco de historia sobre su origen, en 1952, tras la publicación de los dos primeros volúmenes de Conan por parte de Gnome Press, el agente literario Oscar J. Friend planteó al heredero de los derechos sobre la obra del escritor tejano, el doctor Pere Moran Kuykendall, la posibilidad de continuar la serie más allá de los relatos originales de Howard. Friend había propuesto inicialmente a Kuykendall comprarle los derechos sobre el personaje, pero no habían llegado a un acuerdo respecto al precio de esos derechos, aun cuando sí se pusieron de acuerdo para encontrar a algún escritor que escribiese nuevas historias de Conan imitando el estilo de Robert E. Howard. Su primera aproximación fue a la escritora Leigh Brackett (esposa del escritor Edmond Hamilton, otro de los grandes del pulp), pero ésta rechazó la propuesta a causa de la fama de mal pagador que tenía Martin Greenberg, el editor de Gnome Press. Tras el rechazo de Brackett, Friend y el propio Greenberg se dirigieron a continuación a Sprague de Camp, proponiéndole a principios de 1953 que reescribiera algunas de las historias inéditas de Howard que Otis Adelbert Kline no había llegado a vender a ningún editor y que las convirtiera en historias de Conan. De las diferentes historias de Howard que le fueron presentadas por Friend, Sprague de Camp acabaría eligiendo cuatro de ellas para transformarlas en historias de Conan, siendo una de esas historias la única novela que Howard había llegado a escribir sobre el personaje de Francis Xavier Gordon, el aventurero conocido como El Borak: La Maldición de la Triple Hoja (Three-Bladed Doom), una novela de la que a su vez existían dos versiones, la versión original que contenía más de 42.000 palabras y otra que el propio Howard había acortado a 24.000 en un intento por vendérsela al editor de Top-Notch, siendo esa primera versión original, aunque ligeramente acortada por el propio Sprague de Camp, la que éste acabaría reescribiendo como La Daga Llameante, apareciendo publicada por primera vez dentro del sexto volumen de la serie de Gnome Press dedicada al cimmerio, Tales of Conan (1955). Con la leyenda medieval del Viejo de la Montaña y la secta de los Hashshashin como telón de fondo argumental (una idea que probablemente procedía de las historias de Harold Lamb, quien ya la había utilizado en dos de sus novelas más conocidas), La Maldición de la Triple Hoja era una entretenida historia perteneciente al género de aventuras orientales con el que Howard se encontraba trabajando a principios de 1934, correspondiéndose su elaboración con la época en que el escritor tejano estaba desarrollando tanto El Pueblo del Círculo Negro como el grueso de las historias sobre El Borak. Siendo evidente esta ambientación oriental que transpiraba la historia, Sprague de Camp decidió situar La Daga Llameante como puente entre la última historia de Conan entre los turanios (El Diablo de Hierro) y la posterior desbandada de los kozakis a manos del ejército del rey Yezdigerd que había acabado llevando a Conan al reino de Vendhya en El Pueblo del Círculo Negro, una ubicación temporal que Roy Thomas trasladaría también a los cómics Marvel, abarcando así ese periodo de la vida del cimmerio en tierras orientales que Howard no había llegado a desarrollar en profundidad. En general, Sprague de Camp se mantuvo bastante cerca de la novela escrita por Howard a la hora de transformar La Maldición de la Triple Hoja en La Daga Llameante, introduciendo básicamente dos variaciones de importancia respecto a su argumento original: la aparición del elemento sobrenatural representado por los Necrófagos de Yanaidar (todas las historias de El Borak eran básicamente relatos de aventuras en los que no aparecía ningún elemento fantástico, aun cuando en esta ocasión sí que apareciese una versión howardiana del mito del abominable hombre de las nieves que De Camp mantendría en el relato) y la introducción del personaje femenino de Nanaia, en este caso interpretando el papel que originalmente correspondía a Lal Singh (otro de los aventureros de Howard, del que incluso llegó a escribir algunos relatos primerizos que no consiguió publicar), si bien en ocasiones también intercambiaba ese papel con el desempeñado por la joven Azizun en la trama original. Además de estas dos grandes diferencias y de su lógica incidencia en el desarrollo argumental de la historia, De Camp cambiaría también los nombres de los personajes intervinientes y las correspondientes localizaciones geográficas a fin de evitar contradicciones y anacronismos con el Universo Hyborio en el que se desarrollaban las historias de Conan. Así, por ejemplo, el Emir de Afganistán se convertía en Kobad Shah, el rey de Iranistan, los guerreros kurdos con los que se encontraba El Borak se transformaban en los antiguos zuagires de Conan, el afgano Yar Ali Khan, otro de los habituales compañeros de El Borak, se convertía en Tubal, el lugarteniente de Conan al frente de sus kozakis, y sobre todo, en un hábil giro argumental, el antiguo cosaco Iván Konaszevski (conocido como la Pantera) pasaba a ser el zaporosko Olgerd Vladislav (El Tigre), el antiguo kozaki que había liderado a los zuagires antes de que Conan le usurpase ese liderazgo en Nacerá una Bruja (The Savage Sword of Conan #5). Partiendo de estos antecedentes literarios, con fecha de portada de julio de 1978 (en realidad, el mes de mayo), The Savage Sword of Conan #31 presentó la primera parte de La Daga Llameante a cargo de Roy Thomas, John Buscema y Tony DeZúñiga, correspondiéndose esta primera parte de la adaptación con los cuatro primeros capítulos y el inicio del quinto de la versión literaria original, abarcando una extensión de más de cincuenta páginas que prácticamente no dejaba espacio al resto de contenidos habituales del magacín, siendo tan sólo la segunda entrega del diccionario hyborio A Gazeteer of the Hyborian World of Conan de la escritora Julian May, bajo el seudónimo de Lee N. Falconer, el único complemento que iba a aparecer en este número de la revista. La portada era obra del artista Howard Chaykin, la única que llevaría a cabo para el magacín, si bien era en la rotulación con el título de presentación de la historia que acompañaba a esa ilustración de Chaykin, donde se iba a producir un error de cierta consideración que originaría las primeras desavenencias entre Roy Thomas y el nuevo editor en jefe de Marvel, Jim Shooter. Así, en lugar de presentarse la historia como Fiends of the Flame Knife (Los Demonios de la Daga Llameante), lo que acabó apareciendo en portada fue Friends of the Flame Knife (Los Amigos de la Daga Llameante), propiciando así unas connotaciones humorísticas sobre los adversarios a los que en esta ocasión se enfrentaba el cimmerio (casi daban la impresión de ser una especie de club social o algo así) que no contribuyeron precisamente a rebajar las tensiones que surgieron con motivo del error producido. De acuerdo con la trayectoria cronológica establecida por las novelas de Lancer, la adaptación al cómic de La Daga Llameante se ubicaba entre El Diablo de Hierro (The Savage Sword of Conan #15) y El Pueblo del Círculo Negro The Savage Sword of Conan #16 a 19), si bien en el guion de Thomas se remarcaban los hechos que habían llevado al cimmerio y sus kozakis hasta Iranistan para ponerse al servicio de Kobad Shah (a fin de reforzar la continuidad de la historia) y se planteaba su salida de la capital iranistana dentro del reconocible marco de intrigas y caprichosos monarcas que ya habían aparecido en otras ocasiones tanto en la serie a color como en el propio magacín. John Buscema, por su parte, absolutamente comprometido con el personaje, como él mismo se encargaba de señalar en las entrevistas que se le realizaban, no sólo llevaba a cabo otro de sus mejores trabajos para el magacín, sino que se ocupaba de plasmar espléndidamente la ambientación oriental que transpiraba la historia, una ambientación que se veía reflejada tanto en las oscuras calles de Anshan donde se iniciaba la trama como en las montañas del Drujistán, el denominado país de los demonios hacia el que se trasladaba la acción, un territorio montañoso cuyos escarpados escenarios y perspectivas no dejaban de traer a la memoria el recuerdo del trabajo que apenas un año antes el propio Buscema había llevado a cabo en El Pueblo del Círculo Negro. Era sin embargo en el acabado a tinta del filipino Tony DeZúñiga donde se observaban las mayores diferencias entre lo que en unos pocos meses iba a ser esta nueva etapa artística del magacín y la anterior, en la que Alfredo Alcalá había sido uno de sus principales protagonistas. Siguiendo el camino iniciado en Más Allá del Río Negro (The Savage Sword of Conan #26 y 27), el entintado ágil y suelto de DeZúñiga, más estilizado y menos recargado de detalles que el de Alcalá, imprimía ahora una personalidad nueva y diferente a los lápices de Buscema, utilizando para ello una combinación de plumas, pinceles, tramas mecánicas de zip-a-tone y aguadas de tinta que no desmerecía ni mucho menos los resultados artísticos conseguidos por Alcalá. Con una portada del joven artista Val Mayerik, la segunda que llevaba a cabo para el magacín, y bajo el título de Los Necrófagos de Yanaidar (The Ghouls of Yanaidar), The Savage Sword of Conan #32 se encargó de presentar la segunda parte de la historia, abarcando de nuevo una extensión de 56 páginas que hacían que esta vez no apareciese ningún tipo de artículo ni de portafolio completando el contenido del magacín. Continuando directamente la trama desde la última viñeta de The Savage Sword of Conan #31, la conclusión de La Daga Llameante giraba su desenlace en el enfrentamiento que tenía lugar entre Conan y Olgerd Vladislav, tal y como evidenciaba la magnífica splash inicial con la que Buscema daba comienzo a esta segunda parte de la narración, presentando un primer plano de ambos personajes frente a frente que servía como preludio a la confrontación que iba a tener lugar. Era precisamente en ese enfrentamiento personal donde Roy Thomas situaba el peso de la caracterización que hacía de Olgerd Vladislav, añadiendo al mismo una intensidad marcada por el odio del zaporosko hacia el bárbaro que no se atisbaba en el retrato del antiguo líder de los zuagires que aparecía en la versión literaria, mucho más dirigida a mostrar una rivalidad a muerte entre ambos personajes de acuerdo con el planteamiento inicial que Howard había llevado a cabo sobre las figuras de El Borak e Iván Konaszevski. De manera muy inteligente, Thomas utilizaba además abundantes referencias al pasado entre ambos personajes que no aparecían en la versión literaria, referencias que iban desde la cruz de Khauran y lo que había sucedido a continuación entre ellos (The Savage Sword of Conan #5) a la última aparición de Olgerd en las páginas del magacín (The Savage Sword of Conan #6) y a la incógnita sobre cómo éste había logrado sobrevivir a lo que en aquel momento parecía una muerte segura, una incógnita que el propio Thomas se ocuparía de desvelar años más tarde con la colaboración de Fred Blosser en la segunda historia de The Savage Sword of Conan #58 (El Espejo de la Mantícora). También es necesario mencionar que Thomas y Buscema alteraban algunos elementos de la batalla final en Yanaidar en orden a acelerar el ritmo narrativo de la parte final escrita por Sprague de Camp, que quizá pecaba de ser un poco lenta, favoreciendo además la entrega de las últimas páginas de la historia por parte de Buscema, a quien el tiempo esta vez se le había acabado echando un poco encima. A modo de curiosidad, merece también la pena destacar que en este número se iba a presentar el primero de los desnudos (al menos de cintura para arriba) que a lo largo de los meses siguientes se repetirían en varias ocasiones dentro de las páginas del magacín. En esta primera ocasión, la escena corría a cargo de la joven Nanaia mientras se disponía a ser torturada por el Magus de los Yezmitas, una imagen que evocaba algunas de las portadas más clásicas de Weird Tales, a las que por otra parte Buscema no tenía reparos en homenajear a través de este tipo de ilustraciones. Las razones eran evidentemente artísticas. Aprovechando las posibilidades ofrecidas por el sello Curtis Magazines, no sujeto al mismo código de censura que afectaba al resto de comic-books publicados por Marvel, Thomas y Buscema decidirían dar un paso adelante en este sentido siguiendo las tendencias procedentes del cómic europeo, circunstancia que por otra parte no convencía demasiado a Jim Shooter, que al igual que había sucedido años atrás con Martin Goodman, consideraba que este tipo de ilustraciones podían llegar a perjudicar a la editorial. En cualquier caso, mientras Thomas siguiese siendo su propio editor dentro del magacín, a Shooter aún le tocaría lidiar con unas cuantas ilustraciones más de este mismo tipo a lo largo de los meses siguientes. Con la trayectoria cronológica definitivamente abandonada tras haberse llegado al final de las adaptaciones de Howard, la nueva etapa del magacín se iba a centrar en rellenar los huecos que habían quedado vacíos en esa cronología al no haberse podido publicar hasta entonces las historias no originales de Howard que existían entre medias. El problema editorial que se planteaba era que no todos esos pastiches que existían se correspondían con el periodo cronológico que se estaba narrando en The Savage Sword, sino que algunos de ellos pertenecían a la época de juventud del bárbaro que había sido vista años atrás en Conan the Barbarian. Aunque excepcionalmente alguna de esas historias sería utilizada como fill-in en la propia serie a color a fin de poder cubrir las merecidas vacaciones de John Buscema (tal y como sucedería con La Cosa de la Cripta, que aparecería en Conan the Barbarian #92), la decisión que Roy Thomas acabaría adoptando como editor del magacín y de la propia serie a color sería la de llevar esas historias a The Savage Sword a fin de no interrumpir la continuidad de Conan the Barbarian