por Óscar Rosa Jiménez
El libro The seduction of the innocent (La seducción de los inocentes), un ensayo escrito por el psiquiatra Fredric Wertham publicado en 1954, hizo mucho daño al cómic estadounidense en general, pero particularmente a aquellos tebeos que pretendían abordar el género del horror con mayor o menor crudeza. A raíz de ello, en un intento algo exagerado por proteger la infancia de los jóvenes de la época, las editoriales constituirían el famoso Comics Code Authority para autocensurarse y calmar la alarma social que llegaría a provocar algún que otro litigio contra ciertas publicaciones. Décadas más tarde, los propios autores buscaron fórmulas con las que eludir esta absurda censura, hasta encontrar un equilibrio entre el desarrollo de sus ideas y las limitaciones autoimpuestas. A principios de los setenta, la propia Marvel protagonizaría un importante punto de inflexión en esta lucha por la libertad de expresión creativa, publicando tres números de la cabecera The Amazing Spider-Man sin el sello de aprobación del Comics Code, donde se desarrollaría la conocida como "Trilogía de las drogas", una saga que trataba un tema candente como la utilización de estupefacientes por parte del sector joven de la sociedad del momento. De ese modo, se ponía de manifiesto que el cómic podía ser perfectamente tanto una herramienta para el entretenimiento como un medio para concienciar a la población de problemas sociales a los que no se les podía dar la espalda. Con el paso del tiempo, afortunadamente, esta organización inquisidora se volvió más laxa y permisible, hasta convertirse en un organismo desfasado y de poca utilidad, convirtiendo su presencia en las portadas en un mero trámite que acabaría desapareciendo. En la década de los setenta, el incipiente Universo Marvel se encontraba en plena expansión a todos los niveles. La proliferación de títulos de diferentes temática, así como la apuesta por el formato magazín, con contenidos dirigidos a un público adulto fueron algunos de los pasos que dio la Casa de las Ideas para expandir tanto su escenario ficticio como para abrir un amplio abanico de posibilidades entre el potencial público que compraba sus publicaciones en los kioscos. Ese fue el momento de expandir el Universo Marvel hacia territorios más oscuros, buscando el cobijo del éxito en las salas de cine de las producciones de la Hammer, igual que lo hizo con las películas de acción de procedencia oriental o el fenómeno cinematográfico conocido como la blaxplotation, del que ya hablamos en esta sección hace un tiempo (artículo 17), entre otros. Aunque el género del terror siempre estuvo muy presente a lo largo de toda la historia de Marvel, prácticamente desde sus inicios como Timely y Atlas, había una deuda pendiente con la inclusión de ciertos iconos dentro de sus tebeos. Recordemos que antes de la aparición de la serie The Tomb of Dracula, el vampirismo fue abordado como una enfermedad y su Drácula particular sería encarnado en la figura de Morbius. No obstante, poco después de que el príncipe de Valaquia obtuviera su propio título irían apareciendo otros distinguidos monstruos del celuloide, entre los que se encuentra nuestro principal protagonista de hoy: el monstruo de Frankenstein. Con fecha de portada de enero de 1973 se ponía a la venta The Monster of Frankenstein #1, el cual acercaba a los lectores de Marvel a uno de los grandes iconos dentro del cine y la literatura de terror. Siguiendo los pasos de Vlad Tepes, el personaje creado por la escritora Mary Shelley comenzaba su propia colección para, poco a poco, acabar integrado dentro del Universo Marvel. La creación sin nombre del doctor Victor Frankenstein se internaba en el mundo del cómic tras haber surgido de las páginas de la novela gótica cuyo sugerente título era "Frankenstein o el moderno Prometeo". Esta interesante e influyente obra de la literatura inglesa fue concebida por Shelley en un curioso reto propuesto por Lord Byron durante unas vacaciones estivales, en las que acabaron encerrados debido a una tormenta en su residencia suiza. Además de este importante escritor romántico, autor por cierto de la famosa "Prometeo", en dicha reunión se encontraban Percy Bysshe Shelley, escritor y marido de Mary Shelley, y John Polidori, un emigrante político italiano que acabó siendo famoso por su relato "El vampiro", concebido también en esas mismas circunstancias, que supondría el pistoletazo de salida a un genero denominado el vampiro romántico y que sería sumamente influyente en las