Hace algún un tiempo, hablábamos de los orígenes de Ka-Zar y su entorno (Artículo 66). Sinceramente, creo que es injusto hablar del Señor de la Tierra Salvaje y no presentar como es debido a un personaje que a día de hoy se asocia con él, pero que posiblemente muchos desconozcan que la idea inicial era otra bien distinta. A pesar de que ambos hundían sus raíces en las revistas pulp de los años cuarenta, el concepto del que se nutren los cómics como formato y muchos de sus protagonistas, sus caminos no estaban pensados para unirse. Permitidme que os cuente la historia oculta de...

SHANNA LA DIABLESA
por Óscar Rosa Jiménez


Durante la década de los setenta, la Casa de las Ideas intentó reflejar en los títulos que ponía a la venta el movimiento feminista que sucedía en la sociedad de la época. Debido a ello, surgirían diferentes cabeceras protagonizadas por mujeres, que intentaban dar un paso adelante en la ficción, dejando atrás su papel de damiselas en apuros y eternas secundarias. Auténticas heroínas que no necesitaban ser salvadas por hombres saltaban a la primera línea editorial abriendo un interesante abanico de posibilidades. Una de las principales características de esta iniciativa es que estas series no solo debían estar protagonizadas por mujeres, sino que también deberían estar escritas por el mal llamado sexo débil. De ese modo, se hacia patente como la editorial mostraba sus simpatías por un movimiento social emergente. Algunas colecciones tendrían más suerte, prolongándose su estancia en los kioscos, mientras que otras serían canceladas al poco de empezar. Shanna O'Hara estaría dentro de las más desafortunadas, ya que sus aventuras solo alcanzarían las cinco entregas, con carácter bimestral, siendo canceladas antes de que cumplieran un año de vida. Pero para conocer el verdadero origen de nuestra protagonista, tendremos que retroceder un poco más en el tiempo.

En principio, Shanna presenta un arquetipo que desciende de las heroínas selváticas de los pulps de los años cuarenta. Mujeres con nombres tan estrambóticos como Tiger Girl, Kaanga, Camilla, Blonde Panther o Lorna se paseaban con sus semidesnudos cuerpos por diferentes revistas y cómics, protagonizando aventuras en un entorno selvático, intentando explotar el filón que habían encontrado escritores como Arthur Conan Doyle o Edgar Rice Burroughs. Curiosamente, en la década de los setenta, con las reimpresiones que Lancer Books pondría a la venta de la obra del segundo, al igual que sucedía con la de Robert E. Howard, conecta de alguna forma con el nacimiento de este tipo de personajes en el Universo Marvel; podría decirse que el mundo editorial es cíclico. Sin embargo, la “inspiración” de Shanna está focalizada en un personaje cuyas similitudes van mucho más allá de cualquier serendipia. Prácticamente, podríamos decir que es un calco de Sheena, la Reina de la Selva. Las comparaciones no dejan lugar a dudas, lo podéis comprobar vosotros mismos.

Esta “pariente” lejana de nuestra chica Marvel tiene el honor de ser el primer personaje femenino en protagonizar su propio cómic, antes incluso que Wonder Woman. No hablamos solo de lo que podríamos calificar como el “sector selvático”, sino en líneas generales. Prácticamente es el buque insignia de la mujer en el mundo de la ficción. Sheena fue creada en los estudios Iger-Eisner en 1937 para el tabloide británico Wags. Según parece, fue al único editor al que ambos autores consiguieron vender el personaje, porque a los editores americanos les parecía que las chicas no leían cómics y por tanto no les interesaba nada el tema. Sin embargo, al año siguiente, los ingleses exportaron el material y lo empezaron a vender en los Estados Unidos, cosechando un enorme éxito. Tanto es así, que tuvo adaptaciones a otros medios. Protagonizó una serie de televisión que se emitió en la década de los cincuenta y una mucho más reciente en el año 2000, protagonizada por Geena Lee Nolin, famosa por ser una vigilante de la playa durante la misma época. También se rodaría un largometraje en 1984. En esa ocasión, Tanya Roberts sería la encargada de encarnar a Sheena en el film producido por Columbia Pictures.