y extender más allá de lo previsto el desenlace de La Reina de la Costa Negra, cuyo final estaba pensado que coincidiese con el número centenario de la publicación. Bajo estas circunstancias editoriales y presentando en portada una nueva ilustración de Earl Norem que reflejaba la que seguramente era la escena más representativa de la historia, The Savage Sword of Conan #33 presentó la adaptación de La Maldición del Monolito (The Curse of the Monolith), uno de esos pastiches escritos por Sprague de Camp y Lin Carter que aparecían enmarcados en esa época de juventud del bárbaro que había sido narrada años atrás en Conan the Barbarian (en concreto, durante los años en que había servido como mercenario en las filas del ejército del rey Yildiz de Turan), debiendo situarse cronológicamente entre La Maldición del Cráneo Dorado (Conan the Barbarian #37) y El Guerrero y la Mujer-Lobo (Conan the Barbarian #38), una ubicación que no obstante aún sería objeto de alguna pequeña controversia en los años siguientes con motivo de la adaptación al cómic del otro pastiche escrito por Sprague de Camp y Lin Carter sobre esta misma época que Conan había pasado entre los turanios: La Ciudad de los Cráneos (The Savage Sword of Conan #59), una historia que precedía claramente a los hechos narrados en La Maldición del Monolito. Por otra parte, también es necesario mencionar que la única referencia que Howard había hecho a este periodo de Conan entre los turanios procedía de uno de los párrafos de La Reina de la Costa Negra, donde se mencionaba que había aprendido a manejar el arco entre los hyrkanios, lo que daría pie a Sprague de Camp para incluir esta etapa en la que el cimmerio había servido en el ejército turanio y que Roy Thomas desarrollaría de una manera mucho más extensa a través de los cómics. Con una inspiración claramente lovecraftiana que tomaba prestada buena parte de su iconografía de La Piedra Negra (The Black Stone), uno de los relatos de Howard relacionados con los Mitos de Cthulhu que el propio Roy Thomas ya había utilizado a su vez como recurso argumental para otra historia que él mismo había presentado años atrás en Conan the Barbarian #21, La Maldición del Monolito se enmarcaba dentro de la denominada segunda generación de pastiches que habían aparecido por primera vez completando las novelas de Lancer, viendo inicialmente la luz en 1968 dentro de la revista Worlds of Fantasy bajo el título Conan and the Cenotaph (Conan y el Cenotafio) y siendo recogida por primera vez con el título por el que hoy nos resulta mayormente conocida dentro del volumen Conan de Cimmeria (Conan of Cimmeria, 1969), cronológicamente la segunda novela de la serie publicada por Lancer Books. Al igual que todos los pastiches que aparecieron incluidos por primera vez en las novelas de Lancer, su origen literario no tuvo esta vez demasiado que ver con la intención de seguir completando la trayectoria del cimmerio descrita a grandes rasgos por Howard, sino más bien con la necesidad de resolver los problemas legales que surgieron con motivo de la reedición de la serie de Gnome Press por parte de Lancer Books que el propio Sprague de Camp se había encargado de impulsar. En concreto, en 1964, fallecido Oscar J. Friend y entendiendo que Gnome Press ya no estaba interesada en volver a publicar las historias de Conan, Sprague de Camp había firmado un contrato con Lancer (en representación de los herederos de Howard y de sí mismo) con la idea de volver a publicar la serie, encontrándose entonces con una demanda por parte de Martin Greenberg, el editor de Gnome Press, que entendía que el anterior contrato aún seguía vigente. Ante esta complicada situación legal que se planteó con los derechos de Gnome Press, los abogados de Sprague de Camp le recomendaron a éste que escribiera nuevas historias del cimmerio y las añadiera a la saga con el fin de reforzar la posición legal de los herederos de Howard y de él mismo ante los tribunales. Para ello, Sprague de Camp acudiría de nuevo en primer lugar a la escritora Leigh Brackett (a quien ya habían acudido Oscar J. Friend y Martin Greenberg en 1953) pero ésta volvería a rechazar el ofrecimiento, siendo entonces cuando decidiría contratar a Lin Carter, un joven y poco conocido escritor que por aquel entonces acababa de crear un nuevo personaje de espada y brujería llamado Thongor, encargándose luego el propio Sprague de Camp de completar en mayor o menor medida el trabajo de Carter y reteniendo el propio De Camp la propiedad literaria de las nuevas historias. Bajo este telón de fondo, otras ocho nuevas historias de Conan (seis relatos y dos novelas) se acabarían añadiendo al corpus literario del cimmerio que aparecería incluido por primera vez en las novelas de Lancer Books, siendo una de ellas La Maldición del Monolito. Desde el punto de vista de su traslación al cómic, eran Gene Colan y Pablo Marcos quienes esta vez se encargaban del apartado gráfico de la historia, sustituyendo así al equipo formado por John Buscema y Tony DeZúñiga. La razón de esta sustitución no era otra que las más de cien páginas que había conllevado la adaptación de La Daga Llameante en los dos números anteriores, así como las otras tres series regulares que Buscema tenía en ese momento a su cargo junto con el propio Roy Thomas (Conan the Barbarian, Tarzan, Lord of the Jungle y The Mighty Thor), una sobrecarga de trabajo que iba a motivar que Buscema se tomase un periodo de ausencia de tres meses de la serie, dando así paso a otros artistas para que se encargasen de mostrar su particular visión del cimmerio en las páginas del magacín. El primero de ellos sería Gene Colan, quien en aquellos años se hallaba en uno de los momentos más destacados de su carrera profesional gracias al trabajo que estaba desarrollando en La Tumba de Drácula. Sin ser ni mucho menos una mala adaptación, no puede decirse que La Maldición del Monolito fuese una de las grandes historias que aparecieron durante esta época clásica del magacín, entre otras razones porque el relato del que partía no era precisamente uno de los mejores de la serie. En este mismo sentido, Gene Colan, acostumbrado a moverse en una serie de ambientes más urbanos y de escenarios más modernos, posiblemente tampoco era el artista más adecuado para encargarse de una historia ambientada en la Edad Hyboria, al menos en principio, aunque por otra parte también es cierto que La Maldición del Monolito casi resultaba ser más un relato de terror que una historia de espada y brujería, lo que hacía que las fluidas figuras de Colan y su talento para los escenarios sombríos resultasen sumamente efectivos a la hora de plasmar la atmósfera lovecraftiana y el ambiente nocturno en que se desarrollaba la historia. Con todo, el problema artístico que subyacía era la poca química que mostraban los artistas implicados. A pesar de hacer también un buen trabajo, las tintas de Pablo Marcos probablemente no fuesen las más adecuadas al estilo de las figuras de Colan, no adaptándose a sus lápices de una manera tan natural como sí lo hacían por ejemplo las tintas que Tom Palmer estaba llevando a cabo durante esa misma época en La Tumba de Drácula. A diferencia de Palmer, Pablo Marcos era un reputado especialista en las aguadas y tonos de grises que habitualmente acompañaban a este tipo de trabajos en las revistas en blanco y negro, además de ser uno de los colaboradores más clásicos del magacín, lo que seguramente justificaba su elección a la hora de acompañar los lápices de Gene Colan en esta historia, aunque quizás no hubiera estado mal poder disfrutar del equipo artístico de La Tumba de Drácula en un número de The Savage Sword. A pesar de haber sido adaptados todos los relatos de Conan escritos por Robert E. Howard, la presencia del escritor tejano no iba ni mucho menos a desaparecer de las páginas del magacín. Con guion de Don Glut y dibujos de David Wenzel y Duffy Vohland, la segunda historia que completaba The Savage Sword of Conan #33 era uno de los relatos originales de Solomon Kane que Howard no había conseguido llegar a publicar en vida: Espadas de la Hermandad (Blades of the Brotherhood), una de las pocas historias del espadachín inglés que carecía de elementos fantásticos, apareciendo publicada por primera vez en su versión original en 1968 dentro del volumen recopilatorio Red Shadows. Ambientada en la época en que Solomon Kane navegaba a las órdenes de Francis Drake, la historia narraba el final de la misión de venganza emprendida por Kane contra el pirata Jonah Hardraker, responsable de la violación y asesinato de la hija de uno de sus antiguos amigos por parte de su tripulación. Como se observaba en esta adaptación, el estilo claro y suave de David Wenzel no era posiblemente el más adecuado para un personaje tan oscuro y sombrío como Solomon Kane, pero lo cierto es que poco a poco el joven artista norteamericano iría haciendo cada vez más suyo al personaje, observándose una notable evolución en este sentido a medida que fueron transcurriendo las adaptaciones y comenzó a entintar sus propios lápices. Por lo demás, el resto del número se completaba con la tercera entrega del diccionario etnográfico y geográfico de la Edad Hyboria, A Gazeteer of the Hyborian World of Conan, including the World of Kull a cargo de la escritora Julian May, utilizando su seudónimo de Lee N. Falconer, y un nuevo ensayo de Fred Blosser, esta vez centrado en los pictos de Robert E. Howard (The Tribes from Time's Abyss), analizando su historia desde los tiempos de Kull hasta la era de Conan, aunque centrándose sobre todo en sus apariciones en las obras protagonizadas por el cimmerio. Con fecha de portada de octubre de 1978 (correspondiéndose en realidad con el mes de agosto), The Savage Sword of Conan #34 publicó la adaptación de otro de esos pastiches que hubieran debido aparecer en su momento dentro de Conan the Barbarian y que ahora se ubicaban en las páginas del magacín: El Cubil del Gusano de Hielo (The Lair of the Ice Worm), un relato ambientado en los fríos territorios del norte que Sprague de Camp y Lin Carter habían incorporado a la saga del cimmerio como una secuela de La Hija del Gigante Helado (que según la cronología Lancer/Marvel no tenía lugar al comienzo de la trayectoria de Conan, sino durante un esporádico regreso a su tierra natal inmediatamente anterior a su época en la Costa Negra), situándose su adaptación al cómic entre la del citado relato de Howard (Savage Tales #1) y Conan the Barbarian #46. Ambientado geográficamente en las Montañas Eiglopheas, situadas en el Reino Fronterizo existente entre Cimmeria, Nemedia e Hyperborea, El Cubil del Gusano de Hielo era otro de los relatos pertenecientes a la denominada segunda generación de pastiches que habían visto la luz por primera vez a través de las novelas de Lancer Books, apareciendo publicado dentro del segundo volumen cronológico de la serie, Conan de Cimmeria (1969). En cuanto a su origen, al igual que La Cosa de la Cripta y La Gema en la Torre, El Cubil del Gusano de Hielo venía a ser una reescritura efectuada por Sprague de Camp y Lin Carter de uno de los relatos inéditos de Thongor que el propio Lin Carter había escrito al comienzo de su carrera y que en ese momento todavía no había llegado a publicar: The Demon of the Snows (El Demonio de las Nieves), un relato que no obstante acabaría viendo la luz en 1980 dentro de la antología The Year's Best Fantasy Stories 6, siendo entonces cuando comenzarían a efectuarse las oportunas comparaciones entre ambas historias. La conocida novela de Bram Stoker, La Madriguera del Gusano Blanco (The Lair of the White Worm, 1911), servía como principal fuente de inspiración para la criatura de leyenda en la que se basaba la historia (de hecho, incluso el título del relato era prácticamente el mismo que el de la novela de Stoker), mientras que la idea del monstruo de los hielos y la ambientación de la trama en un glacial montañoso presentaba bastantes similitudes con el escenario en que aparecía situado el episodio El Reino de los Hielos de Mongo (The Ice Kingdom of Mongo, 1939-1940) del Flash Gordon de Alex Raymond. Con una portada del filipino Ernie Chan en la que seguramente lo más destacable resultaba ser su trabajo a color, la adaptación al cómic corría esta vez a cargo de Roy Thomas, Carmine Infantino y Alfredo Alcalá. Tras el paso de Gene Colan por la serie, Carmine Infantino, uno de los artistas más clásicos y representativos de la Silver Age, creador gráfico entre otros muchos personajes del nuevo Flash, era quien se encargaba de reemplazar a Buscema durante ese periodo de tres meses necesario para que el artista neoyorquino pudiese reajustar su agenda. Infantino había sido sustituido a principios de 1976 por Jenette Khan en la dirección editorial de DC Comics, pasando a trabajar a partir de entonces para los magacines de James Warren y los comic-books de Marvel. En concreto, en el momento de aceptar el ofrecimiento de Thomas para hacerse cargo de esta historia, Infantino se encontraba al frente de la primera serie que Marvel le estaba dedicando a Spiderwoman, y sobre todo, de la flamante adaptación al cómic de la saga cinematográfica de Star Wars que empezaba a evidenciarse como uno de los éxitos de ventas más indiscutibles de la editorial. Con todo, la principal novedad a efectos artísticos estaba constituida por el regreso de Alfredo Alcalá a las páginas del magacín tras casi medio año de ausencia de la serie, aunque esta vez sin los lápices de Buscema sustentando la base de su trabajo, algo que en términos comparativos implicaba una cierta diferencia de calidad en cuanto al resultado final. En cualquier caso, atendiendo al estilo propio de ambos artistas, las tintas de Alfredo Alcalá acababan sobreponiéndose de una manera bastante evidente a los lápices de Infantino, pudiendo incluso decirse que ese resultado final, cuanto menos desde su aspecto más visual, pertenecía más a Alcalá que a Infantino, por mucho que toda la disposición narrativa de la historia (con