por Óscar Rosa Jiménez En los primeros compases del tomo podemos apreciar como los autores se decantan por una serie de historias autoconclusivas, en las que el nuevo Iron Man se asienta en su papel de héroe, a pesar de mantener ciertas limitaciones, debido a su gran desconocimiento sobre la armadura y la tecnología en general. Para ello, se apoya en Morley Erwin, así como en su hermana Clytemnestra, con los cuales comienza un proyecto laboral en el que intentarán construir su propia empresa para comercializar tecnología. Tras su marcha de Industrias Stark, recientemente bajo el control de Obadiah Stane, el trío decide probar suerte en el mundo empresarial, aunque para ello les hace falta cierto capital de inversión que no poseen. En ese punto entra en escena las habilidades de Jim, entrando a formar parte de ese reducido grupo de superhéroes que podríamos definir como “héroes de alquiler”. De ese modo, acude a la oficina de los pioneros en estas lides: Powerman y Puño de Hierro. O’Neil da una vuelta de tuerca al concepto inicial del personaje, que en su momento se presentó como guardaespaldas de Tony, con la idea de salvaguardar la identidad privada de este. Ahora, es la herramienta perfecta para obtener algo de dinero, en un intento por levantar una nueva empresa de la nada. Resulta curioso cómo a pesar de que la identidad del Hombre de Hierro es otra totalmente diferente, volvemos a ver la esencia del hombre que se hace a sí mismo, resurgiendo de sus propias cenizas. A lo largo de la trayectoria del personaje hemos visto una y otra vez como Tony perdía su empresa, la recuperaba, o incluso construía una nueva, de forma que retomaba su estatus de hombre de negocios solvente y rico. En esta ocasión, tenemos algo muy similar, pero con la perspectiva de un antiguo soldado y piloto que, lejos de poder aportar su inteligencia y conocimientos científicos, está dispuesto a utilizar lo único que tiene para mantener a flote su vida: la armadura de Iron Man. Bajo esta perspectiva, Jim vivirá nuevas e interesantes aventuras que lo llevarán a diferentes puntos del planeta. O’Neil hila muy fino, recuperando otro de los conceptos primigenios del cabeza de lata, como es su estrecha relación con los enemigos de la libertad: los comunistas. Lejos de utilizar este elemento en las condiciones obsesivas de tiempos pretéritos, el guionista nos recuerda en cierta forma de donde surgieron las primeras amenazas de nuestro protagonista, realizando un guiño al pasado, pero siempre con la mirada puesta en el presente. Por lo tanto, esos viajes a ignotos países sudamericanos o a la China profunda, no dejan de ser pequeños homenajes a una Guerra Fría que parece más o menos superada, amoldando a los oponentes a los nuevos tiempos que corrían a mediados de la década de los ochenta. Entre los enemigos con los que tendrá que lidiar Rhodes en estos números de la colección nos encontramos con Tigre Volador. Se trata de un mercenario a sueldo con un pasado desconocido, aunque se ha llegado a afirmar que tiene antecedentes como piloto, incluso que su nombre está relacionado con el grupo de legendarios pilotos de la Segunda Guerra Mundial, apodados los Tigres Voladores. Su primera aparición tuvo lugar en Spider-Woman #40, siendo una creación de Chris Claremont y el dibujante Steve Leialoha, donde se convirtió en un enemigo recurrente de Jessica Drew hasta el final de su colección. Con el paso del tiempo acabaría formando parte de los Señores del Mal y se enfrentaría a los 4 Fantásticos y los Vengadores. Otro de los enfrentamientos destacables de este volumen se encuentra en sexto anual de la colección escrito por Peter Gillis, en el que la nueva encarnación de Iron Man se ve envuelto en una de las recurrentes disputas entre Desviantes y Eternos, los cuales se encontraban inmersos en su integración definitiva dentro del Universo Marvel tras su aparición en la serie del Dios del Trueno. Pero el punto álgido de estas aventuras se produce en el encuentro con uno de los enemigos más importantes de la galería de villanos de Iron Man, el Mandarín. Su primera aparición tuvo lugar en el clásico Tales of Suspense #50, aunque su verdadero origen no se conocería hasta varios números después en Tales of Suspense #62. Se trata de un megalómano de origen chino, dispuesto a instaurar su propio