MARVEL GOLD IRON MAN: DUELO DE HIERRO
por Óscar Rosa Jiménez


Con este volumen alcanzamos el punto culminante de la etapa orquestada por el guionista Dennis O'Neil al frente de la cabecera protagonizada por Iron Man, en lo que podríamos considerar como un importante punto de inflexión dentro de la trayectoria del Vengador Dorado. Si hasta el momento el de Missouri se había empeñado en profundizar en la faceta más humana de Tony Stark, ahora le toca el turno al renacer de uno de los fundadores de los Héroes más Poderosos de la Tierra. Sin perder de vista en ningún momento las inseguridades del hombre bajo la armadura, O'Neil sigue desarrollando uno de los aspectos más importantes de su etapa, poniendo de manifiesto una vez más, que el otrora empresario de Industrias Stark es un hombre hecho a sí mismo que, por muchas veces que se derrumbe, siempre vuelve a levantarse.

Una de las principales características del periplo de O'Neil en la colección es la capacidad para trazar planes a largo plazo. A pesar de que el propio Editor en Jefe Jim Shooter había intentado abogar por el contenido autoconclusivo de las publicaciones de la Casa de las Ideas, en un intento de ofrecer un Universo Marvel más accesible a los lectores de la época, el guionista construyó toda una línea argumental que abarcó prácticamente tres años. A lo largo de ese tiempo, las tramas se solapan de manera que tenemos la esencia propia de una historia-río interminable en la que el destino de los protagonistas es un misterio constante. La pérdida de la empresa que fundara su padre y la segunda crisis de alcoholismo serán el eje central, así como el nacimiento de un nuevo héroe, encarnado en la figura de James Rhodes, que deberá sustituir a su amigo en uno de los momentos más amargos de toda su vida. A partir de ahí, con una especial atención en el desarrollo y el tratamiento de los personajes, el guionista realiza una etapa que si bien ha tenido algunos altibajos, recupera su mayor intensidad en este recopilatorio, el cual nos muestra que todo el camino recorrido hasta llegar aquí no solo tiene sentido, sino que ha merecido mucho la pena.

En la década de los ochenta hubo diversos cambios en el status quo de personajes importantes dentro del Universo Marvel. Muchos de ellos estuvieron derivados de la maxiserie Secret Wars (Artículo 62). Pero más allá del impacto mediático, o del intento de transmitir una sensación de que cualquier cosa es posible, el género de superhéroes se caracteriza porque tarde o temprano todo vuelve a la normalidad preestablecida. Quizá por el idealizado concepto de icono que muchos personajes ostentan, por el riesgo que editoriales como Marvel no están dispuestos a correr o, simplemente, porque el propio aficionado se encuentra mejor en su zona de confort y quiere seguir eternamente las aventuras de su personaje favorito y no las de otro impostado. Sea cual sea el verdadero motivo, la realidad es que era más que evidente que el regreso de Tony Stark a los mandos de la armadura del Cabeza de Lata era prácticamente la crónica de una muerte anunciada. Por si hubiese alguna duda, la portada de The Invincible Iron Man #191 nos las despeja todas, número con el que se abre este volumen, siendo un homenaje a Tales of Suspense #39, la primera aparición del personaje. Pero aunque el regreso fuese algo tan evidente, lo que realmente espera el lector es si se realiza de una forma convincente o no. Tony ha conseguido superar su adicción a la bebida, aunque es consciente de que siempre será un alcohólico y sufre momentos de debilidad como cualquier persona. Además, piensa que una de las principales causas por la que ha caído de nuevo en manos del demonio encerrado en la botella es su propia creación: la armadura de Iron Man. A su vez, siente una irrefrenable responsabilidad ante los cada vez más impulsivos actos de Rhodes. Esto lo lleva a una auténtica encrucijada mental que lo impulsa a recuperar su primigenio traje de hierro, con el que se convierte en compañero ocasional del actual Iron Man, al menos hasta que la situación apropiada le oblige a dar el siguiente paso.

