CUENTA ATRÁS HACIA LA OSCURIDAD por Óscar Rosa Jiménez El Caballero Luna nace a mediados de los años setenta, siendo concebido prácticamente como un villano. Su debut tiene lugar en Werewolf by Night #32, donde se presenta como Marc Spector, un curtido mercenario a sueldo contratado por el Comité, una organización criminal que pretende capturar a la encarnación del Hombre Lobo de Marvel, Jack Russell. En aquellos momentos, la Casa de las Ideas exploraba diversos géneros en sus cómics, especialmente el terror, eludiendo en la medida de lo posible el Comics Code Authority y recurriendo a versiones de los clásicos monstruos que habían copado las carteleras a principios de esa misma década, durante la época de esplendor de Hammer Productions. Frankenstein, Drácula, la Momia y el mencionado Hombre Lobo tendrían sus contrapartidas marvelitas, algunos incluso llegarían al mercado libre de censura que ofrecía el formato magazín, intentando enterrar en el olvido el estigma creado por las afirmaciones de Fredric Wertham en su famoso libro titulado “La seducción de los inocentes”. En ese escenario surgía un personaje que estaría destinado a caminar entre la luz y las sombras, como nunca antes lo había hecho ningún otro. Doug Moench es el creador de la idea y el que se encargaría de desarrollarla durante los primeros años de su trayectoria, haciéndolo evolucionar hasta prácticamente el personaje que conocemos hoy en día. El dibujante Don Perlin fue el artista que dio vida al personaje en las viñetas, aunque el diseño inicial iría mutando; aquellos guantes de lucha fueron suprimidos y su capa obtuvo un diseño más estético a la vez que útil. Tras la primera aventura del personaje, que se prolongó hasta Werewolf by Night #33, aunque tendría una esporádica aparición en el número treinta y siete de la colección, en la editorial se sintieron atraídos por el Caballero Luna hasta el punto de elegirlo para protagonizar un par de números en el título antológico Marvel Spotlight. En esta ocasión, dejaría la faceta de villano para convertirse en un héroe enmascarado más, en un intento por ampliar la nómina de superhéroes del Universo Marvel. De ese modo, surgía un personaje que, de alguna manera, buscaba redimirse de su pasado violento como mercenario a sueldo, intentando buscar un nuevo rumbo al que dirigir su vida; la redención, un tema recurrente en la Marvel clásica, qué duda cabe... En Marvel Spotlight #28-29, Moench comienza a perfilar al personaje, que hasta el momento era todo un misterio. La primera sorpresa es que Marc Spector es solo una de las identidades que adopta el Caballero Luna, a las que, como si emulara las diferentes fases del astro del que toma su nombre, hay que sumarle el millonario Steve Grant y el taxista Jake Lockley, aunque se deja en el aire que incluso podría haber otras. Más adelante, esta personalidad múltiple llegará a mostrar síntomas de esquizofrenia, debido al constante cambio de identidad, lo cual provoca que los acontecimientos sucedan con una rapidez inusitada, transmitiendo al lector la locura que supone vivir con alguien con tres identidades diferentes, pero sin unos límites claros entre todas ellas. Además de este interesante y original perfil psicológico, el guionista se esmeraría en dotar al Caballero Luna con diferentes armas que se convertirían en elementos distintivos del nuevo héroe como los shurikens con forma de media luna, el gancho o su bastón, que posteriormente tendría la posibilidad de convertirse en nunchakus, en clara alusión al dominio de las diferentes artes marciales que practica. A todo esto habría que incluir un helicóptero, que sufriría varias modificaciones con el tiempo, conducido por su fiel compañero Frenchie, y una base de operaciones bajo una mansión de estilo victoriano. Las diferentes identidades del personaje estarían entrelazadas entre sí, de manera que Steve Grant es millonario gracias a la fortuna que había conseguido amasar Marc Spector, durante su época como mercenario, la cual invirtió en bolsa con pingües beneficios. A su vez, Jake Lockley es la excusa perfecta para internarse en los bajos fondos sin llamar la atención, incluso añadiría después un bigote falso para evitar ser reconocido, aunque mantener en secreto sus diferentes álter ego no parece una prioridad, ya que como se irá viendo muchos estarán al tanto de ello, enemigos incluidos. Además, contará con una auténtica legión de personajes secundarios, que no solo enriquecen el entorno del protagonista, sino que nutren a las historias de un importante elenco de personajes que poco a poco servirán de herramienta para contar historias de un pasado que les persigue hasta el presente. El primero que destaca es Frenchie, un amigo inseparable que compartió con él la experiencia del mercenario sin escrúpulos que una vez fue Marc Spector. Además de pilotar el Lunacóptero, que de alguna forma se convierte en un símbolo del Caballero Luna, facilitando el transporte, se encargará de su mantenimiento y mejorará la tecnología del mismo, junto a la creación de accesorios que les permitan mantenerse en contacto durante las misiones. La