EL HOMBRE MÁQUINA: UNA CREACIÓN DE JACK KIRBY
por Óscar Rosa Jiménez


Como hemos podido ver en esta sección, Jack Kirby volvió a Marvel en la segunda mitad de la década de los setenta para desarrollar aquellas ideas y conceptos que tanto le apasionaban. El Hombre Máquina no es un excepción. El personaje hunde sus raíces en la ciencia ficción clásica, con una clara influencia en las obras de uno de los padres del género: Isaac Asimov. El escritor de origen ruso realizó diferentes libros de divulgación científica y novelas de ficción, cuyo tema principal giraba en torno a la integración de los autómatas en la civilización humana. Títulos como "Yo, robot" o "El hombre Bicentenario" son de sobras conocidos, gracias a sus posteriores adaptaciones a la gran pantalla, y suponían un punto de inflexión a la hora de abordar la ciencia ficción desde una perspectiva humanista y racional, apoyados en una rigurosidad científica poco habitual en la época.

El Hombre Máquina nació en las páginas de 2001: A Space Odyssey, donde Kirby se centró en explorar a su manera los misterios de la evolución humana, apoyándose en la novela de otro de los grandes autores de la ciencia ficción, Arthur C. Clarke, del que ya hablamos anteriormente. Los tres últimos números estuvieron protagonizados por Aaron Stack, nombre con el que fue bautizado por su creador, el Dr. Abel Stack, que lo llevó a su casa para instruirlo y criarlo como si se tratara de su propio hijo, consiguiendo que escapase de la crisis de identidad que asoló al resto de robots que formaban parte de un experimento gubernamental secreto. Tras la dramática muerte del científico, nuestro protagonista comenzó su particular vagabundeo por el mundo en una especie de viaje iniciático que lo llevaría a conocerse a sí mismo. Su cerebro computerizado debía asimilar su peculiar naturaleza mientras se intentaba integrar en una sociedad que tiende a rechazar todo lo que es diferente y escapa a su comprensión; sobre todo si tiene habilidades que lo superan tanto física como mentalmente.

Tras la cancelación de 2001: A Space Odyssey, prácticamente siete meses después, se ponía a la venta una nueva colección regular escrita, dibujada y editada por Jack Kirby, cuyo protagonista sería el Hombre Maquina. Como en todos los proyectos anteriores del Rey, el autor neoyorquino mantenía el control absoluto de su creación en todos los aspectos: editoriales y creativos. Volvería a contar con el entintado de Mike Royers, un artista cuyo trabajo era perfecto para el trazo del dibujante, manteniendo la solidez del mismo y embelleciendo sutilmente las viñetas sin que en ningún momento se ocultaran las señas de identidad propias de Kirby. Ambos habían trabajado durante el periplo del Rey en la Distinguida Competencia. Su compenetración se veía reflejada en un trabajo que alcanza grandes cotas de calidad en su apartado gráfico. De ese modo, con un tándem creativo que se asemejaba a una máquina perfectamente engrasada, daba comienzo la colección que supondría la despedida del cómic americano de uno de sus máximos exponentes. Asimismo, teníamos el desarrollo del que a la postre se convertiría en la última aportación de Jack Kirby al Universo Marvel, aunque como todo lo que hizo durante aquella época, deberían ser otros los que lo integraran en el cosmos de ficción de la Casa de las Ideas. Y, posiblemente, fue el personaje con el que mejor lo consiguieron, ya que la continuación de la cabecera y de los conceptos se produjo de una forma rápida y acertada, al contrario de otros proyectos que tardaron más tiempo en encontrar su hueco. Ya sea por la forma en la que el autor neoyorquino enfocó su idea o porque comprendieron la esencia del concepto, el Hombre Máquina se acabaría convirtiendo en uno más de los muchos superhéroes que pueblan el Universo Marvel. Unas veces como secundario y otros como protagonista, se mantendría en el candelero durante décadas hasta la actualidad.

