por Óscar Rosa Jiménez Steve Gerber es, sin lugar a dudas, uno de los escritores de cómics menos convencional de su época, algo que ha quedado refrendado en múltiples ocasiones a lo largo de su carrera. Su estancia en The Defenders no fue precisamente una excepción, aunque también hay que decir que estuvo especialmente lastrada por ciertas interrupciones como la aventura que compartieron con los Guardianes de la Galaxia (Artículo 94) o la publicación de los Giant-Size de la colección. Sin embargo, una vez superada esa fase, el de Misuri pone en marcha una larga línea argumental que arranca en The Defenders #31, concluyendo en el primer anual de la serie. De ese modo, se ponía de manifiesto, una vez más, su capacidad para conducir una cabecera coral como esta, así como su habilidad para tejer tramas de largo recorrido de cierta complejidad en una aventura que llevaría al no-grupo al siguiente punto de inflexión de su trayectoria dentro del Universo Marvel. A lo largo de su estancia en la colección, Gerber se ha caracterizado por intento de desarrollar a los integrantes de esta formación, aunque quizá se ha centrado principalmente en dos miembros muy concretos. Kyle Richmond, alter ego de Halcón Nocturno, es uno de ellos y posiblemente sea una de las piezas clave de esta etapa. Nacido en su origen como poco más que una versión marvelita de Batman, a pesar de comenzar su carrera como villano dentro del Escuadrón Siniestro, a lo largo de este ciclo argumental Gerber se esfuerza en separarlo del protector de la calles de Gotham, por lo que construye un pasado, igual de trágico, eso sí, que sirve para que lo conozcamos con una mayor profundidad. Además de ser uno de los principales recursos económicos del no-grupo, se perfila como el líder natural en ausencia del Doctor Extraño y será protagonista de diferentes situaciones que lo convierten en el blanco de diferentes villanos. Y no nos referimos solo a su perfil como millonario presa del secuestro continuo, sino que será objeto de ciertos experimentos poco convencionales que realizan con su cuerpo los Hombres Cabeza, el grupo de supervillanos que intentará derrotar a los Defensores para dominar el mundo a su peculiar manera. La otra gran protagonista es la Valquiria, una asgardiana encerrada en el cuerpo de Barbara Norriss que, además, debe lidiar con el intento de Jack Norriss, el marido de su anterior encarnación, de retomar su matrimonio. La joven sufrirá en su propias carnes un drama carcelario, que Gerber aprovecha para mostrar su lado crítico hacia el sistema penitenciario femenino de forma interesante, aunque hay que reconocer que el origen de la trama es un poco absurdo. Y es que si bien es cierto que los Defensores no son una formación especialmente conocida entre los neoyorquinos del Universo Marvel, su enfrentamiento con Chondu no debería haber derivado en su encarcelamiento. Por otro lado, tras su experiencia como presidiaria, obtendrá una nueva vestimenta, diseñada por John Byrne, que lucirá durante una buena temporada, aunque tendrá diversos cambios estéticos más adelante. Otro de los aspectos interesantes de este arco argumental es el aumento de integrantes en las filas del no-grupo, así como la presencia de ciertos invitados de excepción. Por estas páginas regresará el Hijo de Satán para realizar un exorcismo, mientras que la presencia de Luke Cage será el germen de su nueva afiliación, aunque sea por un módico precio. Este hijo de la blaxploitation aportara la faceta más urbana del Universo Marvel, quizá la única representación que faltaba en esta atípica formación. No obstante, para añadir un poco más de diversidad étnica y racial, desde el mismísimo Telón de Acero llegará nada más y nada menos que Guardiana Roja, conocida inicialmente como la doctora Tanya Belinskya. Se trata de una importante neurocirujana, pero también de una disidente del régimen represivo de la antigua Unión Soviética, que tras salir de las fronteras de su país se convierte en una heroína más de las calles de Nueva York. Esta creación de Gerber da pie a la introducción de temas políticos y la eterna enemistad entre Estados Unidos y Rusia. Como suele ser habitual en el autor, plantea cierta