segunda persona más importante es sin duda Marlene, que se perfila como la mujer perfecta: guapa y sensual como pocas, cuenta con su inteligencia para gestionar la economía de Steve Grant, tener a punto los uniformes del Caballero Luna e incluso participará en muchos de los casos como parte activa, demostrando ser una mujer capaz de cuidar de sí misma. Por si fuera poco, Marlene es posiblemente la única capaz de comprender y aceptar la compleja mente de su amante, que siempre está al borde del colapso y en constante tensión. A pesar de todo, la relación es lo suficientemente fuerte para mostrarse como el punto de apoyo emocional del Caballero Luna, en un mundo en el que la locura está dentro de los parámetros cotidianos. Como cualquier millonario que se precie, Steve Grant cuenta en la nómina con un fiel mayordomo que, aunque está lejos del protagonismo de personajes tan carismáticos como Jarvis o el incomparable Alfred Pennyworth, Samuels ejerce su labor con la misma valía que sus homólogos, ayudado de la cocinera Nedda, un ejemplo más de lo amplio que resulta el reparto de esta colección. Pero el Caballero Luna y sus múltiples personalidades necesitan estar en contacto con la información que sale de la calle, por lo que, bajo su identidad de Jake Lockley, obtendrá la ayuda de Gena, la camarera de un típico bar de taxistas y la de sus dos hijos. Allí mismo conocerá a Bertrand Crawley, un mendigo de léxico propio de la nobleza británica, que resulta ser un pozo de información y que no está dispuesto a perder su dignidad. Sin lugar a dudas, toda una panoplia de personajes repletos de matices que convierten al entorno del Caballero Luna en un escenario tan interesante como el propio protagonista. Tras su paso por la colección de carácter antológico Marvel Spotlight, el personaje pasa a protagonizar una serie de historias de complemento en el magazín The Hulk!, a partir de su número once. Aunque el Caballero Luna ya había interactuado con otros personajes del Universo Marvel, como nuestro amistoso vecino arácnido, el propio Moench no estaba muy de acuerdo con ello, ya que quería mantener a su creación fuera del Universo Marvel habitual, en busca de historias con un tono más oscuro. De hecho, las apariciones que transcurrieron entre Marvel Spotlight y el magazín las consideró apócrifas, sin tener en cuenta nada de lo que allí sucedió. Su idea, apoyado por algunos editores de la editorial, sería aprovechar la libertad que ofrecía el formato para dar rienda suelta a relatos que se caracterizarían por el tono adulto y cierto aire pulp, mezclando el suspense, el terror y las aventuras. Los adversarios del Caballero Luna estarían en las antípodas de los villanos habituales del resto de héroes del Universo Marvel. Tras un Hombre Lobo y un terrorista autodenominado el Conquistador, el enmascarado tendría que vérselas con un asesino en serie, con un loco obsesionado con las reliquias egipcias y con un auténtico psicópata como Lupinar. El éxito del personaje en la revista fue tal, que llegó a protagonizar una historia en la que compartía escenario con Hulk durante un eclipse, pero sin que ninguno de los dos llegue a conocerse. El paso del Caballero Luna por el magazín está caracterizado por uno de lo momentos más importantes de su trayectoria, ya que después de que autores como Gene Colan, Tony DeZúñiga, Keith Pollard, Frank Giacoia o Mike Esposito trabajasen en la parte gráfica, irrumpió en la colección el que se convertiría en una parte importante de la evolución visual del personaje: Bill Sienkiewicz. Aunque ya hablamos en profundidad sobre el estilo de este dibujante en su época más experimental en los Nuevos Mutantes (Artículo 75), aquí tenemos a un primerizo ilustrador que muestra una clara influencia de Neal Adams. Tanto su narrativa como su precisión por el detalle, dotando las escenas de un realismo poco habitual en los cómics, llegando a entintarse a él mismo, recuerdan muchísimo al artista neoyorquino. Sin embargo, a medida que avanzamos en la lectura, y mientras es entintado por otros como Klaus Janson, el trazo de Sienkiewicz va volviéndose cada vez más fino, buscando nuevas áreas de la ilustración que le llevarán más adelante hacia un estilo diferente a cualquiera antes visto en un cómic. Esto se hace aún más patente en el próximo tomo, cuando lleguemos al momento en el que el dibujante rompe con lo preestablecido y se reinventa a sí mismo. Por lo tanto, tenemos el nacimiento de un equipo creativo que comenzaba a forjar una leyenda para introducir al héroe plateado en el olimpo de los personajes de culto. Aunque en aquel momento el personaje ya parecía estar preparado para protagonizar su propia serie regular, realizaría antes un alto en el camino para protagonizar un relato en blanco y negro, incluido en Marvel Preview #21. Una vez más, el Caballero Luna debía hacer frente a una amenaza relacionada con su pasado como mercenario, la cual muestra implícita una crítica a ciertas operaciones militares encubiertas como el control mental. Si bien es cierto que el personaje se acercaba a un mundo tan oscuro como real y conspiranoico, en