alguna página especialmente lograda en este sentido) y la concepción artística de la Rémora fuese obra del veterano artista norteamericano. En cuanto al resto de contenidos, la obra de Robert E. Howard seguía configurándose como parte esencial de la línea editorial del magacín. En este caso, eran dos los relatos originales del escritor tejano que aparecían incluidos dentro de The Savage Sword of Conan #34, siendo el primero de ellos una de las mejores historias que Howard había llegado a escribir sobre Solomon Kane: Luna de Cráneos (The Moon of Skulls), una historia de magia y civilizaciones perdidas ambientada en el interior del misterioso y desconocido continente africano del siglo XVI en que el escritor tejano vino a situar varias de sus historias sobre Kane. Publicada originalmente en las páginas de Weird Tales durante los meses de junio y julio de 1930, su adaptación al cómic sería serializada en cuatro partes que sin embargo, por motivos editoriales y de paginación, iban a acabar apareciendo en tres números del magacín. Con guión de Don Glut, dibujos de David Wenzel y tintas de Bill Wray, The Savage Sword of Conan #34 se encargaba de presentar la primera parte de la adaptación, que comprendía los dos primeros capítulos de la versión literaria original, en los que se narraba la llegada de Kane a la ciudad prohibida de Negari en busca de una joven inglesa vendida años atrás por uno de sus parientes a los corsarios del norte de África y cuyo rastro había acabado llevando al espadachín inglés hasta un territorio salvaje e inexplorado en el que jamás había pisado ningún hombre de raza blanca. La otra historia de Howard que presentaba The Savage Sword of Conan #34 era la adaptación de uno de los mejores relatos que el escritor tejano había llevado a cabo sobre el Rey Kull y que a su vez estaba considerado como una de las historias fundacionales del género de espada y brujería: Los Espejos de Tuzun Thune (The Mirrors of Tuzun Thune). Publicada por primera vez en el número de Weird Tales correspondiente al mes de septiembre de 1929, el guión corría en esta ocasión a cargo del propio Roy Thomas, que de manera excepcional regresaba al personaje para hacerse cargo de esta historia, contando además con unos maravillosos dibujos de Mike Ploog que se reproducían directamente de sus propios lápices, sin pasar por ningún acabado a tinta, unos lápices preciosistas y barrocos cuyos sombreados a base de tonos de carbón se ocupaban de proporcionar una hechizada ambientación a la historia, aunque desgraciadamente esos sombreados no siempre se hayan podido plasmar en las mejores condiciones de reproducción de cara a sus posteriores reediciones. Ploog ya había hecho muy buenos trabajos para Marvel tanto en Frankenstein como en Dracula Lives! y Werewolf by Night, y desde luego no le era nada extraño el personaje de Kull, al haber trabajado ya con él dentro de su propia serie a color, pero lo cierto es que aquella historia del atlante fue posiblemente el mejor trabajo que Mike Ploog llegó a realizar para la editorial. Desafortunadamente, en el aspecto más negativo, ésta iba a ser también la última historia que Ploog llevase a cabo para Marvel después de que sus diferencias con Jim Shooter le llevasen a decidir no volver a trabajar nunca más para la editorial. A modo de curiosidad, cabe reseñar que las páginas 8 y 9 aparecieron cambiadas de orden en esta primera edición de la historia, un error que lógicamente sería corregido tanto en las posteriores reediciones de Marvel dentro de Conan Saga como en las llevadas a cabo años más tarde por Dark Horse. Por último, The Savage Sword of Conan #34 completaba sus contenidos con un artículo del propio Roy Thomas a modo de avance sobre las anunciadas tiras de prensa de Conan (Conan of Des Moines, or Son of Conan the Syndicated) que al mes siguiente comenzaban a publicarse de manera inmediata por parte del Register and Tribune Syndicate (con sede en Des Moines, Iowa, de ahí el título del artículo) en varios de los periódicos más importantes del país (Houston Chronicle, Dallas Times Herald, Chicago Tribune, o San Antonio Express News, entre otros muchos que se irían publicitando a lo largo de los meses siguientes a través de las páginas del magacín). Curiosamente, los propios comic-books de Marvel no serían totalmente ajenos a la publicación de estas primeras tiras a cargo de Roy Thomas y John Buscema, toda vez que Marvel Treasury Edition #23 reeditaría al año siguiente, en color y adaptadas al formato de los comic-books, estas mismas tiras iniciales (The Sword and the Sorcerer) que ahora aparecían anunciadas en el magazine, comprendiendo las diarias del 4 de septiembre al 21 de octubre de 1978 y la dominical del 10 de septiembre de ese mismo año. The Savage Sword of Conan #35 presentó la adaptación de Lágrimas Negras (Black Tears), otro de los denominados pastiches de segunda generación escritos por Sprague de Camp y Lin Carter que habían aparecido incluidos por primera vez en las novelas de Lancer, siendo precisamente el relato que se encargaba de abrir el cuarto volumen cronológico de la serie: Conan el Vagabundo (Conan the Wanderer, 1968). Como apuntaba el propio Sprague de Camp en la introducción, Lágrimas Negras era otro de los relatos creados por ambos escritores con la intención de completar algunos episodios de la saga original del cimmerio, en este caso el final de su etapa con los zuagires, funcionando así dentro de la serie literaria como una secuela de Nacerá una Bruja. El problema que sin embargo planteaba su adaptación al cómic era que ese final de Conan con los nómadas del desierto ya había tenido su propia versión de la mano de Roy Thomas y Pablo Marcos dentro de (The Savage Sword of Conan #9 (La Maldición de la Diosa Gato), narrando unos sucesos claramente diferentes a los que se contaban en la serie literaria. A efectos de continuidad, Thomas decidiría incluir entre las páginas siete y ocho de la adaptación al cómic una explicación a modo de flashback para solucionar la contradicción existente entre ambas versiones, señalándose en ella que los hechos narrados en La Maldición de la Diosa Gato habían tenido lugar con anterioridad a los que ahora se narraban en The Savage Sword of Conan #35, de manera que respetando el canon cronológico oficial establecido por el propio Sprague de Camp a través de las novelas de Lancer (An Informal Biography of Conan the Cimmerian), la historia que ahora se presentaba en las páginas del magacín era efectivamente la última aventura de Conan entre los zuagires, debiéndose situar cronológicamente entre The Savage Sword of Conan #9 y The Savage Sword of Conan #11. Enmarcada dentro de los intentos del ejército turanio por acabar con el hostigamiento que los zuagires liderados por Conan estaban llevando a cabo sobre sus caravanas y los puestos más avanzados de su imperio, el elemento más representativo de la historia radicaba en la figura femenina que aparecía como gobernante de la ciudad del desierto a la que llegaba Conan, una especie de diablesa procedente de otra realidad que reproducía la versión hyboria del mito de la Gorgona derivado de la mitología griega, si bien en este caso Sprague de Camp y Lin Carter (probablemente más el primero que el segundo) combinaban esa versión mitológica con otra influencia de corte mucho más moderno que se derivaba de un libro que llegó a ser muy famoso en su época: El Tercer Ojo (The Third Eye, 1956) del supuesto monje tibetano Lobsang Rampa, un libro de reputación bastante dudosa cuyo contenido mezclaba la pretendida autobiografía de su autor con temas religiosos, ocultistas y fenómenos paranormales, pero que sin embargo conseguiría una extraordinaria popularidad hasta que finalmente se acabase destapando el fraude que existía a su alrededor. En cualquier caso, amoldando ese concepto del tercer ojo (de hecho, incluso había un capítulo del relato que se llegaba a titular así) a las necesidades argumentales propias de una historia de Conan, el supuesto ojo invisible situado a la altura de la frente se transformaba en el vehículo físico por el que la vampírica diosa de Akhlat manifestaba su poder y absorbía la energía vital de sus víctimas. Desde el punto de vista de su adaptación al cómic, era el artista filipino Ernie Chan quien se encargaba de reemplazar a John Buscema durante su tercer mes de ausencia del magacín; de hecho, no sólo le iba a sustituir de manera puntual en esta historia, sino que a lo largo del mes siguiente también le sustituiría en las tiras de prensa protagonizadas por el cimmerio que se habían comenzado a publicar el mes anterior, haciéndose cargo de ellas como su nuevo dibujante oficial. Sin llegar a la altura de Buscema, aunque siguiendo claramente sus pautas de estilo a la hora de representar al cimmerio, el resultado gráfico de Lágrimas Negras resultaba verdaderamente bueno, de los mejores trabajos que Chan había llevado a cabo hasta entonces en su carrera profesional y muy por encima del trabajo a lápiz y a tinta que se le había podido ver hasta entonces por ejemplo en Claw the Unconquered, el clon del bárbaro que el propio Chan había creado gráficamente para DC, encargándose además de ilustrar sus primeras historias. Al igual que se había podido ver en The Savage Sword of Conan #29, todo el trabajo a lápiz y a tinta (un limpio acabado a tinta a base de líneas y sombreados puros, idéntico al que el propio Ernie Chan llevaba a cabo en Conan the Barbarian, sin tonos de grises ni empleo de pantallas mecánicas) era completamente suyo, tomando de Buscema todo lo que hacía con éste en la serie a color y llevándolo ahora a las páginas del magacín, aunque con un estilo propio lo suficientemente diferente como para que se notase en cada página que se trataba de él y no de Buscema. Evidentemente, sus lápices se notaban menos ágiles que los de Buscema, y sus figuras quizá un poco más pesadas, o menos sueltas, pero la fusión durante tantos años de su trabajo con los lápices del artista neoyorquino habían convertido a Ernie Chan en uno de los dibujantes que más y mejor conocían al personaje, integrándose sin mayores dificultades en el canon de los artistas que mejor representaban al cimmerio de cara a sus seguidores. Completando además esta segunda interpretación en solitario del bárbaro para The Savage Sword, la portada que presentaba la historia (un evidente homenaje de Ernie Chan a la realizada años atrás por el propio Buscema para el primer número de Savage Tales) también era suya. Además de la cuarta entrega del diccionario etnográfico y geográfico de la Edad Hyboria de la escritora Lee N. Falconer (A Gazeteer of the Hyborian World of Conan, including the World of Kull), The Savage Sword of Conan #35 se completaba con una sección especial dedicada a la poesía de Robert E. Howard (The Poems of Robert E. Howard) en la que se publicaban tres de los poemas escritos por el tejano: El Cantor en la Niebla (The Singer in the Mist), Una Canción de la Raza (A Song of the Race), en este caso adaptando al cómic a través de una historia de cuatro páginas, a cargo del joven artista Michael Moyle, el famoso poema que Howard le había dedicado a la figura de Bran Mak Morn, y Los Reyes Fantasmas (The Ghost Kings), uno de los poemas más épicos y sobrenaturales llevados a cabo por el escritor tejano, que aparecía a su vez acompañado de una ilustración firmada por John Buscema y Ernie Chan. Con fecha de portada de diciembre de 1978, The Savage Sword of Conan #36 trajo consigo el regreso de John Buscema a las páginas del magacín a través de la adaptación de Halcones sobre Shem (Hawks over Shem), esta vez uno de los pastiches originarios aparecidos en la década de los cincuenta dentro del sexto volumen de la serie de Gnome Press, Tales of Conan (1955), aun cuando se había dado a conocer al público unos meses antes, en el tercer número de la revista Fantastic Universe. Al igual que La Daga Llameante y los otros dos relatos que aparecían en ese volumen (El Dios Manchado de Sangre y El Camino de las Águilas), Halcones sobre Shem era una historia que aún conservaba mucho material de Howard al tratarse de una reescritura efectuada por Sprague de Camp de otra de las historias que el escritor tejano no había llegado a publicar en vida: Halcones sobre Egipto (Hawks over Egypt), un relato de carácter histórico que aparecía ambientado en el Egipto del siglo XI, durante el reinado del califa loco Al Hakim (el título de trabajo con el que Howard había comenzado su elaboración era The Man who would be God) y que en esta ocasión aparecía protagonizado por un guerrero español, Diego de Guzmán, un caballero del recién creado reino de Castilla que había llegado al medieval El Cairo con la intención de vengar una deuda de sangre y que se veía envuelto en acontecimientos de importancia histórica que acabarían yendo más allá de lo que había podido imaginar. Aunque respetase buena parte de los diálogos de la obra original y se mantuviesen en general los papeles de los personajes, la reescritura efectuada por Sprague de Camp abarcó esta vez bastante contenido argumental, incluyendo el propio final de la historia. Así, aparte de los lógicos cambios en los nombres de los personajes y localizaciones con el fin de evitar los consiguientes anacronismos históricos entre el Egipto medieval y la Edad Hyboria, los motivos por los que Rufia se encontraba en las calles con el rey loco Akhirom no eran los mismos por los que la veneciana Zaida caía en manos del califa Al Hakim, ni la relación entre el general hyrkanio Mazdak y Conan era tan coincidente en sus intereses como la que mantenían Diego de Guzmán y el general turco Salih Muhammad. De igual modo, Zulaikha, la favorita del califa Al Hakim, se transformaba en Zeriti, una bruja estigia que manejaba a su conveniencia a Akhirom, mientras que el general sudanés Othman se convertía en el mercenario darfario Imbalayo y el emir Zahir el Ghazi pasaba a ser el anakio Othbaal, quien ahora mantenía una relación de parentesco con Akhirom. Además, De Camp