Otra de las líneas argumentales que llega a su fin en este volumen es la fisura surgida entre la amistad de Jim y Tony. Dos amigos que habían compartido muchas experiencias vitales importantes a lo largo de su vida, pero que comenzaban a separarse por culpa de la armadura. Curiosamente, de nuevo tenemos a este constructo metálico como el origen de todos los problemas, como si el autor quisiese poner de manifiesto que aquel diseño que surgiera de la mente de Steve Ditko tenía los días contados. Asimismo, surge de manera subliminal un tema recurrente en el Universo Marvel: el peso de la responsabilidad que recae en el héroe. Enfundarse una armadura conlleva una serie de riesgos físicos y emocionales que acaban pasando factura, algo que de algún modo ha sufrido Tony Stark a lo largo de toda su vida y que lo seguirá padeciendo en los años venideros. Precisamente ese es el problema que subyace en el cambio de comportamiento de Jim, que deberá asistir a varios especialistas hasta dar con el origen de su inestabilidad. Como no podía ser de otra forma, esto es el Universo Marvel y si hay algo que lo ha caracterizado desde siempre es por el constante intento de ofrecer un Universo de ficción cohesionado e interconectado. Por lo tanto, cuando Jim tiene que buscar una solución a su problema comienzan a entrar en escena algunos invitados de excepción. El primero de ellos es Hank Pym, no solo un gran científico, sino también otro miembro fundador de los Vengadores. Por otro lado, tenemos a Shamán, uno de los integrantes del grupo canadiense Alpha Flight, que aportará el elemento sobrenatural a esa eterna rivalidad entre la ciencia y la magia. En una colección donde la tecnología es el leitmotiv de sus protagonistas, resulta interesante ver como se introducen este tipo de elementos para bucear en la mente de Jim a través de una terapia a caballo entre el viaje astral inducido por brebajes propios de los aborígenes americanos y la típica psicología de diván.

Entre los diversos invitados que se pasean por este periodo de la colección no podían faltar los Vengadores Costa Oeste. De hecho, resulta curioso cómo en esta cabecera sería el único lugar donde se haría referencia a la salida de Rhodes del grupo, al igual que sucedió con su incorporación, algo de lo que se tuvo que enterar Tony a través de las noticias. Y es que, a pesar de la reticencia de Stark a volverse a enfundar la armadura, o incluso a retomar su carrera como superhéroe, serían algunos importantes integrantes de la rama de la Costa Oeste de los Héroes más Poderosos de la Tierra los que le diesen el pequeño empujón que necesitaba para regresar a su antigua vida, aunque fuese con un nuevo y mejorado aspecto. Al fin y al cabo, Tony no puede evitar sentirse atraído por estudiar nuevas formas de mejorar su invento, poniéndose de manifiesto que uno de los elementos que nunca debe faltar en esta colección es el cambio y la evolución; un reflejo mismo del constante avance que sufre la tecnología, que supone la esencia misma del personaje.

A lo largo de esta etapa se ha podido constatar la ausencia de enemigos de cierto calado. Quizá porque O'Neil no quiso eclipsar a la figura de Obadiah Stane, el principal antagonista de Tony, primero desde las sombras y posteriormente en un primer plano. No obstante, hasta que el megalómano empresario da el paso final contra su oponente, seguiremos viendo desfilar a villanos de segunda sin demasiado carisma y con menos proyección de futuro. Tendremos el breve regreso de Vibro, que poco o nada tiene que hacer cuando Tony y Jim unen sus fuerzas. Por otro lado, O'Neil recupera al Doctor Demónicus, surgido de las páginas de Godzilla #4. Se trata de Douglas Birely, un genetista que se encontraba estudiando las propiedades mutagénicas de la radiación, mientras trabajaba para una compañía privada de California. Creyendo que el creciente número de humanos que habían adquirido poderes se debía a la exposición de estos a la radiación, Birely pidió permiso a la compañía para someterse a sí mismo a la misma radiación con la que estaba experimentando en animales, y su petición fue denegada. Con el fin de probar su teoría, Birely fingió un accidente en el laboratorio para ocultar que se había expuesto a la mutación. La radiación no le otorgó poderes sobrehumanos, pero le provocó cáncer de piel. A raíz de ahí, Birely confeccionó un uniforme que inhibía los efectos del cáncer de piel en su cuerpo, y adoptó la identidad del Doctor Demónicus. Poco después reclutó un pequeño ejército de criminales, mercenarios y delincuentes, y los usó para esclavizar a los nativos de la Isla de Eskimos, donde instaló su base. Más tarde, se pasaría por otra de las series olvidadas de la Casa de las Ideas, Shogun Warriors, hasta ser rescatado por O'Neil para esta cabecera y convertirse posteriormente en un oponente de los Vengadores Costa Oeste.

Espada Tronante merece una mención aparte, no solo por formar parte de uno de los tie-ins relacionados con Secret Wars II, sino por ser un personaje basado en Steve Gerber. Desconozco si con alguna intención concreta o simplemente por escoger a un artista de Marvel al azar como modelo. Stewart Cadwell era un guionista de televisión que terminó frustrado con la industria televisiva a la que consideraba mediocre, ya que creía que los programas para los que él escribía no reflejaban la verdadera violencia del mundo real. Tras una agria discusión con su agente, la furia y el odio destilado por Stewart llamó la atención del Todopoderoso, el cual había llegado recientemente a la Tierra y deseaba explorar los deseos de la humanidad. El Todopoderoso otorgó poderes a uno de los premios ganados por Stewart y cuando éste lo tocó, se transformó en Espada Tronante, uno de los personajes que el guionista había creado para televisión. Quizá aquí no podamos achacarle nada a O'Neil, que se vio arrastrado por la complejidad y las implicaciones que tuvo este evento durante la década de los ochenta, pero de nuevo se hace patente lo poco carismáticos que fueron la mayoría de villanos de esta etapa.

