por Taneleer Tivan "El mundo entero es un mar oreado de sangre,2. La Espada Salvaje de Roy Thomas y John Buscema La decisión de Stan Lee de que Conan protagonizase su propio magazín resultó tan repentina que cogió un poco por sorpresa a todos los implicados. Viendo las cosas en perspectiva, The Savage Sword of Conan no fue sino una remozada versión de Savage Tales, dirigida a su mismo público y afinando todavía más sus contenidos, suponiendo por tanto una clara continuación, aunque más evolucionada, de lo que hasta entonces venía siendo el magazín. Con la consiguiente promoción en las convenciones veraniegas que se hicieron en 1974, su primer número tuvo una importante repercusión entre los seguidores del cimmerio, estableciendo un listón en cuanto a calidad que no sólo mantendría durante los años siguientes, sino que en muchas ocasiones incluso lo llegaría a superar. A modo de introducción editorial, el juramento que Roy Thomas les hizo a los lectores en el primer número de la revista (A Hyperborean Oath) sobre los contenidos que podían esperar encontrar en ella, acabaría resultando absolutamente profético: aquel nuevo magazín de Marvel resultaba tan bueno o mejor que cualquiera de los que Warren o cualquier otra editorial pudiera estar publicando en el mercado, hasta el punto de que no sólo iba a sobrevivir al resto de magazines con los que Marvel había iniciado su andadura en ese terreno, sino que incluso sobreviviría en muchos años a la propia época de los magazines a blanco y negro. El primer número de The Savage Sword of Conan se presentó a sus lectores con fecha de portada de Agosto de 1974 (en realidad unos tres meses antes, justo al mes siguiente de que hubiera aparecido el quinto número de Savage Tales). A la hora de poner en marcha el nuevo magazín, Roy Thomas tenía claras dos cosas: que sólo él se encargaba de escribir a Conan, y que sin Barry Smith al frente, el mejor impulso comercial que podía tener la nueva revista era John Buscema: absolutamente consagrado a esas alturas entre todos los seguidores del bárbaro, capaz de compaginar la serie mensual con la cadencia bimestral que iba a tener el magazín, y más que encantado de dibujar a Conan, su personaje favorito dentro de Marvel, como el propio Buscema se encargaría de confesar en más de una ocasión. Con gran parte de los contenidos de lo que iba a ser Savage Tales #5 traspasados al nuevo magazín, el estilo de sus portadas fue una de las cosas que más se intentó perfilar. En el mundo de los magazines, las portadas pintadas a modo de ilustración (similares a las que aparecían en las novelas en rústica de la época y que causaban verdadero furor) habían creado su propio género, siendo uno de los puntales comerciales con el que las revistas a blanco y negro se presentaban a sus lectores. De acuerdo con esta filosofía, The Savage Sword of Conan #1 acabó presentando en portada una ilustración temática de Conan y Red Sonja que recordaba bastante al trabajo de Frank Frazetta con el bárbaro. La portada era obra del ilustrador peruano Boris Vallejo, siendo la primera de la serie de ocho que éste llevaría a cabo para el magazín. Lo cierto es que Stan Lee y Roy Thomas intentaron por todos los medios que fuese Frank Frazetta quien se encargase de realizar las portadas para el nuevo magazín dedicado a Conan, pero al final resultaría imposible llegar a ningún acuerdo con el genial artista de Brooklyn a causa de las cantidades que éste pedía por portada y de la propiedad que Marvel se reservaba sobre los derechos de las ilustraciones que publicaba. Ante esa imposibilidad, lo que Lee y Thomas hicieron fue buscar a los siguientes ilustradores que consideraban que podían seguirle en el escalafón del público, siendo de este modo como Boris (seguido por Adams y Kaluta) llegaría a The Savage Sword, entregando unas portadas de auténtico nivel que aumentarían considerablemente su popularidad como ilustrador, especialmente entre los seguidores del bárbaro. En cuanto al contenido del número inaugural de la revista, Conan y Red Sonja eran quienes se encargaban de compartir su protagonismo. La historia de apertura resultaba ser La Maldición del No Muerto (Curse of the Undead Man), adaptación por parte de Roy Thomas y John Buscema de un relato de Robert E. Howard titulado La Señora de la Muerte (Mistress of Death) originalmente protagonizado por otro de los personajes creados por el escritor tejano, en este caso un personaje femenino: Agnes de la Fère (conocida también en su propia serie de relatos como Agnes de Chastillon o Agnes la Oscura), una indómita espadachina francesa del siglo XVI, también pelirroja, a la que Roy Thomas iba a convertir en Red Sonja, de la misma forma que el escocés John Stuart, su acompañante en esta historia, acabaría siendo transformado en Conan. La historia original aparecía ambientada en la Francia de Enrique IV descrita en muchas de sus novelas por Alejandro Dumas y en la que sin ir más lejos se utilizaban armas de fuego, detalle que pone de manifiesto lo bien que Thomas manejaba la prosa de Howard a la hora de llevar a cabo este tipo de adaptaciones de otras épocas históricas a la Edad Hiboria. La parte final era en cualquier caso obra del propio Roy Thomas, puesto que Howard no había llegado a terminar el relato, siendo esa parte final obra del escritor Gerald W. Page en la versión literaria protagonizada por la espadachina francesa. En su adaptación al Universo Hiborio, la historia venía a significar el anunciado regreso de Red Sonja a la vida de Conan tras la separación de ambos que había tenido lugar en Conan the Barbarian #24, un regreso que además traía consigo la presentación oficial de una nueva vestimenta para la hyrkania: el famoso bikini de acero creado por Esteban Maroto con el que Sonja aparecía luchando hombro con hombro junto a Conan en la portada, y cuya ilustración original, la que había dado pie a su creación, venía también a aparecer a modo de pin-up como uno de los contenidos de aquel primer número del magazín. Editorialmente, sin embargo, quizá la anécdota más curiosa alrededor de La Maldición del No Muerto, es que en la mente de Roy Thomas ésta no era inicialmente la historia prevista para aparecer dentro de aquel primer número de The Savage Sword, sino que hubiera debido ser la adaptación de El Coloso Negro, que acabaría apareciendo en el segundo número del magazín. De hecho, como se puede deducir de sus dieciocho páginas de extensión, La Maldición del No Muerto era una historia que había sido originalmente escrita y dibujada para aparecer dentro de Conan the Barbarian #43. Como ya ha quedado apuntado, la decisión de Stan Lee de que Conan tuviera su propio magazín cogió un poco de improviso a Roy Thomas, que en realidad lo que en ese momento estaba preparando era el siguiente número de Savage Tales. John Buscema por su parte, tenía muy adelantado el trabajo a lápiz de La Maldición del No Muerto, la historia en que Conan y Red Sonja se iban a reencontrar dentro de Conan the Barbarian, cuando Roy Thomas le dio la noticia de que iban a adaptar El Coloso Negro, en un principio para Savage Tales. Buscema, conocedor de lo que habían hecho otros autores con el personaje en los anteriores números del magazín, decidió dedicarse a la historia especialmente a fondo, echándosele encima las fechas de entrega. En consecuencia, a Thomas no le quedó más remedio que aplazar el Coloso Negro para el número siguiente, traspasando así La Maldición del No Muerto desde Conan the Barbarian a lo que acabaría siendo el primer número del magazín. A fin de adaptar mejor el tratamiento de la historia al estilo propio de las revistas en blanco y negro, fundamentalmente con los negros y los difuminados tonos de grises utilizados en la época, el entintado correría a cargo de Pablo Marcos, reemplazando así a Ernie Chan, que era el artista inicialmente previsto para llevar a cabo el trabajo en la serie a color. Coincidiendo