se ocupaba de introducir un elemento sobrenatural que no aparecía originalmente en el relato de Howard, en este caso representado por la brujería que convocaba Zeriti para acabar con la vida de Imbalayo. Con una de las portadas más populares y conocidas que Earl Norem llevó a cabo para The Savage Sword, su adaptación al cómic corría a cargo de Roy Thomas, John Buscema y Alfredo Alcalá, estos dos últimos formando equipo artístico por última vez en las páginas del magacín, aunque de manera muy puntual y con otros artistas de por medio, aún llegarían a coincidir años más tarde en algunas páginas de otras historias posteriores (The Savage Sword of Conan #67y The Savage Sword of Conan #76), pero nunca más en una historia completa. En cualquier caso, sin ser ni mucho menos una mala adaptación, no puede decirse que esta despedida del equipo artístico que había marcado una época en The Savage Sword llegase al nivel de los primeros trabajos que ambos habían llevado a cabo para el magacín. Por una parte, John Buscema, excesivamente atareado con las otras tres series mensuales que en ese momento tenía a su cargo (The Mighty Thor, con la épica saga del Ragnarok llegando a su conclusión, Tarzan, Lord of the Jungle, presentando el comienzo de la saga de Pellucidar, y Conan the Barbarian entrando en la recta final de la etapa de La Reina de la Costa Negra), alternaba páginas terminadas con otras que en algunos casos sólo llegaba a abocetar. Y casi lo mismo podía decirse de Alfredo Alcalá. Mermado por la premura de las fechas de entrega desde que el magacín había pasado a tener una cadencia mensual, y dedicando ahora más tiempo a los magacines de James Warren que a sus trabajos para Marvel, las tintas del artista filipino ya no eran las de sus inicios en The Savage Sword. Su dominio de la iluminación de las escenas a base de la multitud de líneas que encajaba en las zonas de sombreado, se veía notablemente disminuido por la rapidez con la que ahora tenía que llevar a cabo su trabajo, notándose una mayor presencia de espacios en blanco y un menor detalle en las tintas con las que habitualmente había venido embelleciendo los lápices de Buscema. El resultado a pesar de todo seguía estando por encima de la media, sobre todo en algunas de las viñetas más significativas de la historia y en las splashs iniciales de cada capítulo, pero era difícil no pensar en las primeras colaboraciones de ambos artistas en las páginas del magacín, un recuerdo que no dejaba de echarse de menos en lo que al fin y al cabo suponía su despedida como equipo artístico de las páginas de The Savage Sword. Editorialmente, lo que en esta ocasión resultaba especialmente reseñable era la manera en que Roy Thomas aprovechaba el contenido de este relato híbrido de Howard y Sprague de Camp para montarse una especie de crossover entre las dos historias que se publicaban ese mismo mes tanto en el magacín como en la serie a color. Así, coincidiendo con esta adaptación de Halcones sobre Shem en las páginas de The Savage Sword, Conan the Barbarian #93 presentaba en ese mismo mes de octubre el final de una larga saga que había envuelto a Conan y a Bêlit en la búsqueda del padre de la pirata shemita, una búsqueda que no había acabado con el resultado deseado y que llevaba a Bêlit hasta Asgalun en busca de venganza. Como se contaba en la serie a color, Bêlit decidía volver al mar y no reclamar el trono de la ciudad shemita, situando en él a un pariente lejano llamado Uriaz, un personaje que Roy Thomas había ido dejando caer en anteriores números de Conan the Barbarian y que resultaba ser el rey que en Halcones sobre Shem se mencionaba que había sido asesinado por Akhirom al ascender al trono dos años atrás, lo que permitía situar de manera bastante aproximada la localización temporal de estas dos historias que transcurrían en la ciudad de Asgalun. A partir de ahí, la continuidad de ambas historias iba a ir todavía un poco más allá, puesto que las últimas páginas de Conan the Barbarian #93 finalizaban con las tropas del propio Akhirom dirigiéndose hacia la ciudad para reclamar el trono de Uriaz, perfilando así una trama sobre el destino de Asgalun que quedaba inconclusa en Conan the Barbarian, pero que los seguidores del cimmerio podían ver cómo había terminado acudiendo ese mismo mes a las páginas de The Savage Sword, que además presentaba la conclusión definitiva de esa saga sobre la ciudad. Es más, encajando en su lugar algunos argumentos que tenían lugar en Halcones sobre Shem, Imbalayo reconocía a Conan como Amra en esta historia en base a un encuentro anterior de ambos que Sprague de Camp no llegaba a mencionar cuándo había tenido lugar, pero que Thomas se había ocupado de narrar previamente dentro de esa saga sobre Asgalun, introduciendo a Imbalayo como general de los mercenarios kushitas de Nim-Karrak en Conan the Barbarian #91 y 93. Aparte de este cruce argumental entre The Savage Sword y Conan the Barbarian, la labor de continuidad que Roy Thomas desarrollaría a través de esta denominada saga de Asgalun no se iba a quedar sólo ahí. Otra de las circunstancias que Thomas mencionaba en The Savage Sword of Conan #36 y que funcionaba como impulsor de los acontecimientos que tenían lugar en esta historia, era la traición de Othbaal que llevaba a Conan hasta Asgalun, una traición que según se contaba en Halcones sobre Shem había conllevado la muerte de sus compañeros de armas y la caída del ejército del rey Sumuabi de Akharia. Pues bien, dos años más tarde de esta historia, en Conan the Barbarian #115, el número con el que Thomas se despediría de la serie, en una de las viñetas en que Conan y Red Sonja caminaban por las calles de Akharia, podía verse en un plano secundario al propio Othbaal reclutando mercenarios para combatir a favor del rey Sumuabi contra Akhirom, un detalle que venía a explicar cómo Conan se había acabado alistando en el ejército de Sumuabi y cómo había llegado a conocer a Othbaal tras separarse de la hyrkania, enlazando así de una manera bastante cercana en el tiempo el final de su andadura en Conan the Barbarian con los hechos con los que daba comienzo The Savage Sword of Conan #36. Si a esta circunstancia se le añadía que según la cronología de la serie literaria, Halcones sobre Shem se situaba justo antes de El Coloso Negro (The Savage Sword of Conan #2), la historia con la que a su vez Thomas había comenzado el periodo cronológico que estaba desarrollando en el magacín, lo que en realidad estaba haciendo el guionista a través de esa viñeta de Conan the Barbarian #115 y este hábil juego de conexiones con The Savage Sword of Conan #36, no era sino cerrar un círculo en su trabajo como escritor de las dos series principales del cimmerio, utilizando Halcones sobre Shem como puente entre ambas. Por lo demás, las cincuenta páginas de extensión que en esta ocasión abarcaba la historia apenas dejaban espacio para el resto de contenidos habituales que se presentaban en el magacín, siendo la quinta entrega del diccionario de la Edad Hyboria, A Gazeteer of the Hyborian World of Conan, including the World of Kull, el único artículo que esta vez aparecería incluido como complemento de The Savage Sword of Conan #36. A modo explicativo, merece la pena señalar que la serialización de este ensayo etnográfico y geográfico que se estaba publicando sobre el mundo hyborio se estaba realizando de acuerdo al orden alfabético seguido en el libro del mismo título del que procedía el trabajo de Lee N. Falconer, que en esta quinta entrega abarcaba desde el Lago Ho, situado en las lejanas tierras de Khitai, hasta el desaparecido continente de Mu. Al igual que había sucedido el año anterior, el mes de noviembre no iba a ver aparecer ningún número de The Savage Sword, al hallarse ocupado todo el equipo editorial y artístico del magacín en la realización de un nuevo especial a color cuya publicación estaba prevista para el mes siguiente dentro de la cabecera de Marvel Super Special (anteriormente denominada Marvel Comics Super Special), la nueva publicación que Marvel había lanzado al mercado el año anterior a través del sello Curtis Magazines. De esta manera, coincidiendo de nuevo con el periodo navideño, el mes de diciembre de 1978 volvería a ver de algún modo la aparición de dos números de The Savage Sword: El Rastro del Dios Manchado de Sangre dentro de Marvel Super Special #9 y Los Hijos del Lobo Blanco en The Savage Sword of Conan #37. Como se comentaba en la propia sección de correo de The Savage Sword, la aparición de un segundo número de Marvel Super Special dedicado al cimmerio, obedecía fundamentalmente a la confesada intención de Roy Thomas de ir probando el mercado de cara a ver las posibilidades de reconducir el magacín hacia un nuevo formato a color de periodicidad regular, pero lo cierto es que los costes de producción de una publicación a color con un número tan elevado de páginas hacían prácticamente inviable esa aspiración editorial de Thomas. En cualquier caso, presentando una fantástica portada protagonizada por Conan y Red Sonja que hubiera firmado el mismísimo Frank Frazetta pero que en realidad firmaba John Buscema (la tercera que llevaba a cabo para los magacines de Marvel, tras las realizadas para Savage Tales a principios de los setenta), Marvel Super Special #9 vino a presentar dos historias a todo color con cada uno de los protagonistas de esa portada al frente de las mismas. La historia principal era evidentemente la protagonizada por Conan: El Rastro del Dios Manchado de Sangre (The Trail of the Bloodstained God), adaptación al cómic de otro de los primeros pastiches publicados por Gnome Press en la década de los cincuenta dentro del volumen Tales of Conan (1955), siendo posiblemente el más flojo de todos ellos. Aparecida en esa primera versión literaria con el título El Dios Manchado de Sangre (The Blood-Stained God), la historia era, al igual que el resto de los pastiches que aparecieron en ese sexto volumen de la serie de Gnome Press, una reescritura efectuada por Sprague de Camp de otro de los relatos de Howard que el escritor tejano no había conseguido vender a ninguno de sus editores habituales, un relato escrito con vistas a su publicación en la revista pulp Thrilling Adventures y que estaba originalmente protagonizado por el norteamericano Kirby O'Donnell, el otro personaje que había capitalizado junto a El Borak la serie de aventuras orientales desarrollada por Howard a lo largo del año 1934. Ambientado originalmente en las montañas del moderno Afganistán de principios del siglo XX, Sprague de Camp reescribió el relato de Howard transformando a Kirby O'Donnell en Conan de Cimmeria, que en esta ocasión buscaba un tesoro en las Montañas Kezankianas situadas al este de Zamora y Koth, añadiendo de nuevo un elemento sobrenatural que no aparecía en la historia original y convirtiendo en flechas, lanzas y aceros todas las armas de fuego que salían en ella. Dentro de esas modificaciones introducidas por De Camp, una de las más relevantes era la que afectaba a la ciudad de Medina El Harami, una ciudad que en este relato original de Howard aparecía nombrada como la Ciudad de los Ladrones, siendo esa denominación el motivo de que Sprague de Camp decidiera reconvertirla en la famosa Ciudad de los Ladrones situada en Zamora que Howard había introducido a su vez en el Universo Hyborio a través de La Torre del Elefante, siendo también el propio De Camp quien la bautizaba ahora como Arenjún, la denominación con la que se acabaría popularizando entre los seguidores del cimmerio a través de los cómics Marvel. Desde el punto de vista de su adaptación al cómic, El Rastro del Dios Manchado de Sangre era otro de los pastiches que por su ubicación cronológica hubiera debido aparecer en su día dentro de la serie a color Conan the Barbarian y que ahora sin embargo se trasladaban a las páginas de The Savage Sword (o mejor dicho, en este caso concreto, a las páginas de Marvel Super Special), debiendo situarse cronológicamente entre Conan the Barbarian #39 y Conan the Barbarian #40, tras la deserción del cimmerio del ejército turanio, tal y como apuntaría el propio Roy Thomas en la cronología que él mismo iba a elaborar casi una década más tarde y que aparecería publicada a lo largo de diecisiete entregas (en realidad dieciocho, puesto que una de ellas aparecería dividida en dos partes) en las páginas de Conan Saga bajo el título A Chronology of Conan's Career as interpreted by Marvel Comics, sin duda el ensayo cronológico más importante sobre el cimmerio desde el punto de vista de sus apariciones en los cómics Marvel. Conservando el título original proporcionado por Howard, la adaptación aparecía firmada por el equipo artístico formado por Roy Thomas, John Buscema y Tony DeZúñiga que se iba a empezar a hacer cada vez más habitual para los seguidores del magacín a lo largo de los meses siguientes, siendo el trabajo a color obra de Marie Severin, que de esta manera repetía en su faceta de colorista tras haber desempeñado esa misma tarea en el primer número que el magacín a color le había dedicado al bárbaro (Marvel Comics Super Special #2). Por otra parte, en términos comparativos, el trabajo de DeZúñiga en El Rastro del Dios Manchado de Sangre resultaba mucho más visible a color de lo que lo había sido anteriormente el de Alfredo Alcalá, seguramente por las mayores ventajas para el trabajo a color que las tintas de DeZúñiga permitían hacer de los espacios en blanco y de las tramas de zip-a-tone. El único inconveniente que quizá se le podía achacar a DeZúñiga era que le hacía parecer al cimmerio mucho más mayor de la edad que supuestamente debía tener en esta historia, en la que teóricamente aún no había alcanzado los veintitrés años, circunstancia que seguramente el artista filipino desconocía. En este sentido, el trabajo de DeZúñiga con el bárbaro siempre tuvo como característica este notable envejecimiento de sus facciones, una circunstancia que resultaría especialmente adecuada para las historias que iban a