Obadiah Stane es, sin lugar a dudas, el principal antagonista de Tony Stark en esta etapa. No solo por ser la mente maestra responsable tras las miserias que ha tenido que sufrir durante todo este largo periodo de tiempo, sino que dará vida a Iron Monger, al que posiblemente los lectores de Forum lo recuerden como Quincallero, pero que Panini ha decidido mantener, con buen criterio en mi opinión, el nombre original. Es curioso como un personaje con mucha menos trayectoria que la mayoría de los aparecidos en estos últimos años de la colección consiga ganarse un hueco tan importante en la historia del Hombre de Hierro. O'Neil vuelve a utilizar las herramientas que le han servido para sentar las bases de su etapa, narrando el auténtico drama familiar del villano, dando así un origen y sentido a su modo de actuar, así como a sus motivaciones personales. Además, para el acto final, el guionista recupera a algunos de los secundarios que no solo fueron una pieza clave de la cabecera en el pasado más reciente, sino personas queridas e importantes en la vida de Tony. De ese modo, tenemos el detonante para el resurgir del héroe y el desenlace de esta larga línea argumental se produce en The Invincible Iron Man #200, un especial con el doble de páginas habitual.

Si bien es cierto que todo acaba conduciéndonos a presenciar un auténtico duelo de hierro, devolviendo a la serie el equilibrio perdido entre drama humano y acción superheroica, no es menos cierto que lo que realmente tenemos es un duelo de personalidades muy interesante. Stane ha cocinado a fuego lento un plan que ha consistido en humillar a su oponente a través de una estrategia propia de un maestro de ajedrez, mientras que Tony ha debido de superar diferentes pruebas de tipo emocional, teniendo que reinventarse a sí mismo. Además, O'Neil utiliza un recurso que hasta el momento era algo novedoso, como es volver la tecnología de Stark contra su creador, pero que con el tiempo se volvería recurrente, dando lugar a diferentes sagas al respecto con el paso de las décadas. Todo esto nos lleva al final de una era y al comienzo de otra, algo que se pone de manifiesto con la nueva versión de la armadura de Iron Man, que abandona el colorido clásico que diseñara Steve Ditko para tomar un look más moderno que combina el rojo y el blanco de manera funcional. El diseño corre a cargo de diferentes artistas, destacando especialmente Bob Layton, que sería el responsable de perfilar el diseño final.

Aunque O'Neil se ha mantenido firme al timón de la cabecera, la cual parecía haberse establecido con un sólido equipo artístico durante bastante tiempo, en este momento culminante para el héroe metálico se producen algunas novedades en el apartado gráfico. Mientras, sin que el público se percate de ello, se había formado un estable equipo de entintado formado por Ian Akin y Brian Garvey, una asociación que se prolongaría durante mucho tiempo fuera y dentro de Marvel, en los compases finales de este tomo se produce la marcha de Luke McDonnell. Si bien es cierto que el entintado regular del dúo formado por Akin y Garvey mantiene cierta cohesión gráfica, el título resiente un poco la marcha del dibujante, sobre todo porque hasta que llega el siguiente dibujante regular hay un baile de artistas constante. El primero en pasar por la colección es Rich Buckler, un autor ligado a la Casa de las Ideas desde mediados de los setenta y uno de los creadores de Deathlock. Después tendremos la aparición fugaz de Sal Buscema, uno de los artistas para todo de la editorial, para dar paso a Herb Trimpe, cuyo trazo no es precisamente el apropiado para esta colección. Finalmente, en el acto final de la saga entra en escena Mark D. Wright que a la postre se convierte en el nuevo dibujante regular de la serie.

Si hasta este momento la etapa de O'Neil me estaba pareciendo muy entretenida e interesante, a pesar de tener algunos aspectos negativos en lo referente a la faceta más superheroica del protagonista, con este volumen mi consideración aumenta sustancialmente. Esto es debido a que tras haber recorrido un largo camino, la recompensa está al final. El guionista ha basado todo su trabajo en el desarrollo de los personajes, poniéndolos en situaciones límite, sobre todo a Tony, para llevarnos por un interminable tour de force como la vida misma. Si bien es cierto que se ha tomado su tiempo, cada paso de esta línea argumental ha sido perfectamente estructurado con un determinado objetivo, ofreciendo un desenlace emocionante y lleno de tensión. Esta es la colección de un hombre de hierro que le ha ganado el pulso a la vida y que ahora debe superar un nuevo reto. Comienza un auténtico duelo de hierro, ¿te lo vas a perder?


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