PERDIDOS EN EL ESPASCIOTIEMPO por Óscar Rosa Jiménez Uno de los aspectos más interesantes de esta saga es el doble significado del propio título. La más obvia y literal es la búsqueda de un camino de regreso a su época. Perdidos en la línea temporal, con la única posibilidad de retroceder en el tiempo, nuestros protagonistas vivirán todo tipo de peripecias para volver al punto de partida. No obstante, algunos de los personajes implicados en esta historia se encuentran perdidos de otra forma menos física y más emocional, como es el caso de Henry Pym. El desarrollo y la evolución de los personajes son una pieza clave para comprender el trabajo de Englehart en esta colección, cuyas tramas giran entorno a sus protagonistas. Desde el inicio de esta cabecera, el otrora Hombre Hormiga, más tarde Hombre Gigante, y en un momento de debilidad mental Chaqueta Amarilla, atraviesa uno de los peores momentos de su vida, llegando a tocar fondo. Mientras sus compañeros y amigos deambulan por la línea temporal, él se debate entre la vida y la muerte sin encontrar una salida viable a su situación personal. De ese modo, comenzará un intenso repaso a su trayectoria como héroe para encontrarse a sí mismo y así poder reinventarse. Utilizando la narrativa retrospectiva, Englehart desnuda el alma de uno de los primeros superhéroes del Universo Marvel para insuflarle una nueva vida ligada al heroísmo, pero sin perder de vista una de las facetas más importantes de Pym: su conocimiento científico. Cuando parecía que realmente estaba acabado, como si del ave fénix se tratara, resurge de sus cenizas para convertirse en un nuevo modelo de superhéroe, alejado de los disfraces, las mallas y la licra: el científico aventurero. Puede que muchos vean aquí un concepto antiguo, quizá algo desfasado, incluso algo inocente y chanante a la hora de explicar ese poder repentino de afectar el tamaño de los objetos que saca de los bolsillos. Y no les faltará razón, ya que el escritor es capaz de mostrar lo mejor y lo peor de sí mismo en una sola página. A pesar de ello, creo que es sumamente interesante como recupera el concepto inicial de Pym es en su esencia más pura, llevándolo a un estado mental equilibrado y haciéndolo superar, aunque sea momentáneamente, la mayoría de los traumas que en cierta forma son los responsables de que se encuentre en una situación de desahucio personal. Es un ejemplo perfecto de cómo el de Indiana es capaz de trabajar sobre los personajes sin perder de vista ni un momento su evolución y trayectoria a lo largo de las décadas anteriores, manteniendo una coherencia tal que la propuesta, aunque tenga elementos irrisorios o poco convincentes, tenga sentido y sea aceptada por el lector como algo natural. Asimismo, nos devuelve a la primera línea a uno de los puntales del origen de los Vengadores, que junto a Iron Man se convierte en el segundo integrante de esta formación que estuvo presente en la fundación de los Héroes más Poderosos de la Tierra. Lo que en un principio parecía ser un título dedicado a un puñado de personajes de segunda fila, apoyados por el liderazgo de Ojo de Halcón, ahora se va perfilando como algo ligeramente distinto, incluyendo a algunos de los pesos pesados de lo que años más tarde se convertiría en toda una franquicia. Como decía al principio, los personajes son el núcleo importante de esta cabecera y la base sobre la que se asienta el trabajo de Englehart. Por lo tanto, el autor sigue profundizando en ese papel de líder de Clint, que cada vez muestra una mayor seguridad al mando del equipo. Por otro lado, el regreso de Tony Stark a los mandos de la armadura de Iron Man se verá refrendado por la presencia pujante del Hombre Maravilla, que tras superar su crisis personal es ahora un hombre seguro de sí mismo; quizá demasiado. Con esos elementos, Englehart elabora una pequeña subtrama en la que nace entre ambos cierta rivalidad, saliendo a relucir todo tipo de cuestiones personales, en la que se presenta una confrontación entre el poder y la veteranía. Este tipo de recursos, aunque pueda resultar gastado en ocasiones, no