Sheena encabezaría un fenómeno de la Golden Age que se acabó conociendo como God Girl Art. Esto vendría a ser una definición de algo tan simple como cómics de tías buenas, por lo que se puede entrever cual es su enfoque en el mercado. En los noventa volvería a resurgir con un nombre más sugerente y menos ambiguo: Tits&Ass. Debido a este descriptivo género (cómics de tetas y culos), esto dio lugar a ciertas injusticias con algunos tebeos de fantasía y aventuras protagonizados por mujeres con mucho escote y poca ropa que, en algunos casos concretos, atesoraban mucha calidad, pero tenían una difícil convivencia con la controvertida moralidad americana y la española. De hecho, las aventuras de Sheena no se han llegado a publicar en nuestro país. El único territorio de habla hispana en el que han visto la luz sus aventuras es México, dentro de la revista titulada "Aventuras en la Selva".

Cuando, a principios de los 70, Stan Lee y Roy Thomas se plantean lanzar una serie de personajes dedicados especialmente a las chicas que leían tebeos, una de las elegidas fue Shanna. Las otras dos afortunadas eran la Gata, Greer Nelson, que posteriormente se convertiría en Tigra, y la Enfermera de Noche, tan de moda en la actualidad gracias a Rosario Dawson, la actriz que interpreta al personaje en la serie de televisión Daredevil, emitida por el canal Netflix. La idea del género “selvático” surgió de Thomas, mientras que el nombre es una ocurrencia del bueno de Stan que, para evitar problemas legales, cambia hábilmente algunas letras, añadiéndole el adjetivo Diablesa (She-Devil). Teniendo en cuenta como se han desarrollado algunos pleitos sobre la licencia de varios nombres entre ciertas editoriales, Lee fue todo un visionario, desde luego. Además, como iremos viendo, las similitudes con la creación de Eisner e Iger iban mucho más allá de unas simples letras, sino que incluso el escenario donde se desarrollan las historias es el mismo: África. Vamos que la inspiración y el plagio estaban divididos por una línea tan delgada que apenas era perceptible.

El diseño de Shanna corrió a cargo de George Tuska. Haciendo honor a la verdad, el dibujante no dejo demasiado margen a la imaginación. La indumentaria de piel de leopardo es prácticamente igual, aunque Ross Andru, el encargado de sustituirlo hasta el final de la cabecera, iría introduciendo ciertos cambios de forma paulatina, hasta vestirla con un bikini más sugerente y armarla con un cuchillo alojado en un cinto de diseño variable. Otro de los aspectos que acabarían teniendo en común es el color del pelo, aunque esto es algo que merece casi un capítulo aparte, ya que Shanna es pelirroja, mientras que Sheena es rubia. Todos conocemos los misterios cromáticos que tuvo la primigenia Marvel, pero resulta más llamativo ver como en ilustraciones modernas del personaje, incluso algunas portadas, se muestra a una despampanante rubia, mientras en el interior tenemos a una pelirroja. Esa controversia dura hasta prácticamente la actualidad, porque según en qué momento de su vida te acerques a nuestra protagonista, tiene el pelo de un color u otro, sin que nadie termine de aclararse demasiado. Baste decir que hasta el propio Ka-Zar llegó a decirle que estaba teñida en la etapa de Bruce Jones.

Para terminar con este repaso a las “inspiraciones”, podemos apreciar que ambos personajes ostentan el significativo título de Reina de la Jungla, aunque por las particularidades del idioma presentan sutiles diferencias. Sheena es Queen of the Jungle, mientras que Shanna es Jungle Queen. No se puede negar que Stan Lee es un tipo listo y sabe cómo esquivar las salas de los juzgados con bastante solvencia. Qué duda cabe que el mundo de las licencias es un misterio en sí mismo, por lo que tampoco ahondaremos más en el tema. Casualidades, plagios, inspiraciones, sea cual sea la denominación que queramos darle, es evidente que la creatividad ofrece diferentes caras de la misma moneda; después, que cada uno saque sus propias conclusiones. Como curiosidad, añadiré que muchos años después, en 1984, casualidades de la vida, Sheena acabó en Marvel, protagonizando una miniserie de dos números, escrita por Cary Burkett y dibujada por Gray Morrow. La de vueltas que da la vida, ¿verdad?

La mujer encargada de escribir la serie regular de Shanna fue Carole Seuling, cuyo trabajo tuvo el apoyo de Steve Gerber, quien acabó adoptando al personaje en la recta final de la colección. También se encargaría de concluir un argumento, que había quedado pendiente, en uno de los títulos que escribía por aquella época. Esta escritora es prácticamente una desconocida. Stan Lee la reclutó en los setenta, dentro de la iniciativa que podríamos considerar “mujeres escribiendo a mujeres”, para desaparecer posteriormente del mundo del cómic, salvo una historia incluida en Red Circle Sorcery #6 en 1974, una cabecera antológica que publicó la editorial Archie. Estuvo casada con Phil Seuling, también escritor, además de organizador de convenciones y un integrante del negocio de la distribución de cómics. Sin duda, alguien muy activo en el fandom, cuyos contactos propiciaron que su esposa acabase en un proyecto de estas características tan particulares.