posteriores obras centradas en el vampirismo, incluyendo el Drácula de Bram Stoker. Aunque la escritora no dio vida a la obra en su totalidad durante aquella señalada fecha, sino que tras una pesadilla escribió lo que se convertiría en el capítulo cuatro de la novela, a la que acabaría dándole forma hasta ser publicada varios años después. Había nacido un mito universal de la literatura y nadie era consciente de ello. "Frankenstein o el moderno Prometeo" se enmarca dentro de la tradición de la novela gótica, un género literario estrechamente relacionado con el terror. La obra trata temas tales como la moral científica, la creación y destrucción de vida y la audacia de la humanidad en su relación con Dios. De ahí, el subtítulo de la obra: el protagonista intenta rivalizar en poder con Dios, como una suerte de Prometeo moderno que arrebata el fuego sagrado de la vida a la divinidad. En su traslación al cómic, Gary Friedrich, un autor muy ligado a la faceta sobrenatural del Universo Marvel y el guionista encargado de escribir The Monster of Frankenstein durante el primer año de publicación, consigue captar con cierto éxito los conceptos existenciales de la creación de Shelley. De hecho, durante los primeros números de la cabecera alterna su propia historia con una adaptación del texto de la escritora, de manera que el lector pueda conocer de primera mano sus orígenes. Huelga decir que no tenemos la profundidad de la novela, aunque sí es cierto que la caracterización del personaje es bastante buena, a pesar de que en ocasiones se parezca mucho al Hulk primigenio, lo cual no es del todo inadecuado, al ser el monstruo gamma un personaje inspirado en la creación sin nombre de Víctor Frankenstein, por lo que podríamos decir que se cierra el círculo. Por otro lado, Friedrich opta por situar la acción aproximadamente 100 años después de la novela. De ese modo, tras rescatar el cuerpo del monstruo de un estado de hibernación, comenzará a deambular por un mundo que no entiende y que lo considera una leyenda en lugar de una realidad. Sus intentos por ser aceptado acabarán de manera infructuosa en la mayoría de las ocasiones, al igual que su tentativa por encontrar una compañera con la que dar sentido a su vida. De ese modo, tenemos a un gigantesco ser, prácticamente invulnerable, cuyo mayor anhelo es vivir en armonía y con alguien que le quiera a pesar de su aspecto. Una historia dramática que se verá motivada por la venganza hacia su creador y todos sus descendientes, a los cuales persigue a través de las épocas en las que se desarrolla la historia de este monstruo sin nombre. Entre su primeras doce entregas cabría destacar su encuentro con el mismísimo Drácula, en una saga de varios números en los que tendrá como enemigos a los vampiros, cuyo encuentro le reportará una lesión en las cuerdas vocales, dejándolo sin habla. Es curioso, porque, hasta el momento, Friedrich lo había presentado como alguien con un diálogo fluido, que ha ido aprendiendo el idioma y otras cuestiones de forma autodidacta tras escapar de su creador. A partir de ese momento, debido a su enmudecimiento se convierte en alguien mucho más simple, alejado de sus continuas reflexiones existenciales. Una simplicidad que lo acerca aún más a Hulk, llegando el momento en el que realmente es bastante difícil diferenciarlos, salvo por su apariencia exterior. El primer año de colección es posiblemente el más interesante de esta serie. En el apartado argumental, Friedrich capta muy bien la dramática situación del protagonista, al que sitúa en un difuso límite entre el bien y el mal. Se trata de un monstruo que busca su lugar en el mundo, pero que en la mayoría de las circunstancias acaba siendo excluido, ya sea por miedo o por simple incomprensión de que alguien como él pueda existir. No obstante, a pesar de sus buenas intenciones para con la humanidad, tiene arraigado un sentimiento de venganza que le impulsa a perseguir a todos los descendientes de su creador, a los cuales pretende asesinar para que no vuelvan a tener la oportunidad de crear a otro como él. Pero no solo la venganza guía sus actos, sino que están motivados por un intento de evitar que nadie sufra lo mismo que ha sufrido él, en un mundo donde la sociedad odia aquello que no comprende y teme. Además de este interesante drama existencial tratado con cierta profundidad, el apartado gráfico contaría con los lápices de Mike Ploog. Se trata de un artista que nació para ilustrar cómics de terror, cuyo trazo de corte realista estuvo presente en la creación