con el protagonismo que Red Sonja ostentaba en el número inaugural del magazín, su segunda historia estaba dedicada por primera vez a la guerrera hyrkania en solitario, siendo consecuencia del encargo de una historia de 10 páginas sobre el personaje que Roy Thomas le había encargado a Esteban Maroto tras darse cuenta del potencial que existía en el nuevo diseño que éste le había presentado. Con un gran trabajo de acabado por parte de Neal Adams sobre los lápices de Maroto, y tintas del propio Adams y de Ernie Chan, la historia narraba lo sucedido a Red Sonja desde su separación de Conan en la asediada Makkalet (Conan the Barbarian #24) hasta el reencuentro que tenía lugar en la primera historia del magazín, averiguándose además el motivo por el que su cabeza había sido puesta a precio en Hyrkania. Como consecuencia de todo ello, la popularidad de Red Sonja aumentaría enormemente tras aquellas primeras apariciones en el magazín, comenzando a perfilarse un modo de tratar a los personajes femeninos que Marvel iría incrementando todavía más en los años que vendrían a continuación. Con todo, quizá la verdadera joya de aquel primer número de la revista era la segunda historia de Conan que aparecía en su interior, que no era otra que la reedición de la adaptación de La Hija del Gigante Helado que Roy Thomas y Barry Smith habían llevado a cabo originalmente para Savage Tales #1. Los reducidos canales de distribución que Marvel había utilizado en su día habían impedido que un amplio número de aficionados tuvieran acceso a la versión original sin censurar aparecida en el primer número de Savage Tales, siendo esta la razón de que Thomas decidiera volver a incluir la historia en el número de presentación de The Savage Sword, aprovechando además para cubrir así el número de páginas que requería el magazín, al abarcar su historia de apertura tan sólo dieciocho páginas. En todo caso, la versión que ahora se publicaba podía considerarse como la versión completa y definitiva de la historia, toda vez que se trataba de la misma versión aparecida dentro de Savage Tales, pero con el añadido de la splash-page inicial que el propio Barry Smith había llevado a cabo para la reedición (censurada) que se había publicado en Conan the Barbarian #16. Además de Barry Smith, Neal Adams y John Buscema, otro de los autores de renombre que también aparecía en el primer número del magazín era Gil Kane, en este caso a través del primer capítulo de Blackmark, un experimento gráfico a modo de novela ilustrada que el propio Kane se encargaba de escribir y dibujar con la colaboración de Archie Goodwin. Blackmark había sido originalmente un intento de unir el género de espada y brujería con la ciencia ficción que Kane había realizado para Bantam Books y que ésta había cancelado en 1971, habiéndose llegado a publicar tan solo el primer volumen de los ocho que estaban previstos. Convencido de la calidad del proyecto de Kane, Roy Thomas se llevaría a Blackmark hasta The Savage Sword con la idea de ir publicando la saga por entregas, si bien tan sólo acabaría reeditándose el libro primero, el mismo que ya había publicado Bantam Books. El segundo, aunque iniciado en Kull and the Barbarians, acabaría viendo la luz varios años más tarde dentro de Marvel Preview. El número inaugural del magazín se completaba con los habituales artículos de acompañamiento que ya venían apareciendo desde la época de Savage Tales. El primero de ellos, Las Mujeres Guerreras de Conan (Conan's Women Warriors) aparecía firmado por Fred Blosser, uno de los articulistas más destacados en el terreno de los fanzines dedicados a la obra de Howard. Presentando ilustraciones originalmente aparecidas en Weird Tales obra de Hugh Rankin, así como otras nuevas a cargo de Esteban Maroto, Roy Krenkel y Steve Gan, el artículo examinaba las figuras de la propia Red Sonja, Bêlit, Valeria, Yasmina, o incluso de villanas como la Salomé de Nacerá una Bruja o la estigia Thalis aparecida en La Sombra Deslizante. El segundo de los artículos (An Atlantean in Aquilonia) estaba firmado por Glenn Lord, el albacea literario de la obra de Howard, y examinaba la génesis de Conan en la mente del escritor tejano a través de lo que había sido la transformación de un relato original de Kull (By this Axe I Rule) en el primer relato de la serie del cimmerio, El Fénix en la Espada. De acuerdo con la periodicidad bimestral establecida, The Savage Sword of Conan #2 vino a presentar por fin la adaptación de El Coloso Negro que tanto se había hecho esperar, utilizando a modo de presentación la última portada que Neal Adams realizaría para Conan, justo antes de dar el salto al terreno de la ilustración a través de la mítica serie de portadas que llevaría a cabo para las novelas de Tarzán publicadas por Ballantine Books a mediados de los setenta. En su origen literario, El Coloso Negro (Black Colossus) había sido la cuarta historia de Conan publicada por Robert E. Howard dentro de Weird Tales, en el número correspondiente al mes de junio de 1933, siendo la primera en obtener su portada para el cimmerio. En la mente de Howard, el origen de este relato aparecía ambientado en las tierras de Khoraja, una especie de equivalente en el Universo Hiborio de los territorios de Ultramar con los que el escritor tejano ya había trabajado en sus relatos históricos sobre las Cruzadas para Oriental Stories, encontrando además una importante fuente de inspiración, apuntada por primera vez por Patrice Louinet en el año 2002, en una obra concreta de uno de sus escritores preferidos, Sax Rohmer, muchas de cuyas novelas formaban parte de la biblioteca particular del escritor tejano. Hacia mediados de 1932 había aparecido publicada en Collier's, la quinta novela que Sax Rohmer dedicaba a la serie de Fu-Manchú: La Máscara de Fu-Manchú. Aunque propia del género de detectives y misterio que subyacía en los enfrentamientos entre Fu-Manchú y Nayland Smith, la novela aparecía ambientada en el misterioso y exótico Oriente Medio de la época pulp y trataba sobre el resurgimiento del culto a un antiguo profeta llamado Mokanna el Oculto, conocido también como el Profeta Velado a causa del velo con que cubría sus desfiguradas facciones, cuya tumba se encontraba oculta en algún lugar del desierto. En la novela de Rohmer, el Profeta Velado aparentemente había vuelto a renacer y estaba organizando a las dispersas tribus de Oriente Medio alrededor de su persona con el objetivo de expulsar a los británicos de la zona, situación bastante similar a la que Howard iba a acabar planteando en El Coloso Negro a través de la figura de Natohk el Velado y su irrupción en el reino de Khoraja. Sin perjuicio de otras reminiscencias de esta novela de Rohmer dentro de El Coloso Negro (como la propia semejanza fonética entre Khorassa –la ciudad en la que se había descubierto la tumba de Mokanna el Oculto– y Khoraja –la ciudad estado que Conan defendía-, o incluso la unión de las tribus del desierto en una guerra santa que amenazaba a todas las naciones, en este caso hiborias), la originalidad de aquel relato de Howard consistía en ir más allá de la premisa inicial planteada por Rohmer y extenderse a todo el potencial que éste no llegaba a explorar en su novela, toda vez que la Edad Hiboria creada por Howard no tenía por qué ceñirse a la verosimilitud o apariencia real del mundo en el que Rohmer situaba sus historias, sino que muy al contrario, tanto la magia negra como los muertos resucitados tenían una perfecta cabida dentro de la misma, siendo así como Shevatas el ladrón se introducía en las ruinas de la antigua Kutchemes para resucitar al desfigurado Thugra Khotan, supuestamente fallecido tres mil años atrás, y que ahora se disponía a azotar las tierras hiborias como Natohk el Velado, el oscuro Coloso Negro que se le aparecía en sueños a la princesa Yasmela y la obligaba a acudir a Mitra en busca de ayuda. En lo que a su adaptación al cómic