régimen, luchando tanto contra la democracia como contra el comunismo de su país. Gracias a sus diez anillos encontrados en una nave espacial obtiene un gran poder, aunque no es su única arma, ya que es conocedor de diferentes artes marciales, lo que lo convierten en un adversario muy a tener en cuenta. Una vez más, Rhodey deberá afrontar sus limitaciones con la tecnología, a lo que habría que sumar su estancia en un país donde no es especialmente bien recibido. Por otro lado, este Iron Man 2.0 es la primera ocasión en la que se enfrenta al villano, pero este es un viejo conocido del vengador dorado. Curiosamente, a pesar de los esfuerzos anteriores del Mandarín, desconoce quién es el hombre bajo la armadura, aunque tiene una leve sospecha que intentará descubrir en este encuentro, llevándose una sorpresa inesperada. Sin embargo, el Mandarín se suele caracterizar por sus alianzas con otros delincuentes del Universo Marvel, por lo que a lo largo de la saga de este tomo podemos ver como repite su habitual modus operandi, incluyendo al Hombre Radiactivo en sus planes de dominación mundial. Estamos ante otro exponente que hunde sus raíces en la Guerra Fría y que estuvo tan presente durante la segunda mitad de los años sesenta y buena parte de los setenta en las historias de la Casa de las Ideas. Chen Lu, el científico de origen chino, apareció por primera vez en Journey Into Mystery #93, convirtiéndose posteriormente en miembro fundacional de los Señores del Mal en el mítico The Avengers #6, pasando a engrosar las filas de los villanos del entorno de los Vengadores y sus respectivos integrantes, a pesar de haber nacido como enemigo natural de Thor, durante su época más oscura, que estaba más cercana al conflicto bélico humano que las épicas batallas del Reino Dorado. Finalmente, el último enemigo con el que tendrá que verse las caras nuestro protagonista será Tauro, uno de los miembros de la organización criminal el Zodiaco, un grupo que se ha enfrentado en varias ocasiones con los Héroes más Poderosos de la Tierra, y que protagonizará un desahucio particularmente violento, junto a una nueva versión del villano. La tanda de episodios recogidos en este tomo sufre un pequeño bajón con respecto a los anteriores. Quizá sea por el abuso del relato autoconclusivo, un recurso narrativo que prevalece sobre las diferentes subtramas que viene arrastrando la serie casi desde el principio de la etapa. El conflicto con Obadiah Stane se queda en punto muerto, mientras que los problemas alcohólicos de Tony se alargan en el tiempo, aumentando su situación de precariedad durante muchos meses. En contraposición, O’Neil sigue trabajando en el desarrollo de los personajes principales. Rhodes continúa en su fase de aprendizaje constante, forjándose las bases sobre las que se asentará en un futuro el nacimiento de Máquina de Guerra. Poco a poco, el antiguo piloto se siente más cómodo en su papel de superhéroe, aunque no llegue a dominar del todo los recursos que ofrece la armadura. A pesar de que su carácter dubitativo y su sensación de inferioridad con respecto a sus enemigos será una constante, incluso se pregunta una y otra vez qué haría Tony en su misma situación, empieza a sentir cierta necesidad de continuar en esta faceta de superhéroe, llegando a desear que lo que empezó como una sustitución pase a ser algo con carácter más definitivo. Esto es el germen de una de las situaciones que explotará en los años noventa, momento en el que se desarrollará una impactante rencilla entre ambos amigos, originando algún que otro crossover entre los títulos de ambos personajes. Por otro lado, tenemos a Tony, al que ya creíamos que había tocado fondo, pero parece que aún se puede caer más bajo cuando alguien está inmerso en una adicción tan terrible como el alcoholismo. Aunque el otrora millonario y playboy ha cedido el protagonismo de la cabecera a Jim, seguiremos su precaria situación en la que se presenta como un vagabundo errante que convive con personas que como él se han visto arrastrados por la decadencia y la pobreza. Casi como si de un relato de Dickens se tratara, O’Neil construye un escenario proclive al dramatismo y la lágrima fácil, en el que vemos como Tony ha perdido cualquier atisbo de amor propio y se arrastra por la ciudad para conseguir algo de dinero con el que