del Motorista Fantasma, también con Friedrich, y en la colección protagonizada por Jack Russell, el Hombre Lobo marvelita. Aunque es cierto que no mantiene una regularidad en el trazo, durante su estancia en la colección podemos ver al monstruo de Frankenstein como una amenaza terrorífica, a pesar de que poco a poco se le irían dulcificando un poco los rasgos faciales, mostrando una faceta más humanizada y reconocible del icono; aunque sin las tuercas en las sienes, tal y como se vio en la versión fílmica de 1931, producida por la Universal Pictures e interpretada por Boris Karloff, en la que seguramente se inspiró el dibujante. Por otra parte, tendríamos a John Buscema, uno de los grandes artistas mainstream del cómic norteamericano, cuyo trabajo siempre tiene un nivel de calidad alto. El mayor de los Buscema llegaría incluso a ilustrar parte del serial protagonizado por el monstruo sin nombre en el magazín en blanco y negro Monsters Unleashed!, donde se narra el momento en el que nuestro protagonista pasa a vivir sus aventuras en pleno Siglo XX, tras ser reanimado por un científico obsesionado con el trabajo de Víctor Frankenstein. Tras esta primera fase de la cabecera, llegaría el relevo que se mantendría prácticamente hasta el final. Se trata del escritor estadounidense Doug Moench, antes de dar vida a su obra de culto en Moon Knight y de realizar una etapa de enorme éxito junto a Paul Gulacy en Shang Chi, Master of Kung Fu. Moench sigue la pauta existencialista, pero la transformación paulatina del monstruo nos lleva a ver un acercamiento nada disimulado al género de superhéroes, con un protagonista empeñado en ser amigo de los demás, mientras se ve envuelto en diferentes enfrentamientos con todo tipo de criaturas. Incluso se va obsesionando aún más con la búsqueda de parientes vivos de Frankenstein, para ejecutar su venganza largamente postergada. No obstante, el guionista no pierde de vista uno de los conceptos más importantes de la obra original, que no es otro que la creación de vida a través de la ciencia. Sin duda alguna uno de los principales objetos del deseo de la Humanidad: la búsqueda de la inmortalidad. Bajo esta premisa surgirán diferentes tramas que establecen un nexo de unión con la creación del monstruo y otras creaciones que posteriormente acabarán como enemigos. Pero el principal problema de la cabecera es que el protagonista y su soledad acaparan demasiado espacio, por lo que la ausencia de secundarios o el alejamiento tangencial de sus bases terroríficas nos acaban sumiendo en un reiterativo empleo de recursos que al final no parecen tener una dirección concreta. Ni la concatenación de argumentos en lo que constituye una historia-río, ni la inclusión de un amigo que le acompaña durante la fase final de la colección al más puro estilo Rick Jones salvan a la cabecera de su cancelación, que se produce en el número dieciocho. Un número escrito por Bill Mantlo, el autor que deberá poner punto y final a la búsqueda del monstruo, aunque tendrá que hacerlo prácticamente dos años después en otra de las colecciones de la editorial que escribió: The Invincible Iron Man. La verdad es que podemos especular sobre las posibilidades infinitas de un concepto como el del monstruo de Frankenstein, pero lo cierto es que desde sus inicios dio la sensación de que aquello realmente no podía durar demasiado. Prácticamente se percibe que tiene una fecha de caducidad en el mismo momento en el que arranca la colección. Posiblemente porque ni los mismos autores se propusieron un proyecto a largo plazo, teniendo en cuenta que la mayoría de las tramas no se prolongan más allá de los tres números, aunque se mantuviera una línea narrativa cronológica. Lo cierto y verdad es que tras poco más de dos años, la serie fue cancelada, a pesar de concluir con una escena que dista mucho de ser un final óptimo para cualquier serie regular. Tras dieciocho números, un serial en Monsters Unleashed!, el relato aparecido en Legion of Monsters #1 y un encuentro con Jack Russell en el segundo Giant-Size de su colección, así como otros pequeños cameos en títulos de Marvel como The Avengers o la colección de la Patrulla-X, el monstruo de Frankenstein se despedía de los lectores con un futuro incierto y dejando el enigma sobre que sucedería tras conocer a Victoria Frankenstein, poseedora de una mansión llena de monstruos y criaturas imposibles. Las respuestas vendrían desde distintos rincones del Universo Marvel, como solía ser habitual en la época. Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que Friedrich fue el que mejor entendió el concepto original planteado por Mary Shelley. Moench no supo mantener del todo la línea marcada por su antecesor, pero aun así se mantuvo dentro de unos límites aceptables, a pesar de que en sus manos la colección tuvo un significativo descenso de calidad. Pero todo se desvirtúa bastante cuando Gerry Conway decide utilizarlo para una saga de dos números en Marvel Team-Up, donde el monstruo sin nombre protagoniza una historia junto a nuestro amistoso vecino arácnido, dibujada por el polifacético Sal Buscema, al que entinta el inefable Vince Colletta. Como relato de monstruos no está mal, incluyendo al plantel protagonista a la versión lupina de John Jameson, tras su etapa en Creature on the Loose (artículo 87). No obstante, se queda simplemente en eso. Es decir, se desprovee a nuestro protagonista de gran parte de su drama existencial, siguiendo la senda del superheroísmo. Pero lo realmente grave es que Conway parecía haberse olvidado del cliffhanger con el que concluía The Monster of Frankenstein #18, por lo que todo aquello no terminaba de tener mucho sentido en cuanto a la cronología del personaje. Ya en la propia colección regular se habían mostrado algunas irregularidades en cuanto al tratamiento del personaje en algunas situaciones, pero nadie llegaba hasta el extremo de Conway, que simplemente lo utiliza para contar una historia de monstruos donde presentaba a otro megalómano impulsado por demostrar algo al mundo. Desde luego, no se puede decir que sea una historia muy destacable, ni en la trayectoria del personaje, ni en la de la propia colección. Como hacíamos referencia antes, será Bill Mantlo el encargado de concluir una historia que él mismo empezó, pero da la sensación de que, después del tiempo transcurrido, se desvía bastante del plan inicial. Y es que Victoria Frankenstein aparece con planta de supervillana, casi para ofrecer el enfrentamiento definitivo entre el último descendiente de los Frankenstein y la creación más popular de la familia. Sin embargo, Mantlo dirige su rumbo por otros derroteros, y nos presenta al Caballero Temible, una copia bastante descarada del Caballero Negro aparecido en el serial de Tales of Suspense, un viejo enemigo del Vengador Dorado. Volvemos al team-up tradicional, para acabar con un final feliz y una despedida más acorde para una de los grandes iconos de la literatura universal, aunque realmente la sensación sea de que a aquel monstruo con dudas existenciales lo han convertido en un trasunto de superhéroe Marvel, encajándolo de manera forzada en ese perfil de héroe dubitativo que tanto ha caracterizado a la Casa de las Ideas desde la publicación de Fantastic Four #1. Todas las apariciones relevantes del monstruo de Frankenstein fueron recogidas en un volumen integral dentro de la línea Marvel Limited Edition, continuando con la recuperación de obras minoritarias de la Marvel de los setenta. Hace algunos años, con la llegada de Panini a nuestro país, la editorial italiana anunció la publicación de esta serie dentro de las recordadas con cariño Bibliotecas Marvel, aunque la línea de clásicos instaurada por Forum se canceló antes de que aquel anuncio se hiciese realidad. La verdad es que es una pena, porque aunque la serie no está mal, y la edición no se puede negar que es buena, salvo por los horribles diseños de las portadas, empeñados en hacernos creer que es algo vintage, con un formato y precio económico sería algo más asequible para el gran público. En una edición de lujo y con precio de 47.95 euros solo sería recomendable para fans hardcore de la Marvel clásica y aquellos tremendamente interesados en las series de terror que publicó la editorial en los setenta. Si bien es cierto que tiene una primera mitad del tomo bastante interesante, está a años luz de otras cabeceras que atesoran mayor calidad y que ofrecen algo más que simple entretenimiento a este nivel. The Monster of Frankenstein es una serie que empieza bien, pero va perdiendo mucho fuelle por el camino, ya sea por pérdida de interés de los autores, o porque simplemente ya habían contado todo lo que querían contar. Sea como sea, con este tomo se hace patente una vez más que no todas las series merecen ediciones de lujo. A pesar de todo, para aquellos que puedan permitírselo y quieran vivir la experiencia en primera persona, solo me queda advertirles que: ¡el monstruo ha vuelto! Que cada uno corra en la dirección que crea oportuna. |
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