Con esta historia a sus espaldas, Shanna se introduce en el Universo Marvel en una colección que no recibe el apoyo del público y se cancela de manera prematura. No obstante, mirando con perspectiva, no se acaba de entender el fracaso de la colección. Cada número incluye una historia más o menos autoconclusiva, en la que se abraza con fuerza la denuncia social. El personaje, pese a su apariencia voluptuosa y sugerente, enarbola una apología contra las armas de fuego y a favor del feminismo y la lucha por los derechos de los animales. Aunque no se puede valorar el trabajo de Seuling, al no tener nada para compararlo, se atisba una importante implicación de Gerber, cuya obra está plagada de este tipo de denuncias. Las principales características de Shanna son la de una mujer hecha a sí misma, que no termina de encajar en el mundo urbanizado del hombre. Domina las artes marciales, es una excelente gimnasta y adora a los animales, dejándolo todo para graduarse como veterinaria. La naturaleza parece ser la única capaz de consolar el trauma que le acompaña desde su niñez, cuando perdió a su madre en un accidente de caza. Esto provoca que odie las armas de fuego, algo que con el tiempo se olvida completamente, incluso habrá quien la presente empuñando un rifle. Además, en su papel de feminista veremos como da muestras de cierta misandria, siendo incapaz de permitir que un hombre se acerque demasiado a ella. Uno de los ejemplos más claros de ello es que jamás es rescatada por nadie, sino que todos la necesitan a ella para ser rescatados, llegando a colaborar con SHIELD en varias ocasiones. Su carácter es muy fuerte, lo que provoca que se convierta en alguien temido en la zona, de ahí el sobrenombre de Diablesa.

Aunque ahora todo el mundo asocia a Shanna con la Tierra Salvaje, en su origen no era así. Las aventuras se desarrollaban en la sabana africana, concretamente en la reserva Dahomey. La joven se trasladó allí para cuidar a Ina y Biri, unas crías de leopardo nacidas en cautividad, que se convierten en sus dos fieles acompañantes. Para crear una mayor afinidad con los felinos, se enfundó un traje con la piel de su madre muerta, lo que provocó que también fuese conocida como la mujer leopardo. Toda esta trama entronca con una historia real que protagonizó un famoso matrimonio de naturalistas austriacos, los Adamson. George y Joy Adamson se trasladaron a vivir a Kenia, donde Joy se dedicó a pintar y estudiar a los animales. En 1960, se hizo famosa tras la publicación del libro titulado “Nacida Libre” (Born Free), sobre el cual se rodó una película, en 1966, y fue el argumento en el que se basó una serie de televisión, emitida en 1974, cosechando un gran éxito. La novela narra las experiencias que vivió Joy para salvar a una leona llamada Elsa. De ese modo, en los primeros pasos de Shanna no solo hay implícito un mensaje feminista, sino que promulga una interesante denuncia sobre el maltrato animal y la necesidad de que cuidemos la naturaleza, dejando una profunda reflexión ecológica. Todo esto, desgraciadamente, se pierde con el tiempo.

Durante solo cinco números, nuestra protagonista vive aventuras de diferente tipo, pero siempre con cierto trasfondo social. El tráfico de diamantes en África, el comercio ilegal de marfil y los cazadores furtivos, la compleja política del país y su lucha por el poder y la falta de respeto del hombre por la naturaleza son algunos ejemplos de los temas que se abordan en una serie que, a pesar de su corta duración, está repleta de contenidos. Sorprende ver como en tan poco espacio se puede contar tanto de una forma tan amena y entretenida. Es una pena que este tipo de obras tan “alternativas” hayan caído en el más absoluto ostracismo. Quizá el aspecto más negativo se encuentra en los personajes secundarios, donde podemos encontrar a Patrick McShane, el guarda forestal de la reserva, que es incapaz de conseguir la atención de Shanna, pese a que utiliza todos sus encantos. Así se hace patente, más aún si cabe, que en esta cabecera se han invertido totalmente los papeles con respecto al resto de títulos de la editorial. En ese aspecto, no se puede negar que la iniciativa había sido todo un éxito, ya que presentaba un cuidado producto dirigido al público femenino hasta en el más mínimo de los detalles.