aparecer a lo largo de los meses siguientes en el magacín, pero que no resultaba igual de convincente para las historias que aparecían ambientadas en sus años de juventud, como sucedía en este caso. Tal y como se anunciaba en portada, la otra historia que presentaba Marvel Super Special #9 era la protagonizada por Red Sonja: El Día del Juicio Rojo (Day of the Red Judgement), una pequeña e inesperada joya, muy influenciada por la estética del cómic europeo de aquellos años, que corría a cargo del artista norteamericano Howard Chaykin, quien precisamente en esta época comenzaba a hacer sus primeros trabajos para Heavy Metal, la versión estadounidense de la revista francesa Metal Hurlant. El trabajo a color, como se confirmaba unos meses más tarde dentro del propio correo de The Savage Sword, era de Klaus Nordby, un artista noruego que no llevaría a cabo más trabajos para Marvel, pero que en esta historia se integró a la perfección con el innovador tratamiento de las zonas de sombreado y el peculiar estilo lleno de ángulos y arabescos con el que Chaykin experimentaba en estos años. Con guion de Roy Thomas y Christy Marx, la historia suponía un nuevo giro de tuerca al controvertido origen de Red Sonja, circunstancia que de alguna manera venía a justificar la presencia en esta historia de Chaykin al frente del apartado artístico, toda vez que era él quien se había encargado de narrar gráficamente el origen de la hyrkania en las páginas del tercer número de Kull and the Barbarians. Tras la salida de Frank Thorne de la serie a color protagonizada por Sonja, parece ser que Roy Thomas buscaba un nuevo enfoque para el personaje, más alejado de lo que Thorne había estado haciendo hasta ese momento en la serie, propiciando así esta revisión del origen del personaje que aparecería en Marvel Super Special #9 y que iba a ser a su vez la primera parte de un relato más amplio que estaba previsto que continuase en un posterior número de Marvel Super Special dedicado específicamente a Red Sonja, un número que sin embargo nunca llegaría a aparecer, posiblemente a causa de la pérdida de impulso editorial que sufrió el personaje tras la cancelación de su serie a color unos pocos meses más tarde. Sea como fuere, tras la marcha de Roy Thomas de Marvel, el guion elaborado por Thomas y Marx conteniendo la secuela de esta historia no quedaría olvidado en un cajón, sino que sería recuperado a finales de 1982 para llevar a cabo una serie limitada de dos números que acabaría siendo presentada al público como el segundo volumen de la serie a color Red Sonja, the She-Devil with a Sword. Finalmente, el contenido de Marvel Super Special #9 se completaba con dos artículos centrados en el universo creado alrededor del bárbaro. El primero de ellos (Uncle Crom wants You), firmado por Don y Maggie Thompson, estaba dedicado a la denominada Legión Hyboria, el club de fans oficial de Conan que se había formado en 1955 y del que había surgido el histórico fanzine Amra como su principal vehículo de expresión, figurando entre sus miembros varios de los autores y especialistas más reconocidos de su época, nombres como los de John D. Clark, P. Schuyler Miller, L. Sprague de Camp, Fritz Leiber, Poul Anderson o George H. Scithers. Siguiendo además el juego de palabras que implicaba el título, el artículo aparecía encabezado por una ilustración de John Buscema que tomaba como modelo el famoso cartel publicitario creado en 1917 por el ilustrador James Montgomery Flagg, en el que el Tío Sam llamaba al alistamiento de los jóvenes norteamericanos durante la Primera Guerra Mundial. El segundo artículo era un ensayo de Jim Neal con la primera cronología oficial que Marvel le dedicaba a los cómics protagonizados por el cimmerio (A Chronology of the Conan Comics). El ensayo, que tomaba como base el estilo narrativo empleado por Miller y Clark en A Probable Outline of Conan's Career, abarcaba la trayectoria del bárbaro a través de sus apariciones en Conan the Barbarian, The Savage Sword of Conan y Savage Tales, pero tan sólo alcanzaba hasta Conan the Barbarian #75, es decir, hasta el punto en que las tres publicaciones permitían completar esa trayectoria en el momento en que el ensayo había sido elaborado, aproximadamente hacia mediados de 1977. A pesar de estar incompleto, el ensayo sería asumido y tomado como base para esta primera época del bárbaro en el anteriormente citado y más completo estudio cronológico que el propio Roy Thomas llevaría a cabo en las páginas de Conan Saga (A Chronology of Conan's Career as interpreted by Marvel Comics), completando así el trabajo iniciado por Jim Neal a través de esta primera cronología oficial del personaje desde el punto de vista de los cómics Marvel. Con una nueva ilustración de Earl Norem apareciendo en portada, The Savage Sword of Conan #37 presentó en ese mismo mes de diciembre Los Hijos del Lobo Blanco (Sons of the White Wolf), otra adaptación al Universo Hyborio de uno de los relatos originales que Robert E. Howard había escrito sobre El Borak, pero que sin embargo no se correspondía con ninguno de los pastiches de Sprague de Camp que en ese momento estaban apareciendo en el magacín, sino que era una adaptación original del propio Roy Thomas que se intercalaba entre ellos con el fin de reajustar los plazos de entrega de John Buscema y Tony DeZúñiga, quienes en ese momento se encontraban bastante retrasados con la adaptación del último de los pastiches de Gnome Press que tenían entre manos (El Camino de las Águilas), optando Roy Thomas por publicar esta historia entre medias a cargo de un equipo artístico diferente, formado por Sal Buscema y Rudy Nebres. En su versión original literaria, El Hijo del Lobo Blanco (Son of the White Wolf) era la última historia que Howard había escrito sobre El Borak, viendo la luz por primera vez en diciembre de 1936 dentro de la revista pulp Thrilling Adventures. Tal y como ya había hecho anteriormente con otros relatos de Howard, Thomas vino a mantener la trama básica de la historia original, ambientada durante el transcurso de la Primera Guerra Mundial, pero introduciendo a su vez determinadas modificaciones con el fin de adecuarla a las circunstancias propias de la Edad Hyboria y poder transformar en un relato de espada y brujería lo que no dejaba de ser una historia propia del género de aventuras. En este sentido, lo primero que se observaba era que la adaptación al cómic retocaba ligeramente el título de la versión literaria original, que Howard venía a referir en singular al oficial turco que lideraba la sublevación contra el imperio otomano a la que se enfrentaba El Borak, mientras que Thomas lo utilizaba en plural, poniendo el énfasis en el movimiento rebelde contra el rey Yezdigerd que encabezaba el turanio Oshmaan utilizando como bandera el estandarte del lobo blanco de la antigua Zarfhaana, el país del que procedían los hyrkanios en la era precataclísmica del Rey Kull (que para eso Thomas cuidaba como nadie los pequeños detalles de continuidad). Por otra parte, desde el punto de vista cronológico, la historia aparecía situada en la segunda época de Conan con los kozakis, en los días previos a su alianza con los piratas del Vilayet, ubicándose apenas unos meses antes de los hechos narrados en El Diablo de Hierro (The Savage Sword of Conan #15), donde el cimmerio ya aparecía encabezando esa alianza entre piratas y kozakis descrita por Howard. Argumentalmente, en cuanto al desarrollo de la historia, la diferencia fundamental respecto de ambas versiones era la introducción entre las páginas 23 y 29 de todo el episodio fantástico que tenía lugar en el oasis al que llegaban Conan y Alondra (en la versión original de Howard, una supuesta espía alemana llamada Olga von Bruckmann, cuyas razones para estar en oriente medio eran bastante distintas de las que Thomas establecía en la adaptación al cómic), manteniendo ambos una relación sexual en ese oasis que tampoco aparecía en la versión original escrita por Howard. Igualmente, relacionada también con este personaje femenino que aparecía en la historia, una anécdota que resulta bastante curiosa es que ese nombre de Alondra con el que Thomas lo rebautizaba procedía del nombre de una calle del área metropolitana de Los Angeles por la que el guionista cruzaba habitualmente con su coche mientras conducía por la autopista de circunvalación de San Diego Freeway en dirección a su casa. Desde el punto de vista artístico, la adaptación gráfica de Los Hijos del Lobo Blanco corría a cargo de un viejo conocido del cimmerio que ya había trabajado con el personaje en los primeros tiempos de Conan the Barbarian junto a Barry Smith: Sal Buscema, el hermano pequeño de John Buscema, un muy buen dibujante a menudo injustamente tratado por no llegar a la altura de su hermano y ser exactamente igual de rápido. Acompañado en esta ocasión del artista filipino Rudy Nebres en las tareas de entintado, la sustitución que el menor de los Buscema había llevado a cabo de su hermano en Conan the Barbarian #92 (motivada por el mes de vacaciones que éste había pasado en Francia e Italia), resultó ser muy del agrado de Roy Thomas, de manera que ante la falta de artistas capaces de mantener el fuerte ritmo de trabajo establecido por el mayor de los Buscema y que al mismo tiempo se pudieran considerar adecuados para cubrir las ausencias que en ese momento estaba produciendo la apretada agenda del artista neoyorquino, Sal Buscema acabaría siendo el artista designado por Thomas para cubrir los vacíos que a lo largo de los meses siguientes iría dejando su hermano en las páginas del magacín, siendo ésta la primera de las adaptaciones que el menor de los Buscema llevaría a cabo durante este periodo. Sin llegar a la capacidad artística de su hermano, aunque evidentemente muy influenciado por éste, el estilo esencialmente limpio y dinámico de Sal Buscema, habitualmente lleno de figuras de gran tamaño y mostrando siempre facciones muy expresivas y claras, se veía completado en esta ocasión por los suaves sombreados y el detallado acabado a tinta de un especialista en los cómics en blanco y negro que procedía del estudio del propio Tony DeZúñiga, el filipino Rudy Nebres, debiendo destacarse que por estas mismas fechas Sal Buscema y Rudy Nebres se habían encargado también de llevar a cabo la realización gráfica del Tarzan, Lord of the Jungle #21, con muy buenos resultados desde el punto de vista de Roy Thomas, circunstancias todas ellas que seguramente puedan explicar las razones por las que ambos acabaron formando equipo artístico en este número de The Savage Sword. Junto a Los Hijos del Lobo Blanco, la otra historia que completaba el contenido de The Savage Sword of Conan #37 era la segunda parte de Luna de Cráneos, la historia de Solomon Kane que había comenzado en The Savage Sword of Conan #34 y cuya continuación había quedado fuera de los dos números anteriores del magacín al tener que compartir espacio con las escasas páginas que las adaptaciones del cimmerio estaban dejando disponibles para el resto de contenidos habituales de la revista. Con guión de Don Glut y dibujos de David Wenzel, acabando por primera vez a tinta sus propios lápices en esta segunda parte de la historia, esta nueva entrega de Luna de Cráneos abarcaba el tercer capítulo del relato original escrito por Howard, sirviendo para la presentación de la joven Marylin Taferal y de la diabólica reina Nekari en su papel de principal villana de la historia, además de explicar cómo había llegado el espadachín inglés hasta aquella inexplorada región del continente africano en busca de la desaparecida heredera de la fortuna y títulos de los Taferal. Con otra nueva portada del ilustrador Earl Norem, recogiendo esta vez una representación temática de la historia a través de las figuras de Conan, Roxana y los sobrenaturales brylukas de las leyendas del Cáucaso, The Savage Sword of Conan #38 abrió el año 1979 con la adaptación del último de los pastiches de primera generación publicados por Gnome Press que quedaba por llevar a los cómics Marvel: El Camino de las Águilas (The Road of the Eagles), aparecido al igual que los anteriores en 1955 dentro del volumen Tales of Conan, aunque a modo promocional también llegaría a publicarse en diciembre de ese mismo año dentro de la revista Fantastic Universe bajo el título de Conan, Man of Destiny. Tal y como sucedía con el resto de pastiches publicados en ese volumen de Gnome Press, El Camino de las Águilas volvía a ser una reescritura efectuada por Sprague de Camp de uno de los relatos originales de Howard que éste no había conseguido llegar a publicar, en este caso un relato histórico que el tejano había escrito a principios de 1933 con vistas a su aparición en The Magic Carpet Magazine, viéndose frustrada su publicación a causa del inesperado cierre de la revista como consecuencia de la gran depresión de 1929. La historia original, claramente influenciada por las novelas de Harold Lamb sobre Khlit y los cosacos del Zaporozhian, se desarrollaba en el siglo XVI en lo que hoy es la actual zona de Armenia, perteneciente en ese momento al imperio turco regido por el sultán Murad Soleiman, apareciendo protagonizada por Iván Sablianka, un cosaco del Zaporozhian que lideraba a sus hombres a través del Mar Negro con la misión de vengar la muerte de su hetman a manos del corsario argelino Osmán Pasha, quien había actuado a su vez bajo las órdenes del sultán de Constantinopla de acabar con los cosacos establecidos en la zona del Dnieper. El relato reescrito por Sprague de Camp y posteriormente adaptado al cómic por Roy Thomas, funcionaba dentro de la cronología del cimmerio como una secuela de Sombras de Hierro en la Luna, conservando el título original que le había proporcionado Howard y su estructura argumental general, si bien los cosacos de Iván Sablianka se transformaban en los piratas del Vilayet que seguían a Conan (incluso uno de ellos, Ivanos, su segundo al mando, que ya había aparecido como secundario en Sombras de Hierro en la