deja de ser una de las señas de identidad de los Vengadores. El propio Ojo de Halcón tuvo sus más y sus menos con el Capitán América en el pasado por idénticos motivos. La cuestión es que, aún carente de originalidad, la idea funciona y sirve para trabajar en una serie coral donde sus protagonistas interactúan de diferentes formas, trasladando a las viñetas los elementos propios de la convivencia desde un punto de vista muy cercano a la realidad. Esto nos muestra un trabajo muy sólido en ese aspecto, presentando muchas similitudes con el trabajo de Roger Stern en la cabecera principal y un reflejo de lo que años más tarde mostraría Bob Harras durante su etapa al frente de los Vengadores. Otro de los personajes que regresa a la colección es Bonita Juarez, más conocida por su nombre de guerra: Ave de Fuego. Se trata de otro ejemplo de protagonista perdido que encuentra su camino en la vida, siendo una pieza fundamental dentro de la trama urdida por Englehart en esta saga. Con una mezcla entre misticismo y espiritualidad, la joven regresa al grupo cuando estos precisamente inician su búsqueda para invitarla a que se una a ellos, siendo esto el detonante del inicio de la ventura. Siguiendo la línea de incorporaciones habría que destacar la llegada del Caballero Luna, que se perfila como el nuevo miembro del grupo. Curiosamente, el héroe de las múltiples personalidades, asemejándolas a las distintas fases de la Luna, es uno de los que se hallaba perdido de un modo editorial, por así decirlo. Tras una fructífera etapa dirigida por Doug Moench, su creador, e ilustrada magistralmente por Bill Sienkiewicz, comenzó un segundo volumen de sus aventuras, las cuales no tuvieron demasiado éxito. Lo que en un principio iba a ser una serie regular se convertiría en una serie limitada de seis números, escrita principalmente por Alan Zelenetz, alejándose de algunos conceptos y abrazando con fuerza su nexo de unión con el antiguo Egipto. A pesar de su caída en desgracia, Englehart vio el potencial del personaje y lo reclutó para su saga, la cual lo convertiría en vengador de pleno derecho, volviendo en cierto modo al centro neurálgico del Universo Marvel, aunque su paso por la colección no sea especialmente recordado. Sin embargo, en las páginas de este título se encuentran las claves para comprender algunos aspectos de la transformación estética que sufrió a mediados de los años ochenta. Si bien la construcción y desarrollo de los personajes es uno de los pilares de esta etapa de los Vengadores Costa Oeste, el otro es sin duda su imbricación dentro del pasado del Universo Marvel, cultivando así uno de los aspectos más importantes del Universo de ficción de la Casa de las Ideas: la cuidada cronología de sus personajes e historia. Para ello, Englehart recurre de manera constante al pasado de la editorial. Algo lógico si consideramos que la historia trata sobre los viajes en el tiempo. No obstante, el guionista da una vuelta de tuerca, coqueteando con la retrocontinuidad hasta límites insospechados. De ese modo, nos transporta a las bambalinas de Fantastic Four #19, siguiendo la línea que marcó Roger Stern en su periplo por la cabecera del Hechicero Supremo. Asimismo, los viajes en el tiempo han sido uno de los temas recurrentes en los Vengadores desde tiempos inmemoriales. Ya en los primeros compases de la colección The Avengers se coló Kang, el conquistador, que más tarde se revelaría como una versión futura de Rama-Tut, que se acabaría convirtiendo en un enemigo recurrente de los Vengadores añadiendo mayor complejidad a su historia en cada nueva aparición, hasta que Kurt Busiek puso un poco de orden en la maxiserie Siempre Vengadores. No deja de ser curioso que uno de sus mayores enemigos sea precisamente su mayor esperanza para salir del atolladero en el que se han metido. Pero no solo este megalómano viajero en el tiempo tendrá un papel importante en esta saga, sino que se nos presenta a Dóminus, un villano que tiene sus raíces en la misma raza alienígena que Lucifer, un viejo conocido de la Patrulla-X y los Vengadores. Este uso continuado de la