Machine Man #1 llegaría a los kioscos con fecha de portada de abril de 1978. La colección alcanzó los diecinueve números, de los cuales sólo nueve estuvieron realizados por Jack Kirby. Durante ese periodo, el autor definió totalmente al personaje y mantuvo una narrativa lineal en todo momento. Cabe destacar que, al contrario que en otras obras del Kirby setentero, el cofundador del Universo Marvel no se deja llevar por la fuerza arrolladora de la creatividad, sino que hay un equilibro entre todos los elementos, convirtiéndola en una serie muy interesante con diferentes niveles de profundidad. La evolución de los personajes es increíble, a pesar de la corta extensión de su trabajo, al igual que la constante presencia de temas que invitan a la reflexión. La intrusión de un autómata en la civilización es explotada al máximo por el Rey en multitud de aspectos. Incluso esa dicotomía entre humanidad y racionalidad propias de una máquina son perfectamente representadas en un personaje al que Kirby dota de un sentido del humor lleno de cinismo, que intenta disimular el tormento que sufre en su interior como si de un ser humano real se tratara, en lugar de una máquina de circuitos impresos.

Durante el arranque de la colección, tenemos al Hombre Máquina centrado en ejercer el papel de héroe. Su idea principal es infiltrarse en la sociedad sin llamar la atención pero, debido a su educación, le es imposible no utilizar sus habilidades especiales para ayudar al prójimo. Precisamente, será esta actitud la que le lleva conocer a Peter Spalding, un hombre que encuentra su camino bloqueado por un árbol y recibe la ayuda de Aaron en un gesto de buena voluntad. A modo de agradecimiento, Peter se ofrece a llevarlo a Central City, lugar en el que se desarrollaran las aventuras de nuestro protagonista durante la etapa de Kirby. A partir de ahí nace una amistad entre un robot y un psicólogo, una relación a la que sólo el autor sabría sacarle partido. De hecho, los diálogos entre ambos no tienen desperdicio, ya que desde el inicio se pone de manifiesto que las inquietudes de Aaron bien merecen un análisis psicológico profundo. No cabe duda de que la elección del primer secundario de la serie no es algo casual. Además, aunque en un principio no lo parece, sus caminos están irremediablemente conectados.

Por otro lado, me gustaría destacar que a pesar de que Kirby se mantiene lejos del universo cohesionado que ayudó a crear, elige una ubicación muy concreta para desarrollar las aventuras de nuestro protagonista: Central City. Es posible que para muchos no signifique nada, pero se trata del lugar de nacimiento de Reed Richards. Y, sobre todo, de la ciudad que albergó la nave espacial que surcó las estrellas, propiciando el nacimiento de los 4 Fantásticos. Esto es algo sobre lo que el autor no hace mención, pero otro guionista ya se encarga de recordárnoslo con uno de los carteles que hay en la entrada de la ciudad. Desconozco si Jack Kirby lo hizo de manera consciente o inconsciente, pero desde luego es mucha casualidad. Si bien es cierto que quiso mantenerse al margen de todo lo que sucedía en el Universo Marvel, sí dejó pequeños detalles que sirvieron para integrar fácilmente a sus creaciones en él. Aquí tenemos un claro ejemplo de ello.