La dinámica de la colección no permite tener un villano al uso, aunque tendríamos la presentación de dos enemigos que acabarían absorbidos por el Universo Marvel: Mandril y Nekra. Con ellos se iniciaría una trama que dejaba algunos aspectos pendientes, los cuales concluiría Steve Gerber en la cabecera protagonizada por Daredevil durante su etapa al frente de la misma. Esta es una de las principales características de una época en la que el universo cohesionado se sustentaba en los pequeños detalles. Ya lo hemos visto en otros títulos enmarcados en la década de los setenta, que publicó la Casa de las Ideas, y a buen seguro seguiremos haciendo hincapié en ello, porque quizá sea uno de los encantos del Universo Marvel clásico. Sin lugar a dudas, eran momentos de experimentar con temáticas y personajes de otros medios, los cuales no siempre obtuvieron el éxito esperado, pero los guionistas utilizaban las herramientas que tenían a mano para no dejar al lector en ascuas. Aunque tendría que transcurrir prácticamente un año para conocer el desenlace de la búsqueda que inició Shanna en su propia colección. Un poco antes tendría un encuentro que, de alguna forma, marcaría su destino en las viñetas.

La Reina de la Jungla se había quedado sin colección en el verano de 1973, si nos ceñimos a la engañosa fecha de portada. A principios del año siguiente comenzaba la primera serie regular protagonizada por Ka-Zar, que regresaba a la Tierra Salvaje tras un periplo en el que, por diversas circunstancias, se había visto alejado de ella. En su vuelta al hogar protagonizaría una historia en la que su camino se cruza con el de Shanna. Ambos colaboran en una aventura donde se atisba que quizá sus destinos estén entrelazados. No obstante, la joven permanece fiel a sus principios y continúa su viaje en solitario para recalar en la cabecera de Daredevil. En este pequeño alto en la trayectoria del personaje, se le despoja de sus inseparables leopardos y se le rebaja gran parte de su carácter. Quizá estamos ante el primer punto de inflexión de quien, a la postre, se convertiría en la eterna secundaria del Señor de la Tierra Salvaje. La evolución de Shanna en el Universo Marvel tomaría un rumbo diametralmente opuesto al motivo por el que fue concebida. Y lo más curioso de todo es que acabó ligada a un personaje con sus mismas raíces. Recordemos que el Ka-Zar de Bob Byrd debutó en el 1936, mientras que el personaje creado por el binomio Eisner e Iger hacía lo propio en 1937 (el 38 en Estados Unidos). O puede que la curiosidad no tenga nada que ver, si fijamos la mirada en el éxito que obtuvo el Tarzán cinematográfico y su compañera Jane Porter, durante la década de los treinta. De ese modo, se puede establecer un nexo de unión entre el fenómeno cinematográfico y la creación de dos personajes que seguían de cerca la estela del éxito, el cual generaba generosos beneficios económicos. Teniendo en cuenta que el Universo Marvel ya contaba con su versión marvelita de Tarzán, ¿por qué no unirlos y ver qué pasaba? El resultado creo que es obvio. Sobre todo porque apenas nadie recuerda los verdaderos orígenes de Shanna, un personaje que en solitario fue mucho más interesante que como comparsa del sosías de la creación de Burroughs.

En Daredevil #117, Gerber inicia una línea argumental que se acabaría conociendo como la “Saga del Espectro Negro”. En ella desarrolla una trama que aborda un tema político, sacando a la luz uno de los mayores temores del país norteamericano: qué pasa si el enemigo está entre nosotros. Para desarrollar esta historia de corte crítico con ciertas prácticas ejercidas por los políticos de su país, recicla a los enemigos de Shanna, revelando su origen y cierra uno de los capítulos más importantes en la vida de la Reina de la Jungla. El autor mantiene su estilo crítico en todo momento, reflejando prácticamente por última vez la esencia del personaje y se desliga de él. Aunque Shanna permanece unida a Daredevil, debido a que se desvela que es familiar directo de uno de los secundarios habituales de la cabecera por aquella época, solo ayuda al defensor de la Cocina del Infierno en una ocasión. A partir de ahí, comienza su vagabundear por diversas revistas en blanco y negro que publicó Marvel durante los setenta, protagonizando historias de complemento que continuaban la senda marcada por su serie regular. Savage Tales, de la mano del matrimonio Conway, una historia en The Rampaging Hulk y un serial en Marvel Fanfare serían sus últimas incursiones en solitario para, posteriormente aterrizar en el segundo intento de Ka-Zar por llevar un título mensual a buen puerto; esta vez de la mano del guionista Bruce Jones.

