STAR SLAMMERS LA COLECCIÓN COMPLETA
por Óscar Rosa Jiménez


Panini Comics ha recuperado, en una edición de lujo, una de las obras más personales del autor Walter Simonson. El recopilatorio es un calco de la edición americana, publicada por la editorial IDW Publishing, la actual poseedora de los derechos de esta saga, incluyendo toda la trayectoria de esta raza de guerreros, que surgió de la mente del guionista y dibujante en la década de los setenta, cuya historia detrás de las viñetas me ha resultado más atractiva que la propia lectura del tomo, ya que su contenido no parece haber aguantado demasiado bien el paso de los años.

Todo comenzó durante la época en la que Simonson estaba cursando sus estudios en la Rhode Island School of Design, donde el estudiante tuvo la feliz idea de crear un cómic como proyecto de penúltimo año, formando parte también de la tesis para su final de carrera. Esto era algo que nadie había hecho antes, pero tendría especial relevancia para él, ya que le abriría las puertas de la industria del cómic pocos años después. De hecho, este trabajo serviría de portafolio de presentación en diferentes editoriales como Marvel y DC, las cuales acabarían acogiendo a ese joven autor deseoso de poner en marcha sus ideas en el cómic mainstream, cosechando un enorme éxito durante la década de los ochenta.

Los Space Slammers, título original de aquel cómic embrionario de lo que acabaría convirtiéndose en Star Slammers, no solo sirvió para la tesis de Simonson, sino que fue impreso en el garaje de su amigo para ser distribuido en convecciones de ciencia ficción, utilizándose de apoyo a la candidatura de la Washington Science Fiction Association, un club al que el propio Simonson pertenecía, que pretendía albergar la World Con de 1972. La historia, incluida al final del tomo, se prolongaría a lo largo de dos años, mediante entregas de pocas páginas, en las que se relataba como los Slammers habían sido contratados para destruir Washington DC en 1974. Si bien es cierto que el proyecto tiene un carácter más anecdótico que otra cosa, nos sirve para ver la evidente evolución del autor a lo largo de aquel tiempo, mostrando un increíble talento a nivel narrativo o en su faceta de rotulista, algo que él mismo afirma que fue uno de los factores en el que sus educadores hicieron especial hincapié. A pesar de sus carencias obvias, incluso comete errores anatómicos eliminando dedos de una mano, hay unas claras bases del profesional en el que se acabaría convirtiendo años más tarde.

Walter Simonson reconoce que las grandes influencias de su creación inicial residen en la obra de Robert Crumb y Vaughn Bodé. El primero está considerado prácticamente como el padre del cómic underground, que a pesar de ser un conocido historietista se mantuvo al margen de la industria, utilizando el formato de las tiras de prensa en Zap Comix para la crítica política y el sexo de una manera trasgresora para su época. Y es que, en un principio, Simonson pretendía darle a sus cómics tanto la extensión de una tira de prensa como un aire cómico y desenfadado. Dándose cuenta de que su faceta humorística no era demasiado buena, decidió centrarse en la ciencia ficción y el tono pulp con el que se encontraba más cómodo; al igual que la extensión de cada capítulo, que se alargaría hasta las tres o cuatro páginas. El segundo es otro autor propio del cómic underground, famoso por sus mujeres voluptuosas, además de ser artista de grafitis en el metro. La obra más conocida de Bodé posiblemente es Cheech Wizard, una tira publicada por la revista National Lampoon. No obstante, Simonson reconoce que su talento no está a la altura de sus influencias, dejándose llevar por otros derroteros que realmente no recuerdan menos al cómic trasgresor y más a la ciencia ficción típica de su época.

Este capítulo oculto de la historia de la obra me ha parecido interesante a nivel de extra, pero como experiencia lectora diría que es bastante duro. Es un cómic de aficionado que va evolucionando de manera positiva, pero está a años luz de ser un producto que ofrezca un mínimo de entretenimiento lúdico. Además, Simonson peca de pretencioso en una trama que apenas presenta una solidez argumental y narrativa, cuyo giro final es un deus ex machina en toda regla. Su inclusión no me parece mal, diría que es acertada, pero también hay que tener muy en cuenta que la parte final del tomo se hace especialmente cuesta arriba, sobre todo después de que la obra de Simonson en sí misma ya es bastante discreta. Sinceramente, Star Slammers dista mucho de ser uno de los mejores trabajos del autor y, desde luego, está muy lejos de merecer un formato de lujo como este; en la actualidad, se sigue pecando de ponerle tapas duras a cualquier cosa. En esta ocasión, es obvio que hay un motivo claro: el nombre de un autor de cierta relevancia en la portada pero, desgraciadamente, no está a la altura de las expectativas.

Retomando la cronología de los hechos, volvemos a 1982, momento en el que Marvel, dirigida por Jim Shooter, pone en marcha una colección que pretende explotar el mercado con un nuevo formato: la novela gráfica. Bajo el significativo título de Marvel Graphic Novel, cada entrega estuvo protagonizada por un personaje, ofreciendo lo más parecido posible a una obra de autor, pero auspiciado por el paraguas de la Casa de las Ideas. En su primera entrega se pudo ver la muerte más dramática de un superhéroe, algo que no se ha vuelto a repetir nunca más, coreografiada por un inspirado Jim Starlin, que repetiría más tarde en el tercer número con su epopeya cósmica Dreadstar (Artículo #30). Elric, la creación de Michael Moorcock en manos de P. Craig Russell, protagonizó el segundo número de la colección, mientras que el cuarto serviría para dar a conocer a los Nuevos Mutantes (Artículo #70), seguido de una de las mejores historias de la Patrulla-X. De ese modo, Marvel Graphic Novel #6 serviría para la presentación de los Star Slammers, una raza capaz de matar mejor que nadie, en la que Walter Simonson daba un pequeño giro evolutivo a su creación original.