se refiere, El Coloso Negro fue la primera historia en presentar al equipo artístico que marcaría toda una época dentro de The Savage Sword, por no decir dentro del cómic norteamericano: el formado por John Buscema y Alfredo Alcalá. En su función de editor, Thomas había estado buscando un determinado estilo artístico para el nuevo magazín, un estilo que en cierto modo fuese continuador de la detallada estética de “Art Nouveau” que había llevado a cabo Barry Smith en las páginas de Savage Tales. En palabras del propio Roy Thomas, nadie dibujaba la figura humana como John Buscema, pero dado que Buscema, por lo general, prefería no entintar su propio trabajo, Thomas precisaba un entintador que no sólo supiera dibujar tan bien en su propio estilo como Buscema lo hacía en el suyo, sino que además fuera capaz de dar al acabado de los lápices de Buscema la misma profusión de detalles que había conseguido Barry Smith en sus últimos trabajos para Conan, siendo ahí donde iba a surgir la figura del filipino Alfredo Alcalá, con su estilo de sombras e iluminación inspirado en la obra de Gustavo Doré y capaz de proporcionar todavía más vida al dinamismo de los lápices de Buscema a través de unas líneas profundas y exuberantes, a veces casi barrocas, que conseguían llenar los espacios de luz mediante su contraste con densas sombras. En el momento en que Roy Thomas vio por primera vez el acabado final de las primeras páginas de El Coloso Negro, supo que había encontrado el estilo artístico que buscaba para The Savage Sword: Buscema era efectivamente el arquitecto detrás del increíble despliegue visual que desprendían aquellas páginas, pero el trabajo de Alcalá elevaba esa arquitectura a su máxima expresión, de manera que cada página y cada viñeta de Buscema resultaba embellecida hasta un nivel de textura que en otro contexto más académicamente reconocido hubiera podido rivalizar perfectamente con la obra de Doré. Curiosamente, sin embargo, a Buscema nunca le llegó a gustar el acabado de sus lápices que hacían ninguno de los entintadores filipinos que trabajaron con él, considerando que “falseaban” demasiado su trabajo. Desde el punto de vista del propio artista, su posición resultaba perfectamente entendible; pero desde el punto de vista del espectador, la postura editorial era más que asumible a la vista de los resultados que se produjeron. Además de aquella primera obra maestra de Buscema y Alcalá y de la segunda entrega del Blackmark de Gil Kane, el número se completaba con la primera historia de Kull en aparecer dentro de las páginas del magazín: La Bestia del Abismo, adaptación al cómic de El Abismo Negro (Black Abyss), una de las historias del atlante que Howard había dejado sin concluir a su fallecimiento y que había sido terminada por el escritor Lin Carter. La adaptación era obra de Steve Englehart y Howard Chaykin, contribuyendo Neal Adams, Dick Giordano, Russ Heath y Alan Weiss a las tintas bajo el conocido seudónimo de “The Crusty Bunkers” utilizado en el estudio de Adams en aquella época, aun cuando lo cierto es que no puede decirse que el estilo de unos y otros se acabase compenetrando demasiado bien de cara al resultado final. Lin Carter sería también el autor del artículo que aparecería en aquel segundo número del magazín: Las Crónicas de la Espada (Chronicles of the Sword), primera parte de una revisión de los orígenes literarios del género de Espada y Brujería a través de figuras como Lord Dunsany, Clark Ashton-Smith, H. P. Lovecraft, y naturalmente, el propio Robert E. Howard. Como ya ha quedado apuntado, una vez abandonada la idea de que Conan continuase dentro de Savage Tales, El Coloso Negro debería haber sido la historia con la que originalmente comenzase su andadura en The Savage Sword. Su elección tenía además bastante de premeditada en los propósitos de estructuración que Roy Thomas tenía en mente para las diferentes series de Conan que en aquel momento estaba publicando Marvel. De una manera bastante resumida, la idea de Thomas era que Conan the Barbarian recogiese el periodo de tiempo que iba desde la juventud del cimmerio hasta los treinta años; The Savage Sword, comenzando a partir de El Coloso Negro, abarcaría el periodo que iba desde la treintena hasta su llegada al trono de Aquilonia, mientras que finalmente Giant-Size Conan sería la encargada de recoger su época como rey. Con la cancelación por parte de Marvel de toda la línea Giant-Size, esta idea original quedaría de alguna manera en suspenso, aunque no del todo, puesto que como ya es sabido, Thomas acabaría llevando esa tercera época de Conan como monarca de Aquilonia, primero a los Anuales de Conan the Barbarian, y más tarde, cuando de nuevo volvió a tener vía libre, a la tercera serie protagonizada por el cimmerio: King Conan. De acuerdo con esta idea, en el momento en que Stan Lee decidió que había llegado la hora de sacar un nuevo magazín dedicado a Conan, el planteamiento inicial de Roy Thomas para The Savage Sword fue seguir de una manera cronológica la época de la vida del cimmerio que abarcaba desde los treinta hasta los cuarenta años, siendo esta la idea que tenía en mente en el momento en que se puso a escribir el guión de En la Montaña del Dios Luna (At the Mountain of the Moon God), y la razón de que ésta acabase siendo la tercera historia de Conan en ser publicada dentro del magazín, apareciendo justo a continuación de El Coloso Negro y funcionando como una secuela de la misma; de hecho, ésta sería la primera vez que Thomas se anticipase a la serie literaria, toda vez que Sprague de Camp y Lin Carter no caerían en la cuenta de establecer una secuela literaria al Coloso Negro (secuela que aparecería publicada por primera vez en 1978 bajo el título de Shadows in the Dark) hasta casi cuatro años después de que Thomas la hubiese planteado por primera vez en el terreno del cómic. Con el rescate del rey Khossus y la separación de Conan y Yasmela como argumentos sobre los que giraba la historia, Thomas demostraba el profundo conocimiento que a esas alturas tenía ya del Universo Hiborio creado por Robert E. Howard (de hecho, a través de Glenn Lord, tenía acceso a manuscritos no publicados del escritor tejano para poder preparar sus guiones), manejando entre bastidores personajes como los de Strabonus y Amalrus, los reyes de Koth y Ophir, referencias como la de Murilo de Corinthia, o incluso la inesperada presencia de Sergius de Khrosha, anticipando así su siguiente aparición en Sombras de Hierro en la Luna, referencias todas ellas que enriquecían de manera notable el contexto puramente howardiano en que se movía el Conan de Marvel. En el apartado gráfico, John Buscema y Pablo Marcos serían los artistas encargados de llevar a cabo esta secuela, con un trabajo bastante aceptable de Marcos sobre los lápices de Buscema, aunque sin llegar nunca al nivel de excelencia con el que Alcalá había sido capaz de enriquecer el trabajo de base realizado por Buscema en el número anterior. La estupenda portada, obra de Mike Kaluta, sería la única que el genial artista norteamericano llevase a cabo para el magazín, justo después de haber dado por concluida en esa misma época su aclamada e injustamente olvidada adaptación de The Shadow junto a Denny O'Neil para DC. Además de la tercera entrega del serial de Blackmark y la segunda parte del ensayo de Lin Carter sobre el nacimiento del género de espada y brujería (The First Barbarian), otro de los contenidos que completaban el tercer número de The Savage Sword resultaba ser otra historia de Conan: Demonios de la Cumbre (Demons of the Summit), adaptación de un relato corto escrito por el sueco Björn Nyberg bajo el título original de El Pueblo de la Cumbre (The People of the Summit) y que en su versión literaria había aparecido publicado por primera vez en 1970 dentro de la antología de relatos The Mighty Swordsmen. La historia, ambientada en la época en que Conan servía en