Después de presentarnos al que se convertiría en el inseparable amigo de Aaron Stack, el autor neoyorquino se centró en los antagonistas del héroe. En este caso, sería el propio gobierno. Tras haber sido eliminados todos los robots del proyecto, el Doctor Oliver Broadhurst intenta proteger al Hombre Máquina, debido a las cualidades benévolas que ha demostrado, considerándolo prácticamente un milagro de la ciencia. Sin embargo, desde Washington, las órdenes son claras: cazar y destruir a X-51, al que se denomina una amenaza para la seguridad pública. El ejecutor del mandato presidencial es el coronel Kragg, un militar que exhibe unas características que nos recuerdan poderosamente a una mezcla entre Nick Furia y el General "Trueno" Ross. Su carácter enérgico y su obsesión por eliminar a su objetivo encierran un odio irracional hacia el autómata. Pero sus motivos están relacionados con elementos de ámbito personal: se encuentra cegado por la venganza, ya que perdió un ojo y a varios de sus hombres durante el exterminio de los robots del Proyecto X. De esa forma, nuestro protagonista se convierte en un prófugo de la ley mientras lo atormentan pesadillas sobre su condición mitad humana y mitad máquina. Kirby no deja de lado en ningún momento la reflexión sobre si un robot puede albergar algún resquicio de humanidad. De hecho, ese planteamiento con tintes filosóficos planea sobre la obra en todo momento. Convertirlo en un fuera de la ley no es más que el siguiente paso para añadir mayor dramatismo a la situación de Aaron, que se verá acosado por aquellos a los que desea proteger; se sienten amenazados por alguien poseedor de una tecnología que no entienden y temen.

Pero esto es una serie de Kirby, realizada en los setenta, con una orientación hacia la ciencia ficción, por lo tanto, nada mejor para enfatizar este concepto que introducir una amenaza extraterrestre. Así nace el imperio Autocron, que pertenece a una raza alienígena procedente del sistema solar Betelgeuse del planeta Cron. Regidos por un mundo computadora contaban con una tecnología avanzada, capaces de viajar por el espacio en naves muy sofisticadas. El Hombre Máquina se enfrenta a Ten-For, un miembro de esta raza, que llega a la Tierra haciéndose pasar por un naufrago cósmico que necesita ayuda, el cual utiliza a un enfermo mental para comunicarse. Peter Spalding es el médico del paciente y le pide ayuda a Aaron, sin saber que están facilitando la conquista del planeta. A partir de ese momento, el Hombre Máquina tendrá que soportar el rechazo y la persecución mientras intenta salvar a los seres humanos de ser esclavizados. En un alarde de humanidad, Aaron sufrirá sus momentos de dudas y tendrá que valorar si aplica las enseñanzas de su creador o se queda al margen del conflicto. Una vez más, el Rey profundiza en el tema principal de la serie, llegando a hacer una analogía con las minorías étnicas. Parece que el autor estaba más inspirado que nunca.

Tras la amenaza de las estrellas, volveríamos a poner los pies en la tierra para enfrentarnos a problemas más mundanos. Nuestro protagonista tendría que someterse a un juicio presidido por un comité especial del congreso. Entre ellos se encuentra el congresista Brickman, que acabará convirtiéndose en otro secundario habitual de la serie. De ese modo, el autor introduce la corrupción política y la ambición humana por encima de otros valores menos altruistas. Brickman utilizará el miedo y la mala fama del Hombre Máquina para escalar puestos en la jerarquía política del país. Me parece uno de los personajes más interesantes y cercanos a la realidad, ya que cambia de opinión según sus intereses. Aunque no será Kirby quien lo desarrolle del todo, sí que sigue una línea evolutiva coherente con la que plantea su creador.

Mientras se produce una batalla mediática y, en cierta forma, política, Aaron se marcha a vivir con Peter Spalding, cuyo hogar se convierte en su residencia habitual. No obstante, su amigo es raptado por una asociación criminal que se hace llamar la Corporación, que lo utiliza para chantajearlo. Su objetivo es capturar al robot para clonarlo y comercializarlo como una poderosa arma. La tecnología y la ambición humana se dan la mano en una historia en la que quedará patente que el Hombre Máquina es algo más que un ordenador viviente. Tanto es así que el coronel Kragg verá con otros ojos a aquel que consideraba poco más que un amasijo de metal. La evolución de los personajes no está reñida en ningún momento con el ritmo trepidante que imprime Kirby a la trama. Además, introduce el intento de humanización del personaje, al que otros ven como una simple arma, mientras que sus amigos pueden atisbar más allá de sus beneficios tecnológicos. De ese modo, tras nueve intensos episodios, con el futuro del Hombre Máquina pendiente del fallo del gobierno, Jack Kirby deja la serie. Posiblemente uno de sus proyectos más redondos, bien escrito y fantásticamente dibujado, sin grandes alardes, pero mostrando un trabajo muy sólido.