Esta novela gráfica sirve para iniciar el recopilatorio, de manera que comenzamos la lectura por el único tebeo publicado originalmente en Marvel Comics, de todos los que incluye este voluminoso tomo. Se trata de una historia de sesenta páginas en la que Simonson establece los parámetros de una raza con increíbles aptitudes bélicas, lo que provoca que se conviertan en una amenaza potencial para los habitantes del planeta Orión, que intentan exterminarlos, consiguiendo así que realmente se conviertan en aquello que temían; creo que es imposible evitar sentir la ironía que desprende el trasfondo del argumento en ese aspecto. Simonson ha reciclado parte de su idea original, pero el concepto de mercenario cambia totalmente, ya que hablamos de algo tan primario como la ley de la supervivencia. El principal error del artista creo que es la forma de desarrollar el nuevo planteamiento. Obviamente, aquella idea embrionaria era demasiado simple, necesitaba de un trasfondo dramático, con un toque conspiranoico más marcado y un mayor empleo de las posibilidades que ofrece la ciencia ficción. No obstante, en algún momento de la trama, el argumento se vuelve confuso. Sesenta páginas dan para mucho, como el propio Simonson demuestra, pero no consigue afianzar las ideas de manera que podamos conectar plenamente con ellas. Tampoco podemos decir que haya una excesiva originalidad. La caza de humanos televisada, las profecías de invasiones interplanetarias, o las razas que se comunican uniendo sus mentes, no solo me parecen conceptos reciclados vistos anteriormente tanto en cómics como en otros medios, sino que si no fuera por el atractivo arte de Walter Simonson la historia habría acabado en el más oscuro de los ostracismos, ya que su calidad es bastante mediocre, argumentalmente hablando. En el apartado gráfico está bastante bien, principalmente por la forma en la que el dibujante explora las capacidades de la narrativa secuencial; incluso el nuevo coloreado le sienta fenomenal. A pesar de todo, este no es precisamente uno de sus mejores trabajos. Prácticamente tenemos una mera sombra de lo que ofrecerá el autor en el futuro.

Sinceramente, no sabría decir si no he podido conectar con la historia, si me ha parecido un producto que se ha dejado llevar por las influencias de otras sagas con mayor repercusión anterior o posterior, o si simplemente el desarrollo de los personajes y su entorno han resultado fallidos. Lo cierto es que, a falta de alguna relectura posterior, mi sensación principal es el de un obra a la que el paso del tiempo no le ha sentado demasiado bien, llegando a convertirse en una lectura pesada por momentos. A pesar de ser un aficionado al género y al autor, la experiencia ha resultado tediosa en muchas ocasiones; demasiado para mi gusto.

Finalmente, el tomo también incluye la continuación de la novela gráfica, que vio la luz en Dark Horse Presents #114, el título genérico de la editorial, que publicó una historia de presentación de Rojas, el Slammer protagonista de una serie posterior bajo el sello editorial Malibu Comics, que alcanzó cuatro entregas y un número especial, además de un pequeño relato en Bravura #0. De ese modo, tenemos un compendio de la obra de Simonson, presentado de forma cronológica y completa, como reza el título del recopilatorio.

En esta fase final de la obra, podemos observar a un autor mucho más maduro, pero también a uno que se aleja aún más del concepto inicial, muy centrado en el aspecto bélico de la saga y sus nuevos personajes. La acción es la mayor protagonista, pero no la única, ya que volvemos a ver como se reciclan conceptos e influencias, perdiendo aún más si cabe cualquier atisbo de originalidad. La sombra de Star Wars es muy alargada, al igual que la de películas como Alien, cuya base se centra en explorar el suspense dentro de una nave espacial. Ambos planteamientos son fusilados por Simonson para crear un producto ligeramente diferente, pero en la línea de mediocridad que ofrece la novela gráfica. Quizá consigue llegar a cotas de entretenimiento mayores, pero carece de la solidez argumental necesaria para mostrar un producto acorde con la trayectoria del autor. El guionista olvida alguna de las bases de su creación, presenta huecos argumentales que no consigue tapar y realiza giros en la trama poco convincentes. Quizá se potencia demasiado el aspecto gráfico, al igual que el diseño de los personajes, uno de los aspectos en los que más acertado he visto a Simonson. Si esto fuese obra de otro autor con menos prestigio no se hubiese recuperado jamás, pero la verdad es que siendo de quién es, acaba cayendo en los mismos tópicos que se ha criticado hasta la saciedad en los cómics publicados durante la defenestrada década de los noventa. Y es que, posiblemente, estemos ante otro producto hijo de su época, aunque no esté dibujado por un dibujante del nivel de Rob Liefeld y compañía.

En definitiva, Star Slammers es una obra demasiado pretenciosa de un autor que realizó grandes trabajos, pero que en este no estuvo especialmente inspirado, salvo en momentos puntuales y en algunos aspectos muy concretos. Sinceramente, solo apto para fans acérrimos del autor y las curiosidades, pero decepcionante para los amantes a la ciencia ficción y el cómic ochenteno de Marvel Comics. Si a pesar de todo alguien siente una necesidad imperiosa de leer la novela gráfica, que busque su edición anterior de Forum, que le saldrá más económica, porque lo que vino después no merece el esfuerzo y mucho menos el dinero que cuesta este tomo.


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