Luna, volvía a ser introducido en este relato a efectos de lograr una mayor continuidad entre ambas historias), los armenios que aparecían en la historia se convertían en yuetshis que juraban por Khosatral Khel (a fin de establecer también las oportunas referencias con El Diablo de Hierro, la otra historia del Conan de Howard que aparecía ambientada en la zona del Vilayet), mientras que el sultán turco se convertía en el rey Yildiz de Turan, lo que proporcionaba a su vez otra buena base argumental para la continuidad de la Edad Hyboria, en este caso favoreciendo el ascenso al trono del príncipe Yezdigerd, a quien Howard había mencionado en otros relatos del cimmerio como monarca de los turanios. Las diferencias entre ambas versiones se centraban sobre todo en la parte final. Entre otros cambios, los más significativos consistían en la introducción de la figura de los brylukas, presentándose como un elemento fantástico propio de la Edad Hyboria que no aparecía en el relato original (aunque aprovechaba muy bien el lugar en que se encontraban, que sí aparecía en la historia), así como el desenlace final que tenía lugar entre Conan y sus piratas, muy distinto al comportamiento que tenían los cosacos que seguían a Iván Sablianka, pero seguramente necesario para respetar la trayectoria del cimmerio que aparecía implícita en las historias originales de Howard. Situándose cronológicamente entre Sombras de Hierro en la Luna (The Savage Sword of Conan #4) y Nacerá una Bruja (The Savage Sword of Conan #5), su adaptación al cómic corría a cargo de Roy Thomas, John Buscema y Tony DeZúñiga, que de este modo volvían a formar equipo artístico en las páginas del magacín. A efectos gráficos, lo cierto es que Buscema se permitía alguna que otra licencia artística en la representación de algunas de las escenas más violentas del relato, que no aparecían recogidas de una manera tan realista y sangrienta en la versión literaria, pero que seguramente resultaban mucho más convincentes y adecuadas a las circunstancias de la Edad Hyboria que las presentadas originalmente en la versión reescrita por Sprague de Camp. Igualmente, su imagen de los brylukas, a modo casi de enjambre (una representación gráfica que Norem llevaría prácticamente intacta a su portada), resultaba también bastante más impactante en su traslación al cómic que la que se describía de una manera más general en la versión literaria de la que procedían. Por otra parte, adaptándose de nuevo perfectamente a los lápices de Buscema, el entintado de DeZúñiga volvía a proporcionar un sólido refuerzo al trabajo realizado por el artista neoyorquino. En este sentido, DeZúñiga, al igual que antes había hecho Alfredo Alcalá, agregaba ciertamente su sello personal al trabajo previo a lápiz de Buscema, pero también permitía que el trabajo de éste resultase mucho más visible bajo su entintado, al tiempo que su particular combinación de tintas y tramas de zip-a-tone sobre los fondos proporcionaba una textura y una sensación de profundidad al contenido de las viñetas que resultaba sumamente efectiva. Habiéndose integrado progresivamente en la serie, su trabajo resultaba ser tan bien acogido por los lectores como antes lo había sido el exuberante y detallado trabajo de Alfredo Alcalá, aunque a través de una visión artística y un estilo de acabado a tinta completamente diferente. Las más de cincuenta páginas de extensión que abarcaba El Camino de las Águilas motivaban que la tercera parte de Luna de Cráneos, la historia de Solomon Kane que había quedado interrumpida en el número anterior, no formase parte del contenido de The Savage Sword of Conan #38, viéndose de nuevo desplazada hasta el siguiente número del magacín. En consecuencia, el único contenido que en esta ocasión complementaba la historia principal dedicada al cimmerio era la sexta entrega del diccionario etnográfico y geográfico de la Edad Hyboria A Gazeteer of the Hyborian World of Conan, including the World of Kull, a cargo de Lee N. Falconer, el seudónimo utilizado por la escritora Julian May. Siguiendo el orden alfabético que venía establecido por su previa publicación en formato de libro, la sexta entrega de este elaborado estudio sobre las razas, países y geografía del universo hyborio abarcaba las referencias comprendidas entre la ciudad turania de Nahareh y Phyton, la capital del antiguo reino de Acheron. Presentando otra de las mejores portadas que Earl Norem llevó a cabo para el magacín, The Savage Sword of Conan #39 trajo consigo el primero de los pastiches de la denominada tercera generación que apareció publicado en las páginas de The Savage Sword: Las Legiones de los Muertos (Legions of the Dead), un relato escrito por L. Sprague de Camp y Lin Carter (aunque varios autores consideran que también participó en su elaboración la esposa del escritor, Catherine Crook de Camp) que se integraba en la trayectoria del cimmerio como una precuela de La Cosa de la Cripta (The Thing in the Crypt), el relato que iniciaba la saga de Conan en las novelas de Lancer, ubicándose cronológicamente en su época de juventud, antes incluso de su primera aparición como ladrón en Zamora. La inclusión de ambas historias en una época tan temprana de la trayectoria del bárbaro venía a ser justificada argumentalmente por De Camp en los términos empleados por el propio Howard en uno de los párrafos de la carta que había dirigido en 1936 a Miller y Clark, comentándoles la cronología que éstos le habían enviado previamente. "Transcurrió el espacio de un año entre Venarium y su aparición en la ciudad de los ladrones de Zamora. Durante ese tiempo regresó a los territorios de su tribu situados al norte e hizo su primer viaje fuera de los límites de Cimmeria. Por extraño que parezca, se dirigió al norte en lugar de ir al sur. Por qué o cómo, no estoy seguro, pero pasó unos meses junto a una tribu de aesires luchando contra vanires e hyperbóreos, desarrollando un odio por estos últimos que duró toda su vida y afectaría más tarde a su política como rey de Aquilonia. Tras ser capturado por ellos, escapó hacia el sur y llegó a Zamora a tiempo de hacer su debut en letra impresa" (Carta de REH a P. Schuyler Miller de marzo de 1936).Aparecido por primera vez dentro de la colección de siete relatos que Bantam Books acababa de publicar el año anterior bajo el título de Conan el Espadachín (Conan the Swordsman, 1978), la razón de ser de Las Legiones de los Muertos era la misma que la del resto de nuevos pastiches que aparecieron incluidos en ese volumen, es decir, una razón puramente comercial. De acuerdo con las cifras indicadas por Paul Sammon en su estudio Conan the Phenomenon, las novelas de Lancer habían llegado a vender más de diez millones de ejemplares sólo en los Estados Unidos, sin contar con las traducciones que se llevaron a cabo a otros idiomas, un número de ejemplares que venía a explicar por sí solo los motivos que acabaron conduciendo a esta tercera generación de pastiches del cimmerio, una tercera generación que sólo se había visto impedida hasta ese momento por los problemas de derechos surgidos entre los herederos de Howard y el propio Sprague de Camp. La creación de Conan Properties Inc. como entidad independiente en la que todas las partes en conflicto se vieron representadas en base a determinados porcentajes, acabó posibilitando no sólo el que la exitosa serie de Lancer Books pudiese volver a ser reeditada, en este caso por Ace Books, sino a que otras editoriales, como Bantam Books, comenzasen a publicar a su vez nuevas historias de Conan, las primeras de ellas firmadas por L. Sprague de Camp, Lin Carter y Björn Nyberg, los continuadores oficiales de la saga del bárbaro. Desde un punto de vista cronológico, tanto Las Legiones de los Muertos como La Cosa de Cripta se integraban dentro del corto espacio de tiempo mencionado por Howard en el que Conan había sido capturado por los hyperbóreos. Como parte de ese periodo temporal concreto, ambas historias se hallaban ambientadas en los territorios fronterizos situados entre Asgard e Hyperbórea y aparecían protagonizadas por un Conan que en ese momento contaba aproximadamente con unos dieciséis años de edad. Su adaptación a los cómics Marvel tropezaba sin embargo con algunos problemas que se derivaban no sólo de la incorrecta ubicación de La Hija del Gigante Helado por parte de John D. Clark (que Sprague de Camp y Lin Carter intentaron solucionar incluyendo en Las Legiones de los Muertos a la figura de Gorm, el viejo guerrero que acompañaba a los aesires), sino de las contradicciones existentes entre las historias que ya habían aparecido publicadas en Conan the Barbarian #1 a 3 y lo contado por Carter y De Camp en estos dos pastiches. Ante estas contradicciones argumentales, la solución que Roy Thomas adoptaría inicialmente en los cómics Marvel fue la de establecer que Conan había sido capturado en dos ocasiones diferentes por los hyperbóreos (en el flashback de Conan the Barbarian #3 y en Las Legiones de los Muertos), logrando escaparse de ellos en ambas ocasiones (que se narraban a su vez en el citado flashback de Conan the Barbarian #3 y en La Cosa de la Cripta), ubicándose así Las Legiones de los Muertos y La Cosa de la Cripta entre los dos primeros números de Conan the Barbarian. A efectos argumentales, el mayor inconveniente que presentaba Las Legiones de los Muertos era que su final quedaba demasiado abierto, dejando una cierta impresión de que faltaba una historia entre medias que viniese a explicar cómo Conan había logrado huir del castillo Haloga y de Vammatar, la reina bruja de los hyperbóreos, quien por cierto tomaba prestado su nombre de una de las deidades malignas mencionadas en el Kalevala, la mítica epopeya finlandesa. Como se mencionaba en la propia sección de correo del magacín, Roy Thomas llegó incluso a consultar a Sprague de Camp si tenía pensado elaborar una tercera historia sobre este periodo del cimmerio que enlazase los hechos narrados en Las Legiones de los Muertos con La Cosa de la Cripta, a fin de poder cerrar de una manera más definitiva la historia. Sin embargo, la respuesta de Sprague de Camp fue negativa. En su mente, no había planes para contar nada más en relación a estas dos historias y todo terminaba ahí, una elipsis argumental que probablemente resultase demasiado forzada para un medio tan propenso a la continuidad como el de los comic-books. Ante esta situación, en la propia sección de correo se llegó a mencionar la idea que Thomas tenía en mente de llevar a cabo una secuela de Las Legiones de los Muertos a través de un futuro número de The Savage Sword, pero lo cierto es que la marcha del guionista a finales del año siguiente acabaría frustrando ese propósito. No obstante, a modo de curiosidad, cabe señalar que el propio Roy Thomas retomaría la idea de continuar esta historia catorce años más tarde, en las páginas de Conan the Barbarian #254, dentro de lo que sería su segunda época con el bárbaro, una historia que resultó muy poco convincente y que además vendría a complicar todavía más la ubicación cronológica de todo este conjunto de historias. Desde el punto de vista gráfico, la adaptación al cómic de Las Legiones de los Muertos corría a cargo de Sal Buscema y Tony DeZúñiga, quienes de esta manera formaban equipo artístico por primera vez en las páginas del magacín. Reemplazando de nuevo a su hermano con motivo de las más de ciento cincuenta páginas que de manera sucesiva e ininterrumpida iba a conllevar la adaptación de la novela Conan el Bucanero durante los meses siguientes, la aparición del menor de los Buscema en esta historia venía a contar además con otro argumento importante a su favor, toda vez que el propio Sal Buscema había sido el artista encargado de llevar a cabo la adaptación gráfica de La Cosa de la Cripta en las páginas de Conan the Barbarian #92, existiendo así una cierta coherencia editorial y artística en que fuese también él quien se encargase de trasladar al cómic esta historia que la precedía. Desafortunadamente, Sal Buscema se hallaba en esas fechas excesivamente cargado de trabajo debido a las otras tres series mensuales que en ese momento tenía a su cargo (Captain America, The Incredible Hulk y Tarzan, Lord of the Jungle, donde por cierto acababa también de reemplazar a su hermano), lo que hacía que prácticamente se limitase a abocetar algunas de las páginas, dejando la mayor parte del acabado final en manos de Tony DeZúñiga, cuyo trabajo seguramente marcaba demasiado sus lápices, y posiblemente de manera no muy positiva, puesto que DeZúñiga también se hallaba en ese momento demasiado saturado de trabajo, aparte de volver a mostrar a un Conan más mayor en edad de lo que requería la historia, algo que de por sí ya era bastante consustancial al acabado de Tony DeZúñiga. Las escasas veintidós páginas que vino a abarcar la historia principal permitieron que en esta ocasión se pudiesen presentar un mayor número de contenidos en el magacín, siendo el más significativo de ellos la acumulación en una sola entrega de las partes tercera y cuarta de Luna de Cráneos, la historia de Solomon Kane que se había quedado interrumpida en The Savage Sword of Conan #37. De esta manera, con el equipo artístico habitual formado por Don Glut y David Wenzel a cargo de estas dos últimas partes de la adaptación, The Savage Sword of Conan #39 vino a presentar en diecinueve páginas los cuatro capítulos finales con los que concluía el relato original de Howard. Curiosamente, Roy Thomas también llevaría a cabo una secuela de esta segunda historia de The Savage Sword of Conan #39 durante su segunda época en el magacín, esta vez en las páginas de The Savage Sword #219-220 (Los Jinetes Oscuros de la Muerte), con la particularidad de que en esta ocasión Conan y el puritano inglés compartirían el protagonismo de la secuela. Por lo demás, el resto del número se completaba con un brillante portafolio del artista filipino Rudy Nebres dedicado a cuatro de los personajes más populares de Howard (Conan, Solomon Kane, Kull