El último héroe surgido de la genial mente de Kirby podía haber caído en el mayor de los ostracismos. Como en la mayoría de proyectos que ejecutó el autor, durante la que está considerada como su tercera etapa en Marvel Comics Group, tiene un final abrupto. De hecho, si tenéis la oportunidad de leer los nueve números seguidos, no tendréis la sensación de que la serie va a terminar, aunque tampoco se queda el argumento excesivamente colgado. Si bien es cierto que quedan algunos aspectos por resolver, no son nada comparados con otras cabeceras en las que la marcha del Rey dejaba al lector en ascuas. El desarrollo orgánico de las diferentes tramas transmitía la esencia de lo que se considera una serie regular, pero todo muy bien condensado sin planes a largo plazo. No obstante, un importante editor del Bullpen decidió recuperar al Hombre Maquina para solucionar sus desavenencias con el gobierno. Hablamos nada más y nada menos que de Rogern Stern, un guionista, editor y novelista que en aquellos momentos se encargaba de escribir y editar las aventuras del increíble Hulk. No me cabe la menor duda que el robot más humano de Marvel no podía caer en mejores manos. Stern está considerado como uno de los principales exponentes de la llamada "tercera ola" de autores de la editorial, que despuntaron durante la década de los sesenta en la Casa de las Ideas, haciendo honor a su nombre. En aquellos momentos se encargaba de la colección del Goliat Esmeralda y del Hechicero Supremo, aunque esta última había anunciado que tenía pensado abandonarla. En un futuro cercano realizaría etapas protagonizadas por Spiderman, Capitán América y los Vengadores, las cuales se convertirían en grandes clásicos dentro del género que marcarían al lector de los ochenta. Curiosamente, esta historia dividida en tres partes, provocaría que entre el Hombre Máquina y Roger Stern naciera un vínculo, ya que ambos volverían a reunirse más tarde en Marvel Team-Up Annual #3. Incluso, posteriormente, convertiría al personaje de Kirby en vengador durante su última saga en los Héroes más Poderosos de la Tierra, conocida como "Heavy Metal".

En The Incredible Hulk #235-237 se cruzan los caminos del robot con un corazón de oro y del mortal más irascible del Universo Marvel, que ha sido engañado por la Corporación para que piense que el Hombre Máquina ha secuestrado a su amiga Trish Starr. Se trata de la sobrina de Cabeza de Huevo, el archienemigo de Hank Pym, un personaje que no cayó en el olvido tras su paso por The Defenders, gracias a Stern, y que tendría su última aparición durante la etapa del guionista en The Avengers. Aparte del enfrentamiento lógico entre metal y músculo, debido a las intrigas de una organización empeñada con acabar con Aaron Stack, Stern resuelve a favor del autómata el fallo del gobierno, gracias a que Brickman ha conseguido su objetivo: convertirse en senador. Además, el Hombre Máquina queda bajo la custodia de Peter Spalding, que poco a poco va dejando de lado su profesión médica para ejercer como un verdadero amigo, siempre dispuesto a ofrecer su ayuda en todo momento. De un plumazo, el guionista resuelve las pocas tramas que dejó inconclusas Kirby, consigue que nuestro metálico protagonista rescate a la joven Trish y aleja a un incontrolable Hulk fuera del país, concretamente aterrizará en tierras canadienses, lo que en un futuro le acarreará algún que otro problema. Sin embargo, el esfuerzo de todo esto pasa factura y cae desfallecido, por lo que todos piensan que ha llegado el final del Hombre Máquina. Pero los editores de Marvel tenían pensado un destino mejor...