las filas del ejército turanio, supuso el primer trabajo importante con el cimmerio por parte del artista filipino Tony DeZúñiga, que no debió quedar muy contento con algunas de sus páginas, puesto que varias de ellas, incluyendo la propia splash-page inicial, fueron redibujadas por el propio DeZúñiga para la reedición a color que tuvo lugar dentro de Conan the Barbarian #87 con motivo de un fill-in que se necesitó en aquel momento. Por último, la tercera historia de The Savage Sword of Conan #3 resultó ser Kull de Atlantis, una curiosa adaptación por parte de Roy Thomas y un primerizo Barry Smith, muy próximo en esa época al estilo de Jack Kirby, del relato inicial de la saga de Kull escrito por Robert E. Howard: Exile of Atlantis. A modo de curiosidad, esta historia estaba destinada en su origen a aparecer como una novela en rústica, en un formato muy similar al que Bantam Books había utilizado para publicar el Blackmark de Gil Kane, pero el proyecto acabó siendo desechado por Stan Lee a principios de los setenta. En esta ocasión, como se indicaba al comienzo de la historia, Thomas aprovechó algunos de los dibujos que había realizado Smith para aquel desestimado proyecto de Kull y los acompañó de varios de los textos originales escritos por Howard, conformando así una historia de ocho páginas que sirvió para completar el contenido del número. Es necesario destacar que el resto de ilustraciones de Smith para aquella primera historia de Kull (hasta un total de 20 páginas) permanecen a día de hoy oficialmente inéditas. Siguiendo el orden cronológico establecido por las novelas de Conan publicadas por Lancer, la siguiente historia que aparecería publicada dentro de The Savage Sword of Conan #4 fue Sombras a la Luz de la Luna (Shadows in the Moonlight), otro relato original de Robert E. Howard que en su adaptación al cómic iba a recuperar además su verdadero título original, o al menos aquél con el que el propio escritor tejano había titulado originalmente la historia: Sombras de Hierro en la Luna (Iron Shadows in the Moon), utilizando como presentación otra estupenda portada de Boris Vallejo, la segunda que el ilustrador peruano llevaba a cabo para la serie. Aparecida en abril de 1934 dentro de las páginas de Weird Tales, Sombras de Hierro en la Luna había sido escrita por Howard inmediatamente a continuación de El Coloso Negro, influenciado en esta ocasión por las brillantes historias escritas por Harold Lamb sobre Khlit y los cosacos del Zaporozhian (al que Howard transformaría en el Zaporoska en su adaptación al Universo Hiborio). En este nuevo escenario de la vida del cimmerio, Conan aparecía como miembro de los kozakis, los compañeros libres que asolaban las estepas al este de Turan, siendo caracterizados los turanios como una mezcla de los turcomanos y rusos que aparecían habitualmente en las novelas de Lamb. De hecho, además de esta ambientación general con la que se situaba el relato, en su desarrollo podían apreciarse también otra serie de referencias más puntuales, pero igualmente cercanas a la serie de Lamb, desde el río Ilbars (que tomaba su nombre de Ilbars Khan, el fundador del Khanato de Khiva que aparecía como sultán de los tártaros en varias de las novelas de Lamb) hasta los piratas que surcaban el Mar del Vilayet y que en cierto modo no dejaban de recordar a los piratas del Volga a los que los cosacos hacían frente, o con los que incluso se llegaban a aliar en función de las circunstancias. Las novelas de Harold Lamb sobre los cosacos del Zaporozhian no serían sin embargo la única referencia que Howard llegase a utilizar a la hora de construir Sombras de Hierro en la Luna. Sin ir más lejos, una de sus escenas más emblemáticas, el duelo entre Conan y Sergius por la capitanía de los piratas del Vilayet, procedía de una de las películas favoritas del escritor tejano: El Pirata Negro (1926), protagonizada por Douglas Fairbanks. Y lo mismo podía decirse de las leyes que regían la Hermandad, en las que se vislumbraba también la influencia de otro de los grandes del pulp: Rafael Sabatini, cuyas historias de piratas, al igual que las de cosacos de Lamb, aparecían regularmente en Adventure, el pulp más admirado por Howard y en el que éste había hecho numerosos intentos por publicar. Del mismo modo, Sombras de Hierro en la Luna giraba también una parte importante de su trama sobre antiguas ruinas ciclópeas, dioses olvidados y civilizaciones ya extinguidas, que evocaban de alguna manera la ambientación de los trabajos de Lovecraft y sus seguidores (entre los que se encontraba el propio Howard) alrededor de los Mitos de Cthulhu, resultando especialmente reveladoras en este sentido las palabras que Olivia le dirigía Conan tras huir de las ruinas en las que habían tomado refugio: “Dioses sin nombre ... que hoy han desaparecido en las tranquilas aguas de los lagos, en el centro de las montañas, o en los abismos siderales que hay más allá de las estrellas”. De hecho, aunque la idea procedía del poema de Alfred Noyes “The Parrot”, otra de las claves de la historia, las misteriosas palabras que el viejo loro repetía mientras sobrevolaba la jungla, no dejaban de recordar al enigmático mensaje que las aves repetían en “La Narración de Arthur Gordon Pym” y que Lovecraft había utilizado a su vez en su novela “En las Montañas de la Locura”. El propio Lovecraft felicitaría a Howard por su inclusión en el relato, considerando que aquellas frases prehumanas, puestas en boca del viejo loro, suponían un auténtico golpe maestro de cara al misterio que rodeaba la historia. Partiendo de esta base literaria, si el trabajo de Thomas, Buscema y Alcalá en El Coloso Negro podía llegar a calificarse en muchos de sus aspectos como una obra maestra, el que llevaron a cabo en Sombras de Hierro en la Luna resultaba serlo además con mayúsculas. Al igual que ya había hecho anteriormente con Yasmela en El Coloso Negro, en Sombras de Hierro en la Luna, Thomas focalizaba la figura de Conan a través de los ojos de Olivia, de manera que la conducta del bárbaro volviese a ser apreciada por los lectores mediante la mirada de una persona civilizada, si bien haciéndolo siempre a través de un guión absolutamente fiel a la prosa original de Howard. De igual modo, la maravillosa puesta en escena conseguida por Buscema y Alcalá lograba transmitir de una manera palpable la sensación de misterio que emanaba de la isla a la que Conan y Olivia habían ido a parar: desde la incógnita de saber quién les acechaba o quién les había arrojado la roca, hasta el encantamiento que parecían desprender las misteriosas ruinas prehumanas o las extrañas estatuas de hierro que allí se encontraban. Y todo ello llevado a cabo desde una narración gráfica absolutamente sólida y de ritmo trepidante como sólo podía llevarla a cabo John Buscema y que se veía además nuevamente reforzada por el minucioso y exuberante trabajo de plumas y cepillos que volvía a exhibir Alfredo Alcalá, en esta época sumamente interesado en conseguir un trabajo estable que le permitiera obtener el permiso de residencia en los Estados Unidos, elevando así la historia a un nivel de ilustración propio de la más alta escuela y demostrando una vez más que el Conan de Buscema y Alcalá no era sino un esfuerzo artístico sostenido por ambos autores. En cuanto al resto de contenidos de The Savage Sword of Conan #4, además de la conclusión del libro primero del Blackmark de Gil Kane, destacaba sobremanera la aparición de un portafolio del artista Richard Corben (interpretando cuatro memorables escenas extraídas de El Fénix en la Espada, La Hija del Gigante Helado, La Reina de la Costa Negra y La Ciudadela Escarlata) que resultaba una auténtica delicia para los seguidores del cimmerio y que contribuía a aumentar el creciente prestigio que estaba alcanzando el magazín, circunstancia que se veía reflejada de una manera cada vez más notable en las cifras de ventas que estaban llegando