aquella historia se abría la veda hacia la crítica social, una característica que Moench intentaría explotar en muchos de los truculentos casos que investiga el Caballero Luna, en algunas ocasiones ejerciendo una denuncia social. Por lo tanto, esta historia es otro punto de inflexión más en la trayectoria del personaje, que en poco más de cinco años había evolucionado de tal forma que se había convertido en un superhéroe diferenciado totalmente del resto de los que publicaba la editorial. Esto provocó que muchos fijasen su atención en él y comenzase la polémica sobre sus similitudes con cierto defensor de Gotham que, aunque es cierto que las hay, no dejan de ser meramente anecdóticas, ya que tanto la motivación como la esencia de ambos personajes son totalmente diferentes. A pesar de todo, la revista especializada The Comic Journal llegaría a publicar como portada un encontronazo entre ambos personajes dibujado por Sienkiewicz, que tendría su respuesta por Neal Adams. No obstante, la comparativa sería quedarse en lo más superficial de ambas creaciones. Recién estrenada la década de los ochenta, daba comienzo por fin la cabecera protagonizada por el Caballero Luna, que contaría con el equipo creativo que lo había hecho posible. En este volumen se incluyen solo sus primeras quince entregas, en las que la principal característica sigue siendo la evolución. El héroe plateado como tal está perfectamente perfilado, con todos sus matices y complejidades, pero queda un asunto pendiente: el origen. Hasta el momento podríamos decir que era el aspecto menos atrayente, recordando la imagen en la que el Comité le entrega el disfraz a Marc Spector. Sin embargo, Moench decide ampliar y profundizar en ello en los primeros compases de la colección, donde se establece un importante nexo de unión con el dios de la luna Khonshu. El guionista extrae directamente de la mitología egipcia a una deidad relacionada con la medicina y la luna, algo que tiene mucho sentido teniendo en cuenta cómo se desarrolla la historia, pero lo convierte en un dios del terror y la muerte, con el que siente una fuerte deuda el resto de su vida, siendo la principal fuente de su obsesión y sus problemas psicológicos. También presenciaremos el momento en el que Marlene entró en su vida, afianzando aún más si cabe sus lazos de unión. Finalmente, haría su debut el que a la postre se convertiría en su némesis, Bushman, un mercenario sin escrúpulos que para infundir terror se ha tatuado una máscara en la cara y se ha afilado los dientes para matar a sus víctimas a dentelladas. En cierta forma, Bushman se convierte en un patrón de villano que ejemplifica la clase de enemigos con las que tendrá que lidiar el Caballero Luna, muy distintos a los de cualquier otro. Esto, junto al cuidado por unas tramas más adultas y con trasfondos sociales o políticos, confiere a esta parte inicial de la colección a su vez un tono más violento con respecto a las publicaciones de aquel momento en la misma editorial. También es cierto que esto se debe en gran medida a la apertura del mercado de la venta directa, otro modo más de esquivar al Comics Code Authority, que además aseguraba la venta del producto, ya que se imprimían los ejemplares por reserva previa de las librerías. Así, esa combinación de elementos editoriales, argumentales y gráficos, permitieron a esta colección abrir un abanico de posibilidades que Moench supo aprovechar muy bien y el resultado se hace visible incluso ahora, varias décadas después. Quizá en estos primeros compases de la cabecera no tengamos las historias más trasgresoras, pero se hacen eco del problema de las drogas, de la corrupción, de la delincuencia, incluso de la xenofobia y muchos otros temas de carácter social. Además, continúa por el lado oscuro y bordea lo sobrenatural, para no perder su nexo de unión con sus propias raíces, aunque siempre manteniendo un prisma cercano a la realidad. La mitología, las religiones, la psicología y una serie de enemigos con tendencias psicóticas y homicidas campan a sus anchas por estas páginas. También habrá hueco para dramas humanos como el de Vidriera Escarlata o el del propio Frenchie con el regreso del gran amor de su vida. De ese modo, la pátina de realidad aumenta y el impacto emocional en muchas de sus historias es importante, gracias también a la atmósfera conseguida por el dibujante. Este tomo es, sin lugar a dudas, una lectura imprescindible para conocer el nacimiento de uno de los personajes de culto más importante de la Casa de las Ideas. En él se incluye toda la evolución de los primeros años de su trayectoria, para el disfrute de los aficionados. Aunque estoy convencido de que muchos hubiésemos preferido otro formato más asequible, hay que reconocer que esta etapa merece una edición de lujo como esta que ha quedado francamente bien. De los mejores tomos que he tenido la oportunidad de comprar de esta línea, tanto en tamaño como en encuadernación. Sinceramente, creo que merece mucho la pena la inversión. Una buena lectura para leer bajo la luz de la luna. |
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