Prácticamente un año después de la aparición de Aaron en la cabecera protagonizada por Hulk, la Casa de las Ideas decide continuar la serie regular del Hombre Máquina. Y lo hace respetando la numeración que tenía tras la marcha de Kirby. De ese modo, Machine Man #10 se pone a la venta con la fecha de portada de agosto de 1979, dando así comienzo su segunda y última etapa, que se prolongaría hasta el número diecinueve, momento en el que se cancelaría para siempre. El encargado de la revitalización de la colección sería Marv Wolfman, que también ejercería las labores de editor, al igual que su antecesor. Estamos ante el creador de personajes como la Gata Negra, Blade y el guionista de, la que podríamos denominar la obra cumbre de su carrera en Marvel, The Tomb of Drácula. En los ochenta, tras pelearse con Jim Shooter, como la gran mayoría del Bullpen, se marchó en busca de pastos más verdes y acabó recalando en DC, donde junto a George Pérez realizó dos de las grandes obras de la competencia: Crisis en Tierras Infinitas y Los Nuevos Titanes, trasladando el concepto del Universo Marvel a su máximo rival.

Marv Wolfman se mantiene en la colección hasta el número catorce, realizando cinco números que podríamos tildar de corte continuista. A pesar de ello, lo primero que hace es limitar los poderes del protagonista, argumentando que la única forma de sobrevivir tras su última aventura es efectuar algunos cambios. El propio Doctor Oliver Broadhurst se encarga de realizarlos. La cuestión es que este recorte elimina gran parte de la magia del personaje. Kirby le dotaba de mil gadgets, dependiendo la situación, en un desborde de imaginación y creatividad, mientras que esta nueva versión se presenta con muy pocas prestaciones y mucha menos versatilidad. El personaje no solo había rebajado su poder, sino que se había convertido en alguien más manejable para los guionistas. Por otro lado, el nuevo escritor nos vuelve a recordar el origen de Aaron Stack, algo que no hizo ni el propio Rey al inició de la colección. Y es que no todo el mundo tiene el talento de Jack Kirby...

A pesar de estos pequeños ajustes, Marv Wolfman mantiene la esencia de la serie y rápidamente utiliza la figura de Brickman como ejemplo de político corrupto, capaz de cualquier cosa para seguir subiendo escalafones en su carrera hacia la Casa Blanca. De esa forma, construye una campaña por la presidencia de Estados Unidos basada en la desacreditación del Hombre Máquina, difundiendo su carácter de amenaza pública a distintos niveles. Tanto es así, que lo culpará del alto índice de paro, debido a su capacidad para obtener empleos que supongan la eliminación de puestos de trabajos destinados a humanos. Qué duda cabe que la industrialización es una realidad, pero resulta interesante cómo el guionista magnifica un concepto real para introducirlo en el Universo Marvel de un modo ligeramente trivial. No obstante, no deja de ser una preocupación humana muy realista, por lo que tenemos ese punto de reflexión que incluyó Kirby durante su etapa, pero quizá en menor medida.

Por otro lado, Aaron continúa con su firme intención de mantener una vida normal entre los humanos, sin que puedan percatarse de sus diferencias. Otro de los pequeños cambios que tuvo que realizar Broadhurst fue la voluminosidad de sus ojos, un rasgo característico del trazo de Kirby, sustituyéndolos por unos más discretos, fáciles de disimular con unas simples gafas. De ese modo, se traslada a la Gran Manzana neoyorquina ataviado con una peluca y portando un estupendo traje a medida, para convertirse en un investigador de la agencia de seguros Delmar, un puesto de trabajo que consigue tras evitar un robo en la mansión de Byron Benjamin, el dueño de la empresa. Así comienza una vida laboral en una oficina que proveerá a la colección de los secundarios que necesitaba, ya que el rol de Peter Spalding queda relegado al de amigo y compañero de piso, perdiéndose todas las connotaciones psicológicas de la relación. El cinismo y ese humor habitual del personaje se mantienen, aunque hay que reconocer que Wolfman lo suaviza un poco. A pesar de ello, no es suficiente para que tenga una vida relativamente normal y pronto es considerado el tipo raro de la oficina, sobre todo por su eficiencia. También influye que no haga demasiado caso a los flirteos de una compañera, que le parece extraño que exista un hombre en la tierra que no sucumba al influjo de sus encantos (si ella supiera...).