y Red Sonja) y la séptima entrega del diccionario etnográfico y geográfico de la Edad Hyboria, A Gazeteer of the Hyborian World of Conan, a cargo de Lee N. Falconer, el seudónimo utilizado por la escritora Julian May. Tal y como se venía anunciando desde hacía varios meses en el correo de la revista, con fechas en portada que iban de mayo a agosto de 1979, los números correspondientes a The Savage Sword of Conan #40 a 43 presentaron la adaptación de la novela Conan el Bucanero (Conan the Buccaneer, 1971), con Roy Thomas, John Buscema y Tony DeZúñiga como principales responsables de lo que se acabaría configurando como otro de los grandes clásicos que aparecerían durante estos años en las páginas de The Savage Sword. En su versión original literaria, Conan el Bucanero era una de las dos novelas que habían aparecido formando parte de la segunda generación de pastiches del cimmerio (la otra había sido Conan de las Islas, la historia que cerraba oficialmente la saga del cimmerio), conformando el sexto volumen cronológico de la serie publicada por Lancer Books y siendo el último que aparecería antes de que la quiebra de la editorial y los conflictos de derechos sobre el personaje obligasen a interrumpir la serie a falta de un último volumen, Conan de Aquilonia, que no sería publicado sino hasta varios años más tarde. Publicada bajo las firmas de L. Sprague de Camp y Lin Carter (aunque desde los sectores más críticos de REHupa se considera que se trató de una novela escrita en su mayor parte por Lin Carter que luego Sprague de Camp retocó en mayor o menor medida), Conan el Bucanero se presentaba como una secuela de El Estanque del Negro, el lovecraftiano relato de Howard en el que Conan asumía la capitanía del Wastrel y se establecía como bucanero al servicio de la corona de Zingara, la versión hyboria de la España que dominaba los mares del siglo XVII. Situándose la trama argumental apenas un año después de los hechos narrados en esa historia, el propio Lin Carter comentaba en su introducción a la novela que Conan el Bucanero servía para cubrir un periodo de tiempo que resultaba un poco confuso en la biografía del cimmerio, como eran sus años como corsario en Zingara, pero también buscaba fortalecer la propia coherencia interna de la saga a través de los personajes que aparecían en ella, como sucedía con el vanir Sigurd (un antiguo pirata barachano al que ambos escritores habían utilizado por primera vez en Conan de las Islas, siendo ahora donde ambos personajes se conocían) o con el regreso a la saga del guerrero negro Juma (quien ya había aparecido como mercenario de los turanios y compañero de armas del cimmerio en La Ciudad de los Cráneos, siendo mencionado también en La Maldición del Monolito), o con otros dos personajes que resultaban extraídos directamente de los propios relatos de Howard y que adquirían un notable protagonismo a través de esta historia: el corsario Zarono el Negro (uno de los principales villanos de El Extranjero Negro, posteriormente reescrita por Sprague de Camp como El Tesoro de Tránicos) y el archimago estigio Thoth-Amon, posiblemente la figura más importante de El Fénix en la Espada y que tanto Sprague de Camp como Roy Thomas establecerían como el gran villano de la saga del cimmerio. Situándose su adaptación al cómic entre El Estanque del Negro (The Savage Sword of Conan #22 y The Savage Sword of Conan #23) y Clavos Rojos (Savage Tales #2 y (3), The Savage Sword of Conan #40 se encargó de presentar la primera parte de Conan el Bucanero, utilizando como título el mismo que encabezaba el prólogo de la novela: Un Sueño de Sangre (A Dream of Blood), un prólogo que por cierto se mostraba en buena parte deudor de la presentación de la princesa Yasmela que el propio Howard había llevado a cabo en El Coloso Negro (The Savage Sword of Conan #2) y que resultaba adaptado en esta primera parte de la saga junto con los siete capítulos iniciales de la novela, formando una extensa primera parte de la adaptación de casi cincuenta páginas. A pesar de los cinco años transcurridos desde el primer número de The Savage Sword, la portada presentaba la particularidad de ser la primera que John Buscema realizaba para el magacín, una portada que de nuevo presentaba un tratamiento de color y unos difuminados muy propios del estilo de Frank Frazetta y que mostraba a Conan y a Chabela en los acantilados de la Isla sin Nombre haciendo frente al dios sapo Tsathoggua, nombre que Sprague de Camp y Lin Carter tomaban prestado a su vez de una de las deidades primigenias que el escritor Clark Ashton-Smith había incorporado al panteón de los Mitos de Cthulhu en sus historias para Weird Tales. Por otra parte, tal y como se puede observar en la portada, Buscema había dibujado la figura de Tsathoggua en todas las páginas interiores incluyendo dos ojos en su rostro; sin embargo, a petición de Roy Thomas, en el posterior acabado a tinta, Tony DeZúñiga retocaría todas esas páginas interiores en que Buscema había dibujado al dios sapo, añadiendo varias gemas en el lugar de los ojos a fin de que guardase una mayor semejanza con la descripción proporcionada en la novela, de ahí que se observase esta diferencia entre las dos versiones de Buscema de Tsathoggua que aparecían en la historia, la que se presentaba en portada y la que se veía luego en las páginas interiores. Como a veces suele ocurrir con algunas adaptaciones cinematográficas, lo cierto es que la adaptación al cómic mejoraba notablemente la novela. El ritmo épico que marcaban Roy Thomas y John Buscema compensaba en buena parte la ausencia de la prosa de Howard en la base de la narración, resultando además mucho más convincentes todos los personajes tras su paso por las manos de John Buscema, como ocurría por ejemplo con el sacerdote setita Menkara, que adquiría ahora una luz mucho más interesante y siniestra, o con el trabajado diseño gráfico que Buscema llevaba a cabo sobre Zarono el Negro, desde su propia concepción artística vistiendo sombrero de ala ancha y la indumentaria propia de un pirata del siglo XVII, hasta el reflejo de oscuridad que mostraba cuando se hallaba embriagado en la privacidad de su camarote. Aprovechando las posibilidades artísticas ofrecidas por el sello Curtis Magazines, otro de los personajes que adquiría una nueva dimensión bajo los lápices de Buscema era la princesa Chabela de Zingara, a la que el artista neoyorquino se iba a encargar de mostrar en diferentes niveles de desnudez a lo largo de toda la historia, circunstancia que se iba a poner de manifiesto desde la propia splash inicial con que comenzaba la adaptación. El resto del número se completaba con la octava entrega del diccionario hyborio A Gazeteer of the Hyborian World of Conan de Lee N. Falconer y con un nuevo artículo de Fred Blosser: The (Almost) Forgotten Tales of Conan, revisando en esta ocasión el disco de vinilo dedicado a Conan the Barbarian que había publicado en 1976 el sello discográfico Power Records. Producido por Neal Adams y Dick Giordano, el LP contenía cuatro dramatizaciones realizadas al estilo de los seriales radiofónicos de los años sesenta (Jewel of the Ages, The Thunder Dust, Shadow of the Stolen City y Crawler in the Mist) cuyos guiones aparecían escritos por Len Wein y Roy Thomas. Junto con ese vinilo de 33 rpm, Power Records lanzó simultáneamente una versión en single que contenía una sola de esas cuatro historias, Crawler in the Mist, que venía a su vez acompañada por una adaptación al cómic firmada por John Buscema y Neal Adams. Curiosamente, esa misma versión en cómic aparecería reeditada apenas un año y medio más tarde (con tres páginas nuevas añadidas por parte de John Buscema) en Conan the Barbarian #116, siendo una de las historias que marcarían la transición a J.M. DeMatteis tras la marcha de Roy Thomas de la editorial. Y otra curiosidad es que dos de esas cuatro dramatizaciones (Shadow of the Stolen City y de nuevo Crawler in the Mist) volverían a ser adaptadas al cómic por Roy Thomas y Ernie Chan, en este caso a través de las tiras de prensa de Conan. Con el título La Búsqueda de la Corona Cobra (The Quest for the Cobra Crown), The Savage Sword of Conan #41 presentó la segunda parte de la adaptación de Conan el Bucanero, comprendiendo los siete siguientes capítulos de la novela, si bien el último de ellos no se llegaba a adaptar en su totalidad a fin de crear el cliffhanger con el que comenzaba el número siguiente. La ilustración de portada aparecía firmada por Earl Norem, aunque no es descartable que la realizase sobre la base de un boceto previo de John Buscema, existiendo alguna que otra controversia al respecto. Tras haber realizado la portada del Marvel Super Special #9, está contrastado a través del propio Roy Thomas que Buscema había decidido llevar a cabo todas las portadas del magacín en que él se hubiese encargado de dibujar sus páginas interiores; de ahí que la de The Savage Sword of Conan #40 fuese suya. Sin embargo, parece ser que después de ponerse a trabajar en la portada de The Savage Sword of Conan #41, la cantidad de trabajo que tenía sobre la mesa y el tiempo que le llevaba el trabajo a color de cada portada, le hizo cambiar de opinión y abandonar su intención inicial, acudiendo entonces Roy Thomas a Earl Norem y Bob Larkin para que se encargasen de las siguientes con la premura de tiempo que se requería a fin de no tener problemas con las fechas de entrega, siendo así como Norem acabaría firmando la de este número y Larkin las de los dos siguientes. Sin embargo, el esquema narrativo de la portada, las figuras de Chabela y de las amazonas, e incluso algunos aspectos de la del propio Conan, resultaban muy cercanas a los planteamientos que Buscema desarrollaba en las páginas interiores, surgiendo en algunas revistas de la época la teoría de que Norem pudiese haber elaborado la portada de The Savage Sword of Conan #41 partiendo de alguna versión inacabada que Buscema hubiese abandonado, un poco al estilo de lo sucedido en la portada que Boris Vallejo había llevado a cabo para The Savage Sword of Conan #5. Sea como fuere, lo cierto es que la portada aparece firmada por Norem y hoy en día está considerada oficialmente como suya. En cuanto al desarrollo argumental de esta segunda parte de la adaptación, la splash inicial con la que se reanudaba la historia era una buena muestra de cómo manejaban Roy Thomas y John Buscema el tratamiento narrativo de las historias de Sprague de Camp y Lin Carter a la hora de trasladarlas al cómic. En la versión literaria, los marineros responsables de la fuga de Chabela eran encadenados a la quilla del barco; por el contrario, lo que se contaba en la splash de The Savage Sword of Conan #41 era cómo se les pasaba a ambos por la plancha antes de ser arrojados a los tiburones, un castigo diferente que en sí mismo no alteraba el contenido de lo sucedido, pero que resultaba mucho más visual a efectos de su representación gráfica y permitía además la inclusión de Zarono y Menkara en la escena resumiendo lo sucedido de cara al lector. A efectos argumentales, esta segunda parte de la historia se ocupaba de presentar al resto de personajes centrales de la trama, destacando la introducción del pueblo de las Amazonas y la aparición por primera vez en las páginas del magacín del hechicero estigio Thoth-Amon, asumiendo el papel del principal villano de la historia, un papel que en las adaptaciones originales de Roy Thomas raras veces había desempeñado hasta entonces de manera directa (siguiendo el planteamiento desarrollado por Howard en El Fénix en la Espada), pero que sin embargo resultaba mucho más intervencionista y presencial en la visión que Sprague de Camp y Lin Carter tenían sobre el personaje. Por otra parte, el objeto mágico sobre el que giraba la trama también era presentado en esta segunda parte de la adaptación: la Corona Cobra, un talismán procedente de la antigua Lemuria que aparecía por primera vez en los cómics Marvel y que no debe confundirse con la Corona Serpiente, cuya relación con la Corona Cobra sería explicada años más tarde en The Punisher Annual #2, en el quinto capítulo del serial por entregas que complementaba la saga Atlantis Ataca, y que también presentaba apariciones de Conan, Thoth-Amon y otros personajes de la saga durante el transcurso de esta historia. Continuando el orden cronológico de las aventuras de Solomon Kane, la segunda historia que presentaba The Savage Sword of Conan #41 era El Regreso de sir Richard Grenville (The Return of sir Richard Grenville), una historia de fantasmas ambientada en plena jungla africana que suponía la adaptación al cómic del poema del mismo título escrito por Robert E. Howard, un poema que había aparecido formando parte de los manuscritos inéditos del escritor tejano que habían acabado llegando a manos de Glenn Lord, siendo publicado por primera vez en 1968 dentro de la recopilación Red Shadows. Sustituyendo a Don Glut, la adaptación corría a cargo de Roy Thomas y David Wenzel, contando además con un prólogo original del propio Roy Thomas en el que se narraba la muerte de Grenville en la misma batalla naval en la que Kane había sido capturado por los españoles y trasladado después a España como reo de la Inquisición. En el apartado gráfico destacaba cada vez más favorablemente el trabajo del joven artista David Wenzel, encargándose de nuevo de todo el trabajo a lápiz y a tinta de las siete páginas en que se desarrollaban el citado prólogo de Thomas y el poema de Howard. El resto del número se completaba con dos nuevos artículos. El primero era obra de Fred Blosser (Conan's World... and welcome to it), reseñando la aparición de un libro sobre el mundo de Conan obra de un poco conocido autor llamado Darrell Schweitzer, un libro que no puede decirse que obtuviese muchos reconocimientos y que desde luego no los obtuvo en la reseña de Blosser. El segundo (The Ballad of Bêlit), obra del propio Roy Thomas, resultaba por el contrario mucho más interesante, teniendo como motivo principal la inminente