a Marvel. Sin embargo, si artística y comercialmente todo estaba saliendo a las mil maravillas, editorialmente no todo resultaban ser buenas noticias. De acuerdo con el esquema cronológico establecido por las novelas de Lancer, la siguiente historia que hubiera debido aparecer en The Savage Sword of Conan #5 era El Camino de las Águilas (The Road of the Eagles), uno de los pastiches elaborados por Sprague de Camp sobre la base de un relato original de Howard. Pues bien, si bien la intención cronológica original de Thomas ya se había visto un tanto alterada al no poder comenzar la trayectoria del magazín con El Coloso Negro y verse obligado a trasladar a su primer número una historia originalmente prevista para Conan the Barbarian, a partir de este momento sería donde esa idea cronológica se comenzase a torcer de una manera más visible, toda vez que Marvel no había conseguido llegar a un acuerdo económico con Sprague de Camp para autorizar la cesión de los derechos sobre aquellos relatos de Conan en los que aparecía su nombre. Con el paso del tiempo estas diferencias económicas acabarían solucionándose, pero en 1974 Sprague pedía una cantidad de dinero por sus derechos superior incluso a la que Marvel estaba pagando a los herederos de Howard, siendo la consecuencia de todo ello que determinadas historias del Conan literario no pudieran ser adaptadas al cómic. Ante esta situación, la solución editorial que Roy Thomas decidió adoptar dentro de The Savage Sword fue la de saltarse aquellas historias en que había intervenido Sprague y continuar adaptando cronológicamente el resto de historias cuyos derechos sí se poseían, es decir, las escritas por el propio Howard y las que pudiera escribir el propio Thomas. En consecuencia, al verse obligados a prescindir de El Camino de las Águilas, la siguiente historia que vino a aparecer dentro de The Savage Sword of Conan #5 fue la que cronológicamente venía a continuación: Nacerá una Bruja (A Witch shall be Born), el relato en el que Conan era crucificado y se unía a los zuagires del desierto, situado inmediatamente después de su etapa junto a los kozakis y los piratas del Vilayet. Publicada originalmente en Weird Tales en diciembre de 1934, Nacerá una Bruja contenía la que posiblemente fuese la escena más mítica de toda la serie: la crucifixión de Conan en el desierto de Khauran. Su génesis literaria es bastante conocida. A mediados de 1934, Farnsworth Wright, el editor de Weird Tales, había agotado todas las historias de Conan que tenía almacenadas para su publicación, requiriendo con urgencia a Howard para que le suministrase nuevo material del cimmerio ante la demanda que se estaba produciendo. En este contexto, Nacerá una Bruja fue escrita en un periodo muy corto de tiempo, probablemente en poco más de un par de semanas, siendo enviada de inmediato a Weird Tales y recibiendo los mayores elogios por parte de Farnsworth Wright tan pronto como fue recibida, calificándola como la mejor historia de Conan que había llegado a escribir Robert E. Howard. No en vano, aparte de la memorable escena de la crucifixión y de tener posiblemente el mejor final de toda la serie, a Wright le llegó a fascinar la manera en que Howard consiguió plasmar a Conan como una presencia palpable y absoluta a lo largo de toda la historia, incluso en aquellos capítulos en los que ni tan siquiera llegaba a aparecer, presidiendo entre líneas todos los acontecimientos que iban teniendo lugar en la narración. Muchos han sido los autores que han observado una fuerte influencia bíblica en Howard a la hora de construir este relato, particularmente en dos de los elementos más importantes de su iconografía: la crucifixión de Conan y la figura de Salomé, aunque hay que matizar que la descripción de Salomé que Howard utilizaba en su historia (“Incluso cuando un nuevo mundo surja de las cenizas y el polvo, incluso entonces, habrá una Salomé para danzar ante los reyes y ver caer las cabezas de los sabios a su voluntad”), en clara asimilación a la bella y cruel mujer que había pedido al rey Herodes la cabeza de Juan el Bautista como precio por danzar ante él, no era una visión procedente del Nuevo Testamento, sino que procedía en realidad de los Evangelios Apócrifos. En todo caso, lo que parece evidente es que ese trasfondo mítico y sobrehumano que conllevaba la resurrección de Jesús de Nazaret, fue el que Howard intentó que sus lectores captasen al describir a un personaje capaz de sobrevivir no sólo a la propia crucifixión en sí, sino al posterior y brutal talado de la cruz que soportaba el cimmerio o a la posterior cabalgada de diez millas a través del desierto sin beber una sola gota de agua, si bien el escritor tejano decidiría llevarlo a cabo desde una perspectiva absolutamente alejada, por contraste, de la versión cristiana de la crucifixión de Jesús, puesto que el dios del cimmerio no ofrecía ningún tipo de resurrección ni de consuelo espiritual, sino resistencia y fuerza para rebelarse contra el destino que le había llevado a la cruz. Igualmente, los ladrones que aparecían en el Nuevo Testamento junto a Jesús, no se hallaban crucificados al lado de Conan, sino que eran quienes surgían del desierto para liberarle a cambio de que se uniese a ellos. Y desde luego, como se comprobaba al final de la historia, en otro claro contraste con la versión cristiana, Conan no perdonaba a sus enemigos, sino más bien todo lo contrario. Sea como fuere, aun cuando Thomas se mantuvo muy cerca del relato literario original a la hora de adaptarlo al cómic, Nacerá una Bruja fue precisamente la historia en la que de manera excepcional más se apartó de esa fidelidad que siempre le caracterizó al adaptar los relatos del cimmerio. Conocedor de las críticas que había recibido el relato original a causa de lo poco que aparecía Conan en él (físicamente, sólo aparecía en tres de los seis capítulos de los que constaba el relato), Thomas decidió realizar varios cambios puntuales a la historia original a fin de proporcionarle al cimmerio más tiempo en escena, haciendo que éste participase en el rescate de Taramis y extendiendo la batalla final contra el demonio conjurado por Salomé, no habiendo quedado nunca muy claro el motivo de que le cambiase el nombre a Valerius, el joven oficial khauranio que participaba en el relato, y que en la versión en cómic pasaba a llamarse Marcios. Con todo, aun cuando el relato que servía de base a la adaptación era uno de los mejores de la serie, era de nuevo la aportación gráfica de John Buscema la que elevaba el nivel del cómic muy por encima de la media, alcanzando la excelencia en muchas de sus páginas (para apreciar la dedicación de Buscema al nuevo magazín no hay más que ver la diferencia de los lápices que en esas mismas fechas estaba haciendo para Conan the Barbarian #45-51 y los que estaba llevando a cabo para The Savage Sword of Conan # 2-5), trasladando una fuerza extraordinaria a todas las escenas y figuras que intervenían en la narración y convirtiendo la famosa escena de la crucifixión y posterior liberación del bárbaro en uno de los hitos más altos de la larga y dilatada historia de los cómics Marvel; de hecho, la famosa e icónica portada de The Savage Sword of Conan #5 que hoy todos conocemos, con la crucifixión del cimmerio como motivo central de la misma, originalmente iba a ser la primera que Buscema realizase para el magazín, pero finalmente tan sólo llegó a llevar a cabo su diseño conceptual, siendo de nuevo Boris Vallejo quien se acabase encargando de realizarla sobre la base del diseño inicial creado por Buscema. Igualmente, a causa del tiempo que le llevaba a Alfredo Alcalá el laborioso entintado de las páginas de Buscema, las tintas correspondían en esta ocasión al colectivo de artistas filipinos conocido como “La Tribu” que encabezaba Tony DeZúñiga (acreditándose en la sección de correo la participación del propio DeZúñiga, Steve Gan, Rudy Mesina y