En el apartado gráfico tenemos a Steve Ditko, que permanecerá hasta la cancelación de la serie. El veterano dibujante regresaba a Marvel, tras haber creado en DC personajes como Creeper o Halcón y Paloma, para dejarnos un trabajo muy consistente y mejor que el que realizaría posteriormente durante la década de los ochenta en la Casa de las Ideas. Su aportación estética al personaje es mínima, aunque estiliza un poco el diseño de Kirby, aprovechando la limitación de sus poderes. De ese modo, tenemos la representación definitiva del Hombre Máquina, que perdura prácticamente hasta la actualidad. Si bien es cierto que no consta que aportara nada a los guiones como hiciera en el pasado, Wolfman introduce elementos y villanos que se adapten mejor al estilo de Ditko. Si la tecnología y la ciencia ficción eran los puntos fuertes de Jack Kirby, Steve Ditko se movía como nadie en los bajos fondos y en los ambientes turbios y llenos de mafiosos. Así surge Khan, un orondo gángster que vive en un gigantesco zepelín que recibe el nombre de Xanadú. Ambos son una clara alusión a Kublai Kan, el último emperador del Imperio mongol y primer emperador del Imperio chino de la Dinastía Yuan, cuya capital de verano de sus vastos dominios era precisamente Xanadú, que con el tiempo se convirtió en un referente cultural en múltiples obras. Khan se obsesiona con el Hombre Máquina, ya que tras salvarle la vida piensa que sus destinos están entrelazados, por lo que tras su primer encuentro decide que debe capturarlo para que sirva a su voluntad.

En Machine Man #15, Tom DeFalco toma el relevo en los guiones. Se trata de un guionista que inició su carrera en Archie Comics, continuando en DC, y cuyo primer trabajo para Marvel fueron dos números en la colección The Avengers, justo antes de los últimos episodios de la cabecera protagonizada por Aaron Stack. Sin duda alguna, su trabajo es el más flojo de todos. La colección efectuaba un bajón importante en la calidad y parece que ni las apariciones de personajes invitados tan insignes como los 4 Fantásticos o Alpha Flight, en otro complot gubernamental orquestado por Brickman, consiguieron eludir la cancelación. Aunque al menos quedaron todas las tramas cerradas. De hecho, el autor se encargaría de que cada entrega fuese más o menos autoconclusiva, seguramente porque las ventas no debían de ser muy buenas.

A pesar de todo, DeFalco continuó la senda marcada por sus antecesores, aunque con menos acierto y menor profundidad en el concepto. Se centró mucho más en el melodrama, un recurso narrativo habitual de Stan Lee, que estaba un poco desfasado a principios de los ochenta. Sus primeros pasos fueron introducir a Pamela Quinn, una empleada de seguros Delmar que mostraría un interés romántico por Aaron Stack, el cual comenzaba a experimentar sentimientos que chocaban frontalmente con su programación y que no terminaba de comprender. El romance llamaba a su puerta, lo que generaba muchas dudas y provocaba la trillada situación de amor imposible entre dos personas que se sentían atraídas. Al nutrido elenco de secundarios se añadió Oswald Garvin, conocido por el sobrenombre de "Engranajes". Se trata del dueño de un desguace y un taller de reparaciones con aptitudes especiales para la mecánica, el cual acaba trabando amistad con el Hombre Máquina y se encarga de repararlo en diferentes ocasiones.