retrocontinuidad denota el amplio conocimiento de Englehart sobre el Universo Marvel y su pasado, algo que ha explotado y seguirá explotando durante su etapa en West Coast Avengers. Finalmente, para concluir con esta ronda de personajes, dejando a un lado los cameos del Doctor Extraño y los 4 Fantásticos, Englehart comienza su viaje en el tiempo en una época por la que ya ha mostrado cierta predilección, el Salvaje Oeste. La recuperación de los Rangers en números anteriores es un indicativo de ello, aunque ahora recurre a la propia esencia del western rescatando a tres importantes personajes creados por Marvel y que ya habían tenido alguna conexión con los Vengadores. De hecho, uno de ellos había sido miembro honorífico del grupo. Hablamos nada más y nada menos que de Dos Pistolas Kid, el abogado Matt Hawk cuyas aventuras se desarrollaban en Tombstone. Nacido en las páginas de Two-Gun Kid Vol. 2 #60, título que comenzara su andadura durante finales de los años cuarenta, en plena efervescencia de este tipo de colecciones siguiendo la moda del cine, el dibujante Syd Shores dio vida a este vaquero que se presenta como una especie de superhéroe en el siglo XIX. Con una colección que superó ampliamente las cien entregas, Dos Pistolas acabaría como el resto de sus convecinos temporales hasta ser recuperado e integrado en el Universo Marvel por el propio Englehart en The Avengers #141, al igual que hiciera con Rayo Kid, otro de los invitados de esta línea argumental. El escritor de Indiana no solo recurre al pasado de la editorial, sino que retoma conceptos que utilizó durante su etapa en los Héroes más Poderosos de la Tierra a mediados de los setenta. El mencionado Rayo Kid estrenó cabecera en 1955, bajo los guiones de Stan Lee, encargándose de la parte artística el veterano dibujante Bob Brown. Tras prácticamente una década en barbecho, el vaquero regresaría en la década de los sesenta, de nuevo con Stan Lee como maestro de ceremonias, pero esta vez acompañado del Rey de los Cómics, Jack Kirby, llegando incluso a protagonizar el primer team-up en esta vertiente del Universo Marvel junto a Dos Pistolas Kid, continuando la numeración a pesar del tiempo transcurrido. Aunque su periplo por el universo de ficción de la Casa de las Ideas del siglo XX fue mucho menor que la de Dos Pistolas, que entablaría una buena amistad con Ojo de Halcón, se dejaría ver en diferentes títulos de la editorial a lo largo de los años, antes de su salida del armario en la línea para adultos MAX y de su presencia en Blaze of Glory, un magnífico western, también en la línea MAX, que pretendía homenajear a un gran número de personajes de este género que habían nacido en el Universo Marvel, aunque ya nadie se acordara de ellos. El tercero en discordia es el Jinete Fantasma, un personaje que en cierta forma bebe del mismo concepto que el Motorista Fantasma, pero dentro de un escenario como el western. Tampoco se trataría de su versión original, que escondía bajo la capucha a Carter Slade, una creación de Roy Thomas y Gary Friedrich en 1967, cuya colección solo duró 7 números. En esta ocasión tenemos a Lincoln Carter, que juro vengar la muerte de su hermano siguiendo sus pasos. Englehart se sumerge en la historia del pasado de este héroe western para convertirlo en el protagonista de un argumento que transcurre paralelo a la trama central. En ella tenemos a Pájaro Burlón, la cual llama la atención de tal modo sobre el Jinete Fantasma que decide raptarla, haciendo que se enamore de él utilizando una pócima india. Mientras Ojo de Halcón intenta recuperar el control de la máquina del tiempo, sus amigos del Salvaje Oeste harán todo lo posible por ayudar a Bobbi, que se verá envuelta en una encrucijada moral. Hay muchos aspectos que me parecen interesantes en esta subtrama. Dejando a un lado la magnífica labor de investigación, rescatando historias que seguramente nadie recordaba, Englehart se centra en dos temas, aunque uno de una forma más sutil que otro. El más evidente, y que cobra vida en el desenlace, es la diferencia entre un superhéroe y un agente de SHIELD. Los