Freddie Fernández). Sin poder especular lo que hubiera podido hacer en esta ocasión Alcalá con las páginas de Buscema, el resultado final fue en cualquier caso excelente; de hecho, personalmente siempre he pensado que ésta era una historia cuya ambientación se prestaba mucho mejor a las duras e intensas tintas de la escuela DeZúñiga, que a los detallados juegos de luces y sombras que hubiera proporcionado Alcalá. En cuanto al resto de contenidos, las 59 páginas de extensión en que se desarrollaba la adaptación apenas dejaban espacio suficiente para incluir un artículo de Robert L. Yaple sobre las principales rutas de comercio en el mundo hiborio (Kingdoms and Caravans) que servía además para presentar por primera vez dentro del magazín el famoso mapa de la Edad Hiboria realizado por Barry Smith para Savage Tales, mapa al que el propio Yaple se encargaba ahora de añadir nuevas localizaciones de acuerdo con las mencionadas por Howard en los relatos originales de Conan, siendo esta versión ampliada por Yaple la que comenzaría a aparecer de manera regular a partir del número siguiente en la segunda página de presentación de la revista. Como colofón, otro nuevo portafolio dedicado a Conan, obra esta vez del ilustrador Robert Kline (recogiendo escenas extraídas de La Reina de la Costa Negra y La Hija del Gigante Helado), completaba el contenido de un número que iba a acabar disparando la popularidad del cimmerio hasta niveles que pocos hubieran podido imaginar apenas unos años antes. Las cifras de ventas que llegaban a Marvel confirmaban, de manera además bastante contundente, que The Savage Sword of Conan era claramente el magazín más vendido de toda la línea de revistas en blanco y negro publicada por Marvel a través del sello Curtis Magazines. Con esta perspectiva, Roy Thomas llevaba un tiempo sopesando la idea de crear una línea editorial propia para el universo howardiano. En concreto, la idea que le había rondado por la cabeza era la de dar a los principales personajes de Howard su propia serie a color (o más bien, en realidad, miniseries), comenzando por Kull, cuya serie a color se había visto interrumpida a mediados de 1974, y siguiéndole a continuación Solomon Kane, Red Sonja y el guerrero picto Bran Mak Morn. El plan original era darle a cada uno de ellos una miniserie de dos o tres números –una práctica editorial bastante común hoy en día, pero probablemente la primera mención a este formato en toda la historia de Marvel–. Si cualquiera de esas series limitadas conseguía encontrar su público, se le daría continuidad. Sin embargo, Thomas se encontró con la negativa de Stan Lee, que si bien estaba más que satisfecho con las ventas de Conan the Barbarian y la recién nacida The Savage Sword, no lo estaba tanto con las que había obtenido la serie a color de Kull. Ante esta negativa de Lee, la idea de Thomas había pasado a ser la de aprovechar la popularidad de Kull para traerle de vuelta de manera más o menos regular dentro de The Savage Sword, con idéntica solución para Red Sonja, Solomon Kane y el resto de personajes creados por Howard. En este contexto sería en el que Jim Steranko, por aquel entonces editor de la revista especializada Mediascene, entrevistó a Roy Thomas con motivo de los proyectos que Marvel tenía pensado llevar a cabo con Conan y los demás personajes de Howard. Sin embargo, al explicarle Thomas todo aquello a Steranko, algún tipo de confusión debió producirse a lo largo de la entrevista, puesto que cuando ésta acabó siendo publicada, lo que en ella se decía era que Marvel tenía pensado dedicar un nuevo magazín en blanco y negro a Kull, Solomon Kane, Red Sonja y Bran Mak Morn, saliendo a la venta con el precio de portada de 1 dólar. La noticia acabó teniendo una importante difusión entre los medios especializados y los aficionados de la época. Ante semejante situación, en lugar de entrar en pánico cuando aquello apareció publicado, lo que Thomas y Lee decidieron fue convertir aquel error de comunicación en una idea, surgiendo así, a la estela del creciente éxito de The Savage Sword of Conan, un nuevo magazín en blanco y negro dedicado a las creaciones de Howard, también con carácter bimestral, que recibiría el título de Kull and the Barbarians. Su primer número, con fecha de portada de mayo de 1975, acabó compuesto únicamente por reediciones (lo único que dio tiempo a hacer dada la premura de tiempo con la que todo se había gestado; de hecho, la propia portada de Michael Whelan era una portada originalmente prevista para Savage Sword, y al que representaba era a Conan, no a Kull). A modo de introducción se presentaba un artículo de Thomas (Hail the Barbarians) donde se explicaba la génesis editorial del magazín, acompañado de una ilustración a doble página de Neal Adams con las cuatro creaciones de Howard que iban a protagonizar el nuevo magazín conectadas entre sí, anunciando lo que serían los contenidos siguientes de la revista. Con guiones del propio Roy Thomas, las dos historias de Kull que se reeditaban eran Un rey llega cabalgando (A King comes Riding) de Ross Andru y Wally Wood, y la adaptación de El Reino de las Sombras (The Shadow Kingdom) a cargo de Marie y John Severin, procedentes ambas de los dos primeros números de la serie a color Kull the Conqueror. La otra historia que se reeditaba era la adaptación de otro de los grandes clásicos de Howard: El Valle del Gusano (The Valley of the Worm), perteneciente al Ciclo de la Memoria Racial y que había sido magistralmente llevado al cómic apenas un par de años antes por Gil Kane y Ernie Chan en las páginas de Supernatural Thrillers #3. Siguiendo la estela marcada por The Savage Sword, el número se completaba además con los correspondientes pin-ups y un artículo del especialista Fred Blosser (aparecido originalmente en el fanzine The Howard Collector) dedicado al volumen publicado por Lancer Books que recopilaba todo el conjunto de relatos literarios del Rey Kull escritos por Howard. Mientras todo esto sucedía, The Savage Sword of Conan continuaba su andadura cronológica, presentando en su sexto número una nueva historia original de Roy Thomas que se situaba inmediatamente a continuación de Nacerá una Bruja y que funcionaba como secuela de la misma: El Durmiente bajo las Arenas (The Sleeper beneath the Sands). Ambientada en la época en que Conan aparecía como líder de los zuagires, Thomas acudía en esta ocasión a los Mitos de Cthulhu como principal fuente de inspiración a la hora de crear el argumento de esta historia, si bien a diferencia del gran Cthulhu, la deidad de origen extraterrestre que daba título a la historia no dormía bajo las pacíficas aguas del océano, sino bajo las tranquilas arenas del desierto. Por otra parte, el hilo conductor de la trama era el depuesto líder de los zuagires Olgerd Vladislav, quien no acababa demasiado bien a la conclusión de la historia debido a que su siguiente aparición en la serie tenía lugar en uno de los relatos firmados por Sprague de Camp (El Cuchillo Llameante) que Marvel no podía adaptar al carecer de los derechos sobre los relatos de Sprague. Ante esta circunstancia, Thomas decidió que Olgerd falleciese al final de El Durmiente bajo las Arenas, cuestión que necesariamente habría de ser revisada unos años más tarde, una vez que se consiguieron los derechos de Sprague y se pudo adaptar El Cuchillo Llameante, haciéndose entonces necesaria una secuela a esta historia dentro de The Savage Sword of Conan #58 (El Espejo de la Manticora) a fin de explicar cómo había podido sobrevivir Olgerd Vladislav al desenlace de El Durmiente bajo las Arenas y aparecer luego como líder de los Ocultos en El Cuchillo Llameante. Sustituyendo en esta ocasión al atareado John Buscema, a fin de que éste pudiera tomarse un respiro y cuadrar de nuevo su agenda respecto a Conan the Barbarian y The Savage Sword, el dibujante sería el filipino Sonny Trinidad, encargándose tanto del lápiz