En el apartado de villanos, el guionista busca un equilibrio entre lo superheroico y el estilo que se adaptaba mejor a Ditko. De ese modo surge el Barón Azufre, un ladrón que pretende establecer un mercado negro gracias a la clonación de tecnología robada. Bajo su ordenes se encuentran Serpiente Marston y Martillo Harrison, lugartenientes de su banda criminal conocida como el Escuadrón Satán. Personajes segundones de los que prácticamente nadie se acordaría excepto el propio creador que los recuperaría en Marvel Team-Up #99, donde el Trepamuros formaba equipo con el Hombre Máquina. Mejor suerte correría Sunset Bain, apodada Madame Amenaza que, tras intentar apoderarse del cuerpo metálico de Aaron, para lo mismo que todos los villanos antecesores, sería rescatada por Kurt Busiek, durante el tercer volumen de la cabecera protagonizada por el vengador dorado, revelando una antigua relación con Tony Stark y manteniendo su actitud ambiciosa, aunque menos despiadada que en la historia donde se presentaba por primera vez. En el último número de la colección, tendría su primera aparición Jack O'Lantern, un exmarine expulsado de la CIA que comienza su carrera criminal enfrentándose al Hombre Máquina y que acabaría convirtiéndose en un villano recurrente de Spiderman.

Después de cinco números, Tom DeFalco dejaba la serie en su punto más bajo, la cual se veía abocada a la cancelación, dejando a nuestro protagonista en una nueva búsqueda de su lugar en el mundo, pero esta vez aceptándose a sí mismo, y dejaba su empleo en Seguros Delmar. El Hombre Máquina concluía su primera incursión en el Universo Marvel con una cabecera que había dejado momentos interesantes. Estábamos ante un personaje perfectamente definido y preparado para ser recuperado constantemente por diferentes autores, los cuales intentarían tener como referente las claves planteadas por Jack Kirby, el Rey de los Cómics; uno de los padres del cosmos de ficción cohesionado de la Casa de las Ideas. Había nacido un héroe hecho de metal, pero con un corazón lleno de bondad, demostrando que la humanidad y la ciencia no son incompatibles. Desde luego, el mundo necesita más experimentos con las cualidades de X-51 porque, sin duda, la vida sería más agradable.

La única edición española de esta colección fue publicada por la siempre controvertida editorial Vértice, que bajo el imaginativo título de Máquina Vital tuvo seis entregas que incluían los doce primeros números de la serie regular americana, quedando inéditos el resto. Curiosamente, en la última entrega se incluía el anuncio "Próximo: ¡Khan el matador!", pero jamás llego a publicarse, por lo que los lectores de la época no llegaron a conocer al voluminoso personaje que acosaría a nuestro protagonista. Otro abrupto final dentro de la historia negra de las ediciones de nuestro país. No obstante, esto va a cambiar en apenas un mes, ya que el binomio formado por Panini Comics y SD Distribuciones va a recuperar de manera íntegra toda la serie regular y aquellos números íntimamente relacionados con el personaje, a excepción de sus primeras apariciones en 2001: A Space Odyssey, dentro la línea Marvel Limited Edition, destinada a la reedición de clásicos que podríamos considerar minoritarios. Aunque sabemos que el precio no va a ser precisamente barato, es una suerte que podamos verla por fin en nuestra piel de toro, pero lo que realmente me hace pensar en esta edición como en una incompleta es la ausencia de su origen, debido a los derechos. Puedo entender que es la única solución posible en estos momentos, pero quizá se debería haber intentado algo al respecto. De todas formas, habrá que esperar a que se ponga a la venta el volumen para poder opinar con mayor consistencia.

Por otro lado, y pensando en aquellos que quizá no se puedan permitir pagar el precio de esta obra, siempre se podrá recurrir a las nuevas tecnologías y la ingente cantidad de personas que altruistamente deciden compartir su trabajo con los aficionados. Dos elementos que encajan muy bien con el Hombre Máquina y su filosofía; una buena forma de cerrar el círculo, en agradecimiento a ese ingrato esfuerzo, para homenajear al siempre grande Jack Kirby y su última creación.

¡Va por ti, mi Rey!


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