reflexión sobre el comunismo y sus, según él, implicaciones negativas con respecto a los derechos sobre la libertad del individuo. De hecho, el personaje, a pesar de ser la sucesora de Guardián Rojo, un símbolo de su país y que se considera a todos los niveles la versión soviética del Capitán América, pero con otros valores, se convierte en una proscrita perseguida por el Estado, en un intento por acercarse más al concepto de libertad que representa Steve Rogers. Curiosamente, aunque dudo que sea algo al azar, Gerber elige para esto a una mujer. Y es que la lucha por los derechos de la mujer es otro de esos temas sociales que el guionista nos cuela entre excentricidades como cervatillos poseídos y otro tipo de rarezas. No olvidemos que la propia Valquiria es un exponente mismo de ello, teniendo en cuenta que sobre ella cae una restricción de sus poderes que le impiden hacer daño a otras mujeres. Incluso su estancia en la cárcel dará pie a sacar temas como el abuso sexual en este tipo de instalaciones o su situación precaria. Desde luego, no se puede negar que Gerber era bastante arriesgado con sus planteamientos. Llegados a este punto, creo que merece la pena pararse un momento a analizar qué clase de formación estaba perfilando el guionista. Un negro de Harlem, representante de una minoría étnica criada literalmente en las duras calles de la ciudad, cuya visión de la vida está muy pegada al suelo y que tan bien representado está en los diálogos de Luke, cargados de argot. Por otro lado, un importante millonario, poseedor de una gran empresa, que veremos como no duda un momento en emplear su cuenta corriente en todo aquello que se necesite, a pesar de ser alabado y criticado a partes iguales. De ese modo, tenemos prácticamente las dos caras de la moneda dentro de la sociedad del momento. A su vez, la Valquiria es prácticamente una figura que representa la libertad de la mujer y casi enarbola el feminismo en la mayoría de sus participaciones. Incluso esa forma de dejar a un lado al marido, Jack Norriss, por mucho que este se empeñe en convertirse en otro miembro más del no-grupo, llegando a protagonizar alguna que otra aventura, entra dentro del mensaje feminista sobre la independencia que la mujer le reclama al hombre. Finalmente, tenemos a un símbolo del comunismo, pero en lugar de ser uno de sus exponentes es más bien uno de sus detractores, mostrando así la dicotomía política de dos naciones enfrentadas en una Guerra Fría que se prolongaría hasta los ochenta, o puede incluso que hasta hoy día, quién sabe. Con todo esto se pone de manifiesto, una vez más, que el trabajo de Gerber va siempre un poco más allá de las apariencias y, generalmente, está ligado a una carga social, incluso política. Sus guiones tienen siempre algún trasfondo, algo que exponer y sobre lo que reflexionar, aunque también hay que tener en cuenta que son mensajes enviados a la sociedad del momento. Si bien es cierto que algunos valores no dejan de tener hoy la misma importancia que ayer, es más una forma de ver reflejadas las inquietudes sociales de una época pasada, de manera que entendamos el trasfondo social en el que se publicaron estas historias. De hecho, el autor incluye una extraña y misteriosa subtrama que gira en torno a un Elfo con Pistola, cuyo objetivo es matar a una serie de personas. Más tarde, Gerber explicaría que era una de sus típicas excentricidades, la cual no tenía pensado que llegara a ningún sitio en concreto, pero que suponía una forma de representar la violencia de la sociedad, en muchas ocasiones sin ningún sentido. Prácticamente cuarenta años después, estos pequeños interludios, y bajo esa explicación, bien podríamos relacionarlos con esa violencia absurda que enarbolan ciertas facciones musulmanas, en su intento por defender una creencia utilizando el terrorismo como herramienta disuasoria. Pero no solo nuestros héroes están imbuidos de cierta crítica social, también los antagonistas del no-grupo tendrán una importante presencia de este tipo de implicaciones reflexivas, a pesar de su extravagancia. Los Hombres Cabeza, un grupo de villanos formado a través de una exhaustiva búsqueda de los rincones más inverosímiles del