como de las tintas, y realizando un trabajo más que convincente y absolutamente continuista con la labor de Buscema que le serviría para ocuparse unos pocos meses más tarde del apartado gráfico de la serie dedicada a Daimon Hellstorm, el Hijo de Satán. Los artistas filipinos serían uno de los grandes hallazgos del magazín, puesto que si Sonny Trinidad era el encargado de llevar a cabo aquella secuela de Nacerá una Bruja, la segunda historia de The Savage Sword of Conan #6 estaba a cargo de otro de los grandes de los kómiks filipinos: Alex Niño, quien también se encargaba de dibujar su portada (el acabado y posterior trabajo a color era obra del pintor, de origen también filipino, Frank Magsino), siendo precisamente dicha historia la que constituía el motivo central de la misma: El Pueblo de la Oscuridad (People of the Dark), un relato original de Robert E. Howard publicado en enero de 1933 dentro de Strange Tales, uno de los principales competidores de Weird Tales, y que junto al poema Cimmeria, es considerada como el primer precursor directo del personaje de Conan en la mente del escritor tejano. En dicho relato, perteneciente originalmente al Ciclo de la Memoria Racial, un norteamericano de ascendencia irlandesa llamado John O'Brien, rememoraba lo sucedido en una existencia anterior en la que respondía al nombre de Conan el Saqueador, un gaélico de cabello negro que juraba por el dios Crom (probablemente basado en la antigua deidad celta Cromm Cruach) y que se veía obligado a hacer frente a una antigua raza prehumana mientras perseguía a dos jóvenes bretones que huían del asalto a su aldea. Con este mismo argumento, Thomas adaptaría el relato a la serie de Conan, situándolo temporalmente al inicio de la carrera del cimmerio, durante las postrimerías del asalto a Venarium, aunque manteniendo el sentido de la narración desde la perspectiva de su otro protagonista, el citado John O'Brien. Finalmente, además de estas dos historias que constituían el contenido principal de The Savage Sword of Conan #6, el resto del número se completaba con dos nuevos artículos sobre el Universo Hiborio. El primero, obra de Robert L. Yaple, suponía la primera parte de un estudio sobre los dioses de la Edad Hiboria que continuaría a lo largo de los cuatro números siguientes, mientras que el segundo (¿Puede venir algo bueno de Cimmeria?) era obra del escritor Lin Carter y constituía la tercera parte de su estudio sobre el origen del género de Espada y Brujería, examinando en esta ocasión el relato Por esta hacha Gobierno, perteneciente originalmente a la serie de Kull, y su transformación por parte de Howard en el primer relato de la serie de Conan, El Fénix en la Espada. Alternándose en los kioscos con The Savage Sword of Conan, su revista hermana, Kull and the Barbarians, empezaba a tomar su verdadera forma con su segundo número, que de nuevo volvía a presentar una portada del ilustrador Michael Whelan, esta vez expresamente creada para la ocasión. El nuevo magazín de Marvel dedicaba su contenido a tres de los personajes más populares de Howard: Kull, Solomon Kane y Red Sonja. Así, con guión de Gerry Conway y dibujos del filipino Jess Jodloman, la historia que abría el magazín era Los Dientes del Dragón (Teeth of the Dragon), una nueva historia de Kull que continuaba la trama interrumpida tras la cancelación de su serie a color, prosiguiendo el enfrentamiento con Thulsa Doom y narrando la llegada de los exilados Kull, Brule y Ridondo a las Islas Pictas tras la pérdida del trono de Valusia. La segunda historia era la protagonizada por Solomon Kane, adaptando la primera parte de uno de los relatos originales de Howard dedicados al sombrío puritano inglés: Las Colinas de los Muertos (The Hills of the Dead). Publicada por primera vez en agosto de 1930 dentro de Weird Tales, la historia narraba el momento en que Kane adquiría el famoso bastón vudú del brujo N'Longa y se enfrentaba a una tribu de vampiros en el corazón del África negra. El guión estaba a cargo de Roy Thomas mientras que el dibujo corría a cuenta de Alan Weiss y Neal Adams, quien también se encargaba de las tintas, imprimiendo así su sello personal a la que posiblemente fuese la mejor historia de Kane que llegase a adaptar Marvel, al menos desde el punto de vista gráfico. Con guión nuevamente de Roy Thomas y dibujo y tintas de Howard Chaykin, la tercera historia estaba protagonizada por Red Sonja, continuando la travesía de la hyrkania a través del Bosque Oscuro de Nemedia que se había iniciado en la segunda historia de Conan the Barbarian #48. A fin de mantener la esencia howardiana del personaje, Thomas volvería a utilizar una historia original del escritor tejano para seguir perfilando la saga que él mismo estaba creando sobre la guerrera pelirroja: En el Bosque de Villefere (In the Forest of Villefere), originalmente protagonizada por el licántropo De Montour y aparecida por primera vez en agosto de 1925 dentro de Weird Tales. Finalmente, el segundo número de Kull and the Barbarians concluía con el primer capítulo del libro segundo del Blackmark de Gil Kane: Los Demonios de la Mente, que de esta manera resultaba trasladada de The Savage Sword a Kull and the Barbarians. Desgraciadamente, la cancelación del magazín en el número siguiente impediría que el serial tuviese continuación, siendo necesaria una espera de más de cuatro años para que Marvel concluyera el libro segundo de Blackmark dentro de Marvel Preview #17. Con fecha de portada de agosto de 1975, The Savage Sword of Conan cumpliría su primer año de publicación a través de su séptimo número, cuya historia principal volvía a presentar un nuevo guión original de Roy Thomas sin base en ningún trabajo previo de Howard: La Ciudadela del Centro del Tiempo (The Citadel at the Center of Time). Su argumento suponía una acertada mezcla de fantasía y ciencia ficción, con el tema de los viajes en el tiempo como telón de fondo sobre el que se desarrollaba la historia, enmarcada en la caída de la antigua Babilonia a manos del imperio asirio. Al mismo tiempo, Shamash-Shum-Ukin, el enemigo al que esta vez se enfrentaba Conan, era identificado por Thomas como hermano del legendario rey asirio Ashurbanipal, nombre que a su vez traía resonancias del título de una de las más grandes historias escritas por Howard: El Fuego de Asshurbanipal, lo que permitía entrar al juego de una cierta asociación de ideas que no dejaba de favorecer el trasfondo howardiano que inspiraba al magazín. Continuando la época de Conan al frente de los zuagires, la historia se enmarcaba cronológicamente a continuación de los hechos narrados en El Durmiente bajo las Arenas, situándose geográficamente en las tierras de Shem y teniendo como foco principal la ciudad de Akbitana, nombrada en varias ocasiones por Howard y utilizada en esta ocasión por Thomas para dar todavía más cohesión al Universo Hiborio que presentaban los cómics Marvel. De hecho, el apoteósico guiño final que hacía Thomas a Howard en la última página de la historia, identificando a Conan como Amra de Akbitana, sólo llegaba a ser captado por aquellos seguidores de la obra del escritor tejano lo suficientemente veteranos como para conocer toda la intrahistoria que había existido en su día detrás de La Hija del Gigante Helado y sabían dónde aparecía ese Amra de Akbitana. Con todo, lo que elevaba una vez más el nivel de la historia a la categoría de obra maestra era el tándem artístico que de nuevo formaban John Buscema y Alfredo Alcalá, llevando a cabo un trabajo en esta historia que sólo puede calificarse de soberbio. La plenitud de líneas del trabajado entintado de Alcalá (recordando cada vez más sus resultados a los que podían verse en los grabados artesanales en madera de los siglos XVIII y XIX) otorgaba a los poderosos lápices de Buscema y a su fluida manera de contar una historia, una gracia y una textura que excedía de lo que normalmente se podía ver en un