continuar su insano vicio. Capaz de vender su abrigo durante una nevada especialmente gélida, incluso llegará a compartir una caja de cartón con un indigente para no pasar la noche a la intemperie, y estableciendo relaciones con personas dignas de lástima, se ve arrastrado con fuerza a una espiral depravada de la que no parece haber nada que lo saque, ni siquiera los alarmantes problemas de salud que comienza a sufrir su cuerpo, maltratado por la ingesta de alcohol descontrolada. Así llegaremos a una de las escenas más dramáticas de esta etapa vital de Tony, que establece una relación con una chica con sus mismos problemas adictivos, además de estar embarazada. Será el nacimiento de este inocente niño el que comience a abrir los ojos del antiguo empresario, el cual emprende el duro camino de la recuperación, aunque es consciente de que no podrá conseguirlo sin la ayuda de sus amigos. Está muy lejos de ser la persona que fue, pero tras un periodo de oscuridad llega la luz, por lo que podemos estar seguros que Tony se levantará y superará uno de los baches más importantes que ha atravesado en su vida, demostrando una vez más por qué es un hombre hecho a sí mismo. Dentro de los números incluidos en este tomo tenemos The Invincible Iron Man #178, publicado durante el Mes de los Editores Asistentes. La idea era que muchos de los cómics de la editorial, publicados entre septiembre y octubre de 1983, simularan que habían sido editados por los ayudantes. De ese modo, cada colección realizaría un alto en el camino para contar una historia que contara con algún detalle especial o con elementos divertidos. En el caso de la cabecera de Iron Man, el responsable sería Mike Carlin, ayudante del editor Mark Gruenwald, que basaría su experimento en el impacto que tendría entre unos jóvenes fans de los Vengadores la marcha del vengador dorado del grupo que ayudó a fundar. De ese modo, los protagonistas habituales son desplazados por una panda de niños que intentan ayudar en su barrio disfrazados de sus héroes preferidos, pero intentando revivir en sus propias carnes aquello que sucedía en las páginas de la colección. Así, un joven Iron Man, con un cazo en la cabeza, tendría que afrontar la marcha del equipo, a pesar de que su situación personal nada tenía que ver con la de su homónimo vengador. Bob Harras escribe una historia dramática, mostrando la inocencia que atesora la amistad a ciertas edades y con una clara alegoría a uno de los conceptos más arraigados de los Héroes más Poderosos de la Tierra: vengador una vez, vengador siempre. También cabría destacar la labor de Luke McDonnell, que se perfila como el dibujante fijo de la colección es este recopilatorio. No solo se encarga de todos los números de la serie regular, sino que hace lo propio con el anual incluido en el tomo. Esto provoca que tengamos una importante solidez gráfica que acompaña a esta larga etapa, en la que comienza a mostrar una cohesión artística entre los autores. De esa forma, The Invincible Iron Man sigue la senda marcada por otros títulos de la editorial coetáneos, en los que otros equipos creativos toman los mandos de su respectiva serie durante un largo periodo de tiempo, ayudando en cierto modo a que el Universo Marvel esté más coordinado que nunca en todos los aspectos inimaginables, viviendo una segunda época dorada que ha quedado para el recuerdo. En definitiva, estamos ante un buen puñado de tebeos capaces de retrotráenos a una etapa clásica en la trayectoria del personaje que quizá no fuese la más representativa del impacto cualitativo que tuvo Marvel durante la década de los ochenta, pero sí ofrecen la esencia de aquello que hizo grande al universo de ficción de la Casa de las Ideas, con una importante serialización de ciertas subtramas, un buen desarrollo de los personajes y la semilla de conceptos que germinarían en un futuro no muy lejano. Bajo el epítome The All New Iron Man, algo tan propio de los movimientos editoriales actuales, pero que demuestran que ya está todo más o menos inventado en este medio, tenemos un nuevo bloque de aventuras de la nueva encarnación del vengador dorado, que no solo supuso el nacimiento de un nuevo Iron Man, sino que sería el prefacio de la llegada de un nuevo superhéroe; uno llamado Jim Rhodes. |
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