Universo Marvel no estará exento de ello precisamente. Al trío formado por Chondu el Místico, el Doctor Arthur Nagan y el Doctor Jerold Morgan se une Rubí Jueves. La doctora Thursday Rubinstein es una científica que se hartó de una sociedad a la que despreciaba, por lo que sustituyó su cabeza por una serie de circuitos orgánicos con forma de rubí rojo que le dotaron de unas capacidades tanto ofensivas como defensivas, las cuales decidió utilizar para el crimen, aunque su principal objetivo era la sustitución de las cabezas de todos los habitantes del planeta por réplicas similares a la suya. De nuevo se deja entrever una crítica a la sociedad superficial, donde la belleza está por encima de la inteligencia, algo contra lo que esta escultural mujer pretende luchar, aunque los medios no sean precisamente éticos. Además, será protagonista de una campaña electoral en la que se pretende que una mujer alcance el despacho oval, lo cual entronca con el mensaje feminista de otros personajes de la cabecera. Gerber pretende mostrar a villanos megalómanos obsesionados con controlar el mundo, pero curiosamente utilizando métodos poco convencionales y ortodoxos. De ese modo, los Hombres Cabeza son protagonistas de una infiltración en la sociedad a diferentes niveles, demostrando que la violencia no es el único modo de gobernar el planeta, sino que a través de un cambio de pensamiento global o de la dominación de poderes fácticos como las corporaciones empresariales o la política el daño es mayor y más duradero, porque a pesar de su derrota física, los daños siguen estando presentes. En esa misma línea tendrá su reaparición Nebulón, un viejo conocido de los Defensores, el cual llevará a la práctica algo similar, pero a través del movimiento Control Mental Celestial, el cual proclama que todo el mundo puede alcanzar el máximo potencial de su mente tras una pequeña iniciación. Esto pasa a través de un proceso iniciático en el que el individuo admite ser un payaso dentro del organigrama de las cosas, obteniendo como resultado una interesante crítica hacia el borreguismo social. Individuos ataviados con máscaras de payaso, liderados por un alienígena que pretende ayudar a la Humanidad, pero que realmente no la comprende. Esta atípica combinación entre ciencia ficción y reflexión filosófica y social converge en una batalla para salvar al mundo de su innegable propia estupidez. Sin duda alguna, Steve Gerber en estado puro, creo que no hace falta añadir más. A este nutrido elenco de villanos se unirá un trío muy singular, que sigue la estela de recuperaciones al más puro estilo de Gerber. El primero de ellos es Samuel Smithers, más conocido como el Hombre Planta. Nacido en las páginas de Strange Tales #113 como enemigo natural de la Antorcha Humana, es una de las pocas aportaciones de Jerry Siegel al Universo Marvel, uno de los famosos creadores de Superman, aunque lo haría bajo el pseudónimo de Joe Carter. En sus orígenes su aspecto estaba inspirado en el popular personaje de pulp la Sombra, aunque ya en su segunda aparición aparecería desprovisto de su atuendo para enfundarse el característico traje verde con el que se podría ver durante una buena temporada. Si bien es cierto que con el paso de los años tendría un mayor desarrollo en todos los aspectos, aquí resulta ideal para el tono de la serie con su particular apariencia y su siempre efectiva pistola con la que provoca un antinatural crecimiento de la vegetación. El segundo en discordia es el Puercoespín, un villano que tendría su primera aparición en el histórico Tales to Astonish #48, donde se enfrentó al Hombre Hormiga y la Avispa en un intento por demostrar que su genio científico no estaba del todo bien pagado. No deja de ser curioso que Gerber elija, de entre todos los villanos posibles, a uno que en cierta forma lo único que hace es buscar una mejora de empleo, aunque sea utilizando métodos delictivos. Desde luego, no hay mayor carga social que esa, ¿no os parece? Y por último, tenemos a la Anguila, otro de los peculiares enemigos de Johnny Storm durante su serial publicado en Strange Tales. Este es posiblemente el villano más tradicional, por decirlo de alguna forma, porque en sus