cómic. La portada, absolutamente influenciada una vez más por Frazetta (siendo además reconocibles en ella muchos elementos procedentes de diferentes obras del genial artista de Brooklyn, desde la figura central enmarcada en el arco de iluminación, el color, los neandertales, los escalones, o la figura femenina apoyada en la columna) volvía a ser de nuevo obra de Boris Vallejo, seguramente una de las más famosas de las que hizo para la serie. Como curiosidad, la historia tendría a su vez una muy interesante secuela en el año 1979, dentro de What If # 13 (Y si Conan el Bárbaro caminase hoy sobre la Tierra), donde Roy Thomas y John Buscema configurarían una versión alternativa en la que el descenso de Conan y Alhambra al Pozo del Tiempo finalizaría con el bárbaro recorriendo las calles de Nueva York y con Peter Parker y Mary Jane Watson haciendo un breve cameo mientras presenciaban la llegada del cimmerio a Manhattan. The Savage Sword of Conan #7 presentó también como otro de sus contenidos la primera parte de la adaptación al cómic del famoso ensayo La Edad Hiboria (The Hyborian Age), originalmente escrito por Howard hacia mediados de 1932, aunque no se llegase a publicar hasta cuatro años más tarde, en 1936, dentro de la revista semiprofesional The Phantagraph. Respecto a su creación, el propio escritor se refería a ella en la introducción que acompañaba a aquella primera publicación en revista: “Cuando comencé a escribir las historias de Conan hace algunos años, escribí esta “historia” de su época y de los pueblos que vivían entonces a fin de darle a él y a sus legendarias aventuras un mayor realismo. Mientras escribía los relatos, me di cuenta de que si me atenía a los hechos y al espíritu de esa historia, me resultaba más fácil imaginar –y por tanto, describir– a Conan como un personaje real de carne y hueso que como una creación ficticia.”Con una técnica narrativa muy similar a la utilizada por Stan Lee y Jack Kirby en el inicio de sus Relatos de Asgard, Roy Thomas y Walter Simonson serían los encargados de adaptar el ensayo de Howard al cómic, dividiéndolo en seis capítulos –de seis o siete páginas cada uno– que irían apareciendo de manera sucesiva en los siguientes números del magazín. El primer capítulo, comprendiendo el periodo denominado como la Era Precataclísmica, se situaba cien mil años antes de Cristo, en la era de Kull de Atlantis, y comenzaba con el progresivo desvanecimiento de la civilización dominante del llamado continente Thurio, dominado por los reinos de Kamelia, Valusia, Verulia, Grondar, Thule y Commoria, y concluía con el cataclismo que había sumergido bajo las aguas a Atlantis, Lemuria y buena parte del continente, dando lugar a la formación de un nuevo mundo en el que ochenta mil años más tarde surgirían los reinos hiborios y tendría lugar la época de Conan, preparando así la entrada al siguiente capítulo. Además de estas dos historias, el resto de páginas de The Savage Sword of Conan #7 se completaban con la segunda parte del artículo de Robert L. Yaple dedicado a los principales dioses y religiones de la Edad Hiboria, la cuarta entrega del ensayo de Lin Carter sobre la génesis del género de Espada y Brujería (The King is Dead), que en esta ocasión examinaba las circunstancias que rodearon al suicidio de Robert E. Howard, así como un poema del propio escritor tejano (Lines written in the realization that I must die) ilustrado por Barry Smith sobre la base de unos estudios preliminares que el británico había hecho años antes sobre la figura de Conan. Sin embargo, a diferencia del éxito de ventas que estaba obteniendo The Savage Sword, el resto de los magazines de Marvel no estaba teniendo la misma suerte. En esta línea negativa de resultados se movía Kull and the Barbarians, cuyas ventas de su primer y segundo número habían dejado mucho que desear. Ante esta situación, Stan Lee decidió proceder a su cancelación, siendo su tercer número el último que llegaría a aparecer en el mercado. Los contenidos previstos para lo que hubiera sido el número siguiente acabarían apareciendo en otras publicaciones de la casa como Marvel Feature (Red Sonja), la propia Savage Sword (Kull), Marvel Preview (Blackmark), o incluso la anunciada desde hacía varios años y muy esperada adaptación de Gusanos de la Tierra (Bran Mak Morn) a cargo de Barry Smith, que acabaría apareciendo a finales del año siguiente en Savage Sword (siendo finalizada por Tim Conrad), y que en un principio, en la mente de Roy Thomas, estaba prevista que apareciese en algún momento dentro de Kull and the Barbarians. En su última entrega, Kull and the Barbarians # 3 comenzaba presentando una nueva historia de Kull: El Vaticinio del Cráneo (The Omen in the Skull) a cargo de Gerry Conway y el español Vicente Alcázar, en la que se narraba la llegada de Kull y Ridondo a Atlantis, continuando así la trama procedente de Kull the Destroyer. Aun notándose en demasía la ausencia de Neal Adams, Solomon Kane era en esta ocasión quien cobraba el mayor protagonismo del último número del magazín con la conclusión de Las Colinas de los Muertos a cargo de Roy Thomas, Alan Weiss y Pablo Marcos (Into the Silent City), así como un estupendo estudio biográfico acerca del sombrío puritano inglés a cargo de Fred Blosser (The Trail of Solomon Kane) que ilustraba a todos los lectores de Marvel sobre la figura de Kane, los relatos del personaje escritos por Howard y el orden cronológico de lectura de los mismos, preparando así el terreno para lo que serían las futuras apariciones del personaje en los cómics Marvel. Con todo, el esperado origen de Red Sonja en El Día de la Espada (The Day of the Sword) a cargo del propio Roy Thomas y Howard Chaykin, acabaría siendo la historia más recordada de aquel último número del magazín. Con clara y reconocida inspiración en el juramento prestado por la guerrera Aiofe en la obra On Baile's Strand del poeta William Butler Yeats, Thomas utilizaba la técnica narrativa del flashback para presentar un origen de la hyrkania marcado por la venganza contra el jefe del grupo de mercenarios responsable de haberla violado y de haber masacrado a su familia, siendo en esa situación como se había presentado ante ella la figura de Scathach, una extraña deidad asexuada que le había prometido la invencibilidad con la espada siempre que jurase no amar a ningún hombre que no la hubiera derrotado en combate. Los propios Thomas y Chaykin presentarían años más tarde una secuela de este origen dentro del Marvel Super Special #9 (El Día del Juicio Rojo). Finalizada así la corta vida de Kull and the Barbarians, The Savage Sword sería quien heredase los personajes presentados a través de su revista hermana, añadiéndolos así a sus propios contenidos, que de esta manera, además del indiscutido protagonismo de Conan, se acabarían extendiendo en los años siguientes a Kull, Solomon Kane, Red Sonja y Bran Mak Morn. Del mismo modo, el segundo año de vida de The Savage Sword vería quebrarse también el criterio cronológico inicialmente establecido para el magazín, puesto que a las dificultades para conseguir los derechos sobre los relatos de Conan escritos por Sprague de Camp, se le iban a añadir los problemas derivados del cierre por parte de Marvel de toda la línea Giant-Size, lo que conllevaba la necesidad de concluir en alguna parte la adaptación de La Hora del Dragón que Roy Thomas y Gil Kane estaban llevando a cabo dentro de Giant-Size Conan. A tenor de todo este movimiento entre bambalinas, quizás hubo quien pudiera pensar que The Savage Sword estaba a punto de entrar en una primera época de confusión y decadencia. Pero lo cierto es que nada más lejos de la realidad: The Savage Sword of Conan era el magazín más consolidado y mejor vendido de toda la historia de Marvel, y si algo iba a dejar claro en su segundo año de publicación era que estaba allí para quedarse. |
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