aparición al mes siguiente del número cien de Conan the Barbarian con el que la etapa de La Reina de la Costa Negra llegaba a su conclusión. El artículo recogía algunos de los pensamientos que el propio Roy Thomas tenía respecto a Bêlit y mostraba también algunos de los estudios y bocetos iniciales que John Buscema había llevado a cabo sobre el personaje de manera previa a su presentación en Conan the Barbarian #58, incluyéndose además una historia en imágenes de la evolución que había seguido la portada de Conan the Barbarian #100 hasta llegar al resultado que finalmente iba a aparecer publicado. Lógicamente no se desvelaba la portada definitiva que estaba prevista que apareciese al mes siguiente, pero sí la que originalmente habían realizado John Buscema y Ernie Chan para ese mismo número (desechada por Thomas por considerar que le faltaba algo de fuerza), el posterior boceto a lápiz de Marie Severin que sustituiría a ese concepto inicial de Buscema y Chan, y una nueva versión de Ernie Chan sobre ese boceto de Severin que con algunos matices posteriores que llevaría a cabo el propio John Buscema se convertiría en la versión final que todos conocemos hoy. Con fecha de portada de julio de 1979 y correspondiéndose con la publicación en ese mismo mes de mayo del número centenario de Conan the Barbarian, The Savage Sword of Conan #42 presentó la tercera parte de Conan el Bucanero bajo el título Los Árboles Diabólicos de Gamburu (The Devil-Trees of Gamburu), adaptando en esta tercera entrega la mayoría de los capítulos de la novela que se desarrollaban en la ciudad de las amazonas. Con evidente paralelismo en el pueblo de mujeres guerreras descrito en la mitología clásica, su introducción al Universo Hyborio se caracterizaba por aparecer representadas como mujeres de raza negra, diseñando Buscema su imagen como una versión femenina del atuendo y los tocados de guerra de los guerreros zulúes del siglo XIX que ya había utilizado ocasionalmente con algunos de sus guerreros negros en las páginas de Conan the Barbarian. Argumentalmente aparecían caracterizadas a través de su reina, Nzinga, un personaje salvaje y cruel que tomaba prestado su nombre del de Anna Nzinga, una importante soberana africana del siglo XVII, gobernante de un territorio que hoy se correspondería aproximadamente con el de Angola, y que según las leyendas de la época obligaba a los hombres que querían tener sexo con ella a enfrentarse entre ellos en un combate a muerte. La portada era obra de Bob Larkin, no siendo seguramente una de las mejores que aparecieron en el magacín, aunque tampoco se puede decir que desmereciera el buen nivel que habitualmente vinieron a presentar las portadas de The Savage Sword. En consonancia con su papel de coprotagonista de la saga, era la princesa Chabela de Zingara quien asumía el protagonismo gráfico de esta tercera parte de la adaptación, llegando incluso a aparecer en más páginas de las que llegaba a aparecer el cimmerio. Aprovechando las ventajas de no encontrarse sujetos a las restricciones del Comics Code Authority, Roy Thomas y John Buscema habían decidido trasladar a las páginas del magacín las ideas liberales sobre la figura femenina que en ese momento estaban marcando tendencia en el cómic europeo de finales de los setenta, tal y como ya se había podido comprobar en los dos números anteriores; pero era ahora, en esta tercera parte de la adaptación, donde tocaba presentar las escenas de contenido sexual más elevado que se derivaban del cautiverio de la joven princesa de Zingara a manos de la reina amazona. Y lo cierto es que no hubo muchas concesiones a la galería, mostrando Buscema su dominio de la figura femenina sin ningún tipo de complejos y llevando además a cabo una escena de sadismo y dominación interracial (procedente de la propia novela) que sólo podía tener cabida en un cómic Marvel a través del sello Curtis Magazines. En cualquier caso, la presencia de estas páginas más o menos polémicas quedaba en una simple anécdota al lado del despliegue visual y narrativo que John Buscema y Tony DeZúñiga realizaban en esta tercera parte de la saga, destacando algunas de las mejores páginas que ambos llevaron a cabo juntos durante estos años. A modo de curiosidad, también es necesario mencionar cómo Roy Thomas aprovechaba la aparición de las plantas carnívoras de las amazonas para homenajear el recuerdo de una historia propia que había llevado a cabo años atrás en Conan the Barbarian #41, un guiño que Thomas no referenciaba expresamente en el guión de esta tercera parte de la saga y que únicamente los más veteranos seguidores del cimmerio eran capaces de ubicar dónde había tenido lugar. Aun cuando en el número anterior se había anunciado que la segunda historia que acompañaría a esta tercera parte de la saga iba a estar protagonizada de nuevo por Solomon Kane, la historia que sin embargo acabó apareciendo como complemento de The Savage Sword of Conan #42 fue la primera parte de uno de los más grandes relatos de Howard: Reyes de la Noche (Kings of the Night), protagonizado conjuntamente por dos de sus personajes más emblemáticos: Kull y Bran Mak Morn. Por alguna razón editorial, posiblemente relacionada con cuestiones de paginación, la anunciada historia de Solomon Kane (que sería Las Pisadas en el Interior, otra de las historias originales de Howard) acabaría apareciendo ese mismo verano en las páginas de Marvel Preview #19, junto con Jinetes más allá del Sol Naciente, una de las historias de Kull finalizadas por Lin Carter. Publicada originalmente en el número de noviembre de 1930 de Weird Tales, Reyes de la Noche era una auténtica obra maestra del género que en esos años estaba inventando el propio Robert E. Howard. Ambientada alrededor del año 300 DC, los tres personajes sobre los que giraba la historia eran Cormac na Connacht, jefe guerrero de los Escoti, cuyo pueblo intentaba fundar un reino al norte de Britania, Bran Mak Morn, el rey de los pictos, que trataba de frenar el avance de las legiones de Roma ante lo que más tarde sería conocido como el Muro de Adriano, y Kull, el rey de Valusia, que llegaba desde los abismos del tiempo convocado por el hechicero Gonar para ayudar a Bran Mak Morn y a su pueblo en su hora de mayor necesidad. Con una introducción del propio Roy Thomas prologando la historia, la adaptación al cómic era suya y de David Wenzel, presentándose en dieciocho páginas los dos primeros capítulos de los tres en que se estructuraba el relato original. Completando el contenido del número, la novena y última entrega del diccionario A Gazeteer of the Hyborian World of Conan, including the World of Kull, extraída del libro del mismo título de la escritora Lee N. Falconer, ponía el cierre a la interesante sección que durante más de un año de publicación había venido acompañando a las páginas de The Savage Sword. Con fecha de portada de agosto de 1979, The Savage Sword of Conan #43 se encargó de presentar la conclusión de Conan el Bucanero bajo el título El Rey Thoth-Amon (King Thoth-Amon), comprendiendo esta última entrega la adaptación de los cuatro capítulos finales de la novela. La portada era nuevamente obra de Bob Larkin, mostrando una representación temática de Conan, Thoth-Amon y Chabela, cuyo objeto no era otro que la escenificación de los principales personajes protagonistas que confluían en el salón del trono de Kordava en esta última parte de la historia. En total, la saga había conllevado cerca de 160 páginas, la más extensa que se había publicado hasta entonces en el magacín. En este sentido, desde el punto de vista artístico, la realización de un número tan elevado de páginas en un periodo de tiempo de apenas cuatro meses, había resultado posible no sólo gracias a la extraordinaria rapidez y profesionalidad artística de John Buscema, sino también a la imprescindible participación de Tony DeZúñiga, quien se consolidaba a través de esta saga como otro de los grandes colaboradores de Buscema en las páginas de The Savage Sword, siendo junto a Alfredo Alcalá y Ernie Chan, el tercer nombre propio que con más frecuencia se vería asociado al de Buscema en las preferencias de los aficionados a la hora de referirse a su trabajo en Conan. Editorialmente, Tony DeZúñiga fue siempre uno de los artistas más valorados y mejor considerados por parte de Roy Thomas, al punto de que éste se lo acabaría llevando consigo a DC tras su salida de Marvel, siendo ese el motivo de que desapareciera de las páginas del magacín. En cualquier caso, su elección por parte de Thomas para llevar a cabo el acabado a tinta de los lápices de Buscema tras el exitoso paso de Alfredo Alcalá por la serie, resultaba ser todo un acierto. Tal y como se podía comprobar a través de esta extensa adaptación, las viñetas de Buscema adquirían una nueva luz gracias a la enorme cantidad de texturas y a la variedad de detalles que DeZúñiga incorporaba a los fondos que el artista neoyorquino dejaba libres para su trabajo por parte de los entintadores, transmitiendo además ese toque de frialdad y de madurez a los rasgos del cimmerio que resultaba especialmente adecuado para este tipo de historias que aparecían enmarcadas en un periodo de su vida en el que ya había rebasado los treinta y cinco años y se encaminaba hacia su época como rey de Aquilonia, circunstancias todas ellas que contribuyeron a hacer de esta saga una de las más reconocidas que aparecieron en The Savage Sword. Además de Conan el Bucanero, la otra historia que concluyó en este número fue la adaptación de Reyes de la Noche a cargo de Roy Thomas y David Wenzel. Bajo el título de El Paso de la Muerte (Pass of Death), esta segunda parte del relato aparecía centrada en la batalla final que tenía lugar entre pictos y romanos, presentando la parte que correspondía a Kull como una versión hyboria de la célebre batalla del Paso de las Termópilas que Leónidas y sus espartanos habían librado contra los ejércitos de Xerxes. En este sentido, reproduciendo las descripciones empleadas por Howard, el guion de Thomas no dejaba de hacer hincapié en los trescientos guerreros nórdicos que defendían junto a Kull el paso que cerraba la única vía de escape de los romanos, o en la impenetrable formación de falange griega que utilizaban el rey de Valusia y sus trescientos guerreros contra el grueso de las legiones romanas. Por otra parte, a modo de curiosidad, también es necesario mencionar que ésta era una historia que inicialmente debía haber llevado a cabo Frank Brunner, pero éste se había acabado desentendiendo del proyecto, siendo así como finalmente había ido a parar a manos de David Wenzel. El número se completaba con dos importantes artículos relacionados con el Universo Hyborio. El primero de ellos, bajo el título Anotaciones sobre varios pueblos de la Edad Hyboria (Notes on Various Peoples of the Hyborian Age), procedía directamente de la pluma del propio Robert E. Howard, siendo uno de los apéndices que habían aparecido completando el libro A Gazeteer of the Hyborian World of Conan de la escritora Lee N. Falconer. El texto de Howard, un elemento de trabajo que el escritor tejano había utilizado para preparar sus historias sobre el cimmerio (probablemente para Más Allá del Río Negro), había sido descubierto por Glenn Lord entre los papeles y manuscritos que formaban parte del famoso baúl que había acabado llegando a sus manos, conteniendo estas notas de trabajo que ahora aparecían publicadas en el magacín. Junto a este apéndice especial del propio Howard, el segundo artículo que acompañaba a The Savage Sword of Conan #43 era The Deadly Claws of Kathulos, una revisión a cargo de Fred Blosser de la novela The Return of Skull-Face (El Regreso del Rostro de Calavera) publicada por Fax Collector's Editions en 1977. La novela era a su vez una secuela de una de las primeras novelas cortas escritas por Howard: Skull-Face (Rostro de Calavera), una historia de detectives y misterio que el escritor tejano había publicado por entregas en Weird Tales de octubre a diciembre de 1929, cuyo argumento giraba alrededor de la figura del hechicero Kathulos de Atlantis, un trasunto del Fu-Manchú de Sax Rohmer que el tejano había creado en esos años influenciado por las historias del escritor británico. En este sentido, la secuela no había llegado a ser concluida por Howard, quien la había abandonado hacia la mitad de su elaboración, siendo terminada por el escritor Richard Lupoff y apareciendo publicada por primera vez en esa edición de Fax Collector's Editions con ilustraciones de Steve Leialoha, algunas de las cuales acompañaban también al artículo de Blosser. Con The Savage Sword of Conan #43 concluía el quinto año de publicación del magacín. A mediados de 1979, en una época de bajas cifras de ventas de los cómics en general, la épica conclusión de La Reina de la Costa Negra en Conan the Barbarian y el final de la extensa y exitosa saga de Conan el Bucanero en las páginas de The Savage Sword situaban a los cómics del cimmerio en los puestos más altos de ventas de la editorial. En este exitoso contexto, acrecentado por las noticias que llegaban desde Hollywood sobre la película protagonizada por el bárbaro, la posibilidad comercial de otorgarle una tercera serie regular al cimmerio no iba a tardar en hacerse realidad, una tercera serie que aparecería enmarcada en la época de Conan como rey de Aquilonia y que a modo de prólogo iba a tener una esperada celebración a lo largo de los meses siguientes en las páginas del magacín. Con todo, si en ese momento alguien le hubiese dicho a los seguidores del bárbaro que en apenas un año y medio, Roy Thomas, el principal responsable junto a John Buscema de semejante éxito editorial, iba a estar fuera, no ya de los cómics de Conan, sino de la propia Marvel, y que el sello Curtis Magazines iba a pasar a ser historia antigua, probablemente no se lo hubieran creído, por mucho que aún quedasen buenos cómics por publicarse en las páginas de The Savage Sword. Concluirá... |
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