inicios contaría con algunos elementos ciertamente curiosos como un helicóptero. Además de tener la feliz idea de establecer su cuartel general en un acuario. Tres curiosos personajes cuyo nexo de unión es su relación con el Conde Nefaria, lo que les llevaría a dar con sus huesos en la cárcel. Tras su liberación, en un vano intento por reformarse, acaban en el movimiento Control Mental Celestial y a su vez, enfrentándose a los Defensores. Tras concluir este extenso arco argumental, Gerber se despide de la colección en The Defenders #41, cerrando uno de los temas pendientes durante su etapa: la relación entre Kyle Richmond y Trish Starr; recordemos, la sobrina del villano Cabeza de Huevo, que tras sufrir un atentado por parte de su tío, en un intento de acabar con Halcón Nocturno, perdió un brazo. Esto provocó que la relación entre ambos quedase en una especie de suspenso cuando ella se marchó. El guionista utiliza este número para contarnos qué ha sido de su vida, además de para enfrentar al no-grupo con una vieja conocida del Hechicero Supremo: Shazanna. Una vez más, el autor realiza un poco de arqueología para rescatar a esta hechicera surgida en Strange Tales #133, en el serial protagonizado por Extraño antes de tener serie regular y durante la fenomenal etapa de Stan Lee y Steve Ditko. Por cierto, también sirve, todo hay que decirlo, para afianzar cada vez más la presencia de Clea dentro de los Defensores. Prácticamente como ocurre con Wong, se podría decir que es un efecto colateral de habitar en la sede habitual del no-grupo, donde se desarrollan muchas de sus aventuras. No obstante, estará activa en algunos momentos, a pesar de su discreta aportación a la serie. A pesar de que me parece obvio que esta etapa destaca especialmente en su apartado argumental, creo que no se puede olvidar otro de sus grandes valores: la cohesión gráfica. Esto se debe principalmente a los lápices del siempre eficaz Sal Buscema. Hablamos de un autor que ha destacado a lo largo de toda su carrera por ser un artista de oficio, alejado del talento de su hermano mayor, siendo muchas veces injustamente olvidado a pesar de haber estado presente en importantes sagas de la Marvel de los setenta. Siempre mostró cierta versatilidad, y es el principal responsable de la imagen icónica que todos asociamos a la versión clásica de nuestro monstruo gamma favorito. Gracias a su constancia y su efectividad pudo permanecer durante largas temporadas en series como esta, lo cual permitía ver una solidez gráfica que hoy parece haberse perdido por diferentes motivos. Ayudado en este recopilatorio por el veterano Jim Mooney, otro artesano del lápiz y que tanto ofreció a nuestro amistoso vecino arácnido durante los años setenta, así como por el entintador Klaus Janson, conocido años más tarde por sus colaboraciones con Frank Miller, el bueno de Silvio contribuyó con su arte prácticamente desde los inicios de la cabecera, además de aportar su pequeño grano de arena a la interesante propuesta de Steve Gerber. Como broche final de este volumen, se incluye Marvel Treasury Edition #12, un tebeo en el que Gerber reúne por primera vez a los Defensores con la que posiblemente sea su creación más importante y querida: Howard el Pato. En este clásico team-up el guionista incide en su vis más irónica y proclive a la parodia, en una historia donde el gran protagonista es nuestro entrañable pato, que se encuentra en un momento delicado de su vida, al haberse presentado como candidato a la presidencia. A pesar de ser originario de otra dimensión, el anátido protagonista no es muy amigo de la magia, pero tendrá que hacer uso de ella al convertirse en una versión bastante particular del Doctor Extraño, y así poder derrotar a un grupo de villanos tan peculiar como ridículos en su esencia. Otro ejemplo más de que Gerber estaba muy lejos de los convencionalismos y fue un autor particularmente extravagante, lo cual, dicho sea de paso, no creo en absoluto que sea nada malo, sino precisamente al contrario. Y es que ser poco convencional o raro quizá no está lo suficientemente valorado, o si no que se lo pregunten a los Hombres Cabeza. |
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