códigos morales de ambos difieren en muchos aspectos, a pesar de que intenten proteger la justicia. Bobbi ha demostrado moverse con soltura en este ambiente de superhéroes, pero en un momento crítico de su vida prima la supervivencia y, en cierto modo, la venganza. Con esta reflexión, Englehart deja al lector impactado con una escena que marca el devenir de Bobbi en los próximos números y que sin duda supone un antes y después en su trayectoria. Por otro lado, de manera subversiva, tenemos la violencia de género. Estoy convencido que esto es una forma sutil de mostrar una violación en una época en la que quizá no hubiese sido aceptado este hecho por la propia Marvel, a pesar de que el Comic Code Authority se había relajado mucho en aquella época. También es cierto que el guionista parece declinarse más hacia la ambigüedad moral que suponen los actos de Pájaro Burlón, en un momento en el que el superhéroe está encasillado dentro de unos parámetros que parecen inamovibles. A su manera, Englehart contribuye con esta escena a lo que poco a poco supondría un cambio dentro del género. Quizá hubiese sido necesario profundizar un poco en ambos temas, pero teniendo en cuenta los planes a largo plazo del autor en esta serie, lo más lógico es que todo esto tuviese consecuencias en futuros números, algo que no da tiempo de ver en este tomo. No obstante, sí que considero interesante la inclusión de estos temas, a pesar de su perspectiva algo simple, pero que constituye otro elemento más en esa labor continua por el desarrollo y evolución de los personajes, algo en lo que no se puede negar que Englehart hizo un gran trabajo en esta colección. Como ya he comentado en anteriores ocasiones, West Coast Avengers está lleno de luces y de sombras. No quiero resultar tramposo destacando solo aquellos aspectos más acertados del autor y que alguien piense que me olvido de todo lo negativo. Si bien es cierto que tanto el tratamiento de los personajes como la construcción de un argumento que se va fraccionando cada vez más a medida que avanza hasta confluir todo en un mismo punto en su desenlace es la base sobre la que gira todo, y argumentalmente me parece todo un acierto, pero también se cuelan ciertos elementos que a más de uno puede hacer esbozar una sonrisa, o una carcajada directamente. Mencionaba antes la simplicidad de los argumentos de Pym en su nueva faceta de científico aventurero, pero si hay algo realmente chanante son las apariciones de los villanos comandados por Dóminus. Todo ello dibujado por un Al Milgrom que está lejos de ser un dechado de virtudes, sino fuera por lo bien que lo cubre el entintado de Joe Sinnott, cuya ausencia se va acusando bastante en los últimos compases de este recopilatorio. Y es que ver a un grupo tan poderoso como los Vengadores hacer frente a un tipo que resulta ser un cactus antropomorfo, que además lanza espinas de esta planta desértica como si fuese un arma temible, creo que puede sonrojar a cualquiera. Por no mencionar a sus acompañantes que son un reptil gigante de color rojo y una mujer pétrea. No creo que haya que añadir nada más. Pero este desfile de rarezas no acaba aquí, ni mucho menos. En el Salvaje Oeste veremos como Englehart tira de hemeroteca a lo grande y recupera a un tótem que fuera enemigo de Rayo Kid en su colección de los años sesenta. Esto no sé si funcionó alguna vez, pero la escena es bastante ridícula. Posiblemente, este tipo de elementos son los que quedaron grabados en el inconsciente de los lectores para menospreciar el trabajo de Englehart en este título. De todas formas, también pueden verse como algo puramente testimonial, y un ejemplo más de que esta es una colección diferente, cuyo nexo de unión con el pasado de la editorial es tan fuerte que se puede permitir este tipo de excentricidades sin que termine de desentonar demasiado. Lo dicho, luces y sombras, todo depende de lo que el hipotético lector de este tomo prefiera potenciar más. Sea cual sea la senda elegida, disfruten del viaje y espero que nadie se pierda por el camino. |
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