En Ka-Zar the Savage, Shanna se establece en la Tierra Salvaje, forma una familia y acaba irremediablemente ligada al entorno que todos conocemos hoy. A pesar de ello, algunos autores han intentado sacar provecho del personaje en solitario. Cabría destacar el serial publicado en Marvel Comics Presents #68-77 (Shanna la Diablesa, Forum), donde el guionista Gerald Jones devuelve a Shanna a África, en compañía del dibujante Paul Gulacy. La historia no está nada mal, ya que con ese estilo cinematográfico se nos narra una trama con tintes de espionaje, utilizando el contrabando y la magia tribal como elementos de fondo. La mujer leopardo regresa al escenario del que surgió, pero hay ciertos cambios que, por muy sutiles que resulten, nos hacen ver que esta Shanna no es exactamente aquella que conocíamos en 1972. Su animadversión a las armas es totalmente obviada en beneficio de la acción y de un argumento que se enreda por momentos, dando como resultado una historia algo confusa. Todo lo que gana en su aspecto gráfico lo pierde en esa forma apresurada de desarrollar los conceptos. Aunque el tono cinematográfico de Gulacy provoca una experiencia de lectura satisfactoria, todo hay que decirlo.

Mucho más tarde, en 2005, Frank Cho realiza una miniserie de siete números utilizando el nombre de Shanna, junto a su aspecto, pero con un enfoque totalmente diferente. La historia nos transporta a una jungla perdida en la que una unidad del ejército se topa con animales anacrónicos y un laboratorio secreto nazi, el cual alberga un proyecto genético denominado Shanna. Ese es el punto de partida de un argumento que emplea todas las habilidades narrativas de un autor especialmente dotado para ilustrar a mujeres voluptuosas y de fuertes connotaciones sexuales. A pesar de lo que puede parecer a simple vista, si somos capaces de dejar los perjuicios a un lado, podremos disfrutar de una historia de fantasía muy entretenida que incluso se atreve a dejar reflexiones existenciales citando a Carl Jung. Algo que estoy seguro que nadie se espera en un tebeo en el que aparece una mujer semidesnuda en cada viñeta. En contraposición, tiene otros elementos propios de un blockbuster veraniego: dinosaurios, nazis y mucha acción. Es obvio que es un proyecto para lucimiento del autor, pero precisamente por eso, quizá, el resultado final sea tan entretenido; incluso es más que probable que sea un precedente de su trabajo en Jungle Girl, una serie muy en la onda de los fenómenos editoriales que comentaba al principio del artículo. En su día, la miniserie arrastró cierta polémica, ya que en Marvel decidieron censurar varias viñetas en las que esta nueva Shanna enseñaba más de lo debido. En nuestro país, Panini intentó publicarla como fue concebida originalmente, pero desgraciadamente no fue posible.

Para aquellos que se hayan sentido atraídos por los orígenes de Shanna y quieran conocerlos de primera mano, me temo que tendrán que recurrir al bendito Internet o al mercado americano. En 2011, se publicó un interesante Omnibus para celebrar las siete décadas de la mujer en Marvel, en el que se recogían la serie original de la Reina de la Jungla, junto a la de Greer Nelson y la Enfermera de Noche, entre otros contenidos protagonizados por féminas. Incluso hay algún número de Patsy Walker y Millie the Model. No niego que siento curiosidad por muchos de sus contenidos, aunque preferiría que aquí se publicase un integral con lo más importante de la trayectoria del personaje en solitario. La tercera opción es buscar la desastrosa edición de Vértice, en la cual omitieron páginas, retocaron viñetas y la incluyeron de complemento en números salteados del volumen 1 y 2 de la colección titulada Dan Defensor. Puedo llegar a entender que se decidieran a publicarla ahí, por aquello de que su historia continúa en la serie regular del personaje, pero todo lo demás está lejos de la comprensión humana. Desde luego, eran otros tiempos. Esperemos que algún día se haga justicia, para que podamos ver a la Reina de la Jungla en todo su esplendor, como la mujer indomable que representa el símbolo de la libertad y no como una triste secundaria. ¡Dios salve a la reina!


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